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Por David Ramos– ACI Prensa
Monseñor Ricardo Urioste, en su rol de vicario general fue uno de los más cercanos colaboradores de Monseñor Óscar Romero, el Arzobispo de San Salvador (El Salvador) asesinado por odio a la fe en 1980. Para él, la beatificación del Prelado es “un triunfo de la verdad”.
En medio de una naciente guerra civil entre la guerrilla de izquierda y el gobierno de extrema derecha, Monseñor Óscar Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980. El Papa Francisco reconoció que su muerte fue por odio a la fe y aprobó su beatificación que se celebra en San Salvador.
En declaraciones a ACI Prensa el 22 de mayo, Monseñor Ricardo Urioste, presidente de la Fundación Monseñor Romero, señaló que la beatificación del Arzobispo de San Salvador “es el triunfo de la verdad, de quién era realmente Monseñor Romero, qué hizo, cómo lo hizo, desde la Palabra de Dios, desde el Magisterio de la Iglesia, en defensa de los pobres, que eran los preferidos de Jesucristo y eran también los preferidos de Monseñor Romero”.
El sacerdote recordó que “acá en El Salvador, en los tiempos de Monseñor Romero, cuando él predicaba, hablaba, era pastor, lo acusaron de comunista, de marxista, de político, de mil cosas”.
“Y nadie como Roma ha estudiado a Monseñor Romero, lo han tenido 12 años. (Han revisado) todos sus escritos, todas sus homilías, y no han encontrado nada de lo que acusaban a Monseñor Romero”, aseguró.
Monseñor Urioste señaló que una de las principales características de Monseñor Romero fue “su gran sentido del trabajo. Era un hombre enormemente trabajador y entregado a su labor día y noche, y hasta la medianoche y hasta la madrugada”.
“Así preparaba sus homilías de los domingos, desde el sábado con las tres lecturas de la Eucaristía y comentaba basado en los Padres de la Iglesia, basado en el Magisterio de la Iglesia y relacionado con la realidad del país. Una homilía que no tiene esa relación con lo que está ocurriendo suena lo mismo aquí que en Irlanda, en París, que en cualquier lado”.
En el tiempo de Monseñor Romero, recordó, “teníamos un gobierno de una dictadura militar feroz, tenía como lema ‘la seguridad nacional’, y todo aquel que andaba con los pobres, que se preocupaba con los pobres era acusado de comunista, lo mandaban a matar sin pensar más, y hubo 70 mil muertos de esa manera en el país en esa época”.
“La realidad económico social era de mucha pobreza, de mucha falta de empleo, de salarios bajísimos”.
Monseñor Romero no era marxista ni leyó libros de Teología de la Liberación
A pesar de las acusaciones levantadas contra el Arzobispo de San Salvador, dijo su vicario general, “jamás estuvo en la mente de Monseñor Romero un pensamiento marxista o una ideología marxista. Si hubiera sido así, el Vaticano, que lo ha estudiado tanto, no lo hubiera beatificado, si hubieran encontrado que él tenía aficiones marxistas”.
El verdadero sustento de su cercanía a los pobres, indicó, fue el Evangelio y el Magisterio de la Iglesia.
“Él tuvo al Evangelio como su servidor, no leyó nunca nada de la Teología de la Liberación, pero sí leyó la Biblia”.
Al igual que Monseñor Jesús Delgado, quien fuera secretario personal de Monseñor Romero, Monseñor Urioste constató que en la biblioteca del Arzobispo mártir salvadoreño “tenía todos esos libros de los Padres de la Iglesia primitiva, del Magisterio actual de la Iglesia, pero no abrió siquiera nunca ninguno de los libros de la Teología de la Liberación, ni de Gustavo Gutiérrez, ni de ningún otro”.
“Leyó la Biblia y ahí se encontró con un Jesús amante de los pobres y eso lo encaminó a él”, dijo.
El día de la muerte de Monseñor Romero
Monseñor Urioste recordó el día del asesinato de Monseñor Romero, “un día ordinario de trabajo” para el Arzobispo de San Salvador.
“Monseñor andaba trabajando también, tuvo una reunión esa mañana con un grupo de sacerdotes para tratar algunos temas determinados. Almorzaron ahí juntos. Él volvió a confesarse, con su confesor espiritual que era el Padre (Segundo) Ascue, y después se fue a la Misa que tenía a las 6 de la tarde, que habían publicado grandemente que él iba a estar al frente de esa Eucaristía”.
Ese día, pasadas las 6:00 p.m., cuando celebraba Misa en la capilla del hospital La Divina Providencia, atendido por religiosas en San Salvador, Monseñor Romero fue asesinado de un disparo en el pecho, realizado desde el exterior del templo.
Monseñor Urioste recordó que “me hablaron por teléfono, yo fui inmediatamente al hospital, ya se lo habían llevado a la policlínica. Llegó un conjunto de televisión, me hicieron una entrevista, después me fui al hospital en donde estaba”.
“Como lo iban a embalsamar yo dije a las hermanas que por favor estuvieran atentas a que no tiraran sus entrañas en cualquier lugar, sino que las recogieran y las enterraran, y así lo hicieron, enterrándolas frente a su apartamentito que tenía en el hospital donde él vivía”.
Tres años más tarde, con ocasión de la visita de San Juan Pablo II al país, a las religiosas del hospital “se les ocurrió hacer un monumento a la Virgen, en el mismo lugar donde habíamos enterrado las entrañas” de Monseñor Romero.
“Cuando fueron excavando se toparon con la caja y con la bolsa plástica donde se habían puesto las entrañas, y la sangre estaba líquida y las entrañas estaban sin ningún mal olor”, reveló.
“Yo no quiero decir que fue un milagro, es posible que sea un fenómeno natural, pero la verdad es que eso ocurrió y le dijimos al Arzobispo de ese tiempo (Monseñor Arturo Rivera y Damas), mire Monseñor, ha ocurrido tal cosa y él dijo ‘cállense, no digan nada a nadie porque van a decir que son inventos nuestros’”, señaló.
Sin embargo, destacó, “al Papa Juan Pablo II se le dio un botecito con la sangre de Monseñor Romero”.
Monseñor Urioste recordó que en cuanto llegó a San Salvador, lo primero que hizo San Juan Pablo II “fue ir a la Catedral sin avisar a nadie. La Catedral estaba cerrada, tuvieron que ir a buscar quien abriera, para que el Papa pudiera entrar y postrarse ante la tumba de Monseñor Romero”.
En esa ocasión Juan Pablo II pidió que no manipulen la memoria de Monseñor Romero, recordó, y lamentó que “sí lo han politizado, lo han politizado las izquierdas poniéndolo como bandera de ellos. Y lo han politizado las derechas diciendo cosas que no son ciertas de Monseñor, que son puramente falsas, lo han denigrado”.
El gran deseo de la Iglesia en el país, dijo Monseñor Urioste, es que “la figura de Monseñor, conocida ahora un poco más de lo que era antes, sea un motivo de reflexión, motivo de paz, motivo de perdón, motivo de reconciliación entre unos y otros, y tengamos más paciencia para ir renovándonos todos y seguir los caminos que Monseñor Romero nos propuso”.
“Yo pienso que la figura de él va a contribuir bastante para un mejor encuentro y reconciliación en El Salvador”, señaló.
Mártir salvadoreño
El mártir salvadoreño monseñor Óscar Arnulfo Romero fue beatificado en la capital de El Salvador ante cientos de miles de devotos y presidentes de varios países reunidos en la plaza Salvador del Mundo.
“Vivimos el momento más grandioso. Hoy glorificamos a monseñor”
La beatificación se concretó cuando la reliquia de Romero, consistente en la camisa ensangrentada que vestía el día de su asesinato, flores y una palma que significa “la victoria de los mártires”, fue incensada por el cardenal Angelo Amato, el enviado especial del papa Francisco.
Las reliquias de monseñor Romero.
Romero fue proclamado beato de la Iglesia Católica a 35 años de su muerte.
El ritual que elevó a Romero a los altares católicos se realizó con un intenso repicar de campanas, en medio de un ambiente festivo que reunió a más de 200,000 fieles de todo el mundo.
“En virtud de nuestra autoridad apostólica facultamos para que el venerado siervo de Dios, Oscar Arnulfo Romero Galdámez, obispo, mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico de los reinos de Dios, reino de justicia fraternidad y paz, en adelante se le llame beato”, proclamó el cardenal Angelo Amato al leer una carta del papa Francisco.
La ceremonia de beatificación de monseñor Romero.
Amato declaró como fecha de la fiesta del nuevo beato el 24 de marzo, por “el día en que nació para el cielo”, en una referencia al día de su asesinato a manos de un francotirador de extrema derecha.
La proclamación de la beatificación fue saludada por los asistentes con un prolongado aplauso, mientras era develado un gigantesco retrato de Romero entre gritos de júbilo de una multitud entusiasta que coreaba vivas a su pastor y levantaba pequeñas estampas.
Miles de devotos de monseñor Óscar Arnulfo Romero llenaron desde primeras horas de la madrugada la plaza del Salvador del Mundo de la capital salvadoreña, donde a las 10:00 horas locales comenzó la ceremonia.
El enviado del Vaticano, el cardenal Angelo Amato, pronunció las palabras durante la homilía de beatificación.
San Salvador se convirtió desde la noche del viernes en una ciudad despierta, que comenzó con una vigilia a la que asistieron miles de personas para homenajear al que, desde siempre, es para ellos el amigo de los pobres, en la víspera de su beatificación.
Monseñor Romero es para los salvadoreños mucho más que un mártir; es el héroe, el defensor de las causas justas, el hombre bueno, es San Romero de América, como lo “bautizaron” desde que fue asesinado en San Salvador el 24 de marzo de 1980 por un escuadrón de la muerte.
Para los fieles de Romero, su beatificación no es más que el primer paso hacia la canonización, que reivindican desde hace 35 años.
Los devotos de Romero llegaron a la ceremonia de beatificación de muy diversos países, como Honduras, México, Costa Rica, Guatemala, Panamá, Brasil, Nicaragua, Ecuador, Chile o Perú.
La emoción de los feligreses
Las delegaciones de miles de parroquias del interior del país y otras naciones centroamericanas ingresaron a la plaza de manera ordenada y con banderas amarillas y blancas, los colores de la Iglesia Católica.
“Podrán matar al profeta, pero no la voz de la justicia, su voz nunca la van a callar”, entonaron los feligreses de la parroquia de la Señora de La Asunción, de uno de los suburbios del norte de la capital.
“Sus palabras quedarán para la eternidad”, dijo a The Associated Press Marlene Sánchez, una empleada de 26 años.
“Vivimos el momento más grandioso. Hoy glorificamos a monseñor, triunfan los pobres y la verdad se impuso sobre la mentira”, declaró a la AFP Juan Flores, un devoto de Romero que llegó con una camiseta blanca con la figura de Romero y una gorra para protegerse del sol.
Las reliquias de monseñor Romero.
Se veía a jóvenes, la mayoría nacidos después del asesinato del arzobispo, pero que relataban que conocieron la vida y muerte de Romero a través de sus abuelos, padres y las parroquias de las comunidades.
Los invitados especiales comenzaron a llegar al templete, entre ellos el expresidente Alfredo Cristiani, el primer mandatario de la derechista Alianza Republicana Nacionalista. Durante su mandato (1989-1994) se firmaron los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil y se emitió una ley de amnistía para todos los responsables de las violaciones a los derechos humanos, entre ellos los autores intelectuales y materiales del magnicidio de Romero.
Las medidas de seguridad fueron muy rigurosas, dos helicópteros de la Fuerza Aérea sobrevolaron la zona.
Presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos y enviado especial del Papa, la ceremonia fue transmitida por cadena nacional de radio y televisión a todo el país. La señal de televisión llegó al mundo por medio de dos satélites contratados para la ocasión.
En un hecho sin precedentes, el partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena, derecha) rompió -en un aviso pagado en los periódicos- el silencio que sobre el caso mantuvo durante los 35 años del martirio de Romero y saludó la beatificación.
“Nos unimos a la celebración de la Iglesia Católica en la beatificación de monseñor Romero compartiendo su mensaje de reconciliación y defensa de la vida, para que los salvadoreños vivamos como hermanos”, fue el único párrafo del texto que presentó la estampa del Divino Salvador del Mundo y una diminuta bandera azul, roja y blanca de Arena, que gobernó el país entre 1989-2009.
En 1993, una Comisión de la Verdad de la ONU identificó como autor intelectual del crimen al mayor del Ejército y líder de Arena, Roberto D’Aubuisson, quien murió de cáncer en febrero de 1992.
Llenos de orgullo por ceremonia en la que Monseñor Oscar A. Romero será declarado formalmente mártir de la fe.
La carta del papa Francisco
El papa Francisco envió una carta al arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, en ocasión de la beatificación de monseñor Romero.
A continuación se reproduce el texto del sumo pontífice:
“La beatificación de monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez, que fue Pastor de esa querida Arquidiócesis, es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia. Monseñor Romero, que construyó la paz con la fuerza del amor, dio testimonio de la fe con su vida entregada hasta el extremo.
El Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus necesidades. Él ve la opresión, oye los gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que «mana leche y miel» (cf. Ex 3, 7-8). Igual que un día eligió a Moisés para que, en su nombre, guiara a su pueblo, sigue suscitando pastores según su corazón, que apacienten con ciencia y prudencia su rebaño (cf. Jer 3, 15).
En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor. En tiempos de difícil convivencia, Monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas.
En este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos, damos gracias a Dios porque concedió al Obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obra un ejercicio pleno de caridad cristiana.
La voz del nuevo Beato sigue resonando hoy para recordarnos que la Iglesia, convocación de hermanos entorno a su Señor, es familia de Dios, en la que no puede haber ninguna división. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad.
Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a «la violencia de la espada, la del odio», y vivir «la violencia del amor, la que dejo a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros». Él supo ver y experimentó en su propia carne «el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás». Y, con corazón de padre, se preocupó de «las mayorías pobres», pidiendo a los poderosos que convirtiesen «las armas en hoces para el trabajo».
Quienes tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno.
Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan. El Papa participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo.
Querido hermano, te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, a la vez que imparto la Bendición Apostólica a todos los que se unen de diversas maneras a la celebración del nuevo Beato”.
Obama celebra la beatificación
Por su parte, el presidente de EEUU, Barack Obama, celebró la beatificación del mártir salvadoreño y dijo que su figura debe servir de inspiración para trabajar por la justicia y la paz.
Monseñor Romero, asesinado de un tiro el 24 de marzo de 1980 en plena misa cuando era arzobispo de San Salvador, “fue una figura inspiradora para la gente de El Salvador y de toda América”, destacó Obama en un comunicado divulgado por la Casa Blanca.
Según Obama, Romero fue un hombre “inteligente” y “valiente”, que “hizo frente a los males que veía sin temor”, guiado por las “necesidades” de la población “oprimida y pobre” de su país.
El mandatario recordó que se emocionó “profundamente” cuando tuvo la oportunidad de visitar la tumba del arzobispo en marzo de 2011, dentro del viaje que realizó a San Salvador.
“El Salvador ha avanzado mucho en los últimos 35 años”, subrayó Obama, quien agregó que actualmente el trabajo que realiza EEUU en ese país y en toda Centroamérica se guía por la “visión” de Romero y está orientado a “promover oportunidades económicas, fortalecer el imperio de la ley y crear vecindarios más seguros”.
Obama agradeció también al papa Francisco por su decisión de beatificar a Romero y por su “liderazgo” al enfatizar la obligación compartida de “ayudar a los que más lo necesitan”.
“Esperemos que la visión del arzobispo Romero nos inspire a todos a respetar la dignidad de todos los seres humanos y a trabajar por la justicia y la paz”, concluyó.
Romero, el ancla que detenía la guerra civil
Defensores de derechos humanos y allegados a monseñor Óscar Arnulfo Romero dicen que el arzobispo era el “ancla” que impedía a El Salvador zarpar a un viaje de sangre y dolor que, a la postre, costaría la vida de unas 75,000 personas en 12 años de guerra civil.
El biógrafo y exsecretario personal de Romero, monseñor Jesús Delgado, aseguró a Efe que el arzobispo intentaba que no hubiera una guerra civil en El Salvador.
“Romero estaba deteniéndolos, diciendo que no se había gastado el último cartucho de la razón, que la palabra todavía tenía una fuerza para liberar este país de tanta opresión, rencor y odio (…) porque no solo era una situación económica, social y política, era una situación moral y humana”, dijo el sacerdote.
La guerra civil salvadoreña que enfrentó entre 1980 y 1992 a la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y al Ejército salvadoreño, financiado por Estados Unidos, causó unos 75,000 muertos y 8,000 desaparecidos.
El conflicto concluyó con la firma de los Acuerdos de Paz en Chapultepec, México en 1992.
Este fue el primer conflicto civil en el que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) intervino directamente para lograr un armisticio.
“A Romero lo matan el 24 de marzo de 1980 a las 6:20 de tarde; a las 7 de la noche por varios lugares de San Salvador se oían balaceras, no más lo mataron inicia la lucha callejera en primer lugar y luego formalmente (la guerra) entre los dos bandos, la guerrilla y la contrainsurgencia”, relató Delgado.
Romero “fue el hombre que mantuvo la paz los más posible, fue el hombre que trato de solucionar todo con el dialogo”, sostuvo el biógrafo.
Fuente: www.univision.com
San Estanislao de Cracovia
Nació en Szczepanów, Polonia, el 26 de julio de 1030 y falleció en Cracovia, Voivodato de Pequeña Polonia. Fue obispo de Cracovia, mártir y santo polaco.
Estanislao estudió en la ciudad de Gniezno, luego fue enviado por sus padres a París, en Francia y a Lieja, en Bélgica. Cuando regresó a Polonia fue ordenado sacerdote por Lambert Suła, el entonces obispo de Cracovia. Cuando Lambert Suła murió en 1072, fue ordenado nuevo obispo de Cracovia. Estanislao criticaba mucho los crueles castigos del del rey polaco Boleslao II el Temerario, y tuvo varios conflictos en materia del propiedades y terrenos. En una oportunidad Boleslao afirmaban que uno de los terrenos que había recibido el obispado de Cracovia no le correspondía y exigió que Estanislao renunciase a ellos de inmediato. Según la leyenda Estanislao resolvió resucitar a Pedro, el noble que había hecho la donación y lo llevó a testificar. Sin poder objetar el asunto Boleslao se vio forzado a ceder. Sin embargo los conflictos se agudizaron más aún hasta que el monarca ordenó a sus hombres que ejecutasen al obispo. Sin atreverse siquiera a tocarlo, la leyenda relata que Boleslao mismo tomó su espada y asesinó a Estanislao mientras celebraba una misa el 11 de abril de 1076.
Como castigo Boleslao aplicó una medida común en esa época de descuartizar el cuerpo sin vida del Santo, el cual milagrosamente luego de ser colocado en su ataúd se reensambló y recuperó su gracia. El asesinato generó disturbios e inestabilidad en Polonia tras lo cual Boleslao se vio forzado a huir a la corte de su primo el rey San Ladislao de Hungría.
Fuente: Wikipedia.
Santo Thomas Becket
Nació en Londres en 1170. Era hijo de un empleado oficial, y en sus primeros años fue educado por los monjes del convento de Merton. A los 24 años consiguió un puesto como ayudante del Arzobispo de Inglaterra (el de Canterbury) quien se dio cuenta que Tomás tenía cualidades excepcionales para el trabajo, así que le fue confiando poco a poco oficios más difíciles e importantes. Lo ordenó de diácono y lo encargó de la administración de los bienes del arzobispado. Lo envió varias veces a Roma a tratar asuntos de mucha importancia. Tomás como buen diplomático había obtenido que el Papa Eugenio Tercero se hiciera muy amigo del rey de Inglaterra, Enrique II, y éste en acción de gracias por tan gran favor, nombró a nuestro santo (cuando sólo tenía 36 años) como Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores.
Tras la muerte del Arzobispo Teobaldo en 1161, el rey Enrique II de inmediato pensó en Santo Tomás como el mejor candidato para ocupar dicho cargo, pero nuestro santo se negó muy cortésmente alegando que él no era digno para tan honorable puesto. Sin embargo, un Cardenal de mucha confianza del Sumo Pontífice Alejandro III lo convenció de que debía aceptar, y al fin aceptó. Cuando el rey empezó a insistirle en que aceptara el oficio de Arzobispo, Santo Tomás le hizo una profecía o un anuncio que se cumplió a la letra. Le dijo: “Si acepto ser Arzobispo me sucederá que el rey que hasta ahora es mi gran amigo, se convertirá en mi gran enemigo”. Enrique no creyó que fuera a suceder así, pero sucedió. Ordenado de sacerdote y luego consagrado como Arzobispo, pidió a sus ayudantes que en adelante le corrigieran con toda valentía cualquier falta que notaran en él. Como él mismo lo había anunciado, los envidiosos empezaron a calumniar al arzobispo en presencia del rey. Dicen que en uno de sus terribles estallidos de cólera, Enrique II exclamó: “No podrá haber más paz en mi reino mientras viva Becket. ¿Será que no hay nadie que sea capaz de suprimir a este clérigo que me quiere hacer la vida imposible?”.
Al oír semejante exclamación de labios del mandatario, cuatro sicarios se fueron donde el santo arzobispo resueltos a darle muerte. Estaba él orando junto al altar cuando llegaron los asesinos. Era el 29 de diciembre de 1170. No opuso resistencia. Murió diciendo: “Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia Católica”. Tenía apenas 52 años.
El Papa Alejandro III lanzó excomunión contra el rey Enrique, el cual profundamente arrepentido hizo penitencia durante dos años, para obtener la reconciliación en 1172.
Fuente: ACI Prensa.