Nuevo Pentecostés

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Unidos en la caridad

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Hoy quiero hablarles de una Persona Maravillosa, así con mayúsculas, que tiene harto poder e influencia, pero que, por su modestia y discreción, nadie lo creería. Es además superagradable y su trato dignifica y enriquece. Uno quisiera estar siempre a su lado, pues es como fuente del mayor consuelo. Es descanso en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. ¿Han adivinado quién es la Persona a la que me refiero? Pues les felicito, porque aún para millones de los que creen en Él sigue siendo el Gran Desconocido. Les felicito por haber adivinado que me estoy refiriendo a la Persona Divina del Espíritu Santo.
Hoy son muchos los que han oído su nombre y hablar de Él, pero son pocos los que lo invocan a diario -¿y ustedes sí?- , y menos los que se ponen por entero a su disposición, para ser con Él testigos de Jesús Resucitado (Jn 15, 26-27). ¡Qué pena!, se nos ocurre decir. Pero esto no es sólo una pena sino una desgracia, una terrible desgracia. Porque el Espíritu Santo es todo lo que tenemos, es cuanto el Padre Dios y el Hijo Jesucristo nos han dejado para continuar su obra en el mundo. Estamos en el Tiempo o Era del Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, uniéndolos en el amor y continuando su obra .en el universo. O entramos de lleno en el tren del Espíritu y seguimos adelante (construyendo la historia con Él) o se nos pasa el tren y quedamos varados en la estación (vegetando pobremente).
Es la hora de reaccionar y de confiar plenamente en el Espíritu Santo, como lo hicieron el Padre y Jesucristo. En efecto, cuando decimos que el Creador descansó al Séptimo día, lo que estamos diciendo es que su Espíritu lo relevó (tomó el relevo) en la conducción del universo y de la historia. Y cuando decimos que Jesucristo, terminada su obra, subió al cielo, lo que estamos diciendo es que el Espíritu Santo lo relevó (tomó el relevo) de su Misión Santificadora y Salvadora en el mundo.
Todo ha sido puesto a disposición del Espíritu, quien es el que lleva adelante la obra de Dios Padre y de Jesucristo. Y lo grande es que, por voluntad del Padre y de Jesucristo, la lleva a cabo contando con nosotros. (Jn 16,14), constituidos en Iglesia. El Padre Dios y Jesús continúan como modelo y fuente, pero es al Espíritu Santo a quien le toca trabajar y administrar «los materiales» que Ellos dejaron (la creación del Padre y la Redención del Hijo con su enseñanza, ejemplos, sacramentos, etc.), hasta completar la obra. Lo que hace, principalmente por medio de la Iglesia, que Jesucristo fundó (Mt 16, 18-19; Jn 15, 26-27)
El Espíritu Santo y Pentecostés son un millón de cosas más, en sí mismos y en relación con el Reino de Dios, la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos, esta vida (universo e historia) y la vida eterna … Pidamos que el Espíritu Santo renueve nuestras vidas y las del mundo entero. ¡Ven, Espíritu Santo, ven! (Jn 15, 26-27; 16, 12-15).

Tú tienes la palabra

Por Juan Luis Cipriani Thorne, Cardenal de la Iglesia Católica- Diario El Comercio
Recuerdo con especial fuerza y emoción las primeras palabras que el papa Francisco nos dirigió a todos los cardenales en la Capilla Sixtina, el 14 de marzo del 2013, pocas horas después de finalizar el cónclave en el que lo elegimos. Se refirió a tres momentos del movimiento en la Iglesia: el movimiento en el camino, en la edificación de la Iglesia y en la confesión. Caminar, edificar, confesar. Tres conceptos llenos de consecuencias para estos tiempos.
Al volver a Lima, convoqué a la Iglesia en Lima, a reunirse en el XX Sínodo Arquidiocesano y le puse como lema “Tú tienes la palabra”, interpretando así el deseo del papa Francisco en su primera intervención como Vicario de Cristo. Hoy, participan activamente en él más de diez mil personas de toda condición: casados y solteros, jóvenes y adultos, sacerdotes, religiosos y religiosas, grupos organizados en movimientos, fieles laicos de todas las parroquias, gente sencilla e intelectuales, de niveles sociales muy pobres y de mejores niveles económicos. Una convocatoria masiva, abierta, organizada y muy participativa.
Estamos en la penúltima fase sinodal consolidando los resultados de la consulta que reflejan la vitalidad y entusiasmo que bulle en los corazones de los fieles, la creatividad de sus propuestas, la esperanza que nos invade al comprobar la presencia de este nuevo ardor que el santo Juan Pablo II nos pedía el año 1983 en Haití a la Iglesia en Latinoamérica.
Ya en la Marcha por la Vida pudimos apreciar la capacidad de organización y movilización en la juventud, que lideró a medio millón de personas. Allí proclamaron la defensa por la vida y el matrimonio. Fue un clamor popular que expresó la necesidad de edificar el futuro de la humanidad sobre esa piedra angular que es Jesucristo y sobre la célula fundamental de la sociedad, y de toda organización social, que es la familia.
La Marcha por la Vida fue una sinfonía armoniosa de amor por los más necesitados, que son los no nacidos. Sinfonía que sonó fuerte en los corazones de todos, al compás del silencio en la mayoría de los medios. Maravilloso contraste que anuncia proféticamente la separación del mundo mediático dominante, de su pueblo sencillo. La famosa mayoría silenciosa que ya no lo será. El Papa nos convoca a una Iglesia “en salida” y que “arme lío”. Así será también en las redes sociales.
“Podemos caminar cuanto queramos”, nos dijo el papa Francisco en esa ocasión, “podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado”.
“Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio”. Algunos alardean de su impiedad y la sostienen como programa de educación humana y de conducta política, en la ingenua pero fatal convicción de liberar al hombre de viejos y falsos conceptos de la vida y del mundo, para sustituirlos, según dicen, por una concepción científica conforme a las exigencias del progreso moderno.
Para quien ama la verdad, la conversación es siempre posible. Pero obstáculos de índole moral acrecientan enormemente las dificultades, por la falta de suficiente libertad de juicio y de acción, y por el abuso dialéctico de la palabra, no encaminada precisamente hacia la búsqueda y la expresión de la verdad objetiva, sino puesta al servicio de finalidades utilitarias, de antemano establecidas.
La apertura a un diálogo sincero excluye fingimientos, rivalidades, engaños y traiciones. Quienes así buscan descalificar a quien no piensa como ellos, propugnan un ‘pensamiento único’ que daña el diálogo social. Si una minoría respetable de la sociedad peruana no comparte la fe cristiana de la gran mayoría de habitantes, por lo menos tiene el deber de respetarla.
Tantas veces escucho la crítica cazurra de algunos –siempre los mismos– que interpretan o traducen mis palabras, sacándolas de su verdadera sentido y contexto, y manipulándolas a su gusto. Los perdono de todo corazón, apelando al Dios misericordioso. Parecen pensar que aunque el pastor pueda tener razón es mejor no hablar de las exigencias de la cruz, porque eso no tiene espacio ni aceptación en la vida pública; es para la vida privada de algunos.
“Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”, nos enseña el papa Francisco. Tiempos de oración, reflexión y acción.

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