Gran banquete de bodas

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Banquete universal

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
En tiempos de Jesús, una boda era socialmente lo máximo. Tanto que para imaginar cómo era el cielo lo comparaban con una gran boda. Es lo que hizo Jesús al comparar el Reino de Dios con las bodas del hijo de un rey (Mt 22, 1-14). Imaginemos entonces la desfachatez y el desaire de aquellos invitados, con invitación personal y todo, no quisieron ir, “no hicieron caso”. La reacción del rey fue terrible, pues acabó con ellos. Y como la fiesta debía hacerse, el Rey mandó a sus criados a invitar y traer a cuantos encontrasen por el camino, buenos y presentables o malos y desarrapados.
Visto como parábola, el relato nos dice que el Padre Dios envió su Hijo a este mundo como el Mesías prometido, Jesucristo, el novio de Israel (Lc 5,34). Y que para que lo recibiesen envió a Israel jueces y profetas, que, a lo largo de su historia, fueron preparando su llegada. Lamentablemente, Israel no hizo caso, autoexcluyéndose del Reino de Dios (el Banquete). Sólo unos pocos (los apóstoles y discípulos) le fueron leales y lo acogieron. Y salieron a invitar y ganar para Jesús y su causa a los no-pueblo-de-Israel. En relación con estos últimos, “los malos y desarrapados” entre comillas, hubo uno -¡sólo uno!- , a quien el rey mandó sacar de malas maneras por haberse colado sin el vestido de fiesta, que sin duda y como era la costumbre, le ofrecieron a la entrada, pero que él no quiso ponérselo.
Para nosotros, los católicos, Jesús no sólo es ese Hijo a quien su Padre Dios prepara un gran banquete de bodas. Él mismo es el Banquete, que se nos da en comida: el banquete eucarístico, decimos desde siempre. Jesús eucaristía, que se entrega como Pan de Vida para la salvación del mundo. Como Misa, como comunión y como adoración, la Eucaristía es el Banquete al que nos invita personalmente el Padre Dios. ¿Y no les parece que, en relación con la eucaristía, hacemos nosotros lo que hicieron aquellos malos invitados? ¿Que en nosotros se repite lo que nos cuenta la parábola del banquete?
Llama la atención el hecho de que excusas tan serias y grandes como las que dieron los invitados que menciona Lucas (Lc 14, 18-20), no fueron suficientes para Jesús y los castigó. Léanlas, por favor, y comparen con nuestras insignificantes disculpas. Y eso que nuestro banquete eucarístico es incomparablemente mejor y más importante que el banquete del señor de la parábola. ¡¿Qué dirá Dios de nuestras excusas para no ir a misa?! ¿¡Qué, de nuestras tardanzas y/o de nuestras salidas sin terminar la santa misa!? ¿¡Y qué, de no ir a comulgar…!? Debe serle terriblemente penoso ver a algunos que van a comulgar sin “vestido de fiesta”, es decir “sin la gracia de Dios”, que se les ofrece mediante la confesión y/o regularizando antes su situación relacional (de pareja).
SinodoEs nuestro hijo
Los australianos Ron y Mavis Pirola cuentan que en las familias se vive cotidianamente la tensión entre «la afirmación de la verdad» y la expresión de «compasión y misericordia». Cuentan la historia de sus amigos y de su hijo, que quiere llevar a su compañero a festejar la Navidad a casa: «Es nuestro hijo»
Por Andrea Tornielli- Vatican Insider
En el Aula nueva del Sínodo, en donde desde hoy por la mañana se discute sobre la familia, resonó esta tarde la voz de dos cónyuges australianos, Ron y Mavis Pirola, codirectores del Consejo Católico de Australia para el Matrimonio y la Familia. Fue evidente desde sus primeras palabras que la experiencia de las personas reales cambia la mirada, el enfoque con el que apreciar los problemas y los desafíos que la familia debe vivir concretamente, y con el que pasan a un segundo plano ciertas disquisiciones doctrinales.
Los cónyuges contaron que «poco a poco, nos dimos cuenta de que la única característica que distingue nuestra relación sacramental con respecto a cualquier otra buena relación centrada en Cristo es la intimidad sexual y que el matrimonio es un sacramento sexual que encuentra su máxima expresión en una relación sexual». «Nosotros creemos –añadieron– que hasta que las parejas casadas no lleguen a venerar la unión sexual como parte esencial de su espiritualidad será extremadamente difícil apreciar la belleza de esas enseñanzas como las de la encíclica “Humanae Vitae”. Necesitamos nuevas formas y lenguajes fácilmente reconocibles para tocar los corazones de las personas».
La «Iglesia doméstica» que representa la familia, continuaron los esposos, puede «ofrecer mucho a la Iglesia en su tarea evangelizadora. Por ejemplo, la Iglesia afronta constantemente la tensión de sostener la verdad incluso expresando compasión y misericordia. Las familias deben afrontar esta tensión en todo momento». La pareja australiana puso como ejemplo un caso que se relaciona con la homosexualidad. «Unos amigos nuestros estaban planeando su reunión familiar para Navidad, cuando su hijo gay les dijo que quería invitar a su compañero. Ellos creían profundamente en las enseñanzas de la Iglesia y sabían que a sus nietos les habría gustado ver que acogían a su hijo y a su compañero en la familia. Su respuesta podría ser resumida en tres palabras: “Es nuestro hijo”». Este, explicaron Ron y Mavis Pirola, es un «modelo de evangelización para las parroquias, puesto que responden a situaciones semejantes». El Papel de la Iglesia es el de «hacer conocer al mundo el amor de Dios».
«Una amiga nuestra, divorciada, dice que a veces no se siente plenamente acogida en su parroquia –continuaron. Para el resto de su parroquia ella debería ser un modelo de valentía y compromiso frente a las adversidades. De personas como ella aprendemos a reconocer que todos llevamos heridas internas en nuestra vida. Ser conscientes de nuestras heridas ayuda enormemente a reducir nuestra tendencia a juzgar a los demás, una actitud que representa un obstáculo para la evangelización».

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