Arquidiócesis de Arequipa y Ayacucho cumplen 400 años
Decía Einstein que una forma de ver la vida es creer que todo es un milagro (la otra es creer que los milagros no existen). En un punto -digamos- intermedio, las celebraciones en Ayacucho comenzaron con lo que el obispo auxiliar, monseñor Gabino Miranda, decidió llamar, en un arrebato de prudencia, un “hecho misterioso”.
Luego lo llamó “cosa extraña”: para el estrado levantado en la Plaza de Armas se necesitaba una imagen femenina y se eligió a la Percca Mama, una virgen que apareció en una pared de la cocina del templo de Santa Clara en 1755. Pero no había dinero para pagar la ampliación en una imprenta, así que el sacerdote dejó que las cosas se hicieran solas y, por si acaso, rezó: “Percca Mama, si quieres estar en el estrado, lo dejamos en tus manos”. Se fue a dormir; era la víspera del aniversario 400 de la Arquidiócesis de Ayacucho.
Despertó cuando le avisaron que una señora lo estaba buscando. La mujer intentó explicar lo que el religioso iba entendiendo en tiempo real: que había soñado con la Percca Mama, que ella le había dicho que monseñor Gabino tenía un problema, que fuera y lo ayudara. Y ella fue y lo ayudó y esa misma mañana se imprimió la imagen y se colgó en el estrado.
SALVANDO DISTANCIAS
La religión católica ayacuchana se inició como una guerra desigual contra las distancias. El papa Paulo V creó la Diócesis de Huamanga en 1609 (más tarde se hizo arquidiócesis), pero el primer obispo llegó cinco años después, en 1614. Fray Agustín de Carvajal demoró un mes y medio solo en viajar de Lima hacia San Juan de Huamanga. Venir de Europa como sacerdote significaba replantear una vida nueva, casi.
Pero la lejanía no es un patrimonio del pasado. Hace unos años, en 1985, el sacerdote Sixto Jorge Poma demoró dos días en viajar como pudo desde el lejano distrito de Totos, donde había sido asignado, hasta la capital para ver aunque sea de lejos al papa Juan Pablo II.
El padre Sixto es acaso el sacerdote vivo que conoce mejor la historia de la Iglesia ayacuchana. Tiene 52 años de sacerdote y, a sus 80 de edad, es el vicario parroquial de la iglesia San Francisco de Paula. Con tantos años encima las cuestiones cronológicas son un rompecabezas imposible (el sacerdote no está seguro, pero supone que la década de 1980 marcó varios antes y varios después entre los religiosos ayacuchanos. Porque vino el Papa y removió los escombros, y porque esos escombros los esparcieron los terroristas que nacían y morían en Ayacucho).
La entrevista con el padre Sixto es breve y se realiza casi a gritos porque su sordera se impone. Él tiene que seguir confesando (también a gritos) a dos señoras, las últimas de una larguísima fila. Otra vez se hicieron visibles las distancias: miles de fieles de varios puntos de la región llegaron hasta el centro de Ayacucho para confesarse. La ley eclesiástica exige que para conseguir la indulgencia plenaria uno debe confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Papa, y hasta ayer a las 10 de la mañana, que fue cuando se inició la misa jubilar, las colas de los confesionarios se trasladaron a las calles.
Siguiendo el primer postulado de Einstein, el verdadero milagro ha sido que tanta gente se confesara en tan poco tiempo.
Arquidiócesis de Arequipa celebra el inicio de su año jubilar con motivo de los 400 años de creación como jurisdicción eclesiástica
Con la presencia de la imagen de la “Virgen de Chapi” y del “Cristo de la Caridad”, el domingo 19 de julio se celebrará el inicio del “Año Jubilar Arquidiocesano”, por los 400 años de creación de la jurisdicción eclesiástica. La Eucaristía de Apertura de este especial tiempo de gracia, será en el Estadio de la Universidad Nacional San Agustín (UNSA).
Para esta celebración, se ha convocado la participación de todos los fieles, así como a los miembros del clero religioso y secular, hermanas consagradas, movimientos laicales, instituciones educativas de todos los niveles y parroquias. La organización del acto litúrgico, en el que se espera la participación de más de 40 mil fieles, la viene planificando el Arzobispado de Arequipa, a través del “Centro Pastoral Juan Pablo II”.
Cabe señalar, que durante este “Año Jubilar” de la Iglesia local, los fieles podrán ganar la indulgencia, cumpliendo los requisitos señalados para la misma, según lo manifestó el Arzobispo de Arequipa, luego de la Visita Ad Limina Apostolorum, en Roma. En esa cita, el Santo Padre, fue informado de este significativo aniversario de la Arquidiócesis y aseguró que enviará un representante para la clausura del jubileo, el 19 de julio del 2010.
La pequeña Roma de los Andes
La Arquidiócesis de Ayacucho, antes Huamanga, celebra este año su 400 aniversario. En enero de 1539 se fundó en Perú la ciudad de Huamanga, conocida hoy como Ayacucho. La importancia que tomó la ciudad en la organización del territorio estimuló un crecimiento importante y propició la erección canónica de una diócesis para dar atención a la vida espiritual de sus habitantes, según informa Percy Quispe Misaico, Vicario Episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis de Ayacucho.
En 1609 se creó el obispado de Huamanga, desmembrado de la jurisdicción del Cuzco y desde 1613 asumió el primer obispo, fray Agustín de Carvajal. Veinte años después, en 1632, el entonces obispo, Francisco Verdugo, inició la construcción de la catedral, consagrada en 1672 por el obispo Cristóbal de Castilla y Zamora. Ambos fueron los más importantes obispos del siglo de oro de la Iglesia Católica en Ayacucho.
Sin embargo, fue en el siglo XVI, primero de la conquista española, cuando se pusieron los cimientos del catolicismo colonial ayacuchano.
A este respecto, una relación de 1586 informa que en Huamanga apenas había 150 españoles y que el pueblo, con título de ciudad, era bastante pequeño. Esa relación añade que las iglesias eran de dimensiones reducidas, pero que estaban finamente adornadas con molduras y pinturas. Muy temprano habría llegado a Ayacucho un grupo de artesanos moriscos, que dejaron una profunda huella en la ciudad, de la que resta hasta hoy el artesonado de la iglesia de Santa Clara, de obvia inspiración mudéjar.
“Fue muy alta la inversión en construcción y embellecimiento de las iglesias. Ese elevado gasto social se explica porque el sentimiento religioso era muy intenso. La verdad revelada se sentía con pasión y hubo un sincero afán de santidad entre algunos sacerdotes y líderes espirituales muy severos“, explica Quispe.
Los sectores populares y el conjunto de la sociedad seguían con atención la prédica de los sacerdotes y la vida diaria estaba regida por un calendario inspirado en el evangelio.
Las órdenes religiosas se especializaron en determinadas actividades de la evangelización. Por ejemplo, los franciscanos instruyeron al indígena en materia de fe católica, mientras los dominicos prefirieron la educación superior, por su parte los jesuitas fundaron colegios de enseñanza secundaria.
Estas dos últimas congregaciones dirigieron sus esfuerzos a la educación de los sectores altos y medios y se concentraron en la sociedad hispano peruana. Cada una de estas órdenes construyó su iglesia y sumadas a las numerosas del clero secular dependiente del obispo, pues llegaron a las famosas 33 iglesias de las cuales se enorgullece Ayacucho.
Así, Ayacucho desarrolló una personalidad religiosa y arquitectónica propia, fundada en el contraste entre el exterior y el interior. Ese patrón se fundó en el siglo XVI y se proyectó en el tiempo a lo largo de la colonia. Lo que determinó también el nacimiento de una celebración de la Semana Santa, desde la vivencia interior hacia una manifestación exterior, por lo que Ayacucho es actualmente considerada como la capital de la semana santa en el Perú.
El famoso obispo de Ayacucho Castilla y Zamora fundó la Universidad San Cristóbal en 1677. En Huamanga, existía ya el colegio jesuita fundado en 1604.
La iniciativa del obispo ayacuchano encontró gran oposición por lo que no terminó de vencer las numerosas resistencias internas en el mismo virreinato del Perú para ponerla en marcha. Por ello, el comienzo efectivo de clases tuvo que esperar más de veinte años.
Esta y otras iniciativas han contribuido a la importante y significativa presencia de la Iglesia Católica que ahora conmemora sus 400 años en esta ciudad que se considera “la pequeña Roma de los Andes”.
Recordemos que Martín de Ayala, medio hermano de don Felipe Guamán Poma de Ayala, ejerció su ministerio sacerdotal en Huamanga como capellán del hospital.
Fuente: Diario El Comercio y www.arquidiocesisdeayacucho.org