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Factor religioso como fenómeno humano

El futuro de las religiones

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Atlas de las Religiones

El número de creyentes seguirá creciendo en los próximos 40 años. En 2050, según el ‘Atlas de las religiones’ publicado por ‘Le Monde Diplomatique’, el cristianismo superará los 3,000 millones de fieles y seguirá siendo la primera comunidad religiosa mundial; el islam será la confesión que más crece, hasta los 2.229 millones de fieles; en el caso del judaísmo, el estudio proyecta dificultades para aumentar su base actual de 14 millones de fieles.
En 2050, según el último informe de la división de Población del Departamento de Asuntos Sociales y Económicos de la ONU, el mundo tendrá una población de 9.100 millones de habitantes. El ‘Atlas de las religiones’ estima que el cristianismo pasará de los 1.747 millones de 1990 (hoy suman unos 2,000) a 3.052 millones, confirmando que seguirá siendo la primera religión. Los musulmanes, que eran 962 millones (hoy son 1.200 millones), serán los que proporcionalmente crecerán más y alcanzarán los 2.229 millones. Moderado será el crecimiento de los hindúes, que pasarán de 686 millones en 1990, a los 1.175 millones, mientras que los budistas aumentarán de 323 millones a 425. Los judíos serán los que menos crezcan, de 13 a 17 millones.
La proyección ha sido elaborada por el grupo ‘La Vie’ y el diario francés ‘Le Monde’, y acaba de ser editado en castellano por ‘Le Monde Diplomatique’. Así se distribuyen los fieles de las diferentes religiones por el mundo:
Cristianismo: Europa concentra más de un 25 % de sus fieles (280 millones de católicos, el 40% de la población; unos 100 millones de protestantes, y 150 millones de ortodoxos, en su mayoría rusos). Los católicos europeos -que suman alrededor del 25% del catolicismo mundial- no serán más del 16 % en 2050.
La inmensa mayoría de los cristianos está situada en el continente americano, con aproximadamente 275 millones en América del Norte y 530 millones en la parte latina. El catolicismo -mayoritario- cuenta en América con la mitad de sus fieles. Y si bien alcanza a la cuarta parte de los estadounidenses, podría llegar a ser la primera debido a la inmigración hispana. Pero el protestantismo evangélico vive “un crecimiento espectacular” sumando ya 65 millones.
África es el continente donde el cristianismo crece con mayor rapidez: suma 300 millones de fieles sobre una población de 800 millones. En India y China sigue siendo muy minoritario, pero se afirma más, tiene una gran convocatoria, pese a un entorno político difícil. El cristianismo tiende a desaparecer en Tierra Santa.
Islam: Es la comunidad religiosa que, proporcionalmente, más se expande por el crecimiento demográfico. La mayoría de los musulmanes vive en Asia: dos tercios. Cuatro países reúnen cerca de la mitad de los islámicos: Indonesia (el mayor país musulmán), Pakistán, India y Bangladesh. En África, cerca de uno de cada tres habitantes le reza a Alá. Son el 46 % de la población de África Occidental, el 30 % de África Oriental. En Europa viven 16 millones de musulmanes, mientras que en los Estados Unidos 4 millones.
Hinduismo: Con cerca ya de mil millones, constituye la religión de la sexta parte de la humanidad. Es ampliamente mayoritario en la India, donde unos 900 millones -el 83 % de la población- lo abraza. En Nepal es también la religión mayoritaria. Además, configura una minoría importante en Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka. Si bien hay diásporas en varias latitudes, su presencia no parece crecer más allá de estos países.

Presidente Alan García reconoce el trabajo de los Obispos

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El Presidente de Perú Alan García Pérez, agradeció la labor que realizan los Obispos de Perú en la 94ª Asamblea de la CEP congregada en su sede.
“Estoy convencido que la Iglesia es un pilar esencial en la espiritualidad de la patria y en su historia“, manifestó en declaraciones a la prensa, al concluir el acto.
Me voy muy satisfecho y confortado por la palabra de los Obispos, por su mensaje, por su trabajo en el país“, indicó.
“Me llevo muchas enseñanzas de esta reunión que hemos tenido y una comunicación cercanísima y fraterna con los Obispos y la Iglesia del Perú”, aclaró.
El Presidente de la Conferencia Episcopal, Miguel Cabrejos, agradeció la presencia del jefe del Estado en la asamblea de los obispos, y destacó que gracias a ella fue posible intercambiar opiniones sobre importantes temas para el país y para todos los peruanos.
Según ha revelado la prensa local, el presidente aprovechó la oportunidad para conversar con Obispos de las zonas de la Amazonía, donde en junio pasado tuvieron lugar enfrentamientos entre poblaciones locales y la policía dejando un saldo de 34 muertos.

MENSAJE DE LOS OBISPOS DEL PERÚ AL FINAL DE LA 94ª ASAMBLEA EXTRAORDINARIA
Los Obispos del Perú, reunidos en asamblea, como discípulos y testigos de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, luz y vida para todos, sentimos como propio cuanto sucede a cualquier ser humano, sabiendo que todos somos hermanos, hijos de un mismo Creador y Padre. De este modo, mirando a la actualidad de nuestra Patria y alegrándonos con algunos logros, observamos también hechos dolorosos a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Sin olvidar ninguno de ellos, nos hemos detenido a observar la ola de reclamos y protestas que, entre otras trágicas consecuencias, llegó al extremo de cobrarse vidas humanas, como ha sucedido recientemente en Bagua. Deploramos esa violencia y nos solidarizamos con sus víctimas, policías y civiles. Compartimos el dolor de sus familiares recogiendo el grito que una mujer wampis expresó ante un obispo de la selva: “¡Nos hemos matado entre hermanos!”. Deseamos que se esclarezcan los hechos y se proceda con justicia; al mismo tiempo hacemos un llamado a la reconciliación y al mutuo entendimiento.
Todos tenemos algo que aportar para evitar nuevas desgracias y mejorar la situación
.

Las autoridades deben escuchar los justos reclamos de los ciudadanos y éstos han de emplear los medios legítimos en un Estado de derecho, por las vías del diálogo y respeto mutuos, excluyendo la violencia que, lejos de alcanzar algún bien, acarrea siempre peores consecuencias. Por ello, vemos con esperanza la iniciativa de la Mesa de Diálogo entre el Gobierno y las Comunidades Amazónicas, a la vez que urgimos la efectiva participación de los representantes del Gobierno en la misma.
Por nuestra parte, mientras seguimos acompañando como Pastores a nuestros hermanos de la selva, queremos expresar una vez más que la paz es el fruto de la justicia, y que el fin de toda actividad humana es y ha de ser siempre el bien integral de todas y cada una de las personas. Hacemos nuestras las palabras del Papa Benedicto XVI en su última encíclica:
“La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, entre éxitos y fracasos, y en la tarea constante de dar un ordenamiento a las realidades humanas. El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos, aun cuando no se realice inmediatamente, aun cuando lo que consigamos nosotros, las autoridades políticas y los agentes económicos, sea siempre menos de lo que anhelamos. Dios nos da la fuerza para luchar y sufrir por amor al bien común, porque Él es nuestro Todo, nuestra esperanza más grande” (Caritas in veritate, n° 78).
Finalmente, encomendamos el Perú a la protección del Señor de los Milagros y a la intercesión de la Virgen María para que podamos vivir como hermanos, buscando juntos el bienestar de todos, con especial atención hacia los más pobres y necesitados.
Obispos del Perú en visita a Roma
El primer encuentro de los Obispos peruanos con el Santo Padre se llevó a cabo el 2 de mayo. Ese día, el Papa Benedicto XVI recibió en audiencia a ocho obispos: Monseñor Javier Del Río Alba, Arzobispo de Arequipa; Monseñor Juan Antonio Ugarte Pérez, Arzobispo del Cusco; Monseñor Luis Sebastiani Aguirre, Arzobispo de Ayacucho; Monseñor Gabino Miranda Melgarejo, Obispo Auxiliar de Ayacucho, Monseñor Marco Antonio Cortez Lara, Obispo de Tacna–Moquegua; Monseñor Isidro Sala Ribera, Obispo de Abancay; Monseñor Gilberto Gómez González, Obispo Auxiliar de Abancay; y Monseñor Jorge Carrión Pavlich, Obispo de Puno.
Luego, el lunes 4 de mayo, el Santo Padre recibió en audiencia a un segundo grupo de Prelados peruanos, que fueron: Monseñor Lino Panizza Richero OFM Cap., Obispo de Carabayllo y Secretario General del Episcopado Peruano; Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, Arzobispo de Piura–Tumbes; Monseñor Héctor Vera Colona, Obispo de Ica; Monseñor Carlos García Camader, Obispo de Lurín; Monseñor Jesús Moliné Labarta, Obispo de Chiclayo; y Monseñor Salvador Piñeiro, Obispo Castrense en el Perú.
Posteriormente, y tras el viaje del Papa Benedicto XVI a Tierra Santa, el lunes 18 de mayo el Santo Padre recibió en audiencia a una delegación de diez obispos de la Conferencia Episcopal Peruana, encabezada por Monseñor Héctor Miguel Cabrejos Vidarte, OFM, Arzobispo de Trujillo y Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana.
Los Obispos recibidos por el Pontífice, fueron: Monseñor Isidro Barrio Barrio, Obispo de Huancavelica; Monseñor Norberto Strotmann Hoppe, Obispo de Chosica; Monseñor Emiliano Cisneros Martínez, Obispo de Chachapoyas; Monseñor Daniel Turley Murphy, Obispo de Chulucanas; Monseñor José Javier Travieso Martín, Obispo Auxiliar de Trujillo; Monseñor José Carmelo Martínez Lázaro, Obispo de Cajamarca; Monseñor Ángel Francisco Simón Piorno, Obispo de Chimbote; Monseñor Eduardo Velásquez Tarazona, Obispo de Huaraz; y Monseñor Ivo Baldi Gaburri, Obispo de Huari.
En este encuentro, el Papa Benedicto XVI dirigió unas palabras a los Obispos del Perú, en el cual los exhortó a “convocar a todas las fuerzas vivas de las diócesis, para que caminen desde Cristo irradiando siempre la luz de su rostro, en particular a los hermanos que, tal vez por sentirse poco valorados o no suficientemente atendidos en sus necesidades espirituales y materiales, buscan en otras experiencias religiosas respuestas a sus inquietudes”.
Asimismo, el Pontífice pidió a los Obispos del Perú a que acudan a la ayuda de los más necesitados y los que se encuentran en situaciones apremiantes, como los peruanos que carecen de trabajo, de adecuadas prestaciones educativas y sanitarias, así como aquellos que han caído en manos de la drogadicción o la violencia. “No podemos desentendernos de estos hermanos nuestros más débiles y queridos por Dios, teniendo siempre presente que la caridad de Cristo nos apremia”, dijo.
Por su parte, el Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, OFM., expresó al Santo Padre el saludo de todos los Obispos peruanos, “que lo aman como Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro, y que ven en su Magisterio una guía segura y clara en medio de tantas voces que los quieren alejar del resplandor de la Verdad y de la luz de Nuestro Señor Jesucristo”. Asimismo, le manifestó a nombre de todos los Prelados “la fidelidad a su persona y plena adhesión a su Magisterio Petrino en su misión de confirmar en la fe a todos los fieles de la Iglesia Universal”.
Posteriormente, el viernes 22 de mayo, el Obispo de Roma recibió en audiencia a un cuarto grupo de 16 Obispos de la Conferencia Episcopal Peruana. Los Obispos que sostuvieron este encuentro con el Santo Padre fueron: El Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima; y los tres Obispos Auxiliares de Lima: Monseñor Adriano Tomasi, Monseñor Guillermo Abanto Guzmán y Monseñor Raúl Chau Quispe. También fueron recibidos por el Pontífice: Monseñor Kay Martín Schmalhausen, Obispo Prelado de Ayaviri; Monseñor Mario Busquets Jordá, Obispo Prelado de Chuquibamba; Monseñor José María Ortega Trinidad, Obispo Prelado de Juli; Monseñor Juan Carlos Vera, Obispo Prelado de Caravelí; Monseñor Domenico Berni Leonardi, Obispo Prelado de Chuquibambilla.
Asimismo, fueron recibidos Monseñor Miguel La Fay Bardi, Obispo Prelado de Sicuani; Monseñor Ricardo García García, Obispo Prelado de Yauyos; Monseñor Fortunato Pablo Urcey, Obispo Prelado de Chota; Monseñor Sebastián Ramis Torrens, Obispo Prelado de Huamachuco; Monseñor Rafael Escudero López-Brea, Obispo Prelado de Moyobamba; Monseñor Miguel Irízar Campos, Obispo de Callao, y Monseñor Raimundo Revoredo Ruiz, Obispo Prelado Emérito de Juli.
Finalmente, el sábado 23 de mayo, el Papa Benedicto XVI recibió en audiencia a trece Obispos de la Conferencia Episcopal Peruana: Monseñor Pedro Barreto Jimeno, Arzobispo de Huancayo; Monseñor Jaime Rodríguez Salazar, Obispo de Huánuco; Monseñor Richard Daniel Alarcón Urrutia, Obispo de Tarma; y Monseñor Antonio Santarsiero Rosa, Obispo de Huacho.
También fueron recibidos por el Pontífice, Monseñor Julián García Centeno, Obispo Vicario Apostólico de Iquitos; Monseñor Santiago García de la Rasilla, Obispo Vicario Apostólico de Jaén; Monseñor Gaetano Galbusera, Obispo Vicario Apostólico de Pucallpa; Monseñor Francisco González Hernández, Obispo Vicario Apostólico de Puerto Maldonado; Monseñor Juan Tomás Oliver Climent, Obispo Vicario Apostólico de Requena; Monseñor Alberto Campos Hernández, Obispo Vicario Apostólico de San José del Amazonas; Monseñor Anton Zerdín, Obispo Vicario Apostólico de San Ramón; Monseñor José Luis Astigarraga, Obispo Vicario Apostólico de Yurimaguas; y Monseñor José Ignacio Alemany, Obispo Emérito de Chachapoyas.

Tuyo es el reino, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos, amén

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Miguel Agustin Pro SJ

El Poder y la Gloria es el título en castellano del libro de 1940 The Power and the Glory, una novela del autor británico Graham Greene. La novela cuenta la historia de un sacerdote católico romano quien se encuentra en el estado mexicano de Tabasco durante la década de 1930, un tiempo en que el gobierno mexicano luchó por suprimir a la Iglesia Católica Romana en varias áreas del país, época conocida como la Guerra Cristera. Al escribir esta novela, aparece muy interesado en la idea del poder de los sacramentos católicos, y enfatiza en la idea de que estos pueden cambiar las vidas para bien, sin importar el sacerdote que los administre. El libro es considerado como muchos como su obra maestra.
Miguel Agustín Pro Juárez SJ, Mártir y Beato
Nacido en Zacatecas, 13 de enero 1891 – muerto en Ciudad de México, 23 de noviembre de 1927; fue presbítero católico, miembro de la Compañía de Jesús, acusado de participar en actos de sabotaje y terrorismo, en el contexto del conflicto Iglesia-Estado que afectó a México entre 1926 y 1929 (la denominada “Guerra Cristera”). Murió, sin juicio alguno ni presentación de pruebas, junto con su hermano Humberto Pro Juárez, fusilado por un pelotón en una comandancia de la policía de la ciudad de México, ubicada entonces en lo que es ahora el Edificio El Moro de la Lotería Nacional. Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II en 1988, entre otras cosas por no haber sido encontrado culpable de los delitos de los que se le acusaba.
Luego de que el gobierno de México decidió reglamentar los artículos 27 y 130 de la Constitución política del país en materia de relaciones Estado-Iglesia, una ola de descontento y protestas cundió por todo el país. Como consecuencia de ello se crearon la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa y otras organizaciones de laicos, religiosos y sacerdotes católicos en México.
El padre Pro brindó durante ese periodo sus servicios como consejero espiritual y sacerdote a varias de esas organizaciones. Se hizo rápidamente popular entre los católicos mexicanos y, por ello mismo, fue visto con recelo por las autoridades que resentían su disposición a retar, muchas veces de manera jocosa, las restricciones impuestas por la nueva legislación.
Por ello fue acusado, junto con su hermano Humberto y otros laicos y religiosos mexicanos, como la religiosa Concepción Acevedo de la Llata, “la madre Conchita“; de participar en una vastísima conspiración para oponerse y derrocar a las autoridades del país.
El ministerio público construyó un caso endeble que ha sido frecuentemente criticado tanto por el tipo de pruebas usadas como por las acusaciones levantadas en contra de los hermanos Pro y otros más. Fue decretada su muerte por fusilamiento, sin juicio alguno solo por orden directa de Plutarco Elías Calles al General Cruz; y a pesar de haberse obtenido un amparo a su favor, no fue permitida la entrada del actuario para presentarlo y suspender la ejecución. El compositor Agustín Lara fue puesto preso y, según su propio testimonio en un programa de radio, fue encerrado en el mismo lugar donde el padre Pro pasó sus últimas horas.
La debilidad de las acusaciones y el carisma de Pro hicieron que muy pronto su caso se convirtiera no sólo en un ejemplo de los excesos cometidos por el gobierno de México en ese entonces, sino también para que se promoviera su causa de beatificación que, finalmente, fue admitida por la Santa Sede, por lo que ahora se le venera con los títulos de mártir y beato.
Su fiesta, como corresponde con los mártires, es el día del aniversario de su muerte, el 23 de noviembre, y fue instituida por el Papa Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988, en el contexto de las beatificaciones y canonizaciones de laicos, religiosos y sacerdotes víctimas de la represión durante el conflicto Iglesia-Estado de 1926-1929.
En la actualidad existe un colegio con su nombre, ubicado en la Ciudad de Tacna, departamento de Tacna, en el Perú, fundado por el Padre Fred Green Fernández SJ. En México, la Compañía de Jesús fundó, en 1988, el Centro de Derechos “Miguel Agustín Pro Juárez” (Centro Prodh), organización no gubernamental que lucha por “defender, promover e incidir en la vigencia y el respeto de los derechos humanos en México”, principalmente en los sectores más pobres y vulnerables: indígenas, migrantes, trabajadores y víctimas de la represión social.
1 – Padre Miguel Pro SJ, ya prisionero, en noviembre de 1927, en la vigilia de su fusilamiento. Las ropas civiles se deben a la legislación que prohibía a los sacerdotes usar la sotana en público.
2 – Condenado a muerte sin proceso, el padre Pro se dirige al lugar de su fusilamiento llevando un crucifijo y un rosario.
3 – La última petición del padre Pro: arrodillarse para rezar. El pelotón de ejecución espera mientras besa el crucifijo y reza.
4 – Con los brazos extendidos formando una cruz, padre Pro eleva a Dios esta oración por sus verdugos: “Dios mío, ten misericordia de ellos. Dios mío, bendíceles. Señor, Tú sabes que soy inocente. Con todo mi corazón perdono a mis enemigos”.5 – Mientras el pelotón dispara, las últimas palabras del padre Pro son muy impactantes: “¡VIVA CRISTO REY!”. Este se convirtió en el lema de todos los cristeros, hasta el punto de que en las ejecuciones posteriores el ejército llegó a cortar la lengua de los mártires para que en el momento de morir no pudieran confesar a Cristo en voz alta.
6 – Herido, el sacerdote cae a tierra aún vivo. Un soldado le da el tiro de gracia.
7 – Muchos mexicanos afrontan el gran riesgo no solo de participar en el funeral del padre Pro, sino también de gritar al paso de sus restos “¡Viva Cristo Rey!”.
Poco tiempo antes de su arresto, el ingeniero Jorge Núñez Prida, amigo suyo, le había preguntado qué haría si le condenaran a muerte. Padre Pro respondió que haría tres cosas:

  • en primer lugar, se arrodillaría en acto de contrición;
  • en segundo lugar, extendería los brazos formando una cruz en el momento de su muerte;
  • en tercer lugar, gritaría “¡Viva Cristo Rey!”.

E hizo las tres cosas.
Fuente: http://es.aleteia.org
Dios de vivos
Dios de vivos, no de muertos,
Dios de vida y de Verdad,
es el Dios a quien buscamos,
su rostro traerá la Paz.
Llego y rimo aquí este es mi turno
esta labor de despertar las mentes yo no eludo.
Mi voz es suave,
y a la vez corta como un sable.
Mi corazón rebosa lo que por mi boca sale.
Este mensaje que a tus tímpanos disparo
es que tu mente y corazón abras sin reparo.
Te lo dice su emisario.
Emisario soy de Aquél que alumbra tus pasos,
de Jesucristo asesinado hace dos mil años,
que por amor dio su vida y le crucificaron,
y ahora vive entre nosotros, ha Resucitado.
Tienen dioses muertos mujeres y hombres
creados por sus manos a quienes ofrecen dones.
Los dioses de la imagen, del dinero y del poder,
que exigen toda vida y corrompen todo ser.
El dios de la imagen te promete aplausos,
levantar envidias, y vivir para ocultar fracasos.
A cambio te exige vivir en la mentira,
llegarás a no ser nada, ensancharás toda tu herida.
Dios del dinero te promete todo poseer
lo que tu quieras, pues todo un precio puede tener,
a cambio te exige renunciar
a aquello que no tiene precio y no se puede comprar:
Amor, Verdad, Vida y Ciencia,
y poco a poco tu alma arruina y pierdes tu existencia.
El dios poder es el más adorado,
si te sometes como esclavo, él te hará dueño y amo,
triturará tu libertad,
suprimirá toda alegría, olvidarás que es perdonar.
Dios de vivos, no de muertos,
Dios de vida y de Verdad,
es el Dios a quien buscamos,
su rostro traerá la Paz.
Dices que no crees en Dios, en esos dioses yo tampoco creo,
no creo en ningún dios que oprima al ser humano,
que lo empequeñezca, transformándolo en esclavo.
Dioses muertos tantos hay como personas,
enumerarlos todos es imposible ahora y sobra,
pero reconocerás en estos que ahora mento
algunos de los dioses que inyectan el sufrimiento.
Dios del cielo, sus ojos te vigilan,
tus pasos cuida si haces lo que sus jefes digan.
Dios del placer te lo promete poseer
atado en adicción, tu vida se la va a beber.
Dios de radicalismos, da seguridad
defiende sus teoremas ganarás la santidad.
tan sólo te pide que vacíes tu cerebro,
no pienses por ti mismo, seas de sistema un reo.
Dios del ‘hago lo que me sale de los huevos’
la ansiedad como un dragón se tragará sus sueños.
Los hay quienes creen ser el mismo dios
pisan cabezas, jamás te pedirán perdón,
triste y solos el infierno en sus vidas se instala
y sin amigos que les amen muerte les depara.
Otros dicen “dios ha muerto”,
Sólo la razón guía, no comprenden sufrimientos.
La razón es una gran luz,
aunque sin fe también puede ser un ataúd.
Aferrado a los regalos del Creador,
Los entronaste como si fueran el mismo Dios.
Es el error del niño que mira el cielo
señalándole la luna, su mirada se quedó en el dedo.
Su rostro traerá la Paz.
Dios de vivos, no de muertos,
Dios de vida y de Verdad,
es el Dios a quien buscamos,
su rostro traerá la Paz.
Dioses muertos que veneramos,
nos ciegan sus mentiras, y nos van envenenando.
No eres creyente, dices
pero la vida entera te la pasas siguiendo sus directrices
yo soy ateo,
a estos falsos dioses no los quiero,
aunque me aplaudan y me ofrezcan su dinero.
Dioses hechos por manos humanas,
no escuchan las plegarias, y esclavizan a las masas.
Sólo hay un único Dios,
no es proyección humana, es eterno Creador.
Su esencia es entrega que llamamos amor,
es el origen, meta, a su imagen nos creó.
Libertad nos dio para llegar a amar,
arma de doble filo, pues también permite odiar.
Dios único vida plena quiere darnos,
de la esclavitud de falsos dioses liberarnos.
Nadie puede por sí mismo alcanzarle,
por eso en la historia él quiso revelarse,
habló en acontecimientos y en personas,
profetas, reyes, pobres fueron testigos de su Gloria.
Llegado el tiempo su Palabra se hizo carne,
Jesús nos dio la vida conquistada con su sangre.
Jesús el nazareno, hijo del carpintero,
sanaba enfermos, le clavaron en el madero.
Su vida entera la pasó combatiendo el mal,
dando su vida en la cena al partir el pan.
Nos trajo el perdón de los pecados,
El mismo Dios, su Padre, le ha Resucitado.
Escúchame, es el Señor y murió por ti,
En la cruz nos dio a su madre, y ahora te toca a ti.
Nacer de nuevo por el bautismo,
del vientre de su madre llegar a ser como otro Cristo.
Este mensaje que a tus tímpanos disparo
es que tu mente y corazón abras sin reparo,
te lo dice su emisario, su emisario…
Emisario soy de Aquel que alumbra tus pasos
de Jesucristo asesinado hace dos mil años
que por amor dio su vida y le crucificaron
y ahora vive entre nosotros, ha Resucitado.
Su rostro traerá la Paz.
Fuente: Wikipedia y http://smdani.marianistas.org
El poder o la gloria
Monseñor Luis Bambarén SJ consideró que el Padre Marco Arana debería suspender su ministerio sacerdotal si pretende ser candidato a la Presidencia de la República, pues –indicó– la Iglesia prohíbe a los religiosos participar en actividades políticas partidarias.
Sin embargo, el Obispo emérito de Chimbote señaló que Arana no requiere hacer eso para seguir llevando a cabo labores de corte social.
“Son cosas que se pueden hacer dentro de nuestro ministerio en el campo social; pero de aspirar a un cargo como el de Presidente de la República, entonces tendría que dejar el ministerio sacerdotal.”
Arana presentó en junio pasado su movimiento político Tierra y Libertad, que participará en los futuros procesos electorales y no descartó la posibilidad de tentar la Presidencia de la República.
Al respecto, el Obispo Emérito de Chimbote dijo tener un buen concepto del Padre Arana y destacó su labor en defensa del medio ambiente, ante la contaminación que producen las compañías mineras.
Sin embargo, consideró que si el también fundador de la ONG GRUFIDES tiene la aspiración de realizar una carrera política, tendría que suspender su labor pastoral, pues recordó que los sacerdotes están impedidos de asumir funciones públicas.
Sin dar nombres, Bambarén mencionó el caso de dos sacerdotes peruanos que siendo elegidos alcaldes de distritos tuvieron que suspender su ministerio sacerdotal para asumir esos cargos.
Hizo referencia al caso del presidente de Paraguay, Fernando Lugo, quien también tuvo igual proceder para poder asumir el importante cargo que ahora ocupa.
Indicó que las normas de la Iglesia prohíben a los sacerdotes asumir cualquier función pública y manejar recursos del Estado.
“Nosotros estamos prohibidos de manejar dineros del Estado, no podemos pertenecer a ninguna institución que maneja fondos públicos. Son normas de la Iglesia”, dijo a la Agencia de Noticias Andina.
Anotó que él actualmente colabora en condición de ad honórem en el Comité de Supervisión y Transparencia del programa Juntos y que en caso percibiera alguna remuneración tendría que renunciar al ministerio sacerdotal.
Recientemente, el Cardenal Juan Luis Cipriani manifestó que el Padre Marco Arana debe dejar el sacerdocio si quiere entrar a la política, pues consideró que no debe utilizar su ministerio religioso para llevar a la gente a una causa partidaria.
En respuesta, Arana, manifestó al Cardenal Juan Luis Cipriani, que “la iglesia no es un cuartel, es una comunidad”.

Padre Marco AranaPartido Socialista se integra a Tierra y Libertad
La secretaria general del Partido Socialista Susel Paredes Piqué, confirmó su incorporación a la agrupación política “Tierra y Libertad” que preside el Padre Marco Arana; dado que tienen objetivos en común .
“La unión a Tierra y Libertad se dio tras una decisión política de más de 37 dirigentes”, informó Susel Paredes y agregó que el movimiento está integrado por conocidos dirigentes de varias ciudades del país, así como también jóvenes y mujeres:
Wilbert Rozas -Subsecretario General
Rodolfo Alva -Comisión Política
Jesús Betancur -Comisión Política
Ana Paucar -Comisión Política
Juan Ramírez -Comité Ejecutivo Nacional
Emilio Huamán -Comité Ejecutivo Nacional
Yolanda Collatón -Comité Ejecutivo Nacional
Jorge Romero -Comité Ejecutivo Nacional
Jorge Dávalos -Comité Ejecutivo Nacional
Antonio Zambrano -Secretario Nacional de Cultura
Hernán Núñez -Directiva Nacional de la Juventud del Partido Socialista
Guisela Valdivia -Secretaria Nacional de Descentralización y Gobiernos Locales
Carlos Monge -Secretaría de Descentralización y Gobiernos Locales
Eduardo Barzola -Secretaría de Descentralización y Gobiernos Locales
Hildebrando Castro Pozo Chávez -Secretaría de Descentralización y Gobiernos Locales
Jaime Rojas -Secretaría de Descentralización y Gobiernos Locales
Willy Torres -Secretaría de Descentralización y Gobiernos Locales
Minda Bustamante -Secretaría de Descentralización y Gobiernos Locales
Carlos López -Alcalde Distrital de Santo Domingo, Piura
Rodrigo del Rosario -Secretario Nacional de Diversidad Sexual
Carmen Campos -Comité Provincial de Chulucanas, Piura
Luis Alama -Comité Provincial de Chulucanas, Piura
Juan Carlos Rondón -Comité Provincial de Anta, Cusco
Emiliano Rondán -Comité Provincial de Anta, Cusco
Justino Manya -Comité Provincial de Anta, Cusco
Miguel Valdivia -Comité Provincial de Lampa APU, Puno
Lourdes Betancur -Comité Provincial de Juliaca APU, Puno
Raúl Arque Aguilar -PS APU, Puno
Ernesto Viza Ramos -PS APU, Puno
Marcelino Apaza -PS APU, Puno
Juan Hernán Apaza Apaza -PS APU, Puno
Rubén Coila Mamani -PS APU, Puno
Ricardo Quispe Pari -PS APU, Puno
Roxana Lerma Mestas -PS APU, Puno
Claudia Condori Condori -PS APU, Puno
Hortencia Alcalde -PS APU, Puno
Arana no puede ser las dos cosas
Ante el anuncio del padre Arana de pedir un posible permiso a la Iglesia para ser candidato presidencial el 2011, el padre Gastón Garatea señala que sí cabe la opción del permiso, debiendo dejar el sacerdocio temporalmente.
El padre Garatea declaró que le parecería bien que le den un permiso para que postule a la presidencia porque cree que Arana tiene un planteamiento bueno, claro e interesante, pero lo que no puede es ser candidato o presidente, y ejercer sus labores sacerdotales al mismo tiempo.
Ya sucedió con Salvador Espinoza, quien fue Presidente del gobierno regional de Huancavelica. El obispo en su momento le dio el permiso, y ahora ha regresado a trabajar a otra diócesis, añadió.
Garatea afirmó tener la impresión de que el obispo de Cajamarca sí le podría otorgar el permiso, mientras dure la labor política del padre Arana, para que luego de concluida esta, pueda retornar a sus labores sacerdotales.
Agregó que sería una pena que Marco Arana deje el sacerdocio, porque es muy buen sacerdote, es irreprochable, nadie tiene que sacarle nada. Lo estima, ha sido su alumno.

Academia Pontificia de Ciencias Sociales

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CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE MOTU PROPRIO SOCIALIUM SCIENTIARUM DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II con la que instituye la Academia Pontificia de Ciencias Sociales:
Las investigaciones de las ciencias sociales pueden contribuir de forma eficaz a la mejora de las relaciones humanas, como demuestran los progresos realizados en los diversos sectores de la convivencia, sobre todo a lo largo del siglo que está a punto de terminar. Por este motivo, la Iglesia, siempre solícita del verdadero bien del hombre, ha prestado constantemente gran interés a este campo de la investigación científica, para sacar indicaciones concretas que le ayuden a desempeñar su misión de Magisterio.
El centenario de la encíclica Rerum novarum ha brindado la ocasión de tomar mayor conciencia del influjo que ha ejercido ese documento para sacudir las conciencias de los católicos y para ayudar en la búsqueda de soluciones constructivas a los problemas planteados por la cuestión obrera.
En la encíclica Centesimus annus, escrita para conmemorar ese centenario, escribí que ese documento había proporcionado a la Iglesia una especie de «carta de ciudadanía» (cf. n.5) en las nuevas realidades de la vida pública. En particular, con esa encíclica la Iglesia inició un proceso de reflexión, gracias al cual, siguiendo una tradición que se remonta hasta el Evangelio, se vino formando un conjunto de principios que recibió luego el nombre de doctrina social en sentido estricto. Así, la Iglesia tomó conciencia de que del anuncio del Evangelio brotan luz y fuerza para el ordenamiento de la vida de la sociedad. Luz, porque del mensaje evangélico la razón, guiada por la fe, puede sacar principios decisivos para un ordenamiento social digno del hombre. Fuerza, porque el Evangelio, aceptado mediante la fe, no proporciona principios teóricos, sino también energías espirituales para el cumplimiento de los deberes concretos que derivan de esos principios.
En los últimos cien años, la Iglesia ha consolidado gradualmente su carta de ciudadanía, perfeccionando la doctrina social, siempre en conexión estrecha con el desarrollo dinámico de la sociedad moderna. Cuando, cuarenta años después de la Rerum novarum, la cuestión obrera se convirtió en una amplia cuestión social, Pío XI, con su encíclica Quadragesimo anno, dio directrices claras para superar la división de la sociedad en clases. Cuando regímenes totalitarios amenazaban la libertad y la dignidad del hombre, Pío XI y Pío XII protestaron con mensajes enérgicos y, después de la segunda guerra mundial, cuando gran parte de Europa se encontraba destruida, también Pío XII, con varias intervenciones, y luego Juan XXIII con sus encíclicas Mater et Magistra y Pacem in terris, señalaron el camino hacia la reconstrucción social y la consolidación de la paz. El Concilio Ecuménico Vaticano II, con la constitución pastoral Gaudium et spes, insertó el tratado de las relaciones entre la Iglesia y el mundo en un amplio contexto teológico y declaró que «la persona humana es y debe ser principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales» (n.25). En la década de los años 70, cuando iba resultando cada vez más evidente el drama de los países en vías de desarrollo, Pablo VI, frente a una visión económica unilateral, con su encíclica Populorum progressio trazó el programa para un desarrollo integral de los pueblos. En tiempos más recientes, con mis tres encíclicas sociales, he tratado acerca de algunos problemas de suma importancia para la sociedad: la dignidad del trabajo humano (Laborem exercens), la superación de los bloques económicos y políticos (Sollicitudo rei socialis) y tras el derrumbe del sistema del socialismo real, la edificación de un nuevo orden nacional e internacional (Centesimus annus).
Esta síntesis quiere demostrar que, en los últimos cien años la Iglesia no ha renunciado a la palabra que le corresponde -como dijo León XIII- sino que, por el contrario, ha seguido elaborando lo que Juan XXIII llamó la rica herencia de la doctrina social católica.
Del examen de esos cien años de historia se puede concluir con claridad que la Iglesia ha logrado construir el rico patrimonio de la doctrina social católica gracias a la estrecha colaboración con los movimientos sociales católicos y con los expertos en ciencias sociales. Ya León XIII había subrayado esta colaboración y Pío XI habló con gratitud de la contribución prestada a la elaboración de la doctrina social por los estudiosos de esa rama de las ciencias humanas. Juan XXIII, por su parte, en la encíclica Mater et Magistra, puso de relieve que la doctrina social debe tratar de tener siempre en cuenta el verdadero estado de las cosas, manteniéndose para ello en constante diálogo con las ciencias sociales. Por último, el concilio ecuménico Vaticano II tomó posición claramente en favor de la relativa «autonomía de la realidad terrena» (Gaudium et spes, 36) la cual, además de la consideración teológica, es objeto de las ciencias sociales y de la filosofía. Esta pluralidad de enfoques no contradice en absoluto los enunciados de la fe. Así pues, la Iglesia y sobre todo su doctrina social debe tener debidamente en cuenta esa legítima autonomía.
Yo mismo, en la encíclica Sollicitudo rei socialis, destaqué que la doctrina social católica podrá cumplir sus objetivos en el mundo de hoy sólo «con la ayuda de la razón y de las ciencias humanas» (n.1) porque, a pesar de la validez perenne de sus principios fundamentales, está condicionada en su actuación «por la variación de las condiciones históricas así como por el constante flujo de los acontecimientos» (n.3).
Por último, con ocasión del centenario de la Rerum novarum, subrayé que, después del derrumbe del sistema del socialismo real, la Iglesia y la humanidad afrontan desafíos enormes. A pesar de que el mundo ya no se encuentra dividido en dos bloques enemigos, ha de hacer frente a nuevas crisis económicas, sociales y políticas que afectan a todos. La Iglesia, pese a que tiene conciencia de que no le compete dar respuestas técnicas adecuadas a esos problemas, siente el deber de aportar su contribución para la defensa de la paz y para la construcción de una sociedad digna del hombre. Con todo, para hacerlo, tiene necesidad de un contacto profundo y constante con las ciencias sociales modernas, con sus investigaciones y con sus adelantos. De ese modo, «entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, incorpora sus aportaciones y les ayuda a abrirse a horizontes más amplios» (Centesimus annus, 59).
Frente a las grandes tareas que nos esperan en el futuro, este diálogo interdisciplinar, ya entablado en el pasado, debe renovarse ahora. Para ello, haciendo realidad lo que anuncié en mi discurso del día 23 de diciembre de 1991, erijo hoy la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, con sede en la Ciudad del Vaticano. Como dicen sus Estatutos, esta Academia es instituida «con el fin de promover el estudio y el progreso de las ciencias sociales, económicas, políticas y jurídicas, a la luz de la doctrina social de la Iglesia» (art. 1).
Invocando la asistencia divina sobre la actividad de la nueva Academia, cuyos trabajos seguiré siempre con gran interés, imparto a todos sus miembros y colaboradores una especial bendición apostólica.
Vaticano, 1 de enero de 1994, decimosexto año de mi pontificado.
JOANNES PAULUS PP. II
La Presidenta actual de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales es Mary Ann Glendon, profesora de Derecho en la Universidad de Harvard, en Cambridge (Estados Unidos).
Entre los miembros de la Academia se cuentan Luis Ernesto Derbez; Michel Schooyans; Hans Tietmeyer, Presidente de la Deutschen Bundesbank; Partha Dasgupta (Universidad de Cambridge); el premio Nobel Kenneth Arrow, profesor de la Universidad de Stanford; el también premio Nobel Joseph Stiglitz, profesor de la Universidad de Columbia; Hsin-Chi Kuan, de la Universidad China de Hong Kong; y José Raga Gil.
La Academia es autónoma y al mismo tiempo mantiene una estrecha relación con el Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, con el que coordina la programación de las diferentes iniciativas. El número de sus Académicos Pontificios, también nombrados por el Papa, no puede ser ni inferior a 20 ni superior a 40. Actualmente son 31 y proceden de 24 países de todo el mundo, sin distinción de confesión religiosa. Son elegidos por su alto nivel de competencia en alguna de las diversas disciplinas sociales.
La Academia es sostenida financieramente por un Consejo de Fundación cuyo Presidente es el profesor Hubert Batliner. El Director de la Cancillería es el mismo que el de la Pontificia Academia de las Ciencias, Monseñor Dardozzi.
En la presentación de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, el Arzobispo Jorge María Mejía, entonces Vicepresidente del Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, leyó el discurso preparado por el Cardenal Roger Etchegaray. “La Academia que el Papa acaba de fundar -decía- tiene la ambición de afrontar algunos desafíos de la sociedad moderna: quiere ser un gran centro de ‘diálogo interdisciplinar’ sobre los problemas cada vez más complejos, que influyen sobre el hombre”.

Ordenación sacerdotal en Moscú

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Jesucristo

En la Catedral de la Inmaculada Concepción de Moscú, el Arzobispo Paolo Pezzi ordenó diácono a Kirill Gorbunov y consagró sacerdote al diácono Igor Sergeyev. Ambos han completado los estudios en el Seminario Mayor de San Petersburgo.
Monseñor Paolo Pezzi ha confirmado la importancia de tal evento para Rusia, porque si en los países con mayoría católica las ordenaciones sacerdotales son un evento habitual, que se produce con bastante frecuencia y con un gran número de candidatos; muy diferente es la situación donde los católicos son una pequeña minoría.
“La ordenación sacerdotal es un misterio, no debemos olvidarlo. Es una señal particular de la presencia de Dios en Jesucristo, en su comunidad, en su Iglesia. Todo esto está ligado a los sacramentos, por lo que es un gran hecho. En este sentido creo que es justo subrayar que es un gran acontecimiento. Lo repito, no debemos mostrar euforia por el hecho que gracias a Dios hemos ordenado al menos un sacerdote, pero sí enfatizar la importancia del evento como tal”.
El Nuncio Apostólico en Moscú, arzobispo Antonio Mennini, ha traído las bendiciones del Santo Padre Benedicto XVI a los ordenados.

Fuente: Servicio de Información Católica. Comisión Episcopal de Medios de Comunicación España.
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Ex Corde Ecclesiae

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Corazón de Jesús corazón de la Iglesia

CONSTITUCION APOSTOLICA SOBRE LAS UNIVERSIDADES CATOLICAS – JUAN PABLO II
INTRODUCCION
1. NACIDA DEL CORAZON de la Iglesia, la Universidad Católica se inserta en el curso de la tradición que remonta al origen mismo de la Universidad como institución, y se ha revelado siempre como un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad. Por su vocación la Universitas magistrorum et scholarium se consagra a la investigación, a la enseñanza y a la formación de los estudiantes, libremente reunidos con sus maestros animados todos por el mismo amor del saber(1). Ella comparte con todas las demás Universidades aquel gaudium de veritate, tan caro a San Agustín, esto es, el gozo de buscar la verdad, de descubrirla y de comunicarla (2) en todos los campos del conocimiento. Su tarea privilegiada es la de «unificar existencialmente en el trabajo intelectual dos órdenes de realidades que muy a menudo se tiende a oponer como si fuesen antitéticas: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer ya la fuente de la verdad» (3).
2. Durante muchos años yo mismo viví la benéfica experiencia, que me enriqueció interiormente, de aquello que es propio de la vida universitaria: la ardiente búsqueda de la verdad y su transmisión desinteresada a los jóvenes y a todos aquellos que aprenden a razonar con rigor, para obrar con rectitud y para servir mejor a la sociedad.
Deseo, por tanto, compartir con todos mi profunda estima por la Universidad Católica, y expresar mi vivo aprecio por el esfuerzo que en ella se viene realizando en los diversos campos del conocimiento. En particular, deseo manifestar mi alegría por los múltiples encuentros que el Señor me ha concedido tener, en el transcurso de mis viajes apostólicos, con las Comunidades universitarias de los distintos continentes. Ellas son para mí el signo vivo y prometedor de la fecundidad de la inteligencia cristiana en el corazón de cada cultura. Ellas me dan una fundada esperanza de un nuevo florecimiento de la cultura cristiana en el contexto múltiple y rico de nuestro tiempo cambiante, el cual se encuentra ciertamente frente a serios retos, pero también es portador de grandes promesas bajo la acción del Espíritu de verdad y de amor.
Quiero expresar también aprecio y gratitud a tantos profesores católicos comprometidos en Universidades no Católicas. Su tarea como académicos y científicos, vivida en la perspectiva de la luz cristiana, debe considerarse sumamente valiosa para el bien de la Universidad en la que enseñan. Su presencia, en efecto, es un estímulo constante para la búsqueda desinteresada de la verdad y de la sabiduría que viene de lo Alto.
3. Desde el comienzo de mi pontificado, ha sido mi propósito compartir estas ideas y sentimientos con mis colaboradores más inmediatos, que son los Cardenales, con la Congregación para la Educación Católica, así como también con las mujeres y los hombres de cultura de todo el mundo. En efecto, el diálogo de la Iglesia con la cultura de nuestro tiempo es el sector vital, en el que «se juega el destino de la Iglesia y del mundo en este final del siglo XX» (4). No hay, en efecto, más que una cultura: la humana, la del hombre y para el hombre (5). Y la Iglesia, experta en humanidad, según expresión de mi predecesor Pablo VI hablando a la ONU (6), investiga, gracias a sus Universidades Católicas y a su patrimonio humanístico y científico, los misterios del hombre y del mundo explicándolos a la luz de la Revelación.
4. Es un honor y una responsabilidad de la Universidad Católica consagrarse sin reservas a la causa de la verdad. Es ésta su manera de servir, al mismo tiempo, a la dignidad del hombre y a la causa de la Iglesia, que tiene «la íntima convicción de que la verdad es su verdadera aliada… y que el saber y la razón son fieles servidores de la fe» (7). Sin descuidar en modo alguno la adquisición de conocimientos útiles, la Universidad Católica se distingue por su libre búsqueda de toda la verdad acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios. Nuestra época, en efecto, tiene necesidad urgente de esta forma de servicio desinteresado que es el de proclamar el sentido de la verdad, valor fundamental sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre. Por una especie de humanismo universal la Universidad Católica se dedica por entero a la búsqueda de todos los aspectos de la verdad en sus relaciones esenciales con la Verdad suprema, que es Dios. Por lo cual, ella, sin temor alguno, antes bien con entusiasmo trabaja en todos los campos del saber, consciente de ser precedida por Aquel que es «Camino, Verdad y Vida» (8), el Logos, cuyo Espíritu de inteligencia y de amor da a la persona humana la capacidad de encontrar con su inteligencia la realidad última que es su principio y su fin, y es el único capaz de dar en plenitud aquella Sabiduría, sin la cual el futuro del mundo estaría en peligro.
5. Es en el contexto de la búsqueda desinteresada de la verdad que la relación entre fe y cultura encuentra su sentido y significado. «Intellege ut credas; crede ut intellegas»: esta invitación de San Agustín (9) vale también para la Universidad Católica, llamada a explorar audazmente las riquezas de la Revelación y de la naturaleza, para que el esfuerzo conjunto de la inteligencia y de la fe permita a los hombres alcanzar la medida plena de su humanidad, creada a imagen y semejanza de Dios, renovada más admirablemente todavía, después del pecado, en Cristo, y llamada a brillar en la luz del Espíritu.
6. La Universidad Católica, por el encuentro que establece entre la insondable riqueza del mensaje salvífico del Evangelio y la pluralidad e infinidad de campos del saber en los que la encarna, permite a la Iglesia establecer un diálogo de fecundidad incomparable con todos los hombres de cualquier cultura. El hombre, en efecto, vive una vida digna gracias a la cultura y, si encuentra su plenitud en Cristo, no hay duda que el Evangelio, abarcándolo y renovándolo en todas sus dimensiones, es fecundo también para la cultura, de la que el hombre mismo vive.
7. En el mundo de hoy, caracterizado por unos progresos tan rápidos en la ciencia y en la tecnología, las tareas de la Universidad Católica asumen una importancia y una urgencia cada vez mayores. De hecho, los descubrimientos científicos y tecnológicos, si por una parte conllevan un enorme crecimiento económico e industrial, por otra imponen ineludiblemente la necesaria correspondiente búsqueda del significado, con el fin de garantizar que los nuevos descubrimientos sean usados para el auténtico bien de cada persona y del conjunto de la sociedad humana. Si es responsabilidad de toda Universidad buscar este significado, la Universidad Católica está llamada de modo especial a responder a esta exigencia; su inspiración cristiana le permite incluir en su búsqueda, la dimensión moral, espiritual y religiosa, y valorar las conquistas de la ciencia y de la tecnología en la perspectiva total de la persona humana.
En este contexto, las Universidades Católicas están llamadas a una continua renovación, tanto por el hecho de ser universidad, como por el hecho de ser católica. En efecto, «está en juego el significado de la investigación científica y de la tecnología, de la convivencia social, de la cultura, pero, más profundamente todavía, está en juego el significado mismo del hombre» (10). Tal renovación exige la clara conciencia de que, por su carácter católico, la Universidad goza de una mayor capacidad para la búsqueda desinteresada de la verdad; búsqueda, pues, que no está subordinada ni condicionada por intereses particulares de ningún género.
8. Habiendo dedicado ya a las Universidades y Facultades eclesiásticas la Constitución Apostólica Sapientia Christiana (11), me ha parecido un deber proponer a las Universidades Católicas un documento de referencia análogo, que sea para ellas como la «magna charta», enriquecida por la experiencia tan amplia y fecunda de la Iglesia en el sector universitario, y abierta a las realizaciones prometedoras del porvenir, el cual exige audaz creatividad y al mismo tiempo rigurosa fidelidad.
9. El presente documento va dirigido especialmente a los dirigentes de las Universidades Católicas, a las Comunidades académicas respectivas, a todos aquellos que se interesen por ellas, particularmente a los Obispos, a las Congregaciones Religiosas y a las Instituciones eclesiales y a los numerosos laicos comprometidos en la gran misión de la enseñanza superior. La finalidad es hacer que se logre «una presencia, por así decir, pública, continua y universal del pensamiento cristiano en todo esfuerzo tendiente a promover la cultura superior y, también, a formar a todos los estudiantes de manera que lleguen a ser hombres insignes por el saber, preparados para desempeñar funciones de responsabilidad en la sociedad y a testimoniar su fe ante el mundo» (12).
10. Además de las Universidades Católicas, me dirijo también a las numerosas Instituciones Católicas de estudios superiores. Según su naturaleza y objetivos propios, ellas tienen en común alguna o todas las características de una Universidad y ofrecen una particular contribución a la Iglesia y a la sociedad, sea mediante la investigación sea mediante la educación o la preparación profesional. Si bien este documento se refiere específicamente a la Universidad Católica, también pretende abarcar a todas las Instituciones Católicas de enseñanza superior, comprometidas en la transmisión del mensaje del Evangelio de Cristo a los espíritus y a las culturas.
Es, por tanto, con gran confianza y esperanza que invito a todas las Universidades Católicas a perseverar en su insustituible tarea. Su misión aparece cada vez más necesaria para el encuentro de la Iglesia con el desarrollo de las ciencias y con las culturas de nuestro tiempo.
Junto con todos los hermanos Obispos, que comparten conmigo las tareas pastorales, deseo manifestaros mi profunda convicción de que la Universidad Católica es sin duda alguna uno de los mejores instrumentos que la Iglesia ofrece a nuestra época, que está en busca de certeza y sabiduría. Teniendo la misión de llevar la Buena Nueva a todos los hombres, la Iglesia nunca debe dejar de interesarse por esta Institución. Las Universidades Católicas, en efecto, con la investigación y la enseñanza, ayudan a la Iglesia a encontrar de un modo adecuado a los tiempos modernos los tesoros antiguos y nuevos de la cultura, «nova et vetera», según la palabra de Jesús (13).
11. Me dirijo, en fin, a toda la Iglesia, convencido de que las Universidades Católicas son necesarias para su crecimiento y para el desarrollo de la cultura cristiana y del progreso. Por esto, toda la Comunidad eclesial es invitada a prestar su apoyo a las Instituciones Católicas de enseñanza superior y a asistirlas en su proceso de crecimiento y renovación. Ella es invitada especialmente a tutelar los derechos y la libertad de estas Instituciones en la sociedad civil, a ofrecerles apoyo económico, sobre todo en aquellos Países que tienen más urgente necesidad de él y a contribuir al establecimiento de nuevas Universidades Católicas, allí donde sean necesarias.
Espero que estas disposiciones, fundadas en la enseñanza del Concilio Vaticano II y en las normas del Código de Derecho Canónico, permitan a las Universidades Católicas y a los demás Institutos de Estudios Superiores cumplir su imprescindible misión en el nuevo Adviento de gracia que se abre con el nuevo Milenio.
I PARTE: IDENTIDAD Y MISION
A. IDENTIDAD DE LA UNIVERSIDAD CATOLICA
1. Naturaleza y objetivos
12. La Universidad Católica, en cuanto Universidad, es una comunidad académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales (14). Ella goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común (15).
13. Puesto que el objetivo de una Universidad Católica es el de garantizar de forma institucional una presencia cristiana en el mundo universitario frente a los grandes problemas de la sociedad y de la cultura (16), ella debe poseer, en cuanto católica, las características esenciales siguientes:
1.una inspiración cristiana por parte, no sólo de cada miembro, sino también de la Comunidad universitaria como tal;
2.una reflexión continua a la luz de la fe católica, sobre el creciente tesoro del saber humano, al que trata de ofrecer una contribución con las propias investigaciones;
3.la fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado por la Iglesia;
4.el esfuerzo institucional a servicio del pueblo de Dios y de la familia humana en su itinerario hacia aquel objetivo trascendente que da sentido a la vida(17).
14. «A la luz de estas cuatro características, es evidente que además de la enseñanza, de la investigación y de los servicios comunes a todas las Universidades, una Universidad Católica, por compromiso institucional, aporta también a su tarea la inspiración y la luz del mensaje cristiano. En una Universidad Católica, por tanto, los ideales, las actitudes y los principios católicos penetran y conforman las actividades universitarias según la naturaleza y la autonomía propias de tales actividades. En una palabra, siendo al mismo tiempo Universidad y Católica, ella debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que representan diversos campos del saber humano, y una institución académica, en la que el catolicismo está presente de manera vital»(18).
15. La Universidad Católica es, por consiguiente, el lugar donde los estudiosos examinan a fondo la realidad con los métodos propios de cada disciplina académica, contribuyendo así al enriquecimiento del saber humano. Cada disciplina se estudia de manera sistemática, estableciendo después un diálogo entre las diversas disciplinas con el fin de enriquecerse mutuamente.
Tal investigación, además de ayudar a los hombres y mujeres en la búsqueda constante de la verdad, ofrece un eficaz testimonio, hoy tan necesario, de la confianza que tiene la Iglesia en el valor intrínseco de la ciencia y de la investigación.
En una Universidad Católica la investigación abarca necesariamente: a) la consecución de una integración del saber; b) el diálogo entre fe y razón; c) una preocupación ética y d) una perspectiva teológica.
16. La integración del saber es un proceso que siempre se puede perfeccionar. Además, el incremento del saber en nuestro tiempo, al que se añade la creciente especialización del conocimiento en el seno de cada disciplina académica, hace tal tarea cada vez más difícil. Pero una Universidad, y especialmente una Universidad Católica, «debe ser ‘unidad viva’ de organismos, dedicados a la investigación de la verdad … Es preciso, por lo tanto, promover tal superior síntesis del saber, en la que solamente se saciará aquella sed de verdad que está inscrita en lo más profundo del corazón humano»(19). Guiados por las aportaciones específicas de la filosofía y de la teología, los estudios universitarios se esforzarán constantemente en determinar el lugar correspondiente y el sentido de cada una de las diversas disciplinas en el marco de una visión de la persona humana y del mundo iluminada por el Evangelio y, consiguientemente, por la fe en Cristo-Logos, como centro de la creación y de la historia.
17. Promoviendo dicha integración, la Universidad Católica debe comprometerse, más específicamente, en el diálogo entre fe y razón, de modo que se pueda ver más profundamente cómo fe y razón se encuentran en la única verdad. Aunque conservando cada disciplina académica su propia identidad y sus propios métodos, este diálogo pone en evidencia que la «investigación metódica en todos los campos del saber, si se realiza de una forma auténticamente científica y conforme a las leyes morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en el mismo Dios»(20). La vital interacción de los dos distintos niveles de conocimiento de la única verdad conduce a un amor mayor de la verdad misma y contribuye a una mejor comprensión de la vida humana y del fin de la creación.
18. Puesto que el saber debe servir a la persona humana, en una Universidad Católica la investigación se debe realizar siempre preocupándose de las implicaciones éticas y morales, inherentes tanto a los métodos como a sus descubrimientos. Aunque presente en toda investigación, esta preocupación es particularmente urgente en el campo de la investigación científica y tecnológica.
«Es esencial que nos convenzamos de la prioridad de lo ético sobre lo técnico, de la primacía de la persona humana sobre las cosas, de la superioridad del espíritu sobre la materia. Solamente servirá a la causa del hombre si el saber está unido a la conciencia. Los hombres de ciencia ayudarán realmente a la humanidad sólo si conservan “el sentido de la trascendencia del hombre sobre el mundo y de Dios sobre el hombre»(21).
19. La teología desempeña un papel particularmente importante en la búsqueda de una síntesis del saber, como también en el diálogo entre fe y razón. Ella presta, además, una ayuda a todas las otras disciplinas en su búsqueda de significado, no sólo ayudándoles a examinar de qué modo sus descubrimientos influyen sobre las personas y la sociedad, sino dándoles también una perspectiva y una orientación que no están contenidas en sus metodologías. A su vez, la interacción con estas otras disciplinas y sus hallazgos enriquece a la teología, proporcionándole una mejor comprensión del mundo de hoy y haciendo que la investigación teológica se adapte mejor a las exigencias actuales. Considerada la importancia específica de la teología entre las disciplinas académicas, toda Universidad Católica deberá tener una Facultad o, al menos, una cátedra de teología (22).
20. Dada la íntima relación entre investigación y enseñanza, conviene que las exigencias de la investigación, arriba indicadas, influyan sobre toda la enseñanza. Mientras cada disciplina se enseña de manera sistemática y según sus propios métodos, la interdisciplinariedad, apoyada por la contribución de la filosofía y de la teología, ayuda a los estudiantes a adquirir una visión orgánica de la realidad y a desarrollar un deseo incesante de progreso intelectual. En la comunicación del saber se hace resaltar cómo la razón humana en su reflexión se abre a cuestiones siempre más vastas y cómo la respuesta completa a las mismas proviene de lo alto a través de la fe. Además, las implicaciones morales, presentes en toda disciplina, son consideradas como parte integrante de la enseñanza de la misma disciplina; y esto para que todo el proceso educativo esté orientado, en definitiva, al desarrollo integral de la persona. En fin, la teología católica, enseñada con entera fidelidad a la Escritura, a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia, ofrecerá un conocimiento claro de los principios del Evangelio, el cual enriquecerá el sentido de la vida humana y le conferirá una nueva dignidad.
Mediante la investigación y la enseñanza los estudiantes deberán ser formados en las diversas disciplinas de manera que lleguen a ser verdaderamente competentes en el campo específico al cual se dedicarán en servicio de la sociedad y de la Iglesia; pero, al mismo tiempo, deberán ser preparados para dar testimonio de su fe ante el mundo.
2. La Comunidad universitaria
21. La Universidad Católica persigue sus propios objetivos también mediante el esfuerzo por formar una comunidad auténticamente humana, animada por el espíritu de Cristo. La fuente de su unidad deriva de su común consagración a la verdad, de la idéntica visión de la dignidad humana y, en último análisis, de la persona y del mensaje de Cristo que da a la Institución su carácter distintivo. Como resultado de este planteamiento, la Comunidad universitaria está animada por un espíritu de libertad y de caridad, y está caracterizada por el respeto recíproco, por el diálogo sincero y por la tutela de los derechos de cada uno. Ayuda a todos sus miembros a alcanzar su plenitud como personas humanas. Cada miembro de la Comunidad, a su vez, coadyuva para promover la unidad y contribuye, según su propia responsabilidad y capacidad, en las decisiones que tocan a la Comunidad misma, así como a mantener y reforzar el carácter católico de la institución.
22. Los docentes universitarios esfuércense por mejorar cada vez más su propia competencia y por encuadrar el contenido, los objetivos, los métodos y los resultados de la investigación de cada una de las disciplinas en el contexto de una coherente visión del mundo. Los docentes cristianos están llamados a ser testigos y educadores de una auténtica vida cristiana, que manifieste la lograda integración entre fe y cultura, entre competencia profesional y sabiduría cristiana. Todos los docentes deberán estar animados por los ideales académicos y por los principios de una vida auténticamente humana.
23. Se insta a los estudiantes a adquirir una educación que armonice la riqueza del desarrollo humanístico y cultural con la formación profesional especializada. Dicho desarrollo debe ser tal que se sientan animados a continuar la búsqueda de la verdad y de su significado durante toda la vida, dado que «es preciso que el espíritu humano desarrolle la capacidad de admiración, de intuición, de contemplación y llegue a ser capaz de formarse un juicio personal y de cultivar el sentido religioso, moral y social» (23). Esto les hará capaces de adquirir o, si ya lo tienen, de profundizar una forma de vida auténticamente cristiana. Los estudiantes deben ser conscientes de la seriedad de su deber y sentir la alegría de poder ser el día de mañana «líderes» calificados y testigos de Cristo en los lugares en los que deberán desarrollar su labor.
24. Los dirigentes y el personal administrativo en una Universidad Católica deben promover el desarrollo constante de la Universidad y de su Comunidad mediante una esmerada gestión de servicio. La dedicación y el testimonio del personal no académico son indispensables para la identidad y la vida de la Universidad.
25. Muchas Universidades Católicas han sido fundadas por Congregaciones Religiosas y continúan dependiendo de su apoyo. Se pide a las Congregaciones Religiosas que se dedican al apostolado de la enseñanza superior, que ayuden a estas Instituciones a renovarse en su tarea y que sigan preparando religiosos y religiosas capaces de ofrecer una positiva contribución a la misión de la Universidad Católica.
Además, las actividades universitarias han sido por tradición un medio gracias al cual los laicos pueden desarrollar un importante papel en la Iglesia. Hoy, en la mayor parte de las Universidades Católicas, la Comunidad académica está compuesta mayoritariamente por laicos, los cuales asumen en número siempre creciente altas funciones y responsabilidades de dirección. Estos laicos católicos responden a la llamada de la Iglesia «a estar presentes, a la enseña de la valentía y de la creatividad intelectual, en los puestos privilegiados de la cultura, como es el mundo de la educación: Escuela y Universidad»(24). El futuro de las Universidades Católicas depende, en gran parte, del competente y generoso empeño de los laicos católicos. La Iglesia ve su creciente presencia en estas instituciones con gran esperanza y como una confirmación de la insustituible vocación del laicado en la Iglesia y en el mundo, con la confianza de que ellos, en el ejercicio de su propia misión, «iluminen y ordenen las realidades temporales, de modo que sin cesar se desarrollen y progresen y sean para gloria del Creador y del Redentor» (25).
26. En muchas Universidades Católicas la Comunidad universitaria incluye miembros pertenecientes a otras Iglesias, a otras Comunidades eclesiales y religiones, e incluso personas que no profesan ningún credo religioso. Estos hombres y mujeres contribuyen con su formación y su experiencia al progreso de las diversas disciplinas académicas o al desarrollo de otras tareas universitarias.
3. La Universidad Católica en la Iglesia
27. Afirmándose como Universidad, toda Universidad Católica mantiene con la Iglesia una vinculación que es esencial para su identidad institucional. Como tal, participa más directamente en la vida de la Iglesia particular en que está ubicada, pero al mismo tiempo, -estando incorporada, como institución académica, a la comunidad internacional del saber y de la investigación-, participa y contribuye a la vida de la Iglesia universal, asumiendo, por tanto, un vínculo particular con la Santa Sede en razón del servicio de unidad, que ella está llamada a cumplir en favor de toda la Iglesia. De esta estrecha relación con la Iglesia derivan, como consecuencia, la fidelidad de la Universidad, como institución, al mensaje cristiano, y el reconocimiento y adhesión a la Autoridad magisterial de la Iglesia en materia de fe y de moral. Los miembros católicos de la Comunidad universitaria, a su vez, están también llamados a una fidelidad personal a la Iglesia, con todo lo que esto comporta. De los miembros no católicos, en fin, se espera el respeto al carácter católico de la institución en la que prestan su servicio, mientras que la Universidad, a su vez, deberá respetar su libertad religiosa (26).
28. Los Obispos tienen la particular responsabilidad de promover las Universidades Católicas y, especialmente, de seguirlas y asistirlas en el mantenimiento y fortalecimiento de su identidad católica incluso frente a las Autoridades civiles. Esto se conseguirá más fácilmente estableciendo y manteniendo relaciones estrechas, personales y pastorales, entre la Universidad y las Autoridades eclesiásticas, caracterizadas por la confianza recíproca, colaboración coherente y continuo diálogo. Aunque no entren directamente en el gobierno de las Universidades, los Obispos «no han de ser considerados agentes externos, sino partícipes de la vida de la Universidad Católica» (27).
29. La Iglesia, aceptando «la legítima autonomía de la cultura humana y especialmente la de las ciencias», reconoce también la libertad académica de cada estudioso en la disciplina de su competencia, de acuerdo con los principios y métodos de la ciencia, a la que ella se refiere (28), y dentro de las exigencias de la verdad y del bien común.
También la teología, como ciencia, tiene un puesto legítimo en la Universidad junto a las otras disciplinas. Ella, como le corresponde, tiene principios y método propios que la definen precisamente como ciencia. A condición de que acepten tales principios y apliquen el correspondiente método, los teólogos gozan, también ellos, de la misma libertad académica.
Los Obispos deben animar el trabajo creativo de los teólogos. Ellos sirven a la Iglesia mediante la investigación llevada a cabo respetando el método teológico. Ellos tratan de comprender mejor, de desarrollar ulteriormente y de comunicar más eficazmente el sentido de la Revelación cristiana como es transmitida por la Sagrada Escritura, por la Tradición y por el Magisterio de la Iglesia. Ellos estudian también los caminos a través de los cuales la teología puede proyectar luz sobre las cuestiones específicas, planteadas por la cultura actual. Al mismo tiempo, puesto que la teología busca la comprensión de la verdad revelada, cuya auténtica interpretación está confiada a los Obispos de la Iglesia (29), es elemento intrínseco a los principios y al métodos propios de la investigación y de la enseñanza de su disciplina académica, que los teólogos respeten la autoridad de los Obispos y adhieran a la doctrina católica según el grado de autoridad con que ella es enseñada (30). En razón de sus respectivos roles vinculados entre sí, el diálogo entre los Obispos y los teólogos es esencial; y esto es verdad especialmente hoy, cuando los resultados de la investigación son tan rápida y tan ampliamente di fundidos medios de comunicación social (31).
B. LA MISION DE SERVICIO DE LA UNIVERSIDAD CATOLICA
30. La misión fundamental de la Universidad es la constante búsqueda de la verdad mediante la investigación, la conservación y la comunicación del saber para el bien de la sociedad. La Universidad Católica participa en esta misión aportando sus características específicas y su finalidad.
1. Servicio a la Iglesia y a la Sociedad
31. Mediante la enseñanza y la investigación la Universidad Católica da una indispensable contribución a la Iglesia. Ella, en efecto, prepara hombres y mujeres, que, inspirados en los principios cristianos y motivados a vivir su vocación cristiana con madurez y coherencia, serán también capaces de asumir puestos de responsabilidad en la Iglesia. Además, gracias a los resultados de las investigaciones científicas que pone a disposición, la Universidad Católica podrá ayudar a la Iglesia a dar respuesta a los problemas y exigencias de cada época.
32. La Universidad Católica, como cualquier otra Universidad, está inmersa en la sociedad humana. Para llevar a cabo su servicio a la Iglesia está llamada -siempre en el ámbito de su competencia- a ser instrumento cada vez más eficaz de progreso cultural tanto para las personas como para la sociedad. Sus actividades de investigación incluirán, por tanto, el estudio de los graves problemas contemporáneos, tales como, la dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad de vida personal y familiar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la paz y de la estabilidad política, una distribución más equitativa de los recursos del mundo y un nuevo ordenamiento económico y político que sirva mejor a la comunidad humana a nivel nacional e internacional. La investigación universitaria se deberá orientar a estudiar en profundidad las raíces y las causas de los graves problemas de nuestro tiempo, prestando especial atención a sus dimensiones éticas y religiosas.
Si es necesario, la Universidad Católica deberá tener la valentía de expresar verdades incómodas, verdades que no halagan a la opinión pública, pero que son también necesarias para salvaguardar el bien auténtico de la sociedad.
33. Deberá darse una especial prioridad al examen y a la evaluación, desde el punto de vista cristiano, de los valores y normas dominantes en la sociedad y en la cultura moderna, y a la responsabilidad de comunicar a la sociedad de hoy aquellos principios éticos y religiosos que dan pleno significado a la vida humana. Es ésta una ulterior contribución que la Universidad puede dar al desarrollo de aquella auténtica antropología cristiana, que tiene su origen en la persona de Cristo, y que permite al dinamismo de la creación y de la redención influir sobre la realidad y sobre la justa solución de los problemas de la vida.
34. El espíritu cristiano de servicio a los demás en la promoción de la justicia social reviste particular importancia para cada Universidad Católica y debe ser compartido por los profesores y fomentado entre los estudiantes. La Iglesia se empeña firmemente en el crecimiento integral de todo hombre y de toda mujer (32). El Evangelio, interpretado a través de la doctrina social de la Iglesia, llama urgentemente a promover «el desarrollo de los pueblos, que luchan por liberarse del yugo del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas y de la ignorancia; de aquellos que buscan una participación más amplia en los frutos de la civilización y una valoración más activa de sus cualidades humanas; que se mueven con decisión hacia la meta de su plena realización»(33). La Universidad Católica siente la responsabilidad de contribuir concretamente al progreso de la sociedad en la que opera: podrá buscar, por ejemplo, la manera de hacer más asequible la educación universitaria a todos los que puedan beneficiarse de ella, especialmente a los pobres o a los miembros de grupos minoritarios, que tradicionalmente se han visto privados de ella. Además, ella tiene la responsabilidad -dentro de los límites de sus posibilidades- de ayudar a promover el desarrollo de las Naciones emergentes.
35. En su esfuerzo por ofrecer una respuesta a estos complejos problemas, que atañen a tantos aspectos de la vida humana y de la sociedad, la Universidad Católica deberá insistir en la cooperación entre las diversas disciplinas académicas, las cuales ofrecen ya su propia contribución específica a la búsqueda de soluciones. Además, puesto que los recursos económicos y de personal de cada Institución son limitados, es esencial la cooperación en proyectos comunes de investigación programados entre Universidades Católicas, y también con otras Instituciones tanto privadas como estatales. A este respecto y también en lo que se refiere a otros campos de actividades específicas de una Universidad Católica, se reconoce la función que tienen las distintas asociaciones nacionales e internacionales de Universidades Católicas. Entre éstas cabe mencionar especialmente la misión de la Federación Internacional de las Universidades Católicas, constituida por la Santa Sede (34), la cual espera de ella una fructífera colaboración.
36. Mediante programas de educación permanente de adultos, permitiendo a los docentes estar disponibles para servicios de asesoría, sirviéndose de los modernos medios de comunicación y en varios otros modos, la Universidad Católica puede hacer que el creciente acervo de conocimientos humanos y una comprensión siempre mejor de la fe puedan ponerse a disposición de un público más amplio, extendiendo así los servicios de la Universidad más allá de los límites propiamente académicos.
37. En el servicio a la sociedad el interlocutor privilegiado será naturalmente el mundo académico, cultural y científico de la región en la que trabaja la Universidad Católica. Se deben estimular formas originales de diálogo y colaboración entre las Universidades Católicas y las otras Universidades de la Nación para favorecer el desarrollo, la comprensión entre las culturas y la defensa de la naturaleza con una conciencia ecológica internacional.
Junto con otras Instituciones privadas y públicas, las Universidades Católicas, mediante la educación superior y la investigación, sirven al bien común; representan uno de entre los varios tipos de instituciones necesarias para la libre expresión de la diversidad cultural, y se esfuerzan en promover el sentido de la solidaridad en la sociedad y en el mundo. Ellas, por lo tanto, tienen todo el derecho a esperar, de parte de la sociedad civil y de las Autoridades públicas, el reconocimiento y la defensa de su autonomía institucional y de la libertad académica. Idéntico derecho tienen en lo que respecta a la ayuda económica, necesaria para que tengan asegurada su existencia y desarrollo.
2. Pastoral universitaria
38. La pastoral universitaria es aquella actividad de la Universidad que ofrece a los miembros de la Comunidad la ocasión de coordinar el estudio académico y las actividades para-académicas con los principios religiosos y morales, integrando de esta manera la vida con la fe. Dicha pastoral concretiza la misión de la Iglesia en la Universidad y forma parte integrante de su actividad y de su estructura. Una Comunidad universitaria preocupada por promover el carácter católico de la institución, debe ser consciente de esta dimensión pastoral y sensible al modo en que ella puede influir sobre todas sus actividades.
39. Como natural expresión de su identidad católica, la Comunidad universitaria debe saber encarnar la fe en sus actividades diarias, con momentos significativos para la reflexión y la oración.
De esta manera, se ofrecerán oportunidades a los miembros católicos de la Comunidad para asimilar en su vida la doctrina y la práctica católicas. Se les animará a participar en la celebración de los sacramentos, especialmente del sacramento de la Eucaristía, como el más perfecto acto del culto comunitario. Aquellas comunidades académicas que tienen en su seno una importante presencia de personas pertenecientes a diferentes Iglesias, Comunidades eclesiales o religiones, respetarán sus respectivas iniciativas de reflexión y oración en la salvaguardia de su credo.
40. Cuantos se ocupan de la pastoral universitaria invitarán a los profesores y estudiantes a ser más conscientes de su responsabilidad hacia aquellos que sufren física y espiritualmente. Siguiendo el ejemplo de Cristo, se preocuparán especialmente de los más pobres y de los que sufren a causa de las injusticias en el campo económico, social, cultural y religioso. Esta responsabilidad se ejercita, en primer lugar, en el interior de la comunidad académica, pero encuentra aplicación también fuera de ella.
41. La pastoral universitaria es una actividad indispensable; gracias a ella los estudiantes católicos, en cumplimiento de sus compromisos bautismales, pueden prepararse a participar activamente en la vida de la Iglesia. Esta pastoral puede contribuir a desarrollar y alimentar una auténtica estima del matrimonio y de la vida familiar, promover vocaciones para el sacerdocio y la vida religiosa, estimular el compromiso cristiano de los laicos e impregnar todo tipo de actividad con el espíritu del Evangelio. El acuerdo entre la pastoral universitaria y las Instituciones que actúan en el ámbito de la Iglesia particular, bajo la dirección o con la aprobación del Obispo, no podrá ser sino de beneficio común (35).
42. Las diversas Asociaciones o Movimientos de vida espiritual y apostólica, sobre todo los creados específicamente para los estudiantes, pueden ser de una grande ayuda para desarrollar los aspectos pastorales de la vida universitaria.
3. Diálogo cultural
43. Por su misma naturaleza, la Universidad promueve la cultura mediante su actividad investigadora, ayuda a transmitir la cultura local a las generaciones futuras mediante la enseñanza y favorece las actividades culturales con los propios servicios educativos. Está abierta a toda experiencia humana, pronta al diálogo y a la percepción de cualquier cultura. La Universidad Católica participa en este proceso ofreciendo la rica experiencia cultural de la Iglesia. Además, consciente de que la cultura humana está abierta a la Revelación y a la trascendencia, la Universidad Católica es el lugar primario y privilegiado para un fructuoso diálogo entre el Evangelio y la cultura.
44. La Universidad Católica asiste a la Iglesia precisamente mediante dicho diálogo, ayudándola a alcanzar un mejor conocimiento de las diversas culturas, a discernir sus aspectos positivos y negativos, a acoger sus contribuciones auténticamente humanas y a desarrollar los medios con los cuales pueda hacer la fe más comprensible a los hombres de una determinada cultura (36). Si es verdad que el Evangelio no puede ser identificado con la cultura, antes bien trasciende todas las culturas, también es cierto que «el Reino anunciado por el Evangelio es vivido por personas profundamente vinculadas a una cultura, y la construcción del Reino no puede dejar de servirse de ciertos elementos de la cultura o de las culturas humanas»(37). «Una fe que se colocara al margen de todo lo que es humano, y por lo tanto de todo lo que es cultura, sería una fe que no refleja la plenitud de lo que la Palabra de Dios manifiesta y revela, una fe decapitada, peor todavía, una fe en proceso de autoanulación» (38).
45. La Universidad Católica debe estar cada vez más atenta a las culturas del mundo de hoy, así como a las diversas tradiciones culturales existentes dentro de la Iglesia, con el fin de promover un constante y provechoso diálogo entre el Evangelio y la sociedad actual. Entre los criterios que determinan el valor de una cultura, están, en primer lugar, el significado de la persona humana, su libertad, su dignidad, su sentido de la responsabilidad y su apertura a la trascendencia. Con el respeto a la persona está relacionado el valor eminente de la familia, célula primaria de toda cultura humana.
Las Universidades Católicas se esforzarán en discernir y evaluar bien tanto las aspiraciones como las contradicciones de la cultura moderna, para hacerla más apta para el desarrollo integral de las personas y de los pueblos. En particular se recomienda profundizar, con estudios apropiados, el impacto de la tecnología moderna y especialmente de los medios de comunicación social sobre las personas, las familias, las instituciones y el conjunto de la cultura moderna. Se debe defender la identidad de las culturas tradicionales, ayudándolas a incorporar los valores modernos sin sacrificar el propio patrimonio, que es una riqueza para toda la familia humana. Las Universidades, situadas en ambientes culturales tradicionales, tratarán cuidadosamente de armonizar las culturas locales con la contribución positiva de las culturas modernas.
46. Un campo que concierne especialmente a la Universidad Católica es el diálogo entre pensamiento cristiano y ciencias modernas. Esta tarea exige personas especialmente competentes en cada una de las disciplinas, dotadas de una adecuada formación teológica y capaz de afrontar las cuestiones epistemológicas a nivel de relaciones entre fe y razón. Dicho diálogo atañe tanto a las ciencias naturales como a las humanas, las cuales presentan nuevos y complejos problemas filosóficos y éticos. El investigador cristiano debe mostrar cómo la inteligencia humana se enriquece con la verdad superior, que deriva del Evangelio: «La inteligencia no es nunca disminuida, antes por el contrario, es estimulada y fortalecida por esa fuente interior de profunda comprensión que es la palabra de Dios, y por la jerarquía de valores que de ella deriva … La Universidad Católica contribuye de un modo único a manifestar la superioridad del espíritu, que nunca puede, sin peligro de extraviarse, consentir en ponerse al servicio de ninguna otra cosa que no sea la búsqueda de la verdad»(39).
47. Además del diálogo cultural, la Universidad Católica, respetando sus fines específicos y teniendo en cuenta los diversos contextos religioso-culturales y siguiendo las orientaciones dadas por la Autoridad eclesiástica competente, puede ofrecer una contribución al diálogo ecuménico, con el fin de promover la búsqueda de la unidad de todos los cristianos, y al diálogo inter-religioso, ayudando a discernir los valores espirituales presentes en las diversas religiones.
4. Evangelización
48. La misión primaria de la Iglesia es anunciar el Evangelio de manera tal que garantice la relación entre fe y vida tanto en la persona individual como en el contexto socio-cultural en que las personas viven, actúan y se relacionan entre sí. Evangelización significa «llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad … No se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o en poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y como trastocar mediante la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación»(40).
49. Según su propia naturaleza, toda Universidad Católica presta una importante ayuda a la Iglesia en su misión evangelizadora. Se trata de un vital testimonio de orden institucional de Cristo y de su mensaje, tan necesario e importante para las culturas impregnadas por el secularismo o allí donde Cristo y su mensaje no son todavía conocidos de hecho. Además todas las actividades fundamentales de una Universidad Católica deberán vincularse y armonizarse con la misión evangelizadora de la Iglesia: la investigación realizada a la luz del mensaje cristiano, que ponga los nuevos descubrimientos humanos al servicio de las personas y de la sociedad; la formación dada en un contexto de fe, que prepare personas capaces de un juicio racional y crítico, y conscientes de la dignidad trascendental de la persona humana; la formación profesional que comprenda los valores éticos y la dimensión de servicio a las personas y a la sociedad; el diálogo con la cultura, que favorezca una mejor comprensión de la fe; la investigación teológica, que ayude a la fe a expresarse en lenguaje moderno. «La Iglesia, porque es cada vez más consciente de su misión salvífica en este mundo, quiere sentir estos centros cercanos a sí misma, desea tenerlos presentes y operantes en la difusión del mensaje auténtico de Cristo»(41).
II PARTE
NORMAS GENERALES
Artículo 1. La naturaleza de estas Normas Generales
§ 1. Las presentes Normas Generales están basadas en el Código de Derecho Canónico (42), del cual son un desarrollo ulterior, y en la legislación complementaria de la Iglesia, permaneciendo en pie el derecho de la Santa Sede de intervenir donde se haga necesario. Son válidas para todas las Universidades Católicas y para los Institutos Católicos de Estudios Superiores de todo el mundo.
§ 2. Las Normas Generales deben ser concretamente aplicadas a nivel local y regional por las Conferencias Episcopales y por otras Asambleas de la Jerarquía Católica(43), en conformidad con el Código de Derecho Canónico y con la legislación eclesiástica complementaria, teniendo en cuenta los Estatutos de cada Universidad o Instituto y -en cuanto sea posible y oportuno- también el Derecho Civil. Después de la revisión por parte de la Santa Sede(44), dichos «Ordenamientos» locales o regionales serán válidos para todas las Universidades Católicas e Institutos Católicos de Estudios Superiores de la región, exceptuadas las Universidades y Facultades Eclesiásticas. Estas últimas Instituciones, incluidas las Facultades Eclesiásticas pertenecientes a una Universidad Católica, se rigen por las normas de la Constitución Apostólica Sapientia Christiana(45).
§ 3. Una Universidad, erigida o aprobada por la Santa Sede, por una Conferencia Episcopal o por otra Asamblea de la Jerarquía católica, o por un Obispo diocesano, debe incorporar las presentes Normas Generales y sus aplicaciones, locales y regionales, en los documentos relativos a su gobierno, y conformar sus vigentes Estatutos tanto a las Normas Generales como a sus aplicaciones, y someterlos a la aprobación de la Autoridad eclesiástica competente. Se entiende que también las demás Universidades Católicas, esto es, las no establecidas según alguna de las formas más arriba indicadas, de acuerdo con la Autoridad eclesiástica local, harán propias estas Normas Generales y sus aplicaciones locales y regionales incorporándolas a los documentos relativos a su gobierno y -en cuanto posible- adecuarán sus vigentes Estatutos tanto a las Normas Generales como a sus aplicaciones.
Artículo 2. La naturaleza de una Universidad Católica
§ 1. Una Universidad Católica, como toda Universidad, es una comunidad de estudiosos que representa varias ramas del saber humano. Ella se dedica a la investigación, a la enseñanza y a varias formas de servicios, correspondientes con su misión cultural.
§ 2. Una Universidad Católica, en cuanto católica, inspira y realiza su investigación, la enseñanza y todas las demás actividades según los ideales, principios y actitudes católicos. Ella está vinculada a la Iglesia o por el trámite de un formal vínculo constitutivo o estatutario, o en virtud de un compromiso institucional asumido por sus responsables.
§ 3. Toda Universidad Católica debe manifestar su propia identidad católica o con una declaración de su misión, o con otro documento público apropiado, a menos que sea autorizada diversamente por la Autoridad eclesiástica competente. Ella debe proveerse, particularmente mediante su estructura y sus reglamentos, de los medios necesarios para garantizar la expresión y la conservación de tal identidad en conformidad con el § 2.
§ 4. La enseñanza y la disciplina católicas deben influir sobre todas las actividades de la Universidad, respetando al mismo tiempo plenamente la libertad de conciencia de cada persona (46). Todo acto oficial de la Universidad debe estar de acuerdo con su identidad católica.
§ 5. Una Universidad Católica posee la autonomía necesaria para desarrollar su identidad específica y realizar su misión propia. La libertad de investigación y de enseñanza es reconocida y respetada según los principios y métodos propios de cada disciplina, siempre que sean salvaguardados los derechos de las personas y de la comunidad y dentro de las exigencias de la verdad y del bien común(47).
Artículo 3. Erección de una Universidad Católica
§ 1. Una Universidad Católica puede ser erigida o aprobada por la Santa Sede, por una Conferencia Episcopal o por otra Asamblea de la Jerarquía Católica, y por un Obispo diocesano.
§ 2. Con el consentimiento del Obispo diocesano una Universidad Católica puede ser erigida también por un Instituto Religioso o por otra persona jurídica pública.
§ 3. Una Universidad Católica puede ser erigida por otras personas eclesiásticas o por laicos. Tal Universidad podrá considerarse Universidad Católica sólo con el consentimiento de la Autoridad eclesiástica competente, según las condiciones que serán acordadas por las partes (48).
§ 4. En los casos mencionados en los §§ 1 y 2, los Estatutos deberán ser aprobados por la Autoridad eclesiástica competente.
Artículo 4. La Comunidad universitaria
§ 1. La responsabilidad de mantener y fortalecer la identidad católica de la Universidad compete en primer lugar a la Universidad misma. Tal responsabilidad, aunque está encomendada principalmente a las Autoridades de la Universidad (incluidos, donde existan, el Gran Canciller y/o el Consejo de Administración, o un Organismo equivalente), es compartida también en medida diversa, por todos los miembros de la Comunidad, y exige por tanto, la contratación del personal universitario adecuado especialmente profesores y personal administrativo que esté dispuesto y capacitado para promover tal identidad. La identidad de la Universidad Católica va unida esencialmente a la calidad de los docentes y al respeto de la doctrina católica. Es responsabilidad de la Autoridad competente vigilar sobre estas exigencias fundamentales, según las indicaciones del Código de Derecho Canónico (49).
§ 2. Al momento del nombramiento, todos los profesores y todo el personal administrativo deben ser informados de la identidad católica de la Institución y de sus implicaciones, y también de su responsabilidad de promover o, al menos, respetar tal identidad.
§ 3. En los modos concordes con las diversas disciplinas académicas, todos los profesores católicos deben acoger fielmente, y todos los demás docentes deben respetar la doctrina y la moral católicas en su investigación y en su enseñanza. En particular, los teólogos católicos, conscientes de cumplir un mandato recibido de la Iglesia, deben ser fieles al Magisterio de la Iglesia, como auténtico intérprete de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Tradición(50).
§ 4. Los profesores y el personal administrativo que pertenecen a otras Iglesias, Comunidades eclesiales o religiones, asimismo los que no profesan ningún credo religioso, y todos los estudiantes, tienen la obligación de reconocer y respetar el carácter católico de la Universidad. Para no poner en peligro tal identidad católica de la Universidad o del Instituto Superior, evítese que los profesores no católicos constituyan una componente mayoritaria en el interior de la Institución, la cual es y debe permanecer católica.
§ 5. La educación de los estudiantes debe integrar la dimensión académica y profesional con la formación en los principios morales y religiosos y con el estudio de la doctrina social de la Iglesia. El programa de estudio para cada una de las distintas profesiones debe incluir una adecuada formación ética en la profesión para la que dicho programa prepara. Además, se deberá ofrecer a todos los estudiantes la posibilidad de seguir cursos de doctrina católica (51).
Artículo 5. La Universidad Católica en la Iglesia
§ 1. Toda Universidad Católica debe mantener la comunión con la Iglesia universal y con la Santa Sede; debe estar en estrecha comunión con la Iglesia particular y, en especial, con los Obispos diocesanos de la región o de la nación en la que está situada. De acuerdo con su naturaleza de Universidad, la Universidad Católica contribuirá a la acción evangelizadora de la Iglesia.
§ 2. Todo Obispo tiene la responsabilidad de promover la buena marcha de las Universidades Católicas en su diócesis, y tiene el derecho y el deber de vigilar para mantener y fortalecer su carácter católico. Si surgieran problemas acerca de tal requisito esencial, el Obispo local tomará las medidas necesarias para resorverlos, de acuerdo con las Autoridades académicas competentes y conforme a los procedimientos establecidos (52) y -si fuera necesario- con la ayuda de la Santa Sede.
§ 3. Toda Universidad Católica, incluida en el Art. 3, §§ 1 y 2, debe enviar periódicamente a la Autoridad eclesiástica competente un informe específico concerniente a la Universidad y a sus actividades. Las otras Universidades deben comunicar tales informaciones al Obispo de la diócesis en la que se encuentra la sede central de la Institución.
Artículo 6. Pastoral universitaria
§ 1. La Universidad Católica debe promover la atención pastoral de los miembros de la Comunidad universitaria y, en particular, el desarrollo espiritual de los que profesan la fe católica. Debe darse la preferencia a aquellos medios que facilitan la integración de la formación humana y profesional con los valores religiosos a la luz de la doctrina católica, con el fin de que el aprendizaje intelectual vaya unido con la dimensión religiosa de la vida.
§ 2. Deberá nombrarse un número suficiente de personas cualificadas -sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos- para proveer una acción pastoral específica en favor de la Comunidad universitaria, que se ha de desarrollar en armonía y colaboración con la pastoral de la Iglesia particular y bajo la guía o la aprobación del Obispo diocesano. Todos los miembros de la Comunidad universitaria deben ser invitados a comprometerse en esta labor pastoral y a colaborar en sus iniciativas.
Artículo 7. Colaboración
§ 1. Con el fin de afrontar mejor los complejos problemas de la sociedad moderna y de fortalecer la identidad católica de las Instituciones, se deberá promover la colaboración a nivel regional, nacional e internacional en la investigación, en la enseñanza y en las demás actividades universitarias entre todas las Universidades Católicas, incluidas las Universidades y Facultades eclesiásticas (53). Tal colaboración debe ser, obviamente, promovida también entre las Universidades Católicas y las demás Universidades e Instituciones de investigación y enseñanza, privadas o estatales.
§ 2. Las Universidades Católicas, cuando sea posible y de acuerdo con los principios y la doctrina católicos, colaboren en programas de los gobiernos y en los proyectos de Organizaciones nacionales e internacionales en favor de la justicia, del desarrollo y del progreso.
NORMAS TRANSITORIAS
Art. 8. La presente Constitución entrará en vigor el primer día del año académico de 1991.
Art. 9. La aplicación de la Constitución se encomienda a la Congregación para la Educación Católica, a la que corresponderá proveer y dictar las disposiciones necesarias a tal fin.
Art. 10. Cuando con el pasar del tiempo las circunstancias lo requieran, compete a la Congregación para la Educación Católica proponer los cambios que se deban introducir en la presente Constitución, para que se adapte continuamente a las nuevas necesidades de las Universidades Católicas.
Art. 11. Quedan abrogadas las leyes particulares o costumbres, actualmente en vigor, que sean contrarias a esta Constitución. Igualmente quedan abolidos los privilegios concedidos hasta hoy por la Santa Sede a personas físicas o morales, y que estén en contra de esta Constitución.
CONCLUSION
La misión que la Iglesia confía, con gran esperanza, a las Universidades Católicas reviste un significado cultural y religioso de vital importancia, pues concierne al futuro mismo de la humanidad. La renovación, exigida a las Universidades Católicas, las hará más capaces de responder a la tarea de llevar el mensaje de Cristo al hombre, a la sociedad y a las culturas: «Toda realidad humana, individual y social, ha sido liberada por Cristo: tanto las personas, como las actividades de los hombres, cuya manifestación más elevada y personificada es la cultura. La acción salvífica de la Iglesia sobre las culturas se cumple, ante todo, mediante las personas, las familias y los educadores … Jesucristo, nuestro Salvador, ofrece su luz y su esperanza a todos aquellos que cultivan las ciencias, las artes, las letras y los numerosos campos desarrollados por la cultura moderna. Todos los hijos e hijas de la Iglesia deben, por tanto, tomar conciencia de su misión y descubrir cómo la fuerza del Evangelio puede penetrar y regenerar las mentalidades y los valores dominantes, que inspiran las culturas, así como las opiniones y las actitudes que de ellas derivan»(54).
Con vivísima esperanza dirijo este documento a todos los hombres y mujeres que están empeñados, de formas diversas, en la alta misión de la enseñanza superior católica.
Queridos Hermanos y Hermanas, mi aliento y mi confianza os acompañen en vuestro arduo trabajo diario, cada vez más importante, urgente y necesario para la causa de la evangelización y para el futuro de la cultura y de las culturas. La Iglesia y el mundo necesitan de vuestro testimonio y de vuestra competente, libre y responsable contribución.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 15 de agosto -solemnidad de la Asunción de María Santísima- del año 1990, duodécimo de mi pontificado.
Notas:
1 Cf. Carta del Papa Alejandro IV a la Universidad de París, 14-IV-1255, Introducción: Bullarium Diplomatum…, t. III, Torino 1858, p. 602.
2 SAN AGUSTIN, Confes., X, XXIII, 33: «La vida feliz es, pues, gozo de la verdad, porque éste es un gozo de ti, que eres la verdad, ¡oh Dios mio, luz mia, salud de mi rostro, Dios mio!»: PL 32, 793-794. Cf. SANTO TOMAS DE AQUINO, De Malo, IX, 1: «Es, en efecto, natural al hombre aspirar al conocimiento de la verdad».
3 JUAN PABLO II, Discurso al Instituto de París, 1-VI-1980: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. III/1 (1980), p. 1581.
4 JUAN PABLO II, Discurso a los Cardenales, 10-XI-1979: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. II/2 (1979), p. 1096; cf. Discurso a la UNESCO, París, 2-VI-1980: AAS (1980), pp. 735-752.
5 Cf. JUAN PABLO II, Discurso a la Universidad de Coimbra, 15-V-1982: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. V/2 (1982), p. 1692.
6 PABLO VI, Alocución a los Representantes de los Estados, 4-X-1965: Insegnamenti di Paolo VI, vol. III (1965), p. 508.
7 JOHN HENRY Cardenal NEWMAN, The Idea of a University, p. XI, Londres, Longmans, Green and Company, 1931.
8 Jn 14,6.
9 Cf. SAN AGUSTIN, Serm. 43, 9: PL 38, 258. Cf también, SAN ANSELMO, Proslogion, cap. I: PL 158, 227.
10 Cf. JUAN PABLO II, Alocución al Congreso Internacional de las Universidades Católicas, 25-IV-1989, n. 3: AAS 18 (1989), p. 1218.
11 JUAN PABLO II, Constitución Apostólica Sapientia Christiana sobre las Universidades y Facultades eclesiásticas, 15-IV-1979: AAS 71 (1979), pp. 469-521.
12 CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación Católica Gravissimum educationis, n. 10: AAS 58 (1966), p. 737.
13 Mat 13, 52.
14 Cf. Carta Magna de las Universidades Europeas, Bolonia, Italia, 18-IX-1988, «Principios fundamentales».
15 Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo Gaudium et spes, n. 59: AAS 58 (1966), p. 1080; Gravissimum educationis, n. 10: AAS 58 (1966), p. 737. «Autonomía institucional» quiere significar que el gobierno de una institución académica está y permanece dentro de la institución. «Libertad académica» es la garantía, dada a cuantos se ocupan de la enseñanza y de la investigación, de poder indagar, en el ámbito del propio campo específico del conocimiento y conforme a los métodos propios de tal área, la verdad por doquiera el análisis y la evidencia los conduzcan, y de poder enseñar y publicar los resultados de tal investigación, teniendo presentes los criterios citados, esto es, la salvaguardia de los derechos del individuo y de la comunidad en las exigencias de la verdad y del bien común.
16 El concepto de cultura, expresado en este documento abarca una doble dimensión: la humanística y la socio-histórica. «Con la palabra genérica “cultura” se indica todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano. De aquí se sigue que la cultura humana presente necesariamente un aspecto histórico y social, y que la palabra “cultura” asuma con frecuencia un sentido sociológico y etnológico» (Gaudium et spes, n. 53: AAS 58 [1966], p. 1075).
17 Las Universidades Católicas en el mundo moderno. Documento final del II Congreso de Delegados de Universidades Católicas, Roma, 20- 29 nov. 1972, § 1.
18 Ibid.
19 JUAN PABLO II, Alocución al Congreso Internacional sobre las Universidades Católicas, 25-IV-1989, n. 4: AAS 81 (1989), p. 1219. Cf. también Gaudium et spes, n. 61: AAS 58 (1966), pp. 1081-1082. El Cardenal Newman observa que una Universidad «declara asignar a todo estudio, que ella acoge, su propio puesto y sus límites precisos; definir los derechos sobre los que basa las recíprocas relaciones y de efectuar la intercomunicación de cada uno y entre todos» (Op. cit, p. 457).
20 Gaudium et spes, n. 36: AAS 58 (1966), p. 1054. A un grupo de científicos hacía observar que «mientras razón y fe representan sin duda dos órdenes diferentes de conocimiento, cada uno autónomo en relación a sus métodos, ambos, en fin, deben converger en el descubrimiento de una sola realidad total que tiene su origen en Dios» (JUAN PABLO II, dirigiéndose al Convenio sobre Galileo, 9-V-1983, n. 3: AAS 75 [1983], p. 690).
21 JUAN PABLO II, Discurso a la UNESCO el 2-VI-1980, n. 22: AAS 72 (1980), p. 750. La última parte de la cita recoge mis palabras dirigidas a la Pontificia Academia de las Ciencias, el 10-XI-1979: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. II/2 (1979), p. 1109.
22 Cf. Gravissimun educationis, n. 10: AAS 58 (1966), p. 737.
23 Gaudium et spes, n. 59: AAS 58 (1966), p. 1080. El Cardenal Newman describe así el ideal perseguido: «Se forma una mentalidad que dura toda la vida y cuyas características son la libertad, la equidad, el sosiego, la moderación y la sabiduría» (Op. cit., pp. 101-102).
24 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica post-sinodal Christifideles laici, 30-XII-1988, n. 44: AAS 81 (1989), p. 479.
25 CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, n. 31: AAS 57 (1965), pp. 37-38. Cf. Decreto sobre el apostolado de los seglares Apostolicam actuositatem, passim: AAS 58 (1966), pp. 837 ss. Cf. también Gaudium et spes, n. 43: AAS 58 (1966), pp. 1061-1064.
26 Cf. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae n. 2: AAS 58 (1966) pp. 930-931.
27 JUAN PABLO II, Palabras dirigidas a los líderes de la Educación Superior Católica, Universidad Javier de Luisiana, U.S.A., 12-IX-1987, n. 4: AAS 80 (1988), p. 764.
28 Gaudium et spes, n. 59: AAS 58 (1966), p. 1080.
29 Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación.

Líbano bajo intercesión de San Marón y San Charbel

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San Marón
Nació en Siria (c. 423), fue un monje anacoreta, abad en San Ciro y fundador del rito católico oriental que lleva su nombre, la Iglesia Católica Maronita. Se estableció en una ermita del Amanus occidental, formó con algunos discípulos el primer núcleo de la Iglesia maronita.
San Marón fue uno de los primeros evangelizadores de la región de Fenicia, que por el siglo IV conservaba sus ritos y religión pagana; la influencia de este gran asceta dio como resultado, el que sus discípulos fundaran verdaderos enclaves de evangelización en Monte Líbano.
San Marón siguió a Dios con una fe a toda prueba, por lo que su fama de santidad pronto se extendió por gran parte de la región de Siria. Tuvo en vida numerosos seguidores que quisieron abrazar la vida de austeridad, soledad y oración, que él proponía.
San Marón, no solo fue ejemplo, sino que además fue para aquellos hombres un líder lleno de sabiduría y del Espíritu Santo, que supo dar sentido a cada acción, con inflexible disciplina. Alcanzó en vida, fama de santidad en incluso realizó milagros de curación y conversión.
Sus virtudes fueron ampliamente conocidas: justicia, templanza, castidad y trabajo duro, semillas que él mismo plantó en otros, quienes se convirtieron en el campo fértil, que llevó a Dios numerosas vocaciones, que serían tiempo después labradores diligentes y sabios, que harían florecer la Montaña de Líbano en la fe sólida y verdadera de nuestro Señor Jesucristo.
San Marón, patrono, protector e inspirador de la Iglesia Maronita, nunca tuvo la idea de formar una Iglesia; sino, más bien, quiso iniciar dentro de la Iglesia de Antioquía un camino especial de santidad, inspirado en el Evangelio donde Cristo es “el camino, la verdad y la vida“. Su vida relatada con pocas líneas por el historiador eclesiástico Teodoreto, obispo de Ciro, se resume en pocas palabras: fidelidad a Cristo, siguiendo los consejos evangélicos, fidelidad a la Iglesia de Cristo, defendiendo heroicamente a su Cabeza visible el Obispo de Roma y fidelidad a las santas tradiciones de la Iglesia Oriental, llevando una vida de ermitaño en la cumbre de una montaña, cercano al pueblo de Kfar Nabo, donde estaba erigido un templo al dios pagano Nabo, que él transformó en un templo cristiano para adorar al verdadero Dios.

San Charbel

San Charbel
San Charbel Makhlouf nació en Beqakafra, el 28 de mayo de 1828 y murió en Annaya, el 24 de diciembre de 1898. Fue un asceta y religioso maronita libanés. Su verdadero nombre era Yusef Antoun Mahklouf, Yusef es el nombre árabe de “José” y Antoun es el nombre árabe de “Antonio”.
Quedó huérfano de padre a la edad de 3 años, y queda al cuidado de su madre, quien posteriormente se casa en segundas nupcias con un hombre devoto que sería posteriormente monje maronita (el hombre casado en el rito maronita, tenía acceso a ordenarse como sacerdote).
Aprendió de su padrastro, la devoción a Cristo y la eucaristía, inició sus estudios primarios en la escuela parroquial de su pueblo natal.
En 1851, viaja a la localidad de Mayfouq, en cuyo monasterio maronita ingresó como novicio, y recibe el nombre de Fray Charbel, a la edad de 20 años. Permaneció también en Kfifane, donde recibió instrucción de su confesor Nimatullah Al-Hardini.
En el monasterio maronita de Annaya, donde vivió hasta su muerte, hizo los votos solemnes en 1853 y fue ordenado sacerdote en 1859. Fray Charbel se destacó por su amor a Cristo y su vida ejemplar de oración, ayuno y sufrimientos, la predicación y por la taumaturgia -don de sanar enfermos- que continuó incluso después de su muerte.
Charbel, con 25 años de edad, en 1853 se consagró al Señor por los tres votos religiosos de Obediencia, pobreza y castidad, y tuvo su plena consagración, recibiendo, a la edad de 31 años, el sacramento del sacerdocio, el 23 de julio de 1859 en la sede patriarcal de Bkerke, por la imposición de las manos de Monseñor Yusef El-Marid.
En su vida sacerdotal, San Charbel no hizo más que poner en práctica lo que había aprendido de su maestro espiritual y profesor de Teología, el actual Beato Nemtala Al Hardini, cuando le dijo: “Ser sacerdote , hijo mío, es ser otro Cristo. Para llegar a serlo no hay más que un camino: ¡el del Calvario! Comprométase sin decaimiento. El lo ayudará“. Así Charbel vivió su consagración religiosa y sacerdotal, imitando a Cristo el sacrificado y haciendo de su misa el centro alrededor del cual va a cristalizarse su existencia como sacerdote ermitaño.
Así Charbel entendió la misión del sacerdote y dejó atrás su casa, su familia y su tierra para dedicarse a ejercer su ministerio dentro de los límites de su vocación monacal.
Charbel Mahklouf murió en el monasterio maronita de Annaya, en la nochebuena de diciembre de 1898, donde actualmente yacen sus restos incorruptos. Fue beatificado en 1965 y canonizado en 1977, siendo desde ese año, el primer santo del Líbano.
Unidad, independencia, soberanía, integridad territorial y estabilidad del Líbano
Saad Hariri, nuevo Primer Ministro
El líder de la mayoría parlamentaria libanesa, Saad Hariri, que ha sido designado como nuevo primer ministro, ha tendido la mano a la oposición y ha prometido la formación de un Gobierno de Unidad Nacional.
En un discurso conciliatorio pronunciado después que el Presidente del país, Michel Suleiman, le encargara la formación de un nuevo Ejecutivo, Hariri prometió trabajar para la formación de un gobierno “armonioso y consensuado, capaz de mantenerse alejado de las obstrucciones“.
Asimismo, hizo hincapié en que trabajará con el Presidente para formar un “gobierno capaz de permanecer unido para promover la economía, los servicios del Estado y hacer frente a las amenazas israelíes“.
El joven político, de 39 años e hijo del difunto Rafik Hariri, que ocupó la jefatura del Gobierno libanés en varias ocasiones, advirtió, sin embargo, de que sólo mediante la unidad se pueden afrontar los peligros. Hariri, que asumió el legado político de su padre tras su trágica muerte en un atentado con coche bomba el 14 de febrero de 2005, estaba encargado de administrar los negocios de su progenitor, considerado uno de los 100 hombres más ricos del planeta.
Tras el fallecimiento de su padre, Saad Hariri se dedicó a buscar a los culpables del magnicidio y empleó todo su empeño en la creación de un Tribunal Especial de la ONU para el Líbano, que se encargará de investigar la ola de atentados en la que pereció Rafik Hariri.
A pesar de que Saad Hariri ya era el líder del principal bloque parlamentario en 2005, decidió no presentarse entonces como candidato a la jefatura del Gobierno. En su lugar, fue designado el antiguo ministro de Hacienda y también miembro de “Corriente de Futuro“, Fuad Siniora.
El analista y profesor de psicología social en la Universidad Americana de Beirut, Charles Harb apuntó que Hariri ya ha madurado políticamente y subrayó que se enfrenta a los mismos retos que sus predecesores. A la cabeza de estos retos está la resolución de la crisis económica en la que está sumida el país, así como la distensión de las relaciones políticas y confesionales entre los diferentes partidos y comunidades. Asimismo, Harb señaló que la estabilidad del país depende también en gran medida de las relaciones entre terceros países. “Sin un acuerdo sirio-estadounidense y sirio-saudí será muy difícil encontrar una solución en el Líbano“, dijo Harb, que no quiso dejar en el tintero las repercusiones del conflicto palestino-israelí tanto en el país como en la región.
La Alianza 14 de Marzo obtuvo la mayoría parlamentaria de Líbano en las últimas elecciones, derrotando a la coalición proiraní y prosiria que encabeza el partido Hezbolá.
El electorado libanés está dividido desde los comicios parlamentarios de 2005 entre la Alianza 14 de marzo y el opositor Movimiento 8 de marzo:
•la Alianza 14 de marzo es liderada por Saad Hariri, hijo del ex primer ministro asesinado Rafik Hariri, y es respaldada por Occidente. Está integrada por el partido de la Falange Cristiana y las Fuerzas Libanesas (FL), así como por el druso Partido Socialista Progresista (PSP) y el sunita Movimiento Futuro.
•el Movimiento 8 de marzo incluye también al cristiano Movimiento Patriótico Libre (CPL, por sus siglas en francés), el partido chiita Amal y al Partido Nacional Social Sirio.
La familia Jdeidani, que viajó desde Suecia para votar, refleja las divisiones internas existentes en Líbano. “Somos 11 hermanos. Algunos apoyamos al general Michel Aoun (líder del CPL), mientras que el resto están con el FL“, dijo a IPS Jean Jdeidani.
La gente esperó varias horas bajo el sol abrasador para concurrir a las urnas. “He esperado desde las siete de la mañana”, dijo al final del día Alia, del Movimiento Futuro, mientras hacía fila para votar en la oriental aldea de Saadnayel. “Estoy aquí para mostrarle al mundo que quiero un Líbano independiente“, agregó.
Cuando se cerraron los centros de votación, a las siete de la tarde, el ministerio del Interior, Ziad Baroud, informó que la concurrencia a las urnas, sin precedentes en la historia libanesa, fue de más de 54 por ciento de los ciudadanos habilitados. En 2005, había sido de 45,8 por ciento.
Algunos ciudadanos de Beirut esperaron horas para votar en el distrito 3 de la ciudad, un área tradicionalmente conocida como un bastión de la Alianza 14 de Marzo“, dijo el parlamentario del Movimiento Futuro Mohammad Kabani.
Este año, la concurrencia de 40 por ciento de los ciudadanos habilitados para votar en ese distrito fue un avance enorme respecto del 25 por ciento de 2005, evaluó Kabani.
El fenómeno, según el legislador, respondió a un discurso pronunciado por el líder de Hezbolá, Sayyed Hassan Nasrallah, en el que señaló que “el 7 de mayo fue un día glorioso en la historia de la resistencia“. En esa fecha del año pasado, más de 70 personas murieron en choques entre fuerzas del gobierno y opositores armados en Beirut y sus alrededores.
La participación en las elecciones demostró que los libaneses quieren “un Estado fuerte e independiente“, dijo Kabani.
Para Abdo Saad, director del Centro de Beirut para la Investigación y la Información, la concurrencia de 70 por ciento en la nororiental región de Kserwan se debió a que expatriados fueron sobornados para volver al país a votar. También opinó que la votación en la oriental ciudad de Zahleh dió forma al nuevo parlamento libanés. Ubicada en el área cristiana, la ciudad tiene una representación de siete legisladores, y la Alianza 14 de Marzo obtuvo todos los escaños.
Al final, la alianza prooccidental mantuvo su mayoría parlamentaria con 71 de los 128 escaños (entre ellos los de dos diputados independientes), mientras que el opositor Movimiento 8 de Marzo obtuvo 57.
La campaña de desprestigio usada por la Alianza 14 de Marzo contra Hezbolá, que fue acusado de ser sirio y de constituir una amenaza para Líbano, parece haber funcionado“, dijo el parlamentario del CPL Alain Aoun.
Pero las elecciones solas no decidirán el destino de Líbano. En los próximos días, la composición del próximo gobierno, y si éste incluye o no a la oposición, influirán fuertemente en la estabilidad y la paz del país.
Fuente: Agencias de Noticias IPS y EFE.

Misioneros de Guadalupe en el Perú

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Con alegría y mucha disponibilidad, Lizette Ivon Tovar Arriaga, una laica comprometida, fue enviada a la Misión Ad Gentes en Perú por los Misioneros Laicos Asociados a Misioneros de Guadalupe en la Eucaristía celebrada en la Parroquia Padre Nuestro.
Después de prestar diversos ministerios por muchos años en la Catedral, Lizette recibió formación para formar parte de esta familia eclesial, por lo que a partir de septiembre compartirá la fe con la feligresía de dicho país latinoamericano.
Para ella no fue fácil, explica, ya que tuvo que buscar en varios institutos hasta que se decidió por éste que le ofreció lo que ella necesitaba.
Mi abuela es bienhechora de los Misioneros de Guadalupe y después de una búsqueda por otras partes desde que tuve la inquietud por las misiones, encontré lo que quería”, dice Lizette.
Para realizar la misión en Perú, ella recibió tres retiros así como una formación intensa por 10 meses, donde se le compartieron materias como documentos de la Iglesia Católica, liturgia, animación misionera, entre otras.
Tuvimos un acompañamiento psicológico también para descubrir la vocación y éramos siete la que entramos en agosto del 2009 y nada más quedé yo, es decir, nada más yo fui enviada”, expresa con sorpresa.
Resalta que un elemento a favor es la carrera que realizó en Saltillo, Coahuila, ya que es trabajadora social, misma que “me ayuda porque voy a estar entre la gente, entonces voy a ayudar, gestionar, acompañar y, si lo hago con fe, voy a concretizar los valores del Evangelio”.
Remarcó que el acompañamiento requiere, además del anuncio, también la denuncia, específicamente cuando se presenten casos de injusticias, ya que es uno de los valores proféticos.
Agradece la apertura de sus papás que siempre la apoyan, aunque tristes por la partida, sin embargo, con una actitud generosa ya que han contribuido a la formación en bien de los demás.
De catequista para niños, siempre atenta a participar en la liturgia en las misas y de lo que siempre se requería, Lizette formó parte de las filas de Catedral y ahora será una misionera desde Saltillo, hasta los lugares lejanos en el país de Perú.
Un vagabundo de Dios by Misioneros Guadalupe2 - Issuu¿Qué es un misionero laico?
Es una persona bautizada que quiere compartir su experiencia de Dios, con una conciencia clara de su compromiso cristiano y con el sincero deseo de llevarlo a cabo a través de su testimonio de vida.
Este compromiso lo cumple al hacer acorde su vida con los compromisos de fe y practicando la caridad fraterna.
Vivir la caridad le hace participar en la situación de trabajo y aspiraciones de sus hermanos y hermanas y así, contribuir en la parte que le corresponde para la edificación del orden social.
Se busca que la misionera laica no sólo ejerza su profesión, sino que movido por su espíritu misionero, tenga alguna expresión y acción evangelizadora directa.
Los Misioneros de Guadalupe, teniendo en cuenta que la acción apostólica o evangelizadora, se lleva a cabo con la gracia de Dios y la colaboración humana, desde hace 28 años asume esta responsabilidad, poniendo a disposición de la Iglesia su experiencia misionera y los recursos necesarios, para asociar a los laicos y laicas en esta tarea de evangelización.
Actualmente los Misioneros Laicos Asociados a Misioneros de Guadalupe (MLA) trabajan en Kenia, Guatemala, Perú y Mozambique.
Un vagabundo de Dios by Misioneros Guadalupe2 - IssuuPara ser misionero laico hay algunos requisitos:
Ser profesionista titulado con experiencia laboral mínima de un año
Tener entre 23 y 40 años
Experiencia pastoral por lo menos de un año
Buena salud física y mental
Capacidad de adaptación y de trabajo en quipo
Disposición para salir al extranjero por un periodo de tiempo determinado, conforme al destino.
Para mayor información comunicarse con:
Pbro. Filiberto Serrano Cancino MG
Laura L. Leticia Marrufo Fang MLA
Línea misionera 01 800 0058 100

Evangelización en el contexto del pluralismo religioso

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Cardenal Ivan Dias

Anuncio y testimonio

Por Cardenal Iván Dias- Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos
Pontificia Universidad Gregoriana Roma, Marzo 2007
La evangelización en un contexto de pluralismo religioso no es una novedad para la Iglesia. Desde sus inicios, de hecho, la Iglesia ha debido afrontar este desafío de predicar la Buena Noticia de Jesucristo en medio a una variedad de tradiciones religiosas, comenzando por la religión hebrea en la cual el cristianismo nació y después con las religiones existentes en las naciones donde los cristianos iban, en el mundo greco-romano y los demás. Sin embargo, la evangelización pone un desafío particular en los tiempos modernos, dado que vivimos en una época en la cual personas de diversas religiones se encuentran e interactúan más que en cualquier otro período de la historia humana.
Hoy las principales religiones no cristianas en el mundo son el hinduismo, el budismo, el jainismo, el sintoísmo, el taoísmo, el hebraísmo, el islam, el zoroastrismo y el sikhismo. Están además las religiones tradicionales en Asia y África, además de en las Américas y en Oceanía. Cada una de estas contiene valores verdaderamente apreciables [1], sin embargo a veces también elementos o prácticas que no están en consonancia con el ethos cristiano como por ejemplo el sistema de las castas, la ley de la venganza, condición social de la mujer, el tratamiento de las viudas, los prejuicios contra los nacimientos de niñas, etc.
El Concilio Vaticano II examinó las relaciones entre la Iglesia religiones no cristianas y declaró: “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es ‘el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas” [2].
Esta afirmación conciliar pone en evidencia dos aspectos importantes del tema que estamos tratando: primero, un sincero respeto por las otras religiones que “no raramente reflejan un rayo de la verdad que ilumina a todos los hombres”; segundo, el anuncio de la plenitud de vida religiosa en Cristo que es camino, verdad y vida.
Por eso, frente a una tan vasta gama de tradiciones religiosas en el mundo, los cristianos deben buscar descubrir en ellas la acción del Espíritu Santo, es decir, las semillas de la verdad, como lo ha querido llamar el Concilio Vaticano II [3], y de conducirlas, sin ningún complejo de superioridad, al pleno conocimiento de la verdad en Jesucristo. Por su parte, también los cristianos pueden ver afirmados algunos valores de su fe que las religiones no cristianas han conservado y que a veces los cristianos han dejado de lado u olvidado como, por ejemplo, el ayuno riguroso, la meditación diaria, la oración frecuente en la jornada, el desapego radical de las cosas del mundo, el ascetismo, penitencias corporales, etc.
Como respuesta a tal desafío, algunos teólogos se han visto tentados de negar la necesidad de proclamar la unicidad de Jesucristo y la universalidad de su salvación y de reservar tales verdades únicamente a los cristianos, porque -dicen- los no cristianos podrán salvarse con los propios medios. Con el pretexto de no obstaculizar el diálogo interreligioso, algunos incluso ponen a Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre, sobre el mismo plano que los fundadores, a veces mitológicos, de otras religiones. Tal actitud contradice el mandato de Nuestro Señor de predicar el Evangelio y hacer discípulos en todo el mundo; niega además la enseñanza de San Pedro que “no existe bajo el cielo otro nombre dado los hombres por medio del cual puedan salvarse” [4], además de la proclamación de san Pablo que “al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre” [5].
Por lo cual, aun cuando las diversas religiones no cristianas posean las semillas del Verbo plantadas en ellas por el Espíritu Santo y las personas que las siguen puedan salvarse, esto no significa que la proclamación de la Buena Noticia de Jesucristo es irrelevante. Es nuestra tarea hacer madurar las semillas del Verbo para que encuentren su plenitud en Cristo. Jesús mismo ha dicho claramente que Él no ha venido para abolir la ley y los profetas, sino para darle cumplimiento [6]. En esta óptica, en los Hechos de los Apóstoles encontramos a san Pablo que busca instruir a los ciudadanos de Atenas acerca del “Dios desconocido” que ellos veneraban sin conocer [7]. También en el episodio de Pedro y el centurión Cornelio Pedro fue amonestado para no llamar impuro lo que Dios había purificado, así que cuando vio que el Espíritu Santo condujo al bautismo a Cornelio y los miembros de su casa, todos paganos, Pedro exclamó: “en verdad reconozco que Dios no hace acepción de personas, sino que cualquiera que lo teme y observa la justicia, sea de la nación que sea, le es agradable” [8].
Evangelización y diálogo interreligioso
El Espíritu Santo es el protagonista principal de la obra de la evangelización. Él la ha comenzado de dos maneras en el momento mismo en que Jesús nació en Belén: el modo directo, mandando a los coros de los Ángeles para anunciar la venida de un Salvador a los pastores que vigilaban sus rebaños aquella noche; y en modo indirecto, haciendo aparecer una estrella en el oriente que condujo a los Magos, también a través dificultades y tribulaciones, al lugar donde se encontraba Jesús y allí lo adoraron [9].
El diálogo interreligioso forma parte de este modo indirecto de evangelización: con él los cristianos presentan la propia identidad y prestan atención a las convicciones religiosas de sus interlocutores no cristianos. Se trata de exponer o proponer la propia fe, sin querer imponerla a ninguno. Como el Papa Juan Pablo II dijo durante el encuentro con los representantes de religiones no cristianas en Nueva Delhi en 1999: “el diálogo (interreligioso) nunca no es nunca un modo de imponer nuestros puntos de vista a los además… ni supone que nosotros debemos abandonar nuestros convicciones. Significa en cambio que, estando firmemente en lo que creemos, escuchamos con respeto a los demás, buscando discernir todo aquello que es bueno y santo, todo lo que favorece la paz y la cooperación” [10]. Es un eco de lo que San Pablo dijo a los filipenses: “hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” [11].
Doctrina del magisterio eclesiástico
La instrucción Diálogo y anuncio, publicada conjuntamente por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso en 1991, explica que “la razón fundamental del empeño de la Iglesia en el diálogo interreligioso no es meramente de naturaleza antropológica, sino principalmente teológica” [12]. Algunas de las motivaciones teológicas son éstas [13]:
– La Iglesia tiene el deber de mostrar y de sacar a la luz, en su plenitud, todas las riquezas que el Padre ha escondido en la creación y en la historia. “Con su obra consigue que todo lo bueno que haya depositado en la mente y en el corazón de estos hombres, en los ritos y en las culturas de estos pueblos, no solamente no desaparezca, sino que cobre vigor y se eleve y se perfeccione para la gloria de Dios y felicidad del hombre” [14].
– La Iglesia, luz de las naciones y Sacramento de salvación para todos los pueblos, debe hacer cada esfuerzo posible para relacionarse con cada persona humana. No puede excluir voluntariamente a ninguno, porque “el hombre -todo hombre sin excepción alguna- ha sido redimido por Cristo; porque con el hombre -cada hombre sin excepción alguna- se ha unido Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello: Cristo, muerto y resucitado por todos, da siempre al hombre -a todo hombre y a todos los hombres-… su luz y su fuerza para que pueda responder a su máxima vocación” [15].
– El Espíritu Santo trabaja más allá de los confines visibles de la Iglesia[16]. El Espíritu Santo anticipa y precede el camino de la Iglesia, aun cuando ella se sienta empujada a discernir los signos de su presencia, para poderlo seguir donde sea y servirlo con espíritu de humilde colaboración. “Sobre todo hay que tener presente que cada búsqueda del espíritu humano en dirección hacia la verdad y el bien, es, en último análisis, de Dios, y suscitada por el Espíritu Santo. Justo de esta apertura primordial del hombre en relación con Dios nacen las religiones. No raramente, en su origen encontramos fundadores que han realizado, con ayuda del Espíritu de Dios, una experiencia religiosa más profunda. Trasmitida a los demás, tales experiencias han tomado forma en las doctrinas, en los ritos y en los preceptos de las diversas religiones” [17].
– La Iglesia está llamada a hacer camino a través del recorrido que conduce al Reino de Dios y, junto con toda la humanidad, avanzar hacia la meta. La Iglesia está dotada de los instrumentos para llevar a término su encargo, en modo tal que todas las cosas puedan progresar hasta el pleno cumplimiento en Cristo.
– La Iglesia reconoce humildemente la existencia en las otras regiones religiosas de “elementos que son verdaderos y buenos”, “cosas preciosas, religiosas y humanas”, “semillas de contemplación”, “elementos de verdad y gracia”, “semillas del Verbo”, “luz de la verdad que ilumina la humanidad entera”. Estos valores merecen la atención y la estima de los cristianos, ya que en su patrimonio espiritual no está incluida la invitación a dialogar sinceramente sólo sobre los elementos que unen, sino también sobre las diferencias.
Modalidades del diálogo interreligioso
Existen diversas formas de diálogo interreligioso [18]:
– Existe el diálogo de la vida, en el cual las personas se esfuerzan por vivir el espíritu de apertura y cordialidad con el prójimo, compartiendo las propias alegrías y los propios dolores, los problemas y las preocupaciones.
– Además existe el diálogo las obras, en el cual los cristianos y los creyentes de otras religiones colaboran por ejemplo para el desarrollo y la liberación de todos los pueblos o para resolver problemas concretos.
– Existe el diálogo de los intercambios teológicos, en el cual los especialistas buscan de profundizar su comprensión sobre las respectivas tradiciones religiosas y apreciar los recíprocos valores espirituales, siempre teniendo en cuenta las necesidades de la búsqueda de la verdad humana.
– Existe finalmente el diálogo experiencia religiosa, en el cual las personas, radicadas en la propia tradición religiosa, comparten las riquezas espirituales, por ejemplo lo que respecta a la oración y la contemplación, la fe y los diversos modos de buscar a Dios o al Absoluto.
Personalmente, cuando debo tratar del pluralismo religioso, me siento particularmente afortunado porque vengo de la India, aquel vasto sub-continente asiático donde conviven personas de varias tradiciones religiosas, algunas de las cuales han nacido en ella. Al presente, la india cuenta 1,100’000.000 de habitantes, de los cuales el 80% es hindú, el 12% musulmán, el 2.3% cristiano y el resto son budistas, jainistas, zoroastristas, sikhs y hebreos.
Mi experiencia de vida pastoral en la India me ha confirmado la validez del diálogo interreligioso en todas las modalidades apenas indicadas. En Mumbai, por ejemplo, existe un complejo universitario hindú, Somaiya Vidya Bhavan, que tiene una facultad de religiones comparadas donde el cristianismo es enseñado por sacerdotes católicos. El colegio mantiene relaciones regulares con nuestra Pontificia Universidad Urbaniana y con los monjes camaldulenses y juntos estudian los puntos de convergencia y divergencia en materias teológicas y ascéticas, y así se enriquecen mutuamente. Existe un Instituto de Cultura y un Centro de Diálogo Interreligioso de los Padres Verbitas que estudia los valores culturales indios, además de su uso para la evangelización. El movimiento bien conocido de los focolares, fundado por Chiara Lubich, organiza con mucho éxito encuentros con hindús, musulmanes y budistas en diversas ciudades de la India. Esto indica un rico diálogo de intercambio de ideas y experiencias.
En este contexto me parece obligado informar que cuando fue publicada la declaración Dominus Iesus sobre la unicidad de Jesús y la universalidad de su salvación, nuestros interlocutores hindús en la India no eran en absoluto edificados por la actitud crítica de algún teólogo y han apreciado vivamente que la Iglesia haya querido explicar autoritativamente la figura de su Fundador sin descender a compromisos con el pretexto del diálogo interreligioso.
Por lo que luego toca al diálogo de la vida y de las obras, basta hacer notar que en la India, donde los cristianos son apenas el 2.3% de una población de más de mil millones, ellos cuidan del 20% de toda la educación primaria del país, proveen el 10% de los programas sanitarios y de alfabetización en las comunidades rurales, dirigen el 25% de los institutos para huérfanos y viudas y el 30% de los asilos para deficientes mentales y físicos, para leprosos y enfermos de SIDA. La gran parte de aquellos que se benefician estos servicios no son cristianos. Además, en los momentos de particular urgencia -como el maremoto tsunami, 2 terremotos y lluvias torrenciales en los últimos años- los no cristianos se han agregado de buen grado a las iniciativas de la Iglesia católica en favor de las víctimas. Una señora musulmana que fue puesta a salvo por nuestros seminaristas cuando estaba casi ahogándose en el diluvio que cayó sobre la ciudad de Mumbai el año pasado dijo: “¡sabía que existían ángeles, pero ahora los he visto en carne y hueso!” En este contexto es obligado mencionar a la Madre Teresa de Calcuta, que ha sido aclamada por cristianos y no cristianos por su edificante apostolado entre los más pobres de los pobres.
En el campo del diálogo de la experiencia religiosa me parece útil subrayar el papel importante de evangelización que desarrollan nuestros santuarios dedicados a la Virgen, San Francisco Javier, San Antonio de Padua, San Judas Tadeo y otros, que son visitados por millones de peregrinos, también no cristianos. En Mumbai existen seis santuarios marianos. En uno de ellos se hace la novena que se llama “perpetua” a la Virgen del Perpetuo Socorro. Cada miércoles cerca de 70,000 personas vienen a la novena y la mayoría de ellas son no cristianos por los católicos la hacen en las propias parroquias. Estos no cristianos afirman que se sienten fuertemente traídos por la Virgen porque sienten su afecto materno y porque ella se presenta con un aspecto de bondad y lleva un Niño en los brazos, lo que enternece a cualquier mujer. Durante la novena se hace la adoración eucarística y un momento de instrucción religiosa sobre las verdades de nuestra fe. Los no católicos participan en toda la ceremonia con profunda devoción, cantan nuestros cantos, recitan nuestras oraciones y vuelven a casa contentos de haber recibido la bendición de Jesús en el Santísimo Sacramento. En otra localidad, Korlai, existe una capilla donde se venera una estatua de la Virgen llevada por los portugueses hace 500 años; el pueblo la venera aún ahora con el título original portugués de Mãe de Deus (Madre de Dios). La guardiana del santuario es una mujer hebrea que se dice orgullosa de ser la custodia de la Virgen que le dio un niño después de muchos años de matrimonio. Todos los componentes de aquella ciudad -me dijo ella- hindús, musulmanes, cristianos y demás, viven en perfecta armonía, porque todos veneran a la Virgen como su Patrona. Con ocasión de cualquier evento importante, sea familiar, religioso o comunitario -por ejemplo un matrimonio, una fiesta religiosa, el inicio de cualquier nueva obra, etc.- los interesados vienen delante de la Virgen para encomendar la circunstancia a sus cuidados maternos.
Conclusión
La evangelización en el contexto del pluralismo interreligioso se hace bien por la vía del diálogo interreligioso. En su encíclica Redemptoris Missio el Papa Juan Pablo II mantiene que tal diálogo forma “parte evangelizadora de la Iglesia” [19]. Esta afirmación cierra un periodo que ha visto la misión y el diálogo en contraste y lleva el diálogo en el ámbito de la misión. El diálogo interreligioso, afirma el Pontífice, “no nace de una táctica o de un interés, sino que es una actividad con motivaciones, exigencias y dignidad propias: es exigido por el profundo respeto hacia todo lo que en el hombre ha obrado el Espíritu, que «sopla donde quiere» (Jn 3, 8). Con ello la Iglesia trata de descubrir las «semillas de la Palabra», el «destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres», semillas y destellos que se encuentran en las personas y en las tradiciones religiosas de la humanidad. El diálogo se funda en la esperanza y la caridad, y dará frutos en el Espíritu. Las otras religiones constituyen un desafío positivo para la Iglesia de hoy; en efecto, la estimulan tanto a descubrir y a conocer los signos de la presencia de Cristo y de la acción del Espíritu, como a profundizar la propia identidad y a testimoniar la integridad de la Revelación, de la que es depositaria para el bien de todos. “De aquí deriva el espíritu que debe animar este diálogo en el ámbito de la misión. El interlocutor debe ser coherente con las propias tradiciones y convicciones religiosas y abiertas para comprender las del otro, sin disimular o cerrarse, sino con una actitud de verdad, humildad y lealtad, sabiendo que el diálogo puede enriquecer a cada uno. No debe darse ningún tipo de abdicación ni de irenismo, sino el testimonio recíproco para un progreso común en el camino de búsqueda y experiencia religiosa y, al mismo tiempo, para superar prejuicios, intolerancias y malentendidos. El diálogo tiende a la purificación y conversión interior que, si se alcanza con docilidad al Espíritu, será espiritualmente fructífero” [20].
Recordando los dos modos –directo e indirecto- usados por el Espíritu Santo para proclamar la Buena Noticia de Jesús desde su nacimiento en Belén, la evangelización en el contexto del pluralismo interreligioso entra en la esfera de la proclamación indirecta y nos hace pensar en los Magos y en su estrella. Veo en los Magos aquel inmenso número de seguidores de la religiones no cristianas que siguen las propias estrellas (libros sagrados, sabios, santos) y llevan en su seno los tesoros preciosos que había puesto el Espíritu Santo como semillas de la verdad. Nos toca a nosotros, los cristianos, acompañar y hace madurar estas semillas hasta que lleguen a la plenitud la verdad, usando la vía del diálogo interreligioso, hasta que un día -sobre esta tierra o después- encontrarán “el Dios desconocido” que adoraban sin conocer y que no será otro que Jesucristo Nuestro Señor, camino, verdad y vida.

Notas:
[1] Se pueden aplicar también a ellas las palabras que el Papa Juan Pablo II escribió en su exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia in Asia (n. 6): “Los pueblos de Asia se sienten orgullosos de sus valores religiosos y culturales típicos, como por ejemplo: el amor al silencio y a la contemplación, la sencillez, la armonía, el desapego, la no violencia, el espíritu de duro trabajo, de disciplina y de vida frugal, y la sed de conocimiento e investigación filosófica. Aprecian mucho los valores del respeto a la vida, la compasión por todo ser vivo, la cercanía a la naturaleza, el respeto filial a los padres, a los ancianos y a los antepasados, y tienen un sentido de comunidad muy desarrollado. De modo muy particular, consideran la familia como una fuente vital de fuerza, como una comunidad muy integrada, que posee un fuerte sentido de la solidaridad. Los pueblos de Asia son conocidos por su espíritu de tolerancia religiosa y coexistencia pacífica. Sin negar la presencia de fuertes tensiones y violentos conflictos, se puede decir que Asia ha mostrado a menudo una notable capacidad de adaptación y una apertura natural al enriquecimiento recíproco de los pueblos, en la pluralidad de religiones y culturas. Además, a pesar del influjo de la modernización y la secularización, las religiones de Asia dan signos de gran vitalidad y capacidad de renovación, como se puede ver en los movimientos de reforma en el seno de los diversos grupos religiosos. Muchos, especialmente entre los jóvenes, sienten una profunda sed de valores espirituales, como lo demuestra el nacimiento de nuevos movimientos religiosos. Todo esto indica una intuición espiritual innata y una sabiduría moral típica del alma asiática, que constituye el núcleo en torno al cual se edifica una creciente conciencia de «ser habitante de Asia». Esa conciencia se puede descubrir y afirmar en la complementariedad y en la armonía más bien que en la contraposición o en la oposición. En ese marco de complementariedad y armonía, la Iglesia puede comunicar el Evangelio de un modo que sea fiel tanto a su propia tradición como al alma asiática”.
[2] NAe 2.
[3] AG 6.
[4] Hch 4, 12.
[5] Fil 2, 10-11.
[6] Cf. Mt 5, 17.
[7] Hch 17, 23.
[8] Hch 17, 23.
[9] Mt 2, 1-12.
[10] Discurso a Vigyan Vahaban, New Delhi, 7 de noviembre de 1999.
[11] Fil 4, 8.
[12] N. 38.
[13] PONTIFICIO CONSEJO PARA EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO, Caminar juntos, pp. 128-131.
[14] LG 16.
[15] RH 14.
[16] LG 16; GS 22; AG 15.
[17] JUAN PABLO II, Audiencia general del 9 de septiembre de 1998.
[18] PONTIFICIO CONSEJO PARA EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO, Caminar juntos, pp. 132-137.
[19] N. 55.
[20] N. 56.

San Roberto Bellarmino SJ, la supresión de la Compañía de Jesús y la postmodernidad

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Cardenal Bellarmino SJ

San Roberto Francesco Romolo Bellarmino SJ fue un Arzobispo y Cardenal, que defendió la fe y la doctrina católica durante y después de la Reforma Protestante, por lo que fue llamado el “martillo de los herejes“.
Nació el 4 de octubre del año 1542 en Montepulciano, comuna de la región de la Toscana, en el centro de Italia. Era sobrino del Papa Marcelo II, hermano de su madre. Desde niño se destacó por su gran inteligencia.
Se propuso seguir la vida religiosa, siendo recibido en la Compañía de Jesús (Roma, 1560) y en 1570 fue ordenado sacerdote en Gante, Bélgica.
Estudió en la prestigiosa Universidad Católica de Lovaina. Durante este tiempo se dedicó también a aprender el idioma hebreo y a estudiar a fondo la Sagrada Escritura y los escritos de los Padres de la Iglesia.
Escribió dos catecismos, uno resumido y uno explicado; y numerosas obras de apologética. Estos libros llegaron a ser muy exitosos y populares entre los sacerdotes y catequistas, que se basaban en ellos para encontrar los argumentos necesarios para la enseñanza de la doctrina y para la defensa de la fe católica; dedicándose a evangelizar a las personas de su diócesis.
En 1599, se le encarga la dirección del proceso de la Inquisición a Giordano Bruno, quien tras su negativa a retractarse de sus ideas, pasaría ocho años en prisión y sería quemado vivo en la hoguera. En 1616 dirige también el primer proceso contra Galileo Galilei, donde se censura su teoría heliocéntrica y se le exige presentarla únicamente como hipótesis. El Papa Paulo V le pidió que volviera a Roma, donde se hizo cargo de la Biblioteca Vaticana. Murió en Roma el 17 de diciembre del año 1621.
Beatificado y canonizado por el Papa Pío XI en 1930. Fue declarado Doctor de la Iglesia en 1931.
La supresión de la Compañía de Jesús
Los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII se propusieron acabar con la Compañía de Jesús. El primer país en expulsarlos fue Portugal. El ministro Carvalho, marqués de Pombal, fue su principal adversario; encerró en el calabozo a 180 jesuitas en Lisboa y expulsó al resto.
En 1763, Luis XV de Francia los acusó de malversación de fondos debido a la quiebra del P. Antoine La Valette (más tarde expulsado de la Compañía) en Martinica. El Parlamento de París condenó las Constituciones y el rey decretó la disolución de la orden en sus dominios, y el embargo de sus bienes.
Más tarde, los jesuitas fueron expulsados de los territorios de la corona española a través de la Pragmática Sanción dictada por Carlos III el 2 de abril de 1767 y cuya redacción fue obra del Conde Pedro Rodríguez de Campomanes, regalista Fiscal del Consejo de Castilla. Al mismo tiempo, se decretaba la incautación del valioso patrimonio que la Compañía de Jesús tenía en estos reinos (haciendas, edificios, bibliotecas) para sus obras educativas, lo que supuso un duro golpe para la formación de la juventud en la América Hispana; y sus misiones entre indígenas Tarahumara en México, así como las famosas reducciones guaraníes del Paraguay.
La supresión de los jesuitas fue llevada a cabo en 1773, cuando el Papa Clemente XIV enfrentó fuertes presiones de los reyes de Francia, España, Portugal y de las dos Sicilias quienes, por distintas razones, le exigían la desaparición de la Compañía. El Papa cedió y mediante el breve Dominus ac Redemptor suprimió la Compañía de Jesús.
Los jesuitas se convirtieron al clero secular y los escolares y hermanos coadjutores quedaron libres de sus votos. El Padre General, Lorenzo Ricci, y su Consejo de Asistentes fueron apresados y encerrados en el Castillo Sant’Angelo (Roma) sin juicio alguno.
Sin embargo, en Rusia, Polonia, Prusia e Inglaterra el edicto de supresión no fue observado por los monarcas. Muchos jesuitas de toda Europa aceptaron la oferta de refugio hecha por la zarina Catalina la Grande, quien esperaba continuar así, con el apoyo intelectual de la Compañía, la obra de modernización iniciada por Pedro el Grande.
En 1789 -el mismo año en que la Constitución de Estados Unidos entró en vigor y en el que se inició la Revolución francesa- fue fundada por ex jesuitas la Universidad Católica más antigua de Estados Unidos, la Universidad de Georgetown, en Washington DC; posteriormente la universidad sería integrada a la Compañía. En 1814 el papa Pío VII restableció la Compañía de Jesús.
La postmodernidad
Si bien la acepción más usual de postmodernidad se popularizó a partir de la publicación de La condición posmoderna de Jean-François Lyotard en 1979, varios autores habían empleado el término con anterioridad. Para Vattimo, hemos entrado en la postmodernidad, una especie de ‘babel informativa’, donde la comunicación y los medios adquieren un carácter central. La postmodernidad marca la superación de la modernidad dirigida por las concepciones unívocas de los modelos cerrados, de las grandes verdades, de fundamentos consistentes, de la historia como huella unitaria del acontecer. La postmodernidad abre el camino, según Vattimo, a la tolerancia, a la diversidad. Es el paso del pensamiento fuerte, metafísico, de las cosmovisiones filosóficas bien perfiladas, de las creencias verdaderas, al pensamiento débil, a una modalidad de nihilismo existencial. Para Vattimo, las ideas de la postmodernidad y del pensamiento débil están estrechamente relacionadas con el desarrollo del escenario multimedia, con la toma de posición mediática en el nuevo esquema de valores y relaciones.
Características histórico-sociales
1.En contraposición con la modernidad, la postmodernidad es la época del desencanto. Se renuncia a las utopías y a la idea de progreso.
2.Se produce un cambio en el orden económico capitalista, pasando de una economía de producción hacia una economía del consumo.
3.Desaparecen las grandes figuras carismáticas, y surgen infinidad de pequeños ídolos que duran hasta que surge algo más novedoso y atrayente.
4.La revalorización de la naturaleza y la defensa del medio ambiente, se mezcla con la compulsión al consumo.
5.Los medios de masas y el marketing se convierten en centros de poder.
6.Deja de importar el contenido del mensaje, para revalorizar la forma en que es transmitido y el grado de convicción que pueda producir.
7.Desaparece la ideología como forma de elección de los líderes siendo reemplazada por la imagen.
8.Los medios de masas se convierten en transmisoras de la verdad, lo que se expresa en el hecho de que lo que no aparece por un medio de comunicación masiva, simplemente no existe para la sociedad.
9.Aleja al receptor de la información recibida quitándole realidad y relevancia, convirtiéndola en mero entretenimiento.
10.Se pierde la intimidad y la vida de los demás se convierte en un show.
11.Desacralización de la política.
12.Desmitificación de los líderes.
Características socio-psicológicas
1.Los individuos sólo quieren vivir el presente; futuro y pasado pierden importancia.
2.Hay una búsqueda de lo inmediato.
3.Proceso de pérdida de la personalidad individual.
4.La única revolución que el individuo está dispuesto a llevar a cabo es la interior.
5.Se rinde culto al cuerpo y la liberación personal.
6.Se vuelve a lo místico como justificación de sucesos.
7.Pérdidas de fe en la razón y la ciencia, pero en contrapartida se rinde culto a la tecnología.
8.El hombre basa su existencia en el relativismo y la pluralidad de opciones, al igual que el subjetivismo impregna la mirada de la realidad.
9.Pérdida de fe en el poder público.
10.Despreocupación ante la injusticia.
11.Desaparición de idealismos.
12.Pérdida de la ambición personal de auto superación.
13.Desaparición de la valoración del esfuerzo.
14.Existen divulgaciones diversas sobre la Iglesia y la creencia de un Dios.
15.Aparecen grandes cambios en torno a las diversas religiones.
16.Desaparece la literatura fantástica.
17.La gente se acerca cada vez más a la inspiración ‘vía satelital’.
18.Las personas aprenden a compartir la diversión vía internet.
Los principales opositores a los planteamientos de la postmodernidad han sido los miembros de la teoría crítica, que si bien reconocen los fallos de la modernidad y su centro ilustrado, consideran valiosos e irrenunciables los valores democráticos de igualdad y ciudadanía.
Fuente: Wikipedia.