Por Dante Bobadilla- El Pollo Farsante.
El yihadista que detona un explosivo en un centro comercial cree que sirve a Dios castigando a los infieles, es un soldado de Dios que purifica el mundo y hace prevalecer su voluntad. No es muy distinto de los revolucionarios de izquierda, que pretenden liquidar a los ‘opresores del pueblo’ y ‘liberarlo’.
A raíz de las delirantes declaraciones de Héctor Béjar sobre el terrorismo en el Perú, atribuyendo el origen de Sendero Luminoso a la CIA y culpando a la Marina de Guerra de ser los pioneros en el uso del terror, se ha abierto un debate en torno al tema. Como ya es costumbre, la izquierda inició un operativo en las redes para engañar a los infantes y lavarse las manos. Pero la izquierda no tiene las manos limpias, y menos la conciencia.
Empecemos por definir el terrorismo. Cualquier acto salvaje, por abominable que sea, no puede ser calificado como terrorismo. En estos tiempos, la izquierda manipula alegremente los conceptos y ya nadie sabe qué son exactamente términos como derechos, genocidio o terrorismo, pues lo aplican a cualquier suceso o acto según les convenga políticamente. La izquierda siempre ha sometido la verdad, la historia y hasta el lenguaje al servicio de su causa.
Terrorismo es una estrategia de lucha política usada con dos fines: someter a una población o desestabilizar a un régimen o sistema político gobernante. Sendero Luminoso lo usó en ambos sentidos. No es pues una acción aislada ni ocasional ni dirigida a cualquier personaje o instalación. El terrorismo es una serie prolongada y sistemática de actos de terror, cometidos por una organización como parte de su estrategia, y están orientados a conseguir objetivos políticos o religiosos.
Su característica principal es que no tienen mayor interés por elegir a sus víctimas. Por lo general, persiguen causar la mayor cantidad de víctimas posibles entre la población. En ocasiones pueden aniquilar personajes muy representativos, pero estos, por lo general, son actos de venganza más que de terror. A los terroristas no les interesa la identidad de sus víctimas sino su cantidad.
De manera que es ridículo decir que la Marina efectuó un acto de terrorismo al volar un buque. Eso, en todo caso, es un acto de sabotaje, no de terrorismo. Incluso el genocidio de los judíos, perpetrado por los nazis, habiendo sido una masacre brutal y masiva, no califica como terrorismo por sus fines, pues buscaban exterminar una raza, no atemorizarlos ni desestabilizar su régimen.
En los tiempos modernos, el terror fue inaugurado como método político por los jacobinos durante la Revolución francesa. A tal punto llegó la perfección del método que inventaron un primoroso artefacto para la decapitación. Fue la industrialización del terror para infundir miedo y derrotar a los adversarios sin más argumentos. La proclama de Robespierre asegurando que el «bien común» estaba por encima de los intereses particulares dio pie a los regímenes totalitarios iluminados.
Marx legalizó el terror y la violencia como métodos políticos válidos para alcanzar los objetivos de la revolución, que eran derrotar al régimen opresor burgués para implantar la soñada dictadura del proletariado. Aseguró que la violencia era la partera de la historia. Es decir, no había otra manera de cambiar las cosas si no era por la violencia. En adelante, sus seguidores se sentirían plenamente autorizados para asesinar en masa por la revolución en busca del ansiado paraíso socialista. Durante el siglo XX, los regímenes comunistas llegaron a ser los mayores asesinos de la historia, siendo la China de Mao la que ostenta el récord de 60 millones de muertos; la mitad de ellos, bajo el terrorismo de Estado, que buscaba someter y purificar la sociedad. Los seguidores de Mao en el Perú siguieron esa escuela de terror y fundaron Sendero Luminoso. A ellos se les sumó otro contingente de izquierda de inspiración cubana: el MRTA. Ambos aplicaron la ideología marxista de la violencia como método de lucha política. El resultado fue más de 60,000 muertos.
Queda claro, pues, que el terrorismo es una forma de violencia política sustentada en una ideología que la legitima. Quienes optan por ella se sienten autorizados por la doctrina. Consideran, al igual que Robespierre, que el fin último del «bien común» -o la búsqueda del paraíso socialista- está por encima de cualquier interés particular. Es decir, el fin justifica los medios. No hay, entonces, terrorismo sin doctrina que la sustente ni objetivos que la justifiquen. Ha sido el marxismo la fuente de inspiración y sustento de grupos o Estados terroristas, que aplicaron el terror como metodología política.
En el Perú nunca existió el terrorismo de Estado, como afirman falazmente connotados miembros de la izquierda filoterrorista caviar, tratando de estirar una vez más los conceptos. Ningún gobierno de los que enfrentó el terrorismo del MRTA y Sendero Luminoso aplicó el terrorismo como método de lucha política. No tiene sentido. Los excesos de los militares, particularmente en los primeros años del terrorismo de izquierdas, aun siendo brutales, no califican como terrorismo de Estado, ya que nunca hubo tal política diseñada desde el Gobierno. Fueron solo hechos aislados.
La aparición de grupos paramilitares que se enfrentan a los grupos terroristas de izquierda es un fenómeno casi natural y recurrente en estos escenarios. Pero estos grupos paramilitares surgen precisamente para actuar al margen de la ley y del Estado. En el Perú, el comando Rodrigo Franco y el grupo Colina fueron creaciones originales de militantes o militares que decidieron asumir la lucha por sus propios medios. Ninguno de ellos aplicó el terrorismo. Sus acciones se dirigieron a la aniquilación selectiva de personas señaladas como integrantes de grupos terroristas.
En general, se admite que fue un error de los gobiernos de los ochenta darles carta blanca a los militares para actuar en la lucha contra el terrorismo de izquierdas, cuando no estaban preparados para tales escenarios. Su estrategia fue finalmente equivocada, costosa e inútil. Pero, aun con toda su brutalidad, este accionar de algunos militares no califica como terrorismo, porque su doctrina de guerra no busca atemorizar ni someter por el terror, sino liquidar al enemigo, sin tomar en cuenta, en muchos casos, los daños colaterales en la población civil. Eso es brutalidad, no terrorismo.
El terrorismo es una metodología de acción política o religiosa que se sustenta en una ideología o credo que justifica la violencia por sus fines supremos. El revolucionario de izquierdas está convencido de que solo con violencia se consiguen los cambios anhelados y, por tanto, sus actos están justificados. Como dijo Fidel Castro: “La historia me absolverá”. El yihadista que detona un explosivo en un centro comercial cree que sirve a Dios castigando a los infieles, es un soldado de Dios que purifica el mundo y hace prevalecer su voluntad. No es muy distinto de los revolucionarios de izquierda, que pretenden liquidar a los «opresores del pueblo» y «liberarlo».
El militar que masacra a una comunidad entera para liquidar subversivos ocultos lo hace cegado por el miedo o la ira, pero sabe que está cometiendo un delito y que, eventualmente, será castigado -aunque, como cualquier delincuente, confía en que se saldrá con la suya-. En cambio, el terrorista, sea el yihadista o el revolucionario de izquierdas, confía en que será inmortalizado, ya en el paraíso donde Dios le reservará un espacio con sus respectivas vírgenes para el gozo eterno o en la memoria del pueblo como un héroe, al estilo del Che o Edith Lagos. Unos sirven a Dios, otros al «pueblo». Esta clase de acciones se originan claramente en desórdenes mentales.
El Estado terrorista fue una creación del comunismo, llegó a su máximo esplendor con Stalin y Mao, los mayores genocidas de la humanidad. Corea del Norte es hasta hoy un Estado terrorista. El terror es el método para someter al pueblo y los opositores, y para lograr los cambios sociales. En cambio, los Estados que se vieron obligados a repeler la subversión con violencia no caben en esta definición. Defender el Estado de derecho y resguardad la seguridad ciudadana y el patrimonio de la nación es obligación del Estado. Para eso goza del monopolio de la violencia. Los excesos fuera de la ley son castigados por el propio Estado o por la justicia internacional. No así a los grupos terroristas.
En conclusión, para emplear la categoría de «terrorismo» se requiere distinguir un sustrato ideológico detrás de las acciones, además de un accionar sistemático en busca de fines políticos y sociales a cargo de una organización. Desde luego que existe la posibilidad de actos de terrorismo aislado, perpetrados por gente desquiciada, como el atentado de Oklahoma o el de la maratón de Boston. Pero acá nos referimos al terrorismo institucionalizado por grupos políticos o Estados.
No se puede, pues, ir por allí acusando de terrorista a cualquier régimen, institución o gobierno, solo para equiparar ciertas acciones aisladas con los de verdaderos grupos y Estados terroristas, propios de la izquierda y de su ideología marxista, que no solo justifica la violencia, sino que se sustenta en ella para lograr sus objetivos.
El discurso de izquierda, tratando de atribuirle el estatus de terrorismo al accionar del Estado y llamar guerra interna a lo ocurrido en el Perú durante la época del terror de izquierdas, sugiere que hubo una especie de guerra civil, lo cual es absolutamente falaz. Lo que se pretende es normalizar el terrorismo, atribuyéndoselo a una época y circunstancia históricas, como si se tratara de una especie de pandemia que afectó a todos por igual. No, señores. No fue así.
La izquierda ha tratado en todos estos años de lavarse las manos manchadas de sangre y esconder su ideología del terror. Bastaría hacer el recorrido histórico desde la revolución cubana para ver con claridad la evolución de la violencia izquierdista en toda Latinoamérica. La guerra popular, la lucha armada, la derrota del imperialismo yanqui y otras metas «revolucionarias» fueron la prédica de la izquierda durante dos décadas.
El terrorismo de las izquierdas que sufrieron los peruanos durante los ochenta fue producto de esta cruzada demencial contra sus fantasmas ideológicos, mediante el uso de la llamada «violencia revolucionaria», justificada por la doctrina marxista. Nadie más que ellos son los responsables.
Involucrado en el asesinato del hermano de arzobispo limeño
Por WALTER SÁNCHEZ SILVA– ACI Prensa.
El 4 de agosto el programa Beto a Saber del canal Willax Televisión difundió un reportaje en el que se acusa al ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Héctor Béjar Rivera, de estar involucrado en el asesinato del ingeniero Ismael Castillo Mattasoglio, hermano mayor del actual Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo Mattasoglio.
“He quedado muy afectado cuando mataron a mi tío. Él (Ismael Castillo) siempre nos habló de quién era Béjar sobre todo, porque Béjar, el Canciller, pues este es un maldito guerrillero, asesino”, denuncia en el reportaje Dino Castillo Martin, sobrino de Ismael Castillo.
El asesinato del ingeniero Castillo, que era administrador de la hacienda Kiatari, ocurrió en la mañana del 9 de agosto de 1965, cuando un grupo de guerrilleros emboscó a policías en Satipo, en la ceja de selva del departamento de Junín.
Tras su muerte, Ismael Castillo fue reconocido como “héroe civil” por su lucha “contra el totalitarismo” y en su honor ahora una calle del distrito de Lince, en Lima, lleva su nombre.
Dino Castillo afirma también que a su tío “lo acribillaron en Satipo y le metieron 36 balazos este equipo ¿no? Miserable. Incluso hay recortes de periódicos donde afirman que quien dirigía esto era un cubano. Los que mataron a mi tío no fueron los del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), fueron grupos de guerrilleros de esa época. Ahí estaba Hugo Blanco, estaba Béjar”.
El reportaje de la periodista Claudia Toro identifica a Béjar, mencionado por Dino Castillo, como el actual canciller del gobierno de Pedro Castillo Terrones.
En su cuenta de Twitter, Dino Castillo compartió algunos recortes de periódicos de 1965 y escribió: “#HéctorBéjar y sus guerrilleros mataron a Ismael Castillo Mattasoglio hermano de mi padre y del cardenal Carlos Castillo en Satipo el 09 de agosto de 1965…Basura #PedroCastillo”.
El actual presidente del Perú es Pedro Castillo Terrones del partido marxista leninista Perú Libre. Además de haber nombrado a Béjar como canciller, también ha designado presidente del Consejo de Ministros a Guido Bellido, acusado de apología al terrorismo. Estos y otros nombramientos han suscitado el rechazo de un amplio sector de la población.
El reportaje de Willax Televisión también menciona el ataque ocurrido el 25 de septiembre en 1965 en la hacienda Chapi en el departamento andino de Ayacucho, en el que fueron asesinados el mayor del ejército Gonzalo Carrillo Rocha y su sobrino Miguel Carillo Cazorla.
Algunas versiones señalan que el ataque fue perpetrado por la guerrilla “Javier Heraud”, otros refieren que fue la guerrilla Ejército de Liberación Nacional, y habría sido liderado por Héctor Béjar.
En el reportaje de Willax Televisión se muestra también a Béjar evitando responder a la pregunta sobre si Cuba o Venezuela son una dictadura.
Héctor Béjar Rivera tiene 85 años, es doctor en Ciencias Sociales y abogado. En 1962 recibió instrucción guerrillera en Cuba donde conoció al Che Guevara.
Según informa el diario Gestión, Béjar fue parte del ELN junto al poeta y guerrillero Javier Heraud. En 1964 organizó la guerrilla “Javier Heraud” en Bolivia bajo el alias de Calixto.
CALIXTO
Luego volvió a La Habana donde preparó la estrategia del Ejército de Liberación Nacional para el Perú. En 1965 dirigió esta guerrilla en Ayacucho. Fue detenido y apresado por sedición en 1966.
Colaboró en la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado apoyando el Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (SINAMOS), en respaldo a la reforma agraria.
El diario Perú 21 afirma que Béjar es “admirador de Fidel Castro”, el dictador cubano que falleció en 2016 tras 50 años al mando de la isla.
Perú 21 también recuerda una entrevista de Béjar en 2018, concedida a la Revista del Instituto de Defensa Legal (Ideele), en la que señaló que “tendría que haber un cambio real, y en ese ambiente sí se podría pensar en las amnistías para militares, senderistas, emerretistas, incluido (Abimael) Guzmán, pero para eso tendría que darse una revolución de nuevo estilo, una revolución cívica, moral”.
Abimael Guzmán Reynoso es el líder histórico del grupo terrorista Sendero Luminoso y purga cadena perpetua por terrorismo desde mediados de la década de 1990.
Sendero Luminoso, de tendencia marxista, leninista y maoísta, es calificado como uno de los más sanguinarios grupos terroristas. Apareció en 1980 y causó decenas de miles de muertes en todo el país.