Evangelio según San Mateo 2,1-12.
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo“.
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
“En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel“.
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: “Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje“.
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Homilía del Padre Paul Voisin CR de la Congregación de la Resurrección:
Mientras reflexionaba sobre las lecturas de este Domingo, fiesta de la Epifanía, me venía a la mente un dicho: “Lo que encuentres dependerá de lo que busques“. Como siempre me gusta empezar con una historia que me hable del mensaje básico que creo que el Señor me está llevando a explorar y compartir, empecé a pensar en buscar y encontrar. Me vino a la mente un ejemplo. En Julio de 2013 pasé tres días en Venecia, Italia. Era mi tercera vez en Venecia, y he aprendido a encontrar mi camino dentro y fuera de las islas, sus aspectos más destacados, y -debo confesar- sus tiendas. Me he quedado prendada del cristal de Murano, no tanto para mí como para regalar a mi familia y amigos. Cuando iba de compras, sabía exactamente lo que quería y dónde encontrarlo. No pasé mucho tiempo buscando cosas que no estaban en mi mente ni en mi lista. Sabía lo que quería e iba a por ello. Debo decir que subí al tren con destino a Roma como un hombre feliz, tras haber encontrado lo que buscaba.
Pensé en “lo que encuentres dependerá de lo que busques” cuando leí por primera vez el evangelio de este domingo (Mateo 2, 1-12). ¿Qué buscaban los Magos? Se cree que eran astrólogos, de ahí su interés y lectura de las estrellas. Los Magos buscaban a este Rey de los judíos nacido en el tiempo. Lo buscaban con fines nobles, no para administrarlo o comercializarlo, sino para verlo y conocerlo. Iba a ser un gran personaje, según sus estudios y creencias, y querían conocer a este “Rey de los judíos recién nacido“. Trajeron tres regalos significativos para simbolizar la vida que creían que llevaría este niño: oro para representar su majestad y gloria, incienso que hablaba de la acción misteriosa de Dios, y mirra que presagiaba su muerte. Sabían lo que buscaban, y la estrella les llevó milagrosamente a encontrar lo que buscaban.
Lo misterioso que me llamó la atención al reflexionar sobre las lecturas fue que los Magos no sabían qué forma tendría esta manifestación de lo que buscaban. Por eso, buscando al Rey de los judíos, se dirigieron al Rey de Palestina, Herodes, pensando tal vez que ese niño estaría en un palacio real y sería de familia real. Sin embargo, lo encontraron en una sencilla vivienda de Belén, con María y José, un carpintero y su mujer.
En nuestra Primera Lectura del Libro del Profeta Isaías (60:1-6) Dios revela que “Tu luz ha llegado“. Las tinieblas ya no cubrirían la tierra, sino que el “Señor brilla”. Él vino a iluminar a los pueblos y a las naciones. Los que tengan fe en las promesas de Dios vendrán a él y “quedarán radiantes ante lo que vean”. Sus corazones palpitarán y rebosarán”. Traerán oro e incienso. Jesús la luz, revelado por la estrella brillante, ha venido al mundo y ha cumplido esta profecía. Si buscamos la verdad, si buscamos la revelación y si buscamos la voluntad de Dios, esto es lo que encontraremos: la fuente de la verdad y de la revelación, el cumplimiento de la voluntad de Dios en la persona de Jesucristo, nacido en el pesebre de Belén.
En nuestra Segunda Lectura de la Carta de San Pablo a los Efesios (3,2-3a.5-6), San Pablo nos asegura que Dios se revelará y nosotros recibiremos su gracia. Durante siglos, los hombres de fe esperaron esta manifestación de Dios y aquí estaba en la persona de Jesucristo proclamado por Pablo a los paganos de Éfeso. San Pablo empieza ya a hablar de la universalidad de la venida de Cristo, no sólo para el pueblo elegido -los judíos- sino para los Gentiles, para ser “coherederos, miembros del mismo cuerpo y copartícipes de la promesa de Cristo Jesús“. Todos han de ser salvados por este Señor y Salvador, Jesucristo.
Vuelvo a mi reflexión sobre las palabras “Lo que encontremos dependerá de lo que busquemos”. ¿Qué buscamos? ¿Cuál es la “estrella” que seguimos?
Aquí, de forma simplista, podemos ver surgir dos estrellas, ambas pueden atraernos. Una es una estrella que nos lleva a buscar poder, placer y posesiones. Esta es realmente una estrella “terrenal” porque nos lleva a centrarnos en las cosas de la tierra, las cosas de este mundo. No son males, pero no nos llevan a la plenitud de vida que Dios nos dice que nos espera. Si buscamos esa estrella podemos encontrar éxito, felicidad y logros, pero ¿a qué precio y por cuánto tiempo? Esa estrella puede caer a tierra rápidamente. Tal vez podamos identificar momentos en nuestras propias vidas, o personas que conocemos que sólo han buscado esa estrella “terrenal” y lo que encontraron, como resultado de seguir esa estrella, no era lo que realmente querían en la vida, y fuera de la vida.
La otra estrella es una estrella “celestial” centrada en los valores evangélicos y en la voluntad de Dios. Esta estrella se centra en los valores y virtudes del reino de Dios. Si buscamos esa estrella encontramos esa cercanía a Dios que viene de caminar con fe y servir a Dios. Esto conduce a relaciones que dan vida y tienen valor eterno. Esa estrella nunca se apagará. Quizás también podamos identificar momentos en nuestras vidas, o personas que conocemos, que han buscado esa estrella “celestial” y lo que encontraron, como resultado de seguir esa estrella, fue una fuente de gran paz y alegría, y -muy a menudo- sorpresas (gracias y bendiciones) que el Señor tiene reservadas para los que le buscan.
Al celebrar hoy la Epifanía, no sólo recordamos a los Magos y su seguimiento de la estrella, sino nuestro seguimiento de una estrella, aquí y ahora. Del mismo modo que la estrella de los Magos les condujo a Jesús, el Señor, si nosotros buscamos una estrella “celestial”, ésta nos conducirá a Jesús. Si creemos que “Lo que encontremos dependerá de lo que busquemos”, buscaremos a Jesús y os aseguro que por la gracia de Dios lo encontraremos y compartiremos su vida, y la compartiremos con los demás.