Evangelio según San Lucas 2,16-21.
Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.
Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.
Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:
Hay una famosa escultura de Auguste Rodin llamada ‘El Pensador‘. Estoy seguro de que todos hemos visto fotos de ella. El hombre está sentado con la cabeza descansando en su mano, profundamente en su pensamiento. No tenemos ni idea de lo que estaba pensando. Estoy seguro de que todos hemos tenido momentos en los que nos sentamos y pensamos cuando estábamos profundos en pensamientos, casi alejados de nuestro entorno. Incluso podemos mirar mientras nos sentamos inmersos en el pensamiento.
Pensé en esta escultura cuando leí en el evangelio (Lucas 2:16-21) que “María guardaba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón”. La lectura nos dice que los pastores vinieron a María, José y el niño Jesús en Belén y le dijeron a María y José sobre la aparición del ángel y lo que el ángel les había dicho. Así como los pastores quedaron asombrados, también María y José, al oír de esta gloriosa manifestación del nacimiento del Mesías. Cuando se fueron, puedo imaginar que María estaba profundamente pensada, reflexionando sobre todo lo que le había sucedido desde la visita del ángel Gabriel. ¿Qué sería de este niño? ¿Cómo manifestaría Dios su divina voluntad a través de su hijo? ¿Cómo sería recibido por la gente? ¿Completaría su misión? Como cualquier madre preguntaría: ¿estaría feliz, sano y seguro?
Mary, sin embargo, era algo más que solo una pensadora. Ella era una hacedora. Ella fue una participante activa en el desarrollo del plan de Dios. Mientras que algunas personas podrían permanecer en el modo de pensar y reflexionar, Mary estaba conmovida por la gracia para actuar.
Recuerdo que cuando eramos niños en la escuela teníamos un cuaderno de idiomas que se llamaba ‘Pensar y hacer’. Hubo una lectura, preguntas para la reflexión, y luego preguntas para responder. Uno se suponía lógicamente que ‘pensar’ y luego ‘hacer. “Hacer” sin pensar podría tener efectos desastrosos, encontrarse perdido y “fuera de marca” en relación a la información solicitada.
María nos muestra cómo el “reflejo en su corazón”, su pensamiento, la llevó a hacer. Parece que cada vez que nos encontramos con la Santísima Virgen en las Sagradas Escrituras la encontramos frente a un desconocido, otro misterio. Su “sí” al ángel Gabriel requirió una serie de “sí a la voluntad del Padre. Debido a su reflejo, ella fue capaz de confiar en Dios y caminar en fe en relación a cada una de las veces que nos encontramos con ella en los evangelios:
la visita del ángel Gabriel;
la aceptación de su condición por José, prometida en matrimonio, después el ángel vino a él en un sueño para revelar a José que este niño fue concebido por el Espíritu Santo;
la sorpresa cuando su prima, Isabel, inspirada por el Espíritu Santo, reconoció que María tenía dentro de su vientre al Mesías;
la visita de los pastores, en el evangelio de esta noche/hoy, confirmando la circunstancia milagrosa del nacimiento de Jesús;
la visita de los Reyes Magos -en una semana en la fiesta de la Epifanía- trayendo dones, y diciendo a María y José que habían sido guiados por una estrella que proclamaba que él era el Rey de los Judios;
la reacción del profeta, Simeón, y la profetisa, Ana, cuando trajeron al niño Jesús al templo para cumplir el rito de dedicación prescrito en la ley de Moisés;
el vuelo a Egipto, de nuevo a través de la intervención de un ángel en el sueño de José;
el hallazgo del niño Jesús en el templo de Jerusalén, después de haber se quedó atrás después de la Pascua;
el primer milagro en la fiesta de bodas en Cana;
y finalmente, al pie de la cruz del Calvario.
Una y otra vez, María tuvo que dar su “sí” a la misteriosa voluntad del Padre. Su “reflexión” sobre la continua fidelidad de Dios le permitió expresar su “sí” con la seguridad de que una vez más Dios la ayudaría a “hacer” – hacer su voluntad.
Hoy nos piden ‘pensar’ y ‘hacer’. Reflexionar, pensar y proponer no es suficiente. Debemos ser gente de acción. Cada uno de nosotros –al final de nuestra vida– tendrá que dar cuenta de lo que hemos hecho. Esperemos que nuestro ‘pensar’ y “reflexionar en nuestro corazón” nos lleve a cooperar con la gracia de Dios y ‘hacer’ en unión con Dios.
Hoy comenzamos un nuevo año. Se nos pide que sigamos el ejemplo de María en este nuevo año y enfrentemos cada misterio y cada desconocido con fe, haciendo eco del ‘sí’ de María. ¿Qué traerá este año? No tenemos ni idea. ¿Será éxito? ¿Fracaso? ¿Nuevas oportunidades? ¿Pérdidas? ¿Salud? ¿Enfermedad? ¿La pandemia en curso?
Oremos para que este ejemplo de María sea un ejemplo para nosotros, recordándonos constantemente “reflexionar” en NUESTROS corazones la bendición y bondad de Dios, permitiéndonos dar nuestro “sí” una vez más. Entonces Dios puede hacer grandes cosas en y a través de nosotros, y hacer del año 2023 uno de gracia y bendición, uno de vida renovada en Cristo y en su Iglesia.
Adiós a Benedicto XVI, humilde trabajador de la viña del Señor
El Papa emérito, de 95 años, falleció en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano.
En sus casi ocho años de papado, Benedicto XVI visitó 24 países en cuatro continentes. Publicó tres encíclicas. La primera en 2006, “Deus Caritast Est”, que comienza con “Dios es amor, quien está en el amor habita en Dios y Dios habita en él”. El Pontífice sorprendió con este mensaje luego de que muchos vaticinaran que esta primera encíclica sería una lección severa sobre la doctrina cristiana, especulación más acorde a la imagen que de él crearon sus detractores que a la realidad de su sacerdocio.
“Salvados en la esperanza”, fue su segunda Encíclica, un texto en el que Benedicto XVI suscita un ansia de eternidad. “No es un continuo sucederse de días del calendario sino el momento gratísimo de sumergirse en el cocénao del amor infinito”. La tercera, “Caridad en la verdad”, se vale de la coyuntura económica para indicar que “la fuerza más podersosa al servicio del desarrollo es el humanismo cristiano”.
En materia de diálogo interreligioso, dio continuidad al vínculo con los protestantes y, en su viaje a Alemania en 2005, fue el primer Papa en visitar una sinagoga en ese país. Del mismo modo, en su viaje a Turquía, visitó la mezquita Sultán Ahmed. En el año 2008, modificó la liturgia de Semana Santa eliminando la mención a los judíos. También visitó el campo de exterminio de Auschwitz.
Abandonó el título de “Patriarca de Occidente”, que representaba un obstáculo para el diálogo con las iglesias cristianas ortodoxas; y se reunió con el metropolitano Kiril, iniciando un camino que sería continuado por Francisco.
Llamó a los países del G-8 a cancelar la deuda externa de los países más pobres, siguiendo una política ya inaugurada por Juan Pablo II. Fue el primer pontífice en referirse a América Latina como “el continente de la esperanza”, en contraste con la Europa envejecida, por el dinamismo de su fe y su fuerza evangelizadora.
Otro legado fundamental de Ratzinger es el intelectual, ya que fue un eminente teólogo, de lo que dejó constancia en varios libros. Entre ellos, ocupan un lugar destacado su Introducción al Cristianismo, recopilación de lecciones universitarias publicadas en 1968 sobre la profesión de fe apostólica; y Dogma y revelación (1973), antología de ensayos, predicaciones y reflexiones, dedicadas a lo pastoral.
De 1946 a 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela Superior de Filosofía y Teología de Freising y en la Universidad de Munich. Se ordenó sacerdote el 29 de junio de 1951.
Un año después, inició su actividad de profesor en la Escuela Superior de Freising. En el año 1953 se doctoró en Teología con la tesis: “Pueblo y casa de Dios en la doctrina de la Iglesia de San Agustín”. Cuatro años más tarde, bajo la dirección del conocido profesor de teología fundamental Gottlieb Söhngen, obtuvo la habilitación para la enseñanza con una disertación sobre: “La teología de la historia de San Buenaventura”.
Tras ejercer el cargo de profesor de Teología Dogmática y Fundamental en Freising, siguió su actividad de enseñanza en Bonn, de 1959 a 1963; en Münster, de 1963 a 1966; y en Tubinga, de 1966 a 1969. En este último año pasó a ser catedrático de Dogmática e Historia del dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó también el cargo de vicepresidente de la Universidad.
De 1962 a 1965 realizó una notable contribución al Concilio Vaticano II como “experto”; acudió en calidad de consultor teológico del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia.
Su intensa actividad académica lo llevó a desempeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y en la Comisión Teológica Internacional. En 1972, juntamente con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros grandes teólogos de la época, creó la revista de teología “Communio”.
El 25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising. El 28 de mayo del mismo año recibió la consagración episcopal. Fue el primer sacerdote diocesano, después de 80 años, que asumió el gobierno pastoral de la gran arquidiócesis bávara. Escogió como lema episcopal: “Colaborador de la verdad”. Él mismo explicó el porqué: “Por un lado, me parecía que esa era la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. A pesar de los diferentes modos, lo que estaba en juego y seguía estándolo era seguir la verdad, estar a su servicio. Y, por otro, escogí ese lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad se omite casi totalmente, pues parece algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, todo se desmorona si falta la verdad”.
Pablo VI lo hizo cardenal en el consistorio del 27 de junio de ese mismo año 77.
En 1978 participó en el Cónclave, celebrado del 25 al 26 de agosto, que eligió a Juan Pablo I, quien lo nombró enviado especial suyo al III Congreso Mariológico Internacional, celebrado en Guayaquil (Ecuador), del 16 al 24 de septiembre. En el mes de octubre de ese mismo año, luego de la muerte prematura y repentina de Juan Pablo I, participó también en el Cónclave que eligió a Juan Pablo II. Actuó de relator en la V Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, celebrada en 1980, sobre el tema: “Misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo”, y fue presidente delegado de la VI Asamblea general ordinaria, celebrada en 1983, sobre “La reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia”.
Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional el 25 de noviembre de 1981. El 15 de febrero de 1982 renunció al gobierno pastoral de la arquidiócesis de Munich y Freising. Se iniciaba así un largo período de estrecha colaboración con el papa polaco, Karol Wojtyla, que sólo acabaría con la muerte de éste, a quien Ratzinger sucedió como Papa.
Fue presidente de la comisión para la preparación del Catecismo de la Iglesia católica, que, después de seis años de trabajo (1986-1992), pudo presentar al Sumo Pontífice un nuevo Catecismo.
El 6 de noviembre de 1998, Juan Pablo II aprobó la elección de Ratzinger como vicedecano del Colegio cardenalicio, y el 30 de noviembre de 2002, cuatro años despues, aprobó su elección como decano.
Desde el 13 de noviembre de 2000, Jospeh Ratzinger fue Académico honorario de la Academia Pontificia de Ciencias.
En la Curia romana, fue miembro del Consejo de la Secretaría de Estado para las Relaciones con los Estados; de las Congregaciones para las Iglesias orientales, para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, para los obispos, para la evangelización de los pueblos, para la educación católica, para el clero y para las causas de los santos; de los Consejos pontificios para la promoción de la unidad de los cristianos y para la cultura; del Tribunal supremo de la Signatura apostólica; y de las Comisiones pontificias para América Latina, “Ecclesia Dei”, para la interpretación auténtica del Código de derecho canónico y para la revisión del Código de derecho canónico oriental.
Pero la función con la cual más identificado quedó de cara al mundo fue la de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para la cual lo nombró Juan Pablo II el 25 de noviembre de 1981.
Obtuvo gran resonancia el discurso que pronunció ante la Academia Católica bávara sobre el tema “¿Por qué sigo aún en la Iglesia?”, en el que, con su habitual precisión, afirmó: “Sólo en la Iglesia es posible ser cristiano y no al lado de la Iglesia”.
Ha recibido numerosos doctorados “honoris causa” por el College of St. Thomas in St. Paul (Minnesota, Estados Unidos), en 1984; por la Universidad Católica de Eichstätt, en 1985; por la Universidad Católica de Lima, en 1986; por la Universidad Católica de Lublin, en 1988; por la Universidad de Navarra (Pamplona, España), en 1998; por la Libre Universidad María Santísima Asunta (LUMSA) Roma, en 1999; por la Facultad de Teología de la Universidad de Wroclaw (Polonia) en 2000.
El viernes 8 de abril de 2005, el Cardenal Ratzinger presidió la Santa Misa en la Plaza de San Pedro para el funeral del Papa Juan Pablo II. Días después se escucharía en esa misma plaza la frase más esperada: “Habemus Papam” (‘¡Tenemos Papa!’) . El elegido número 265 era el propio Ratzinger, el nuevo Pontífice de la Iglesia Católica Romana, y esa noche eligió por el nombre de Benedicto XVI.
El 28 de octubre de 2007 aprobó la mayor beatificación que ha tenido lugar en la historia de la Iglesia: 498 personas, en su mayoría de nacionalidad española, entre ellos 47 hermanos maristas. Y el 1° de mayo de 2011, beatificó a su antecesor, Juan Pablo II -luego canonizado bajo el pontificado de Fancisco-, en una multitudinaria ceremonia que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Desde la Edad Media, ningún Papa había beatificado a su antecesor.
Además, impulso un cambio en las reglas para la elección papal. En 2007 convirtió en absoluto el requisito de mayoría calificada, de dos tercios de los cardenales electores, derogando el paso a mayoría absoluta (la mitad más uno) a partir del trigésimo tercer escrutinio. Desde entonces, sólo pueden ser “papables” los candidatos de muy amplio consenso.
Uno de los hitos de su papado, y uno de los acontecimientos más importantes dentro de la Iglesia, se dio cuando el Vaticano reconoció que 4,000 casos de abusos sexuales a menores por parte de clérigos habían llegado a la Congregación para la Doctrina de la Fe en los últimos diez años.
Durante sus ocho años al frente de la Iglesia, enfrentó el Vatileaks, el escándalo sobre la divulgación de la correspondencia privada de Ratzinger en 2010.
En 2013, Benedicto XVI sorprendió al mundo y a la Iglesia Católica al anunciar su renuncia, algo que no ocurría desde Celestino V en 1294.
Tras su paso al costado, aseguró que viviría “apartado del mundo” y, de hecho, en muy pocas ocasiones ha roto su silencio, pero sí se han conocido dos libros-entrevista en los que detallaba ampliamente su decisión.
En Ultime conversazioní (Últimas conversaciones), escrito por el periodista alemán y biógrafo del papa emérito, Peter Sewald, el papa emérito reflexiona sobre su pontificado, sobre cómo va aceptando la muerte, sobre el papa Francisco, o el contexto en el que presentó su renuncia como sucesor de Pedro. “El texto de la renuncia lo escribí yo. No puedo decir con precisión cuándo, pero como máximo dos semanas antes. Lo escribí en latín porque una cosa tan importante se hace en latín”, dijo.
Su decisión fue serena y meditada, libre de presiones y fruto de un “estado de ánimo pacífico” que le permitió “pasar tranquilamente el timón” a su sucesor. “No se trató de una retirada bajo presión de los acontecimientos o de una huida por la incapacidad de hacerlos frente”, sostuvo. Tampoco consecuencia de una desilusión o a algún tipo de coacción: “No lo habría permitido”, ni “hubiera renunciado” al pontificado si hubiera estado “bajo presión”, insistió.
En otro de los capítulos, recordó sus años al frente de la Iglesia Católica e hizo autocrítica al admitir que una de sus debilidades fue “la poca determinación” que tuvo en algunas ocasiones a la hora de “gobernar y tomar decisiones”. “Hubo momentos difíciles, basta pensar, por ejemplo, en el escándalo de la pederastia, el caso Williamson o incluso el escándalo del Vatileaks”.
La convivencia inusual entre el 265º papa emérito y el 266º, el argentino Francisco, transcurrió sin problemas. Benedicto XVI defendió a Jorge Bergoglio de la acusación de que no tenía formación teológica, algo que negó rotundamente. Ambos pontífices se han reunido en varias ocasiones, para conversar y rezar juntos, y Francisco se ha referido muchas veces a su predecesor con cariño y respeto.
Fuentes: Vatican News, Infobae, ANSA, EFE y AFP.