Juan Luis Cipriani: una vida dedicada a la fe y a la patria
El 28 de diciembre Juan Luis Cipriani, cardenal y arzobispo de Lima, cumplió 75 años de edad y -tal como lo ordenan las normas de la iglesia- puso su cargo a disposición del papa Francisco, quien finalmente decidirá si continúa. Pero más allá de la decisión del Papa, que hasta el momento no es conocida, la ocasión es sumamente propicia para recordar la vida y trayectoria de Juan Luis Cipriani, el gran pastor de la Iglesia católica peruana que con su valioso trabajo y su valentía ha dejado una profunda huella no solo en el ámbito religioso (ha contribuido decididamente al renacimiento de la fe y la vocación religiosa en nuestro país), sino también en la historia peruana de las últimas décadas. Sin duda, se trata de una de las más destacadas e influyentes personalidades del Perú actual.
Juan Luis Cipriani Thorne nació en Lima, el 28 de diciembre de 1943, en el seno de una familia muy religiosa y con importantes ancestros italianos y peruanos, entre los que se encuentra el prócer Hipólito Unanue. Pero su primera vocación no fue la religiosa, sino la Ingeniería Industrial, que estudió en la Universidad Nacional de Ingeniería, combinando esos estudios con la práctica del básquet. Incluso llegó a integrar la selección peruana de este deporte, y hasta a ganar algún torneo internacional con esa selección (en 1969). Pero a inicios de la década del setenta dejó todo eso de lado para viajar a Europa, a estudiar en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Italia) y en la Universidad de Navarra (España), en las que obtuvo el título de Doctor en Teología. Fue ordenado sacerdote en la Basílica de San Miguel de Madrid, (España), el 21 de agosto de 1977.
Hay varios hitos importantes en la vida del Cardenal Cipriani. El primero, sin lugar a dudas es su labor como obispo de Ayacucho en los años más difíciles para esa ciudad, cuando era asolada por la violencia terrorista de Sendero Luminoso. “He predicado incansablemente que la violencia no constituye jamás una respuesta justa” ha dicho recientemente Cipriani, recordando esa dura experiencia. Y aunque la izquierda marxista (aquella que no supo deslindar a tiempo de la violencia senderista) ha cuestionado la labor de Cipriani en Ayacucho, lo cierto es que muchos jóvenes ayacuchanos se salvaron, gracias a él, de ser reclutados por Sendero. Como ha recordado recientemente Alfredo Gildemeister: “en las noches, durante los toques de queda en Ayacucho, (Cipriani) salía a hurtadillas por las calles oscuras a traerlos para esconderlos en su casa, a fin de salvarlos de los terribles reclutamientos de Sendero. Suerte que no lo vieran los senderistas o los soldados que patrullaban por allí”.
En mayo del año pasado, el Congreso de la República condecoró al cardenal Juan Luis Cipriani con la Medalla de Honor en el Grado de Gran Cruz (el grado más alto) como reconocimiento por su “destacada vida pastoral y labor evangelizadora, trayectoria como primado de la Iglesia Católica del Perú y por su compromiso con la paz en nuestro país”. En esa ocasión el embajador Alfonso Rivero destacó la labor pastoral del Cardenal, así como su aporte a la difusión de los más importantes valores (la paz, la familia, la solidaridad, la defensa de la vida) del catolicismo: “Lo he visto poner todo su peso e influencia para que las últimas cinco ediciones de la Marcha por la Vida sean el éxito que todos conocemos y para que el testimonio masivo del pueblo de Lima en defensa de la vida se haga patente realidad”. También señaló su preocupación por las vocaciones religiosas: “El Cardenal ha mudado su despacho al Seminario Santo Toribio y sigue la formación de los jóvenes que serán el futuro de la Iglesia. Para todos siempre tiene una palabra amable y generosa, y comparte las inquietudes de estos aspirantes al sacerdocio”.
A lo largo de su larga trayectoria, el cardenal Cipriani ha recibido numerosos reconocimientos y distinciones, como la Orden del Sol del Perú, en el grado de Gran Cruz (el más alto), que le fue otorgada en el 2009. En el año 2005, ante la muerte del papa Juan Pablo II, nuestro cardenal acudió a Roma y tuvo una relevante participación en el cónclave para la elección del sucesor del pontífice. Incluso estuvo entre los candidatos finales, ya que la Iglesia católica quería reconocer la importancia que para ella tiene actualmente Latinoamérica. Algo que recién se concretaría con la siguiente elección, la del papa Francisco. Nuestro querido Juan Luis Cipriani estuvo muy, muy cerca de ser el primer papa latinoamericano.
Fuente: El Montonero.pe
Otro problema ético y legal de la “católica”
Por Rafael Rey Rey- Lampadia.com
Hace pocos días se hizo finalmente público el escándalo económico de los cobros ilegales en la llamada “Pontificia Universidad Católica del Perú” y de la increíble “justificación” de la ilegalidad cometida por parte de su entonces rector. Como resultado del mismo han sido destituidos además del rector Marcial Rubio Correa, los Vicerrectores Pepi Patrón Costa y Carlos Fosca Pastor. Por algún motivo, que en su momento conoceremos, algunos periodistas y medios de comunicación trataron de minimizar el escándalo. No es la primera vez que eso sucede. Tampoco es la primera vez que las autoridades de esa universidad, ayudados por determinados periodistas y medios de comunicación, mienten sobre asuntos sobre los que no quieren que se conozca la verdad.
En las líneas que siguen resumo la verdad de otros hechos sobre los que se ha mentido sin escrúpulos en declaraciones, entrevistas, artículos y “reportajes ad hoc”. Se trata del problema legal entre la universidad todavía llamada “católica” y el Arzobispado de Lima. Una explicación más detallada se puede leer en el libro “La herencia de la Riva Agüero: Que la verdad se haga luz e ilumine sobre las tinieblas”, en el que Natale Amprimo Pla explica y relata con detalle la historia y donde se pueden revisar todos los documentos oficiales sobre este otro penoso escándalo que muestra a lo que pueden llegar algunos en su afán de poder y de manipulación.
Don José de la Riva Agüero (1985-1944) principal benefactor de la entonces Universidad Católica (en adelante “la universidad”), realizó varios testamentos. En el de 1933 estipuló que a su muerte cedía el usufructo de sus bienes a la universidad y que, si ésta seguía existiendo 20 años después de su muerte, le cedía también la propiedad de los mismos. Sin embargo, en su último testamento, de 1938, introdujo dos cambios radicales: eliminó el usufructo y el condicional sobre la existencia de la universidad y erigió a ésta en automática heredera y propietaria de sus bienes, pero, para la administración de los mismos, estableció como condición insustituible una Junta de Administración (en adelante “la Junta”), de carácter perpetuo, compuesta finalmente por el rector de la universidad y un representante del arzobispo de Lima.
Fallecido Riva Agüero algunos parientes suyos reclamaron la propiedad de los bienes argumentando que, según testamento de 1933, aunque su usufructo correspondía a la universidad, la propiedad de los mismos le correspondería recién al cumplirse 20 años de su muerte, es decir en 1964. Entonces la universidad hizo valer judicialmente la última voluntad de Riva Agüero expresada en el testamento de 1938 y, conforme al mismo, el Poder Judicial sentenció que la propiedad de los bienes correspondía a la universidad desde la muerte de Riva Agüero y su administración a la Junta. Durante 50 años la labor de la Junta fue ininterrumpida y fructífera, hasta que en 1994, sus integrantes, Salomón Lerner Febres y Carlos Valderrama Adrianzén, se arrogaron la atribución de “interpretar” el testamento, y, apartándose de la voluntad de Riva Agüero, de lo establecido por el Poder Judicial, de lo inscrito en los Registros Públicos y de la propia práctica ininterrumpida de la universidad, decidieron que en adelante fuera la propia universidad y no la Junta, la que administraría los bienes heredados.
Trascurrieron 11 años sin que se conociera lo anterior, y de pronto en 2005, siendo ya Arzobispo de Lima Monseñor Cipriani, se presentó un día a las oficinas del arzobispado el representante del Colegio Juan XXIII con la preocupación de haber recibido una comunicación del rector de la universidad en la que se exigía al colegio que comprara el inmueble por US$5.5 millones de dólares o que lo desalojara. Explicó entonces que, años atrás, el terreno había sido entregado en uso para la fundación y funcionamiento del mencionado colegio, no por la universidad sino por la Junta. Estudiados los documentos, los abogados concluyeron que correspondía solicitar al rector una reunión de la Junta. Para sorpresa de todos, el rector contestó que en 1994 la misma había decidido que, en adelante, sería la universidad la que se ocuparía de la administración de los bienes de la herencia de Riva Agüero.
Finalmente, cuando el representante del arzobispo insistió en que la Junta fuera convocada, puesto que, por voluntad testamentaria de Riva Agüero, ésta había sido instituida a perpetuidad, la universidad respondió con una demanda judicial contra el arzobispado de Lima aduciendo que éste amenazaba la propiedad de sus bienes y la autonomía universitaria. Tramitada la demanda, la universidad pierde en todas las instancias y el Poder Judicial sentencia a favor del arzobispado.
Perdida la causa en el Poder Judicial la universidad decide recurrir al Tribunal Constitucional (TC) mediante un recurso de agravio constitucional en contra el arzobispado.
Luego del estudio y análisis del caso, el TC sentencia a favor del Arzobispado de Lima afirmando: 1. que la propiedad de los bienes no ha estado ni está amenazada por el arzobispado.
2. que se debe convocar a la Junta de Administración, la misma que tiene el derecho de administrar a perpetuidad los bienes de la universidad heredados de Riva Agüero.
3. que la pretensión de la Junta de “interpretar”, el testamento es ineficaz y no tiene efectos jurídicos.
4. que el recurso de agravio interpuesto por la universidad es infundado.
Hasta el día de hoy, sin embargo, la universidad se niega a cumplir con la sentencia del TC y sigue administrando ilegalmente los bienes que recibió en legado condicionado.
Estos son los hechos reales. Es muy probable que el lector haya “conocido” una historia muy distinta. Falsa, por cierto. La que vendieron las autoridades de la universidad ayudados por muchos periodistas y medios de comunicación: Que el cardenal Cipriani había querido apropiarse de la universidad. Que él había denunciado a la universidad iniciando así el problema legal. Que el arzobispado pretendía tergiversar la voluntad testamentaria de Riva Agüero. Como se puede comprobar, es todo lo contrario.