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Por Emiliano Cisneros Martínez OAR- Revista peruana de Historia eclesiástica/2006/N° 9.
Hablar de la diócesis de Maynas o de Chachapoyas exige tratar, siquiera sea brevemente, de las antiguas misiones de Maynas, ya que de su territorio saldrá la diócesis que debería atender todo el mundo de lo que políticamente se llamaba la gobernación de Maynas.
Fueron los padres jesuitas los primeros evangelizadores de esos extensos territorios y lo fueron por muchos años. En 1634 el rey de España autorizaba la fundación y atención de misiones para atender la cristianización de los indígenas que vivían entre los ríos Santiago, Marañón, Huallaga, Ucayali, Napo y Putumayo. De estos tiempos y fruto del trabajo de los jesuitas son las fundaciones de pueblos, tales como Santiago de la Laguna, hoy Lagunas; Nuestra Señora de las Nieves de los Yurimaguas, hoy Yurimaguas; y Logroño, hoy desaparecida.
A esa época pertenecen los famosos misioneros Samuel Fritz y Enrique Richter. El padre Fritz, que misionó el río Marañón, es autor de un completísimo mapa del gran río Marañón, en el que figuran todos los afluentes del Amazonas. El mapa lleva fecha de 1707 y está dedicado al rey Felipe V. El padre Richter, que misionó por las márgenes del Ucayali, dio testimonio de su fe entregando su vida a manos de los indígenas piros que lo mataron a flechazos.
Los jesuitas perseveraron en su difícil empeño hasta 1767, cuando llega la orden del rey Carlos III por la que expulsaba de su reino a todos los jesuitas, interrumpiendo una labor evangelizadora y civilizadora de siglos. Tras su salida, los naturales que habían sido reducidos a civilización, se alejaron de los centros poblados y retornaron a sus soledades. Apenas quedaron unas cuantas familias en Omaguas, Iquitos, Pebas y algún otro lugar. Esta triste situación y el deseo de poner remedio a ella serán las circunstancias que darán pie a la creación de la diócesis de Maynas.
El visitador don Francisco de Requena, en el recorrido que hace a fines del siglo XVIII por el río Amazonas y sus afluentes, pudo constatar el abandono material y espiritual en que habían quedado estas gentes y regiones tras la expulsión de los jesuitas, y en el informe que remite al rey de España propone lo que él entiende puede ser solución a esta situación. Su propuesta pasa por la creación de un obispado en Maynas, que el obispo nombrado pertenezca a los franciscanos de Ocopa y que sean estos religiosos quienes se ocupen de la atención espiritual de estos territorios, así como ya lo venían haciendo en las márgenes del Huallaga y Ucayali. La propuesta de Requena sugería que la comandancia de Maynas ya no dependiera del virreinato de Nueva Granada, sino que fuera anexada al virreinato del Perú.
Atendiendo la sugerencia de Requena, el rey Carlos IV dispuso “por convenir al adelanto espiritual y temporal de las misiones de Maynas y el Ucayali, que el gobierno y comandancia general de Maynas sean dependientes de ese virreinato (del Perú), segregándose del de Santafé todo el territorio que las comprendía, como así otros territorios y misiones colindantes con las propias de Maynas, existentes por los ríos Napo, Putumayo y Yapurá; que todas estas misiones se agreguen al Colegio de Propaganda Fide de Ocopa; el cual actualmente tiene las que están por los ríos Ucayali, Huallaga y otros colaterales, con pueblos en las montañas inmediatas a estos ríos, por ser aquellos misioneros los que más conservan el fervor de su destino”.
En virtud de esta Real Cédula Carlos IV adjudica el virreinato del Perú, en 1802, la comandancia general de Maynas y las misiones de los ríos Napo, Putumayo y Yapurá o Caquetá, gestiona la creación del obispado de Maynas y encarga a los misioneros franciscanos de Ocopa la atención de estas misiones. Un año después, en 1803, el papa Pío VII, atendiendo las instancias del rey, creaba el 28 de mayo la diócesis de Maynas con todos los territorios que abarcaba la comandancia general del mismo nombre. Con ello esperaba fueran mejor evangelizados y atendidos espiritualmente los moradores de estos ríos y montañas, y la autoridad real pretendía adelantar el trabajo de humanización y reducción a civilización de quienes todavía vivían de manera primitiva y con poco o nulo contacto con el mundo exterior.
En 1805 era nombrado quien llegaría a ser el primer obispo de Maynas, el franciscano Hipólito Sánchez Rangel, que en ese tiempo vivía en La Habana. No fue ordenado hasta el 22 de diciembre de 1807, en Quito, y poco después llegaba a la diócesis.
De las dificultades del trabajo que se le había encomendado dan fe estas palabras entresacadas de una carta suya: “Venga el hombre más santo, el más sabio, un genio emprendedor que produzca las invenciones más útiles y más análogas a esta tierra: que pueda y quiera expender en esta obra caudales inmensos, nada hará más de lo que yo he hecho siendo tan pobre en todo”. Permaneció al servicio de la diócesis durante catorce años, hasta 1821; eran los tiempos del proceso libertador. Proclamad la independencia, renuncia al Obispado de Maynas y, posteriormente, es nombrado obispo de Lugo, en España.
Sedes episcopales
La diócesis de Maynas, más tarde llamada de Chachapoyas, por circunstancias históricas y de diverso género, ha cambiado varias veces su sede. La primera fue el pueblo de Jeberos. En los inicios del siglo XIX, cuando se crea la diócesis, Jeberos era uno de los pueblos más importantes de la región de Maynas. El obispo Sánchez Rangel gestionó pronto la incorporación a la diócesis de los pueblos de Lamas y Moyobamba, y en 1812 traslada a esta ciudad la sede episcopal.
El traslado de Moyobamba a Chachapoyas está relacionado con la creación del departamento de Amazonas y el cambio de nombre de la diócesis. Éste se produce el 2 de junio de 1843. En el proyecto gubernativo se piensa que el río Marañón habrá de ser el límite occidental del nuevo departamento, lo que conllevará la inclusión en él de las provincias de Pataz y Chachapoyas, que entonces pertenecían a La Libertad. El mismo gobierno nacional tomará la iniciativa para gestionar la modificación de los límites de la diócesis y el cambio de nombre de la sede. En adelante se llamará Diócesis de Chachapoyas y su sede será la ciudad del mismo nombre.
Límites cambiantes
La gran extensión de los primeros tiempos ha ido recortándose con el paso de los años y la creación de nuevas jurisdicciones eclesiásticas. Aparte los territorios que, tras el proceso independentista pasaron a formar parte de obispados de Ecuador y Colombia, en territorio peruano se han dado las siguientes desmembraciones. En 1900 se crean los vicariatos de Amazonas y Ucayali a los que se les asignan las misiones del Marañón y del Ucayali, que comprendían lo que hoy es el departamento de Loreto y parte de los de Pucallpa y Huánuco. Al crearse en 1908 la diócesis de Cajamarca pasa a depender de ella la provincia liberteña de Pataz, hasta esa fecha parte de la diócesis de Chachapoyas. En 1948 se separa de la diócesis todo el departamento de San Martín, dando lugar a la prelatura de Moyobamba. Y, más tarde, cuando se crea el vicariato de Jaén, formarán parte de él la provincia de Condorcanqui y casi toda la de Bagua, la mitad norte del departamento de Amazonas.
Obispos
Trece han sido los obispos que han regido la diócesis de Maynas o Chachapoyas desde sus orígenes hasta la actualidad.
Como queda reseñado, el primero fue el franciscano Hipólito Sánchez Rangel (1805-1821), quien tuvo que enfrentar las dificultades propias de la enorme misión que se le confió, además de las propias del momento histórico que le tocó vivir: el proceso emancipador que él, ferviente realista, no alcanzó a entender.
Tuvieron que pasar muchos años hasta que se proveyera la silla episcopal de Maynas y fue el piurano José María Arriaga (1840-1849) el designado en 1838. Su ordenación episcopal tendrá lugar en 1840, si bien ya regía la diócesis como gobernador eclesiástico desde 1834. Durante su gobierno se trasladó la sede episcopal a Chachapoyas. Él fue también el fundador del seminario diocesano de Chachapoyas.
El chachapoyano Pedro Ruiz (1853-1862) fue el tercer obispo. Trató de establecer comunicación con tribus indígenas todavía incomunicadas con el mundo exterior y abrir nuevos caminos a la fe y al desarrollo de los pueblos. Para ello fundó la Sociedad de Patriotas de Amazonas. Fruto de su interés y empeño, en 1859 descubre dos grandes ríos, como él dice, desconocidos en las cartas geográficas, a saber, el Cristalino y el Nieva.
A este ilustre chachapoyano le sucedió el franciscano limeño Francisco Solano del Risco (1865-1903), cuyo pontificado es el más largo en la diócesis. Destacó como notable orador y fue grande el servicio que prestó a la Patria en las campañas bélicas de 1879.
Otro franciscano, Santiago Irala (1904-1908), fue el sucesor de monseñor del Risco. El pontificado de este fraile ayacuchano ha sido el más corto; apenas cuatro años. Renunció voluntariamente y se retiró al convento de Ocopa.
En Arequipa nació monseñor Emilio Lissón CM (1909-1918), sexto obispo de Chachapoyas. Durante nueve años rigió la diócesis preocupado por su adelante espiritual y material. Su amplia y profunda preparación la puso al servicio de la diócesis y los méritos contraídos en este servicio le sirvieron para ser promovido a la diócesis primada de Lima, a la que sirvió durante doce años. Desterrado, acabó su vida en España en 1961. Está incoado el proceso diocesano para su beatificación.
A un obispo santo le sucede otro santo: monseñor Octavio Ortiz Arrieta SDB (1921-1958), un hombre cuya memoria sigue viva en el corazón del pueblo hasta en los lugares más apartados, a los que llegó en sucesivas visitas pastorales. Sirvió a la diócesis durante treinta y siete años. Su proceso de beatificación está en Roma, cumplidos ya los trámites diocesanos.
Monseñor José Germán Benavides Morriberón rigió la diócesis en los años 1958-1968. De Chachapoyas fue trasladado a Arequipa como obispo auxiliar.
Los cinco últimos obispos de la diócesis fueron Monseñor Manuel Prado Pérez-Rosas (1970-1976), jesuita, fue promovido de Chachapoyas al arzobispado de Trujillo; Monseñor Antonio de Hornedo Correa, también jesuita, gobernó la diócesis, primero como administrador apostólico (1968-1970) y después como obispo residencial (1977-1991). Le sucedió monseñor Ángel Francisco Simón Piorno (1991-1995), que simultaneó el servicio de Chachapoyas con la administración apostólica de Cajamarca; posteriormente fue trasladado a dicha diócesis. El de monseñor José Ignacio Alemany Grau (1995-2000), redentorista, renunció al gobierno de la diócesis el año 2000. El actual obispo es el agustino recoleto Emiliano Antonio Cisneros Martínez, que inició su servicio como administrador apostólico el año 2000 y fue nombrado obispo residencial en el 2002.
Son, en total, trece los obispos residenciales que han regido los destinos de la diócesis de Maynas o de Chachapoyas desde su creación hasta la fecha en que se cumplen los doscientos años de su creación. El primero y los cuatro últimos han nacido en España; los ocho restantes, en el suelo patrio.
A lo largo de estos dos centurias ha habido períodos de sede vacante; el más largo, sin duda, es el que media entre el primero y el segundo obispos; nada menos que diecinueve años.
Monseñor Otoniel Alcedo Culquicóndor, salesiano, fue obispo auxiliar durante el episcopado de monseñor Ortiz Arrieta, entre los años 1953 y 1958, en que fue promovido a la diócesis de Ayacucho.
Es digno de mención también el clérigo amazonense, que no llegó a ser obispo, pero rigió la diócesis como administrador apostólico en uno de estos períodos: el padre Pablo Visalot, natural de Chisquilla (Bongará); su memoria queda registrada en la historia.
Sirva esta breve reseña como apunte referencial para cuantos se interesan por la historia de la Iglesia en la Diócesis de Chachapoyas.