Acuña y el huevo de la serpiente
Por Martha Meir Miro Quesada- Diario Expreso
En 1977 Ingmar Bergman estrenó “Ormens ägg”, El huevo de la serpiente, una obra cinematográfica maestra, ambientada en el Berlín prenazi de los años veinte. Uno de los personajes se suicida con veneno, metáfora gráfica de una sociedad agonizante y emponzoñada en todos sus ámbitos.
El candidato César Acuña Peralta porta el peligroso veneno del complejo de superioridad moral: cuando la ley va contra él es “racismo”; copia textos ajenos (su tesis doctoral y el libro de un profesor) y sonríe; miente y vuelve a sonreír. Antes sedujo y embarazó a una alumna menor de edad y hoy usa su universidad con fines electorales. Incita a su entorno a perpetrar actos indebidos: “yo les voy a decir qué vamos a hacer, es malo pero aquí vale todo”, menciona en el vídeo de “plata como cancha”.
Con esa “cancha” consolidó una plataforma política con personas de cierta trayectoria (felicito a mi primo Francisco Miró Quesada Rada, por renunciar ayer a esa piara). Acuña ha sabido rentar el raciocinio y experiencia de varios, que en otras circunstancias hubieran corrido de él como si fuera la peste. Es claro que él y sus cortesanos a cancha, perdón a sueldo, son de “una raza distinta” capaz de cualquier cosa. El candidato contagió a parte de su entorno del complejo de superioridad moral y en nombre de un bien mayor (¿chapar una curul?) justifica las reprochables inconductas del “patrón”.
En un país inmune a la poesía, a la creación artística y a los avances científicos y tecnológicos, ¿cabe que sea Acuña el presidente que nos merecemos, como anotó César Hildebrandt? Así nos hundiríamos del todo en el pantano de la ignorancia y la cloaca de “plata como cancha”. Ahora, pensándolo bien, Acuña no es una opción política, es apenas el subproducto de una sociedad descompuesta y fragmentada, donde imperan el culto al dinero y el desprecio a la ilustración. ¿Jamás leyó un libro, pero tiene plata? ¡Bacán! ¿De dónde sacó la plata? ¡Qué importa!
En el “El huevo de la serpiente”, el doctor Vergerus experimentaba con humanos vivos. “Cualquiera puede ver el futuro -dice- es como un huevo de serpiente; a través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado”.
Yo veo un reptil con “plata como cancha”, traficante de conciencias e impunidad. Y comprendo entonces que no, no nos merecemos eso.