Señor de Huanca

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Encuentro de dos mundos

En el año de 1675 el maltrato de los indígenas por parte de los españoles fue brutal. Sin embargo fue con los mismos españoles que llega la fe. Precisamente uno de los indígenas que había asimilado la fe y conocía las obras de Cristo fue Diego Quispe, un humilde campesino sometido al trabajo forzado en la mina de Yasos. En una ocasión, un español castigaba a látigo limpio a uno de sus compañeros, un indígena trabajador de la mina. Diego Quispe al ver esta situación salió en defensa del injustamente castigado hombre. El capataz español mandó encerrar a Diego dando la orden de que al día siguiente Diego debía ser severamente castigado. Durante la noche Diego pensaba en el duro castigo que recibiría, y opto por escapar, para esto debía cruzar los montes de Huanca donde buscó refugio, llegó a unas rocas que aglomeradas, servían como una especie de caverna bien segura. Diego aún temeroso por el castigo que recibiría si lo encontraban oró todo el tiempo para que no lo encontrasen. Se sintieron los pasos de españoles que lo buscaban. Sólo el poder de Dios hizo que Diego no sea encontrado. Dentro de la caverna seguía orando y se preguntaba. “Dios mio: ¿por que dejas que mi pueblo sufra el abuso y tortura de gente desalmada?”. De pronto una luz lo deslumbra. Ante sus ojos, una claridad desconocida iluminaba una escena sorprendente. Era Jesucristo sangrante por los azotes recibidos. Diego estaba embargado por una paz y emoción divina. Toda su angustia había desaparecido, se sentía seguro y permaneció inmóvil. En eso Jesucristo le dio un mensaje a Diego: “Diego…Diego…no creas que solo tu pueblo sufre, mira como me han dejado a mí, comprendo tus sentimientos, tu solo deja las cosas en manos de Dios. Te he elegido para que seas una paloma, una paloma mensajera de mi bondad y misericordia, este lugar ha sido escogido para ser volcán de amor y un refrescante manantial de perdón, todo aquel que quiera encontrar paz tendrá que venir aquí. Anda a tu pueblo preséntate ante el cura, haz tu comunión y vuelve que yo estaré aquí para el amanecer”. Diego se quedó dormido, rendido por el cansancio, hambre y por el cúmulo de emociones. Al amanecer Jesucristo habló con Diego: “Diego…levántate…ve a tu pueblo”. ”¡Taytay! No ha sido un sueño. Esto es real Cristo está aquí…soy tu humilde siervo. Toma este obsequio Tayta Dios”. Una simple crucecita que Diego llevaba consigo siempre, fue la primera adoración al Cristo de Huanca. En junio del mismo año, Diego Quispe cumplía su misión. Un pequeño grupo de personas partían de su comunidad todos eran humildes campesinos acompañados por el cura Urioste de la Borda con destino a Huanca, sólo ellos habían merecido el honor de conocer los pormenores de la divina revelación. La pequeña caravana bajó a la quebrada de Calca, cruzó las fincas de Villar y Uchumarca y empezó a subir la cuesta de Huanca. El Cura Urioste detuvo a la caravana a mitad del camino, mientras Diego le mostraba el lugar de la aparición. El cura ordenó a Diego que entre a la caverna y se asegure de la presencia de Cristo. En breve Diego llamó al cura y efectivamente Cristo se encontraba en la caverna con las heridas frescas después de haber sido flagelado. Esta fue la primera peregrinación a Huanca hecha por un puñado de humildes indígenas quienes iniciaban un culto que con el tiempo conllevaría a millares de almas en busca de paz. Así con el tiempo el Señor de Huanca sería el padre y médico consolador de todos los dolores. Las tierras de Huanca eran propiedad de la orden religiosa de los mercedarios del Cusco, por ello Diego Quispe consideró que era necesario que ellos supieran de los extraordinarios acontecimientos. El Comendador de la orden religiosa aceptó la palabra de Diego y decidió enviar un pintor a Huanca. Uno de los más afamados pintores de la escuela cusqueña fue elegido para hacer esta privilegiada labor. Diego Quispe informó al pintor de todos los detalles de la aparición y pintó sobre la roca viva la figura de Cristo, al hacer su trabajo parecía que una mano divina lo guiaba. De ese modo, el retrato del Señor de Huanca inició una piadosa tradición que algunos indígenas del lugar realizarían casi en secreto puesto que desde un inicio los religiosos y españoles no creyeron en la veracidad de la aparición puesto que no entendían la razón por la cual el Señor tendría que aparecerse a un humilde campesino como lo fue Diego Quispe. Sin embargo entre los indígenas la fe en el Señor fue creciendo puesto que sintieron que Jesús había oído sus ruegos y estaba de su lado para protegerlos de la injusticia en la que vivían. Solo acudían en busca del Señor de Huanca los indígenas del Cusco sin imaginar que con el tiempo su fama alcanzaría rangos internacionales. La devoción fue reconocida por la Iglesia en 1779.
Fuente: Tradición recogida en el Santuario del Señor de Huanca.

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