Génesis

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Werner Arber

Por Werner Arber- Presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias, profesor de Microbiología, Biozentrum de la Universidad de Basilea
El relato de la creación contenido en el Génesis propone una secuencia lógica de acontecimientos hasta que se dan las condiciones necesarias para la vida. En ellas hay una gran coherencia entre la fe religiosa de aquel momento y el conocimiento científico que poseían sobre el desarrollo evolutivo.
La compatibilidad entre conocimiento científico y fe religiosa
Durante largos periodos de tiempo, seres humanos curiosos adquirieron el conocimiento científico principalmente mediante la observación por medio de sus sentidos, ayudados por la reflexión mental y el razonamiento lógico. El capítulo del Génesis del Antiguo Testamento representa para mí un testimonio de una antigua visión científica del mundo ya existente hace varios miles de años. Tal capítulo refleja también la coherencia entre la fe religiosa y el conocimiento científico hasta entonces alcanzado.
El Génesis propone una secuencia lógica de acontecimientos en la cual la creación de nuestro planeta Tierra podría ser seguida por la creación de las condiciones para la vida. Las plantas fueron introducidas y éstas fueron, en un momento dado, el alimento de los animales antes de la introducción final del ser humano.
Dejando de lado la cuestión de la Revelación, esto es claramente una narración lógica del posible origen evolutivo de las cosas según unos acontecimientos imaginados orientando la naturaleza, que observaban las antiguas poblaciones. Por la genealogía descrita en el Antiguo Testamento, puedo también concluir que sus autores eran conscientes de las variantes fenotípicas (o sea, genéticas). Las personas descritas tienen sus propias características personales y, por tanto, no son clones genéticamente idénticos de Adán y Eva.
En estas narraciones podemos identificar una gran coherencia entre la fe religiosa disponible entonces y el conocimiento científico sobre el desarrollo evolutivo. Es nuestro deber hoy en día mantener (y donde sea necesario, restablecer) dicha coherencia basándonos en nuestro mayor conocimiento científico. Es mi convicción que el conocimiento científico y la fe son, y deben seguir siendo, elementos complementarios de nuestro saber orientativo.

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