¿La dictadura de Maduro?
“Estas personas no tienen límites (…) necesitan la represión y un régimen dictatorial para seguir en el poder”, lamenta la directora de la institución de defensa de derechos humanos.
El grupo de defensa de derechos humanos Venezuela Awareness Foundation (VAF, en inglés), mostró su temor de que la muerte del presidente venezolano, Hugo Chávez, desemboque en un régimen dictatorial comandado por el vicepresidente Nicolás Maduro.
“Chávez sabía dónde estaban los límites para tener un matiz democrático, pero estas personas no tienen límites, porque no tienen el carisma ni los seguidores de Chávez, por lo que necesitan la represión y un régimen dictatorial para seguir en el poder”, dijo su directora, Patricia Andrade.
Andrade criticó los “fuertes mensajes” enviados por Maduro horas antes de anunciar la muerte del presidente, en los que, en su opinión, mostró “tintes de mayor represión y de violar la Constitución y los derechos humanos”.
Sangre venezolana
En opinión de la integrante de esta organización de defensa de los derechos humanos con sede en Miami, la muerte de Chávez no supondrá un retorno a sendas democráticas en la vida política del país latinoamericano, sino “al contrario” y se producirá una “radicalización de la situación”.
“Estamos muy preocupados por lo que va a venir, es muy grave”, dijo Andrade, que se preguntó “dónde está el dolor del oficialismo” al anunciar “violaciones a la Constitución” que “no las va a detener nadie” y se van a realizar a costa de la “sangre de los venezolanos”.
La activista dudó de que se vayan a producir elecciones en Venezuela, tal y como deseaba Chávez, que, recordó, explicó los pasos a seguir antes de viajar a La Habana para su último tratamiento contra el cáncer que padecía.
Fuente: GACETA.ES/ EFE.
Personalismo autoritario mediático
Por Javier Berenguer
El crepúsculo inmenso de Hugo Chávez ha estado a la altura de la visión épica que –muy para el malestar de Venezuela- tuvo de sí mismo y de su destino de caudillo. Le lloran los últimos fieles por las plazas de Caracas y –de Irán a Bolivia- los populismos del mundo remiten sus telegramas de dolor. No es algo que hubiera disgustado al coronel que supo seducir a las clases parias de un país que había sido muy rico y muy corrupto.
Véase que ni siquiera el ardor voluntarista de Chávez ha logrado evitar la vieja noción de que la historia no está escrita: como una burla de la Providencia, el presidente venezolano quería perpetuar la labor del castrismo, y hoy es Fidel Castro quien desempolva su mejor uniforme verde oliva para enterrar a Chávez. Lo más cierto es que –por glosar a Enrique Krauze-, no ha muerto el presidente de Venezuela: murió su propietario.
Del Aló, presidente al ‘por qué no te callas’
De las largas horas de incontinencia oratoria del programa Aló, presidente al “por qué no te callas”, la ausencia de Chávez tal vez deje la impresión de vacío de la orquesta que deja de tocar.
Por contraste, y a falta de que el tutti-frutti de la oposición venezolana se articule, el país caribeño tiene ahora la oportunidad de rearmar el bendito aburrimiento de una democracia parlamentaria donde predomine el imperio de la ley, la gente pueda tomar el autobús sin temerle a la muerte, las casas no se expropien con un solo grito y la boli-burguesía enriquecida inicuamente bajo Chávez por fin purgue su complicidad.
A medio camino entre César y Cantinflas, la presencia política de Chávez ha sido definida como un “personalismo autoritario mediático”. Él, por su parte, siempre supo que “nuestro movimiento nació en los cuarteles”: si todo personaje determinante en la historia tiene un momento preciso de decantación, el de Chávez llegó en febrero de 1992, cuando fracasó su asonada contra Carlos Andrés Pérez. Mientras el multicorrupto presidente huía de Miraflores en el maletero de un jardinero de palacio, el golpista se ganó para siempre a la opinión pública venezolana al reconocer ante las cámaras que no había logrado sus objetivos “por ahora”.
Su posterior prisión hizo de Chávez un mártir, del mismo modo que él había hecho de Bolívar –retomando viejas tradiciones- un santo tutelar: de joven oficial, en sus reuniones conspiratorias dejaba una silla libre para el prócer, y ya metido en dialécticas de puños y pistolas, afirmó que “Bolívar y yo dimos un golpe de Estado”. El resto de las ideas de Chávez provienen de la tradición insurreccional y guerrillera del subcontinente, de lecturas turbias y confusas de Norberto Ceresole, Plejánov y Mariátegui; de unas gotas de indigenismo rencoroso para cargar la mezcla. Así consiguió que su “socialismo del siglo XXI” tuviera el mismo efecto empobrecedor que el socialismo del siglo XIX. Mientras, media Venezuela huía de Venezuela.
‘Yo soy como el espinito’
En una de sus embestidas públicas, Chávez le cantó una copla de los Llanos al mexicano Fox: ´yo soy como el espinito, que en la sabana florea: le doy aroma al que pasa y espino al que me menea´. Desde luego, Chávez supo hacer una resistencia de su carácter tan farruco: sobrevivió a casi todo, a las célebres huelgas de PDVSA, a los referendos constitucionales, a los intentos de derrocamiento, a la noble firmeza de Uribe, a la doble estrategia de extender sus pólipos bolivarianos en Hispanoamérica mientras el Air Force One quemaba en sus vuelos queroseno de Maracaibo.
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