Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Una vez más la Iglesia nos propone a Juan el Bautista como modelo de lo que tenemos que hacer en Adviento. Lo que él hizo nos lo cuenta el evangelio de hoy (Lc 3, 10-18), que lo resume diciendo: exhortaba al pueblo y le anunciaba el evangelio. Al pueblo le exhortaba a ser caritativo, justo y no violento. Y, ante su sospecha de que Juan pudiera ser el Mesías, le decía que él no era el Prometido, que el Mesías vendría con un bautismo de fuego por el Espíritu Santo, mientras que su bautismo era sólo de agua, como un rito para prepararle y reclutarle seguidores para cuando apareciese.
Juan pone de relieve la necesidad de vivir y practicar la caridad, la justicia y la paz.
Qué debemos hacer le preguntan, y la respuesta es certera y honda. Compartan, dice, compartan comida, vestidos, lo que tengan. Y ayuden a los demás. Es sin duda lo que haremos en Navidad, pero es también lo que debemos hacer siempre, especialmente en este tiempo de Adviento. Hoy la caridad se llama compartir. En relación con la justicia y la paz, Juan ve, como nosotros, la estrecha relación que hay entre estas dos virtudes. No puede haber paz sin justicia. Y viceversa.
La enseñanza tan actual de Juan sobre las virtudes, desemboca en la aclaración sobre el bautismo que realiza y que él llama de conversión. Su bautismo de conversión mediante el signo agua, no sólo es esencialmente distinto del bautismo que hará el Mesías sino también infinitamente inferior en valor y eficacia. No obstante, Jesús pedirá ser bautizado por Juan -y lo será- con agua del Jordán, pero no porque tenga que convertirse de algo. Lo hará por solidaridad con Juan. Por su parte, el Padre Dios y el Espíritu Santo premiarán el gesto de solidaridad y de humildad de Jesús, manifestándose y manifestando quién realmente es él, en lo que llamamos la epifanía del Jordán; Tú eres mi Hijo… (Lc 3, 21-22).
Lo dicho debe llevarnos a revalorizar nuestro bautismo, que es lo más grande que nos ha ocurrido en la vida. Debe llevarnos también a reavivarlo en nosotros, como la mejor manera de hacer algo en el Adviento y de prepararnos para la Venida del Señor. Les invito a repetirse cada día: ¡Soy un bautizado y debo actuar como tal! Les invito también a celebrar cada año su cumplebautismo como celebran su cumpleaños. Lo que a lo mejor les obliga a tener que averiguar y memorizar la fecha en que fueron bautizados. Sería una muy buena tarea suya y de los suyos en este Adviento.
Día Mundial de la Oración
Por Gastón Acurio
Señor, estamos todos aquí esta mañana para que escuches nuestro ruego. Pero esta vez Señor, no te pediremos por nuestro Perú. Como hacerlo. Como pedírtelo Señor, si a nuestro Perú tu ya le diste todo. Porque si hubo un lugar en el que tu decidiste poner todo lo que cualquier ser humano soñaría tener para alcanzar la prosperidad para el y su comunidad ese fue el Perú, Señor. Porque aquí, reuniste todas las riquezas, todas las sangres, todos los climas, todas las oportunidades para que un día este pedazo de la tierra sea el más hermoso de los espacios para vivir.
Llenaste sus montañas de oro, plata y minerales. Pusiste inmensos lagos de gas y petroleo bajo sus selvas, y sobre ellos, árboles, vegetación y naturaleza infinita. Dibujaste ríos que cortan la cordillera cargados de energía, bajando a irradiar desiertos que luego se convertirán en verdes valles. Y nos diste un mar de riqueza infinita, con todos los peces posibles y toda la abundancia posible. Hiciste que vinieran todos los hombres y mujeres del mundo a instalarse en nuestra tierra trayendo consigo lo mejor de sus mundos bajo el brazo. Y vinieron gentes de Europa, de Asia y de África. Todos a asimilarse y mimetizarse con las antiguas culturas del Perú, formando un hermoso y envidiable crisol de culturas único en el mundo. Y no contento con ello, nos diste 85, de los 110 climas existentes en el mundo. Casi como imaginando al Perú, como una suerte de muestrario de todo lo bello que el mundo que tu creaste tiene para ofrecer.
No querido Señor, como podríamos pedirte aun más por esta tierra. Si en ella tú ya lo pusiste todo. Sin embargo, y a pesar de todo lo que nos diste, quienes habitamos en ella NO lo hemos sabido ni podido aprovechar. No hemos podido darle el destino necesario y justo que Tú soñaste al poner todo ello a nuestro alcance. No hemos podido lograr que toda esa abundancia y generosidad con la que nos bendeciste haya podido alegrar la vida de los hombres y mujeres que hoy pueblan nuestra tierra. E increíblemente, a pesar de todo lo recibido, hoy somos considerados, aunque sea imposible de comprender como un país tercer mundista.
Por ello Señor todo poderoso, estamos aquí para decir y reconocer con humildad que tu no nos has fallado. Que esta tierra no nos ha fallado. Somos nosotros los que hemos fallado. Por eso estamos esta mañana señor, no para pedirte por el Perú sino para pedirte por nosotros. Por todos los que estamos aquí reunidos y por todos aquellos que hoy a diferencia de una gran mayoría de compatriotas si tuvieron la suerte de disfrutarlo todo y de vivirlo todo tal cual tu lo soñaste, para que nos ilumines y nos haga reconocer y revelar de una vez por todas y para siempre cual es nuestro verdadero rol en este Perú que tan generosamente creaste.
Te pedimos que nos hagas comprender que si nos has dado tanto, en un espacio en donde la mayoría tiene tan poco es porque hay un mensaje y una misión expresa tuya detrás. Que es la de asumir nuestro rol como líderes. Como hombres y mujeres elegidos para conducir a nuestro pueblo y nuestro Perú hacia esa prosperidad que tu diseñaste y nos encargaste hacer realidad. Te pedimos Señor, que nos des la fuerza para reconocernos como hombres y mujeres de paso en esta larga historia de la humanidad, cuya misión es entregar nuestras vidas al servicio de las generaciones futuras, y en ese sentido, que sepamos comprender que habiéndolo recibido todo ha llegado el momento de darlo todo.
Que finalmente ha llegado la hora que todos demos un paso atrás, renunciando a nuestros sueños mas individuales, nuestras aspiraciones materiales mas personales, y nos demos la mano para formar un solo grito, una sola voz, un solo camino que no es otro que el que tu siempre soñaste y bendeciste para el Perú . El camino de la belleza abrazada a la justicia, de la prosperidad iluminada por la equidad, del amor tocándole la puerta a todos los hombres y mujeres que aquí habitan.
Señor, lo sabemos, la tarea no es fácil. Son tantos años en que hemos fallado. Pero nunca es tarde y lo sabes. Aun estamos a tiempo si es que nos decidimos aquí y ahora todos, cada uno en nuestro campo de acción, a cambiar nuestro destino común para siempre. Lo sabemos Señor, hemos contaminado tus ríos, hemos vaciado tus montañas, hemos talado tus bosques, hemos despreciado nuestras diferencias. Y ello a nada nos ha conducido. Lo sabemos. Nuestros niños en vez de jugar trabajan sin descanso. Nuestros ancianos mueren olvidados en las puertas de viejos hospitales. Nuestros hombres y mujeres no logran conciliar siquiera un sueño digno al ver a sus familias sin un futuro posible. Nuestros poderosos miran con indiferencia el mundo que los rodea.
Entonces Señor, si todo eso lo sabemos y estamos todos aquí para reconocerlo abiertamente y sobretodo para aceptar que al habernos dado todo, algo mucho mas grande esperas de nosotros. Te pedimos Señor que nos des ese ultimo don que nos lleve a acabar para siempre con esta larga historia y podamos empezar esa nueva historia que siempre quisiste para este paraíso que creaste llamado Perú.
Báñanos por última vez de humildad infinita, de generosidad, de solidaridad, de fortaleza de espíritu, de capacidad de perdón, pero también de inteligencia y astucia para enfrentar a todas las fuerzas del mal que se desplegaran en esta lucha que nos convoca. Señor te pedimos esta mañana por nosotros, los peruanos que tu elegiste para esta última gran batalla, prometiéndote darlo todo y entregarlo todo para que un día cuando ya no estemos, quienes aquí habiten, puedan contarle a sus hijos y a sus nietos, que en el Perú se vivieron momentos difíciles, pero que todo eso ya pasó. Que finalmente llego al Perú, ese mundo de belleza y justicia que Dios nos entrego y que sus hijos se encargaron de hacerlo florecer.
Te lo pedimos Señor.
Jesús de Nazaret
«Finalmente puedo entregar a las manos de los lectores el libro prometido desde hace largo tiempo sobre los relatos de la infancia de Jesús. No se trata de un tercer volumen sino algo así como una antesala a los dos volúmenes precedentes sobre la figura y el mensaje de Jesús de Nazaret». Con estas palabras presenta Benedicto XVI el tercer tomo de su Cristología, su obra más querida y esperada. La comenzó a escribir hace nueve años, antes de ser Papa. Por ello, en la autoría de la obra aparece también con su nombre, como Joseph Ratzinger, quien, al calzar, en abril de 2005, las sandalias del Pescador, pensó –todos pensamos- si su proyecto podría llegar finalmente a término… Felizmente ha así. Y disponemos, con los tres tomos, de unas novecientas páginas, según las ediciones en español, de lo que podríamos denominar gráfica y coloquialmente el «Evangelio según Joseph Ratzinger-Benedicto XVI».
Y es que, en efecto, la aportación de esta trilogía cristológica del actual Papa se integra en el acerbo cultural y religioso más preciado, preciso y precioso, junto a obras ya clásicas sobre Jesucristo escritas, décadas atrás –no por hacer más amplia y pretérita la lista-, por Papini, Adam, Willam, Daniel-Rops, Guardini o nuestro José Luis Martín Descalzo.
Y aún más y como el mismo autor ha ido subrayando en las introducciones de cada uno de los tres libros en cuestión, este «Jesús de Nazaret» busca contribuir a superar el «rasgamiento», la ruptura, la dicotomía que algunos teólogos y escritores habían ocasionado entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. Y como ha escrito el padre Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede, el teólogo Ratzinger y el pastor Benedicto XVI «se ha comprometido a guiar a cada uno de nosotros, y por lo tanto a la Iglesia, para superar esta separación (ficticia y nociva) y así volver a darnos el gusto sereno y profundo de la amistad personal con Jesús», con el único y total Jesucristo. Y esto –añade Lombardi- «es un servicio más fundamental y más urgente que muchos otros en el gobierno de la Iglesia. Porque él, el Papa, es, antes que nada, responsable de la fe de la Iglesia». De ahí, pues, el agradecimiento, el reconocimiento y la interpelación que su obra ha de merecernos. Y de ahí también, el gran valor, mérito y servicio de este memorable y ya completo «Jesús de Nazaret».
Su tercer tomo, «La infancia de Jesús», nos llega además en el momento más oportuno: en las vísperas mismas del Adviento, como ayuda, pues, inestimable para preparar y celebrar después la Navidad, la verdad de la Navidad, uno de los misterios capitales de nuestra fe.
Y como servicio a la verdad de la Navidad, Benedicto XVI recuerda en «La infancia de Jesús» la obviedad que, según relatos evangélicos –esto es, las fuentes mismas de la historia- en el momento del nacimiento del Señor estaban tan solo María, su madre, y José. Y aunque pudiera parecer mentira o de chiste, la polémica ha estallado a propósito de que el Papa no cita en este tan sagrado momento la presencia del buey y de la mula…
«Desde hace dos mil años todos sabemos que los evangelios no hablan del buey y la mula», declaró en rueda de prensa monseñor Martínez Camino. El secretario general de la CEE remitió al texto del profeta Isaías «el buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su señora, en cambio Israel no conoce a su señor». En el siglo II, los padres de la Iglesia, como San Justino, interpretaron este pasaje de Isaías y consideraron que en el momento del nacimiento de Cristo Israel sí reconocía a su señor, por lo que «junto al pesebre estarían el buey y la mula». En el siglo XIII, cuando San Francisco de Asís recreó el Belén y comenzó la hermosísima y riquísima tradición belenista, sí incluye a estos dos animales «como símbolo de que ahora el nuevo Israel -la Iglesia- sí conoce a su señor», explicó el prelado, quien, por el simbolismo citado –las expectativas del Antiguo Testamento se cumplen en Belén-, recomendó mantener la tradición de colocarlos en el Belén. Y esto es todo y lo demás ganas de banalizar la información y de buscar polémicas absurdas.
Fuente: Revista Ecclesia.
Domingo de Adviento
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