Antoni Plàcid Guillem Gaudí i Cornet

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Catedral Sagrada Familia
La Iglesia de la Sagrada Familia, una de las obras maestras del arquitecto catalán Antoni Gaudí (1852-1926), se ha convertido en centro para el culto católico, tras la bula de promulgación otorgada por el Papa Benedicto XVI, en una ceremonia ante más de 6,500 fieles y en el marco de su visita a Barcelona. Aunque el templo diseñado por el maestro modernista no estará finalizado hasta 2026, tras la bendición del máximo responsable de la Iglesia Católica queda acreditada ya como lugar de culto.
La conversión al culto de la Sagrada Familia, monumento Patrimonio de la Humanidad, ha hecho cumplir el sueño del genial arquitecto Antoni Gaudí, católico devoto en proceso de beatificación por la Iglesia.
Gaudí fue un arquitecto con un sentido innato de la geometría y el volumen, así como una gran capacidad imaginativa que le permitía proyectar mentalmente la mayoría de sus obras antes de pasarlas a planos. De hecho, pocas veces realizaba planos detallados de sus obras; prefería recrearlos sobre maquetas tridimensionales, moldeando todos los detalles según los iba ideando mentalmente. En otras ocasiones, iba improvisando sobre la marcha, dando instrucciones a sus colaboradores sobre lo que tenían que hacer.
Dotado de una fuerte intuición y capacidad creativa, Gaudí concebía sus edificios de una forma global, atendiendo tanto a las soluciones estructurales como las funcionales y decorativas. Estudiaba hasta el más mínimo detalle de sus creaciones, integrando en la arquitectura toda una serie de trabajos artesanales que dominaba él mismo a la perfección: cerámica, vidriería, forja de hierro, carpintería, etc. Asimismo, introdujo nuevas técnicas en el tratamiento de los materiales, como su famoso “trencadís” hecho con piezas de cerámica de desecho.
Después de unos inicios influenciado por el arte neogótico, así como ciertas tendencias orientalizantes, Gaudí desembocó en el modernismo en su época de mayor efervescencia, entre finales del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, el arquitecto reusense fue más allá del modernismo ortodoxo, creando un estilo personal basado en la observación de la naturaleza, fruto del cual fue su utilización de formas geométricas regladas, como el paraboloide hiperbólico, el hiperboloide, el helicoide y el conoide.
La arquitectura de Gaudí está marcada por un fuerte sello personal, caracterizado por la búsqueda de nuevas soluciones estructurales, que logró después de toda una vida dedicada al análisis de la estructura óptima del edificio, integrado en su entorno y siendo una síntesis de todas las artes y oficios. Mediante el estudio y la práctica de nuevas y originales soluciones, la obra de Gaudí culminará en un estilo orgánico, inspirado en la naturaleza, pero sin perder la experiencia aportada por estilos anteriores, generando una obra arquitectónica que es una simbiosis perfecta de la tradición y la innovación. Asimismo, toda su obra está marcada por las que fueron sus cuatro grandes pasiones en la vida: la arquitectura, la naturaleza, la religión y el amor a Cataluña.
En 1899 se hizo socio del Cercle Artístic de Sant Lluc, sociedad artística de corte católico fundada en 1893 por el obispo Josep Torras i Bages, y los hermanos Josep y Joan Llimona. También se afilió a la Lliga Espiritual de la Mare de Déu de Montserrat, entidad catalanista igualmente de signo católico. Se evidencia así el carácter conservador y religioso de su pensamiento político, vinculado a la defensa de la identidad cultural del pueblo catalán. Pese a la aparente contradicción entre los ideales utópicos de su juventud y su posterior adscripción a posiciones más conservadoras, la evolución puede resultar natural si tenemos en cuenta la profunda espiritualidad del arquitecto; en palabras de Cèsar Martinell, “sustituyó la filantropía laicista por la caridad cristiana”.
Gaudí vivió dedicado por completo a su profesión, permaneciendo soltero toda su vida. Al parecer, tan sólo en una ocasión se sintió atraído por una mujer, Josefa Moreu, maestra de la Cooperativa Mataronense, hacia 1884, pero no fue correspondido. Desde entonces Gaudí se refugió en su profunda religiosidad, en la que encontraba gran sosiego espiritual. A menudo se ha pintado la imagen de un Gaudí huraño y antipático, de bruscas contestaciones y gestos altaneros; pero la gente que lo trató más de cerca lo describió como persona afable y cortés, buen conversador y fiel con sus amigos, entre los que destacaron especialmente su mecenas, Eusebi Güell, y el obispo de Vic, Josep Torras i Bages, así como los escritores Joan Maragall y Jacint Verdaguer, el doctor Pere Santaló y algunos de sus más fieles colaboradores, como Francesc Berenguer y Llorenç Matamala.
El 7 de junio de 1926 Gaudí se dirigía a la iglesia de San Felipe Neri, que visitaba a diario para rezar y entrevistarse con su confesor, mosén Agustí Mas i Folch; pero al pasar por la Gran Via de les Corts Catalanes, entre las calles Girona y Bailén, fue atropellado por un tranvía, que lo dejó sin sentido. Siendo tomado por un mendigo, al ir indocumentado y a causa de su aspecto descuidado, con ropas gastadas y viejas, no fue socorrido de inmediato, hasta que un guardia civil paró un taxi que lo condujo al Hospital de la Santa Creu. Al día siguiente lo reconoció el capellán de la Sagrada Familia, mosén Gil Parés, pero ya era tarde para hacer nada por él. Murió el día 10 de junio de 1926, a los 74 años de edad, en la plenitud de su carrera. Fue enterrado el 12 de junio, con presencia de grandes multitudes que quisieron darle el último adiós, en la capilla de Nuestra Señora del Carmen de la cripta de la Sagrada Familia.

Antoni Gaudi i Cornet

Visionario Gaudí
“Vendrán de todas partes para ver qué estamos haciendo”, pronosticó Gaudí a principios del siglo XX sin prever que esta afirmación se haría realidad el 7 de noviembre de 2010.
La Sagrada Familia es la novena basílica de la capital catalana, después de la Catedral, Santa María del Mar, Basílica de la Mercè, Basílica Santa María del Pi, Sant Josep Oriol, la Concepción, Sagrado Corazón de Jesús del Tibidabo y la de Sant Just i Pastor.
Gaudí trabajó hasta su muerte en 1926 en el diseño y construcción del templo, que ha sido expiatorio desde sus inicios -ya que está mayoritariamente construido gracias a los donativos de sus fieles-. De hecho, es uno de los monumentos más visitados de la ciudad de Barcelona y de España gracias a los más de dos millones de turistas que recibe cada año, que también contribuyen económicamente a la obra.

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