Por Blanca Garí- Ediciones Siruela.
En el corazón de París, Place de Grève, el 1 de junio de 1310, las llamas de una hoguera de la Inquisición consumieron el cuerpo vivo de una mujer. Se llamaba Margarita y había escrito un libro que quiso defender hasta las últimas consecuencias. En torno al fuego se había congregado una gran multitud que asistía impresionada a la ejecución de la sentencia. Las crónicas de la época recogen ese momento y hablan de la entereza y la nobleza de ánimo de aquella que iba a morir, a la que llaman «beguina».
Sabemos poco de ella. Para reconstruir su vida hay que acercarse al escenario de su muerte y tirar de un hilo sutil que conduce del cadáver calcinado entre cenizas a la sentencia que le llevó a la hoguera, y de ella al proceso, y de este al libro prohibido y de él a su autora. Pues ese trágico final que quiso cancelar la existencia de la mujer y su obra proporciona los únicos datos que poseemos para saber quién fue, qué escribió, por qué lo hizo.
Es a través de las actas de la Inquisición que sabemos su nombre: «cierta beguina llamada Margarita Porete» reza el documento de la primera consulta a los jueces que habían de condenarla. Las crónicas de la época que comentan el suceso lo repiten con variantes. Lo que había sucedido tenía que ver con el hecho de que esa beguina había escrito un libro. ¿Cuál? Las actas no lo nombran, pero recogen fragmentariamente algunas frases que, extraídas de contexto, habían servido para condenarla. Gracias a esos retales de voz, una estudiosa italiana, Romana Guarnieri, descubrió seis siglos más tarde de qué libro se trataba: era El espejo de las almas simples, un excepcional tratado de mística que circuló por toda Europa antes y después de la muerte de su autora.
La historia del proceso se remonta a antes de 1306, cuando el obispo de Cambrai, Gui de Colmieu, había condenado un libro escrito por Margarita, lo había hecho quemar en la plaza pública de la ciudad de Valenciennes en presencia de la autora y le había prohibido a esta bajo pena de excomunión escribir, difundir o predicar sus ideas. Margarita, sin embargo, persevera. No solo, al parecer, su voz sigue viva después de esa fecha, sino que, convencida de la ortodoxia de sus tesis, busca apoyos entre quienes poseen autoridad en el marco del poder, en la institución eclesiástica. Las actas la acusarán de propagar en esos años su libro entre los simples, y de enviárselo al propio obispo de Châlons-sur-Marne, que actuará como testigo de cargo. Pero silencian algo. Detrás del enorme aparato judicial que se levanta contra Margarita se intuye la sombra de otras opiniones, favorables al libro y a su autora. Conocemos al menos las de tres hombres, pues su explícita aprobación figura en una traducción latina que se ha conservado del Espejo, y en una versión inglesa de esta. Tres personajes de peso. Tres clérigos procedentes de ámbitos de la Iglesia bien diversos: el primero, un representante de las órdenes mendicantes, un misterioso franciscano «de gran renombre vida y santidad», según reza el texto de estas «aprobaciones», llamado Jean (de Querayn, dirá la versión inglesa) del que se ha llegado a insinuar, aunque sin pruebas, que pudiera tratarse del «doctor sutil» Juan Duns Escoto; el segundo, un monje cisterciense, Franc, de la famosa abadía de Villers en Brabante a la que más de un siglo antes Hildegarda de Bingen había escrito hablando de sus visiones; y finalmente el tercero, un teólogo, perteneciente al medio eclesiástico que había de condenar a Margarita, Godefroi de Fontaines, el magister regens de la Universidad de París, titular de una de las más prestigiosas cátedras de teología en la Sorbona, canónigo de París, Lieja y Tournai, cercano, pues, geográficamente tanto a Villers como a Valenciennes. Es muy posible que Margarita acudiera a ellos tras la primera condena; si así fue, Godefroi debió leer y aprobar el Espejo en los primeros años del siglo XIV, a más tardar en otoño de 1306 poco antes de morir. Pero, aunque muerto, contrarrestar su opinión iba a suponer un gran esfuerzo para el cual los inquisidores no habían de escatimar recursos.
Margarita fue detenida a mediados de 1308 por el sucesor de Gui de Colmieu, el nuevo obispo de Cambrai, Philippe de Marigny, que junto a su hermano Enguerrand, guardián del tesoro y chambelán de la corte, jugará un importante papel en el entorno político del rey de Francia, Felipe IV. El obispo la detiene, pero esta vez el sumario de la acusación es transferido a Francia y llega a las manos del inquisidor general del reino, el dominico Guillermo de París, amigo y confesor del rey. Toda la documentación oficial del proceso producida a partir de este momento se halla en manos de los legistas Guillermo de Nogaret y Guillermo de Plaisians, ambos confidentes del rey y organizadores del sumario contra la Orden del Temple. Es a través de esos legajos que se ha podido reconstruir los avatares entrelazados de ambos procesos. De hecho, cuando en junio de 1308 Margarita llega arrestada al convento dominico de Saint-Jacques en París, el inquisidor general se encuentra empeñado a fondo en ese escabroso asunto de los templarios. Tras la detención en 1307 de los caballeros de la Orden por mandato del rey de Francia, y a pesar de la inicial oposición papal, los interrogatorios se suceden durante el año siguiente, y el proceso se reabre oficialmente con el nombramiento de una comisión apostólica en 1309 conjuntamente con la promesa de una convocatoria de concilio en Vienne para finales de 1310. En ese mismo momento, el 11 de abril de 1309, Guillermo reúne en la iglesia de los Mathurins, sede administrativa de la Universidad, a veintiún teólogos para examinar una lista de artículos extraídos de El espejo de las almas simples, el libro prohibido y quemado tres años antes en Valenciennes, escrito por una beguina ahora detenida y encarcelada en París, pendiente de juicio. Al parecer, en base a esas frases, la asamblea juzgó el libro herético. Margarita, sin embargo, se negó primero a comparecer ante el inquisidor y, cuando por fin lo hizo, se negó a prestar el juramento reglamentario que precedía al interrogatorio. Guillermo de París pronunció entonces contra ella la excomunión mayor y permaneció encarcelada un año. Durante ese tiempo soportó la sentencia sin retractarse, perseverando en su silencio. Mientras tanto Guillermo se ocupa de los templarios y, presionando desde los intereses de la monarquía francesa, contrarresta las intenciones del papado de controlar el proceso. El 10 de mayo de 1310, Philippe de Marigny, que ha sido nombrado arzobispo de Sens, reúne, siguiendo instrucciones del rey, un concilio provincial y condena como herejes relapsos, es decir reincidentes, a cincuenta y cuatro templarios ya juzgados y confesos en 1307, bajo el argumento de estar defendiendo la Orden ante la comisión apostólica; dos días más tarde, casi a escondidas, son llevados fuera de las murallas de París y, cerca de la puerta de St. Antoine, son quemados vivos. Poco antes, en marzo, el inquisidor ha retomado el proceso contra Margarita. Once de los veintiún teólogos que habían examinado el Espejo en abril del año anterior remiten ahora en 1310 el asunto de la beguina a cinco canonistas, especialistas en derecho. Tres testigos dan fe de que tras la condena de Gui de Colmieu la beguina ha seguido propagando sus ideas y su libro: el inquisidor de la Lorena y Philippe de Marigny atestiguan que Margarita reconoció seguir poseyendo el libro, y el obispo de Châlons-sur-Marne, Jean de Chateauvillan, de nuevo un personaje del entorno político del rey, sostiene que la propia autora le envió el libro tras la primera condena. En mayo Margarita es declarada hereje relapsa, es decir, reincidente. La sentencia es pronunciada por el inquisidor general y al día siguiente, 1 de junio, veinte días después de la muerte de los templarios, es entregada al brazo secular y a la hoguera. En el centro de París, frente al Hôtel de Ville, y con gran espectáculo, arden la beguina y su libro. Meses más tarde se abre el concilio de Vienne uno de cuyos objetivos, al menos para la política francesa, era la ratificación de la condena del Temple y la supresión oficial de la Orden; entre las muchas resoluciones de este complejo concilio, dos se entrelazan sutilmente con el juicio de Margarita: la formulación y condena de la herejía del Libre Espíritu en el decreto Ad nostrum y la condena del movimiento religioso de las beguinas en el decreto Cum de quibusdam mulieribus.
Sin duda, el proceso contra Margarita y su libro es insólito. Sorprenden en él muchas cosas, por ejemplo, que una mujer, una beguina de la región de Hainaut, merezca tanta atención por parte de la Iglesia como para que no baste la condena de su obispo. Sorprende que un libro ya condenado preocupe tanto como para necesitar la ratificación de los más grandes expertos del más prestigioso centro universitario de la época. Sorprende asimismo que en el juicio intervengan con energía los funcionarios más allegados a la política del rey Felipe, y que sean los mismos que juegan un papel fundamental en el asunto de los templarios que se desenvuelve además con un ritmo cronológico extrañamente entrelazado con el proceso de la beguina. Sorprende encontrar en Vienne, meses después de la muerte de Margarita, a los mismos teólogos que la juzgaron herética, elaborando desde las tesis extraídas de su libro la herejía del Libre Espíritu y condenando de forma general a las beguinas. Pero sorprende finalmente, y quizás sobre todo, que esa mujer responda durante más de un año a la presión de ese inmenso aparato de poder religioso y político con un ostentoso y digno silencio que emula una frase de su Espejo: «El alma libre -había escrito allí- si no quiere, no responde a nadie que no sea de su linaje; pues un gentilhombre no se dignaría responder a un villano que lo retara o requiriera a batalla; por ello, quien reta a un Alma así no la encuentra, sus enemigos no obtienen respuesta» (Capítulo 88).
Y es que tres historias se entrelazan y convergen en París en torno a Margarita. Tres caminos dibujan su destino. El primero, el juego de intereses políticos del rey de Francia, empeñado en acabar con el Temple y en controlar la política del papado. El segundo, las crecientes reticencias de la institución eclesiástica contra las formas de piedad que destruyen la frontera bien trazada entre clérigos y laicos, especialmente contra esas mujeres que viven una vida religiosa sin haber sido ordenadas a través de los votos y que se conocen con el nombre genérico de beguinas. Desde esos dos caminos algunos historiadores han visto en el proceso contra Margarita una moneda de cambio ofrecida por el rey al papa por la cuestión de los templarios. Sin duda algo de eso estaba en juego, y Margarita se encontró de repente y sin quererlo en el ojo del huracán de la política europea. Pero las pasiones y los miedos de quienes gobernaban Occidente a principios del siglo XIV no pueden velar la grandeza del tercer camino que llevó a la hoguera a Margarita: su propia historia, el trayecto de una vida que en gran parte ignoramos, pero que se intuye en toda su grandeza a través de dos voces simétricamente contrapuestas: el silencio que mantuvo en su proceso y la palabra que nos habla en su texto.
El espejo de las almas simples es la narración, en la lengua materna de su autora, de una experiencia mística. La obra se compone de dos partes y, aunque el contenido y las enseñanzas de fondo son sustancialmente los mismos, ambas partes se construyen de forma muy distinta. El libro, dividido por un canto triunfal del alma en la cúspide de la experiencia unitiva, está construido en forma de un díptico asimétrico, compuesto por dos lados de muy diferente extensión. La primera parte (capítulos 1 al 122) es, desde el punto de vista formal, un diálogo de carácter teológico-filosófico entre personificaciones alegóricas. La segunda parte (capítulos 123 al 139) es en cambio mucho más breve, y está construida en primera persona y casi en su totalidad en forma de monólogo. A través de este díptico, Margarita muestra el camino que lleva al alma al «País de la libertad». Pero mientras que la primera parte nos pone ante el proceso interior de la autora indisociable del propio acto de escritura que plasma en forma de diálogo un pensamiento teológico-filosófico, la segunda se nos descubre no como un relato de experiencias, sino como un verdadero tratado mistagógico que pretende comunicar a otros y otras esa experiencia, y que pretende enseñar desde ella. Para hacerlo, Margarita introduce al lector en una especie de laberinto espiral que le arrastra en una progresión al tiempo ascendente y descendente. Pues el Espejo es una escalera de perfección, pero no es en modo alguno un simple camino lineal y por etapas. El discurso de Margarita, al igual que el camino del alma hacia Dios, no 15 asciende linealmente, sino que progresan ambos a través de un movimiento argumentativo y lingüístico circulares, en un juego espiral de proximidad y distancia. En él la palabra remonta la escalera de caracol de un torreón de conocimiento desde cuyas ventanas, al pasar ante ellas, se contempla siempre el mismo paisaje, pero cada vez desde un nivel distinto, desde una perspectiva sucesivamente renovada y con un horizonte más amplio.
Tras la muerte de Margarita Porete la historia de El espejo de las almas simples y la de su autora se separan. A partir de 1310 la memoria de la mujer y la difusión de su libro recorren caminos distintos durante varios siglos. Mientras las crónicas del siglo XIV hablan de una beguina muy experta en clerecía y, copiándose unas a otras, relatan el triste fin de esa mujer que había «traspasado la divina escritura», su obra recorre Occidente, cruzando barreras lingüísticas como pocos textos místicos en lengua vulgar de su época y circulando tanto en ambientes ortodoxos como heterodoxos.
Que sepamos, entre los siglos XIV y XV, el Espejo se traduce al latín, al italiano y al inglés, y tal vez también a algún dialecto alemán. Múltiples indicios dejan suponer que el número de copias de la obra llegó a ser muy alto. Circulando como texto anónimo, la obra, aunque no siempre vista con buenos ojos, se difundió en el interior de la Iglesia, y de hecho la mayor parte de las copias de las que tenemos noticia se localizan en monasterios y conventos. Una de esas copias anónimas llegó probablemente procedente de un convento femenino a manos de la reina y escritora Margarita de Navarra y su lectura, según nos cuenta ella misma, le impactó profundamente. Como pasó con tantas otras obras de la mística medieval, los siglos XVII al XIX fueron siglos de olvido para el Espejo. Solo en el siglo XX renace de nuevo el interés primero por la obra y después por su autora. El texto aún anónimo se publica en 1927 en una versión parcial y modernizada basada en el manuscrito inglés. Simone Weil queda atónita ante su lectura e impresionada por la grandeza de ese Miroir, se hace eco de él en sus Cahiers d’Amérique y en Écrits de Londres et dernières lettres, sus dos últimas obras, redactada la primera entre mayo y noviembre 16 de 1942, y la segunda, meses antes de morir, en 1943. Tres años más tarde, en 1946, Romana Guarnieri daba la noticia de su feliz descubrimiento que restituiría el libro a su autora. El controvertido anónimo que había circulado en diversas lenguas por toda Europa no era otro que aquel libro pestiferum lleno de herejías y errores, según lo definieron quienes lo condenaron en 1309. Su autora era aquella beguina, procedente de Hainaut, que, después de haber hablado en su libro, permaneció durante un año en las cárceles de la Inquisición en el más profundo silencio. Se llamaba Margarita y ardió viva en el corazón de París, Place de Grève, el 1 de junio de 1310.
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Pueblo de Dios en camino
Evangelio según San Juan 12,20-33.
Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”.
Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.
El les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: ‘Padre, líbrame de esta hora’? ¡Si para eso he llegado a esta hora!
¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”.
La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”.
Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.
Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.
Homilía del Padre Paul Voisin CR de la Congregación de la Resurrección:
En noviembre de 2009 el Obispo Kurtz de las Bermudas estaba fuera de la isla, y me pidieron que lo representara en la catedral Anglicana, donde junto con otros diez líderes religiosos conocí a la reina Isabel. En el ensayo del domingo antes de su visita nos dijeron, en primer lugar, que no extendiéramos nuestra mano a menos que ella tomara la iniciativa. Segundo, inclinarse ligeramente ante ella y hablar sólo cuando se le habla. El Obispo Patrick White me presentó a la Reina, identificándome como el Vicario General de la Diócesis Católica Romana. Ella dijo “Encantado de conocerte”, sonrió y extendió su mano, momento en el que me incliné, extendí mi mano, y respondí con algo así como, “Buenas tardes, Majestad”. El príncipe Felipe estaba unos pasos detrás de ella, y no escuchó las presentaciones, así que cada uno nos presentamos. Me presenté empezando con algo como, “Buenas tardes, Alteza Real”. Cuando vio mi pin de Canadá en mi solapa, comentó sobre ello, y le dije que soy canadiense. Me decepcionó mucho que la Navidad cuando la Reina no mencionó haberme conocido en su mensaje de Navidad.
Pensé en esta oportunidad de conocer a la Reina, cuando escuché las palabras en el evangelio (Juan 12:20-33), “Quiero ver a Jesús”. Puede que haya pensado para mí mismo muchas veces lo que sería ver y conocer a la Reina, pero nunca imaginé que lo haría.
En el evangelio los griegos vinieron a Felipe y expresaron su deseo de ver a Jesús. Probablemente habrían ido preparados con muchas preguntas, después de haber oído hablar de Su sabia enseñanza y actos milagrosos. Pero Jesús no los impresionó con una gran enseñanza o con un milagro. Más bien, Él les habla sobre su sufrimiento y muerte – probablemente lo último que ellos hubieran esperado escuchar. Sin duda, esa no es forma de atraer seguidores.
Hoy también nos decimos a nosotros mismos: “Quiero ver a Jesús”. Esto es natural, como sus seguidores. Queremos saber todo lo que podamos sobre Él de una manera personal, para poder experimentarlo de una manera significativa. Una de las maneras que ya hemos descubierto para encontrarlo está aquí en la Eucaristía. Nos ponemos en un lugar y con las personas que también buscan a Jesús.
Vemos a Jesús aquí en la asamblea, reconociendo el llamado de Dios a todos nosotros para que seamos seguidores del Señor Jesús. En el otro deberíamos reconocer a Jesús como Él vive en cada uno de nosotros. Cuando nos reunimos compartimos la vida de Cristo en cada uno de nosotros, mejorándonos y animándonos unos a otros en nuestro discipulado.
También nos encontramos con Jesús en la persona del sacerdote, tan imperfecto como yo. La Eucaristía que ofrezco al Padre, en unión con Jesús, con la gracia del Espíritu Santo. Ofrezco la eucaristía por todos nosotros. Mis palabras y acciones, en la misa y fuera de la misa, deben reflejar a la persona de Cristo de una manera especial a través de mi ordenación.
Otra forma en la que nos encontramos con Jesús está en los evangelios. Él es la Palabra de Dios. Escuchamos las Sagradas Escrituras cada domingo, y en particular en los evangelios – las mismas palabras de Jesús. Somos apoyados y desafiados por la Palabra en nuestro viaje de fe. Esta palabra nos ilumina y nos guía, ojalá nos ayude a salir adelante y transformar el mundo, empezando por nosotros mismos.
Finalmente, y más significativamente, vemos a Jesús en el pan y el vino – Su cuerpo y sangre. Jesús se hace presente en el altar, y cuando lo recibimos con fe y devoción él se convierte en parte de nosotros, y nosotros, a su vez, nos convertimos en parte de él. Este momento de encuentro, cuando escuchamos “El cuerpo de Cristo” y “La sangre de Cristo” debería ser Una de las mayores fuentes de gracia y poder en toda nuestra semana.
En el evangelio Jesús nos dice que cuando “un grano de trigo cae al suelo y muere” “produce mucho fruto”. Ese fruto, aquí y ahora, es su gracia, y ese fruto es también la vida por venir. Seguir a Jesucristo significa “morir” para nosotros mismos – para nuestro egoísmo, nuestra independencia, nuestro orgullo, nuestro pecado – para que podamos levantarnos con Él y “dar fruto”, los valores y virtudes del reino de Dios. En particular, durante la temporada de Cuaresma compartimos ese pascual misterio – muriendo y creciendo – mientras oramos, ayunamos y mostramos caridad unos a otros. Así es como traemos la vida de Jesús al mundo. Así como él fue “levantado de la tierra” en la cruz del Calvario, nosotros también seremos “levantados” en la medida en que conformamos nuestras vidas a la vida de Jesús, que nuestras vidas y su se crucen y demostremos que Él es nuestro Señor y Salvador.
En la Segunda Lectura de San Pablo a los Hebreos (5:7-9), proclama que los “fuertes gritos y lágrimas” de Jesús fueron señal de obediencia al Padre, y su única mente en hacer la voluntad del Padre. San Pablo nos dice que “cuando fue hecho perfecto, se convirtió en la fuente de la salvación eterna para todos los que le obedecen”. Vamos a “ver” a Jesús en nuestra obediencia a Dios, y otros “verán” a Jesús en nosotros en la medida en que seamos obedientes a Él.
En la Primera Lectura del Libro del Profeta Jeremías (31:31-34) Dios revela por Jeremías que hará un pacto con el pueblo elegido. Establecerá ese pacto santo de fe y amor con ellos que será para siempre y cien por ciento. Él dice: “Pondré mi ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”. ¡Qué palabras tan hermosas y alentadoras! Dios entra en nuestras vidas. ¡Él quiere ser visto! ¡Él quiere ser experimentado! ¡Él quiere ser amado, obedecido y servido! Sin embargo, debemos estar abiertos a esa vida de Dios, y a su revelación, así como debemos estar abiertos para “ver” a Jesús. Dios está con nosotros, bombardeándonos con gracia y oportunidades, pero tenemos que buscarlo, reconocerlo, aceptarlo y convivir con Él.
En este quinto domingo de la temporada de Cuaresma nuestras hermosas lecturas nos animan en nuestro viaje de Cuaresma. Hoy somos llamados a buscar a Jesús, y a buscarlo donde él ‘pasa el rato’ y dentro y con la gente con la que ‘pasa el tiempo’. Somos esas personas, y Jesús quiere que estemos más unidos a él. Su sufrimiento y muerte no fueron para algunas de las personas en algunos momentos, sino para todos nosotros en todo momento. Sé que no volveré a encontrarme con la reina Isabel, pero puedo conocer a Jesús en cualquier momento. Busquémoslo, para estar para Él, con Él, y en Él. Mostremos verdaderamente que “queremos ver a Jesús”.
El Vaticano nombra al Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo Mattasoglio, como Gran Canciller de la PUCP
Por Oscar García /Gabriel Aller. Fotos: Renato Pajuelo.
Con una trayectoria de 37 años enseñando en nuestra Universidad, el arzobispo de Lima asume el rol de Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Como lo ha hecho a lo largo de su carrera, buscará trabajar con gran cercanía a los jóvenes y aportará al legado dejado por el cardenal Pedro Barreto SJ.
Con la mayor de las alegrías debemos anunciar que, este 15 de marzo del 2024, se informó ante la Asamblea Universitaria que el papa Francisco nombró al arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo Mattasoglio, como nuevo Gran Canciller de la PUCP. De esta manera, sucederá al cardenal Pedro Barreto SJ, quien presentó su renuncia al cumplir 80 años.
Sus primeras palabras, compartidas con PuntoEdu, fueron de “agradecimiento a esta síntesis extraordinaria que ha hecho la PUCP, como universidad católica, entre la fe y el conocimiento, la cultura y la diversidad humana. Es un agradecimiento también a quienes la fundaron y que han persistido a lo largo de nuestra historia”. Asimismo, añadió que su misión como Gran Canciller “siempre es recordar la presencia de la fe cristiana del Pontífice que nos permite tender puentes, humanos, espirituales, religiosos, culturales y científicos entre los seres humanos. Estamos para eso, para ser puente entre las personas”.
“Nuestra tarea es hacer que el Perú se eduque mejor, que volvamos a valorar la belleza y riqueza de la experiencia”
El nuevo Gran Canciller señaló, además, que una de las primeras misiones que llevará adelante será “saber acompañar a los jóvenes”, ya que “nuestra tarea es hacer que el Perú se eduque mejor, que volvamos a valorar la belleza y riqueza de la experiencia”. Mencionó también que “hay que superar una tendencia que existe en todo el mundo de parte de los intelectuales y las élites del pensamiento que por ser muy expertos y conocedores se separan de la gente, eso pasó en el templo de Jerusalén”.
A lo largo de su vida, el Monseñor Castillo se ha caracterizado por la humildad y el compromiso con los más pobres y con los jóvenes. Estudió Sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y, luego de pensar si quería ser músico o sacerdote, siguió el camino de Dios e ingresó al seminario Santo Toribio de Mogrovejo. Posteriormente, llevó estudios eclesiásticos en Europa, donde se recibió como filósofo por el Pontificio Colegio Español de San José y como doctor en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma, Italia. Durante 25 años se desempeñó como padre en la Iglesia San Francisco Solano del Rímac. Asimismo, fue miembro de nuestro Consejo Universitario del 2003 al 2006.
“Si hay alguien en el mundo que es importante para la tradición cristiana y para Francisco, también, son los jóvenes. En la Biblia, Dios siempre elige a los últimos, no porque no quiera a los primeros, sino porque, si se queda en los primeros, se detiene en el pasado. Eso es lo que hacemos en la PUCP: colocarnos al servicio de los últimos investigando todo lo posible para que la humanidad pueda seguir avanzando“.
Sirviendo a la PUCP desde hace más de 35 años
La estrecha relación de la PUCP con el Monseñor Carlos Castillo empezó hace 37 años. Desde 1987 enseña en nuestras aulas y actualmente continúa siendo profesor principal del Departamento Académico de Teología. Su curso Revelación de Dios en la Historia, en Estudios Generales Ciencias, ha hecho reflexionar, durante décadas, a los estudiantes sobre la espiritualidad.
El Monseñor Castillo siempre ha tenido presente en su labor a los jóvenes. “Si hay alguien en el mundo que es importante para la tradición cristiana y para Francisco, también, son los jóvenes. En la Biblia, Dios siempre elige a los últimos, no porque no quiera a los primeros, sino porque, si se queda en los primeros, se detiene en el pasado. Eso es lo que hacemos en la PUCP: colocarnos al servicio de los últimos investigando todo lo posible para que la humanidad pueda seguir avanzando”, resalta el nuevo Gran Canciller. Asimismo, recuerda las palabras del padre McGregor: “cuando lleguemos al paraíso nos van a examinar de amor a los pobres”.
Para Castillo, en nuestra Universidad, al igual que en la Iglesia, es importante conjugar la mirada racional con la espiritual, contar con apertura de mente y tener siempre presente a los más necesitados. “Personalmente, creo que en nuestra Universidad Católica estamos llamados a afrontar el desafío de esta crítica realidad desde la profundidad de nuestra identidad. Nuestro catolicismo abierto requiere aún ser renovado y actualizado, y, para ello, es preciso escuchar la voz de los humanos de los márgenes y periferias que son fuente de imaginación creadora”, sostuvo en una columna.
Asimismo, nuestro nuevo Gran Canciller promueve el rol y aporte de la PUCP a la sociedad peruana. “Fuimos destinados a una misión: la de involucrarnos con los problemas de nuestro país para comprenderlos, reflexionar sobre ellos, y tratar de guiar y educar para que exista una esperanza”, dijo en la homilía que ofreció por los 105 años de nuestra Universidad. Le deseamos muchos éxitos al Monseñor Carlos Castillo en su nuevo cargo de Gran Canciller de la PUCP.
Agradecemos al cardenal Pedro Barreto SJ que deja el cargo de Gran Canciller
En su destacada gestión como Gran Canciller de la PUCP, el cardenal Pedro Barreto SJ hizo énfasis en promover la Responsabilidad Social Universitaria. Para ello sostuvo diferentes reuniones con nuestras autoridades. Asimismo, cabe recordar que en el 2020 -cuando era representante del Episcopado en nuestra Asamblea Universitaria- impulsó decididamente la producción y donación de las plantas de oxígeno medicinal desarrolladas en la PUCP en la época de la crisis sanitaria por la Covid-19.
“Como gran canciller, en este momento siento gratitud a Dios, al papa Francisco y a la Santa Sede, que me han hecho posible compartir con ustedes, queridos hermanos y hermanas que conforman la gran familia PUCP, el poder servirles”, sostuvo Barreto al asumir el puesto en el 2022. Ahora la Comunidad PUCP le agradece por su contribución.
Luz de Jesucristo
Evangelio según San Juan 3,14-21.
Dijo Jesús: De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
Homilía del Padre Paul Voisin CR de la Congregación de la Resurrección:
En febrero de 2002 pasé doce días visitando a amigos en la zona de Wellington, Nueva Zelanda. Vi tantas cosas fascinantes y hermosas allí, tanto que volví en 2017. Una de las muchas cosas que recuerdo haber visto era un Kiwi, el pequeño pájaro tímido que se identifica tanto con Nueva Zelanda. Recuerdo que entramos en una zona oscura para ver el pájaro, ya que es una criatura nocturna. No le gusta la luz, pero prefiere la oscuridad.
Pensé en esa experiencia mientras reflexionaba sobre el evangelio (Juan 3:14-21) en el que Jesús habla de tinieblas y luz. Jesús es esa luz, que vino al mundo para traer la salvación. Sin embargo, como él dice “la gente prefería la oscuridad a la luz”, como el Kiwi. Cuando pecamos estamos eligiendo la oscuridad y no eligiendo la luz: Jesús el Señor. Cuanto más reflexionaba sobre las lecturas, más me di cuenta de que este tiempo de Cuaresma es una experiencia, una oportunidad, para pasar de la oscuridad a la luz – para elegir una vez más, de una manera más profunda, la luz de Cristo.
Esto significa para cada uno de nosotros la necesidad de descubrir la oscuridad en nuestra vida. Tenemos que reconocer lo que queremos dejar atrás, para poder abrazar la luz de Cristo. Al igual que en un viaje, debemos ser conscientes de dónde estamos y dónde queremos terminar. No podemos simplemente serpentear, tenemos que ver claramente hacia dónde nos dirigimos. Lo que buscamos determinará lo que encontramos.
Nuestro objetivo durante la Cuaresma es profundizar nuestra vida con Cristo mediante la oración, el ayuno y las obras de caridad. Estos cuarenta días nos brindan oportunidades de gracia que nos transformarán para celebrar la resurrección de Jesucristo de los muertos el domingo de Pascua. Cualquiera que sea la actividad espiritual que identificamos y elegimos para esta temporada de Cuaresma, espero que nos lleve de la ‘A’ a la ‘B’, de cierta calidad de vida con Dios a una vida más profunda y rica con Dios. A medida que nos encontramos con dos tercios del camino a través de la Cuaresma, este evangelio nos da una oportunidad para preguntarnos “¿He dejado atrás la oscuridad? ”, y “¿Puedo ver la luz delante de mí? ”
Relaciono este viaje de la oscuridad a la luz con las palabras de la Oración Resurreccionista, compuesta por un resurreccionista estadounidense fallecido, Padre Frank Grzechowiak. Somos llamados a “morir para nosotros mismos para que (ustedes) Jesús pueda vivir en nosotros”. Que morir a la oscuridad del pecado en nuestras vidas nos traerá la luz de Cristo. Sólo entonces podemos ser transformados por el amor de Dios, cuando permitimos que esa luz de Cristo entre más plenamente en nuestras vidas – no sólo por nuestro deseo o plan – sino dando fruto en palabras y acciones que reflejan esa nueva vida en Cristo.
Uno de los desafíos que Jesús nos da – especialmente si aún no hemos identificado la oscuridad dentro y nos hemos movido hacia la luz de Cristo esta Cuaresma – es nuestra caridad hacia los demás. En nuestra condición humana es fácil criticar. Es fácil juzgar y condenar. A veces podemos expresar esta falta de caridad a los demás, y puede tener fácilmente el ‘efecto dominó’: anima a alguien a ‘prejuzgar’ y a ‘acariciar a alguien de su lista’. Les brinda una excusa, por nuestro mal ejemplo, para sentirse justificados en sus sentimientos negativos, pensamientos, palabras y acciones. Si nosotros – que nos identificamos con Cristo profesando nuestra creencia en Él, siguiéndole y adorándole: actuamos de esta manera, otros (que no lo conocen también, y creen en él o le adoran aún menos) pueden ser fácilmente alejados de Jesucristo y lejos de la luz. Vemos ese mal ejemplo en la Primera Lectura del Segundo Libro de Crónicas (36:14-16, 19-23), cómo los responsables de la vida de la comunidad israelita se habían vuelto infieles y llevaban a otros por mal camino. Esto finalmente les trajo sufrimiento y exilio. Ellos se separaron de Dios.
Así como todos buscamos una segunda oportunidad y queremos ser perdonados, nuestras palabras y acciones deben reflejar esa compasión de Dios: inspirando esperanza en las vidas de aquellos que se encuentran en la oscuridad del pecado y desean pasar a la luz de Cristo. En nuestra Segunda Lectura de la Carta de San Pablo a los Efesios (2:4-10), nos dice que Dios es compasivo y misericordioso, y que la salvación viene a nosotros como un regalo, y que este don dará fruto en amor, perdón y otras buenas obras.
Mientras nos dedicamos a esta temporada de Cuaresma, y cada uno de nosotros pasamos de la oscuridad a la luz a nuestro propio camino y en nuestra actividad y disciplina elegidos, estemos seguros de ese amor de Dios y la abundante gracia de Dios. No seamos como el Kiwi, sino Busca la luz. Dios quiere que la luz de su Hijo brille en nosotros, y a través de nosotros para el mundo. Cuando esa luz brilla a través de nosotros – cuando estamos iluminados con la luz de Cristo – entonces trabajamos no sólo para nuestra propia resurrección del pecado, sino para la resurrección de la sociedad del pecado y del mal.
Oración resurreccionista
Oh Señor resucitado,
el camino, la verdad y la vida,
haznos fieles seguidores del espíritu de tu resurrección.
Concede que seamos renovados interiormente;
muriendo para nosotros mismos para que puedas vivir en nosotros.
Que nuestras vidas sirvan como señales del poder transformador de tu amor.
Úsenos como sus instrumentos para la renovación de la sociedad,
Trayendo tu vida y amor a todos, y guiándolos a tu Iglesia.
Esto te pedimos, Señor Jesús, que vivas y reinando con el Padre,
en la unidad del Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Tercer domingo de Cuaresma 2024
Evangelio según San Juan 2,13-25.
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio“.
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué signo nos das para obrar así?“.
Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar“.
Los judíos le dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?“.
Pero él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba.
Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del hombre.
Homilía del Padre Paul Voisin CR de la Congregación de la Resurrección:
Normalmente mi oficina está bien ordenada. Sin embargo, hace algunos años, mientras servía en las Bermudas, encontré que a veces los papeles empiezan a acumularse en mi escritorio, luego en mi sofá, y luego debajo del sofá. Ha habido momentos en los que se ha puesto tan mal que saco una maleta y apilé los papeles en la maleta y luego empiezo a archivarlos. Probablemente a la mayoría de nosotros nos gusta y apreciamos el orden, aunque no sea fácil de mantener. No sé cómo lidias con este mismo dilema.
Dios creó el mundo con un cierto orden, y con un cierto propósito. En el Libro del Génesis, escuchamos hablar de la creación del mundo, pero en los siguientes capítulos –uno tras otro– parece que el orden comienza a romperse y el pecado y el caos aumentan. Esto llevó a la muerte y la destrucción.
En el evangelio de hoy (Juan 2:13-25) Jesús trata de restaurar el orden en el Templo, el Santo de los Santos. En las zonas alrededor del Templo había comenzado una venta de animales utilizados para sacrificar. Jesús declara: “Saca estos de aquí, y deja de hacer de la casa de mi Padre un mercado. Esta no era la intención de Dios. Este no era el orden que Dios estableció. Pero dejado a sus propios designios, el hombre había alterado el plan de Dios, y Jesús se dispuso a restablecerlo. Su celo e ira sorprendió a sus seguidores y a la gente allí, y probablemente a nosotros también. En el evangelio de Juan, esto viene al comienzo del ministerio de Jesús, una declaración inicial de su papel como Mesías, e incluso profecías veladas de su muerte y resurrección.
En nuestra primera lectura del Libro del Éxodo (20:1-3, 7-8, 12-17) vemos a Dios dando los diez mandamientos al pueblo elegido. En su estancia en el desierto, el caos y el pecado eran una amenaza constante, y cuando Moisés los dejó para escalar el Monte Sinaí, se volvieron más vulnerables que nunca. Pecaron, y construyeron un ternero de oro a los dioses paganos, en caso de que su propio Dios no viniera por ellos. Mientras tanto Moisés está en comunión con Dios en la montaña. Mientras desciende la montaña, ve el caos y la confusión en la gente. ¡Más que nunca, necesitaban los diez mandamientos! Estos diez mandamientos fueron dados para restaurar el orden que se había perdido por el pecado. Los Diez Mandamientos todavía tienen un papel que desempeñar en liderarnos y guiarnos hoy. Jesús no los hizo a un lado, sino que los honró como la revelación de su Padre. Estas serían las señales a lo largo del camino para que el pueblo elegido por Dios los lleve a la unión con Dios y a la armonía unos con otros. Estos corregirían las faltas y fallas de los elegidos. Estas se convertirían, como nos dice el Salmista (19) en “las palabras de la vida eterna. Siguiendo los Diez Mandamientos en su plenitud, se convertirían en santos, como Dios es santo.
En el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, encontramos tremendos Capítulos sobre los Diez Mandamientos. Demasiado a menudo los miramos de una manera minimalista. Por ejemplo, con el quinto mandamiento, ‘No matarás’, la mayoría de la gente diría que ni siquiera lo miran ni lo tienen en cuenta. Pero cuando lees el capítulo del quinto mandamiento aborda realidades modernas como: respeto por la vida, escándalo, respeto por la salud, investigación científica, paz y guerra. Así, el Catecismo muestra la amplitud de los Mandamientos y debe hacernos darnos cuenta del llamado de Dios para ordenar nuestras vidas en el respeto a nuestras vidas y la de los demás. El quinto mandamiento no es sólo sobre armas y cuchillos, sino sobre la forma en que nos tratamos unos a otros como hijos de Dios.
Nuestro desafío, especialmente durante esta temporada de Cuaresma, es reordenar nuestras vidas de acuerdo a la voluntad y la intención del Padre. Así como Jesús estaba decidido en su seguimiento de la voluntad del Padre, nosotros también -como hijos del Padre, hermanos y hermanas de Jesús, e iluminados por el Espíritu Santo- debemos ser únicos en descubrir y hacer la voluntad del Padre. Esta temporada de gracia es un momento para que nos deshagamos de los vendedores y comerciantes en nuestras vidas, no con un látigo, sino con la oración y un reordenamiento de nuestras prioridades. Tal vez la pandemia nos haya ayudado a descubrir lo que es realmente importante, y facilitará la identificación de lo que tenemos que desechar. Sin estos obstáculos, dentro de nosotros y alrededor de nosotros, nos encontraremos en mayor paz con Dios, más fieles a la voluntad de Dios, y estaremos en mayor armonía unos con otros.
La renovación de nuestras vidas puede no ser tan dramática como aquel día en el Templo de Jerusalén cuando Jesús echó a los comerciantes y cambiadores, pero será un nuevo comienzo para nosotros. Si tomamos en serio nuestro viaje Cuaresma, nos encontraremos cambiados y renovados. Dios restaurará su orden en nuestras vidas, y Él verdaderamente “reinará” en nuestras vidas como Rey y Salvador. Nuestro testimonio de vida servirá como un imán para que otros reconozcan la importancia de la conversión y la renovación, y la bendición y gracia de una vida bien ordenada según la voluntad del Creador.
Abancay: la vida religiosa en los Andes
PUCP y Revista Teológica Limense son fuentes de inspiración
Por Josep-Ignasi Saranyana Closa.
En 1917, había nacido la Pontificia Universidad Católica del Perú, fundada por el sacerdote francés, Jorge Dintilhac, provincial de la congregación de los Sagrados Corazones. Lima contaba entonces sólo con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que en aquellos años era la Universidad por excelencia de la elite mesocrática y aristocrática limeña, imbuida del positivismo liberal de inicios de siglo XX. La Católica pretendía brindar a los estudiantes una sólida formación profesional y cristiana, frente a la radicalización ideológica que primaba en San Marcos.
Capilla de Tamburco. Fotografía de Hiram Bingham
La Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, institución independiente de la Universidad Católica, inició su andadura en 1935, separándose de la Universidad de San Marcos en esa fecha. En 1967 comenzó una publicación periódica teológica que, desde 1973, adoptó el nombre de Revista Teológica Limense.
Conferencia Episcopal Peruana
Por Dr. José Antonio Benito R.– Perú Católico.
La Conferencia Episcopal Peruana se estableció en 1957 bajo la presidencia del Arzobispo de Lima, Juan Landázuri Ricketts OFM, quien recibió el 31 julio la aprobación pontificia de los estatutos. Fue acompañado por los secretarios Luciano Metzinger y Augusto Vargas Alzamora por el dilatado espacio de tiempo de 33 años (1988). Le sucede Monseñor Ricardo Durand Flórez SJ, ayudado en la secretaría por Augusto Vargas Alzamora SJ y Miguel Cabrejos Vidarte OFM. De 1992 a 1993 Monseñor José Dammert Bellido y Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte OFM. De 1993 a 1999 el Cardenal Augusto Vargas Alzamora SJ con Monseñor Miguel Irizar Campos CP y Monseñor Luis Bambarén Gastelumendi SJ. De 1999 al 2006, Monseñor Luis Bambarén Gastelumendi SJ con Monseñor Miguel Irizar Campos CP y Monseñor Juan José Larrañeta Olleta OP. Del 2006 al 2012 Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte OFM con Monseñor Juan José Larrañeta Olleta OP y Monseñor Lino Panizza Richero OFM Cap. Del 2012 al 2017 Monseñor Salvador Piñeiro García-Calderón acompañado de Monseñor Lino Panizza Richero OFM Cap, Monseñor Fortunato Pablo Urcey OAR y Monseñor Norberto Strotmann Hoppe MSC. Del 2018 al 2021 Monseñor Héctor Miguel Cabrejos Vidarte con Monseñor Norberto Strotmann Hoppe MSC.
La CEP se reúne al menos una vez al año y, aparte de la Asamblea Plenaria, está representada por el Consejo Permanente. Cabe señalar que la CEP no es una instancia jerárquica, sino de coordinación. Sus acuerdos y documentos no obligan a los obispos que la integran, salvo cuando el Reglamento lo estipula así. La Conferencia Episcopal Peruana consta de 25 Comisiones Episcopales y Organismos. El obispo Presidente de la Conferencia Episcopal o episcopado no “manda” a los demás obispos; por lo tanto no puede ser considerado como “Jefe de la Iglesia peruana”; el que sí es “jefe” de esa Iglesia local es cada Obispo en su diócesis.
La sola enumeración de sus comisiones (catequesis y pastoral bíblica, educación, cultura y bienes culturales, clero y vocaciones, familia-infancia y vida, medios de comunicación, liturgia, CEAS y movilidad humana, laicos y juventud, misiones y pastoral indígena, vida consagrada…), así como el responsable compromiso frente a desafíos como la covid-19 (Respira Perú, Resucita Perú) nos habla del generoso y efectivo aporte a la sociedad peruana.
Como toda razón, San Pío X pudo escribir a los obispos del Perú, el 13 de septiembre de 1910: “Si entre las provincias eclesiásticas de América hay alguna que deba aventajarse y resplandecer ante Dios y ante los hombres con los fulgores de la perfección evangélica, seguramente es la Iglesia Peruana, por ser una de las más antiguas de toda la América, por contar entre sus hijos tantos valores ilustres en santidad, y por haber sido desde sus principios cultivada y fecundizada con los trabajos apostólicos del gran Santo Toribio”.
Pequeño milagro
Padre Karol Lipiński y los habitantes de Wierszyna. Kamper Maniak| YouTube
Después de 62 años sin Misa, católicos siberianos mantuvieron su fe
En el corazón de Siberia, el pequeño pueblo de Wierszyna alberga una población predominantemente católica polaca. Durante la época de la dictadura comunista, sus habitantes consiguieron preservar y transmitir su fe, sin iglesia, Misa ni sacerdote… durante seis décadas
Wierszyna. Este nombre, difícil de pronunciar, es el de un pequeño milagro. En primer lugar, fue un milagro de la vida cuando una comunidad de colonos polacos se trasladó ahí hace cien años, desafiando las inclemencias del tiempo para hacer de este pueblo -de las profundidades de Siberia- un lugar donde vivir.
El segundo milagro fue el milagro de la fe, ya que la dictadura comunista no logró vencer la piedad de los habitantes de Wierszyna, que vivieron sin iglesia, sin Misa ni sacerdote durante más de seis décadas. Aún hoy, la población de este pueblo de 800 almas es casi exclusivamente polaca. Viven prácticamente aislados del mundo, en una región donde las temperaturas pueden descender hasta -55°C en invierno.
Todos los días festivos excepto… Semana Santa
Este pueblo, a unos 140 km de Irkutsk, es un fenómeno: en la lejana Siberia, sus habitantes han conservado durante generaciones la lengua de sus antepasados. También han conservado su parroquia y su iglesia. La iglesia de san Estanislao, que sigue en pie, fue construida por inmigrantes polacos en 1915, poco después de su llegada. Los servicios religiosos se celebraron allí hasta 1928 o 1929, cuando las autoridades comunistas decidieron demolerla. Sin embargo, ante las enérgicas protestas de los residentes, los bolcheviques abandonaron la idea de destruir la iglesia. Cerrada, la iglesia fue devastada desde dentro por las autoridades.
Iglesia San Estanislao de Wierszyna. Bar Mac/ Wikipedia Commons
La fe ha sobrevivido, cultivada en secreto dentro de las familias. La Eucaristía no se celebró en este pueblo durante 62 años. En aquella época, una de las habitantes, Magdalena Mycka, bautizaba a los niños del pueblo «con agua», y los habitantes rezaban en casa, salvando así la lengua polaca y transmitiendo la fe. También intentaron preservar las fiestas católicas, excepto la Pascua. «No tenían contacto con Polonia, por lo que carecían de calendario y no sabían cuándo era el Domingo de Resurrección», explica el padre Karol Lipiński, sacerdote de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada y actual párroco de la parroquia polaca de Wierszyna.
Renovación de la liturgia
La parroquia renació tras la caída del comunismo en Rusia. El primer sacerdote que volvió a visitar el pueblo fue el padre Tadeusz Pikus (más tarde obispo), entonces párroco de los polacos en la URSS. Celebró misa en 1990 en el edificio de la escuela del pueblo. También luchó con las autoridades locales para devolver la iglesia a los fieles y devolverle su carácter sagrado, a pesar de que el edificio iba a convertirse en museo.
«A aquella primera Misa acudió mucha gente, muchos adultos vieron a un cura por primera vez en su vida. Los que nacieron después del cierre de la iglesia podían tener más de 60 años y asistir a una Misa a la que nunca habían ido», explica el padre Lipiński.
Dos años más tarde, el 19 de diciembre de 1992, se celebró la primera Misa en una iglesia restaurada, presidida por el actual Ordinario de la diócesis de la Transfiguración de Novosibirsk, el obispo Joseph Werth. Así es como renació la liturgia en Wierszyna, y cómo la realidad de la Resurrección y la presencia de Cristo en el pan y el vino vuelven a estar presentes.
Por supuesto, 60 años de ateísmo forzado han pasado factura, y a la población le sigue costando aclimatarse a una vida parroquial salpicada de oficios. Pero la tenacidad de los habitantes y del clero local para volver a situar la iglesia en el corazón de la vida del pueblo es ya un increíble testimonio de fe.
Fuente: Aleteia.
Compañeros de Cristo
Los sacerdotes, diáconos y seminaristas compañeros de Cristo se reúnen después de la Misa y la profesión anual de promesas y compromiso con la asociación en 2023. (Foto: Compañeros de Cristo)
‘Para edificar a nuestros hermanos‘: Compañeros de Cristo responde al llamado de comunidad para el sacerdocio diocesano
El arzobispo Bernard Hebda de St. Paul-Minneapolis aprecia el ministerio de estos ‘sacerdotes diocesanos alegres y compasivos con un corazón para la obra de evangelización’.
Por Judy Roberts– National Catholic Register.com
En un momento en que la mayoría de los obispos enfrentan una escasez de clero, el préstamo de tres sacerdotes por parte del arzobispo Bernard Hebda de St. Paul-Minneapolis a otra diócesis parece nada menos que notable.
El arzobispo Hebda probablemente estaría de acuerdo. Cuando el verano pasado el obispo Andrew Cozzens, de la diócesis de Crookston, en la esquina noroeste del estado, le pidió que considerara orar por tal medida, dijo que lo haría, pero que era poco probable una respuesta afirmativa.
El obispo Cozzens había pedido específicamente al arzobispo sacerdotes de los Compañeros de Cristo , una asociación de clérigos diocesanos que buscan vivir sus vocaciones sacerdotales centradas en la vida comunitaria.
Fundados en la Arquidiócesis de St. Paul-Minneapolis en 1992, los Compañeros se diferencian de los sacerdotes de órdenes y congregaciones religiosas en que están comprometidos con el sacerdocio diocesano y bajo la autoridad de sus respectivos obispos. El obispo Cozzens fue miembro fundador de los Compañeros, que actualmente son 32 y también sirven en la Arquidiócesis de Denver y la Diócesis de Joliet en Illinois.
Como resultado de la solicitud del obispo Cozzens, tres sacerdotes de los Compañeros de Cristo se mudarán a Crookston en julio por tres años y serán asignados a dos parroquias, una escuela y el Centro Newman en la Universidad Estatal de Bemidji. Vivirán juntos en una rectoría de una de las parroquias.
En una carta del 23 de enero anunciando su decisión de aprobar la solicitud, el Arzobispo Hebda dijo que había actuado después de consultar con la Junta de Asignaciones Integrales de la Arquidiócesis y con el Padre Peter Williams, moderador de los Compañeros de St. Paul-Minneapolis.
Entre sus consideraciones, dijo en su carta, estaba la necesidad muy real en la Diócesis de Crookston y el hecho de que aproximadamente la mitad de los miembros de los Compañeros de la arquidiócesis se habían mudado allí desde otras partes del país para unirse a la asociación.
“En muchos sentidos, estos hombres ya han sido misioneros en nuestra Iglesia local”, escribió.
El arzobispo Hebda dijo al Register que desde sus primeros días en la arquidiócesis en 2015, ha descubierto que los Compañeros son una gran bendición para él, la gente de la Iglesia local y, en particular, sus sacerdotes.
“Fortalecidos por su fraternidad con sus hermanos sacerdotes y responsables de un régimen diario de oración, los Compañeros de la arquidiócesis han podido no sólo resistir las tormentas que esta Iglesia local ha enfrentado, sino también volverse aún más unidos y comprometidos con Cristo”. él dijo. “Personalmente he llegado a conocerlos como sacerdotes diocesanos alegres y compasivos con un corazón para la obra de evangelización”.
Un nuevo capítulo
El envío de los Compañeros a una cuarta diócesis marca un nuevo capítulo en la expansión de la asociación, que ha continuado a medida que más hombres expresan interés en la idea de vivir juntos y apoyarse mutuamente en los intentos de crecer en santidad mientras sirven como sacerdotes diocesanos. Aunque a muchos esta idea les parece una nueva realidad, el obispo Cozzens dijo que una mirada a la larga historia de la Iglesia católica revela que no es nueva.
“Ha habido muchas ocasiones en las que los sacerdotes han elegido vivir juntos para fortalecerse mutuamente en estilos de vida aprobados en la Iglesia”, dijo.
El obispo Cozzens se encuentra entre quienes ven que los Compañeros tienen el potencial de aumentar las vocaciones al sacerdocio diocesano. Le dijo al Register que, según su experiencia, cuando los hombres aprenden que los Compañeros ofrecen una manera de vivir en comunidad y seguir siendo sacerdotes diocesanos, a menudo eligen el sacerdocio diocesano.
“Me cuento entre ellos”, dijo. “No creo que hubiera sido sacerdote diocesano si no fuera por esta oportunidad de vivir una forma de vida comunitaria”. Mientras discernía el sacerdocio, el obispo Cozzens dijo que había observado varias comunidades religiosas, incluidas las benedictinas.
Cuando se formaron los Compañeros de Cristo, el obispo de Crookston era uno de los seis hombres solteros que formaban parte de Cristo Redentor, una comunidad católica laica en la Arquidiócesis de St. Paul y Minneapolis. “Estábamos comprometidos a vivir el celibato y queríamos poder ser sacerdotes, pero también poder mantener nuestro estilo de vida comunitario”, dijo el obispo Cozzens.
Con el aliento y la ayuda del entonces obispo auxiliar Robert Carlson, el grupo redactó estatutos para lo que se convertiría en los Compañeros de Cristo, y recibió la aprobación como asociación pública de fieles según el derecho canónico. Dichas asociaciones pueden incluir clérigos, laicos o ambos y se consideran distintas de los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica.
El obispo Cozzens dijo que la respuesta de otros obispos a los Compañeros ha variado, aunque muchos están abiertos a discernir si la asociación podría satisfacer las necesidades de sus sacerdotes. “Pero hay complejidades en una comunidad como esta que sirve en una diócesis que los obispos también tienen que discernir”, dijo.
Entre ellas se encuentran la coordinación de tareas con el deseo de los Compañeros de vivir juntos en comunidad. “Es por eso que hemos aprendido que a veces tenemos que ser flexibles en eso”, dijo el obispo Cozzens, y agregó que los miembros deben encontrar otras formas de conectarse entre sí si no pueden vivir juntos porque, en última instancia, deben ser dóciles a las necesidades de sus diócesis.
Los sacerdotes compañeros de Cristo oran por el obispo Andrew Cozzens antes de que comience su nueva asignación en 2021 como obispo de la Diócesis de Crookston. El obispo Cozzens fue miembro fundador de la asociación en 1992. (Foto: Compañeros de Cristo)
Arquidiócesis de Denver
Por ejemplo, el padre Brady Wagner, un compañero de la Arquidiócesis de Denver asignado al Seminario Teológico St. John Vianney, vive una vida comunitaria con los seminaristas que supervisa según lo exige su asignación. En dos asignaciones anteriores vivió solo y con otro sacerdote que no era Compañero.
“Hay muchas otras maneras en que intentamos construir una vida fraterna”, dijo. Para él, eso significa reunirse para almuerzos semanales con otros dos Compañeros que enseñan en el seminario y, los sábados por la noche, ir a diferentes hogares de Compañeros para reuniones semanales del “Día del Señor” para compartir una comida y oración.
En la Arquidiócesis de St. Paul y Minneapolis, el Arzobispo Hebda dijo que él y la junta de asignación de sacerdotes generalmente tratan de satisfacer el deseo de los Compañeros de vivir en comunidad. Aun así, continuó, “me ha impresionado y agradecido su flexibilidad cuando eso no es posible, siempre anteponiendo las necesidades de la Iglesia arquidiocesana a las suyas propias”.
Otro desafío que pueden enfrentar los Compañeros es la percepción de que se están separando de otros sacerdotes de la diócesis. Sin embargo, el padre Williams dijo: “Tratamos de no destacar. Somos hermanos entre hermanos. … Invitamos a sacerdotes no compañeros a nuestras cenas de los sábados por la noche. Estamos tratando de ser inclusivos, abiertos, para edificar a nuestros hermanos”.
El obispo Cozzens añadió que los Compañeros hacen todo lo posible por participar activamente en el presbiterio en general y ser amigos de los demás.
Miembros de los Compañeros de Cristo (de St. Paul, Minneapolis y Denver) sonríen con el Papa Francisco después de una audiencia papal afuera de la Basílica de San Pedro en Roma para el 25° aniversario de la fundación de los Compañeros de Cristo en 2017. (Foto: © Vatican Media)
“En general, en la Arquidiócesis de St. Paul-Minneapolis, creo que lo han hecho bien. Los compañeros incluso han tenido a no miembros viviendo con ellos o formando parte de sus grupos fraternales o viniendo a comer a sus casas. También tratan de mantener amistades con sacerdotes que no son miembros”.
Deseo de comunidad
Dijo que piensa que los sacerdotes diocesanos que no pertenecen a los Compañeros a menudo son muy buenos para encontrar comunidad. Algunos pertenecen a grupos de apoyo a sacerdotes o fraternidades de Jesús Caritas , grupos de cinco a siete sacerdotes que se reúnen mensualmente para compartir las Escrituras, orar contemplativamente antes de la Eucaristía y compartir sobre sus vidas.
Los Compañeros se diferencian de estos en que buscan vivir juntos cuando sea posible, responsabilizarse mutuamente de un conjunto de ideales y adherirse a una espiritualidad que apoya y fortalece a los miembros. Los ideales son un fuerte sentido de consagración sacerdotal, una disposición a obedecer, un corazón y una vida castos, una orientación a la pobreza evangélica, un deleite y compromiso con la fraternidad sacerdotal, un celo por el bien de las almas y una mente bien formada y penetrados por la verdad del Evangelio. Los miembros también se comprometen a realizar una Hora Santa diaria entre ellos ante el Santísimo Sacramento expuesto y procuran rezar juntos el Oficio Divino siempre que sea posible.
Compañeros de Cristo sacerdotes antes de la Misa y la profesión anual de promesas y compromiso con la asociación; De izquierda a derecha: Los padres Kyle Kowalczyk, Brian Park y Chad VanHoose se detienen para tomar una fotografía mientras ayudan a capacitar a los misioneros en NET Ministries. Los tres son Compañeros de Cristo y ex alumnos de NET; LR: Los padres Joseph Zabinski y Peter Williams descansan en medio de la conferencia anual de verano de Compañeros de Cristo. Los sacerdotes compañeros de Cristo hacen fila para firmar con su nombre después de hacer su profesión anual de promesas y compromiso con la asociación. (Foto: Compañeros de Cristo)
Stephen White, director ejecutivo de The Catholic Project, que en 2022 y 2023 publicó los aspectos más destacados y las ideas del mayor estudio nacional sobre sacerdotes católicos en más de 50 años, dijo al Register que uno de los hallazgos anecdóticos interesantes del estudio fue el deseo de los sacerdotes más jóvenes. construir comunidad con otros sacerdotes. Esto los llevó a menudo a formar intencionalmente grupos de apoyo. Por el contrario, los sacerdotes mayores, dijo, tendían a estar menos interesados en la idea, viéndola más como un aspecto de la vida en una comunidad religiosa.
El estudio nacional, que obtuvo respuestas de 131 obispos y 3,516 sacerdotes e incluyó entrevistas en profundidad con más de 100 sacerdotes, encontró que a los sacerdotes en general les está yendo bien y que reportaron niveles significativos de bienestar.
Sin embargo, los sacerdotes más jóvenes mostraron más signos de agotamiento. Además, el estudio indicó que a los sacerdotes diocesanos les estaba yendo peor que a los de las comunidades religiosas. Otro hallazgo del estudio fue que los sacerdotes obtienen gran parte de su apoyo de amigos laicos (93%), seguidos de familiares (88%), feligreses (87%) y compañeros sacerdotes (73%).
El interés de los seminaristas y sacerdotes diocesanos más jóvenes en vivir una vida comunitaria expresado por los participantes en el estudio del Proyecto Católico es confirmado por la propia experiencia de los Compañeros.
Amistades fraternales
Al trabajar con estudiantes de primer año en el Seminario St. John Vianney, el padre Wagner dijo que ha notado un gran interés en desarrollar relaciones fraternales en la hermandad de los sacerdotes.
“Creo que hay un profundo anhelo entre los hombres de no querer estar solos y vivir esta vida junto con hermanos sacerdotes”, dijo, y agregó que muchos han tenido experiencias positivas de amistad y de vivir en comunidades sólidas en los centros universitarios Newman y a través de la Beca de Estudiantes de la Universidad Católica (FOCUS). “La idea del celibato generalmente conduce al miedo a la soledad y al deseo de descubrir ‘¿Cómo puedo vivir esto sin estar solo?’”
El padre Williams, quien fue sacerdote durante cinco años antes de unirse a los Compañeros de Cristo, dijo que como pastor y director de vocaciones conocería a jóvenes que estaban bien formados en su fe y que escuchaban un llamado al sacerdocio, pero que tenían miedo de verse abrumados. y aislados como sacerdotes.
“Lo que encontré fue que incluso la presencia de los Compañeros en nuestra arquidiócesis les ayudaría a dar el paso en el seminario”, dijo. El ejemplo positivo “de sacerdotes diocesanos que viven en comunidad intencional disipó los temores iniciales que podrían haberles impedido dar un paso hacia el seminario”.
Los padres Chad VanHoose y Michael Johnson fuera de su rectoría y de la casa de los Compañeros de Cristo. (Foto: Amy Smith)
El Arzobispo Hebda dijo al Register que puede entender por qué el modelo de Compañeros es atractivo para los seminaristas y sacerdotes jóvenes, ya que ofrece la posibilidad de relaciones centradas en Cristo para apoyarlos y sostenerlos mientras enfrentan las crecientes demandas y expectativas que se les imponen como sacerdotes.
“Al ver los frutos constantes que dan hasta el día de hoy”, dijo, “estoy convencido de que el establecimiento de los Compañeros de Cristo hace más de 30 años fue obra del Espíritu Santo”.
Judy Roberts es una periodista que ha trabajado tanto para la prensa secular como para la católica. Además de Register, ha escrito para Legatus Magazine, Franciscan Way y Our Sunday Visitor, y fue crítica de libros religiosos para Publishers Weekly. También escribe un blog sobre cómo vivir más serenamente en un mundo ajetreado en quietkeepers.com
Este es mi Hijo amado
Evangelio según San Marcos 9,2-10.
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.
Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías“.
Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo“.
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos“.
Homilía del Padre Paul Voisin CR de la Congregación de la Resurrección:
Tal vez muchos de nosotros tenemos una foto favorita de nosotros mismos: en una ocasión particular, con personas en particular, o en un momento particular de nuestras vidas. Tengo una foto favorita que siempre he tenido en mi habitación durante casi cuarenta años. Fue tomada, en mi trípode, poco después de llegar a Bolivia. La razón por la que me gusta la foto no es que sea cuarenta años más joven y unas cuantas libras menos, sino que fue tomada en el punto más alto de la tierra en el que he caminado. Fui con dos miembros de nuestro equipo parroquial a nuestro pueblo más lejano, Santiago de Collana, a una hora y media de nuestra iglesia parroquial. Mientras estaban ocupados con el ministerio, me tomé un tiempo para escalar la gran colina detrás del pueblo. Fue más alto de lo que pensaba, y probablemente me llevó una hora. Cuando llegué allí, fue una vista estupenda. Por un lado, miré más allá del pueblo al valle y volví hacia el otro lado al majestuoso monte Illimani cubierto de nieve. Desde el otro lado miré hacia abajo miles de pies hacia el valle inferior con sus fervientes pastos y el río corriendo, y luego de vuelta hacia el otro lado hasta el altiplano, meseta plana a más de catorce mil pies sobre el nivel del mar. Estaba mirando hacia abajo (o al menos tuve la impresión) en el altiplano, así que estaba a más de 14 mil pies sobre el nivel del mar. Fue una experiencia que nunca he olvidado: el asombro y la majestuosidad de las vistas.
Las montañas y los lugares altos son significativos en nuestras lecturas de este fin de semana. De hecho, las montañas y los lugares altos son significativos en la historia de la salvación. La semana pasada mencioné cómo, durante la estancia de cuarenta años de los israelitas a través del desierto, Dios dio a Moisés los diez mandamientos en el Monte Sinaí. Esta semana nos llama a escalar la montaña con Él. Una vez más, no necesitamos un boleto de avión o un pasaporte, porque es un viaje espiritual, y un viaje interior. Así como en el desierto uno está solo y aislado, también la experiencia de la montaña es de estar solo y aislado – estar a solas con Dios y aislado de las distracciones y el ruido de la vida cotidiana.
En la primera lectura del Libro del Génesis (22:1-2, 9a, 10-13, 15-18) Dios llama a Abraham a “una altura. “Ahí estaba él para matar a su hijo, Isaac, como Dios lo ordenó. Por supuesto, sabemos que Dios proporcionó un carnero para reemplazar a Isaac.
En el evangelio (Marcos 9:2-10) Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan arriba el monte Tabor con él. Allí está gloriosamente transfigurado, y se les revela como el Hijo de Dios. La voz del Padre –imagina, la voz del Padre– dice: “Este es mi amado Hijo. Escúchalo”.
Así como Jesús se reveló a Pedro, Santiago y Juan, Él quiere revelarse a nosotros. La gloria del Señor es evidente en la transfiguración. Su ropa era blanca deslumbrante. Se le ve con Moisés y Elías, representando la Ley y los Profetas de las Escrituras Hebreas. En nuestro ajetreado día, nuestras vidas ocupadas y nuestro mundo ocupado no es fácil encontrar esa montaña para estar a solas con Dios, sin fuera y dentro. Durante nuestro día, en nuestro hogar, o en un lugar aislado, podemos y debemos separarnos de la actividad para comunicarnos con Dios. Allí, en oración, Dios puede revelarse a nosotros y podemos experimentar su presencia. Puede que no lo veamos transfigurado, o Moisés y Elías, pero podemos ver en oración -a través de la gracia del Espíritu Santo- más de cerca quién es nuestro Dios. Allí podemos oír la voz de Dios en nuestro corazón y espíritu, llamándonos a “escucharlo. A veces no podemos oírlo por el estruendo del ruido que nos rodea. A veces no podemos oírlo dentro debido al ruido y la confusión allí. Tenemos que ‘escalar’ la montaña, separándonos – incluso por un corto período de tiempo – para estar con Dios. Él viene hacia nosotros -en ese lugar alto- pero tenemos que escalar para encontrarnos con Él.
Durante el viaje de Cuaresma, la oración es esencial para hacer de este un tiempo de gracia. En respuesta al llamado de Dios a la conversión, la oración es de suma importancia. Esa será la manera en que Dios nos hablará, y una de las formas –junto con nuestras acciones concretas– en las que responderemos a él. Nuestra segunda lectura de San Pablo a los Romanos (8:31b-34) nos da esperanza, ya que nos asegura que somos sus elegidos, y que Él nos protege y guía. De hecho, “Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros?”.
Tal vez una pregunta central para cada uno de nosotros, en relación a este evangelio es: ¿queremos “escucharle”? ¿Queremos abrirnos a la revelación de Dios, porque puede significar un cambio en nuestras vidas – en nuestras prioridades, nuestros valores y actitudes, nuestras decisiones y nuestras acciones? ¿Creemos que vale la pena ‘escalar’ la montaña para encontrarse con Jesús allí, o solo lo encontraremos en nuestros términos? ¿Le reconoceremos si nos revela su gloria?
Durante nuestro viaje de Cuaresma definitivamente estamos en el asiento del conductor. Dios no puede forzarnos a escalar la montaña, buscando ese lugar y momento de paz y tranquilidad. No puede forzarnos a escuchar. No puede forzarnos a responder.
Escalemos las alturas y nos encontremos con él allí. ¡Él está esperando!
Sinto Jose, con sus padres y sus hermanos
«Amo ser sacerdote católico»: así surgió la vocación de este joven indio de rito siro-malabar
Sinto Jose es un sacerdote católico de rito Siro-Malabar de la India. Estudia Comunicación Institucional en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma y reside en el Colegio sacerdotal Tiberino. Este joven religioso, becado por CARF (Centro Académico Romano Fundación), cuenta la historia de una vocación surgida en un país donde los cristianos son minoría, y donde su familia, católica de fe profunda, ha tenido un papel fundamental en que ahora sea sacerdote. Este es su testimonio en primera persona:
Un sacerdote católico de rito Siro-Malabar en Roma
Mi nombre es Sinto Jose y nací el 16 de enero de 1987 en Aloor, Kerala, India. Mi padre es un granjero y mi madre es ama de casa. Tengo una hermana mayor y un hermano menor. Mi hermana, la Hermana Jeeva, es monja y pertenece a la Congregación de la Sagrada Familia. Ahora se encuentra en India trabajando en una escuela primaria en nuestra Diócesis. Mi hermano, Shibin, trabaja en el Christ College de Irinjalakuda como empleado. Su esposa, Glady está estudiando en una universidad privada. Puedo decir sin duda alguna que en mi familia está la roca y la base de mi vocación sacerdotal.
Mi familia y yo somos de rito siro-malabar y pertenecemos a la Eparquía de Irinjalakuda. La Diócesis de Irinjalakuda es histórica y geográficamente rica. Uno de los lugares importantes en la diócesis es Kodungallur, que se conoce como la cuna del cristianismo, gracias a Santo Tomás, uno de los 12 apóstoles de Jesús, quien, después de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, emprendió la misión de difundir el evangelio de Jesucristo a todo el mundo. De acuerdo con la tradición, Santo Tomás llegó por mar y desembarcó en Kodungalloor (Cranganore), la capital del entonces Imperio Cera, en el 52 d.C. Bautizó familias en Kodungalloor y Palayur (Trichur). Santo Tomás predicó el evangelio dondequiera que iba, y fundó Iglesias. Según nuestra tradición malabar, el santo fundó siete Iglesias, que se encuentran en Cranganore, Quilon, Chayal, Kokkamangalam, Niranam, Paravur y Palayur. Desde allí fue a Coromandel y sufrió el martirio en Tamil Nadu. Su cuerpo fue llevado a la ciudad de Mylapore y fue enterrado en un santuario sagrado. Según las “Canciones de Ramban”, Santo Tomás convirtió a 17,550 personas; ordenó sacerdotes y consagró obispos. Además, les dio a sus seguidores una forma de liturgia adecuada a su clima, cultura y costumbres. Desde el siglo IV, la Iglesia en la India comenzó a comunicarse con la Iglesia de Siria Oriental y pronto empezó a introducir libros litúrgicos y compartir ritos. Así, la Iglesia de la India se convirtió en miembro del patriarcado de Babilonia (también conocido como asirio y sirio-caldeo) por motivos prácticos, no por razones doctrinales.
La Eparquía de Irinjalakuda fue erigida por el papa San Pablo VI. En consecuencia, la bula papal “Trichuriensis Eparchiae” fue promulgada el 22 de junio de 1978. Monseñor James Pazhayattil fue nombrado primer obispo, mientras que el actual es monseñor Pauly Kannookadan. La eparquía tiene actualmente 56,958 familias, es decir 269,867 bautizados sobre 1’326,000 habitantes. Mi parroquia nativa es la iglesia de Santo Tomás Anathadam.
En una familia y en una tradición de la fe tan viva y tan histórica, respirando el mismo aire de Santo Tomás, sentí fuerte la llamada del Señor a ser yo también uno de sus siervos en el Sacerdocio. Así que, después de diez años de formación sacerdotal, fui ordenado el 29 de diciembre de 2014 como sacerdote católico de la Eparquía de Irinjalakuda. Después de mi ordenación, me desempeñé durante un año como asistente del párroco en el santuario de Mapranam Holy Cross. Luego, durante otro año, fui secretario de Monseñor Pauly Kannookadan, actual obispo de Irinjalakuda. Luego me nombraron padre prefecto del Seminario menor de San Pablo, Irinjalakuda, y director adjunto del Centro de Comunicación Christu Darsan.
Después de un año, el Obispo dio permiso para los estudios de licenciatura en Comunicación en la Universidad Pontificia de Santa Cruz. Consideré que era una gran oportunidad tener una buena formación en Italia y luego volver a mi país, en las huellas de Santo Tomás.
Estoy seguro, pues, de que los medios de comunicación son un canal importante para difundir las buenas noticias de Dios al mundo, es decir el Evangelio. Son esenciales para divulgar la enseñanza católica en el mundo. Estoy seguro también de que el buen éxito de mis estudios va a ser útil para el Departamento de periodismo y comunicación de mi Diócesis, así como de la Iglesia Syro Malabar entera.
Amo ser un sacerdote católico: es una de las mejores maneras de seguir a Jesucristo. Es una vida completamente enfocada en el servicio, en el sacrificio y en la voluntad de Dios. Es una forma de vida para expresar el amor de Dios en todo el mundo. Sé que tengo muchas discapacidades, pero Dios dice: “Mi gracia te es suficiente”. Además, una de las cosas más maravillosas en el sacerdocio es celebrar los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Confesión. A través de mi vida sacerdotal, experimento la verdadera hermandad con los otros sacerdotes. Para un sacerdote cada día es un nuevo día con diferentes eventos. El sacerdocio es dejar todo para seguir a Jesús, como la perla de gran precio. La fidelidad a la propia vocación es un elemento esencial de la santidad.
Me gustaría dar las gracias a mis queridos benefactores del CARF (Centro Académico Romano Fundación), y pedirles que recen por mí, para que yo sea un santo sacerdote fiel a Cristo y que se multipliquen las semillas y los frutos que Santo Tomás empezó a sembrar en mi tierra.
Milagro eucarístico
‘La importancia de la comunidad‘: el obispo holandés Hendriks sobre la esperanza cristiana
Por ÉDGAR BELTRÁN– The Pillar.
Que Holanda sea uno de los países más secularizados del mundo suena casi a cliché.
Pero con una asistencia a misa inferior al 2% de los católicos, una situación vocacional terrible y cientos de iglesias y parroquias consolidadas en todo el país, los Países Bajos podrían considerarse un escaparate de lo que está por venir en un Occidente que se seculariza rápidamente.
Alguna vez fue una potencia misionera, que aportó alrededor del 10% de los misioneros extranjeros en todo el mundo, pero la asistencia a misa se redujo a la mitad en la década de 1950 y se desplomó después del Concilio Vaticano Segundo.
En las décadas posteriores, el catolicismo holandés se convirtió en sinónimo de teología “experimental”, abusos litúrgicos y heterodoxia.
Pero hay quienes creen que la Iglesia en los Países Bajos todavía tiene mucho que ofrecer después de un período posconciliar turbulento. Y que, de hecho, los católicos holandeses ya están ofreciendo algo importante al mundo.
Uno de ellos es el obispo Jan Hendriks, obispo de la diócesis de Haarlem-Ámsterdam desde 2020, donde fue asignado por primera vez como obispo auxiliar en 2011.
Hendriks, abogado canónico y lector de The Pillar, fue el último obispo de los Países Bajos en revelar un amplio plan de consolidación parroquial, en el que alrededor del 60% de las iglesias de la diócesis se cerrarían.
Pero el obispo dijo a The Pillar que el proceso es necesario para dar un nuevo impulso a la evangelización del país desde comunidades más grandes y unidas.
El obispo Hendriks habló con The Pillar en la Catedral de San Bavón sobre la secularización en los Países Bajos, la evangelización en el mundo posmoderno, la migración, el cierre de parroquias y la Eucaristía.
El obispo Jan Hendriks con miembros de la comunidad católica eritrea en la diócesis de Haarlem-Ámsterdam.
Esta entrevista ha sido editada para mayor extensión y claridad.
¿Cómo llegaron los Países Bajos a estar entre los países más secularizados de Europa?
El catolicismo estuvo prohibido en los Países Bajos desde la Reforma hasta la época de Napoleón, por lo que sólo en el siglo XIX apareció una enorme red de instituciones católicas: iglesias, congregaciones, escuelas, hospitales, etc.
Hubo en ese siglo una implicación muy fuerte de la jerarquía, porque había que controlar este desarrollo para que siguiera un buen curso.
Pero el aspecto espiritual fue un poco descuidado. Esto fue lo que observó Karol Wojtyla cuando visitó los Países Bajos después de la Segunda Guerra Mundial. Quedó impresionado por la enorme organización del catolicismo. Pero al mismo tiempo notó que era superficial, espiritualmente deficiente.
Entonces, ese fue un proceso que ya estaba ocurriendo a fines de los años cincuenta.
Y luego, en la década de 1960, esto fue reforzado por el Concilio Vaticano Segundo. El Concilio destacó la responsabilidad de los laicos y la implicación de los laicos en el apostolado, lo cual fue algo bueno.
Pero aquí en Holanda pasó algo parecido a lo que está pasando con la Fiducia supplicans en algunos episcopados. El Concilio fue visto como una ruptura, como un nuevo comienzo.
Así pues, en muchos sentidos el Consejo nunca fue recibido. Nadie estudió los documentos, [muchos] simplemente lo vieron como una excusa para marcar un nuevo punto de partida. Inmediatamente después del Concilio tuvimos el Consejo Pastoral Holandés, que creó una atmósfera muy liberal. Se discutió el celibato clerical, se discutió la sexualidad, el papel de la mujer en la Iglesia.
Entonces, ¿cómo el ‘camino sinodal’ alemán pero 50 años antes?
En efecto.
La liturgia se volvió muy liberal. Pasasteis en pocos meses de la misa tridentina a experimentos muy liberales, en los que las oraciones eucarísticas no podían considerarse oraciones, a veces ni siquiera había consagración. Fue terrible.
Y luego, los Países Bajos se convirtieron en un país muy próspero y muy rico en los años 50 y 60, lo que creó una nueva mentalidad. Los laicos querían liberarse de la jerarquía.
Y los obispos quedaron muy impactados por esto porque en los años 60 decidieron que todas las escuelas católicas debían estar en manos de laicos.
Por eso pidieron a todas las parroquias, congregaciones religiosas y diócesis que transfirieran la responsabilidad de las escuelas católicas a instituciones laicas independientes.
Y abolieron el catecismo en las escuelas.
Soy el obispo responsable de la educación católica [en los Países Bajos] y hoy en día es muy difícil encontrar profesores católicos.
Por lo tanto, sólo podemos proporcionar una cantidad mínima de requisitos para aprobar nuevas escuelas católicas y ofrecerles orientación e inspiración para que vivan su identidad católica.
Un signo de secularización es el proceso de cierre de parroquias en todos los Países Bajos. Usted ha sido el obispo más reciente en anunciar un plan de consolidación parroquial en los Países Bajos y hay cierta resistencia a la idea. ¿Cómo ha tratado con personas descontentas por perder sus iglesias?
No tenemos opción. Tenemos que cerrar iglesias.
El gobierno no paga por las iglesias, tenemos que pagarlas nosotros mismos.
La Iglesia católica perdió sus iglesias durante la Reforma, por lo que muchas tuvieron que construirse en los siglos XIX y XX. Y la iglesia no es rica.
No podemos seguir teniendo todas estas iglesias porque, sobre todo en las zonas rurales, muy poca gente viene a la iglesia.
Tenemos que tomar decisiones que a nadie le gustan. A mí no me gustan, pero no podemos hacerlo todo.
Mucha gente nos dice “esperemos hasta haber gastado el último centavo”. Pero el problema es que en este proceso las comunidades tienen que unirse en áreas y parroquias más grandes y si gastas todo el dinero, entonces no te queda nada más para la comunidad que recién está comenzando.
Es doloroso. Entiendo muy bien a la gente que está sufriendo.
Una zona de nuestra diócesis es Frisia Occidental. Y los frisones occidentales son gente muy fuerte y quieren defender sus iglesias.
Pero muchas veces no quieren defenderlos para tener la Eucaristía, sino para tenerlos como una especie de centro de reunión del pueblo. Para eso no están nuestras iglesias. No se puede gastar el dinero de la parroquia sólo para tenerla como centro de reuniones.
Por eso tenemos que buscar soluciones y ver las situaciones locales. Nos tomamos nuestro tiempo, hacemos que la gente se acostumbre a la idea y lo tomamos con calma porque también es estresante para los sacerdotes.
Ya he tenido dos o tres casos de sacerdotes quemados, y todos estaban relacionados con casos como este. Ni siquiera porque tuvieran que viajar a muchos lugares e iglesias de la misma parroquia, sino porque algunas iglesias estaban cerrando y mucha gente se quejaba y no quería cerrar las iglesias. El estrés nervioso fue demasiado para ellos.
Muchos parecen creer que el Evangelio es ininteligible en la posmodernidad. ¿Es una solución que la Iglesia adapte a las formas de pensar contemporáneas?
No, esa no es una solución.
Perderíamos el Evangelio mismo y perderíamos a Jesucristo.
No se trata de adaptarnos a los tiempos, sino de adaptarnos a Jesucristo.
No hay otra solución que permanecer fieles al mensaje del Evangelio y anunciarlo con fuerte convicción y claridad.
Por supuesto, tenemos que dar la bienvenida a personas de todos los orígenes, pero diluir el mensaje no es la solución.
Se ve que los jóvenes que se convierten o regresan a la iglesia católica lo hacen por estas fuertes convicciones, no por un mensaje diluido.
Entonces la Iglesia debe seguir siendo un signo de contradicción…
Sí, debería.
Esto no es fácil, especialmente en un país como los Países Bajos. ¿Cómo sugieres que la gente viva esto personalmente?
En primer lugar, tenemos que aceptar que somos un signo de contradicción.
No deberíamos rehuir eso.
Entonces, especialmente para los jóvenes, es muy importante vivir en comunidad, tener comunidad unos con otros, tener experiencias de fe.
Uno de los puntos centrales de nuestra diócesis es el apostolado de los jóvenes.
Hemos tenido que reducir muchísimo nuestros gastos, pero no hemos reducido el apostolado juvenil.
Por eso tenemos muchas, muchas actividades para que los jóvenes los reúnan y los eduquen en la fe.
¿Cómo estás ayudando a los jóvenes a convertirse en mejores evangelizadores?
Contamos con la escuela misionera, que se configura de manera activa y amplia, por lo que podemos ofrecer peregrinaciones y actividades de fin de semana en las que los jóvenes se educan en la fe y en su misión. Tienen que ser fuertes en su fe, conocer mejor su fe.
Y además, en este programa también están en contacto con especialistas en comunicación, por ejemplo, para que sepan cómo transmitir su mensaje de forma más eficaz.
Por eso estamos tratando de ayudarlos a convertirse en apóstoles de Jesucristo en esta sociedad.
Los Países Bajos alguna vez fueron una potencia misionera. Ahora apenas tiene vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. ¿Qué se puede hacer?
En los Países Bajos tenemos un total de 44 seminaristas y más de la mitad de ellos son extranjeros.
En nuestra diócesis contamos con 18 seminaristas, 10 de la diócesis y 8 del seminario del Camino Neocatecumenal.
Pero lo que siempre noto es que la mayoría de nuestros seminaristas tienen experiencia en una comunidad o institución de la Iglesia, como el Camino Neocatecumenal o el Opus Dei, o quizás una parroquia que tenía una comunidad muy animada con jóvenes.
Entonces siento que me estoy repitiendo, pero no puedo enfatizar lo suficiente la importancia de la comunidad.
Acaba de mencionar que muchos seminaristas en los Países Bajos son extranjeros. Los Países Bajos han recibido muchos inmigrantes en los últimos años. ¿Cree que la migración puede ser una oportunidad para revitalizar la Iglesia en los Países Bajos?
Seguro, absolutamente.
En este momento, diría que el 60% de nuestros estudiantes de confirmación tienen antecedentes extranjeros.
Tenemos al menos siete comunidades de habla inglesa en la diócesis. También encontrarás español, croata, francés, italiano, alemán, polaco, tagalo. También tenemos la comunidad surinamesa y también muchas comunidades católicas orientales.
Esa es la belleza de nuestra diócesis, tenemos muchas naciones juntas. Amsterdam parece ser una de las ciudades más internacionales del mundo, y eso ha dado nueva vida a nuestras parroquias.
Ahora tenemos adoración perpetua en varias iglesias de Ámsterdam, porque Ámsterdam ha sido tradicionalmente, desde antes de la Reforma, una ciudad muy eucarística, y esto fue una iniciativa de varios grupos de inmigrantes. También hay un grupo de oración por las vocaciones en Amsterdam, creado por la comunidad surinamesa, y la devoción a la Divina Misericordia ha sido difundida por los filipinos.
Usted acaba de mencionar que históricamente Ámsterdam es una “ciudad eucarística”. ¿Cómo es eso?
Pronto en marzo tendremos una marcha silenciosa, que conmemora un milagro eucarístico.
En algún momento del siglo XIV un hombre enfermo recibió la Sagrada Comunión, pero la vomitó, por lo que la hostia fue arrojada al fuego envuelta en un trozo de tela. La tela ardió, pero la hostia quedó intacta y fue llevada a la iglesia en una caja.
Al día siguiente el sacerdote volvió a intentar [quemar la hostia vomitada], pero ésta volvió a resistir el fuego. Entonces el sacerdote entendió que tenía que hacer una procesión.
A partir de ese momento Ámsterdam se convirtió en un lugar de peregrinación muy famoso en toda Europa. Incluso el Emperador [del Sacro Imperio Romano Germánico] llegó a venerar el milagro y concedió a Ámsterdam el derecho de llevar la Corona Imperial en su escudo de armas.
Luego, con la Reforma, la capilla fue cerrada y entregada a los protestantes. En algún momento se perdió la hostia y la capilla fue derribada a principios del siglo XX.
Pero la veneración del milagro continuó en secreto.
Finalmente, en el siglo XIX, aunque las procesiones estaban legalmente prohibidas, los católicos iniciaban una procesión silenciosa por la noche. Vieron un vacío legal: no estaban haciendo una procesión formalmente, simplemente caminaban juntos en silencio. Y lo hicieron durante la noche para no molestar a nadie. ¡Hace sólo unos 30 años se nos permitió llamarla legalmente procesión!
¿Cuál es el papel de la Eucaristía en la reevangelización de los Países Bajos?
Todo es gracia. Por eso la fe no puede dejar de ser un don del Señor.
No es nuestro trabajo. No podemos lograr la conversión de los Países Bajos [por nosotros mismos]. Es gracia.
Necesitamos visión sobrenatural para estar y vivir en la presencia del Señor y adorarlo.
Por eso me alegro mucho de que una iniciativa de adoración perpetua haya comenzado hace cinco años y continúe desde entonces.
La Eucaristía es esencial para la evangelización. Nos recuerda que no podemos lograr este cambio nosotros mismos.
Está claro que la situación de la Iglesia en los Países Bajos no es buena, pero usted parece ser una persona esperanzada. ¿Por qué?
Tengo esperanza porque no es mi Iglesia. Es del Señor.
Todo está ya anunciado en el Evangelio.
Jesús dijo: “Cuando el Hijo del Hombre regrese a la Tierra, ¿encontrará fe?” Todo está en sus manos.
Eso es más importante que lo que hacemos. Este debería ser el fundamento de nuestra esperanza.
Día de los Fundadores
El Padre Evandro Miranda Rosa (Superior General entrante) con el Padre Paul Voisin (Superior General saliente).
El Padre Evandro y todos los capitulares expresaron su gratitud al Padre Paul Voisin C.R. por su ministerio en toda la Congregación durante los últimos seis años como Superior General.
La Congregación de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo (en latín, Congregatio a Resurrectione Domini Nostri Jesu Christi), también conocida como Congregación de la Resurrección, es una congregación religiosa católica clerical, de vida apostólica y de derecho pontificio, fundada por los religiosos polacos Bogdan Jański, Piotr Semenenko y Hieronim Kajsiewicz, en 1836, en París (Francia). A los religiosos de este instituto se les conoce como resurreccionistas y posponen a su nombre las siglas C.R.
La congregación fue fundada por los religiosos polacos Bogdan Jański, Piotr Semenenko y Hieronim Kajsiewicz, el 17 de febrero de 1836, cuando iniciaron a vivir en común, en París, para atender a los numerosos refugiados polacos que llegaron a Francia, luego del levantamiento de Noviembre de 1830 contra el dominio ruso. Los fundadores se trasladaron a Roma para estudiar en el Colegio Romano, fueron ordenados sacerdotes en 1841. Semenenko y Kajsiewicz profesaron sus votos el 27 de marzo de 1842, solemnidad de la Pascua de Resurrección, de donde tomaron el nombre para el instituto.La congregación recibió la aprobación pontificia de parte del papa Pío IX, mediante decretum laudis del 9 de octubre de 1860. En 1882, Semenenko, junto a la religiosa Celina Chludzińska Borzęcka, dieron inicio a la rama femenina del instituto.
La Congregación de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo de la Santa Cruz es una congregación religiosa masculina, clerical, de vida apostólica, de derecho pontificio y centralizada, cuyo gobierno es ejercido por un superior general. La sede central se encuentra en Roma (Italia).Los resurreccionistas se dedican a la atención de inmigrantes polacos, especialmente al apostolado parroquial y educativo. En 2017, el instituto contaba con 335 religiosos, de los cuales 296 eran sacerdotes, y 55 comunidades, presentes en Alemania, Australia, Austria, Bermudas, Brasil, Bulgaria, Canadá, Italia, Eslovaquia, EE. UU., Polonia, Tanzania y Ucrania.
Fuente: Wikipedia.
El 34º Capítulo General de la Congregación de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo
Padre Evandro Miranda Rosa C.R.
El 28 de junio de 2023, durante el 34º Capítulo General de los Resurreccionistas, celebrado en Roma bajo el lema “Caminando juntos en la esperanza”, los capitulares eligieron al Padre Evandro Miranda Rosa C.R. como Superior General de la Orden para los próximos seis años. De este modo, el Padre Evandro se ha convertido en el primer brasileño y miembro de la Región Sudamericana en desempeñar este cargo en los 187 años de existencia de la Congregación de la Resurrección.
El Padre Evandro nació el 21 de julio de 1975 en Mairiporã, São Paulo (SP), Brasil. Su parroquia de origen es la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en Franco da Rocha (SP), en la periferia de São Paulo, en el territorio de la Diócesis de Bragança Paulista (SP). Fue en esta parroquia donde el Padre Evandro recibió todos los Sacramentos de la iniciación cristiana y celebró su primera Misa. Asimismo, fue el ambiente original donde el Padre Evandro conoció la Congregación de la Resurrección, que atendía la parroquia.
Formación a la Vida Religiosa y al Sacerdocio
El Padre Evandro ingresó al Noviciado de la Región Sudamericana de la Congregación de la Resurrección en Curitiba, Paraná (PR), Brasil, en 1995 y emitió sus primeros votos el 02 de febrero de 1996. Fue también en Curitiba (PR), que como seminarista, estudió filosofía en el Studium OSBM. En diciembre de 1997, fue trasladado a Roma, Italia, y pasó a formar parte del Collegium Resurrectionis Romae. Estudió Sagrada Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana, donde se licenció en Sagrada Teología. Durante este período, el Padre Evandro profesó sus votos perpetuos en la Congregación de la Resurrección y fue ordenado Diácono en la Iglesia del Generalato Resurrectionista en Roma, el 02 de febrero de 2000 y el 28 de abril de 2000, respectivamente. El 08 de septiembre de 2001, el Padre Evandro fue ordenado sacerdote en la iglesia del “Cristo Resucitado“, en Franco da Rocha (SP), por la imposición de manos del obispo de Hamilton, Bermudas, Su Excelencia Robert J. Kurtz C.R.
Como sacerdote, el Padre Evandro continuó su vida académica, prosiguiendo estudios teológicos.
Ministerio Sacerdotal
A lo largo de sus 22 años de sacerdocio, el Padre Evandro se ha dedicado principalmente al proceso de formación de nuevos sacerdotes y ha desempeñado cargos administrativos en la Congregación de la Resurrección. Fue también en 2011 cuando el Padre Evandro fue elegido por primera vez miembro del gobierno general de la Congregación de la Resurrección. Durante el primer sexenio, desarrolló el papel de Procurador General y Superior local de la Casa Romana de los Resurreccionistas. En 2017, durante el 33º Capítulo General de los Resurreccionistas, el Padre Evandro fue elegido Vicario General. Desde entonces, al tanto de las actividades de Procurador General, el Padre Evandro sirvió también como Ecónomo General de su Orden. Mientras tanto, el Padre Evandro proporcionó alguna ayuda pastoral a petición en parroquias italianas así como en parroquias de habla inglesa atendidas por la Congregación de la Resurrección en los EE.UU., Canadá y Bermudas.
Andrzej Gieniusz; Robert Rapińczuk; Evandro Miranda Rosa y Krzysztof Swół.
Las elecciones de los Consejeros Generales tuvieron lugar el 30 de junio, durante las sesiones 28 y 29. El Padre Robert Rapińczuk (Provincia de Polonia) fue elegido 1er consejero general, el Padre Andrzej Gieniusz (Provincia de Polonia) fue elegido 2º consejero general, el Padre Krzysztof Swół (Provincia de Polonia) fue elegido 3er consejero general.
Capitulares y asistentes al 34º Capítulo General de la Congregación.
Todas las actividades relacionadas con el Capítulo estuvieron guiadas por el tema “Caminando juntos en la esperanza”, que hace referencia al relato de Emaús (Lucas 24:13-35).
Capitulares y Tema
Acogiendo de nuevo la llamada del Señor Resucitado a discernir los signos de los tiempos para realizar mejor el carisma y la misión de la Congregación de la Resurrección en el contexto actual, los delegados capitulares se reunieron en la Casa Generalicia de la Congregación en Roma del 20 de junio al 6 de julio de 2023. Inspirados por el don único del Espíritu a los fundadores de la Congregación, los delegados procedían de Australia, Brasil, Canadá, Italia, Polonia, Tanzania y Estados Unidos.
Fuente: Unión de Superiores Generales.
Cuarenta días en el desierto
Evangelio según San Marcos 1,12-15.
En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia“.
Homilía del Padre Paul Voisin CR de la Congregación de la Resurrección:
Durante mis seis años viviendo en nuestra Casa General en Roma, tuve alrededor de doscientos tres visitantes, aproximadamente la mitad de ellos se quedaron conmigo. En nueve años en las Bermudas he tenido alrededor de doscientos veinte visitantes, y casi todos se quedaron conmigo. Durante los casi trece años que serví en Bolivia tuve cuatro visitas, ¡dos de ellos mis padres! Un amigo sacerdote muy cercano vino a visitarme a Bolivia, pero me dejó claro que no quería mudarse de una rectoría en Montreal a otra en La Paz. Entonces, hice planes para que fuéramos a Arica, Chile, por cinco días. Era mi primera vez allí, así que no sabía qué esperar. Cuando comenzamos a aterrizar, el Padre George preguntó si íbamos a Chile o Arabia Saudita, porque dondequiera que miraras había arena. Arica, en la costa del Pacífico, está en medio de un desierto. ¿Quién lo hubiera pensado? Efectivamente, dentro de la ciudad, especialmente en la zona turística, había hierba, arbustos, árboles y flores, pero a pocos kilómetros no había nada más que arena. Esa fue mi primera y única experiencia en el desierto.
El desierto es central para el evangelio de hoy (Marcos 1:12-15). Jesús pasó cuarenta días en el desierto antes de comenzar su ministerio de predicación y curación. Esto fue presagiado por los cuarenta años que los israelitas pasaron vagando por el desierto, guiados por Moisés. El desierto era un lugar de penurias e inconvenientes. La falta de agua y sombra los ponía en riesgo de deshidratación, enfermedades e incluso la muerte. Estos cuarenta años fueron de penurias y sufrimiento. Se quejaban ante Dios cuando les faltaban las necesidades de la vida, en particular agua y pan. Y así (Éxodo 17:5-7), el agua brotó de la roca cuando Moisés siguió el mandato de Dios y golpeó la roca con su vara. En respuesta a su clamor por comida, Dios envió maná del cielo para alimentarlos y nutrirlos (Éxodo 16:13-16). Fue durante su estancia que se quejaron contra Dios y construyeron un becerro de oro (Éxodo 32:1-4), apostando a que si su Dios los defraudaba, uno de los dioses paganos podría venir a defenderlos.
Sin embargo el desierto fue también un lugar de gracias y bendiciones. Fue allí, en el monte Sinaí, donde Dios extendió a Moisés y su Pueblo Elegido (Éxodo 19) un pacto. Fue en ese mismo momento que les dio los Diez Mandamientos. Finalmente, los condujo a la Tierra Prometida, cumpliendo las promesas que le hizo a Abraham y a sus descendientes. Así, el desierto también era asociado, para los israelitas, como un lugar de alegría y liberación
Durante los cuarenta días de Cuaresma el Señor Jesús nos invita a “Arrepentirnos y creer en el evangelio”. Nos invita a entrar con él en el desierto durante cuarenta días. Lo haremos sin salir de casa, porque el desierto será un viaje espiritual, un viaje “hacia dentro”. Al igual que el Pueblo Elegido de la primera alianza, nuestro viaje también puede ser uno de dificultades y sufrimiento, al responder diariamente al llamado del Señor. El cambio nunca es fácil, y el arrepentimiento y la conversión no son fáciles. No se logran en un día, sino que exigen una escucha constante del Señor y un movimiento de nuestro corazón hacia él y su camino. Su camino lo descubrimos de manera especial en las Sagradas Escrituras. Nos dice que creer en el “evangelio”, la “Buena Nueva”, nos llevará a la salvación. Para llegar a conocer a Jesús y su camino necesitamos conocer su palabra y escuchar su palabra, y luego aceptar su verdad y sabiduría. Durante el tiempo de Cuaresma, las lecturas del día nos llevan –día tras día– a una unión más estrecha con Dios a través de Jesús, con la gracia del Espíritu Santo.
En el evangelio escuchamos que durante sus cuarenta días Jesús se enfrentó a “fieras salvajes” en el desierto, pero que también “los ángeles le servían”. Durante nuestros cuarenta días ¿cuáles serán las “fieras” que encontraremos? ¡Puede que sean muchos! Quizás la “fiera salvaje” con la que tendremos que luchar sea la desesperanza, el miedo, la enfermedad, la pérdida de seguridad, las adicciones, los malos hábitos, la falta de paciencia, la falta de perdón, el odio y muchos más que solo cada uno de nosotros podemos identificar. y luchar contra.
Pero también escuchamos en el evangelio que durante los cuarenta días en el desierto “los ángeles ministraron” a Jesús. ¿Y durante nuestros cuarenta días nos ministrarán “los ángeles”? Creo que si acudimos al Señor con sinceridad experimentaremos la gracia de Dios y la ayuda de los ángeles. Sin embargo, si no entramos en el camino cuaresmal, si solo quedan otros cuarenta días en el calendario –de los cuales ya han pasado tres/cuatro días– no podemos esperar mucho cambio, ni un derramamiento de gracia, ni arrepentimiento y conversión. ¡Depende de nosotros! Este camino cuaresmal, aunque también pueda implicar sufrimiento, sacrificio y penurias, nos conducirá a la liberación y a la alegría, como sucedió con los israelitas.
El destino de nuestros cuarenta días de Cuaresma es la gloriosa celebración del sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús el Señor. Para llegar a ese destino implica un camino diario, un seguimiento diario de Jesús y un volver diariamente nuestro corazón, mente, espíritu y vida al Señor. Nuestra liberación no se logrará en un día, sino en cuarenta días. Demos hoy este importante paso, animados por el camino por el desierto de los israelitas y de Jesús, y hagámoslo nuestro. “Arrepintámonos y creamos en el evangelio”.