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Factor religioso como fenómeno humano

Santa María reina de la paz

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Jennifer Fulwiler

«Fui atea toda mi vida hasta el año 2005. Busqué mi camino hacia el cristianismo, y ahora escribo acerca de lo que significa ser parte de esta fe, después de una vida como no creyente».
Por Jennifer Fulwiler
Por qué siempre me ha parecido sensato el sacerdocio masculino
Cuando leí «Catolicismo para idiotas» (Catholicism for Dummies) que trataba el tema del sacerdocio masculino, alguno podría pensar que me iba a volver atrás en mi decisión de convertirme. Ya había escuchado algo sobre género y clero católico en la «cultura popular», pero nunca me topé con el tema hasta que empecé a buscar y me di cuenta que efectivamente la Iglesia Católica no acepta mujeres al sacerdocio. Siendo atea de toda la vida y una feminista proclamada, podría pensarse que debería sentirme ultrajada. Sin embargo, cuando intenté que me viniese una justa indignación, ésta jamás llegó. De hecho, algo de esta postura me pareció objetiva. Sorprendida por mi propia posición, pasé mucha parte juzgando por qué no sentía la urgencia de denunciar esta postura polémica como opresiva e injusta. Y esto fue lo que me vino a la mente:
Los hombres y las mujeres son distintos
Por ese entonces, había sido mamá recientemente. Y no hay nada como el embarazo y el dar a luz para darse cuenta de que el hombre y la mujer son muy, pero muy diferentes. Incluso fuera de la visión católica, no se puede negar que quienquiera que nos creó –sea que lo llames Dios o Naturaleza o Alá o lo que sea– nos creó hombre y mujer con capacidades complementarias y, sin embargo, totalmente distintas. Las mujeres pueden cargar una nueva vida humana en su seno; los hombres no. Las mujeres pueden amamantar a sus bebés; los hombres no. Los hombres son generalmente más fuertes: el más fuerte de los hombres en el mundo siempre va a ser más fuerte que la más fuerte de las mujeres en el mundo. Y la lista de diferencias innatas entre los sexos sigue y sigue… Asumiendo que toda la raza humana no ha nacido en una situación inherentemente injusta, parecería que nuestro Creador no cree necesario que todos hagan lo mismo para ser iguales.
Lo que haces no es lo que te hace valer
A lo largo de esas mismas líneas, había comenzado a cuestionarme la persuasiva y moderna idea de que lo que tú haces es lo que tú vales. En las reuniones sociales, la primera pregunta que hacemos a alguien que conocemos es «¿A qué te dedicas?». A los niños les preguntamos «¿Qué vas a hacer cuando seas grande?». Uno de los resultados de esta idea es que nosotros, como sociedad, decidimos que si las mujeres no hacen toda y cada una de las cosas que los hombres hacen, la única posible explicación tiene que ser que ellas están siendo menos valoradas –y ser excluidas de realizar ciertas actividades significa que sus opciones de alcanzar un cumplimiento completo como seres humanos es limitado. Cuanto más consideraba esto, tano más me golpeaba como una visión tristemente utilitarista. Comencé a pensar que es posible creer que los hombres no serán buenos consultores en lactancia, las mujeres no serán buenos combatientes de la guerra de guerrillas, etc., sin que eso sea un comentario sobre el valor intrínseco de un sexo sobre el otro.
Dios se hizo hombre
Como un extraño que busca en esta religión, no podía entender cómo alguien pudiese creer que el Cristianismo es verdadero y, al mismo tiempo, cuestionarse el hecho de que Dios ve dos sexos con diferentes roles cada uno. Cuando Dios asumió nuestra carne humana, lo hizo como hombre. Podría haber bajado como mujer, como un equipo de hermanos y hermanas, o como un ser asexuado. Pero no lo hizo. Si quieres rechazar el Cristianismo como falso, eso es una cosa; pero si aceptas a Jesucristo como Dios Encarnado, parece que también tienes que aceptar que Dios ve que el sexo masculino tiene un rol especial en este mundo.
Jesús escogió hombres para ser sus apóstoles
Pedro, Andrés, Santiago, Santiago, Juan, Felipe, Tomás, Mateo, Bartolomé, Tadeo, Simón y Judas: esos son los nombres de las doce personas que Cristo llamó personalmente para ser sus apóstoles. Todos son hombres. El hecho de que Dios no sólo viniese como hombre, sino que incluso llamó solamente hombres para ser sus apóstoles (a pesar del hecho de que también estuvo cercano a muchas mujeres), fue una confirmación definitiva del hecho obvio de que Dios tiene un plan especial para el sexo masculino.
Dios nos dio a María
Y entonces, ¿dónde deja todo esto a las mujeres? ¿Acaso Dios no ve para nosotras un rol especial también? ¿Se olvidó de nosotras? Con honestidad, también tuve esos pensamientos cuando empecé a buscar sobre el Cristianismo, y fue un rollo. Las únicas ramas de cristianismo del que tenía experiencia eran algunas denominaciones del protestantismo sureño [en Estados Unidos] y me golpeó el hecho de que eran espiritualidades centradas en el hombre. Jesús era hombre, sus apóstoles eran hombres, todos los predicadores locales eran hombres. ¿Dónde entraban las mujeres en toda esta religión? ¿Acaso Dios dejaba fuera, en el frío, a todo un sexo en su totalidad?
Una vez que descubrí el Catolicismo, una de las muchas cosas que me sorprendieron de sus enseñanzas fue el énfasis en María. Tenía mucho sentido que Dios diera a una mujer un rol crítico dentro de su plan, alguien que pudiese servir como ejemplo de perfecta santidad femenina –y tenía sentido que su verdadera Iglesia lo entendiera así y celebrase este hecho.
Y así, cuando me topé con la doctrina del sacerdocio masculino, todas estas ideas hicieron que la defensa oficial de la Iglesia de su posición sonasen auténticas. De hecho, hubiese sido escéptica de las doctrinas católicas si no me hubiesen enseñado que es una labor para hombres –sólo para hombres– llevar adelante el rol que Dios empezó cuando él mismo se hizo hombre.

Fuente: National Catholic Register.

Por GINA CHRISTIAN- NOTICIAS OSV.
El “trabajo duro” de hacer reír a los demás es una labor de amor y fe para la comediante Jen Fulwiler, una ex atea y católica convertida que ofrece una “nueva visión de la vida moderna como mujer” a audiencias de todo el país con su “Maternal” de 2023. Gira de comedia “Instinct”.
Estoy hablando de cosas de mamá y todo eso, pero creo que es desde una perspectiva un poco diferente“, dijo a OSV News la autora de bestsellers, esposa y madre de seis hijos. “Nunca pensé que tendría hijos con mis antecedentes y (ahora) tengo todos estos niños. Soy católica, pero no esperaba ser católica. Fui criado ateo y me convertí a esta religión, así que no es lo que cabría esperar. … Es un giro un poco diferente”.
Tales curvas en el camino no son nada nuevo para Fulwiler, quien comenzó su carrera en los medios escribiendo blogs para la prensa católica, eventualmente escribió su historia de conversión y consiguió un programa de radio diario en Sirius XM. Su don innato para el humor la llevó a tomar un riesgo inspirado en la oración: ir a una noche de micrófono abierto de comedia.
Pronto, había lanzado una nueva carrera, autoproduciendo su primera gira (cuyos espectáculos estaban casi agotados) reservando teatros a través de búsquedas en Google y su tarjeta de crédito personal. El especial de comedia de Fulwiler, The Naughty Corner , está disponible en Amazon y su podcast, The Jen Fulwiler Show, debutó en el Comedy Top 10 de los podcasts de Apple.
Sus influencias cómicas incluyen a Jim Gaffigan, Nate Bargatze y Taylor Tomlinson, así como artistas locales en Austin, Texas, donde reside Fulwiler, incluida Holly M. Johnston, quien realiza giras con Fulwiler.
Si bien su comedia puede describirse como de observación, del tipo que reformula la vida cotidiana en términos humorísticos, Fulwiler dijo que intenta “no pensar en géneros” cuando desarrolla su material.
Simplemente lo veo como ‘Necesito ser gracioso’. Punto, fin de la sentencia”, dijo. “Así que cualquier cosa que me venga a la mente que sea divertida, lo diré, independientemente del género en el que parezca estar“.
Pero hacer reír al público requiere “una enorme cantidad de trabajo”, admite. Dado que “la única forma de saber si te vas a hacer reír es probarlo… delante del público”, Fulwiler acude a clubes de comedia de su ciudad natal con la mayor frecuencia posible.
Sin embargo, como la vida familiar es una prioridad, tiene que “ser creativa” para producir “una excelente calidad de trabajo sin poder hacer cinco shows por noche en el centro de Austin”.
Ella organiza sus propios grupos focales de amigos y vecinos, que se reúnen en su garaje para revisar su material más reciente.
Los dejaré en mi garaje y simplemente leeré mi set”, dijo. “No es realmente una actuación; Simplemente lo leo y les doy cuadernos y papel… y luego lo discutimos. Y en realidad es extraordinariamente útil tener una especie de mesa redonda al respecto”.
Esta diligencia es crucial, ya que la comedia es “un control del ego“, dijo Fulwiler. “Todo el mundo conoce el resultado. Si dices un chiste y el público no se ríe, todos sabrán que simplemente fallaste en el escenario y ahora toda la sala se siente incómoda”.
Al mismo tiempo, “la comedia es una especie de último bastión donde puedes decir cosas que podrían ser impopulares entre ciertos grupos de personas”, dijo Fulwiler. “Y si se hace con un espíritu de buena voluntad y la persona realmente está bromeando sobre un tema, encuentro que las multitudes tienden a aceptarlo, incluso si no comparten la perspectiva política o social de esa persona“.
Dios mismo tiene sentido del humor, dijo Fulwiler, citando el segundo capítulo de la Biblia del Libro de Ezequiel como ejemplo.
A menudo pienso que cuando Dios le dice al profeta Ezequiel que tratar con (los antiguos israelitas) será como vivir entre escorpiones (Ez 2:6), es un pasaje realmente divertido”, dijo Fulwiler. “Es simplemente quejarse de esta gente, una perorata contra aquellos a quienes Él les profetizará. Esa es una charla basura de calidad”.

Presidente de la CEP

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Presidente CEP

El presidente de la Conferencia Episcopal peruana, monseñor Salvador Piñeiro, pidió a las autoridades de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) acatar las órdenes del Vaticano, las cuales señalan que ya no puede conservar los títulos de “Pontificia” y “Católica”.
Hay que aceptar la normativa de la Iglesia. Hemos tratado de insistir para que la Universidad Católica se adecuara a los estatutos durante mucho tiempo”, sostuvo ante la prensa.
Piñeiro lamentó que las negociaciones entre la universidad y la Iglesia hayan terminado en esta decisión, pero no descartó la posibilidad de llegar a buen puerto. “En el documento de la Santa Sede, en el tercer acápite, hay una posibilidad de encontrar una opción de diálogo”, señaló.
Este punto establece que la universidad seguirá siendo “persona jurídica pública de la Iglesia sometida a la legislación canónica” y que “la Santa Sede seguirá empeñándose en el pleno repeto de la disciplina canónica”.
Consultado sobre la posibilidad de que la casa de estudios conserve ambos títulos, el monseñor evitó pronunciarse y sostuvo que será algo que los especialistas tendrán que evaluar, “pero si la Santa Sede ha dado la orden, que es un llamado de atención para aprender a obedecer aunque sea difícil, hay que aceptar”.
Comunicado
Habiendo tomado conocimiento de la decisión de Su Santidad Benedicto XVI, manifestada a través del Decreto N. 3168/12/RS y de la Carta dirigida al Dr. Marcial Rubio Correa por el Emmo. Señor Cardenal Tarsicio Bertone, Secretario de Estado, el Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, comunica lo siguiente:
1º Su plena adhesión a la decisión del Santo Padre sobre la prohibición del uso de los títulos de “Pontificia” y “Católica” a la hasta ahora denominada Pontificia Universidad Católica del Perú, debido a su reiterada resistencia, durante más de treinta años, a cumplir con las normas eclesiásticas aplicables a este tipo de universidades.
2º Como la Santa Sede lo ha declarado, pese a esa prohibición la mencionada Universidad continua siendo una persona jurídica pública de la Iglesia Católica, razón por la cual debe respetar los legítimos derechos que a ésta le corresponden y someterse a la legislación canónica aplicable en materia de entidades eclesiásticas, administración de bienes y centros de enseñanza superior.
3º Es responsabilidad de las autoridades de la mencionada universidad, puesto que son autoridades de una entidad eclesiástica, hacer cumplir en la comunidad universitaria lo que el Santo Padre a través de su Secretario de Estado ha dispuesto mediante los antes citados documentos, en especial adecuar los estatutos a la universidad a la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae y garantizar, ante la Santa Sede, la identidad y orientación católica que le corresponde en virtud de su misión de participar en la función de enseñar de la Iglesia.
4º De este modo se evitará continuar perjudicando los derechos de la Iglesia al servicio de la educación católica, entre los cuales destaca la libertad de la que ella goza para organizar las Instituciones educativas en total observancia del ordenamiento legal peruano y del vigente Acuerdo Internacional entre la Santa Sede y la República del Perú. Así se respetará también el derecho de los alumnos a acudir a una universidad que fue creada y dotada de un patrimonio para brindarles educación universitaria católica, en el marco de la legítima autonomía que la Iglesia siempre ha reconocido a este tipo de instituciones.
5º Invoco a las autoridades y a la comunidad universitaria de dicha universidad a obedecer las decisiones de la Santa Sede y a respetar aquello que la Suprema Autoridad de la Iglesia ha decidido respecto a una institución que le pertenece. De esta manera se lograra su plena identificación con la Sede de Pedro y la universidad retomará la senda que dio origen a su creación en el seno de la Iglesia.
Lima, 24 de Julio del 2012
+ Salvador Piñeiro García-Calderón
Arzobispo Metropolitano de Ayacucho
Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana
Todos los nombres
Editorial del diario El Comercio
No es solo la identidad de la PUCP la que está en juego en el conflicto en torno de su nombre.
En este Diario no coincidimos con la opinión que concibe a la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) como una institución sectaria abocada a la creación de alumnos de una determinada tendencia política. Muchos de quienes trabajamos aquí hemos sido alumnos y profesores de esa universidad y podemos dar fe del amplio respeto por la libertad de cátedra que prima en la misma y de la elevada calidad de la enseñanza que se imparte en buena parte de sus cursos.
No creemos, sin embargo, que esta loable labor pueda realizarse pasando por sobre terceros, incluyendo, ciertamente, el derecho que cada cual tiene sobre su nombre. Más en concreto, pensamos que la respuesta (cuyo sentido ha sido confirmado luego por la Asamblea Universitaria) que ha dado el rector al decreto del Vaticano retirando a la PUCP el permiso a usar los nombres de “católica” y “pontificia” va más allá del campo de lo errado para bordear el del cinismo. Y es que, al margen de todos los tecnicismos jurídicos que comenzarán a esgrimirse de ambos lados, ¿es coherente que alguien pueda decir que el explícito rechazo del Papa es indiferente a su derecho a llamarse “pontificia” -literalmente, “perteneciente o relativo al pontífice”-? Similarmente, ¿tiene sentido que uno insista en publicitarse como “católico” contra la declarada opinión del pontífice, siendo la religión católica, para bien o para mal, una religión organizada y jerárquica, donde este tiene la última palabra? ¿No es hasta una falta de pudor insistir en llamarse con el nombre de una organización que no obliga a nadie a afiliarse a ella cuando al mismo tiempo uno está haciendo saber públicamente que no está dispuesto a cumplir sus reglas? Más aún, si los miembros de esta organización ponen gran valor en tener bien marcada su esencia y sus diferencias sobre la base de estas reglas, ¿no es también esta insistencia una falta de respeto hacia ellos?
Las autoridades de la PUCP no pueden tratar como una pura forma, vacía de significado y por lo tanto asignable a cualquier contenido, a un nombre que una institución lleva casi 2000 años llenando. Especialmente considerando cómo ha marcado a la historia de la Iglesia Católica su incesante esfuerzo por definir -en infinidad de debates, concilios, decisiones papales y demás- lo que la representa y lo que no. Naturalmente, todos podemos discrepar de todas las decisiones que ha tomado en este sentido, pero no tenemos el derecho de quitarles a los católicos la libertad de definirse y diferenciarse por medio de ellas.
Hablar, por lo demás, de una “universidad católica” no es, como se ha dicho, el equivalente de, por ejemplo, hablar de una eventual farmacia llamada “católica”. Las universidades católicas son un tipo de “producto” específico que tiene la Iglesia Católica alrededor del mundo: son universidades que están regidas por el derecho canónico con una serie de reglas determinadas (en la que figura, entre otras, la ya famosa institución del Gran Canciller). Por eso la PUCP no tomó simple y unilateralmente el nombre de “católica” y de “pontificia”, inscribiéndolos bajo legislación peruana, como hoy quieren dar a entender sus autoridades. No. Recibió el permiso eclesiástico para constituirse como una “universidad católica” al momento de su fundación en 1917, siendo reconocida como tal ese mismo año por el Estado Peruano, y luego recibió del Vaticano el título de “pontificia” en 1942. Por el mismo motivo presentó todos sus estatutos para revisión al Vaticano hasta 1967, cuando dejó de cumplir con esta obligación, pretendiendo desde esa fecha seguir con la franquicia, por así decirlo, sin cumplir con sus reglas. Algo que, sea quien sea la franquiciadora, es un acto de prepotencia.
Ni Enrique VIII, en fin, pese a lo decidido que estaba a enfrentar a Roma, pretendió seguir llamando a la Iglesia de Inglaterra “católica” cuando rompió con el Papa y decidió crear una Iglesia con sus propias reglas. Y vaya que hubiera podido hacerlo “bajo ley inglesa”: era un monarca absoluto, la ley inglesa la hacía él. Si hubiese querido que esta ley hiciese como que el término “católica” no identificase a la Iglesia romana, que llevaba desde el siglo II llamándose así, hubiera podido hacerlo. Pero por lo visto tenía algo que parece estarle faltando, para pesar de los que la queremos, a las autoridades de la PUCP: sentido del absurdo.
Asamblea Universitaria
La Asamblea Universitaria de la Pontificia Universidad Católica del Perú, reunida en sesión del 23 de julio del 2012, ha aprobado el siguiente comunicado:
1. La comunidad universitaria de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), representada por su Asamblea Universitaria, deplora el decreto emitido por la Secretaría de Estado de la Santa Sede, el cual contiene diversos aspectos que se oponen a los derechos reconocidos en la Constitución Política y en la legislación peruana -como el derecho a la identidad-, al pretender prohibir el uso de los términos “Pontificia” y “Católica”.
2. La PUCP afirma que, por su carácter de institución peruana, constituida y domiciliada en el Perú desde 1917, hará prevalecer el compromiso que tiene para con sus estudiantes, profesores y trabajadores, y para con sus graduados y egresados, de hacer respetar su denominación oficial, la cual goza de reconocido prestigio nacional e internacional, y está expresada en los grados y títulos que otorga a nombre de la Nación.
3. La PUCP reitera su compromiso con los valores católicos que la inspiran y la alientan cotidianamente. Estos valores nos reafirman como una universidad autónoma, democrática, creativa, crítica, pluralista, con calidad en la enseñanza y en la investigación, comprometida con la sociedad peruana, e identificada con los principios cristianos que fundan los derechos del ser humano.
4. Los miembros de la Asamblea Universitaria de la PUCP expresan su reconocimiento y respaldo a la gestión que viene realizando el Rectorado de la Universidad en la conducción de las relaciones con la jerarquía de la Iglesia, en conformidad con los acuerdos adoptados previamente por la Asamblea Universitaria.
El Secretario General
Asamblea Nacional de Rectores
Tras darse a conocer el decreto de la Secretaría de Estado del Vaticano que prohíbe usar dichas denominaciones al no haber adecuado sus estatutos a su constitución apostólica, el presidente de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR), Orlando Velásquez Benites, mostró su total respaldo a la Asamblea Universitaria de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), que aprobó respetar su denominación oficial, la de “Pontificia” y “Católica”.
Para Velásquez Benites, lo realizado por la Santa Sede vulnera no solo la autonomía de la PUCP sino de la universidad peruana en general.
La Universidad Católica está regida por una ley universitaria. El Estado la reconoce como parte de la universidad peruana y cuenta con autonomía tal como lo señala la Ley 23733, lo que demuestra que está sujeta a ella. Para nosotros el proceder del Vaticano es una clara agresión al estado de derecho de la universidad”, señaló.
Asimismo, Velásquez reiteró su apoyo al rector de la PUCP, Marcial Rubio, como máxima autoridad reconocida por la ANR y a la Asamblea Universitaria como su órgano de gobierno institucional.
Por otro lado, ante las declaraciones de los voceros del Arzobispado de Lima que señalan que los títulos que entregue la PUCP no serían válidos, el presidente de la ANR indicó que la referida casa de estudios está protegida por la Ley Universitaria peruana.
Y puede realizar de forma normal sus actividades y seguir otorgando grados y títulos a nombre de la Nación, los que serán inscritos en el Registro Nacional de Grados y Títulos de la ANR, dijo.
Velásquez manifestó que la PUCP no solo es un ejemplo de formación académica, profesional y responsable, sino que es parte del patrimonio del Perú.
La libertad de pensamiento, tolerancia y calidad en la enseñanza son valores intrínsecos de su vida académica, claros ejemplos de lo que estípula la Ley Universitaria en el país”, sostuvo.

Armando Nieto SJEntrevista al Padre Armando Nieto SJ en PAX TV
Es el Presidente de las Academia Nacional de Historia y de la Academia Peruana de Historia Eclesiástica.
Entonces cursó Derecho e Historia en la PUCP…
Simultáneamente, recuerda que por ese entonces se podría hacer eso, antes se podía estudiar ambas, con esto saqué los títulos correspondientes e ingresé a la Compañía el 23/05/1956, en Miraflores, donde están ahora la Residencia y Parroquia Fátima. Me entusiasmó la vida religiosa, sobre todo la vida de los jesuitas, estudié los dos años de noviciado, son más de formación espiritual es verdad, pero también nos dan horas de estudio, entonces el Padre Maestro me dijo: “estudia muy bien Latín, Griego para que desde ahora te vayas preparando para la Filosofía y Teología“. Hice un año de Juniorado, mis compañeros hicieron tres; el Padre Mc Gregor que era el Provincial me dijo: “Mira, los estudios de Literatura, por ejemplo, los puedes hacer después, pero tú tienes que formarte bien en Latín y Griego así que seguirás estudiando en este año en Miraflores“. Teníamos un excelente profesor Pedro Cano un Maestro que me ayudó mucho en esos estudios de las lenguas Clásicas. Y en el año 59 viajé a España para hacer la Filosofía; hice dos años largos en Alcalá y en lugar de venir al Perú a hacer el Magisterio, continué los estudios pero ya en Alemania y allí estudié los 4 años de Teología y me ordené el día de San Agustín de 1964.
Hablemos de la PUCP, su alma mater.
Pues sí, allí estudié la dos carreras y allí, desde el año 1967 al volver al Perú, me llamaron para enseñar cursos de Filosofía, Historia y ahora Historia del Perú que es lo que he enseñando siempre.
Padre, el Perú está viviendo un momento tenso con la situación de la PUCP, usted ha sido alumno, docente, una de las personas diríamos como un icono como un referente sobre la situación que luces nos puede aportar, para que se de una solución.
Yo deseo que la Universidad siga siendo Católica y siga siendo Pontificia, lo de Pontificia no es una simple tarjeta decorativa, sino que significa que esa institución comparta y comulga con los ideales de la Iglesia Católica. Creo es muy importante se tome en cuenta a la hora de tomar decisiones; la Iglesia no hay que verla como tantas personas creen que es una especie de cadena fundamentalista o que va a negar la libertad de expresión, no, sino que nos guía pero también nos pide que seamos consecuentes con nuestra fe.
Menos que un bono de la reforma agraria
El Padre Luis Gaspar, experto en derecho canónico, explicó que la rebeldía de quienes dirigen la ex PUCP pone en riesgo los títulos universitarios de los alumnos, luego que el Vaticano despojara a la universidad de los títulos de “Pontificia” y “Católica”.
El sacerdote miembro del tribunal eclesiástico de Lima, explicó en el noticiero Primera Edición de América TV, que el tratado del Estado peruano con el Vaticano de 1980, conocido como Concordato, estipula en sus artículos 1 y 19 que “la Iglesia tiene plena independencia para organizarse y también para erigir centros educativos a todo nivel”.
Por eso, explicó, la Nunciatura, que es la embajada del Vaticano, tiene la facultad de ponerse en contacto con el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú para que los organismos nacionales como la Asamblea Nacional de Rectores, encargada de expedir los títulos universitarios, acaten el decreto de la Santa Sede que prohíbe el uso de los títulos de “Pontificia” y “Católica” a la universidad.
El sacerdote dijo que mientras no se aplique el decreto ley del Vaticano, los alumnos podrán seguir obteniendo de la ANR sus títulos de la ex PUCP, “pero corren el riesgo en cuanto siga el proceso ya en el tribunal peruano o eclesiástico de que esas sentencias obliguen a que se cumpla”.
Estas medidas legales harían que quienes obtuvieron el título con el nombre de la “Pontificia Universidad Católica del Perú” se vean obligados a canjear sus documentos por otros en los que figure el nuevo nombre que podría asumir la universidad.
El Padre Gaspar explicó además que el Concordato debe respetarse y por ser un tratado internacional “está por encima de toda ley nacional” como la ley universitaria, por ejemplo.
El experto precisó además que los títulos de “Pontificia” y “Católica” no son honoríficos sino que “tienen implicancias canónicas jurídicas” que permitían, por ejemplo, que el Papa a través de la Congregación para la Educación Católica nombrara al rector.
Sobre el rechazo de la ex PUCP al decreto del Vaticano, el sacerdote dijo que “tenía la esperanza de que la directiva de la universidad recapacite. Es penoso el comunicado de ayer que deplora el decreto del Vaticano”.
¿Deplora al Santo Padre? Esa es mi pregunta. Él es quien da este mandato. Deplorar al Santo Padre es como llamar a la desobediencia a una indicación de la más alta autoridad eclesial”, continuó.
El sacerdote dijo luego, en referencia a las autoridades de la ex PUCP, que “no sé de qué tipo de católicos estamos hablando, de qué tipo de universidad católica estamos hablando si este tipo de pronunciamientos lleva a romper un diálogo, un vínculo con la autoridad eclesiástica”.
Tras recordar que todo este proceso ha durado unos 40 años, el Padre Gaspar hizo votos para que las autoridades de la ex PUCP recapaciten.
Agrupación Riva AgueroLa Agrupación Universitaria Riva Agüero, fundada por miembros de la ex Pontificia Universidad Católica del Perú (ex PUCP), teniendo conocimiento de algunos hechos suscitados en la Asamblea Universitaria e informados del pronunciamiento expuesto por el mismo órgano administrativo en relación al Decreto emitido por la Secretaria de Estado de la Santa Sede, que retira los títulos de “Pontificia” y “Católica” de la denominación oficial de la universidad, expresa a la comunidad universitaria, a la sociedad y a la opinión pública en general lo siguiente:
1. Nos genera un razonable ánimo de rechazo los términos empleados para aludir a los documentos oficiales emitidos por la Santa Sede. Resulta incongruente que autoridades y alumnos miembros de la Asamblea Universitaria, pertenecientes a una universidad que dice ser católica, ‘deploren’ un decreto emitido bajo la autoridad del Santo Padre, el Papa Benedicto XVI.
2. En el mismo sentido, lamentamos la ausencia de honestidad y seriedad de parte de las autoridades de la ex PUCP al referir que nuestros esfuerzos y, directamente, nuestra Carta Pública a la Asamblea Universitaria respondan a un ‘pánico’ y ‘desinformación’ frente al ‘ataque’ del Vaticano.
3. Es contrario a la verdad afirmar que la universidad se rige únicamente bajo la normativa nacional, desconociéndose deliberadamente la naturaleza jurídica con la que se originó al ser una institución de la Iglesia Católica, ya que la legislación internacional garantiza la aplicación conjunta del derecho canónico y la legislación nacional de cada país a las diversas instituciones de la Iglesia Católica.
4. Con su actuación, la Asamblea Universitaria, y en consecuencia la ex PUCP, ha manifestado públicamente su renuncia a los valores católicos y a la misión apostólica por los que fue fundada, al traicionar la memoria de todas las personas que en 95 años de vida institucional dieron parte de su vida por construir una institución educativa superior al amparo de la Iglesia Católica y en servicio de la sociedad peruana.
5. Por último, como organización hacemos un llamado a los miembros de la comunidad universitaria, de diversas generaciones, a tomar las medidas que consideren pertinentes para proteger sus intereses frente a esta errada decisión de la Asamblea Universitaria.
Ni Pontificia ni Católica
Por Federico Prieto Celi
El Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú ha publicado este año un libro de Monseñor José Dammert Bellido (1917–2008) titulado: “Los primeros años de la PUCP”, cubriendo la etapa inicial de esa casa de estudios (1917-1942), explayándose después en la Facultad de Derecho.
Narra el autor de este libro póstumo que “Del 20 al 27 de setiembre [de 1942] se celebró, con gran aplauso y reconocimiento, la Semana Jubilar por los veinticinco años de la Universidad Católica. Debido a la consolidación obtenida por la Universidad […] se solicitó a la Santa Sede su elevación al rango de Pontificia. Gracias a las gestiones del nuncio Fernando Cento, dicha distinción fue otorgada -en decreto fechado en Roma el 30 de setiembre de 1942- por la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades en nombre del Papa Pío XII”.
En 1970, la Universidad abandonó unilateralmente sus estatutos aprobados por la Santa Sede, organizándose como las universidades estatales, bajo el mando supremo de una Asamblea Universitaria, rompiendo el vínculo natural que tenía con Roma. La Congregación para la Educación Católica no ha dejado de instar a los arzobispos Landázuri, Vargas Alzamora y Cipriani para que las autoridades universitarias elaboren estatutos acordes con las leyes canónicas y civiles. Pero todos los intentos han sido vanos.
La Iglesia católica, como toda institución bien organizada, tiene un derecho que todos los fieles católicos debemos cumplir, so pena de ser sancionados, para que rectifiquemos. No debemos sorprendernos si ello sucede. La Iglesia lo hace para recuperar lo que estaba perdido.
Pontificia” Universidad “Católica” del Perú, dura pero merecida sanción
Por Ricardo Sánchez-Serra.
La universidad rebelde PUCP, después de “mecer” por más de 30 años a El Vaticano, ha perdido por específico mandato del Papa Benedicto XVI sus títulos de “Pontificia” y “Católica” (el primero otorgado por el Papa Pío XII y el segundo por el Arzobispo de Lima Pedro Manuel García y Naranjo), por no modificar sus estatutos y adecuarlos a la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae.
Se enfrentó a los papas Paulo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI y a los arzobispos de Lima Juan Landázuri Ricketts, Augusto Vargas Alzamora y Juan Luis Cipriani Thorne. ¿Qué más paciencia vaticana había que esperar?
El desviacionismo doctrinal de la PUCP viene desde los años ’70 cuando el dictador izquierdista Juan Velasco Alvarado se hizo del poder y comenzó a demoler la sociedad “marxistizándola”: medios de comunicación fueron asaltados, a los hacendados se les robó sus tierras, muchas empresas fueron estatizadas, etc.
La sociedad se resquebrajó, no había ningún respeto a la propiedad ni a los valores. Los escolares fueron obligados a utilizar el uniforme único como en el maoísmo. Y en esta parafernalia enjaularon a las universidades, alguna de ellas fueron cuna de terroristas.
Incluso la Iglesia fue sacudida por la Teología de Liberación. El desviacionismo fue general, se “marxistizó” dicha teología con la lucha de clases y fue germen de la violencia. Tuvo que llegar Karol Wojtyla al papado para anunciar la “Teología de la Reconciliación” y comenzar a poner en orden las cosas.
La PUCP, nacida en 1917 por la Congregación de los Sagrados Corazones, el documento fundacional señala que la Iglesia Católica es la fundadora. Por esos años sólo la jerarquía eclesiástica podía fundar escuelas y universidades católicas. Por tanto era un centro de estudios de la Iglesia Católica y en la década del ’70 comenzó no sólo el desviacionismo ideológico, sino también alejarse de El Vaticano.
La PUCP aprobó estatutos sin la anuencia de El Vaticano (“consideramos que dichas modificaciones son ilegítimas y que a través de ellas se está ocasionando un expolio a la Iglesia”, señala la Santa Sede), los comunistas se habían enquistado en la universidad en un proceso que dura hasta hoy. Entró en desacato y desobediencia a El Vaticano y en un fatídico julio del 2012 perdieron los títulos de “Pontificia” y “Católica”, siendo rector Marcial Rubio Correa, cuyo nombre entrará a la historia de manera desprestigiante y aborrecible. En mi opinión habría un poder económico siniestro, además del ideológico, que tendría aprisionada a la universidad.
Cardenal Bertone jala las orejas a Conferencia Episcopal Peruana
Es destacar, asimismo, la llamada de atención al presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Monseñor Salvador Piñero y a su institución, carta que se distribuyó a todos los obispos del país: “Para el bien de la Universidad y por la responsabilidad de la Iglesia en el campo educativo, esa Conferencia Episcopal debe sostener la posición de la Santa Sede y al Arzobispo de Lima, desautorizando con vigor cualquier intervención contraria e invitando al episcopado del país a una acción colegial leal.
En caso de eventuales dudas, usted y los demás obispos tendrán la amabilidad del consultar al Sr. Nuncio en Lima”, además “El Santo Padre espera que, en lo sucesivo, la Conferencia Episcopal preste un decidido y claro apoyo a las decisiones tomadas por la Santa Sede con respecto a la situación de la PUCP y se eviten nuevas incomprensiones y divisiones”. La Iglesia es una e indivisible, esas vertientes ideológicas u odios personales, son dañinas y no son cristianas. Los obispos deben cerrar filas o irse.
¿Asamblea universitaria será seria u orquesta con ruidos desafinados y desatinados?
¿Y cuál será la reacción de la Asamblea Universitaria del lunes 23? Lo más sensato sería pedir una reconciliación a El Vaticano y cambiar los estatutos, pero eso sería pedir peras al olmo.
El Vaticano les da una salida: “La Santa Sede seguirá atentamente la evolución de la situación de esta Universidad, deseando que en un futuro próximo las Autoridades académicas competentes reconsideren su posición con el fin de poder revisar las presentes medidas. La renovación requerida por la Santa Sede hará que la Universidad responda con más eficacia al cometido de llevar el mensaje de Cristo al hombre, a la sociedad y a las culturas, según la misión de la Iglesia en el mundo”.
La camarilla enquistada en dicha universidad, que está infestada de soberbia y henchida de arrogancia, buscará el enfrentamiento, insultará y culpará al Cardenal Cipriani, dirá que El Vaticano estaba desinformado, defenderá “hasta las últimas consecuencias” su derecho a “Católica”, que ya un infantil defensor legal de la PUCP adelantó que es un “genérico y que está inscrito en Indecopi”, igual repite sin investigar la presidenta del FEPUC; así como, de otro lado, que el penúltimo testamento de Riva Agüero es el que vale. ¡Qué enseñanzas de Derecho hay en ese centro de estudios! Pobres alumnos…
Los errores son de la camarilla de la PUCP y de nadie más, perjudicando con su tozudez a los alumnos y exalumnos, quienes en adelante serán ex PUCP. Lucharán en todos los foros lo de PUCP, pero finalmente perderán. El Perú tiene que respetar el Concordato con El Vaticano, que si no lo hace ese Estado nos llevará al Tribunal de La Haya, en donde nuestro país será derrotado. El gobierno no debe inmiscuirse al tratar de defender a los presumidos caviares, porque el desprestigio internacional del Perú será grande.
Marcial Rubio, ¿héroe?
La ignominia de Marcial Rubio seguramente será premiada por la irreflexiva Asamblea Universitaria. El seguramente renunciará y será ratificado, saliendo como “héroe”. Salvo que sea bizarro, asuma su irresponsabilidad y renuncie irrevocablemente. Lo demás será pantomima.
El Secretario de Estado vaticano Tarcisio Bertone le dice una verdad: “debo constatar que en las Autoridades de la Universidad que Usted regenta no hay voluntad de corregir esa arbitrariedad, y que pretenden que la Iglesia renuncie a sus legítimos derechos al servicio de la educación católica”, señala en su misiva al rector de marras.
No se pueden robar una universidad a la Iglesia tan descaradamente.
Fuente: Diarios El Comercio, La República, Correo y La Razón.

Carta y Decreto de Roma

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Cardenal Bertone SDB

COMUNICADO DE LA SALA DE PRENSA DE LA SANTA SEDE
La Santa Sede, con Decreto del Emmo. Secretario de Estado, en base a específico mandato Pontificio, ha decidido conforme a la legislación canónica retirar a la Pontificia Universidad Católica del Perú el derecho a usar en su denominación los títulos de “Pontificia” y de “Católica”.
La mencionada Universidad, fundada en 1917 y erigida canónicamente con Decreto de la Santa Sede en 1942, a partir de 1967 ha modificado unilateralmente sus Estatutos en diversas ocasiones perjudicando gravemente los intereses de la Iglesia.
A partir de 1990, la Universidad ha sido requerida por la Santa Sede en múltiples a adecuar sus Estatutos a la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae (15 de agosto de 1990), sin que haya respondido a esta exigencia legal.
Tras la Visita Canónica realizada en diciembre de 2011 y la entrevista del Rector con el Emmo. Cardenal Secretario de Estado en febrero de 2012, tuvo lugar un ulterior intento de diálogo en vista de adecuar los Estatutos a la ley de la Iglesia.
Recientemente, mediante dos cartas dirigidas al Emmo. Secretario de Estado, el Rector ha manifestado la imposibilidad de realizar cuanto se le requería, condicionando la modificación de los Estatutos a la renuncia por parte de la Arquidiócesis al control de la gestión de los bienes de la Universidad.
La participación de la Arquidiócesis de Lima en el control de la gestión patrimonial de esta entidad ha sido confirmada en varias ocasiones con sentencias de los Tribunales civiles del Perú.
Ante esta actitud por parte de la Universidad, confirmada además por otras iniciativas, la Santa Sede se ha visto obligada a adoptar las mencionadas medidas, ratificando en cualquier caso el deber que sigue teniendo dicha Universidad de observar la legislación canónica.
La Santa Sede seguirá atentamente la evolución de la situación de esta Universidad, deseando que en un futuro próximo las Autoridades académicas competentes reconsideren su posición con el fin de poder revisar las presentes medidas. La renovación requerida por la Santa Sede hará que la Universidad responda con más eficacia al cometido de llevar el mensaje de Cristo al hombre, a la sociedad y a las culturas, según la misión de la Iglesia en el mundo.
Vaticano, 20 de julio de 2012

ANR

Señor Rector Marcial Rubio Correa:
La Santa Sede ha seguido con particular atención la evolución de la situación de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), especialmente tras la Visita canónica del Emmo. Cardenal Peter Erdö y su visita a Roma el pasado 21 de febrero.
Durante la conversación que mantuvimos en aquella oportunidad, por mandato del Santo Padre le comuniqué, en sustancia, la ‘exigencia legal’ de adecuar los Estatutos de esa Universidad a la legislación canónica de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, como debería haberse hecho ya desde 1990.
Ese ha sido en todo momento el claro requerimiento que la Santa Sede les ha hecho como obvio requisito para que sean reconocidas y garantizadas adecuadamente la identidad y la misión específicas de esa Universidad.
He sido informado detalladamente par el Nuncio Apostólico en el Perú, Su Excelencia Monseñor James Green, de las reuniones que han tenido en la sede de la Nunciatura Apostólica, así como de sus propuestas. Atendiendo al pedido que Usted le hizo, se amplió el plazo para la adecuación de los Estatutos desde el 8 al 18 de abril último.
Debo comunicarle ahora la notable decepción con que esta Secretaria de Estado ha ido percibiendo la orientación que ese Rectorado daba a la problemática, particularmente en la carta N. 068/12.R del 13 de abril de 2012 y en la sorprendente carta N. 095/12.R, del 9 de mayo de 2012, publicada como ‘Aviso’ en el Diario ‘La Republica’ el 11 de mayo de 2012. Llama particularmente la atención el modo de presentar en ella las indicaciones recibidas de la Santa Sede y el papel desempeñado por el Arzobispo de Lima. Esa interpretación ha sido causa de desinformación para la comunidad universitaria, para los fieles y los ciudadanos en general.
Como he tenido modo de expresarle antes, la situación irregular que viene atravesando la Universidad no es reciente y ha sido materia de seria preocupación de los tres últimos Arzobispos de Lima, no solamente del actual. La Universidad ha venido incumpliendo las disposiciones legales establecidas, que se ha advertido reiteradamente por escrito.
Consta en nuestros archivos que los últimos Estatutos de la PUCP fueron aprobados, como corresponde a una Universidad Pontificia, por la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades en 1946 y a ellos se han ido incorporando modificaciones aprobadas por la misma Congregación en los años 1957, 1964 y 1967.
Desde la última fecha, las Autoridades de la mencionada Universidad, sin previa y necesaria aprobación de la Santa Sede, han realizado múltiples y sustanciales modificaciones de los mismos perjudicando gravemente los derechos de la Iglesia. A la luz del Acuerdo vigente entre Perú y la Santa Sede y del Derecho Canónico consideramos que dichas modificaciones son ilegítimas y que a través de ellas se está ocasionando un expolio a la Iglesia.
Habiendo recibido de su parte una respuesta negativa al requerimiento de la Santa Sede, debo constatar que en las Autoridades de la Universidad que Usted regenta no hay voluntad de corregir esa arbitrariedad, y que pretenden que la Iglesia renuncie a sus legítimos derechos al servicio de la educación católica.
Esta actitud no reconoce la legítima autonomía de que goza la Iglesia para organizar sus instituciones educativas, como es el caso de la PUCP, en total observancia de las leyes civiles vigentes en el País y del Acuerdo entre el Estado peruano y la Santa Sede. La autonomía de las Universidades Católicas ha sido siempre plenamente reconocida por la Iglesia, dentro del ámbito de sus normas, porque el necesario aporte de la libertad es imprescindible para una sana actividad de estudio e investigación comprometida en la búsqueda de la Verdad, empeño que debe presidir todo esfuerzo por ampliar las múltiples dimensiones del conocimiento y del saber.
Por el contrario, dejando de lado el requerimiento que ha sido hecho a esa Universidad de acomodarse a la ley canónica, del todo compatible con la legislación peruana, ese Rectorado responde que, como ‘premisa’ para adecuarse a la ley de la Iglesia es necesaria una ‘negociación’ con el Arzobispado de Lima que impida el control de este sobre la administración del patrimonio de la Universidad.
Sobre este punto se han pronunciado los tribunales del Perú. Se trata de un derecho-deber a favor de la Iglesia de Lima, que busca sólo garantizar la transparencia y ejemplaridad en dicha administración patrimonial y su adecuación a los fines fundacionales de esa Universidad. Son objetivos que interesan por igual a todos los fieles de esa comunidad eclesial.
Sorprende aun, el hecho que ese Rectorado anteponga un problema ‘que, al fin y al cabo, es exclusivamente un asunto de bienes materiales’, como decía Usted en su carta del pasado 13 de abril, al deber que esta Secretaria de Estado le recordaba de observar la legalidad eclesial.
Ambas cuestiones poseen su propia autonomía. Una ‘solución integral’, como Usted dice, que no respete los elementos de justicia que hay en una cuestión y en la otra, representa una solución contraria a la justicia. La primera exigencia, incondicional, que esa Universidad tiene que cumplir es la de ajustarse al Derecho y adecuar sus Estatutos a la legislación canónica.
A la luz de cuanto he escrito y después de tantos años de diálogo y tentativos para restablecer la legítima autonomía propia de una Universidad Católica, la Santa Sede se ve obligada a adoptar las necesarias medidas en relación con esa Universidad.
A la presente carta le adjunto el Decreto de la Santa Sede al respecto. A Usted, Sr. Rector, le incumbe una concreta responsabilidad en la presente situación ya que, por razón del cargo, tiene la misión de hacer cumplir en la comunidad universitaria las leyes y disposiciones de la Iglesia.
Con todo el respeto le saluda atentamente y le encomienda
Tarcisio Cardenal Bertone
Secretario de Su Santidad
Decreto
El Secretario de Estado, en cumplimiento del mandato de Su Santidad Benedicto XVI, dirigió una carta al Magnifico Rector de la Pontificia Universidad Católica del Peru el día 21 de febrero de 2012 reiterando la exigencia de acomodar los Estatutos de la susodicha Universidad a las prescripciones de la Constituci6n Apostólica Ex Corde Ecclesiae, del 15 de agosto de 1990 (AAS 82, [1990] 1482-1490), estableciendo asimismo como termino del plazo para cumplir dicha obligación el día 8 de abril de 2012. Esta petición se sumaba a muchas otras hechas en el mismo sentido a lo largo de los últimos veinte años a la citada Universidad.
El plazo inicialmente establecido fue prorrogado sucesivamente a petición del Rectorado de la Universidad hasta el día 18 de abril de 2012, sin que se realizara el mandato de la Santa Sede.
Sucesivamente, por medio de dos cartas del Rector Magnifico dirigidas al Emmo. Cardenal Secretario de Estado, una el 13 de abril de 2012, y otra “carta abierta” fechada el 9 de mayo de 2012 y publicada por el mismo Rectorado como “Aviso” en el diario de Lima “La Republica” el 11 de mayo de 2012, se daba cuenta de no poder acceder al requerido cumplimiento de la ley. Por todo ello:
– considerando que la citada Universidad fue fundada el 1 de marzo de 1917 con aprobación eclesiástica del Arzobispo de Lima, Monseñor Pedro Manuel García y Naranjo; reconocida por el Estado peruano el 24 de dicho mes y año como Universidad Católica; erigida por el Papa Pio XII el 30 de septiembre de 1942 en persona jurídica canónica, sometida como tal a la legislación canónica en materia de Centros Superiores de enseñanza y cuyo patrimonio posee consiguientemente la condición de bien eclesiástico a tenor del vigente canon1257 §1;
– considerando que el artículo 1§3, de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae de 15 de agosto de 1990 establece que todas las Universidades sometidas a la legislación canónica deben adecuar sus Estatutos a la citada Constitución, cosa que no ha hecho hasta el momento la Pontificia Universidad Católica del Peru a pesar de los reiterados requerimientos;
– considerando que el cumplimiento de la legislación canónica es compatible con la legislación peruana en la materia, en el marco de los artículos I y XIX del Acuerdo celebrado entre la Santa Sede y la República del Peru el 19 de julio de 1980 (AAS 72, [1980J 807-812);
– considerando que la mencionada Universidad persiste en seguir orientando sus iniciativas institucionales según criterios que no son compatibles con la disciplina y la moral de la Iglesia;
– considerando que ninguna Universidad, aunque sea efectivamente católica y se halle encuadrada en la legislación de la Iglesia, puede utilizar en su denominación el titulo de “católica” si no es con el consentimiento de la correspondiente autoridad eclesiástica, como establece el can. 808 (cfr. cann. 803, 216 del Código de Derecho Canónico);
– considerando que análogamente es necesario también el consentimiento expreso de la Santa Sede para poder utilizar la denominación de “Pontificio” o “Pontificia“, (Declaratio ad Summi Pontificis dignitatem tuendam, en AAS 102, [2010] 59);
En consecuencia, en virtud del mandato recibido de Su Santidad Benedicto XVI por el presente Decreto
1. Se prohíbe a la mencionada Universidad el uso del título de “Pontificia” en su denominación, suprimiendo la concesión que en tal sentido Ie fue otorgada en precedencia.
2. Se prohíbe asimismo que la mencionada Universidad use en su denominación el título de “Católica“, retirando el consentimiento que en tal sentido Ie fue concedido precedentemente, a tenor del vigente canon 808 del Código de Derecho Canónico.
3. Se declara al mismo tiempo que la citada Universidad, como persona jurídica pública que es de la Iglesia, sigue sometida a la legislación canónica en las materias en que esta actualmente vinculada, aunque por las razones indicadas haya sido privada del derecho de utilizar en su denominación los títulos de “Pontificia” y de “CatóIica” y que la Santa Sede seguirá empeñándose en el pleno respecto de la disciplina canónica.
Del presente Decreto se da noticia a la Congregación para la Educación Católica, para su efectivo cumplimiento.
Dado en la Ciudad del Vaticano, el día 11 de julio de 2012
La luz en las tinieblas brilla
¿Puede una entidad como la Iglesia regir el nombre que usa una universidad peruana? Luego del decreto del Vaticano que prohíbe a la PUCP usar los términos “Pontificia” y “Católica”, parece que sí. Para conocer los fundamentos en los que la Iglesia se basa para hacer esto, elcomercio.pe consultó al especialista en Derecho Canónico, Gonzalo Flores. Estas fueron sus respuestas:
¿Puede la iglesia “quitarle el nombre” a la PUCP?
En primer lugar algo que hay que tener presente es que la PUCP es una universidad católica. En su origen es una institución canónica, por tanto se regula por el código de derecho canónico. No todas las personas jurídicas canónicas tienen derecho a usar los términos “Católica” o “Pontificia”. Eso lo concede la Iglesia luego de evaluar que en su actuar es totalmente fiel al magisterio de la Iglesia. Es decir que no todas las instituciones que pertenecen a la Iglesia tienen esos títulos y aunque no lo use, pueden seguir siendo parte de la Iglesia.
¿Qué significa que a pesar de no poder usar los términos “Pontificia” y “Católica”, la PUCP “sigue sometida a la legislación canónica”?
La Santa Sede ha evaluado su conducta y, ante la rebeldía de no adecuar sus estatutos, ha decidido que no usen los nombres para no dañar ni confundir a los fieles de la Iglesia porque no la está representando adecuadamente. Eso no significa que esa universidad haya dejado de pertenecer a la Iglesia. Justamente porque le pertenece, tiene que mirar siempre a la Santa Sede como su autoridad máxima. La Iglesia no ha renunciado a la vinculación o propiedad sobre la universidad Católica. No es que la está abandonando a su suerte.
¿Puedo yo poner una universidad que use en su nombre los términos “Católica” o “Pontificia”? ¿Por qué la Iglesia debe autorizar su uso?
Los nombres que pertenecen a instituciones internacionales no pueden ser apropiados por una institución particular. Ninguno de nosotros podría crear una empresa que se llame “República Argentina” e inscribir el nombre de la empresa en Indecopi. Ese es un absurdo en el derecho internacional. Por tanto, al ser la Iglesia Católica una institución internacional sujeta al derecho internacional, sus nombres no pueden ser apropiados en un particular. Por eso la Iglesia autoriza o desautoriza los usos de estos términos.
Peces fritosCarta a la CEP
Por Andrés Beltramo Álvarez- Vatican Insider Diario La Stampa
La Conferencia Episcopal Peruana (CEP) no debe ser instrumentalizada por la “universidad rebelde”. Al contrario, está obligada a prestar un “decidido y claro” apoyo a la Santa Sede en el contencioso por la legítima propiedad de la institución, hasta ayer Pontificia y Católica. Este es el núcleo de una carta enviada por el Vaticano al presidente de los obispos del país sudamericano, Salvador Piñeiro. Un duro llamado de atención, para acabar con las ambigüedades y el “juego sucio”.
El texto, hasta ahora desconocido y a cuyo contenido el Vatican Insider tuvo acceso, fue entregado el viernes 20 de julio en la nunciatura apostólica de Lima al secretario general de la CEP, Lino Panizza Richero. Con él se encontraban el segundo vicepresidente y arzobispo de Arequipa, Javier del Rio y el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani Thorne.
A ellos el embajador papal James Green entregó copia del decreto con el cual la Sede Apostólica dispuso el retiro de los títulos honorarios de “Pontificia” y “Católica” a la universidad. Y también les facilitó la carta del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, en la cual anuncia la inédita decisión al rector Marcial Rubio.
Esto ocurrió a primeras horas de la tarde. Green ordenó que los tres documentos, incluida la carta a Piñeiro, sean enviados a todos los obispos del país. Más tarde recibió en la nunciatura a las autoridades de la PUCP, a las cuales transmitió el decreto y la misiva.
El mensaje de Roma al arzobispo de Ayacucho-Huamanga dejó poco espacio para la duda: “Para el bien de la Universidad y por la responsabilidad de la Iglesia en el campo educativo, esa Conferencia Episcopal debe sostener la posición de la Santa Sede y al Arzobispo de Lima, desautorizando con vigor cualquier intervención contraria e invitando al episcopado del país a una acción colegial leal. En caso de eventuales dudas, usted y los demás obispos tendrán la amabilidad del consultar al Sr. Nuncio en Lima”.
Y agregó: “El Santo Padre espera que, en lo sucesivo, la Conferencia Episcopal preste un decidido y claro apoyo a las decisiones tomadas por la Santa Sede con respecto a la situación de la PUCP y se eviten nuevas incomprensiones y divisiones”.
La dureza de las palabras dejó en claro que, en lugar mantener una posición institucional, durante el contencioso por la universidad la cúpula de los obispos se alineó con la casa de estudios. Incluso cuando la rebeldía de sus autoridades era abierta y manifiesta.
Así quedó en claro el 17 de abril, cuando la conferencia emitió una nota pública a nombre de sus cinco obispos delegados en la Asamblea Universitaria de la PUCP. Ese texto fue desconcertante, no sólo porque su contenido estaba en sospechosa sintonía con las tesis del rectorado sino también porque fue difundido sin el consenso de algunos de los supuestos firmantes, que ni siquiera fueron consultados.
Este episodio fue calificado de “lamentable” por la carta vaticana a Piñeiro, la cual fue tajante: “Le pido que cuide que esa conferencia Episcopal evite ser instrumentalizada por el rectorado de la universidad”.
Se trata de una prueba más de la seriedad con la cual la Santa Sede ha afrontado la controversia de la ex Pontificia y Católica. Y aunque sus más radicales alumnos sostengan que el quite de los títulos “no significa nada”, la realidad es otra. Porque se trata de acabar con un contencioso durado más de 40 años y que ha llegado a niveles insostenibles.
Por lo pronto este lunes 23 está prevista una nueva sesión de la Asamblea Universitaria. En ella se analizará la decisión de Roma que, por cierto, no es definitivamente irreversible. Como bien señala el decreto pontificio, es posible rever el quite de los títulos. La salida es sencilla: si los directivos del claustro se retractan y modifican sus estatutos, recuperarán su identidad. De otra manera les espera un futuro negro.
Carta pública
Estimados miembros de la Asamblea Universitaria
Pontificia Universidad Católica del Perú
Los firmantes, alumnos, profesores y egresados de nuestra Pontificia Universidad Católica del Perú [PUCP], les hacemos llegar la presente con la finalidad de compartir nuestra profunda preocupación en torno a la situación actual de la universidad, así como nuestro anhelo de recuperar la institucionalidad de la misma y su relación con la Iglesia Católica.
A lo largo del siglo XX, la existencia de la PUCP, el soporte académico-cultural que ha ofrecido y el gran legado de profesionales que ha entregado, han significado un aporte valioso único para la sociedad peruana. En sus décadas de vida, hombres y mujeres han puesto su esfuerzo, trabajo, sueños y esperanzas en el proyecto de crear y mantener una institución educativa superior sobre la base de los principios de la fe católica, demostrando la sana complementariedad que existe entre la fe y la razón y exigiendo que en el trabajo científico y académico exista pleno respeto a la Doctrina y a los principios éticos de la Iglesia.
Ante el reciente retiro de los títulos “Pontificia” y “Católica” de la denominación oficial de nuestra universidad -consecuencia previsible en el proceso que seguimos al no haberse efectuado la adecuación de los estatutos de la universidad a las disposiciones canónicas pertinentes-, les exhortamos a que, en aras de evidenciar una actuación que represente el sentir de todos quienes formamos parte de la comunidad universitaria, en concordancia con los principios que la Iglesia Católica aporta a nuestra universidad y que constituyen un beneficio no solo para los miembros de nuestra comunidad universitaria sino también la universidad misma y la sociedad peruana, se realicen las acciones necesarias para cumplir con la adecuación estatutaria a las disposiciones canónicas pertinentes y las observaciones efectuadas por la Santa Sede, pues dichas adecuaciones no solo resultan indispensables para la supervivencia institucional, sino que constituyen un acto de justicia y respeto a la memoria de quienes apoyaron durante su vida a la PUCP como una institución de la Iglesia Católica.
Sin otro particular y en la esperanza de que como consecuencia de una profunda reflexión se arribe a la decisión de recuperar nuestra universidad dentro de los cánones que así lo permitan, confiamos a ustedes el presente y el futuro de nuestra alma máter que por décadas ha sido y sigue siendo un crisol de formación y segundo hogar para miles de jóvenes.

Taki Onqoy

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Mesianismo en América Hispana

Por Luis Millones
INTRODUCCIÓN
Milenarismo, mesianismo o quiliasmo y una docena de otros nombres han sido usados para denominar a estos movimientos sociales que esperan un signo divino para que se transforme el universo en que viven al que sienten injusto. Si se les llama milenarismos es porque al momento en que Cristo reinará en persona sobre la tierra y el diablo será impotente: “Vi a todos los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente o en la mano. Volvieron a la vida y reinaron mil años con el Mesías” (Apocalipsis 20: 4). Quiliasmo viene del griego chiloi, que significa millar y equivale a lo dicho arriba y, en ambos casos, se refiere a las creencias surgidas en los primeros cien años del cristianismo que pensaban que el regreso de Cristo era inminente.
El concepto de mesianismo engloba otra serie de consideraciones. La idea central es que la divinidad, cumplidos ciertos requisitos por sus seguidores, enviará un mesías para redimirlos. En el caso judío tenía que ser descendiente del rey David, vendría a liberar a Israel de la dominación extranjera y a conducir a su pueblo otra vez a Palestina, donde reconstruirá un reino ideal cuya capital será Jerusalén, modelo de pureza religiosa y justicia social.
El término se extendió a muchas religiones del mundo en cuyo discurso existían, antes o después de Cristo, elementos semejantes que eran vigentes o que podían ser actualizados en momentos de crisis. Lo que hizo posible esta divulgación fue la secuencia del movimiento que se repetía, con algunas variantes, en contextos sociales y épocas muy diferentes. En primer lugar, la sociedad en que iría a insertarse el mesías viviría la expectativa de su llegada ante una situación de crisis económica, social o sicológica, o la suma de todas ellas. La insatisfacción generalizada parecería no tener una solución al alcance de los miembros de la comunidad. Lo que podría explicarse por la invasión y colonización desde el exterior, o por fenómenos naturales –sismos o inundaciones-, o bien por problemas internos como luchas por el poder o tiranía de un sector específico. Ante esta situación el refugio en lo sobrenatural es la respuesta obligada, tanto más si en el propio sistema de creencias existía la idea de un redentor que acudirá en momentos de dolor colectivo.
La llegada de este personaje suele estar precedida por un anunciador o profeta -del griego: que habla en nombre de- quien proclama la voluntad de dios de solucionar la crisis mediante su enviado. Sin embargo, su presencia no es gratuita, el pueblo deberá organizarse para cumplir o modificar su ritual de tal manera que lo haga aceptable a la divinidad. Como premio a este esfuerzo llegará el mesías que liderará el movimiento militar, político o místico de rechazo a las condiciones actuales. La idea detrás de estas acciones es instaurar una comunidad sin injusticias y de satisfacciones plenas. Esto generalmente significa un regreso al tiempo de los orígenes, que se ha corrompido por los pecados de la propia gente o bien por la presión de seres foráneos o catástrofes naturales. Esta búsqueda del pasado glorioso, tema común en las religiones, está ligada generalmente al mito de creación, aquel momento en que los dioses interactuaban con los seres humanos. El regreso a la utopía -“lugar que no existe”- es un camino que no terminará en la construcción de Tomás Moro, sino en un espacio concreto como Aztlán que los mexicas reconocieron en las islas del lago Texcoco mucho antes de la invasión europea.
No es extraño que los movimientos mesiánicos acaben con la destrucción de sus seguidores, especialmente de quienes los lideran, incluido el mesías. Entre los años 1560 y 1565 los mayas de Sotuta y Maní (Yucatán) fueron reprimidos dos veces: finalmente Pablo Be, jefe indígena del pueblo de Kini, que era intérprete del dios Hunab Ku o Verdadera Fe, y Baltazar Ceh, batab o líder de Tecoh que dirigía el movimiento, fueron capturados y ejecutados sin que se volviera a tener noticias de ellos (Barabas 1989: 113-115).
Pero con la caída del mesías, del profeta, o cualquiera de sus dirigentes -o todos- no desparece la aspiración de bienestar del total de la comunidad, poco a poco se restablece la expectativa mesiánica que culminará nuevamente con la llegada del profeta. El ciclo se repite hasta que se cumplen las demandas o el pueblo asume la religión de la sociedad o grupo dominante, sea que éste migre o desaparezca.
En el ejemplo anterior, el mesianismo maya de 1560 fue reprimido duramente tanto que se consigna la cifra de 12,000 entre los torturados, logrando que los indígenas denuncien su propia participación en el movimiento. A los dos años se reanudó la esperanza de liberarse de los europeos y los rituales nativos renacieron hasta que fueron derrotados, tal como se dijo anteriormente, tres años más tarde en 1565.
Aunque la Iglesia Católica fue la primera institución que se preocupó por la existencia de la reviviscencia de las religiones prehispánicas es fácil adivinar que su propia doctrina contenía aquellos elementos que podían dinamizar las tendencias mesiánicas existentes, o no, en los cultos precolombinos. No es extraño, entonces, que muchos de estos profetas o mesías americanos hayan reclamado su condición de verdaderos cristianos, usando incluso nombres tomados de la Biblia y fragmentos del dogma católico para validar su palabra.
La situación no fue diferente en las colonias portuguesas y, como en América hispana, el poder político acudió en auxilio de la Iglesia cuando el movimiento amenazaba con desbordarse. La independencia no cambió esta situación hasta mediados del siglo XX; en el siglo anterior, el magnífico texto de Euclides da Cunha Os Sertôes da cuenta de la prédica de Antonio Conselheiro, a pesar de la expresa prohibición del Arzobispo de Bahía en 1882. Canudos, el centro del movimiento, fue finalmente aniquilado por el ejército y sus líderes murieron en la brega (Da Cunha 1963: 138).
Si nos centramos en los países andinos la presencia de los movimientos está registrada solo a partir del siglo XVI y todos ellos corresponden a la reacción indígena frente a la colonización europea o a los gobiernos republicanos que continuaron apoyando a la Iglesia Católica y a sus prejuicios contra los indígenas hasta mediados del siglo pasado. Son escasas las referencias a movimientos mesiánicos en la época incaica, así por ejemplo se mencionan ciertos grupos de guaraníes que llegaron al Tahuantinsuyo en busca de una “tierra sin males”, o la rebelión del líder del Collao llamado Zapana. Estos son fragmentos de información que nos habla de la resonancia de los Incas en regiones lejanas del Cuzco. En un caso, depositando las esperanzas de encontrar la tierra prometida en el centro del imperio; en el otro, reaccionando frente a la dominación y exigencias de trabajo por parte de los gobernantes cuzqueños. Pero las noticias son escasas y no alcanzan a crear un cuadro completo de las acciones. Tenemos que centrarnos en lo que está consignado en los documentos coloniales.
A pesar de lo dicho, aun reduciendo nuestro foco de atención, es posible descubrir que una vez producida la expectativa mesiánica, su fervor despierta elementos religiosos que no solo pertenecían a la etapa inmediata anterior. La ansiedad por el cambio debió arrastrar reflejos de un pasado remoto, incluso anterior a los incas, que aunque convivía con ellos mantenía cierta oscuridad. Al caer el Cuzco en manos de los españoles y descubrir en ellos un poder más implacable que el de los gobernantes incaicos, la construcción de un ideario mesiánico desenterró o revitalizó rituales en desuso por la persecución de los sacerdotes incaicos y su culto oficial.
En América hispana se puede observar la paradoja de la persecución de las imágenes por parte de una sociedad que las rechazaba como ídolos falsos pero que en la práctica las reemplazaba por otras que se convertían de inmediato en personajes sagrados. La sutileza para explicar que se trataba de una representación y no de un objeto de culto no fue percibida ni siquiera en España. El resultado es que las imágenes construidas en materiales físicos o con palabras y los rituales de procedencia diversa (en tiempo u origen étnico) van a constituir los soportes ideológicos del mesianismo andino. A lo largo de los siglos siguientes sus líderes invocarán los nombres de los Incas como ancestros o como reencarnaciones para legitimar su liderazgo. A ello agregarán elementos cristianos para apoyarse en la divulgación de una prédica constante aunque de forma desorganizada.
Un ejemplo claro de esta situación es el movimiento de Juan Santos Atahualpa, nombre que tomó un mestizo, probablemente nacido en Ayacucho y afincado entre las tribus asháninkas de la Amazonía. En su prédica inicial aceptaba la evangelización de unas órdenes religiosas y rechazaba otras y su propio apelativo proclama la necesidad de usar la influencia del prestigio del Tahuantinsuyo y de la Iglesia Católica. Lo interesante de este caso es que utilice ambas resonancias en un territorio ajeno a ellas. Algo parecido sucedió en territorio calchaquí donde un andaluz se hizo proclamar Inca y consiguió la adhesión de los curacas locales.
En todo caso, el primer movimiento con características mesiánicas del que tenemos noticia es el que se autodenominó taki onqoy, a él dedicaremos las páginas que siguen.
MUERTE Y RESURRECCIÓN DE LOS DIOSES
No todas las religiones pintan a sus deidades con el halo de omnisciencia e inmortalidad que otorga el Cristianismo. Si bien los dioses mesopotámicos (3,000 años antes de Cristo) eran invisibles a los ojos humanos, eran antropomorfos, y también tenían necesidades humanas, como lo indican sus representaciones. Ellos habitaban este mundo mucho antes que los seres humanos e inventaron la agricultura y los sistemas de riego para cubrir sus urgencias. Tuvieron entonces que trabajar en la construcción y mantenimiento de los canales de agua, en la siembra y en la cosecha de sus productos. Salvo los dioses principales -que no pasaban de cuatro-, todas las divinidades cumplieron tales tareas. La humanidad, entonces, fue creada para servirlos y evitarles la rudeza del trabajo (Cohn 2001: 36).
Esta percepción de lo divino es tan ajena al Cristianismo como podía serlo la del área andina. No es una manera desusada de comprender el universo y lo sobrenatural, en cierta forma India y Egipto no fueron muy diferentes a lo que acabamos de enunciar. Desde una perspectiva como ésta, humanidad y divinidad no eran categorías insalvables, al menos para la clase dirigente. Un conquistador extranjero hubiera podido ser aceptado como gobernante divino o semidivino si en la relación con sus súbditos manejaba, al menos, los elementos simbólicos que habían usado sus predecesores. En Egipto funcionaron como faraones el persa Cambises y Alejandro Magno (Cohn 2001: 18), es posible que también esto explique la relativa facilidad con que el poder fue tomado por los europeos en México y los Andes. Ni aztecas ni incas -al menos ni mexicas, ni cuzqueños- comprendieron en un principio que la distancia entre españoles e indígenas era insalvable, ni pudieron entender que los conquistadores eran también misioneros de una fe que los hacía, incluso a ellos mismos, pecadores por el solo hecho de haber nacido. Eso fue y es siempre difícil de comprender. No había salvación terrena o divina fuera de la Iglesia Católica y, en principio, todos los indígenas militaban en las filas de los enemigos de Dios por el solo hecho de haber nacido o vivido antes de la llegada de Colón. Vacío de la única fe posible, este era un continente donde la relación con el mundo y sus semejantes convertía al hombre en culpable: desde su nacimiento hasta el momento de la muerte, desde buscar a la pareja hasta engendrar un hijo.
El Cristianismo español no hizo concesiones y apoyó sin reparos la construcción de un estado, convirtiéndose en su sostén ideológico. Los espacios de respiro a las religiones no cristianas solo existieron cuando la magnitud del territorio y el volumen incluso decreciente de los indígenas hacían imposible que se cumpliese la compulsiva labor misionera. El comportamiento de los oficiales de la iglesia cristiana se nutría también de varios factores: el más visible era la condición de ser parte de la hueste conquistadora y tener, por lo tanto, derecho a imponer condiciones. Había también razones jurídicas: una bula papal daba legalidad al ejército de ocupación e imponía como condición la conversión al catolicismo de los reyes derrotados y de todos sus súbditos. Esta convicción de ajustarse a la ley hizo pensar, incluso a los historiadores modernos, que el lenguaje jurídico era expresión de la realidad; por eso tenemos millares de publicaciones que describen la jurisprudencia como correlato preciso del funcionamiento de instituciones y personas.
Las panacas (familias nobles descendientes de los Incas) cuzqueñas vacilaron entre una adaptación humillante, pero conveniente, y una revolución libertadora que restaurase sus privilegios. Es interesante observar que desde 1569 los nietos de los Incas reclamaban sus derechos siguiendo las reglas de la legalidad europea. Fue así que “se presentaron ante el Licenciado Juan de Ayllón para solicitar que se recibiera una información probando su ascendencia real y las conquistas de Tupac Yupanqui” (Rowe 2003: 79).
Estos nobles habían asumido su condición de soberanos en desgracia y reclamaban, al menos, parte de las ventajas que se otorgaban a los nobles de España en situaciones parecidas. Para hacerlo debieron descartar su propio universo religioso, por lo menos en lo que se refiere a la vida pública, y dar muestras de ser buenos cristianos. Esto significó importantes donativos a las iglesias locales e inclusive retratos suyos y de su familia adorando a los dioses extranjeros. Manifestaciones como estas existieron no solo entre quienes se sabían miembros de las panacas reales, muchos curacas locales surgidos de las “guerras civiles” fabricaron genealogías, a la manera hispana, para solicitar reconocimientos de verdaderos o fraudulentos derechos adquiridos por su lealtad.
No fue esta una actitud unánime. Como lo mencionamos páginas atrás, Manco Inca, hijo de Huayna Capac y Mama Runtu, permaneció en la mítica Vilcabamba (ubicada en lo que hoy es Espíritu Pampa por algunos estudiosos) hasta su muerte en 1554. Sus hijos más notorios, Sayri Tupac, Tupac Amaru y Titu Cusi Yupanqui, ocuparon su lugar en muy distintos momentos liderando lo que se ha llamado resistencia incaica. No sabemos mucho acerca de la vida al interior de Vilcabamba, incluso su ubicación exacta todavía es debatida. En verdad las estrategias de los Incas mencionados variaron notablemente, desde la confrontación abierta hasta varios acuerdos con las autoridades de la Colonia medianamente cumplidos. Todo acabó cuando el virrey Toledo ordenó el exterminio de lo que consideró un foco de subversión, más por lo que podía representar frente a los antiguos seguidores de los Incas que por la amenaza concreta que significaban. Lo importante es que al mismo tiempo que la nobleza vencida asumía la rebeldía como bandera, otro grupo -no menos visible en su liderazgo- prefería jugar la carta de la legalidad europea y por lo tanto renunciaba a sus dioses para obtener magros pero reales beneficios.
Estos eran los caminos de los descendientes de las panacas reales, nacidos en su mayoría en el Cuzco. Muchos de ellos fueron conscientes del poder de la escritura (la legal y la sagrada), tuvieron no pocos alfabetos, y casi siempre se rodearon de traductores y asesores, incluso españoles, para medir y acrecentar sus bienes y sus ambiciones. Esto sucedió incluso con los rebeldes: Manco Inca acogió por un tiempo a ciertos españoles que después lo asesinaron y trató de familiarizarse con las novedades que habían llegado de Europa, en especial con las armas y los animales de guerra. Dos de sus sucesores se relacionaron con las autoridades coloniales, Titu Cusi Yupanqui incluso nos dejó una crónica escrita de manera casi teatral, con largos parlamentos intercalados en un relato dictado y traducido al español por el mestizo Martín de Pando en 1570. Titu Cusi proclamaba ser “el hijo legítimo, digo el primero y mayorazgo que mi padre Mango Inga Yupanqui dejó entre otros muchos” (Legnani 2005: 74) y más adelante llama “tíos” a Huáscar y Atahualpa (Legnani 2005: 79). Todo esto nos indica que los rebeldes, o sumisos, de la clase dirigente incaica ya eran conscientes de que la presencia europea era inevitable y aun en rebeldía había que pactar con ella. La opción de los profetas del taki onqoy era impensable desde esta perspectiva. Si en algún momento se presumió que Vilcabamba y los nuevos líderes religiosos ayacuchanos podrían estar de acuerdo, la idea solo pudo ser parte de una generalización de conveniencia política, desde el punto de vista de los colonizadores. Para ellos, tanto los peticionarios de mercedes como los seguidores de Manco Inca podían ser cómplices del delito de conspirar contra España.
El virrey Toledo cambió esta línea de negociaciones al invadir Vilcabamba y redujo a los incas sumisos a la lista de los muchos -españoles, criollos, mestizos o indígenas- que clamaban mercedes por méritos a la Corona. Ninguno de estos esfuerzos o gestos militares o cortesanos eran accesibles a los tributarios. Sus jefes locales o curacas vivían tratando de mantener el complicado equilibrio de ser funcionarios coloniales y esquilmar a su propia gente al tiempo que los protegían escondiendo a un grupo de ellos y declarando cifras falsas de tributarios y contribuciones. El juego era peligroso, ni el corregidor de indios ni el doctrinero confiaban en él y en ocasiones las nacientes autoridades indígenas paralelas a su mando, como envarados y alcaldes, le hicieron la vida imposible. A veces los propios indígenas delataban su siempre compleja red de arreglos ilegales.
Luego de la Conquista, ser curaca fue invariablemente el resultado de una negociación. Quebrado el orden impuesto por la pax incaica, la guerra de los encomenderos aceleró las migraciones internas: mitimaes y yanaconas debieron optar por volver a sus lugares de origen o permanecer en donde residían, pero sobre la base de necesidades inmediatas o premuras bélicas. Sobre esta complicada e impredecible movilidad espacial era muy difícil constituir una autoridad que negociase con los invasores, si esto se lograba poco importaba si su poder tenía el sustento incaico o colonial o era el fruto de una improvisación afortunada. La supervivencia no dejaba espacio a reflexiones elaboradas.
Había que crear o reforzar lealtades. Como las bases en que se movía la ética o moral de los europeos -cuyas actitudes tropezaban abiertamente con su prédica- eran incomprensibles, las alianzas entre los curacas y sus súbditos tenían que asentarse en lo que aún hoy se llama “la costumbre”; es decir, la milenaria escala de valores andinos que bajo la presión de las circunstancias iba construyendo lo que en un par de siglos más -hacia el final del virreinato- sería el eje de la religión andina contemporánea.
No fue un proceso uniforme, las actitudes fueron tan desiguales como aquellas de los líderes cuzqueños. No fueron pocos los que se resignaron a sufrir las arbitrariedades de encomenderos como Oré, no menos los que se refugiaron en el entorno de las parroquias tratando de sobrevivir a la sombra del sacerdote. Otros tantos huyeron a zonas de difícil acceso, casi siempre de baja productividad agrícola, llamadas “regiones de refugio” en México. Aunque en términos globales la sumisión política fue inevitable, el combate interior duró muchos años. El documento de Huarochirí está ejemplificado por la fe del indígena Cristóbal Choquecaxa quien vaciló entre la huaca Llocllayhuancu y la Virgen María (Ávila 1966: 117-119). Las calamidades terrenas se hicieron indistinguibles de las divinas, por lo tanto la esperanza de redención nacería teñida por la ocupación.
En tiempos de crisis preeuropea las ceremonias de purificación incluían un baile, o bien la danza denunciaba la necesidad de los ritos para calmar la crisis. No son claros los documentos, en todo caso se llamaba taki onqoy o sara onqoy, según lo recuerda Polo de Ondegardo (1916: 196) quien agrega que estaba ligado a los confesores indígenas, llamados para calmar la enfermedad (onqoy) cuya mención sonaba a paroxismo nervioso. Mucho más cauta resulta la Doctrina Christiana de 1558 (1985: 258) cuando refiere que: En algunas partes les da una enfermedad de baile que le llaman taki onqoy, o sara onqoy: para cuya cura llaman los hechiceros, o van a ellos, y hacen mil supersticiones, y hechicerías, donde también hay idolatría, y confesarse con los hechiceros, y otras ceremonias diferentes.
El taki onqoy como enfermedad también es mencionado por Fray Martín de Murúa (1964:119): “Suélese dar una enfermedad de bailar, que llaman taquioncoy. Para curar de ella llaman a los hechiceros, y se curaban con ellos millones de supersticiones, y confesábanse entonces con los hechiceros”. El texto recordó a Tomoeda (comunicación personal) el frecuente comentario recogido en Caraybamba (Chalhuanca, Apurímac) en 1981, cuando luego de un festival los comuneros locales decían que en sus cabezas seguía resonando la música, los bailes y canciones ocurridos durante los días de algarabía. La curación de este mal, que no se puede confundir con los estragos de la bebida, debe hacerlo un hampi kamayoq (o yachaq en Ayacucho) quien mediante una ceremonia simple -Tomoeda vio que se centraba en frotar en direcciones específicas el cráneo del quejoso- lograba que el ruido del festival (uma hampi) dejase de atormentar al paciente.
Fiesta, baile y canto están ligados también a la expiación o limpieza a partir de lo que en la Colonia se vio como actividad de “confesores” indígenas y quizá en lo que hoy es todavía materia a ser tratada por un maestro curandero. El taki onqoy como actividad terapéutica debió preceder al movimiento y, tal vez, pervive como tal.
La hipótesis de Curatola con respecto al origen del culto de crisis, cuya propuesta mesiánica nos interesa, resulta de mucho fundamento ya que el movimiento “no pudo surgir de la nada, creando ex novo mitos, símbolos actos y gestos rituales” (1997: 142). Si la plegaria fue la base de donde se disparó el ritual es algo que no se puede documentar pero la posibilidad existe. En tiempos de suprema necesidad, producida por esta u otra carencia general, la sociedad andina tenía un ritual de respuesta que unía a las poblaciones en una plegaria común donde compartir el dolor y daba fuerzas para seguir viviendo.
LOS MALES DEL ALMA Y LOS MALES DEL CUERPO
Las epidemias volvieron a mostrar su fea cara en la década de 1580, especialmente cuando se “redujo” a conglomerados semiurbanos a los indígenas cuyo patrón habitacional era disperso de acuerdo a las exigencias de la agricultura o ganadería (Cook 2005: 136-137). Pero esta vez en los Andes peruanos la enfermedad ya contaba con una explicación racionalizada que acusaba a los europeos, y en especial al culto católico, de ser los causantes de los males. En 1585 predicadores indígenas sermoneaban a su arrepentida audiencia acerca del abandono del ritual que sufrían las huacas, nombre genérico con que se denominaba a toda manifestación religiosa indígena y sobre todo a los dioses prehispánicos. Las huacas exigían la recomposición de su culto y el olvido de su ritual explicaba la presencia de estos males. Es interesante que las voces se alzaran en lugares de importancia precolombina, al menos dos de ellos tienen antecedentes de cultos no cristianos: Huaquirca (Antabamba, Apurímac), zona cubierta de andenes que recuerdan a Pisac, no muy lejos de la cueva de Alhuanzo decorada con dibujos rupestres. El otro espacio de predicación fue Vilcashuamán cuya importancia no necesita mayor explicación; no en vano los incas lo usaron como nuevo centro administrativo, eran tierras que habían pertenecido al dominio Huari y a los chancas.
Los documentos llaman moro oncoy (muru onqoy) a la epidemia que debió mostrar manchas sobre la piel de los enfermos, calificada en términos generales como “viruelas” por los europeos. No fue esta la primera plaga que azotó a los nativos, víctimas del contagio europeo desde los tiempos de Huayna Capac, pero es importante resaltar que esta vez se la explicaba por la presencia de los invasores. Incluso el ritual comprendía ofrendas a una deidad andina, lo que indicaba la vigencia de antiguos ceremoniales, y al mismo tiempo -también como ofrendas- objetos del culto católico como parte del rechazo o asimilación del adoctrinamiento cristiano (Curatola 1978: 182-184).
Las fechas de la reacción indígena por el muru onqoy nos hablan de su conexión ideológica con el movimiento mesiánico del taki onqoy y, al mismo tiempo, reflejan el carácter mestizo de ambas conductas. Si este último tenía sus raíces indígenas en un ritual preestablecido ante la amenaza de las plagas es algo que tiene sentido, aunque nos falte documentación para probarlo. Lo importante es que en 1565, cuando se descubrió el movimiento, la expectativa mesiánica había rebasado los límites del ritual de curación. Los predicadores y conversos habían elaborado un cuidadoso discurso que explicaba la relación de Cristo y España contra la que se alzaban victoriosos los Dioses Andinos y los Taqui Ongos, como los llaman las crónicas y otros documentos.
A inicios de la década de 1560 la situación era similar en la Nueva España: los mayas del estado de Yucatán llevaron a cabo un levantamiento que tuvo como protagonistas a indígenas que ya habían sido educados en parroquias católicas. Su líder, Pablo Be, atacaba a la Iglesia Católica en sus bases negando la validez del bautismo y, en general, la prédica misionera. El verdadero dios Hunab Ku se comunicaba con él en éxtasis shamánicos de los que regresaba para incitar la rebelión contra los cristianos (Barabas 1989: 113). Al norte de México otros movimientos anunciaron el retorno de sus antepasados, sus profetas: Tenamaxtle, conocido como Diego el zacateco, y Francisco Aguilar, cacique de Nochistlán, llevaron a cabo una rebelión anticristiana. Anunciaban a sus seguidores que renunciando a las enseñanzas de los sacerdotes católicos y siguiéndolos a ellos volverían a ser jóvenes y tendrían varias esposas, no solamente una, y además que si llegaban a envejecer volverían a procrear. El dios Tecoroli (o Tlatol) viajaría a donde hubiese cristianos para matarlos a todos (Graziano 1999: 109-110). La historiografía mexicana conoce estos sucesos como la guerra de Mixtón (1539-1540), la cual terminó con la batalla de Coyna donde se calcula que murieron más de 6.000 indígenas combatiendo por sus dioses (Barabas 1989: 142).
Dado que el volumen de trabajo archivístico peruano es bastante menor al realizado en México, no es extraño que tengamos pocas noticias de sublevaciones indígenas tempranas. Con respecto al taki onqoy, sin embargo, hay una relación sintética pero bastante completa en la crónica de Cristóbal de Molina. A partir de ella se puede inferir que, a diferencia de los mencionados movimientos de la Nueva España, el taki onqoy no llegó a pasar de la expectativa mesiánica y la prédica de sus profetas a las acciones armadas. Los andinos quedaron a la espera de una señal divina que les dijera que efectivamente: todas las huacas del reino, cuantas habían los cristianos derrotado y quemado, habían resucitado, y de ellas se habían hecho dos partes: las unas se habían juntado con la huaca de Pachacamac, y las otras con la huaca de Titicaca; que todas andaban por el aire, ordenando el dar batalla a Dios, y vencerle; y que ya le traían de vencida; y que cuando el marqués (Francisco Pizarro) entró en esta tierra, había Dios vencido a las huacas, y los españoles a los indios; empero que, ahora daba la vuelta el mundo; y que Dios y los españoles quedaban vencidos de esta vez, y todos los españoles muertos, y las ciudades dellos anegadas; y que la mar había de crecer, y los había de ahogar, por que de ellos no hubiese memoria (Molina 1943: 79-80).
No se conserva la prédica en quechua o aymara de los profetas andinos; sin embargo, en la versión hispana la frase “daba la vuelta al mundo”, pudo ser la traducción aproximada de pachakuti, concepto de significado complejo que fue traducido por González Holguín como “El fin del mundo, o grande destrucción, pestilencia, ruina, o pérdida, o daño común” (1989: 270). En aymara tenemos una traducción similar: “Tiempo de guerra. Y también ágora lo toman para significar el juicio final” (Bertonio 1984: 241).
La referencia a pachakuti era indispensable. Toda nueva religión, y el taki onqoy aspiraba a serlo, necesita inaugurar un tiempo nuevo. Por más que se inspirase en dioses del pasado la prédica no sería eficaz si repitiese los dogmas precristianos. El mundo se había trastornado y había que admitirlo, del universo sobrenatural habían surgido seres -hombres, animales, armas, etc.- no imaginables y estaban destruyendo todo lo conocido. El mal ya no era remediable, se necesitaba otro pachakuti para recrear el universo que tampoco sería copia del prehispánico sino el producto de una destrucción. Con los restos de todo lo existente, lo antiguo y lo moderno, lo indígena y lo europeo, habría que construir una nueva sociedad.
La guerra a la que alude la traducción de Bertonio había desatado todo su furor y los escuadrones andinos, comandados por Pachacamac y Titicaca, estaban derrotando al dios cristiano. No es la primera vez que en el surgimiento de una religión se alude a la figura simbólica de un combate. En el Euma elish de los babilonios Marduk, el nuevo campeón de los dioses derrota a la diosa Tiamat luego de obligarla a mantener abierta sus fauces para acabarla de un flechazo. De los fluidos de Tiamat se alimentarán, posteriormente, los ríos y canales de Mesopotamia (Cohn 2001: 46-47). La imagen bélica también está presente en el Apocalipsis (12: 7-10), al respecto: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.
Producto o no de la evangelización, el libro sagrado de los mayas o Popol Vuh recrea los combates y el juego ritual de la pelota como esfuerzos para construir el mundo que conocemos (Tedlock: 1996). La historia comienza con el nacimiento de una pareja de mellizos, hijos de los creadores, quienes al ser mayores son llamados a Xibalbá -el mundo interior- para ser castigados por el ruido perturbador que causaba el juego de la pelota. Allí son sacrificados quedando inactivos hasta que la cabeza de uno de ellos, que ha tomado la forma de un fruto, embaraza con su saliva a la hija de uno de los señores de Xibalbá. La doncella da a luz mellizos, los héroes Hunahpú y Xbalanqué, que hacen el mismo recorrido que su padre -ahora convertido en cráneo- y su tío pero derrotan a los señores de Xibalbá. Más tarde se autosacrifican y son transformados en el sol y la luna, cuya presencia en el cielo hace posible la vida humana (Coe 2000: 202).
La batalla de las huacas descrita por Molina tampoco es una novedad en el panteón andino. Huatiacuri, el héroe del manuscrito de Huarochirí, compite con su cuñado en una serie de desafíos que culminan con la muerte de su rival y su esposa. En el taki onqoy la guerra se explicaba como la revancha de una derrota anterior, se enfrentaban nuevamente los dioses creadores de ambos bandos: los resucitados comandados por Pachacamac, el dios oracular del valle de Lurín y en general de la costa del Pacífico, y Titicaca, la pacarina u origen de los seres vivientes ubicada en el Collao, en la sierra sur del Perú y Bolivia. Al frente estaba el dios cristiano “que había hecho a los españoles, Castilla, a los animales y mantenimientos de Castilla” (Molina 1943: 80). Esta confrontación olímpica equivale a las que mencionamos anteriormente y se preveía el resultado, dado que las huacas habían recobrado sus fuerzas gracias a la renovación del ritual. Como en casi todas las religiones la energía de los dioses se sustentaba en la constancia con que los fieles mantenían la vida ceremonial en su honor. El ritual es el alimento divino. Puede ser sangre humana -como lo creyeron mayas y aztecas- o el humo que consume las plantas o animales en su honor -como se pensaba en Mesopotamia- o las entrañas de las llamas -como razonaban los andinos- o el sacrificio de la Misa -como piensan los católicos- pero la eficacia de las deidades depende de la continuidad de cualquiera de las formas sacrificiales que se adopten. Cuando se persigue a los creyentes o -por cualquier otra razón- estos dejan de practicar el ritual, en la mayoría de las religiones se percibe a los dioses como hambrientos o faltos de poder y, por lo tanto, enojados y agresivos contra sus criaturas y sus perseguidores. Molina (1943: 80) recoge la versión andina de este fenómeno: “las huacas andaban por el aire, secas y muertas de hambre; por que los indios no le sacrificaban ya, ni derramaban chicha”. Pero su falta no concluía en este abandono, iba más allá pues los indios se habían bautizado entregándose al ritual católico.
La venganza no se haría esperar. Las huacas “habían sembrado muchas chacras de gusanos, para plantarlos en los corazones de los españoles, ganados de Castilla y los caballos y de los indios que permanecen en el cristianismo”. Para evitar tamaña desgracia había que renunciar a todo lo aprendido en la doctrina, solo así “vivirían en prosperidad, gracia y salud” (Molina 1943: 80).
No olvidemos la ‘inundación marítima’ con la que empezaba este discurso, pues los europeos habían venido por el mar. El mismo océano, la Mamacocha de los andinos, ahogaría con sus aguas a los individuos y a sus cultivos para lavar de la faz de los Andes su enfermiza presencia. Pero el castigo y la redención comenzaban por el cuerpo: los gusanos, es decir la condición de podredumbre, atacarían al motor de la vida y receptáculo de lo espiritual, el sonqo de los quechua hablantes -“conciencia, juicio, razón, memoria” en palabras de González Holguín. La preciada ofrenda que se arrancaba de las llamas, que en los Andes reemplazaba a los seres humanos en la mayoría de los sacrificios, se convertiría en un cuerpo putrefacto por los gusanos enviados por los dioses resurrectos. Como veremos más adelante la salvación también estaba en el cuerpo de los creyentes, llegaría con la posesión del mismo por las propias huacas.
El camino de la salvación comenzaba con repetir fórmulas conocidas en los antiguos rituales prehispánicos: ayuno de varios días que implicaba no comer sal, ají ni maíz de colores y no tener relaciones sexuales. Además convenía evitar todo trato con la parroquia, no comer alimentos de origen europeo, ni vestir ropas ajenas a su tradición -“camisa, sombrero, alpargatas”-, desoír el llamado de los sacerdotes católicos ausentándose de la Misa, olvidar el nombre de bautismo y, por supuesto, no practicar ninguno de los sacramentos. Molina relaciona estas actitudes con la divulgada creencia, que el cronista fecha en 1571, según la cual los indígenas se retraían del trato de los europeos pensando que los matarían para robarles el “unto” o grasa del cuerpo. Esto probablemente sea el origen remoto de las modernas versiones de lik’eri o kharisiri entre los aymaras y de los pishtacos o ñacaq entre los quechua hablantes. Se trata de seres fantasmales, ajenos a las comunidades, que trafican con la grasa del cuerpo de quienes son sorprendidos en parajes alejados de su pueblo. El producto, extraído mágicamente del cuerpo es vendido para su uso industrial; de acuerdo a los relatos recogidos hace un siglo el unto hacía sonar mejor las campanas de las iglesias, años después se suponía que eran parte de la tecnología que permitía el vuelo de los satélites (Rivière 1991: 23-40; Kato 2005: 99-126).
Los relatos que copiara Molina transpiran en esta parte el rechazo absoluto a la presencia extranjera. El nombre del movimiento y en general todo su discurso califican de enfermedad a todo lo que había arribado con Pizarro; no debe sorprendernos que las ceremonias de adhesión al taki onqoy hubiesen sido concebidas como una curación del mal que, llegado desde un mundo exterior, azotaba a la población.
El primer paso era recuperar lo que quedaba de los primeros treinta años de extirpación de imágenes sagradas. Concebidas como representación del demonio, los misioneros no vacilaron en quebrar o incinerar todas las pinturas, esculturas o murales donde se hubiese dibujado o esculpido dioses andinos.
[Los] taqui ongos […] pedían en los pueblos, si había alguna de las huacas quemadas, y como trajese algún pedazo de piedra de ellos, se cubrían la cabeza delante del pueblo con una manta y encima de la piedra derramaban chicha, y la fregaban con harina de maíz blanco; y luego daban voces, invocando la huaca, y luego se levantaban, con la piedra, y decían al pueblo: Veis aquí vuestro amparo, y veis al que os hizo, y da salud, hijos y chacra, ponedle en su lugar, en donde estuvo en tiempo del Inca (Molina 1943: 81).
Nótese que el uso del concepto Inca no se refiere a ninguno de los monarcas en particular, mucho menos al refugio de Vilcabamba. Se habla del “tiempo del Inca”, como mita o turno, o período correspondiente a una época y lugar idealizados. Se trata de restaurar una era de felicidad, evocada como el gobierno autónomo anterior a los españoles. Quienes se expresan de esta manera no son cuzqueños, son gente de muy distinto origen ubicadas en territorio chanca y que finalmente habían encontrado una fórmula convocatoria que no excluía a ninguna de las etnias. Idealizando el pasado incaico se puede suprimir sin dificultad a todos los europeos y a quienes han aceptado su cultura. Al hacer esta racionalización no participan de lo que pudo ser la aspiración imperial de Manco Inca y sus sucesores, en la mirada de los taqui ongos Sayri Tupac y Titu Cusi no dejarían de ser traidores.
Las características de esta expectativa mesiánica son novedosas si se repasa lo que sabemos de los incas. Los predicadores de la nueva fe proclaman claramente que se trata de un giro diferente en la tradición andina; las huacas sin templos, ni ceremoniales públicos se refugian ahora en el cuerpo de los creyentes: “no se metían ya en las piedras, ni en las nubes, ni en las fuentes para hablar, si no que se incorporaban ya en los indios, y los hacían ya hablar; y que tuvieran sus casas barridas y aderezadas, para si alguna de las huacas quisiese posar en ella” (Molina 1943: 80).
Años después, Cristóbal de Albornoz trató de explicar el éxtasis de los creyentes y predicadores del taki onqoy a partir de la ingestión de maca (Lepidium meyenii Walp), herbácea perteneciente a la familia de las crucíferas, rica en proteínas. Según el extirpador, cuando los “mensajeros de las dichas huacas” encontraban resistencia entre su audiencia: trían una confección de maca, que con tanta cantidad como tocar la uña y la tocase a cualquier bebida, los hacían loquear a bailar y darse con las cabezas en las paredes. Y con hacer esto con algunos…y cortesías de que bebiesen todos los demás, obedecían a lo que decían y predicaban y en esto hacían gran suma de ceremonias en sus ritos antiguos (Duviols 1967: 36).
La versión de Albornoz carece de fundamento y se suma a los mitos de la brujería europea afincada en América y atribuida, sin vacilar, a los indígenas. El reciente uso industrial de la maca, como el conocimiento de las virtudes de la planta, ha sido puesto en evidencia por los antropólogos desde hace más de medio siglo (Matos 1979: 3-10).
Producido el éxtasis iniciático en los conversos, descrito como que: “temblaban y se revolcaban por el suelo; y otros tiraban de pedradas como endemoniados, haciendo visajes y luego reposaban”, los profetas del taki onqoy les pedían que explicasen lo que habían sentido. La respuesta usual era que una huaca determinada “se le había entrado en el cuerpo”, a continuación “se lo tomaba en brazos, y lo llevaban a un lugar diputado y allí le hacían un aposento con pajas y mantas. Y luego lo embijaban” -pintaban de color rojo, generalmente con una tintura preparada con semillas de achiote- para constituirse en recipientes de la huaca que los había poseído. El dios, ahora presente, recibía las ofrendas del pueblo a que pertenecía el iniciado: carneros [es decir camélidos], molle [Schimus molle], chicha, llipta [mazamorra de maíz o ceniza endurecida para el uso de la coca], mullu [conchas marinas] y otras cosas; y hacían fiesta todo el pueblo, de dos o tres días, bailando y bebiendo, e invocando a la huaca que aquel representaba y decía tener en el cuerpo, y velando de noche sin dormir (Molina 1943: 81).
Si volvemos a las crónicas del siglo XVI o principios del XVII la posesión o éxtasis que toma el cuerpo del creyente pudo estar reservada a los sacerdotes andinos, antes y después de la Conquista. No era tampoco una forma usual de comunicación con lo divino en el apogeo incaico, cuya administración eclesiástica debió ser reticente a que los dioses o huacas se manifestasen fuera de los canales regulados por el dogma establecido. Esta situación debió funcionar para todas las religiones oficiales o ligadas al poder estatal. Era difícil controlar el éxtasis de un poseso o místico que estaba convencido de hablar en nombre de la divinidad, situación que la Iglesia Católica manejaba a través de la Santa Inquisición. Los taqui ongos habían nacido en la clandestinidad y sabían que su prédica sería condenada de inmediato, por ello la posesión o éxtasis les daba un poder incontrolable e impredecible. Los atacados por la enfermedad -onqoy- eran incorporados a sus filas para participar del proceso de curación que los libraría de la otra enfermedad: la presencia hispánica.
No se trata de un baile o coreografía conocida por los poseídos, de hecho takiy significa cantar (tusuy=bailar), aunque en más de un diccionario se amplía su significado a “cantar solo sin bailar o cantando bailar”, frase con la que González Holguín (1989: 338) traduce las palabras quechuas taquini o taquicuni. Los éxtasis descritos por Molina o Álvarez no permiten relacionarlos con los bailes descritos por las crónicas del siglo XVI o, en general, con los del período colonial.
Taki OnqoyEL TAKI ONQOY A TRAVÉS DE LOS TESTIGOS DE CRISTÓBAL DE ALBORNOZ
Empeñado en obtener el reconocimiento por su labor evangelizadora Cristóbal de Albornoz llevó a cabo cuatro informaciones de servicios que conocemos (1569, 1570, 1577, 1584), tres de las cuales contienen diversas versiones que amplían considerablemente, a través de numerosos testigos, la noticia de Cristóbal de Molina. Como se sabe, los documentos de Albornoz fueron descubiertos en 1963 y al año siguiente se dio noticia de los mismos en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. En 1964 se publicó el primer artículo sobre el tema en la revista peruana Cultura 3 (Lima), el que precedió a otros seis artículos de divulgación y numerosas conferencias en distintos foros. Finalmente en 1971 (CIDOC, México), Iván Ilich tuvo la gentileza de incluir la documentación de Albornoz en la Colección Sondeos (Millones 1971), la reedición de los mismos, completada con información adicional, una serie de ensayos y una renovada versión paleográfica, fue posible gracias al Instituto de Estudios Peruanos y la Sociedad Peruana de Psicoanálisis y se realizó en 1990 (Millones 1990). Ambas ediciones están agotadas desde hace tiempo.
Albornoz, por boca de sus testigos, se atribuyó el descubrimiento de la “idolatría”, información que contradice a Cristóbal de Molina quien adjudicó este mérito a Luis de Olvera, cura del repartimiento de Parinacochas. Esta localidad se ubica al SE de Huamanga, en la frontera de lo que hoy es el departamento de Arequipa. Llamado a declarar en favor de Albornoz en 1584, el padre Molina es muy cuidadoso al momento de elogiar “la solicitud, trabajo y cuidado” del extirpador pero no dice que sea el descubridor de la “secta”, como se calificó en ese tiempo al taki onqoy.
En 1570 otro testigo, Amador de Cabrera, descubridor de las minas de azogue de Huancavelica -antes parte de Huamanga- había nombrado a los repartimientos de Chocorbos, Soras y Lucanas como los de mayor concentración de idólatras (folio 13r); sin embargo, no menciona que la prédica subversiva comenzase allí. En 1577 es llamado a declarar el propio Luis de Olvera, clérigo presbítero que entonces ya era cura de la iglesia del Cuzco y secretario de su cabildo eclesiástico. Olvera recordó que, cuando Albornoz visitó Huamanga, él era el vicario y cura de Parinacochas pero atribuyó a don Cristóbal el descubrimiento del taki onqoy. Además declara que para esa fecha: “la nueva secta estaba sembrada por toda la tierra entre los indios y naturales de ella”. No da señales de que su parroquia hubiese sido el punto de partida del movimiento (folio 5r). La que más se puede aproximar en este tema es la afirmación de Pedro del Prado, quien en 1570 declaró que Albornoz inició su vista a partir del repartimiento de Pedro Díaz de Rojas (reducciones de indios quinuas y cabinas: La natividad de Quinua, La visitación de Chinchos y San Juan de Guaychat; Puente Brunke 1992: 391) y que allí, por primera vez, castigó a ciento cincuenta hechiceros (folio 59r).
A la luz de estos datos no es posible concluir el lugar de origen del movimiento. Cuando llega Albornoz ya estaba extendido por la mayoría de las encomiendas de Huamanga y, en parte, en las vecinas. Tampoco es posible hablar de un descubridor del taki onqoy en el sentido de los méritos que se adjudicaba Albornoz, lo más probable es que los párrocos encargados de cristianizar a los indios de las encomiendas mencionadas tuvieran noticia de los profetas pero recién con la visita de don Cristóbal tomaron conciencia de su importancia. Al sacar a la luz la “idolatría” observaron que abarcaba más de una doctrina y pudieron pensar que la magnitud del movimiento no era local. La relación más detallada de la extensión del movimiento puede ser la que nos ofrece la declaración de Bartolomé Berrocal, notario de la Audiencia Eclesiástica (Huamanga 1570) quien refiere que: [el] “taki onqoy estaba sembrado en el repartimiento de Yauyos del capitán Francisco de Cárdenas, del pueblo de Allauca, de Antonio de Oré, Pedro Ordóñez Peñaloza y del pueblo de Guacras de los Lucanas y en las provincias de Laramati y Hatun Lucanas, que están a la cabeza de Su Magestad, y la provincia de Apcara y Andamarcas de la encomienda de Juan Velásquez Vela Núñez, y en la provincia de Soras, y en el repartimiento de Juan de Mañueco, y en los pueblos del repartimiento de Juan de Mañueco (sic) y Pedro de Ribera, en todos los cuales dichos pueblos y provincias de suso nombradas vido este testigo que la dicha apostasía entre los naturales la dicha apostasía se había sembrado y cundido” (folio 20v).
El número de pueblos comprometidos y la extensión del taki onqoy ha sido objeto de la preocupación moderna de Rafael Varón (1990) y de Ranulfo Cavero (2001), quien ha interpretado las zonas de divulgación, e incluso la ubicación de predicadores y creyentes con mapas y diagramas a partir de los documentos de Albornoz (Cavero 2001: 54 y 73). El detalle de sus conclusiones puede encontrarse en la obra citada en la bibliografía de este ensayo pero los límites del taki onqoy se amplían a partir de la publicación del memorial de Bartolomé Álvarez (1998 [1588]) ya que lo ubica en Oruro, veinte años después de que supuestamente había desaparecido debido al celo de Albornoz.
Se puede trazar la hipótesis de que el movimiento se sumergió cuando se hicieron notorias las campañas de Albornoz y la activación de la represión por los doctrineros ante la presencia del visitador. Hay que advertir que la relación de las encomiendas de Huamanga con el sur del Virreinato estaba asegurada por las remesas de trabajadores enviados a las minas de Potosí. Pero, además de eso, estaba el hecho de que las etnias soras de Huamanga eran parte de la gran etnia boliviana del mismo nombre, ambas aymara hablantes. Hoy en Perú, Soras es el nombre de uno de los distritos de la provincia de Sucre, departamento de Ayacucho en el límite con Apurímac (ver Cavero 2001: 217-246). La ubicación originaria de los soras está todavía en debate, lo más probable es que sea el resultado de una doble migración iniciada en épocas preincaicas: primero de norte a sur si pensamos “que la lengua aymara se configuró en la cuenca del río Pampas, para luego expandirse al Cuzco” y después hacia el Collao. Rápidamente los aymaras fueron presionando a los habitantes de habla puquina y uruquilla de los Andes del sur hasta llegar a la región atacameña para luego retornar con una nueva invasión al Collao. El argumento lingüístico es de Alfredo Torero (1987: 329-405) pero ha sido validado por la documentación histórica de María Mercedes del Río (2005: 47-48). Recuérdese que en el siglo XVI la región de Huamanga era por lo menos bilingüe y que las Relaciones Geográficas de Indias mencionan que en la mayor parte de los repartimientos se hablaba quechua y aymara. A esto hay que agregar que la distribución de esta numerosa etnia había sufrido los embates de la administración incaica que precedió al sistema de repartimientos y encomiendas de los españoles. Tal habría sido el caso de los soras de Paria cuya antigua pucara o fortaleza pudo ser el centro preincaico, situado en el altiplano de Oruro. En su reemplazo, los incas elevaron la importancia del Tambo de Paria, en Pariamarca, al costado del camino imperial, al norte del río Jacha Uma (del Río 2005: 78-81).
En 1565, cuando el taki onqoy es intervenido, los soras de Huamanga pertenecían a una de las encomiendas más ricas del Perú, en manos de Melchor Palomino. En las Informaciones de Cristóbal de Albornoz se los recuerda como los indígenas más comprometidos ya que, de acuerdo con el testimonio de Gerónimo Martín (1570), se descubrió en su territorio “mil y ciento y tantas huacas […] las cuales los dichos naturales tenían por sus dioses criadores y les adoraban y ofrecían oro, plata, ovejas, aves, cuyes y muchas otras cosas” (folio 45r). La cifra es importante porque al hablar de sus méritos, al inicio de esta Información, Albornoz recuerda como número total de huacas descubiertas a más de seis mil. Si tomamos esta cifra como real, los soras tuvieron el privilegio -o cometieron el delito de acuerdo a la época- de mantener el culto a un número considerable de las imágenes o fragmentos de ellas.
Además, entre las deidades que aparecen con el movimiento figura de manera prominente Carhuarazo (Qarwaraso), la montaña sagrada o Apu de los soras, ubicada en el distrito de Huacaña, hoy provincia de Sucre. En la relación de Bartolomé Berrocal (1570, folio 45r), Carhuarazo figura en la lista de huacas notables que se conjuran contra el dios cristiano, al lado de Titicaca, Tiaguanaco, Chimborazo, Pachacamac y algunas más. Esto nos dice que, de varias formas, los soras habían asumido un serio compromiso con el movimiento, lo que abona en favor de su presencia en Oruro más tarde.
Los soras no son sino una de las etnias comprometidas; hay que tener en cuenta que Albornoz tiene señalados los límites de la visita que, por imprecisos que fueran, se relacionaban con la extensión de sus recursos y de sus fuerzas, dado que se trata de terrenos en los que hoy es difícil desplazarse. No podemos confundir la extensión de la visita con la extensión del movimiento.
En 1570 don Cristóbal reclama que usó dinero de su propio peculio para perseguir a los creyentes y “no ha tenido ni se le ha dado salario alguno por la dicha visita”. A continuación, señala que ha “llevado consigo lenguas y oficiales de crédito e confianza para ello” (folio 5r). Aunque no lo dice expresamente, esta es la mitad de la verdad pues el cargo de visitador le daba poder para juzgar el rendimiento de los párrocos en la jurisdicción, muy vasta, que le tocó examinar. Años más tarde se estableció más precisamente que todo visitador era en principio “un juez eclesiástico que dirige la encuesta, instruye las causas y hace cumplir las sentencias” (Duviols 1977: 250), lo que significaba que tenía todo el apoyo legal y material de las doctrinas que visitaba. A esto agregó “oficiales y lenguas de confianza”, siendo su colaborador principal el padre Gerónimo Martín, clérigo presbítero que era cura y vicario del repartimiento de Diego Gavilán, uno de los compañeros de Pizarro en el asalto de Cajamarca, cuya encomienda era la de Parija (Huanta; Puente Brunke 1992: 391). En 1577 Albornoz contrató a Martín por “cierta cantidad de pesos de oro que no tiene este testigo (Gerónimo Martín) memoria de cuántos fueron” (folio 44r). El olvidadizo cura recordó, sin embargo, que don Cristóbal visitó a los clérigos de las doctrinas y “a los que habían delinquido los castigó y quitó las doctrinas y puso otros clérigos y los que halló que habían hecho bien su oficio, los honró como era razón” (folio 45v).
Martín hablaba quechua, su capacidad en el manejo de la lengua es reconocida por otros testigos y muy apreciada por el Visitador. A él se sumaban los miembros del equipo, indígenas o mestizos, cuyo número no se precisa pero que debieron ser suficientes como para imponer la autoridad de Albornoz en cualquier circunstancia. No se menciona a Felipe Guamán Poma de Ayala como parte de la visita, el testimonio de su participación descansa en la Nueva Corónica…, pero no quedan dudas de que fue parte de aquella aventura por el detalle con que describe la situación y los personajes. Don Felipe dibuja a Albornoz de forma aproximada a la de Alonso de Mesa quien en 1584 lo describe con minuciosidad: “hombre muy recogido [bajo de estatura], maduro, cano” (folio 7v). Además, Poma de Ayala nos agrega el nombre de otro de los auxiliares, Juan Cocha Quispe, ‘indio bajo de Quichiua’, que se habría beneficiado con la visita, quedando como curaca de su grupo étnico” (1980: 638).
No siempre nuestro Visitador se tomó el trabajo de recorrer todas las distancias ni de perseguir a los acusados. En más de una ocasión delegó sus funciones, tal es el caso citado por Vicente Lorenzo Brabo, clérigo presbítero, quien en 1570 por mandato de Albornoz: “descubrió en el repartimiento de don Luis de Pimentel, vecino de esta ciudad doscientas y cincuenta y tantas huacas, las cuales este testigo hizo quemar y quebrar y castigar a los culpables” (folio 52r) aunque don Cristóbal, nos aclara Vicente Lorenzo, se reservó el derecho de aplicar las penas una vez que fueron acusados.
La actividad al interior de una doctrina intervenida tuvo un comportamiento muy preciso. El cura encargado daba cuenta a Albornoz y a su equipo inmediato del estado de la evangelización, lo que podía incluir el sacramento de la confesión del doctrinero, teniendo al Visitador como confesor, y el escrutinio administrativo de lo sucedido desde que había asumido su labor o desde la última visita. Luego se activaba la vida ceremonial de la comunidad: haciendo procesiones generales con todos ellos y diciéndoles sus misas con toda diligencia y predicándolas y dándoles a entender el oficio de su venida y como era por su bien y quietud y remedio de sus ánimas y conciencias y que haciendo ellos [los indígenas] de su parte lo que en sí era e acusándose de sus culpas, que él [Albornoz] les venía a reformar y dar penitencia saludable con caridad, porque de otra manera serían muy castigados (Albornoz 1570, folio 4v en Millones 1990).
Nuestro extirpador reclama haber hallado 8,000 naturales convertidos al taki onqoy y, como se dijo antes, 6,000 objetos de culto a los que llama huacas. La relación de las mismas figuran en los anexos de la información de 1584, así como la de los curacas e indios castigados en las visitas, por ser miembros de la “secta” o por otras faltas como, por ejemplo, estar amancebados. En 1570 uno de sus testigos, Bartolomé Berrocal, reafirma la cifra de dichos “apóstatas” y elogia el papel desempeñado por Gerónimo Martín, algo que otros repiten: clérigo presbítero que es una de las mejores y más principales lenguas de este Reyno, en quien concurre toda bondad y cristiandad, con el cual todos los días cuatro veces al día les dio a entender su perdición y horror en que estaban, predicándoles la palabra de Dios y cosas tocantes a nuestra santa fe católica, y ellos vinieron por lo mucho que se les predicaba a conocer el yerro que habían hecho y en que estaban llorando y postrados por tierra (folio 21r).
Cualquiera que haya sido la habilidad oratoria de don Cristóbal, al que Poma de Ayala elogia por otras cualidades, no cabe duda que los discursos en quechua del padre Martín causaron un formidable efecto en la audiencia indígena. Berrocal llega a afirmar que de regreso a Huamanga los nativos de los pueblos visitados no cesaron de ir al encuentro de Albornoz para confesar sus pecados y denunciar a otros “idólatras” (folio 21v).
Este mismo testigo es, en especial Romaní, uno de los que ofrece versiones de la ideología del movimiento que pueden competir con las que aparecen en la crónica de Cristóbal de Molina: la secta y apostasía que entre los dichos naturales se guardaba que es la Aira Taqui ongo, que era que muchos de los dichos naturales predicaban y publicaban y decían que no creyesen en Dios ni en sus santos mandamientos, ni entrasen en las iglesias, y que se confesasen con ellos y no con clérigos ni padres, y que ayunasen cinco días en sus formas como lo tenían de costumbre en tiempo del inca, no comiendo sal, ni ají, ni maíz, ni teniendo cópula con sus mujeres si no sólo beber una bebida de azua destemplada sin fuerza, y mandándoles adorasen y ofreciesen de las cosas suyas naturales como son carneros, aves, tocto, chimbo, lampaca y carapa y mollos [¿mullu?] y plata y cantidad de comida y otras cosas, y que ellos eran mensajeros de las huacas Titicaca, Tiaguanaco, Chimborazo, Pachacamac, Tambotoco, Caruavilca, Carrhuarazo y otros más de sesenta o setenta huacas que en nombre de ellas les predicaba, las cuales dichas huacas decían los dichos apóstatas que estaban peleando con el dios de los cristianos y que presto sería de vencida y que se acabaría su mita de mandar (folio 20v.).
El texto agrega varias novedades a lo escrito por Molina. En primer lugar da el nombre de varias de las huacas -cerros, apus o huamanis- o divinidades comprometidas con los profetas del taki onqoy. Algunas de ellas como Titicaca y Pachacamac son imprescindibles dada la enorme convocatoria que tenían en las regiones donde se encontraban sus santuarios, sin mencionar sus zonas de influencia. Recuérdese que el lago que hoy es fronterizo entre Bolivia y el Perú fue reconocido como la pacarina (de paqariy= aparecer, crearse, originarse) o lugar de origen de la pareja fundadora del estado incaico (De la Vega 1991: I, 41). Una vez conquistados los reinos lacustres, los incas hicieron que la fiesta de Copacabana -península hoy ubicada en la costa boliviana- fuera una de las ceremonias más cosmopolitas del Tahuantinsuyo. Algo parecido ocurrió con Pachacamac, culto que excedía largamente el valle de Lurín, donde todavía pueden verse las ruinas de su santuario principal. Es posible que el reino de Chincha haya llevado su veneración donde se extendieron las redes de su culto. Similitudes arquitectónicas entre los recintos de Pacatmanú y Sicán nos están sugiriendo el auge de este dios que superó los días del estado Huari y solo parece haber caído con la llegada de los señores del Cuzco. Aun así, los incas no se atrevieron a destruir su santuario (Shimada 1991: LIV). Otras presencias no son tan obvias, Tambotoco podría aludir a la versión de la “Fábula del origen de los incas del Cuzco” narrada por Sarmiento de Gamboa (1942: 42) como el lugar donde brotan las cuatro parejas fundadoras del estado incaico. Según el cronista “es un cerro con tres ventanas” a seis leguas del Cuzco, además de los hermanos Ayar que surgieron de una de las “ventanas”, de las otras dos aparecieron las etnias maras y tambos que poblaron la naciente capital del imperio. Pese a todo el peso mítico que le otorga Sarmiento, la documentación de la época que conocemos no le otorga valencias sagradas semejantes a las anteriores. Lo mismo podríamos decir de Tiaguanaco, o Tiwanaku, cuyos restos monumentales todavía nos llenan de admiración, o Tampotoco (Tamputoqo), centro de sacralidad importante para el sur del Perú y Bolivia. El R. P. Cobo nos dice que su nombre en aymara fue Taypicala “que quiere decir la piedra del medio, porque tenían por opinión los indios del Collao que este pueblo estaba en el medio del mundo y que de él salieron después del Diluvio los que los tornaron a poblar” (1964: 195). El cronista llega a afirmar que “los moradores del Collao están divididos en dos pareceres: los unos afirman haber sido hecha la creación en Tiaguanaco y los otros en la isla Titicaca” (1964: 150). En opinión de Cobo, su importancia solo cedía ante el Coricancha del Cuzco, Pachacamac y Copacabana.
Hasta ahora solo hemos buscado correspondencias entre las deidades invocadas por los taqui ongos y las que gozaban de reverencia más o menos amplia en el momento de la Conquista; pero Berrocal nos habla de “sesenta o setenta” huacas que concurren en una especie de federación sacra que se ponen de acuerdo para combatir al dios cristiano. Alguna otra huaca como Carhuarazo (Qarwaraso) nos da la pista de que las huestes contra el cristianismo aceptaban la participación de dioses que podríamos llamar menores, o más bien divinidades o huacas con una audiencia reducida por límites étnicos como es el caso ya referido de la divinidad de los soras. Sin embargo, no será tan fácil explicar la presencia de Chimborazo, volcán de lo que hoy es Ecuador, en el mesianismo ayacuchano aunque las razones pueden estar escondidas en el juego de mitimaes emprendido por los cuzqueños en el cenit de su imperio.
Las informaciones de Albornoz repiten en varias ocasiones textos similares al de Berrocal. A veces presentan algunos detalles interesantes, como el caso de Diego de Romaní quien en 1570 dice haber sido testigo de la presencia de seis o siete jóvenes indios “que andaban como tontos y gente que había perdido el juicio”, lo cual es una manera de ver el éxtasis a que conducía el frenesí de la danza (folio 24r). Además, en sus declaraciones Romaní también menciona a “ciertas indias que se hacían santas y se nombraban Santa María y la Magdalena y otros nombres de santas”.
El dato es importante porque revela la penetración del culto católico en el sistema de creencias construido contra el cristianismo. El prestigio de los nombres invocados en el proceso de evangelización, a treinta años de la llegada de Francisco Pizarro, ya tenía la suficiente fortaleza como para ser parte de las religiones en formación en el siglo XVI.
El otro personaje con nombre propio es Juan Chono o Juan Chocne que en las Informaciones aparece como predicador del taki onqoy. En la declaración realizada en 1570 por el sacerdote español Pedro Barriga Corro, residente en Huamanga, se adjudica haber descubierto casualmente a Chocne mientras ponía en evidencia una huaca en Laramati -hoy Laramate, distrito de la provincia de Lucanas. Dice el padre Barriga que el taqui ongo fue capturado al huir de él (folio 53v). Cristóbal de Molina completa la información en 1577 expresando que “los más principales docmatizadores, que eran dos hombres y una mujer, envió [Albornoz] presos a esta ciudad del Cuzco” (folio 6r). Si Chocne fue uno de los culpables, ¿quién sería el otro?, ¿alguna de las mencionadas por Romaní sería la mujer enviada al Cuzco? No tenemos respuestas seguras para esas preguntas, aunque en artículos de difusión escritos tiempo atrás hemos arriesgado hipótesis posibles. En todo caso, no hay otros nombres o seudónimos aplicados directamente a los creyentes en calidad de líderes, o en situación especial. Los nombres de las listas de castigados no parecen revelar la condición de dirigentes del movimiento, por lo menos no a la altura de las mujeres que tomaron el nombre de María y María Magdalena. El caso de Chocne es diferente, no hay duda de que tuvo un papel importante pero Albornoz no se preocupó en analizar la estructura de la “secta”.

Monseñor Gerhard Müller

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Monseñor Gerhard Muller

Por Andrea Tornielli- Vatican Insider Diario La Stampa
En ocasión del nombramiento del nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el obispo alemán Gerhard Ludwig Müller, se ha citado su vínculo con Gustavo Gutiérrez, uno de los padres de la Teología de la Liberación. Se difundió la idea de que Juan Pablo II y el entonces cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto del ex Santo Oficio, condenaron sin cuartel esta teología, por lo que la relación entre un obispo y un teólogo de la liberación (que, además, nunca fue condenado o sancionado por Roma) sería un elemento “sospechoso”.
En realidad, la instrucción “Libertatis nuntio”, publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 6 de agosto de 1984, advertía sobre los riesgos y las desviaciones de la Teología de la Liberación que adoptaba el análisis marxista de la realidad. Eran los años en los que, en el “Continente de la esperanza”, había dictaduras y una parte de la Iglesia se había declarado de la parte de algunos movimientos de liberación de carácter marxista, aunque el viaje del Papa Wojtyla a Puebla, en 1979, para la reunión de los obispos del CELAM hubiera marcado un cambio. Eran los años de Regan, y los Estados Unidos estaban combatiendo con todos sus recursos en contra del “imperio del mal” soviético: una batalla crucial se estaba librando justamente en América Latina. Sin embargo, no toda la Teología de la Liberación (que nació en América Latina durante los años post-conciliares) estaba en la mira de la Congregación, así como tampoco su «opción preferencial por los pobres». Era solamente el análisis marxista que algunos teólogos utilizaban lo que se condenaba.
El documento hablaba, efectivamente, de la «tentación de reducir el Evangelio de la salvación a un evangelio terrestre», con el riesgo de «olvidar el ingente trabajo desinteresado desarrollado por cristianos, pastores, sacerdotes, religiosos o laicos». Rechazaba los «a priori ideológicos» que se usaban como presupuestos para la lectura de la realidad social por parte de una cierta teología, que presentaba la lucha de clases como «una ley objetiva, necesaria» y hacía creer que «entrando en su proceso, al lado de los oprimidos, se «hace» la verdad, se actúa «científicamente». En consecuencia, la concepción de la verdad va a la par con la afirmación de la violencia necesaria, y por ello con la del amoralismo político». La eucaristía se transformaba en «celebración del pueblo en lucha», se identifica «el Reino de Dios y su devenir con el movimiento de la liberación humana».
Fue justamente con la publicación de “Libertatis nuntio” que el cardenal Joseph Ratzinger, que había llegado algunos años antes al dicasterio doctrinal de la Santa Sede, comienza a ser identificado como el “enemigo” de los teólogos más abiertos, el “asesino” de las esperanzas que el Concilio había suscitado en los países pobres. Y lo que llega de la Iglesia católica wojtyliana se hace pasar como señal de apoyo a los regímenes anticomunistas que gobiernan diferentes estados del área latinoamericana.
Sin embargo, leyendo íntegramente ese primer primer documento sobre la Teología de la Liberación, se descubren pasajes que demuestran lo contrario. «Esta llamada de atención de ninguna manera debe interpretarse como una desautorización de todos aquellos que quieren responder generosamente y con auténtico espíritu evangélico a “la opción preferencial por los pobres”».
La Instrucción de la Doctrina de la Fe «de ninguna manera podrá servir de pretexto para quienes se atrincheran en una actitud de neutralidad y de indiferencia ante los trágicos y urgentes problemas de la miseria y de la injusticia. Al contrario, obedece a la certeza de que las graves desviaciones ideológicas que señala conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres».
«Hoy más que nunca –sigue el documento–, es necesario que la fe de numerosos cristianos sea iluminada y que éstos estén resueltos a vivir la vida cristiana integralmente, comprometiéndose en la lucha por la justicia, la libertad y la dignidad humana, por amor a sus hermanos desheredados, oprimidos o perseguidos. Más que nunca, la Iglesia se propone condenar los abusos, las injusticias y los ataques a la libertad, donde se registren y de donde provengan, y luchar, con sus propios medios, por la defensa y promoción de los derechos del hombre, especialmente en la persona de los pobres».
La Instrucción, además, sostiene que «el escándalo de irritantes desigualdades entre ricos y pobres ya no se tolera», y que «la llamada de atención contra las graves desviaciones de ciertas “teologías de la liberación” de ninguna manera debe ser interpretada como una aprobación, aun indirecta, dada a quienes contribuyen al mantenimiento de la miseria de los pueblos, a quienes se aprovechan de ella, a quienes se resignan o a quienes deja indiferentes esta miseria. La Iglesia, guiada por el Evangelio de la Misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas».
Al final del documento, no falta incluso una referencia al papel de los obispos, particularmente significativo para los exponentes de la jerarquía católica considerados demasiado “suaves” con el poder, cuando no parte del mismo. «A los defensores de “la ortodoxia”, se dirige a veces el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y de los regímenes políticos que las mantienen. La conversión espiritual, la intensidad del amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos, y especialmente a los pastores y a los responsables. La preocupación por la pureza de la fe ha de ir unida a la preocupación por aportar, con una vida teologal integral, la respuesta de un testimonio eficaz de servicio al prójimo, y particularmente al pobre y al oprimido».

Reflexión en el contexto asiático

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Cardenal Tagle

Comportamiento sexual inapropiado de sacerdotes
Luis Antonio Cardenal Tagle- Arzobispo de Manila
La llamada crisis del clero que se ha venido desarrollando en los últimos años tiene un alcance inmenso. Incluye denuncias de malos comportamientos sexuales, sospechas del mal uso del dinero por parte del clero, el abuso de autoridad, estilo de vida inapropiado y toda una serie de situaciones. Los fieles se encuentran horrorizados ante la indecencia de sus pastores.
Sacerdotes que no predican bien o no presiden los sacramentos religiosamente debido también a escándalos. Cuando nos referimos a una crisis en la Iglesia relacionados al clero, nos referimos a una realidad con diversas dimensiones. Sin embargo nuestro coloquio está centrado a las denuncias de casos de mal comportamiento sexual por parte del clero.
A primera vista, la crisis parece solo una crisis de conducta sexual inapropiada. Sin embargo una mirada más profunda revela que están involucrados elementos teológicos, espirituales, antropológicos y pastorales. Por esta razón la manera impresionista como algunas personas abordan el tema es inadecuada e incluso injusta.
Asociamos casi automáticamente la palabra crisis con un problema o una situación difícil. Sin embargo la raíz de la palabra crisis vine del griego krino, que significa hacer una distinción y ejercer un juicio. También tiene la connotación de ser juzgado o ser llevado a juicio. Por tanto el núcleo de una crisis esta en que una situación particular exige discernimiento, recto juicio y decisión. Basados en nuestros juicios o decisiones, otros nos juzgaran.
Creo que las denuncias y los casos de abusos sexuales de parte del clero presentan una crisis en los dos sentidos de la palabra. Por una parte, tenemos que entender, juzgar y decidir respecto a varios aspectos de la situación. Por otra parte debemos escuchar lo que el mundo y la otra parte de la Iglesia dice sobre el clero. Pretender que no existe ningún problema no ayuda.
Una tentativa para entender la crisis
Es bueno recordar desde el principio que los abusos sexuales por parte del clero cubre una amplia gama de acciones que son bastante diversas y no deben ser agrupadas en una sola categoría.
Desafortunadamente tratar todos los casos uniformemente ha sido la respuesta, como fruto del pánico, en muchos sitios. Mientras todos estos casos aparecen bajo el titulo de abuso sexual, cada caso es único. Pero debido a las limitaciones de nuestra conferencia, no podemos tratar los casos individualmente.
Mi reflexión tiene la intención de ofrecer perspectivas sobre el abuso sexual del clero en las iglesias en Asia. Dado que el vasto continente asiático está formado por diversas culturas, tradiciones e historias, es casi imposible precisar una única perspectiva Asiática. Mi fondo filipino saldrá a la superficie en esta presentación, sin lugar a dudas.
Sin embargo he consultado algunos Obispos, pastores, religiosos, laicos, sociólogos y teólogos provenientes de las Iglesias que pertenecen a la federación de la conferencia de los Obispos Asiáticos (FABC) para reunir alguna información, aunque no en una manera estrictamente científica.
Dado que la Iglesia es una pequeña minoría en la mayoría de los países asiáticos, los casos reportados sobre abuso sexual a menores y otros abusos sexuales por parte del clero son pocos comparados con los promedios nacionales. Esto no significa, sin embargo que las iglesias ignoren los casos reportados. En algunos lugares de Asia, los casos de pedofilia son menos que los casos de homosexuales y de relaciones con adultos heterosexuales. Algunos sacerdotes han engendrado hijos.
Hasta ahora ha habido pocos casos legales contra sacerdotes en Asia en el área de delitos sexuales. Cuando la crisis surgió en el hemisferio Norte, se dio una tendencia a pensar que el problema estaba ligado a la cultura Occidental. Sin embargo esta idea cambio cuando casos similares surgieron en Asia. Mientras que las distintas conferencias Episcopales y órdenes religiosas han ido abordando los casos conforme fueron surgiendo, hay una necesidad urgente de formular orientaciones pastorales para poder tratar este tipo de casos.
La Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas ha pasado por un largo proceso para cristalizar las orientaciones que están por ser presentadas a la Congregación para la Doctrina de la Fe. El relativo “silencio” con el que las victimas asiáticas católicas enfrentan los abusos es debido en parte a la cultura de “vergüenza” que tiene una gran estima por la propia humanidad, el honor y la dignidad.
Para las culturas asiáticas, la vergüenza de una persona mancha la propia familia, el clan y la comunidad. El silencio puede ser la única alternativa para preservar lo que queda de honor. Puede ser también señal de trauma. Sin embargo muchas víctimas y sus terapeutas han descubierto el potencial de la “vergüenza” o el amor por la propia dignidad como una fuente de respeto de si mismo, coraje y determinación para actuar en función de la sanación y renovación en la Iglesia, especialmente del clero. En este momento me gustaría hacer referencia a algunos aspectos de la crisis generada por los abusos sexuales por parte del clero.
Las experiencias de las Iglesias en Asia han orientado nuestra atención hacia estos elementos: en primer lugar el aspecto personal y relacional. En la visión Asiática que es global y centrada en la persona, la sexualidad esta vista como la identidad de la persona y sus relaciones. No es solamente a cerca de las preferencias sexuales y las acciones que de ella vienen. La pregunta fundamental de la sexualidad es ¿Quién soy yo? Si ponemos la pregunta en términos más teológicos y filosóficos, seria ¿Qué es un ser humano? ¿Cuál es el rol de las relaciones en el ser humano? ¿Qué tipo de relaciones son verdaderamente humanas y humanizantes?
El segundo aspecto de la crisis es cultural. La crisis ha puesto en juicio las culturas asiáticas y los comportamientos culturalmente aceptados. Los obispos de Filipinas están participando en una reflexión sobre la cultura filipina y los elementos culturales que pueden servir como posibles ambientes donde se den los abusos sexuales o comportamientos indebidos. Señalemos algunos ejemplos de ambientes Filipinos que pueden tener similitudes con la experiencia en otros países de Asia.
1) la cultura Filipina es una cultura dada al tacto
Es casi segunda naturaleza para los filipinos tocar. La gente se abalanza a los sacerdotes después de la Misa para besarles las manos. Aprecian también un toque suave de parte de sus pastores. Grupos de adolescentes, de ambos sexos, no ven nada malo en abrazarse mutuamente o caminar abrazados en público. Tocamos mucho a los niños. Pero los niños no pueden distinguir claramente entre un toque de afecto o un toque con malicia. Los niños son vulnerables a ser manipulados en cuestión del tacto.
2) la cultura filipina da mucho poder a los adultos y a las personas en autoridad
Los menores y los subordinados se ven como “posesiones” de los adultos que pueden hace lo que les venga en gana en el nombre de disciplina y del bien de las personas. La perspectiva del niño o de los subordinados es raramente considerada. Este vacío puede hacer que los adultos sean insensibles a las emociones, al dolor y a las necesidades de los niños.
3) la familia es normalmente vaga y ampliamente definida en la cultura filipina
Nos impresiona darnos cuenta de que los sacerdotes son fácilmente contados como “miembro de una familia católica”.
4) nuestra cultura tiende a considerar a los sacerdotes como más que seres humanos ordinarios porque poseen poderes extraordinarios o divinos
Todo tipo de poder puede dañar cuando se usa equivocadamente. Como la cultura se posa sobre la humanidad de los sacerdotes, algunos de ellos esconden su verdadero ser y viven vidas dobles. La duplicidad puede propiciar tendencias abusivas. En resumen, las culturas asiáticas son retadas a discernir. ¿Qué limites debemos fijar para evitar que las muestras de afecto se conviertan en instrumentos para el abuso?
El tercero es el aspecto eclesial. Cuando un sacerdote abusa, aunque la acción no sea criminal en el fuero civil, los votos eclesiásticos o normas establecidas han sido violados. Esta crisis nos urge a entender más profundamente la disciplina de la Iglesia y nos urge también a ayudar al mundo a entenderla. Un punto en cuestión es el celibato. Un justo y más completo entendimiento tendría que situarlo dentro de la rica tradición espiritual, pastoral y canónica.
La crisis nos ha impulsado a entender la promesa de entender otra vez la promesa de permanecer célibes y de vivir una vida célibe. Esta aproximación resuena con las tradiciones de las religiones antiguas del Asia. Necesitamos, una seria evaluación se estos temas especialmente en la formación, teología, derecho canónico y las diversas opiniones que existen sobre el tema. Muchas personas piensan que el celibato es simplemente una regla que la Iglesia conservadora debe cumplir por el bien de la tradición. Algunos la convierten en la justificación para toda clase de abusos.
Otros la defienden pero en una manera estrecha y legalista lo que la hace inefectiva. Necesitamos un sereno y comprensivo entendimiento sobre el tema.
El cuarto es el aspecto legal. Las leyes de los territorios cubren una serie de actos considerados criminales, algunos de ellos en el área de actos sexuales. Existen también definiciones legales que no siempre corresponden a nuestro uso ordinario de los términos. Es bueno saber la manera como la ley define a un menor, la violación, el acoso.
Por ejemplo existen leyes que salvaguardan el bienestar de los empleados. El acoso en el lugar de trabajo de acuerdo con la ley debe ser estudiado por las personas de la Iglesia. ¿Qué clase de afecto y que tipo de regalos son legalmente aceptables? ¿Qué se puede considerar acoso? La diversidad de las situaciones políticas en Asia exige de parte de la iglesia que instruya al clero en lo que reguarda al sistema político del país de cada uno. Los sacerdotes no están exentos de observar y del peso de las leyes del propio país.
Debe ser subrayado que la jurisprudencia en Filipinas en lo que se refiere a al abuso sexual por parte del clero no ha sido aun totalmente desarrollado. Normalmente seguimos el desarrollo de la jurisprudencia como en los Estados Unidos. El quinto aspecto son los medios de comunicación. El beato Juan Pablo Segundo llamo los medios de comunicación contemporáneos como el nuevo aeropago. Vivimos en un mundo dependiente e impulsado por la comunicación social.
En sí el mundo de los medios de comunicación social y del internet constituye una nueva cultura. Para la iglesia, los medios de comunicación necesitan ser evangelizados porque pueden servir como medios para propagar el evangelio y sus valores. Sin embargo los profesionales de los medios de comunicación constatan que cuando reportan los abusos cometidos por políticos, financieros, etc. La iglesia lo agradece. Pero cuando reportan anomalías dentro de la Iglesia, son tachados de estar en contra de la Iglesia y de los católicos, aunque su información venga de personas cercanas a la iglesia.
La crisis nos invita a revalorar nuestra relación con los medios de comunicación. Así como nosotros los retamos a ser justos y verdaderos en todo aquello que reportan, la iglesia tendría que estar preparada a ser examinados por los medios de comunicación con tal de que las normas de justicia y rectitud sean aplicadas. No podemos ignorar el hecho, de que en algunas partes de Asia, un sentimiento anticristiano ha penetrado los medios de comunicación.
Finalmente esta el sentido espiritual y pastoral de la crisis. Esencialmente la cuestión para el clero es aquella de la integridad personal delante de Dios y de la Iglesia. Admito que algunas de las bellas enseñanzas de la Iglesia sobre el sacerdocio no siempre son observadas por nosotros los sacerdotes. La integridad en el ejercicio del ministerio y en las relaciones interpersonales se nos exige no solo por el bien del clero sino también por el bien de la comunidad. La iglesia es dañada y herida cuando los pastores son abusivos en su comportamiento. La crisis definitivamente tiene una dimensión pastoral.
Algunos elementos de carácter pastoral en respuesta a la crisis
Ahora presentamos algunas direcciones que los obispos de Filipinas han identificado en respuesta a las denuncias y los casos de abuso sexual que se han reportado. Muchas iglesias en Asia han optado por las mismas líneas.
El primer elemento en la respuesta es el de la atención pastoral a las víctimas y sus familias. Cuidado pastoral comprende la justicia para las victimas, la compasión, la protección, e incluso la restitución en algunos casos. Los líderes de la iglesia han sido siempre acusados de ayudar al sacerdote que ha cometido los abusos descuidando a la víctima. Es doloroso escuchar a las víctimas. Pero dejarles revelar sus historias no solo les ayuda sino que despiertan compasión en nosotros. Aprendemos cuales son las dinámicas de acoso y la respuesta de la victima a la situación. Tal aprendizaje puede servir como freno al acoso sexual en la iglesia.
El cuidado pastoral de las victimas y sus familias resuena con la cultura y tradiciones religiosas de Asia que tienen en gran estima la compasión por los que sufren.
El segundo aspecto de la respuesta es la atención a la comunidad herida, ya sea la parroquia, la diócesis o la congregación. Las comunidades donde las violaciones ocurrieron han sido también heridas y necesitan atención pastoral. El sacerdote puede ser enviado fuera de la parroquia para poder someterse a una renovación o rehabilitación. La victima puede cambiar domicilio. Pero la comunidad permanece. Para una comunidad parroquial el sufrimiento esta en la violación a la confianza.
¿Como manejar comunidades para las cuales su confianza ha sido violada por sus sacerdotes? Si no damos los pasos correcto, si no transmitimos empatía, la comunidad llegara a la conclusión de que la Iglesia tolera esta clase de comportamientos, o que la Iglesia simplemente no se preocupa por ellos. De esta manera sus heridas se vuelven mas profundas.
Sugiero que se elaboren directrices diocesanas y congregacionales para proteger a las comunidades heridas. Cambiar de pastor no es suficiente. Debemos encontrar una manera efectiva para facilitar que las personas expresen su sufrimiento, para entender, para perdonar y para seguir adelante en esperanza. La tendencia asiática de volver rápidamente al estado de “armonía” nos hace pensar con frecuencia que la herida ya ha sanado y sin embargo puede no ser así. Necesitamos encontrar maneras de favorecer la sanación que mejor se acomode a la sensibilidad asiática.
El tercer aspecto es el cuidado personal por el sacerdote culpable. El culpable se encuentra con frecuencia perdido, confundido y avergonzado. Necesita ayuda especialmente de expertos, para entender y evaluar su situación. De esta manera el sacerdote puede descubrir si tiene la capacidad de vivir el celibato. Algunas decisiones tienen que ser tomadas. ¿Es este un caso aislado o una señal de la incapacidad de continuar viviendo la vida del celibato? la mejor manera de cuidar al culpable es ayudarle a enfrentar la falta cometida. Tiene que hacérsele saber con claridad los procesos canónicos y eclesiásticos que gobiernan su caso particular.
Los obispos deber observar cuidadosamente los procesos especialmente cuando el caso puede llevar a un despido del estado clerical. Y si el culpable decide ser dispensado de las obligaciones del estado clerical, entonces la diócesis o la orden religiosa debe ayudar al sacerdote a iniciar una nueva vida. A través de todo el proceso se deben asegurar todos los pasos para que sea un proceso sin parcialidades, en veracidad y compasión. Nos alegra darnos cuenta de que muchos sacerdotes, religiosas, laicos y laicas en Asia se han estado preparando profesionalmente para poder ayudar a los sacerdotes con necesidades especiales. La Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas (CBCP) estableció y administra el centro San John Marie Vianney- Galilee para la renovación del clero, éste ofrece varios programas, uno de ellos ofrece cuidado pastoral para sacerdotes ofensores. La CBCP también cuenta con una Oficina para los Asuntos de los Obispos en donde se proporciona una ayuda fraterna a los obispos en situaciones difíciles.
El cuarto aspecto que se necesita especialmente en Asia, es el cuidado de la familia del sacerdote culpable. El sacerdote no es el único que se encuentra perdido, avergonzado y confundido. Los miembros de su familia se sienten traicionados por su hijo o hermano. Incluso se culpan a si mismos ¿en que nos equivocamos como padres? Aunque muy pocas veces se expresa con palabras, la culpabilidad invade sus corazones. Se alejan de la comunidad y sufren en silencio. Necesitan atención, particularmente en Asia en donde la deshonra de una persona hiere la familia y el clan.
El quinto aspecto es el cuidado de los sacerdotes que no son culpables. Estos sacerdotes que no han cometido ninguna ofensa se sienten también perdidos, avergonzados y confundidos. Se sienten también temerosos de sus heridas del pasado. Es posible también que los sacerdotes se miren uno al otro con cierta desconfianza sobre su mutuo pasado.
Algunos sacerdotes culpables has sido despedidos del estado clerical, algunos están pagando sentencias en prisión y otros se encuentran recluidos en centros de rehabilitación. Pero quien enfrenta la comunidad y el resto del mundo? Los sacerdotes no culpables cargan ese peso. Tiene que contestar preguntas. Tienen que compartir la vergüenza de sus compañeros sacerdotes por el hecho de pertenecer al único mismo sacerdocio. Aunque no hablen abiertamente, las dudas sobre su propia vocación puede suscitarse en ellos. El cuidado de los sacerdotes no culpables todavía tiene que desarrollarse en las iglesias de Asia.
La sexta área es el área del cuidado pastoral de los Obispos y Superiores generales. Es difícil y doloroso ser Obispo o Superior general en estos días. Te sientes perdido, confundido y avergonzado cuando alguno de los sacerdotes comete un abuso sexual. Y conforme ayudas a tus sacerdotes, también tienes que juzgar. Al mismo tiempo no puedes defender al sacerdote y descuidar la obligación de decir la verdad, de ser justo y el bien de la victima y de la comunidad los superiores se encuentran, en muchas ocasiones, maltratados por todos lados. Son acusados de cubrir la verdad si son discretos. Si son firmes son acusados de ser poco compasivos.
Pero la experiencia nos ha enseñado que la inacción, y solamente cambiando a los sacerdotes de lugar y la insensibilidad hacia las victimas compromete la integridad del Superior o del Obispo. Elogiamos a la oficina de los sacerdotes de la FABC (Federación Asiática de Obispos) por organizar programas de formación que capacitaran a los Obispos de Asia para entender y manejar al clero que se encuentra en situaciones de comportamiento sexual inapropiado.
La última área es la formación, ambos la formación en el seminario y la formación permanente de los sacerdotes. Lo primero es la formación en la madurez humana. De los varios aspectos de la madurez humana un área importante es la responsabilidad en las relaciones. Este es el punto central de la crisis: la capacidad de relacionarse responsablemente.
Sensibilidad a mujeres y niños, entender el propio desarrollo sexual, y trabajar en equipo es necesario. Muchos centros de formación, escuelas de teología, comisiones Episcopales para mujeres y comunidades religiosas para mujeres en Asia han estado activamente involucradas ayudando a seminaristas y sacerdotes en este respecto, y también asistiendo a las victimas.
La segunda es responsabilidad en el ministerio, que surge de la claridad del sentido y la identidad. Si no tengo claridad sobre mi identidad y el sentido de mi vida, entonces no seré responsable de mis actos como ministro. Soy responsable de todos mis actos en la medida que tengo claridad de quien soy como sacerdote y del sentido de lo que hago. Tercero es la purificación de las motivaciones. ¿Por qué he elegido este estilo de vida? ¿Es por el sentido de grandeza, el sentido de autoridad que la cultura de la Iglesia da? Es acaso para poder tener dinero lo mas pronto posible?
En Asia debemos también exhortar a los fieles católicos a no consentir o favorecer a los seminaristas y sacerdotes. El cuarto es formación en la espiritualidad. Necesitamos desarrollar una espiritualidad que nos permita discernir la llamada de Dios en cada momento y responder en el servicio de Dios en y a todo tiempo. Por ultimo, necesitamos tomar pasos preventivos en la formación permanente de los sacerdotes. Los aspectos de la formación mencionados antes deben ser permanentes durante la vida de los sacerdotes.
Sin embargo por estar pasando por esta crisis, necesitamos revitalizar la vida en común de los sacerdotes, la oración en común, el compartir de recursos, la dirección espiritual, un estilo de vida en simplicidad y la renovación intelectual entre otras cosas. Nos alegramos de que el estigma asociado con los “programas de renovación” esta desaparecido gradualmente. En Filipinas, el CBCP Vianney –Galilee Centre ha contribuido en gran medida a ver el programa de renovación para sacerdotes en manera positiva. Los miembros del equipo profesional ofrecen no solamente sesiones terapéuticas ofrecen al mismo tiempo programas proactivos como el programa “Actualización Asistida para Sacerdotes,” cursos sobre la sexualidad humana y la vivencia del celibato, Actualización intensiva asistida para el personal del Seminario, sesiones para sacerdotes que están pasando por la transición de la mediana edad y también para los de edad avanzada. El centro ha sido visitado con frecuencia por Obispos y sacerdotes de otras diócesis en Asia.
No necesitamos que una bomba sea detonada. Prevenir que explote es la mejor respuesta. Las iglesias en Asia comienzan a abordar los casos de abuso sexual y conducta sexual inapropiada por parte del clero. Examinamos las culturas, tradiciones, las estructuras familiares y las nuevas tendencias en nuestra sociedad para entender las raíces de la crisis, también queremos aprovechar los recursos que ofrecen la filosofía y la religiosidad integrada en nuestras culturas, para dar una respuesta adecuada. El recurso mas importante para nosotros sin embargo es la fe Cristiana que nos impulsa a ser verdaderos discípulos de Cristo en integridad, justicia, verdad y amor.
Algunos Materiales de Apoyo
Asian Vocations Symposium: Asian Vocations Today. Samphran, Bangkok, Thailand, Oct. 22‐ 27, 2007, FABC Papers No. 123, (Hongkong: FABC, 2007).
Bermisa MM, Sor Nila. That She may Dance Again: Rising from Pain of Violence Against Women in the Philippine Catholic Church (Manila; Association of Major Religious Superiors in the Philippines), 2011.
Kochappilly, Paulachan. “Sexuality as an Invitation to Intimacy and Integration” Journal of Dharma 34 (2009): 19‐35.
Mynatty, Hormis. “A Comprehensive Vision of Sexuality from a Christian Perspective,” Jeevadhara 33, no. 198: 458‐475.
Parappully SDB, Jose and Mannath SDB, Joe. “Religious and Priestly Formation and Emotional Health,” Vidyajyoti Journal of Theological Reflections 73 (2009): 274‐293.
Pinto MSIJ, Lawrence Editor. “Seminar for Bishops of Asia: Caring for Priests – Especially for Those with Difficulties, Redemptorist Center, Pattaya, Thailand, 27‐31 August 2007” FABC Papers No. 122 (Hong Kong: FABC, 2007).
Srampickal, Thomas. “Reflections on Celibacy,” Jeevadhara 33, no. 198: 497‐509.

Monseñor Florencio Coronado Romaní CSsR

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Catedral de Huancavelica

Por José Manuel López Vidal
Fue obispo de Huancavelica casi 30 años, pero pasará a la historia por sus traducciones. Monseñor Florencio Coronado Romaní, murió el 25 de febrero del 2006 en Lima a los 97 años, tradujo toda una serie de libros religiosos del castellano al quechua.
Y dicen los que le conocieron que ésa fue también su máxima satisfacción: haber ayudado a rezar en su lengua a los indígenas nativos de Perú.
Florencio Coronado Romaní nació en Caja Espíritu (Huancavelica), localidad situada a unos 440 kilómetros al sureste de Lima, el 23 de mayo de 1908. Entró en la congregación religiosa de los redentoristas y se ordenó sacerdote el 18 de septiembre de 1938 en Bélgica, a donde lo habían trasladado para ampliar sus estudios.
De vuelta a su país de origen se dedicó a misionar en cuerpo y alma entre la gente de su propia etnia. Pero siempre se encontraba con el problema de la lengua. Los indios quechuas le preguntaban: “¿Por qué no podemos rezar a Dios en nuestro idioma?” Esa pregunta le acompañó durante muchos años, sin que tuviera tiempo para poder dar ninguna respuesta adecuada.
En 1956 fue nombrado obispo de la nueva diócesis de Huancavelica, en la zona andina de Perú. Y, posteriormente, recorrió toda la sierra del país, anunciando la palabra de Dios a los más pobres de los pobres: los indios de su propia etnia.
Como dijo en su funeral el cardenal arzobispo de Lima, monseñor Cipriani: “Fue un hombre de carácter fuerte y no de sensiblerías mediocres. Era una persona de firmeza, hasta incluso duro cuando se trataba de exigir la verdad y el bien. Un padre y pastor de grandes caminatas, de horas de trabajo y de una entrega sin descanso“.

Santisíma TrinidadUna vez jubilado como obispo en 1982, monseñor Coronado retomó la pregunta de los quechuas. Y decidió darle respuesta. Junto al cura irlandés Demetrio Molloy, que después también sería nombrado obispo, emprendió el proyecto de traducir los textos bíblicos y religiosos más destacados al quechua.
En sus manos, el Nuevo Testamento se convirtió en el Musucc Testamento, en la primera versión bilingüe realizada en castellano-quechua de la Biblia, financiada por la Conferencia Episcopal alemana.
Además de la Biblia, monseñor Coronado y su amigo, monseñor Molloy, tradujeron al quechua el Ordinario de la Misa (la descripción de la liturgia eucarística), el Ritual de los Sacramentos, el Hanan Pacha Ñan (devocionario en quechua), el Catecismo o la Imitación de Cristo. Con todo ello, logró que, a partir de 1994, los indios quechuas que lo desearan ya pudieran rezar a Dios en su lengua materna.
Y sólo entonces monseñor Coronado se permitió darse un descanso. Y aunque, en 2005, fue condecorado por sus traducciones y su labor evangelizadora entre los indígenas con la medalla de oro de Santo Toribio de Mogrovejo, uno de los mayores galardones del país, él siempre decía que su máximo galardón era que la gente sencilla pudiese hablar con Dios en la lengua de sus padres.
Fuente: www.elmundo.es

Aporte de la Iglesia

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Shangai

Corpus Christi en China
La solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, comúnmente conocida como el Corpus Christi, fue celebrada el jueves 7 de junio por varias comunidades católicas chinas de la parte continental, en comunión con la Iglesia universal y en particular con el Santo Padre Benedicto XVI, quien presidió en Roma la misa y la procesión eucarística desde la Basílica de San Juan de Letrán a la de Santa Maria la Mayor.
De acuerdo con lo que manifiesta Faith de He Bei a la Agencia Fides, la celebración en China se ha caracterizado por el celo misionero y el compromiso con la evangelización. Así, por ejemplo, la parroquia de Fei Xiang en la diócesis de Han Dan, de la provincia de He Bei, ha organizado una solemne procesión eucarística y la adoración.
A lo largo de la calle principal de la ciudad, los fieles prepararon 4 tiendas para distribuir material sobre la formación de la fe y folletos sobre la evangelización, explicando el significado de la celebración del Corpus Christi. Los sacerdotes y los laicos estaban a disposición de las personas que hacían preguntas y solicitaban información sobre cómo acercarse y conocer más acerca de la Iglesia. La jornada finalizó con la bendición solemne.
También en las calles de Pekín se realizó una procesión eucarística solemne: el Santísimo Sacramento fue acompañado por 79 seminaristas mayores y cincuenta religiosas que estudian en el Seminario Mayor Nacional de Pekín. Junto a ellos estaban los sacerdotes que enseñan en el seminario y los fieles laicos.

Aporte de la IglesiaAhorro social al Estado
«Si no fuera por Cáritas…». Esta ha sido una de las frases más repetidas desde el inicio de la crisis a la hora de referirse al destino incierto de más de cinco millones de parados. Y sin dejar de ser una reflexión certera, no puede pasarse por alto que la labor social de la Iglesia española no se queda en el encomiable trabajo de sus ONG. Su aportación económica resulta incalculable en el doble sentido: por la dificultad que entraña hallar la cifra exacta, pero también por que, en cualquier caso, hablamos de una cantidad astronómica. La institución ahorra al Estado no menos de 20,000 millones de euros sólo en lo que se refiere a su labor social. Y si nos referimos a otros ámbitos, la cantidad es todavía mayor.
En su última «Memoria justificativa», la Conferencia Episcopal afirmaba que, si bien aún no ha podido «concretar» la aportación económica de la Iglesia a la sociedad, sí «se puede afirmar que la actividad desplegada por las instituciones de la Iglesia Católica en España supone un ahorro de decenas de miles de millones de euros».
En lo que se refiere a la educación, la Conferencia Episcopal recuerda que es titular de 5,347 centros católicos, en los que estudian más de 1’399,000 alumnos. Si esas plazas las tuviera que cubrir el Estado, el coste supondría 4,399 millones de euros más.
Otro punto interesante es el ahorro sanitario. Si bien es verdad que la Iglesia no ha valorado el ahorro en este sentido, sí que es posible hacer un cálculo. La Iglesia es titular de más de cien hospitales, más de 1,000 centros –ambulatorios, dispensarios, centros para ancianos, enfermos crónicos, etc.– y en torno a 51,000 camas. Los gastos asumidos por la institución suponen un ahorro para el Estado de más de 14,000 millones de euros.
Menos colectas
¿Y qué ocurre con la ayuda directa a los más necesitados? La Iglesia cuenta con más de 4,800 centros asistenciales en nuestro país. Y ni qué decir tiene que, a raíz del estallido de la crisis, ha redoblado sus atenciones. Al menos 3’650,000 españoles se han beneficiado de su actividad caritativa. De esta forma, la Conferencia Episcopal calcula que el trabajo de Cáritas ha supuesto un ahorro de 230 millones de euros, mientras que la labor de Manos Unidas podría valorarse en más de 41 millones. Como era de esperar, en estos últimos cuatro años, «la situación económica ha supuesto una disminución de las colectas ordinarias». Sin embargo, la situación se ha compensado «con un mayor nivel de austeridad y con el incremento del Fondo Común Interdiocesano gracias al cambio del sistema de asignación tributaria».
De Semana Santa
Tampoco pueden obviarse los beneficios económicos que la institución aporta a una de las industrias más importantes para nuestro país, y más en esta época de carestía: el turismo. Así, sólo la Semana Santa –15 celebraciones son de Interés Turístico internacional y 39 son de Interés nacional– genera una actividad de 830 millones de euros cada año. Un ejemplo, en Córdoba se cifra en más de 42 millones de euros la actividad generada en torno a esta celebración.
También habría que recordar «el esfuerzo económico muy grande» que afronta la Iglesia católica para mantener su patrimonio cultural –de los 42 bienes españoles declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, 19 cuentan con una presencia significativa de las entidades de la Iglesia–.
«Guerra» a la cola del paro
A lo largo de 2011, Cáritas atendió en sus cursos de formación a más de 80,000 desempleados y consiguió encontrar un empleo a más de 13,000 personas. La reflexión es interesante: con esta cifra, podría decirse que Cáritas, con un 16% de efectividad, es cinco veces más eficaz a la hora de dar trabajo que el INEM –apenas un 3%–.
Fuente: Agencia Fides y www.larazon.es

Compromiso y renovación

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Catalina Romero

Por María Elena Castillo- La República
Catalina Romero es autora del libro “Iglesia en el Perú, compromiso y renovación”, defiende la vigencia de la apertura que promovió el Concilio Vaticano II sobre la doctrina social. Asegura que ese espíritu sigue presente en muchos obispados y parroquias que defienden los derechos humanos y el medio ambiente. Lamenta que no sea en todos.
La Conferencia Episcopal Peruana es mayoritariamente moderada, pero tenemos el más alto número de obispos conservadores. ¿Cómo la definiría?
La Iglesia es una comunidad diversa. Su aspiración a ser universal hace que acoja distintas posiciones y visiones culturales. La Iglesia peruana es una de las que tienen más obispos del Opus Dei y de otros movimientos religiosos aparecidos tras el Concilio (Vaticano II), pero aun dentro de ellas hay posiciones diversas. Hay que seguir de cerca a la Iglesia. ¿Qué pasa cuando nombran a un obispo? ¿Qué opiniones tiene? Solo se sigue la opinión de algunos, pero son cerca de 50 obispos titulares de todo el país, más los eméritos y auxiliares.
¿No corren el riesgo de ser sancionados como el padre Garatea, a quien el cardenal no renovó sus licencias ministeriales?
Los obispos pueden expresarse sobre asuntos civiles y políticos sin problema. El Arzobispado de Lima tiene autoridad solo sobre la diócesis de Lima. Los obispos tienen potestad de decidir cómo orientan su gobierno, si se pondrán al servicio de la evangelización en su comunidad, si pesará más su autoridad o la noción de servicio al pueblo que tiene a su cargo.
Entonces, ¿el cardenal no es el jefe de la Iglesia Peruana?
Es la cabeza de su iglesia territorial. En el caso del cardenal, en Lima… pero no en Lima Norte, Sur ni Chosica, que son de otras diócesis.
Se cumplen 50 años del Concilio Vaticano II, en el que se debatió largamente la doctrina social de la Iglesia, el acercamiento a los problemas de los más necesitados. ¿Se mantiene este espíritu en el Perú?
Perú fue uno de los países que más recogieron el Concilio Vaticano II y la reunión de Medellín. El Episcopado peruano estuvo muy comprometido con esos acontecimientos y trató de reorganizar la Iglesia peruana; hubo documentos de las Asambleas Episcopales, innovadores, comprometidos con los problemas de los sectores más pobres del país, y orientó el comportamiento de la Iglesia en muchos sitios. Eso está presente en comunidades cristianas, parroquias, laicos, que siguen trabajando en esa línea.
Que se traduce por la mayoría de obispos moderados y progresistas, como monseñores Barreto, Cabrejos y otros que defienden el medio ambiente…
…En monseñor Piñeiro, que ha dicho que quiere una Iglesia de diálogo, paz, al servicio, en la mediación de los problemas; monseñor Turley, en el norte; hay muchos obispos que son ejemplo de ello.
Sin embargo, hay cada vez más obispos del Opus Dei que no se pronuncian sobre este tema…
Porque no están mirando el mundo, están mirando muy adentro de la Iglesia. Están preocupados en otras cosas. Este mirar muy dentro de la Iglesia los limita.
¿Hacia dónde va la Iglesia peruana con el incremento de obispos conservadores, tendencia que parece se mantendrá con el Papa Benedicto XVI?
Con el actual Papa ha habido nombramientos importantes de obispos y ha cambiado algunos temas, pero no ha tenido mucho tiempo, a comparación de su predecesor.
Este año alcanzan el límite de edad dos obispos y el próximo uno más. ¿Influye el cardenal en el nombramiento de sus sucesores?
El cardenal es un título que tiene peso en Roma, en el Colegio Cardenalicio, porque son los electores del siguiente Papa. Localmente tienen un peso, pero los obispos y arzobispos son autónomos, unos de otros. Está el nuncio, quien propone al Papa los nuevos obispos; los locales pueden sugerir nombres, que son enviados a Roma, y se decide allá. Antes el gobierno peruano intervenía, pero con el nuevo Concordato ya no es así.
¿Quién es el jefe de la Iglesia peruana? ¿El presidente de la Conferencia Episcopal?
No hay un jefe de la Iglesia peruana. Los obispos eligen al presidente de la Conferencia Episcopal, que los representa ante la sociedad, pero no tiene autoridad sobre ellos. Es un vocero con mayor representatividad por haber recibido el respaldo mayoritario de sus pares y expone la visión conjunta sobre temas de interés nacional.
El cardenal ha intentado presidir la Conferencia Episcopal, sin lograrlo. ¿Eso le daría más poder al interior de la Iglesia peruana?
El hecho de ser cardenal le da más prestigio. Es una persona que tiene un rango distinto en la Iglesia. No le da autoridad sobre los obispos. Son autónomos. Ser elegido presidente de la Conferencia Episcopal le da el reconocimiento de sus pares y es miembro nato de la Conferencia Episcopal Latinoamericana.
¿Haber pedido la elección tres veces significa que el cardenal no cuenta con el suficiente respaldo de los obispos?
No es la primera vez que no se elige a un cardenal, pero sí que no lo hayan hecho pese a su postulación en tres ocasiones.
Adhesión de Obispos Auxiliares y Sacerdotes de Lima
Durante estas últimas semanas, ante la decisión de no renovarle las licencias ministeriales al Padre Gastón Garatea SSCC, nuestro Arzobispo, el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, ha sido blanco de una serie de ataques y agravios.
Frente a esta campaña de desinformación y desprestigio, el clero de la Arquidiócesis de Lima renueva su adhesión filial al Señor Cardenal, quien ha tomado esta difícil decisión por motivos que le fueron comunicados tanto al Padre Garatea como a su Superior Provincial, el Padre Raúl Pariamachi SSCC, de manera reservada y conforme a lo establecido por el Derecho Canónico.
Lamentamos que algunos hermanos seglares, e incluso algunos consagrados y clérigos, hayan tomado una actitud desafiante y crítica hacia nuestro Arzobispo, sin tener mayor conocimiento del delicado asunto. Asimismo rechazamos las expresiones de personas, algunas ajenas a la fe católica, que lejos de procurar la unidad eclesial, buscan poner de manifiesto una ideología que no acepta las normas internas de la Iglesia.
Elevamos nuestra oración a Nuestro Señor Jesucristo, pidiendo la intercesión de Nuestra Señora de la Evangelización, Patrona de la Arquidiócesis, para que en los momentos actuales seamos todos instrumentos de paz, de comunión y de reconciliación en medio de nuestro pueblo.
Lima, 1 de junio de 2012
Oficina de Comunicaciones y Prensa del Arzobispado de Lima.

BeltramoLos cuervos
Entrevista Luisa Navea Lúcar
“Trepidación, dolor y amargura”, ese es el ambiente que se vive en el Vaticano, “especialmente para el Papa Benedicto XVI” después de la filtración de cartas privadas dirigidas al Pontífice, según la visión del vaticanista Andrés Beltramo.
Desde las puertas del Vaticano, el corresponsal ante la Santa Sede de la agencia Notimex de México y colaborador del diario “La Stampa” de Turín cuenta a “La Segunda” los alcances del mayor robo de documentos papales. Delito que por su gravedad está siendo investigado por una comisión de cardenales elegidos a dedo por el Papa para que sigan la pista de los llamados “cuervos”: traidores de distinta graduación y estado civil – desde cardenales a mayordomos- que desde adentro han filtrado dichos documentos, según la prensa italiana.
“El impacto negativo que ha producido el “vatileaks” para la imagen de la Santa Sede y la Iglesia Católica en general ha sido devastador. Especialmente por el cuadro reflejado a través de los medios de comunicación: un mayordomo que traiciona a su jefe, obispos y cardenales que se acusan entre sí en documentos confidenciales y un Papa que padece esta situación no se antojan las premisas de un papado sereno”, enfatiza Beltramo.
¿Gabriele, el mayordomo, habría actuado solo?
Resulta posible, pero inverosímil que el mayordomo haya actuado solo, aunque seguramente ocupó un rol de primer orden en el desarrollo del “vatileaks”. Esa es mi opinión, pero lo que cuenta son los datos objetivos. Hasta el momento el Vaticano tiene un solo arrestado, aunque las sospechas de los cardenales investigadores se dirigen hacia varias líneas de investigación. Tengo la impresión de que pronto se conocerán otros involucrados.
¿Una supuesta red intentaría conspirar contra el Pontífice?
En las últimas horas y tras el arresto del mayordomo del Papa, quien tenía en su poder varios expedientes con cartas confidenciales, se han multiplicado las especulaciones. Por ahora, y según los datos oficiales, el único imputado por este caso es Paolo Gabriele. Pero el Vaticano no descarta que el “ayudante de cámara” haya tenido cómplices, lo cual resultaría verosímil.
¿Cómo calificaría el robo de los escritos desde el departamento papal?
Es un hecho gravísimo, que abre serias dudas sobre la confiabilidad del equipo más cercano al Papa. Lo más sencillo es atribuir inmediatamente esta situación a una lucha de poder o a un complot. Esas dos hipótesis no están descartadas.
¿Los escritos denunciarían la mala gestión de Tarcisio Bertone?
Prácticamente todos los documentos filtrados exhiben errores, malas gestiones y problemas creados por la labor del secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone. Se trata del principal colaborador del Papa y su hombre de confianza. Por eso resulta incongruente que los “cuervos” hayan dicho, desde el anonimato, que su accionar busca proteger al Papa, cuando, en los hechos, ha producido todo lo contrario: ha debilitado profundamente el gobierno de Benedicto XVI.
¿Por qué acusan al segundo hombre del Vaticano?
Sobre este punto existen múltiples versiones. Una vez más, ateniéndose a los hechos consolidados y al análisis de los reportes divulgados, resulta evidente que los filtradores pretenden la remoción de Bertone. Pero esto crearía un problema al Papa y, por tanto, es innegable que -a final de cuentas- la acción de los “cuervos” termina afectando seriamente el ministerio del Pontífice.
¿Es factible que el Papa remueva a Bertone?
El Papa puede remover a Bertone en cualquier momento, ya que el Código de Derecho Canónico, la ley fundamental que rige a la Iglesia Católica, establece que todos los obispos deben presentar las renuncias obligatorias a sus puestos a los 75 años. Para el secretario de Estado eso ocurrió hace más de dos años. En el pasado algunos ilustres cardenales habían pedido la dimisión de este personaje tras la crisis por el levantamiento de la excomunión a los lefebvristas. Pero en ese tiempo el Papa lo rechazó, argumentando que él mismo lo había elegido y le reiteraba su confianza. No veo por qué este caso debería ser distinto.
¿Qué lecturas da a estas filtraciones?
En este caso el golpe parece neto y directo a dos de los colaboradores más cercanos del Papa: el cardenal Bertone y Georg Gaenswein, el secretario privado del Pontífice. El resultado objetivo de las filtraciones ha sido la desestabilización del actual gobierno de la Iglesia Católica.
¿Tiene plazos la investigación?
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, ha dicho que no existen plazos establecidos para concluir la investigación interna que sigue una comisión de cardenales y, por otro lado, los magistrados vaticanos que deben conducir el proceso judicial contra el mayordomo. Y no se pueden descartar más arrestos y otros procesos. Tal parece que el “vatileaks” seguirá siendo noticia.
Sobre los ‘kikos’
El documento sobre el Camino Neocatecumenal, fundado por el español Kiko Argüello, es una carta enviada por el cardenal Raymond Leo Burke, prefecto del Tribunal de la Signatura Apostólica (el Tribunal Supremo de la Santa Sede) a Bertone con fecha 14 de enero de este año, en la que expresa sus reservas por la aprobación de la liturgia de ese movimiento laico.
A Burke le preocupa como celebran los “kikos”, como son conocidos, la misa, el “modo anómalo” como reciben la comunión, “exagerando gravemente el aspecto del banquete eucarístico y descuidando el ministerio insustituible del sacerdote en la misa”. El cardenal considera que la liturgia de los “kikos” no es “coherente” con el magisterio litúrgico del Papa.
Fuente: Diarios El Comercio, La Segunda y El Mundo.

Arquidiócesis de Arequipa

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Obispos de Arequipa

Antonio de Hervias OP (1577–1579) después obispo de diócesis de Verapaz.
Cristóbal Rodríguez Juárez (Suárez) OP (1612–1613)
Juan de las Cabezas Altamirano OP (1615 –1615)
Pedro de Perea Díaz OSA (1617–1631)
Pedro de Villagómez Vivanco (1632–1640) después arzobispo de Arquidiócesis de Lima
Agustín de Ugarte y Sarabia (1641–1648) después obispo de Diócesis de Quito
Pedro de Ortega Sotomayor (1647–1651) después obispo de las Diócesis de Trujillo y Cusco
Gaspar de Villarroel OSA (1651–1659) también obispo de Santiago de Chile (1638-1650) y después arzobispo de Arquidiócesis de Sucre (1659-1665)
Juan de Almoguera OSST (1659–1673 después Arzobispo de Arquidiócesis de Lima)
Juan de la Calle y Heredia O. de M. (1674–1676)
Antonio de León y Becerra (1677–1708), Obispo de Panamá (1672-1676), Trujillo (1676-1677)
Juan de Argüelles OSA (1711–1712)
Juan Bravo Otálora de Lagunas (1714–1722)
Juan Cavero de Toledo (1725–1741),  Obispo de Santa Cruz de la Sierra (1721)
Juan Bravo del Rivero y Correa (1743–1752), obispo de Santiago de Chile (1736-1742)
Juan González Melgarejo (1753–1754)
Jacinto Aguado y Chacón (1755–1762) después obispo de Diócesis de Osma
Diego Salguero de Cabrera (1763–1769)
Manuel Abad Yllana, O. Praem. (1771–1780)
Miguel de Pamplona González Bassecourt OFM Cap. (1781–1784)
Pedro José Chávez de la Rosa (1786–1805)
Luis La Encina Díaz y Pereiro (1805–1816)
José Sebastián de Goyeneche y Barreda (1817–1859) después arzobispo de Lima
Bartolomé Herrera (1859–1864)
Juan Benedicto Torres (1868–1880)
Juan María Ambrosio Huerta (1880–1896)
Manuel Segundo Ballón (1898–1906)
Mariano Holguin, OFM (1906–1943) después arzobispo

Arzobispos

Mariano Holguin OFM (1943–1945)
Leonardo José Rodríguez Ballón OFM (1946–1980)
Luis Sánchez Moreno Lira (1996–2003), Prelado de Yauyos (1968-1996)
José Paulino Ríos Reynoso (2003–2006)
Javier Augusto del Río Alba (2006- Presente)

Católicos de Arequipa

1. Las instituciones firmantes, que agrupamos a diversos colectivos de la sociedad civil de Arequipa, tenemos por finalidad la promoción y defensa de la dignidad humana, que incluye la protección de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y de la familia basada en la unión entre el hombre y la mujer.
2. La experiencia de estos años en nuestra labor diaria, con miles de personas de los diversos sectores de la sociedad, especialmente los más pobres, nos confirman que se trata de derechos y valores irrenunciables, pues cuando se les menosprecia o desconoce ocasionan graves consecuencias en el desarrollo armónico de los seres humanos y de la sociedad.
3. Por ello, reconocemos la importante labor que realiza la Iglesia a través de sus miembros, sacerdotes, religiosas y laicos, al transmitir la verdad sobre la naturaleza humana y ayudar a millones de peruanos a no dejarse engañar por corrientes y teorías que, originadas en el extranjero, atentan contra el bien común de nuestro país.
4. Nos sorprende que una persona que se considera miembro de la Iglesia Católica se exprese en contra de esos principios naturales, pilares de la convivencia humana y social y, de esa manera además, contradiga el Magisterio de la Iglesia a la que, por un elemental principio ético, debe fidelidad y respeto.
5. Esto es aun más grave cuando quien así actúa es un sacerdote, pues crea confusión no sólo entre el pueblo católico – que es la mayoría del país – sino entre la ciudadanía en general.
6. Rechazamos el injusto e irrespetuoso tratamiento que ciertas personas y medios de comunicación social vienen dando al Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, por la decisión de no renovar las licencias ministeriales al P. Gastón Garatea.
7. Rechazamos también los términos de la Carta Pública recientemente dirigida por el Rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú al Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de Su Santidad Benedicto XVI, a través de la cual se pretende responsabilizar al Cardenal Cipriani, Gran Canciller de esa Universidad, con la finalidad de seguir incumpliendo con su obligación de adecuar los Estatutos universitarios a las normas de la Iglesia Católica a la cual pertenecen y respetar la última voluntad de don José de la Riva Agüero.
8. Expresamos nuestro más firme apoyo y agradecimiento al señor Cardenal de Lima por el cumplimiento de su deber pastoral en beneficio de la Iglesia y el pueblo peruano.
ProMujer y Derechos Humanos
Vida Joven
Juventud ProVida
Asociación Vida y Familia
Ética y Derecho
Médicos por la Vida
Proyecto Esperanza- Universidad Católica San Pablo
Instituto para el Matrimonio y la Familia

Monseñor KaySurandino
El Obispo Prelado de Ayaviri, Monseñor Kay Schmalhausen Panizo SCV, se pronunció respecto a la no renovación de licencias ministeriales del Padre Gastón Garatea en la arquidiócesis de Lima: “con pena lo digo, pero el Padre Gastón, quien años atrás ha sido Vicario General en ésta nuestra Prelatura y a quienes ustedes conocen y le guardan cariño, en este asunto concreto no ha hecho las cosas bien”.
Además criticó algunos medios de comunicación “que no siempre son veraces ni informan con la verdad completa, sea por desconocimiento o a veces por agenda propia”.
En el lapso de varios años, el Padre Garatea “ha dado unas declaraciones que son contrarias a lo que como Iglesia creemos y defendemos y se ha expresado de modo impropio con respecto al Arzobispo de Lima, su Pastor”, dijo el Prelado.
El Obispo recordó además que “todo Pastor está puesto para guiar el rebaño de Dios, la Iglesia particular que le ha sido confiada. Debe cuidar la unidad al interior ese rebaño y la unidad de éste con la Iglesia Universal. Y si no lo hiciera haría muy mal”.
Monseñor Schmalhausen precisó luego que debe quedar claro “que el Sr. Cardenal (Juan Luis Cipriani) no lo ha suspendido. Le ha quitado las licencias, es decir no puede ejercer el ministerio en esa Arquidiócesis en particular. Pero sigue siendo sacerdote y si quisiera podría ir a otra diócesis“.
“Pero, ¿qué queremos que haga el Pastor? Si un sacerdote comienza a hablar no digamos en privado sino además públicamente a través de medios de comunicación cosas que no se condicen con nuestra fe y vida cristiana, ¿es que debe callar el pastor? ¿Y luego nosotros quedamos confundidos y ya no sabemos en qué ni quién creer?”, cuestionó.
A continuación explicó que el Cardenal Cipriani “tenía la obligación de llamarle la atención en privado. Cosa que ha hecho no una sino varias veces. Pero, ¿y si no hace caso? Pues tiene no digo el derecho sino el deber de actuar. Precisamente para salvaguardar y proteger la unidad de su rebaño. Y eso es lo que hizo con toda discreción”.
El Obispo dijo luego que “cuando tenemos un amigo que hace las cosas mal; debemos corregirle. Y si lo que hace mal además daña a otros, pues no podemos estar mirando, hay que intervenir. Y eso es lo que ha hecho el pastor de la Arquidiócesis de Lima. Y en esto hay que decir que ha hecho muy bien”.
“Y lamentablemente –por mucho que queramos al Padre Gastón– en esto tenemos que decir que él ha obrado mal”, agregó.
Finalmente pidió rezar por el Cardenal Cipriani “que está pasando por momentos muy duros al ser atacado injustamente con una campaña que está totalmente fuera de lugar” y por el Padre Garatea “para que reflexione, se de cuenta que no puede actuar de esta manera y que enmiende su conducta”.
Arquidiócesis de Cusco
El Arzobispo de Cusco Monseñor Juan Antonio Ugarte, respaldó la decisión del Cardenal Juan Luis Cipriani de no renovar las licencias al Padre Gastón Garatea, pues “es un tema que viene de hace bastantes años”.
“Ha habido una falta de prudencia del Padre Garatea al no seguir las indicaciones del Cardenal. Y el Cardenal entonces está obligado a no renovarle las licencias en Lima, porque hubo, previamente, conversaciones amistosas, cariñosas, insistentes y el padre no ha hecho caso”, afirmó.
El Prelado dijo que ha seguido de cerca el caso del sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones “y puedo decir que el Señor Cardenal ha llamado al Padre Garatea para conversar y decirle que por favor modere sus comentarios que difieren de la doctrina oficial de la Iglesia en el tema del celibato, etc.”.
“El Cardenal Cipriani está por encima de las simpatías o antipatías personales”, afirmó Monseñor Ugarte. Dijo que el Arzobispo de Lima actuó frente a una conducta contraria a la doctrina católica y se le advirtio “varias veces a lo largo de varios años”.
El Arzobispo de Cusco señaló que este caso fue llevado por la Arquidiócesis de Lima con total discreción y reserva. “No sé quién lo ha sacado en los medios y se ha armado un escándalo que me parece fuera de lugar”, refirió.
Monseñor Ugarte recordó que los católicos están llamados a obedecer el Magisterio de la Iglesia, la cual tiene en su interior canales para expresar las diferencias de opinión. “Si se quiere opinar hay canales especializados, como por ejemplo las revistas teológicas donde se podría emitir una opinión, pero no ventilarlo a la luz pública”, mencionó.
“En el tema concreto del celibato, el Papa Juan Pablo II dijo que ese tema ya no se toca, es una disciplina de la Iglesia. Es una praxis que se vive en la Iglesia durante muchísimos siglos. Por tanto la Iglesia dice que el celibato no va a cambiar y no es aceptable que un sacerdote se exprese de esa manera. En eso el padre Garatea ha sido poco prudente”, indicó.
Finalmente señaló: “lamento que Monseñor Bambarén haya dado declaraciones poco oportunas. Esta medida se ha exagerado, la han sacado en los medios y están haciendo escándalo. En cuestiones doctrinales los católicos no debemos estar divididos, tenemos que respetar la doctrina en torno al romano pontífice”.
Fuente: ACI Prensa.