Jesucristo es el Rey del universo

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Evangelio según San Juan 18,33b-37

En aquel tiempo, Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le respondió: “¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?” Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuese de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”. Pilato le dijo: “¿Entonces tú eres rey?” Jesús respondió: “Tú lo has dicho: Yo soy Rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”.

Reflexión del Papa Francisco

Jesús ha realizado el reino: lo ha hecho con la cercanía y ternura hacia nosotros.
[…] Después de su victoria, es decir después de su Resurrección, ¿cómo Jesús lleva adelante su reino? El apóstol Pablo, en la primera Carta a los Corintios, dice:
“Es necesario que Él reine hasta que no haya puesto a todos sus enemigos bajo sus pies” (15,25).
Es el Padre que poco a poco ha puesto todo bajo el Hijo, y al mismo tiempo el Hijo pone todo bajo el Padre, y al final también Él mismo.
Jesús no es un rey a la manera de este mundo: para Él reinar no es mandar, sino obedecer al Padre, entregarse a Él, para que se cumpla su diseño de amor y de salvación. De este modo existe plena reciprocidad entre el Padre y el Hijo.
El tiempo del reino de Cristo es el largo tiempo de la sumisión de todo al Hijo y de la entrega de todo al Padre. «El último enemigo en ser vencido será la muerte» (1 Cor 15,26). Y al final, cuando todo será puesto bajo la majestad de Jesús, y todo, también Jesús mismo, será puesto bajo el Padre, Dios será todo en todos.
La Palabra de Dios nos dice que cosa nos pide el reino de Jesús a nosotros: nos recuerda que la cercanía y la ternura son la regla de vida también para nosotros, y sobre esto seremos juzgados. Este será el protocolo de nuestro juicio. Es la gran parábola del juicio final de Mateo 25. El Rey dice:
“Vengan, benditos de mi Padre, tomen en posesión el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era forastero y me acogiste, estaba desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme” (25,34-36). Los justos le preguntaran: ¿cuándo hicimos todo esto? Y Él responderá: En verdad les digo: que cuanto hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mt 25,40).
La salvación no comienza en la confesión de la soberanía de Cristo, sino en la imitación de las obras de misericordia mediante las cuales Él ha realizado el Reino. Quien las cumple demuestra que ha recibido la realeza de Jesús, porque ha hecho espacio en su corazón a la caridad de Dios.
Al atardecer de la vida seremos juzgados sobre el amor, sobre la projimidad y sobre la ternura hacia los hermanos. De esto dependerá nuestro ingreso o no en el reino de Dios, nuestra ubicación de una o de otra parte.
Jesús, con su victoria, nos ha abierto su reino, pero está en cada uno de nosotros entrar o no, ya a partir de esta vida –el Reino inicia ahora– haciéndonos concretamente prójimo al hermano que pide pan, vestido, acogida, solidaridad, catequesis.
Y si verdaderamente amamos a este hermano o aquella hermana, seremos impulsados a compartir con él o con ella lo más precioso que tenemos, es decir ¡Jesús mismo y su Evangelio! (Homilía en a Solemnidad de Cristo Rey, 24 de noviembre de 2014).

Oración

Señor Jesús, gracias por inspirarme cada día con tus palabras de esperanzas y convertirte en mi compañero de luchas en cada uno de los desafíos que me toca enfrentar. A tu lado sé que puedo vencer.
Te declaro desde hoy como Dueño y Señor de mi vida, como Rey y Dador de todo lo que existe, porque tu poder es universal y reinas con amor, compasión y sabiduría desde tu trono celestial
Mi Dios, Te reconozco como el Rey del universo, como aquel que era, que vives y que has de venir para juzgar a todas las naciones con tu verdad y tu justicia divina y llevarnos a tu gloria para siempre.
Ven y toma todo lo que tengo guardado en mi corazón y aleja toda emoción conflictiva que me esté robando la paz y las ganas de continuar dando la batalla por ganarme una de las habitaciones del Cielo.
Señor, solo Tú eres el camino, la verdad y la vida. Tú eres aquel que derriba los muros del miedo y aumentas el valor y la fe a los que se sienten pecadores y sin esperanzas por alcanzar la plena felicidad.
Quiero que me ayudes a trascender mas allá de mis capacidades humanas, a ser espiritualmente fuerte en toda ocasión y a comprender que Tú estás por encima de todas las cosas.
Ven, Rey de gloria y de poder, a renovar mi vida, a disipar toda duda de mi corazón, a ser luz en medio de mis oscuridades, a guiarme en medio de las penumbras.
Ven, Rey del amor y la esperanza, quiero vivir unido a Ti, amándote, glorificándote, confiando y sintiendo la poderosa fuerza de tu presencia. Amén.Cardenal Juan Luis Cipriani en entrevista con RPP / Crédito: Arzobispado de Lima

Cardenal denuncia a grupo que “impone pensamiento” en la prensa de Perú

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Cardenal Juan Luis Cipriani, denunció que en medio de la crisis política que vive el país, existe un grupo que está “imponiendo su pensamiento a otro” y que para ello aprovecha su accesibilidad a los medios de comunicación.
“Yo veo un país agitado, muy duramente dividido, en la que hoy por hoy un grupo está imponiendo su pensamiento al otro. Hay un grupo que tiene mucha más facilidad para salir a los medios y ser escuchada su opinión”, denunció el Arzobispo de Lima en el programa Diálogo de Fe del 24 de noviembre, en RPP.
Sin embargo, recordó que, en una democracia y un estado de derecho, se “abre el campo a la libre oportunidad de no solo pensar, sino de hablar y de expresarse”.
“Pienso que cuando uno siente que es descalificado, es insultado y es agredido en su opinión, algo muy grave está ocurriendo. Me parece a mí que se ha polarizado el país de una manera que no le hace bien a nadie, ni al gobierno, ni a la oposición y menos al pueblo”, lamentó.
Por tal motivo, animó a los medios de comunicación a que se “abran un poco más la posibilidad de escuchar opiniones”, y a los diferentes poderes del Estado les pidió proveer justicia para todos en igual medida, sin favorecer a nadie en particular.
En los últimos meses la crisis política se agudizó con el pedido de asilo por parte del expresidente Alan García Pérez, que ingresó el sábado 17 de noviembre a la residencia del embajador de Uruguay en Lima.
García espera ahora la decisión del Gobierno del presidente uruguayo, Tabaré Vásquez, en medio de algunas protestas violentas y del pedido del Estado peruano para que no se conceda el asilo.
Esta situación agravó la tensión política existente en el país debido al enfrentamiento entre el gobierno del presidente Martín Vizcarra y la bancada mayoritaria del Congreso, Fuerza Popular, cuya líder, Keiko Fujimori, fue condenada a prisión preventiva por 36 meses por el presunto delito de lavado de activos.
Sobre el caso del expresidente García, el Cardenal Cipriani sostuvo que la figura del asilo político “es una herramienta de la democracia” y “no es una escapatoria, ni un agravio”; sino “simplemente una manera de defenderse cuando uno piensa que su derecho y su dignidad están en peligro”.
“Pienso que hay que respetar las formas. Igual digo en el caso de las prisiones preventivas. La gente tiene derecho a que primero se defienda y haya una sentencia. No se trata de decir Cipriani protege la corrupción. No señores, Cipriani protege el derecho de las personas y la democracia y el estado de derecho”, aclaró.
En ese sentido, el Cardenal resaltó que “no podemos simplemente decidir que el que defiende la figura del asilo y la figura del indulto, defiende la corrupción. No, eso es trampa”.
Al finalizar la entrevista en RPP, el Purpurado también exhortó para que, en la Solemnidad de Cristo Rey, que se celebra hoy, “Jesucristo nos dé paz, tenga misericordia, se compadezca de nosotros y nos ayude a dar lo mejor de nosotros”.
“Que Cristo reine en las almas y que vivamos con más paz y discrepancias, pero sin insultos. Agradezco mucho y les agradezco mucho. Que la bendición de ese Cristo Rey que mañana celebramos esté en sus hogares, en sus corazones. Calma, que país más bonito. Vivamos como hermanos”, concluyó.

Libertad religiosa

La Guerra de los Cristeros (1926-1929) fue una respuesta al ataque directo contra la fe católica por parte del presidente Plutarco Calles. La aplicación estricta de las reglas anticlericales de la Constitución Mexicana de 1917 fue conocida como la Ley Calles.
El presidente mexicano Plutarco Elías Calles abrazó una forma radical de ateísmo y socialismo que lo condujo a adoptar medidas drásticas para erradicar el catolicismo de México.
Es importante saber que Plutarco Elías Calles creció en medio de la pobreza y la privación. Fue el hijo ilegítimo de un padre alcohólico que no proveía de medios para cuidar a su familia y que más tarde los abandonó. Su madre, María de Jesús Campuzano, murió cuando él apenas tenía dos años. Entonces se encargó de él su tío, Juan Bautista Calles, del que tomó su apellido. Ateo ferviente, Juan Bautista inculcó a su sobrino un odio fanático contra la Iglesia católica.
Calles quiso erradicar el catolicismo y crear un nuevo modo de vida. Él leía a menudo libros y artículos de autores basados en la utopia socialista, y quiso lo mismo para México. Fue por esta visión por la que Calles decidió mantener a los Estados Unidos y a los gobiernos europeos al margen de los intereses petrolíferos de México. Quiso que México estuviera totalmente bajo el control de su gente y de su tierra.
Al principio, los fieles y la jerarquía adoptaron posturas pacíficas en su resistencia a la llamada Ley Calles.
El movimiento Cristero fue organizado por la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa o Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR). La LNDLR fue un grupo de derechos civiles y religiosos establecido en 1925.
Hubo diversas protestas pacíficas en todo México, organizadas por diferentes grupos. Además, se reunieron más de un millón de firmas que fueron presentadas ante el Congreso para pedir la abolición de la Ley Calles. En todo momento se encontraron con resistencia o fueron totalmente ignorados. El último recurso para resistir el ataque fue a través de un boicot económico que fue un éxito; sin embargo, el Gobierno, viendo el poder que adquirían y el efecto económico que resultaba del boicot, lanzó un ataque más directo contra la Iglesia mediante arrestos, intimidaciones y ejecuciones.
Los obispos mexicanos trabajaron incansablemente para modificar la Ley Calles. El Papa Pío XI aprobó esta acción. Al no poder llegar a un acuerdo con el régimen Calles, y con el fin de evitar enfrentamientos y derramamiento de sangre, los obispos pidieron a la Santa Sede permiso para suspender el culto Católico el 31 de julio de 1926 –la víspera de la entrada en vigor de la ley.
Más tarde, el Papa Pío XI escribió una carta encíclica al clero y a los fieles de México para infundirles coraje y esperanza durante esta persecución. La Santa Sede no podía hacer mucho más. El 18 de noviembre de 1926 el Papa mandó su carta encíclica Iniquis Afflictisque (sobre la persecución de la Iglesia en México) ofreciendo oraciones y ánimos durante este momento difícil.
La resistencia armada comenzó en 1927 en Los Altos, Jalisco, y se difundió por todo México hasta llegar a convertirse en una auténtica guerra civil.
Los primeros levantamientos para defender la libertad religiosa en México tuvieron lugar el 1 y 2 de enero de 1927, en el norte del estado de Jalisco (Los Altos). Este suceso fue el primero que tuvo éxito en rechazar a las tropas del gobierno. Esta victoria le dió ánimos al movimiento, por lo que siguieron más levantamientos en esta zona.
Una vez se vencieron las primeras batallas, los estados de alrededor siguieron los mismos pasos; pero no fue hasta que la Liga Católica contrató al General Enrique Gorostieta cuando estos levantamientos esporádicos se convirtieron claramente en un ejército Cristero.
En este momento, gran parte de México estaba involucrada en la Guerra Cristera, con la excepción de unos pocos estados que no vieron ningún levantamiento porque no se dio la persecución allí. Se estima que unos 25,000 Cristeros perdieron la vida durante los tres años que duró esta guerra, y aproximadamente unos 65,000 soldados del Gobierno.
La Iglesia reconoce un gran número de mártires de la Guerra Cristera, incluyendo al beato Miguel Augustín Pro, un jesuita muerto de un disparo el 23 de noviembre de  1927; el beato José Sánchez del Río, un cristero de quince años de edad, que fue ejecutado el 10 de febrero de 1928, el beato Anacleto Gonzalez Flores, líder de la resistencia pacífica, que fue ejecutado el 1 de abril de 1927. el padre Pro fue beatificado en 1988, 25 mártires fueron canonizados en 2000, y 13 beatificados en 2005 (incluyendo a Gonzalez Flores y Sánchez del Río).
El embajador de Estados Unidos en México ayudó a negociar una tregua entre el gobierno de México y los Cristeros, pero esto no terminó con la persecución de los líderes Cristeros o de la Iglesia.
El embajador americano Dwight Morrow fue el medio por el que llegó la tregua a esta guerra. En uno de las distintas reuniones que mantuvo con el presidente Calles, el embajador ofreció apoyo militar a cambio de petróleo para que terminara la guerra de una vez por todas. Al final, sin embargo, dependió de las habilidades diplomáticas del clero católico y de los laicos para negociar el acuerdo de paz que terminó con la Cristiada.
Tristemente, la tregua firmada por el gobierno mexicano y la Iglesia Católica fue, sin duda, una trampa para los cristeros. El régimen de Calles rompió rápidamente la promesa de cumpir los compromisos acordados, y durante los tres primeros meses después de la tregua, más de 500 líderes y 5,000 cristeros fueron ejecutados. Murieron más líderes cristeros durante ese breve periodo de tiempo que durante tres años de guerra.
El abogado mexicano católico exiliado Octavio Elizonde, afirmó en una carta que a petición del Vaticano los cristeros se desarmaron y aceptaron la “tregua” (acuerdos) presentada por el gobierno mexicano. En obediencia al Vaticano depusieron las armas, sólo para ser cazados y ejecutados.
El presidente Calles fue responsable de la masacre, ya que continúo manteniendo el control del Gobierno desde la sombra y controló el futuro de México hasta 1934. Lázaro Cárdenas ganó la presidencia y ya no quiso ser la marioneta de Calles.
Nadie es capaz de explicar adecuadamente el odio extremo e irracional de Calles contra la Iglesia. Quizás fue una combinación de codicia y de ideología jacobina. En cualquier caso, Cárdenas también odió a la Iglesia, pero su fanatismo fue más pragmático y los tiempos habían cambiado a mitad de los años treinta.
De acuerdo a la investigación del padre Brian Van Hove, unos 40 sacerdotes fueron asesinados en México entre 1926 y 1934. Incluso en 1935, seis años después de la “tregua”, unos 2,500 sacerdotes se vieron obligados a esconderse y seis obispos vivieron en el exilio. En 1926, había 3,000 sacerdotes en México, y en 1934, quedaban solo 334.
Si bien las leyes anticlericales siguen formando parte de la Constitución Mexicana, el Gobierno no obliga a cumplirlas.
Todavía quedan algunos artículos “anticlericales” en la Constitución, pero el gobierno prometió no imponerlas de nuevo. Nota del Editor: No fue hasta 1940, cuando el católico Manuel Ávila Camacho llegó a presidente, cuando la imposición de las leyes anticlericales de la Constitución Mexicana se relajó definitivamente.
La relación entre el Estado y la Iglesia mejoró hace pocos años. El ex presidente Vicente Fox y el actual, Felipe Calderón, son católicos, y han sido más indulgentes con la Iglesia, hasta el punto de restablecer las relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Fuente: www.es.aleteia.orgBeato Miguel Pro rezando antes de su ejecución.

Beato Miguel Pro SJ

El Beato Miguel Pro SJ nació el 13 enero 1891 en Zacatecas México. Desde pequeño fue virtuoso y alegre. Entró en el noviciado jesuita a la edad de 20 años y fue exilado durante la revolución mexicana.
Fue ordenado sacerdote en Bélgica en 1925, a la edad de 36 años. Regresó a México en 1926 sabiendo que la Iglesia era perseguida y que correría grave peligro.
Ejerció un intenso ministerio bajo la persecución hasta que en el 1927 fue acusado falsamente de estar involucrado en un atentado contra el dictador Plutarco Elías Calles.
Antes de que lo fusilaran perdonó a sus asesinos.
Murió el 23 de noviembre de 1927 gritando, como muchos otros mártires mexicanos, “Viva Cristo Rey”.
Fuente: ACI Prensa.

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