Evangelio según San Juan 15,9-17.
Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»
Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado.
No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.
Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros».
San José Maria Rubio y Peralta SJ
Es un santo jesuita español, canonizado por Juan Pablo II y calificado de “apóstol de Madrid” por el arzobispo de Madrid, Eijo y Garay.
Hijo de agricultores y mayor de trece hermanos, fruto del matrimonio de Francisco Rubio y Mercedes Peralta, vivió una infancia de tradicional marco religioso en el pueblo almeriense de Dalías, hasta que ingresó en el seminario de Almería, entre 1876 y 1879; otro de Filosofía y cuatro de Teología en Granada (1879-1886), donde le apadrina y protege el profesor y canónigo Joaquín Torres Asensio, a quien no abandonará mientras viva. Por traslado de su mentor a la capital, estudia quinto de Teología en Madrid (1886-1887), donde obtiene la licenciatura.
Ordenado sacerdote, celebra su primera misa el 12 de octubre (1887) en el altar de la conversión de san Luis Gonzaga de la entonces catedral de San Isidro de Madrid, diócesis en la que trabajó tres años, como coadjutor en Chinchón (1887-1889) y párroco en Estremera (1889-1890). En ambos pueblos se destacó por su extrema austeridad, su catequesis de niños y servicio a los más pobres.
Capellán luego de las religiosas Bernardas en la iglesia del Sacramento de Madrid, entonces parroquia de la Almudena, comenzó a señalarse por su actividad en los suburbios de la capital con los traperos y las “modistillas”. Enseñó además literatura latina, metafísica y teología pastoral (1890-1894) en el seminario de Madrid y actuó como notario y encargado del registro de la vicaría de esta diócesis. Un viaje como peregrino a Tierra Santa y Roma (1904) le deja huella indeleble. En este periodo se definía a sí mismo como “jesuita de afición”, ya que desde sus tiempos de estudiante de teología en Granada había deseado pertenecer a esta Orden, hasta el punto de llegar a ser confundido como tal entre los espectadores anticlericales que organizan el famoso tumulto tras la representación teatral de la “Electra” de Galdós.
Fallecido su protector Torres Asensio, logra realizar su viejo deseo de ingresar en la Compañía de Jesús en Granada, donde, tras el noviciado (1909), repasó un año teología y tuvo una experiencia pastoral en Sevilla (coincidiendo en la residencia con los también jesuitas Francisco de Paula Tarín y Tiburcio Arnaiz, ambos con fama de santidad). Terminada la tercera probación (1910-1911) en Manresa (Barcelona), fue destinado a Madrid, en cuya casa profesa de la calle la Flor Baja residió el resto de su vida.
Hombre de carácter retraído y sencillo, de gran caridad e incansable entrega al trabajo, sobresalió como predicador (aunque no por sus dotes oratorias) y como confesor asiduo, que provocaba largas colas de fieles, quienes buscaban en él además acompañamiento y ayuda espiritual. Pese a carecer de brillantes cualidades humanas, que contrastaban con sus compañeros de casa los académicos de la Historia y la Lengua, padres Fita y Coloma, su eficacia y fama creció en poco tiempo en toda la ciudad. Se señaló por su amor a los pobres, a los que se adelantaba a socorrer. Desarrolló su obra evangelizadora en pueblos y suburbios, retomó la obra de las «Marías de los Sagrarios» iniciada por don Manuel González García, fundó y organizó varias asociaciones, como la «Guardia de Honor del Sagrado Corazón» y las escuelas sociales del barrio de la Ventilla, ayudado por los jóvenes maestros Juan y Demetrio de Andrés, conocidos como “los mártires de la Ventilla”, que morirán asesinados durante la Guerra Civil de 1936.
Murió en Madrid, el 2 de mayo de 1929, sentado en una butaca de pino, después de haber ordenado quemar sus apuntes espirituales. Cuando murió, el arzobispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, lo calificó de “apóstol de Madrid” y escribió una pastoral proponiéndolo como modelo al clero de su diócesis.
En vida se le atribuyeron hechos prodigiosos, como bilocaciones, curaciones, profecías y videncia; algunos, tal vez, legendarios, pero otros ratificados por numerosos testigos.
Sin embargo, lo que domina en su recuerdo es el testimonio de su ejemplo y su palabra junto al mensaje de que la santidad está al alcance de todos por el sencillo camino de entrega a la voluntad de Dios. Su máxima preferida era: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”.
Beatificado por Juan Pablo II en Roma (6 de octubre de 1985) y canonizado en Madrid por el mismo pontífice (4 de mayo de 2003), sus restos son venerados en la iglesia de San Francisco de Borja y del Sagrado Corazón de la Compañía de Jesús en Madrid. El hecho extraordinario, considerado como milagro por la Congregación para la Causa de los Santos en orden a su canonización, fue la curación de un cáncer de pulmón del jesuita madrileño José Luís Gómez Muntán (1988).
Fuente: Wikipedia.
De ETA a la conversión: “Dios es testigo de que estoy profundamente arrepentido”
El exmiembro de la banda terrorista ETA, José Luis Álvarez Santacristina, alias Txelis, concedió una entrevista a la Revista Misión en la que asegura que tras un encuentro con Dios está “arrepentido”.
El pasado jueves 3 de mayo, ETA anunció “el fin de su trayectoria” y que “ha desmantelado totalmente sus estructuras”. La historia de esta banda terrorista se salda con 873 fallecidos.
Txelis fue miembro de ETA desde los inicios en 1968, e ideólogo de la kale borroka, que es el término que se emplea para designar la violencia callejera realizada por simpatizantes de la banda. Poco después de su detención en 1992 comenzó a disentir de la lucha armada, hasta que finalmente en el año 1998 fue expulsado de ella.
En la entrevista publicada en el año 2017, el exterrorista asegura que leer el Nuevo Testamento y el acompañamiento de un sacerdote fueron definitivos para “la gracia de poder comenzar a reconducir mi vida por la senda del Evangelio” y emprender “un largo recorrido de conversión y arrepentimiento”.
“Mi historia es la de una gracia concreta y palpable, porque la fe me enfrentó a cosas peores que el miedo a un supuesto infierno: dar un sí definitivo a la fe de Jesús de Nazaret me suponía arrepentirme hasta la médula de los actos a los que pude contribuir en mi época de militancia en ETA, a rechazar la violencia y a decirlo claramente”, explicó.
Actualmente Txelis está en libertad condicional y trabaja en un centro educativo del País Vasco (España) ayudando a menores con dificultades.
“Soy consciente de la responsabilidad moral que conlleva haber sido durante años militante de ETA; Dios es testigo de que estoy profunda y sinceramente arrepentido”, aseguró .
En la Revista Misión, Txelis da siete consejos para pedir perdón:
1. “La petición de perdón, para ser auténtica y reparadora debes hacerla, ante todo y sobre todo, desde el sufrimiento de la víctima, desde la conciencia del dolor generado, a veces de forma irreparable, en ella y en sus familiares”.
2. “Recuerda que pedir perdón de forma sincera no obliga a la víctima a tener que otorgarte su perdón, ni siquiera escucharte. Quien pide perdón de verdad no espera necesariamente que se le otorgue el perdón, porque es consciente del daño infligido, y de la dificultad, a veces enorme, de la víctima o sus familiares para poder perdonar”.
3. Aunque pedir perdón no constituye una exigencia para la víctima, puede ser una oportunidad para que la memoria del daño sufrido se asiente, se avancen en la labor de duelo cuando se ha sufrido la pérdida de un ser querido o graves heridas físicas y morales y se construya una paz reparadora.
4. Pedir perdón es un acto de humildad, pues te reconoces radicalmente falible y responsable del mal causado a alguien; no echas balones fuera, no buscas excusas: reconoces simple y llanamente tu error o el mal causado.
5. También es un acto de valentía porque, lejos de toda arrogancia o sumisión deshumanizante a presiones externas, te atreves a enfrentarte al mal que has provocado.
6. Piensa que pedir perdón es un acto genuinamente humano, que muestra nuestra capacidad de reconocer el daño causado ante quienes lo han sufrido. Al pedir perdón inicias un proceso de reparación del daño y, a su vez, te reconcilias contigo mismo, con lo más profundo de tu dignidad. Eso sí, pedir perdón no responde, en primera instancia, a una necesidad psicológica o social que tengas, sino a un deber de conciencia para con tu víctima”.
7.“Si pides perdón, no sólo pides algo, también ofreces algo, por pobre que parezca en comparación con el daño infligido: ofreces humildad, sinceridad, remordimiento y empatía con el dolor de la víctima y su familia, muestras tu pesar por el mal cometido. Y, sobre todo, manifiestas tu firme voluntad de no volver jamás a realizar un acto semejante. En definitiva, ofreces y muestras tu sincero arrepentimiento.
Fuente: ACI Prensa.