No hizo lo que predicaba
Se habría ocultado desde hace 32 años la doble paternidad de un obispo. Betty Esther Navarro Guzmán aseguró ser la madre de dos hijos del fallecido obispo auxiliar de Piura y Tumbes, monseñor César Augusto Beuzeville Ferro, producto de supuestas violaciones a las que habría sido sometida. Ella busca justicia para que sus hijos sean reconocidos como descendientes del desaparecido obispo. ‘Tenía 17 años y era catequista, el me hacia ayudarlo y uno de esos días me hizo tomar vino, cuando desperté estaba sin ropa interior. El (obispo) me dijo que yo le pertenecía’, aseguró la mujer. Agregó que los ataques continuaron y que producto de ellos resultó dos veces embarazada, de su hija Dennis, hoy de 32 años, y luego Josué, de ahora 27 años. Para ocultar su gran ‘pecado’, el obispo -según dijo- decidió firmar a los dos niños con el apellido de ‘Benavente’ y llevárselos junto a su madre a Tumbes. Varios años después, sus hijos fueron inscritos en una segunda partida con el apellido Beuzeville, pero del sobrino del obispo, Alfonso Beuzeville. ‘Lo hicieron para que no reclamara’, recalcó. No contenta con ello, la madre de familia hizo que el obispo firmará un testimonio de paternidad de sus dos vástagos, antes de que muriera de cáncer. ‘Busco que mis hijos tengan una nueva partida donde se reconozca que su padre es el obispo, pero nos rechazan las demandas’, sostuvo.
Fuente: Diario Ojo.
Hay que hablar del que no quiso hablar de sí mismo
Por Francisco Chamberlain SJ.
Escribo estas líneas en la mañana del 14 de septiembre, a un mes de la muerte de Monseñor Augusto, a pocas horas también de la misa que recuerda a este buen hombre y que celebra su vida de fidelidad a su Señor y, por eso, fidelidad al pueblo pobre del Perú.
La noticia de la muerte de Monseñor Augusto me llegó a mí tarde, y creo que así fue para muchas personas que lo recordaban con cariño y aprecio. Murió en silencio, un silencio que ahora pienso fue una de las notas fundamentales de su vida. Un silencio y una ausencia de querer ser el centro de atención, que marcaba su estilo de estar y de servir a la gente.
En diciembre de 1990 escribí una breve semblanza de Monseñor Augusto al momento de su nombramiento como obispo auxiliar de Piura y Tumbes, con residencia en Tumbes (1). En ella recordé algunas de las experiencias con Monseñor Augusto cuando era obispo auxiliar de Lima, encargado de la Iglesia en el Cono Este de la ciudad. Quiero recordar un trozo de lo que escribí hace ya catorce años:
“Monseñor Augusto ha sabido vivir el ministerio episcopal como un servicio a la Iglesia y al país. Y eso durante muchos años ya. El testimonio de servicio que Monseñor Augusto nos ha dado tiene mucho que ver con su cercanía a los pobres, a sus sufrimientos. Tengo la impresión de que la experiencia de la muerte de los obreros de la fábrica de Cromotex ahí por los años 70, el acompañar en ese momento a las comunidades cristianas de Vitarte, a los familiares de las víctimas y los dirigentes sindicales, fue para Monseñor Augusto una experiencia en algo semejante a lo que fue para Monseñor Oscar Romero la muerte del sacerdote Rutilio Grande: una experiencia de la injusticia que sufren los pobres, que ha marcado profundamente su vocación episcopal. Porque si hay algo que destacar en el ejercicio episcopal de Monseñor Augusto es precisamente su sensibilidad, su corazón abierto a los sufrimientos de su pueblo.
Su caminar con los obreros de Cromotex es un ejemplo de ello. Su decidido apoyo y activa colaboración en las Jornadas de Ayuno y Oración, la participación de Monseñor Augusto en los esfuerzos por la paz, desde CEAS, desde la Comisión de Paz, en las investigaciones de los terribles sucesos de Cayara en Ayacucho, son todas ellas expresiones del compromiso cristiano de Monseñor Augusto con la defensa de la vida de su pueblo.”
Hay otras iniciativas de defensa de la vida de los pobres que deben mucho a Monseñor Augusto, especialmente en el campo de la salud. Augusto fue el primer obispo encargado de DEPAS, el departamento de salud de la Conferencia Episcopal. Fue también un decidido impulsor de PRO-VIDA, que alentaba la creación de los botiquines parroquiales y el acceso en ellas a medicinas a bajo precio.
Quiero recordar aquí dos momentos importantes de la presencia de Monseñor Augusto en la vida de El Agustino, importantes especialmente para mí. El primero sucedió en 1988, en el desalojo de 250 familias de uno de los últimos terrenos vacíos en el distrito. En la semblanza de Augusto que hice en 1990 toqué este momento en la vida del distrito y de la parroquia, pero curiosamente no puse uno de sus gestos más sencillos y al mismo tiempo más reveladores de su calidad como persona. Sabíamos que había un número de personas detenidas en el desalojo y que los habían llevado provisionalmente a la comisaría local antes de trasladarlos a Seguridad de Estado, entre ellas una religiosa enfermera francesa cuyo “delito” era que hubiera ayudado a la gente afectada por los gases, especialmente a los niños.
Augusto y yo fuimos a la comisaría para abogar por la gente detenida. El comisario nos recibió cortésmente, nos explicó que de todas maneras los detenidos tenían que ser trasladados a Seguridad de Estado. Después de conversar con los detenidos en la celda en la parte posterior de la comisaría, Augusto y yo caminamos a la puerta de la comisaría, pero antes de salir a la calle el comisario nos detuvo y dijo a Monseñor Augusto: “Monseñor, Ud. por supuesto está libre, pero el Padre Francisco no puede salir de la comisaría.” Augusto respondió sorprendido: “¿El Padre está detenido?” “No, Monseñor, está, digamos, retenido; no queremos que salga de acá.” Inmediatamente Augusto replicó: “Bueno, señor, si el Padre está retenido, yo también estoy retenido. No salgo de aquí sin el Padre.” De ahí pasamos las siguientes cuatro horas sentados en la oficina del comisario hasta que nos permitieron salir. Se trata de uno de los muchos gestos de solidaridad efectiva que caracterizaba el estilo pastoral de este buen hombre.
El segundo momento que quiero recordar aquí sucedió casi un año y medio después, en octubre de 1989. A inicios de octubre tuvo lugar el primer asesinato en el distrito por parte de Sendero Luminoso de un dirigente popular, en este caso una mujer, María Elías de Huapaya.
Al día siguiente de esta tragedia, en la noche, nos reunimos personas de las comunidades cristianas, de los comedores populares y organizaciones vecinales para ver juntos cómo responder a este asesinato. Se decidió hacer una marcha por la paz el domingo en la tarde. Yo tuve el encargo de pedirle a Monseñor Augusto que presidiera la marcha, pedido éste que Augusto aceptó inmediatamente.
La marcha se organizó en pocos días y, a pesar de la premura del tiempo, se logró reunir unas 1,500 personas. La marcha fue presidida de una banderola grande que decía, “No matarás, ni con hambre, ni con balas”, un lema que venía de Colombia, pero que por primera vez se empleó en el Perú. Henry Pease marchó con nosotros ese día. Quizá por eso, el “No matarás ni con hambre ni con balas” se convirtió en el lema de la marcha multitudinaria contra el Paro Armado de Sendero, convocado semanas después, en noviembre, por un frente amplio de organizaciones políticas que incluyó al propio Henry Pease y a Mario Vargas Llosa, a organizaciones sociales y de defensa de los derechos humanos como “Perú, Vida y Paz”.
Detrás de la banderola aquel domingo en El Agustino, marchaba Augusto Beuzeville, vestido de alba, estola, mitra y báculo, símbolos del pastor que caminaba con la gente y comulgaba con su miedo y con su protesta contra el asesinato. Al final de la marcha, una señora de los comedores me acercó y me dijo: “Padre Francisco, ¡qué gusto me da ese obispo! Camina con nosotros y nos entiende.”
Creo que lo que dijo esa señora resume todo lo que he querido decir en estas líneas. Un hombre con un corazón sensible al dolor de la gente, lo que en el Evangelio se llama compasión. Por eso, caminaba con su pueblo y por eso también la gente sabía que entendía, un entendimiento de cabeza sí, pero también y sobre todo de mucho corazón.
Termino estas líneas en la mañana después de la misa de mes del fallecimiento de Augusto. Una de las oraciones en la misa pedía la misericordia del Señor y el perdón de los pecados. Yo en mi interior pensaba que si una persona como Augusto no alcanza la misericordia del Señor, el cielo va a estar bastante vacío de inquilinos. Más bien, debemos alegrarnos por el don de la plenitud de la vida que ahora goza el buen amigo y obispo, Augusto Beuzeville. Y debemos pedirle que siga abogando por este país y su Iglesia.
Nota:
(1) “He venido para ver si hay algo que hacer: Semblanza de Monseñor Augusto Beuzeville”, en Páginas, No. 106 (Diciembre, 1990), pp. 110-112.
1992 -1993: Sendero, el principio del fin
Por CÉSAR REÁTEGUI- Diario EXPRESO.
Edmundo Cox Beuzeville (a) “Federico” asumió el mando del “Comité Central Metropolitano”, dirigió aniquilamientos selectivos y terminó tras las rejas.
Agentes de inteligencia infiltrados en universidades terminaron con su proselitismo.
Las últimas semanas de 1992 gran parte de los cabecillas de Sendero estaban tras las rejas, muchos de ellos delatados por terroristas que se habían arrepentido siendo acogidos en las instalaciones del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) a iniciativa del entonces jefe de ese organismo castrense, coronel EP (r) Alberto Pinto Cárdenas, con aprobación del expresidente Alberto Fujimori.
Consecuentemente y ante los inevitables reveses sufridos por los “Comités del Centro” (Junín y Pasco), “Principal” (Ayacucho, Huancavelica, Apurímac), “Metropolitano” (Lima, Ica y Callao) y otras regiones de menos relevancia, la banda maoísta quedó con serias carencias para cumplir el objetivo estratégico anhelado por Guzmán: trasladar la guerra del campo a la ciudad y asaltar Lima aplicando su plan de estrangulamiento.
La siniestra operación iba a ejecutarse activando simultáneamente tres anillos concéntricos a nivel departamental, provincial y distrital (conos periféricos de Lima), señala José Páez Warton, estratega del desactivado Comando Operativo del Frente Interno (COFI) del sector Defensa.
Fue así que entre diciembre de 1992 y febrero de 1993 los esbirros de Abimael Guzmán se reunieron en las afueras de Lima y establecieron un nuevo plan estratégico en los siguientes términos: nombrar un “Comité Central de Emergencia”, mantener la campaña en defensa de la jefatura (Abimael Guzmán), continuar la “guerra popular” y materializar el “VI Gran Plan” aprobado meses antes por el presidente “Gonzalo”.
Asimismo, retomar el principio “campo, lo principal, y ciudad, complemento”, y, finalmente, reforzar el trabajo político en los gremios, sindicatos, universidades y organizaciones barriales.
“Es muy probable que al término del criminal cónclave se haya elegido a Oscar Ramírez Durand (a) ‘Feliciano’, como sucesor de Abimael”, indica Páez Warton.
“FEDERICO”
En lo que concierne al “Comité Regional Metropolitano”, al ser detenido en la primera semana de noviembre de 1992 Mario Gilvonio (a) “Alfonso”, mando militar de dicha organización genocida, fue reemplazado de inmediato por Edmundo Cox Beuzeville (a) “Federico”, quien como narramos en ediciones anteriores, junto con su esposa Vasty Miriam Lescano Ancieta (a) “Ivón” sembraron terror y sangre en Puno. Sujeto emparentado con un personaje de la alta jerarquía eclesiástica y que era hasta entonces del buró político senderista.
De otro lado, por confesión de un dirigente arrepentido de Sendero, se supo que después de la captura de Abimael se fusionaron “Socorro Popular” y el “Comité Regional Metropolitano” con la finalidad de repotenciar las acciones terroristas en nuestra capital. Es así que cuando “Feliciano” tiene el control de SL lo encuentra totalmente reforzado y hasta agosto de 1993 en que fue detenido, se llevó a cabo el “VI Gran Plan”, programado con anterioridad por Guzmán. Es decir, las escaladas terroristas que se produjeron en mayo, junio, julio y agosto y que dejaron un saldo de numerosas víctimas y destrucción de locales públicos y privados.
Asimismo, dirigió los asesinatos de humildes comuneros en provincias, especialmente en Huaral, donde dispuso a sangre y fuego la intensificación del trabajo de masas en los asentamientos humanos de la zona. “Muchos dirigentes comunales fueron brutalmente torturados por oponerse a ‘Federico’”, reveló un terrorista arrepentido.
Sucedió a Cox Beuzeville (a) “Federico” el sanguinario Abdón Cruzatt Cárdenas. Él y Jeny Rodríguez Neyra (a) “Rita” pertenecían a “Socorro Popular”.
Ambos continuaron la ola de crímenes selectivos a nivel de todo el departamento de Lima. Esa nueva oleada de atentados y aniquilamientos selectivos continuó hasta mediados de diciembre de 1993. A diario eran hallados los cuerpos de dirigentes vecinales acribillados a tiros con carteles en los que se leía: “Así mueren los perros reaccionarios”, entre otras frases características de los secuaces de Sendero.
Las incursiones a asentamientos humanos como Huaycán se repetían a diario, al igual que los ataque a puestos policiales, acciones petardistas y labor proselitista.
EN EL HUALLAGA
Como resultado de las constantes operaciones militares del Ejército, terroristas del “Movimiento Revolucionario Túpac Amaru” desaparecieron del Huallaga y la selva central. Ello propició la expansión de las huestes senderistas que acrecentaron su accionar criminal y ocuparon zonas antes dominadas por el MRTA.
SL había sometido al campesinado, dando muerte a cientos de sus líderes comunales y obligaron a muchos de ellos al cultivo de la hoja de coca. Rápidamente tuvieron presencia en Tarapoto y Juanjuí, donde se inició una campaña pro senderista.
Su objetivo fue llegar al Bajo Huallaga y al norte de San Martín y luego, con una fuerza de más de 1,500 genocidas, Sendero tuvo presencia en las provincias de Huacaybamba, Leoncio Prado y Marañón, en Huánuco.
Igualmente, Padre Abad y Ucayali, lugares donde la Ley de Arrepentimiento tuvo poco efecto, pues solo se entregaron 38 subversivos y ninguno era mando político o militar.
Todos confirmaron el nexo entre los carteles colombianos y Sendero. Además confesaron que los campesinos cocaleros era obligados a entregar sus cosechas e incluso a trabajar en laboratorios de elaboración de pasta básica de cocaína dirigidos por “colochos” (colombianos).
En el Huallaga estaba la base principal del “Ejército Guerrillero Popular” (EGP), compuesta por vándalos de la denominada “Fuerza Principal”, unos 500 asesinos muy bien armados; la “Fuerza Local”, con otros 300, y una tercera agrupación conformada por 15 “Comités Populares”, todos subvencionados con dinero producto de la alianza con el narcotráfico.
Una apreciación de analistas del desaparecido Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) indica: “El Ejercito Popular de Liberación -como se hacían llamar a raíz de la caída de Guzmán- habría culminado efectuando cambios en sus principales mandos, en un proceso de recuperación de cuadros”.
CAEN BASTIONES
A excepción de Chanchamayo (selva central), en las provincias de Junín los seguidores de Guzmán –tanto en el campo militar como político- fueron desapareciendo paulatinamente.
En las provincias mencionadas líneas atrás Sendero ejecutó 42 acciones genocidas en 1993, con un saldo de 45 muertos y 27 heridos.
En cambio, en 1991 había perpetrado 315 atentados, dando muerte a 143 personas, esto significó un descenso equivalente a un octavo, en cuanto a acciones, y poco menos de un tercio, respecto al costo social, según un análisis de inteligencia de Páez Warton.
“En el campo político, el Comité Regional Centro sufrió un impactante revés, con la captura de Rosa Angélica Salas (a) ‘Mila’, quien era muy cercana a Elena Iparraguirre Revoredo (a) ‘Miriam’, que desde antes de la captura de Abimael estaba en esa región trabajando en la recomposición de la organización terrorista”, afirma el experto.
Explica que la banda maoísta había perdido paulatinamente presencia en sus bastiones de la Universidad Nacional del Centro (Huancayo) y sobre todo en el magisterio, donde “construyó su capacidad operativa y articuló sus niveles de dirección”. Paralelamente, dejó de realizar proselitismo en las zonas marginales de la capital huanca.
En resumen, Junín se vio liberada de la influencia senderista como consecuencia del acercamiento del Ejército a la población y a operaciones psicológicas diseñadas desde el SIN por Vladimiro Montesinos, quien en varias oportunidades se trasladó a la sierra central para mantener diálogos sostenidos con arrepentidos, en su mayoría estudiantes universitarios y campesinos.
RONDEROS
En las provincias de Huanta, La Mar y Huamanga, en Ayacucho, continuaron las incursiones sediciosas, causando dolor y muerte en las comunidades campesinas. No obstante, los ronderos cumplieron un importante rol de contención psicológica, fortalecido por el uso de armas entregadas por el Ejército.
En la capital ayacuchana el proselitismo y difusión del “pensamiento Gonzalo” se esfumó debido a la infiltración de agentes de inteligencia militar en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, donde muchos años atrás Abimael Guzmán planificó y organizó el movimiento “Iniciación de la Lucha Armada” (ILA), que dio origen a Sendero Luminoso.