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Evangelio según San Mateo 21,28-32.
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
“¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña’.
El respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: ‘Voy, Señor’, pero no fue.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?”. “El primero”, le respondieron. Jesús les dijo: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él”.
San Francisco de Asís, santo intercultural: 4 de octubre
Cada 4 de octubre se celebra la fiesta de San Francisco de Asís, uno de los santos más conocidos y queridos de la Iglesia, y cuyo nombre fue tomado en su honor por el Papa Francisco.
Aquí 12 hechos fascinantes que quizá no conocías de su vida:
1. Los retratos más antiguos de San Francisco se encuentran en Italia
El primero se encuentra en el monasterio benedictino de Subiaco. Lo hicieron durante una visita al monasterio; en éste San Francisco no tiene aureola ni estigmas.
El segundo fresco se halla en la Basílica inferior de Asís y fue pintado por Cimabue. El fresco completo representa a la Virgen con el Niño, cuatro ángeles y San Francisco.
2. Se le llamó Francisco por el pueblo de Francia
Su padre, Pedro Bernardone, fue un comerciante que trabajaba en Francia. Como se encontraba en dicho país cuando nació su hijo, la gente le apodó “Francesco” (el francés), por más que en el bautismo recibió el nombre de Juan.
3. Fue prisionero de guerra durante un año
Cuando tenía cerca de 19 años, antes de su conversión, se unió al ejército y luchó en una guerra que se libró entre las ciudades de Perugia y Asís. Fue hecho prisionero durante un año, pero finalmente fue liberado ileso.
4. Su vida se inspiró en Mateo 10,9
En Mateo 10,9, Jesús dice a sus discípulos: “no lleven oro, plata o monedas en el cinturón” cuando viajen para predicar el Evangelio. Se sintió inspirado a hacer lo mismo y comenzó a viajar para predicar el arrepentimiento en pobreza.
5. En el plazo de un año ganó 11 seguidores
Para el año 1210 había 12 de ellos en total, es decir, igual número que los apóstoles. Entonces, Francisco redactó una regla breve e informal que consistía principalmente en los consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Con ella se fueron a Roma a presentarla para la aprobación del Papa. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad y viviendo de las limosnas que la gente les daba.
6. El Papa Inocencio III decidió apoyar a los franciscanos después de un sueño sobrenatural
El Papa Inocencio III se mostró adverso al darle apoyo a Francisco y su nuevo grupo de seguidores. Entonces, tuvo un sueño en el que vio a Francisco sosteniendo con su cuerpo la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral de la diócesis de Roma, que estaba a punto de derrumbarse.
El Santo Padre interpretó el sueño como una indicación de que Francisco y su grupo podrían servir de apoyo a la Iglesia, y así les dio el reconocimiento oficial como una orden.
7. Asistió al IV Concilio de Letrán, donde conoció a Santo Domingo de Guzmán
El IV Concilio de Letrán fue el concilio ecuménico 12 de la Iglesia Católica en el que se ratificó la transubstanciación y la primacía papal, entre otras cosas. Santo Domingo, fundador de la Orden de Predicadores o Dominicos, también estuvo presente.
8. Visitó a un sultán musulmán, le predicó el Evangelio y lo desafió a un juicio “de fuego” con el fin de probar la verdad del cristianismo
Durante la quinta cruzada, Francisco y un acompañante viajaron a territorio musulmán para visitar al sultán de Egipto y Siria, Al-Kamil.
El Santo predicó ante el sultán, y para demostrar su gran fe en la religión cristiana, desafió a los presentes a un “juicio de fuego”, que consistía en que él y un musulmán caminen por un sendero en llamas, con la idea de que el seguidor de la religión verdadera debía ser protegido por Dios.
Francisco se ofreció a ir en primer lugar, pero Al-Kamil rechazó el desafío. No obstante, el sultán quedó tan impresionado por su fe que le dio permiso a Francisco para predicar en su tierra.
9. Detuvo los milagros de un franciscano fallecido
En 1220, Francisco se retiró del gobierno de la Orden y nombró como su Vicario a Pedro Cattani. Sin embargo, Pedro murió sólo cinco meses después. Los visitantes a su tumba reportaron muchos milagros, lo que llevó a grandes multitudes al lugar. Las muchedumbres causaban problemas en la zona por lo que Francisco le rezó a Cattani para se detuvieran los milagros, y estos cesaron.
10. Recibió los estigmas mientras realizaba un ayuno de 40 días
Los estigmas son una condición en la que las heridas de Cristo aparecen sobrenaturalmente en el cuerpo de una persona. Un franciscano que lo acompañó dijo: “de repente vio una visión de un serafín, un ángel de seis alas en una cruz. Este ángel le dio el don de las cinco llagas de Cristo”.
Esto sucedió en 1224 durante un ayuno de 40 días en el Monte Alvernia, cuando se preparaba para la Fiesta de San Miguel Arcángel, el 29 de septiembre.
11. La primera piedra de la Basílica de San Francisco de Asís se colocó al día siguiente de su canonización
Francisco murió el 3 de octubre de 1226. Fue declarado Santo por el Papa Gregorio IX el 16 de julio de 1228, y al día siguiente el Santo Padre puso personalmente la primera piedra de la nueva basílica de San Francisco de Asís.
12. Su tumba se perdió durante siglos hasta que fue redescubierta en 1818
Su cuerpo fue trasladado a su basílica en 1230, pero pronto fue ocultado por los franciscanos para protegerlo de los invasores sarracenos. La ubicación de su cuerpo quedó en el olvido, y no fue redescubierto hasta casi seis siglos después, en 1818.
Fuente: ACI Prensa.
Teresita de Lisieux y el perdón
Por María del Puerto Alonso OCD
¿Qué puede decirnos del perdón una joven que entró con 15 años a un convento? Pero no olvidamos que Teresita es doctora de la Iglesia y que tiene siempre una palabra que darnos, sobre todo en la ciencia del amor…
Teresita aprendió del perdón de sus santos padres Luis y Celia. Ambos vivieron heroicamente este aspecto esencial en la vida cristiana. Solo pondré un ejemplo: cuando, tras perder la guerra, tuvieron que acoger en su casa a soldados enemigos, Celia fue exquisita en el trato a ellos, sobrepasando lo que era obligado, llegando a dar unos dulces y consolar a uno de los soldados, que estaba pasando un mal momento, no viendo en él al enemigo, sino a la persona. En cuanto a Luis, un soldado le robó en la relojería, fue a denunciarlo, pero tras saber que la denuncia podía implicar la pena de muerte para el ladrón, la retiró inmediatamente.
A Teresita, ambos le enseñaron a pedir perdón desde su más tierna infancia. Así lo narra ella misma en la Historia de un alma, copiando un párrafo de una carta de su madre: «Es una niña que se emociona con gran facilidad. Cuando hace algún pequeño desaguisado, todo el mundo tiene que saberlo. Ayer rasgó sin querer una esquinita del empapelado y se puso que daba lástima, había que decírselo enseguida a su padre. Cuando este llegó, cuatro horas más tarde, ya nadie pensaba en lo sucedido, pero ella fue corriendo a decirle a María: “Dile enseguida a papá que he rasgado el papel”. Y estaba allí como un criminal que espera su condena; pero tiene su teoría de que, si se acusa, la perdonarán más fácilmente».
Podría pues, llegarse a la conclusión, de que cuando fuese jovencita, Teresa creería en el perdón, siempre que hubiese un arrepentimiento claro. Pero sorprendentemente, en su adolescencia, nos da testimonio de cómo cree ya en la misericordia sin límites de Dios cuando nos narra el caso del asesino Pranzini, al que todo el mundo daba por condenado en el infierno, menos ella y su hermana Celina: «En el fondo de mi corazón yo tenía la plena seguridad de que nuestros deseos serían escuchados. Pero para animarme a seguir rezando por los pecadores, le dije a Dios que estaba completamente segura de que perdonaría al pobre infeliz de Pranzini, y que lo creería, aunque no se confesase ni diese muestra alguna de arrepentimiento, tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús; pero que, simplemente para mi consuelo, le pedía tan solo «una señal» de arrepentimiento…».Así, pues, Teresita, creía en el perdón de Dios aunque no hubiese confesión ni signo de arrepentimiento. Su confianza en la misericordia infinita de Jesús era ilimitada. Cuando, más adelante, siendo monja en el convento, se cartee con dos jóvenes sacerdotes, uno de ellos alegará que las indelicadezas de las almas consagradas son más difíciles de perdonar para Dios que los pecados graves de los demás. Y ella le responde: “Estoy completamente de acuerdo con usted: «al Corazón de Dios le entristecen más las mil pequeñas indelicadezas de sus amigos que las faltas, incluso graves, que cometen las personas del mundo». Pero, querido hermanito, yo pienso que eso es solo cuando los suyos, sin darse cuenta de sus continuas indelicadezas, hacen de ellas una costumbre y no le piden perdón; solo entonces Jesús puede decir aquellas palabras conmovedoras que la Iglesia pone en nuestra boca durante la semana santa: «Esas llagas que veis en mis manos son las que me hicieron en casa de mis amigos». Pero cuando sus amigos, después de cada indelicadeza, vienen a pedirle perdón echándose en sus brazos, Jesús se estremece de alegría y dice a los ángeles lo que el padre del hijo pródigo dijo a sus criados: «Sacad enseguida el mejor traje, y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y hagamos una fiesta». Sí, hermano mío, ¡qué poco conocida es la bondad y el amor misericordioso de Jesús…! Es cierto que, para gozar de estos tesoros, hay que humillarse, reconocer la propia nada, y eso es lo que muchas almas no quieren hacer. Pero, hermanito, esa no es su manera de actuar. Por eso el camino de la confianza sencilla y amorosa está hecho a la medida para usted” (Carta 26 julio 1897).
Arrojarse en los brazos de Dios Padre/Madre, es para Teresita, esencial. En sus escritos, ella reconoce no haber caído en pecados graves. ¿Habrá de ser menor su agradecimiento? ¡Pues no! Ella cree que se le ha perdonado por adelantado, al habérsele impedido caer y que, por lo tanto, su gratitud ha de ser doble. Ama a los grandes pecadores arrepentidos por “su amorosa audacia” y no por sus grandes penitencias: “Sé que ha habido santos que pasaron su vida practicando asombrosas mortificaciones para expiar sus pecados. Pero, ¿qué quiere?, «en la casa del Padre celestial hay muchas estancias”. Lo dijo Jesús, y por eso yo sigo el camino que él me traza.”
En su corta vida, nuestra hermana carmelita, no tuvo enemigos. Aunque, claro, dentro de una clausura hay simpatías y antipatías inevitables. Ella se esforzaba por ser especialmente afable con las hermanas que eran evitadas por las demás (fundamentalmente para no tener problemas). En sus escritos habla de una hermana que le resultaba muy desagradable en el trato, y su esfuerzo por sonreírle y amarle. Cuando el proceso de beatificación de Teresa estaba adelantado, esta hermana preguntó en comunidad quién podría ser esta monja tan desagradable, ignorante de que era ella misma. Al ser respondida por sus hermanas, se impresionó tan vivamente que transformó su carácter y ella misma se consideraba uno de los milagros de Teresita.
Al vivir el amor tan radicalmente, en los conflictos, Teresita no se sentía ofendida. Ella, que sin embargo se creía tan necesitada del perdón de Dios, no veía preciso tener que perdonar a nadie, pues nadie le dañaba como para eso. Llegó a decir que en su enfermedad sus únicos enemigos eran las moscas… Así que se negaba a matarlas, pudiendo, por fin, perdonar a un enemigo. Mientras, sumida en una noche profunda de la fe, pide perdón por sus hermanos pecadores y se sienta en la mesa con ellos a comer el pan amargo de la incredulidad. Y así muere, abandonada confiadamente en los brazos de Dios.