Por Rafael Puente- Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
Por un mínimo de respeto del Viceministro muerto (y de su edecán al que los asesinos llegaron a dar también por muerto) creo que tenemos la obligación de reflexionar serena y objetivamente sobre lo ocurrido, cosa que no siempre está ocurriendo. La gravedad de ese inédito asesinato a sangre fría es normal que nos indigne, pero precisamente por eso debemos hacer un análisis que apunte a mejorar las actuales condiciones de la minería y de la sociedad en nuestro país.
En primer lugar no tiene sentido la teoría de la conspiración, lanzada por nuestro propio Presidente. No avanzamos nada si le seguimos echando la culpa de todo a la oposición y a sus aliados externos. Para empezar sería magnificar la capacidad de las fuerzas políticas opositoras, que en realidad es muy pequeña. Otra cosa es que puedan alegrarse de todos los tropezones del Gobierno, y que intenten aprovecharse de ellos, pero si fueran tan poderosas como para planificar semejante crimen estaríamos ya políticamente perdidos. No, compañero Presidente, lo que necesitamos es capacidad de reflexión auto-crítica. La causa profunda y principal de la tragedia ha sido la miopía con que nuestro Gobierno ha hecho crecer a las cooperativas mineras hasta convertirlas en auténticos monstruos. Hace tiempo que han dejado de ser verdaderas cooperativas de trabajadores pobres que se organizan solidariamente para sobrevivir, hace tiempo que son empresas capitalistas en el peor sentido de la palabra que es el capitalismo salvaje que acumula ganancias a costa de no respetar los derechos elementales de sus trabajadores (seguro social, jubilación, organización sindical). Y en esta apreciación coincido con personas fuera de toda sospecha como Alfredo Rada, Carlos Mesa y Huracán Ramírez…
A partir de ese análisis tienen toda la razón los compañeros de la Comibol y de la COB, al igual que los dirigentes cocaleros, cuando piden la nacionalización de las cooperativas, única solución a largo plazo y que sería perfectamente compatible con el respeto por los derechos de sus actuales trabajadores.
En segundo lugar tampoco tiene sentido acusar al Gobierno de no haber hecho nada por salvar la vida del Viceministro (cosa que por lo demás no se deduce del famoso video en que se lo ve rodeado de sus asesinos). Una vez creada la difícil situación ¿qué podía hacer el Gobierno? Con gente que está dispuesta a matar así, a sangre fría, avisando de sus intenciones y casi regodeándose en su propia criminalidad, no había forma de evitar el asesinato, ¿o alguien pretende que se hubiera enviado un avión bombardero? El viceministro Illanes fue víctima de la inocencia con que pretendía negociar personalmente el conflicto (y lo digo yo, que el año 2006, ocupando ese cargo y junto con el entonces Ministro, más un asesor del Presidente, tuvimos que escapar de Huanuni cuando los cooperativistas pretendían impedir nuestro retorno a La Paz).
De la misma manera que no se justifica criticar una supuesta falta de voluntad de diálogo por parte del Gobierno. ¿Qué diálogo cabe con esos dueños de las cooperativas que advertían que la única solución válida consistiría en respetarles todas sus demandas (cero aranceles de importación, subvención de la energía eléctrica, cero obligaciones ambientales, ampliación de concesiones, autorización para asociarse con empresas privadas, cero sindicalización de sus trabajadores). El diálogo llegó a convocarse, pero es evidente que era inviable. Tampoco es serio hablar de “golpe de Estado” por parte de las cooperativas. No pretendían ningún golpe, sólo pretendían seguir siendo los niños mimados del Gobierno…
En tercer lugar es cierto que se tiene que investigar también las muertes de cuatro cooperativistas -por cierto humildes trabajadores de base que bloqueaban y dinamitaban chantajeados por sus empresarios que no arriesgaban el pellejo-, ya que según el propio Ministro de Gobierno la Policía no podía manejar armas de fuego sino sólo agentes químicos.
Pero tampoco se puede equiparar estas muertes, ocurridas en una refriega con explosivos, con el asesinato premeditado y cruel del Viceministro (que había sido anunciado cínicamente por el dirigente Caricari, y presenciado por Carlos Mamani, presidente de Fencomin).
Por respeto a los muertos del conflicto lo que tenemos que hacer no es complicarlo más, con acusaciones mutuas, sino sacar conclusiones…
Fuente: www.paginasiete.bo
En memoria de Rodolfo Illanes
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