Por José-Román Flecha Andrés- Revista Ecclesia
“Alégrate, hija de Sión, grita de gozo, Israel, Regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén”. El tercer domingo del Adviento está marcado por el signo de la alegría. Así lo refleja esta exhortación del profeta Sofonías, que se proclama en este día (Sof 3,14).
Es verdad que, con demasiada frecuencia, en este mundo nuestro se confunde la alegría con la satisfacción. Ponemos nuestra alegría en las cosas que poseemos o adquirimos. O en el triunfo de nuestro partido político o de nuestro equipo favorito.
Es legítimo alegrarse por estas cosas y por otras muchas que nos gustan y nos ofrecen un descanso. Pero el profeta Sofonías anota la causa última de la alegría de su pueblo: “El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temas mal alguno” (Sof 3,15).
Mientras se acerca la celebración del nacimiento de Jesús, podemos examinar nuestra conciencia para ver qué es lo que nos produce alegría. Y por qué muchas personas dicen que estos días de fiesta sólo les producen tristeza.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
El evangelio de Lucas que leemos en este tercer domingo de Adviento (Lc 3, 10-16) nos recuerda las preguntas que suscita en las gentes la predicación de Juan, hijo de Zacarías. En realidad es siempre la misma pregunta: “Entonces, ¿qué hacemos?”
- En primer lugar, Juan exhorta a todos a compartir sus vestidos y su comida con los que padecen necesidad. Con ello, evoca algunas de las obras que constituyen el verdadero ayuno, como ya decían los antiguos profetas (Is 58,7).
- A los publicanos o cobradores de tributos, Juan les exhorta a no exigir a las gentes más de lo establecido. Esa era, en efecto, la crítica más habitual a los que contrataban ese servicio y trataban de beneficiarse a costa de los contribuyentes.
- A los soldados les responde pidiéndoles que no hagan extorsión a nadie, que se contenten con su paga y que no utilicen su puesto para aprovecharse de las gentes por medio de falsas denuncias.
EL NUEVO BAUTISMO
Como se ve, Juan no se andaba por las ramas. Sus indicaciones eran atinadas. Y verdaderas, puesto que revelaban su propia vida. Por eso todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías. Pero él sólo pretendía anunciar al que venía detrás de él:
- El que viene es más fuerte que Juan. Pero su fortaleza no se manifestará en la violencia, sino en el servicio humilde a los demás.
- El que viene bautiza con Espíritu Santo y fuego. El Espíritu es el aliento que da vida y el fuego el elemento que calienta y purifica de la escoria.
- El que viene trae en su mano el instrumento de labranza separar el trigo de la paja. Ante el Mesías se estima lo que vale y alimenta y se desecha todo lo que ha de ser arrojado al fuego
– Señor Jesús, nos alegra de verdad la próxima celebración de tu nacimiento. Que esa alegría nos ayude a cambiar de vida, a rechazar nuestras idolatrías y a aceptar ese nuevo bautismo con el que tú sometes a discernimiento nuestros deseos y nuestras obras. Ven Señor Jesús. Amén.