Cristo Rey
Evangelio según San Juan 18,33b-37:
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Con que, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
Bangladesh
Por Paolo Affatato- Vatican Insider
El llamado Estado Islámico (EI) reivindicó el ataque contra el misionero italiano Piero Parolari, perpetrado en Bangladesh. Mientras tanto, los misioneros en el país llevan una vida «blindada». Después de la emboscada contra el religioso italiano del Pontificio Instituto de las Misiones en el Extranjero (Pime), que está fuera de peligro, la policía local dispuso la protección para las Iglesias y las misiones, e invitó a los sacerdotes extranjeros a no salir de casa. Y, en caso contrario, tendrán que desplazarse con una escolta de dos agentes. Una disposición poco práctica para las misiones de quienes trabajan en el ámbito pastoral, social, sanitario y educativo. Para quienes, en definitiva, el contacto con la gente y el anuncio del Evangelio es la razón de vida. «La misión sigue adelante, incluso en situaciones difíciles como esta. Las sirenas del Estado Islámico han llegado hasta aquí y se han dirigido a los grupos radicales locales», explicó a Vatican Insider el misionero italiano Carlo Dotti desde Dacca.
En las más o menos pequeñas formaciones radicales islámicas presentes en los estados asiáticos «a Oriente del Profeta», parece haberse encendido, sobre todo después de la masacre de París, un mecanismo de «emulación» en los admiradores del Califato. Por lo demás, además de los «foreign fighters» recibidos en Siria e Irak principalmente de padres europeos, también hay personas de Asia, que provienen de países de mayoría musulmana como Pakistán, Bangladesh, Malasia e Indonesia, o de contextos en los que existen consistentes minorías islámicas (como en la India o en las Filipinas). El EI tomó una decisión estratégica tratando de afianzar alianzas en Oriente, en nombre de esa «yihad global» que, en la ideología fundamentalista, debería englobar a todos los que pertenecen a la «umma», la comunidad islámica del mundo. Porque, si es cierto que el islam más conocido es el del mundo árabe y del Medio Oriente (que, incluyendo el norte de África, comprende 320 millones de fieles), el islam asiático cuenta con muchos más seguidores.
Considerando Asia del sur (países como Paquistán, la India, Bangladesh), Asia central (repúblicas ex-soviéticas como Kazajistán, Turkmenistán, Uzbekistán) y el sureste asiático (Malasia e Indonesia principalmente), hay alrededor de 800 millones de seguidores de Alá.
Partiendo de estas sólidas bases religiosas, el Estado Islámico ha lanzado anzuelos para crear redes con los movimientos radicales, a pesar de ser minoritarios, a nivel local en Asia. Después de los primeros resultados (con el flujo de «foreign fighters» asiáticos), llegó la hora de los «embajadores», enviados a difundir en Oriente el virus de las ideas militantes del Califato y a reclutar nuevos combatientes.
Es cierto que el rostro del islam asiático es generalmente muy diferente del del islam árabe, pues tras su llegada con las rutas mercantiles en el siglo XIII, el credo islámico se fue mezclando gradualmente con culturas y tradiciones locales, asumiendo características de moderación y espiritualidad (como la sufí) nada radicales ni belicosas.
Pero en las últimas décadas, predicadores del Medio Oriente (desde Arabia Saudita, Irán, Egipto, Turquía), han tratado de modelar ese rostro moderado, contribuyendo a regenerar fenómenos terroristas en Indonesia, Filipinas Paquistán y Bangladesh.
Ahora, si el grupo de los «Bangsamoro Islamic Freedom Fighters», en Mindanao (Filipinas) proclama «inspirarse en el EI», y lo mismo el grupo «Ansarullah Bangla» en Dacca, se comprende que la alerta de los gobiernos asiáticos, en diferentes naciones, haya aumentado.
Según el Instituto for Policy Analysis of Conflict de Jakarta, los militantes que siguen las disposiciones de Damasco y Baghdad podrían revitalizar al terrorismo mediante campañas de entrenamiento y adoctrinación entre los jóvenes.
Sería una especie de «envenenamiento» del espíritu musulmán asiático, históricamente vivido bajo la sombra de saludables principios de convivencia multicultural y multirreligiosa.
Según los observadores, este despertar de pulmones adormecidas ha sido fomentado por el llamado a antiguos sultanatos, que existieron en el sureste asiático antes de la era colonial. El objetivo declarado, entonces, sería el de construir el «Daulah islamiah Nusantara» (archipiélago del Estado Islámico), moderno sultanato que englobaría Malasia, Indonesia, Singapur, el sur de Tailandia y Filipinas, reuniendo a todos los musulmanes presentes en toda la zona.
Perspectiva anti-histórica e irreal, pero que da alas al pensamiento imaginario juvenil en una sociedad que a menudo cambia los modelos culturales occidentales, debido a un sentido de enajenación, por la ideología islamista.