Condena violencia de las drogas
El Papa condenó la violencia del narcotráfico en México y consideró que la “idolatría del dinero” es la causa de la espiral violenta que ha dejado más de 47,500 muertos desde diciembre del 2006, cuando Calderón asumió el poder.
Benita Espinoza, llegada de Mazatlán en el estado de Sinaloa, afirmó que fue “una experiencia maravillosa” haber visto al Papa en su primera e histórica visita a tierras mexicanas que se extenderá hasta el lunes 26 de marzo. Espinoza aseguró que “cuando lo vi sentí algo incomparable. Por eso le doy gracias a Dios por haberme permitido estar aquí”.
“La gran experiencia que hemos vivido ha sido algo inolvidable que siempre tendremos en nuestros recuerdos. (El Papa) ha dado unas palabras y un discurso muy bonito para el pueblo mexicano para que trabajemos por nuestra sociedad, los jóvenes y nuestro pueblo”, dijo Víctor Martín, un joven leonés de 21 años.
“El Papa viene con un mensaje de fe, esperanza, amor y reconciliación para todos los mexicanos y ante los embates del crimen organizado y la violencia que azotan a México. Esta me parece que es la visita más trascendente de todo su pontificado”. expresó Roberto Antonio Velásquez Nieto, un mexicano e investigador del Archivo Secreto del Vaticano durante más de 20 años.
El Papa Benedicto XVI recordó un mensaje del Beato Juan Pablo II, que hizo el Papa peregrino en su primer viaje a México, según explicó el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi SJ.
En el Centro Internacional de Prensa ubicado en la ciudad de León, el sacerdote explicó que el Papa Benedicto XVI decidió comenzar su discurso en el aeropuerto de Guanajuato con unas palabras que Juan Pablo II dirigió al pueblo de esta región cuando sobrevolaba el Santuario de Cristo Rey, en su trayecto entre el Distrito Federal y Guadalajara, en su primer viaje a México realizado en 1979.
El mensaje de aquella ocasión no se encuentra en ningún documento sobre los discursos del Papa y solo aparece en un libro sobre el primer viaje de Juan Pablo II a México preparado por la Conferencia Episcopal de ese país.
El texto del primer viaje, que el Padre Lombardi leyó en conferencia de prensa, señala lo siguiente: “muy gustoso habría hecho la visita a vuestra querida tierra, a vosotros, pero las circunstancias no me lo han permitido. Os exhorto a permanecer fieles en vuestra fe, a amar a Cristo y a la Iglesia, en íntima unión con vuestros pastores, junto con una oración por vosotros, especialmente para los enfermos y los que sufren. Os mando como prueba de mi gran afecto una especial bendición, agradeciendo vuestro afecto al Papa y vuestra fidelidad al Señor. Que Dios los acompañe siempre”.
Para el director de la Sala de Prensa, que el Papa Benedicto XVI haya comenzado su discurso de hoy recordando estas palabras constituye algo “muy significativo y expresa una relación de continuidad” entre su misión y la del Papa peregrino.
Tras comentar que Benedicto XVI ha preparado y rezado mucho para los discursos de este viaje, el Padre Lombardi dijo que esta visita tiene un gran significado no solo para México sino también para América Latina.
“El sentimiento de Benedicto XVI es continuar la misión de Juan Pablo II. Seguir el mismo camino, su misión y trabajo en México y Cuba”, añadió.
El director de la Sala de Prensa de la Santa Sede aseguró luego que los discursos del Papa “son para meditar ya que no se puede entender toda su riqueza escuchándolos una sola vez”.
“En este primer discurso tenemos los temas que va a profundizar durante el viaje como el legado de Juan Pablo II, la elección del centro geográfico de México, el Santuario de Cristo Rey y el significado continental de este viaje, ya que el Papa no viene solo a México sino a toda América Latina”, agregó.
Luego de comentar que el mensaje del Papa es de paz y esperanza, el sacerdote refirió que Benedicto XVI, por ser alemán, disfruta mucho la alegría de las personas y la agradece mucho porque percibe el cariño y la cercanía de las personas como las 700 mil que salieron a las calles para recibirlo este viernes entre León y Guanajuato.
Sobre una minúscula protesta ocurrida en León, el presbítero dijo que espera que “los que desean celebrar y estar contentos por el Papa puedan hacerlo sin disturbios de los otros. Cada uno tiene la capacidad de expresarse, y si se ve que hay una gran fiesta, no es justo que se empañe”.
Razón y fe
Por Gonzalo Portocarrero- Past Decano Nacional del Colegio de Sociólogos del Perú
En la universidad se nos educa en la idea del diálogo. Uno expone sus mejores ideas pero tiene, a la vez, la disposición a cambiar de parecer si es que los argumentos del otro resultan más convincentes que los propios. Entonces entrar en diálogo supone dejar de lado la pretensión de tener la verdad última y definitiva. De otra manera solo estaríamos predicando. Y allí donde la prédica sustituye al diálogo florece la intransigencia y la imposición. La diferencia no es tolerable y hasta se justifica el uso de la violencia para suprimirla.
No pienso que tenga que haber una oposición entre razón y fe. Por sí misma la razón no puede afirmar ni negar la existencia de Dios. Débil sería la fe de quien quiere prohibir la libertad de pensar. Detrás de esta actitud solo puede estar el miedo a que resulte falsa nuestra creencia.
Pero esta es justamente la posición del cardenal Cipriani. Es decir, atribuirse la potestad para decidir lo que todos deben creer y para censurar lo que no deben pensar. Ya lo dijo en su carta con motivo del aniversario 90 de la PUCP. Allí escribe que no puede haber oposición entre dos órdenes de realidades “que muy a menudo se tienden a oponer: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer ya la fuente de la verdad”. Es decir, la búsqueda de la verdad no puede encontrar otra cosa que no sea lo que ya saben los que “tienen la certeza de conocer ya la fuente de la verdad”. La consecuencia práctica de esta afirmación es que la autoridad, definida como la que tiene “la certeza de conocer ya la fuente de la verdad”, se reserva el derecho para decidir en qué campo puede reclamar ser infalible. De esta manera se restringe la libertad, pues si ya se sabe la verdad, cualquier investigación sería redundante, y hasta maléfica. Es el obstinado intento del Opus Dei de traer de vuelta a la Inquisición.
Así se destruye el espíritu universitario, ya que la razón argumentativa queda desplazada por la sumisión miedosa. Se comprende entonces que el cardenal reclame para sí el derecho de nombrar al rector de la PUCP.
Los que piensan que tienen la verdad definitiva reivindican, desde luego, una autoridad incuestionable, no hay salvación fuera de la órbita de su imperio. Entonces la opción sería: o bien obedecer hacia la salvación, o bien extraviarse hacia la oscuridad de la degradación y la locura nihilista.
El argumento luce persuasivo, pues no es posible un mundo sin autoridad. Pero hay una gran diferencia entre una autoridad democráticamente elegida y sujeta al escrutinio de sus seguidores, y una autoridad que sin haber sido elegida se reclama autónoma y por encima de cualquier control. En este caso, ¿quién fiscaliza a la autoridad? Si la autoridad logra ser aceptada como soberana, entonces, el resultado es la concentración del poder. Y quien detenta ese poder absoluto le dice a sus seguidores: dame tu libertad y, a cambio, yo te daré tranquilidad, una vida apaciguada. Lo malo es que ese apaciguamiento no alcanza a quien se reserva el poder. Y entonces el poder se desliza en la corrupción. Lo hemos visto tantas veces. Y en tan diferentes ámbitos. En algún momento se cae la careta, y tras la figura de quien pretendía ser obedecido sin fiscalización, vemos al ser humano divinizado pero descontrolado. Es el caso del estalinismo tropical de los Castro en Cuba. O también del gobierno mafioso y corrupto de Fujimori. Y, en la Iglesia, los casos recientes son la doble vida del animador del Sodalicio, y el desenfreno perverso del fundador de los Legionarios de Cristo.
Estamos condenados a ser libres y abjurar de esa libertad en favor de un poder incuestionable es una propuesta tentadora pero que sencillamente no funciona. El poder absoluto corrompe absolutamente. La democracia y la libertad tienen sus tropiezos pero el despotismo saca siempre lo peor de la criatura humana.
Estoy muy orgulloso de la educación que he recibido en el colegio de los SS.CC. Recoleta. Y me siento medularmente cristiano. Pero entiendo que ser cristiano es ser responsable de sí; negarse a legitimar un poder que al pretenderse incuestionable termina siendo abusivo. Y en cuanto a la Teología de la Liberación, pienso que está más viva que nunca, pues Jesús tiene que estar más cerca de quien más sufre. Y así lo ratificaron los obispos en la reunión de Aparecida donde se reiteró la “opción preferencial por el pobre” de la Iglesia latinoamericana.
Fuente: ACI Prensa – EWTN Noticias y Diario El Comercio.
Benedicto XVI en México
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