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Por Andrés Beltramo Alvarez
Será Péter Erdö, arzobispo de Esztergom-Budapest, el visitador apostólico que deberá poner orden en la Pontificia Universidad Católica de Perú (PUCP), inmersa en una disputa eclesiástica y jurídica sobre su legítima propiedad. Se trata de un “peso pesado” del mundo católico europeo, un personaje que goza de toda la confianza del Vaticano.
Nacido en Budapest el 25 de junio de 1952. Es el cardenal primado de Hungría y presidente de la Conferencia Episcopal de ese país. Desde 2006 también encabeza el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), el máximo organismo de representación de los obispos en el “viejo continente”. Apenas el 30 de septiembre pasado fue ratificado en el puesto hasta el 2016.
Su nombramiento había generado gran expectativa, tanto en Lima como en Roma, luego que el cardenal arzobispo de la capital peruana, Juan Luis Cipriani Thorne, anunció el 22 de septiembre pasado que la Santa Sede iba a dirimir el problema en la PUCP con el envío de un “visitador apostólico”, un interventor y mediador.
Según su biografía, el purpurado cursó estudios religiosos en el Seminario Arzobispal de Esztergom y en el Seminario Mayor de Budapest. Recibió la ordenación sacerdotal el 18 de junio de 1975. Desarrolló una intensa labor académica, en la cual destacó como profesor invitado en la facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. También impartió lecciones en la Universidad Péter Pázmány de Budapest, de la cual llegó a ser rector.
Asimismo asistió -en calidad de experto- a la II Asamblea Especial para Europa del Sínodo de Obispos, en el Vaticano, desde el 1 hasta el 23 de octubre de 1999 y, unos días después –el 5 de noviembre- fue designado como obispo auxiliar de Székesfehérvár. Recibió la investidura episcopal de manos del mismo Juan Pablo II el 6 de enero del año 2000.
Sucedió al cardenal Laszlo Paskai al frente de la arquidiócesis de Esztergom-Budapest el 7 de diciembre de 2002. Menos de un año después, el 21 de octubre de 2003, recibió el birrete colorado y se convirtió –a sus 51 años- en el cardenal más joven del mundo. Desde 2005 dirige los destinos de la Conferencia Episcopal Húngara.
Se trata de un prelado de carrera ascendente, con un rol importante también en la Curia Romana: es miembro de las congregaciones para la Educación Católica, para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos y del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica.
Es especialista en teología y derecho canónico. Esta segunda disciplina le servirá particularmente para encontrar una solución definitiva al problema en la universidad peruana, cuyas autoridades han rechazado adecuar sus estatutos a la constitución apostólica “Ex Corde Eclessiae”, el documento que norma a todas las instituciones de educación superior católicas en el mundo.
La PUCP es un caso raro y único. De las nueve universidades católicas existentes en ese país sudamericano, ocho se rigen por dicha constitución apostólica. Una no, justamente la Pontificia. Una situación anómala que la Santa Sede desea arreglar, pese a la resistencia del rector Marcial Rubio y la Asamblea Universitaria. Ellos prefieren no cambiar nada y permanecer como hasta ahora, con independencia absoluta de la arquidiócesis limeña, garante final de la catolicidad en ese centro de educación.
De hecho y pese a ser formalmente el Gran Canciller, el arzobispo Cipriani no ha podido hasta ahora ejercer su autoridad en la casa de estudios, porque simplemente se lo han impedido argumentando la “autonomía universitaria”. Algo similar ha ocurrido con sus antecesores desde 1972.
Así las cosas se trata de una disputa añeja, que ya debió estar solucionada al menos 10 años atrás. En 1999 Juan Pablo II aprobó la “Ex Corde Ecclesiae” y exhortó a todas las universidades católicas a adecuarse a tal documento. La mayoría lo hicieron, la PUCP no. Luego de muchas insistencias, en noviembre de 2009, las autoridades mandaron a Roma el texto de sus estatutos. Pero El Vaticano se los rebotó.
El 19 de agosto último la arquidiócesis de Lima difundió una carta de la Congregación para la Educación Católica en la cual se pide modificar dicha normativa para, entre otras cosas, permitir que el Gran Canciller (arzobispo Cipriani) tenga la potestad de nombrar al rector de la universidad, tras recibir tres propuestas de la Asamblea Universitaria.
Pese al emplazamiento romano, el rector y sus colaboradores mantuvieron su postura. El 23 de septiembre votaron una negativa oficial al cambio de estatutos. Esto obligó una intervención vaticana con medidas extremas, anunciando el envío de un visitador que ponga fin a las divergencias.
La nunciatura apostólica en Lima ya informó el nombre del visitador al Consejo Universitario, que ha declarado genéricamente una “voluntad de diálogo” pero sin modificar sustancialmente su postura. Aún se desconoce la fecha de arribo del cardenal Erdo al Perú.
Mientras tanto, entre los estudiantes y profesores, se ha difundido una campaña según la cual el interés del arzobispado de Lima es “apropiarse de los millones” de la casa de estudios y permitir que el “Opus Dei entre a dirigirla”. Esto en clara referencia a la filiación del cardenal Juan Luis Cipriani con “La Obra”.
Empero la realidad es distinta: la PUCP se fundó en 1917 gracias la herencia de un rico pensador peruano, José de la Riva-Agüero y Osma, quien condicionó su apoyo al establecimiento de una universidad católica. Por eso un artículo de la carta orgánica de la institución, aún vigente, establece que en caso de disolverse sus bienes pasarán al arzobispado de Lima, que debería destinarlos a otra obra educativa.
Así las cosas si los actuales directivos se empeñan en desoír las instrucciones vaticanas corren el riesgo de quedarse sin nada: perderían los títulos de “pontificia” y “católica”, los recursos y los terrenos.
Será Péter Erdö, arzobispo de Esztergom-Budapest, el visitador apostólico que deberá poner orden en la Pontificia Universidad Católica de Perú (PUCP), inmersa en una disputa eclesiástica y jurídica sobre su legítima propiedad. Se trata de un “peso pesado” del mundo católico europeo, un personaje que goza de toda la confianza del Vaticano.
Nacido en Budapest el 25 de junio de 1952. Es el cardenal primado de Hungría y presidente de la Conferencia Episcopal de ese país. Desde 2006 también encabeza el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), el máximo organismo de representación de los obispos en el “viejo continente”. Apenas el 30 de septiembre pasado fue ratificado en el puesto hasta el 2016.
Su nombramiento había generado gran expectativa, tanto en Lima como en Roma, luego que el cardenal arzobispo de la capital peruana, Juan Luis Cipriani Thorne, anunció el 22 de septiembre pasado que la Santa Sede iba a dirimir el problema en la PUCP con el envío de un “visitador apostólico”, un interventor y mediador.
Según su biografía, el purpurado cursó estudios religiosos en el Seminario Arzobispal de Esztergom y en el Seminario Mayor de Budapest. Recibió la ordenación sacerdotal el 18 de junio de 1975. Desarrolló una intensa labor académica, en la cual destacó como profesor invitado en la facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. También impartió lecciones en la Universidad Péter Pázmány de Budapest, de la cual llegó a ser rector.
Asimismo asistió -en calidad de experto- a la II Asamblea Especial para Europa del Sínodo de Obispos, en el Vaticano, desde el 1 hasta el 23 de octubre de 1999 y, unos días después –el 5 de noviembre- fue designado como obispo auxiliar de Székesfehérvár. Recibió la investidura episcopal de manos del mismo Juan Pablo II el 6 de enero del año 2000.
Sucedió al cardenal Laszlo Paskai al frente de la arquidiócesis de Esztergom-Budapest el 7 de diciembre de 2002. Menos de un año después, el 21 de octubre de 2003, recibió el birrete colorado y se convirtió –a sus 51 años- en el cardenal más joven del mundo. Desde 2005 dirige los destinos de la Conferencia Episcopal Húngara.
Se trata de un prelado de carrera ascendente, con un rol importante también en la Curia Romana: es miembro de las congregaciones para la Educación Católica, para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos y del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica.
Es especialista en teología y derecho canónico. Esta segunda disciplina le servirá particularmente para encontrar una solución definitiva al problema en la universidad peruana, cuyas autoridades han rechazado adecuar sus estatutos a la constitución apostólica “Ex Corde Eclessiae”, el documento que norma a todas las instituciones de educación superior católicas en el mundo.
La PUCP es un caso raro y único. De las nueve universidades católicas existentes en ese país sudamericano, ocho se rigen por dicha constitución apostólica. Una no, justamente la Pontificia. Una situación anómala que la Santa Sede desea arreglar, pese a la resistencia del rector Marcial Rubio y la Asamblea Universitaria. Ellos prefieren no cambiar nada y permanecer como hasta ahora, con independencia absoluta de la arquidiócesis limeña, garante final de la catolicidad en ese centro de educación.
De hecho y pese a ser formalmente el Gran Canciller, el arzobispo Cipriani no ha podido hasta ahora ejercer su autoridad en la casa de estudios, porque simplemente se lo han impedido argumentando la “autonomía universitaria”. Algo similar ha ocurrido con sus antecesores desde 1972.
Así las cosas se trata de una disputa añeja, que ya debió estar solucionada al menos 10 años atrás. En 1999 Juan Pablo II aprobó la “Ex Corde Ecclesiae” y exhortó a todas las universidades católicas a adecuarse a tal documento. La mayoría lo hicieron, la PUCP no. Luego de muchas insistencias, en noviembre de 2009, las autoridades mandaron a Roma el texto de sus estatutos. Pero El Vaticano se los rebotó.
El 19 de agosto último la arquidiócesis de Lima difundió una carta de la Congregación para la Educación Católica en la cual se pide modificar dicha normativa para, entre otras cosas, permitir que el Gran Canciller (arzobispo Cipriani) tenga la potestad de nombrar al rector de la universidad, tras recibir tres propuestas de la Asamblea Universitaria.
Pese al emplazamiento romano, el rector y sus colaboradores mantuvieron su postura. El 23 de septiembre votaron una negativa oficial al cambio de estatutos. Esto obligó una intervención vaticana con medidas extremas, anunciando el envío de un visitador que ponga fin a las divergencias.
La nunciatura apostólica en Lima ya informó el nombre del visitador al Consejo Universitario, que ha declarado genéricamente una “voluntad de diálogo” pero sin modificar sustancialmente su postura. Aún se desconoce la fecha de arribo del cardenal Erdo al Perú.
Mientras tanto, entre los estudiantes y profesores, se ha difundido una campaña según la cual el interés del arzobispado de Lima es “apropiarse de los millones” de la casa de estudios y permitir que el “Opus Dei entre a dirigirla”. Esto en clara referencia a la filiación del cardenal Juan Luis Cipriani con “La Obra”.
Empero la realidad es distinta: la PUCP se fundó en 1917 gracias la herencia de un rico pensador peruano, José de la Riva-Agüero y Osma, quien condicionó su apoyo al establecimiento de una universidad católica. Por eso un artículo de la carta orgánica de la institución, aún vigente, establece que en caso de disolverse sus bienes pasarán al arzobispado de Lima, que debería destinarlos a otra obra educativa.
Así las cosas si los actuales directivos se empeñan en desoír las instrucciones vaticanas corren el riesgo de quedarse sin nada: perderían los títulos de “pontificia” y “católica”, los recursos y los terrenos.
Fuente: www.vaticaninsider.es