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San Juan Bautista de La Salle

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San Juan Bautista de Lasalle
Nació el 30 de abril de 1651 en Reims (Francia). Fundó los Hermanos de las Escuelas Cristianas, instituto religioso católico de carácter laical dedicado a la educación de niños y jóvenes, especialmente de los más pobres.
Era el primogénito de una familia acomodada que vivió en Francia hace 400 años. Juan Bautista de La Salle nació en Reims, recibió la tonsura a la edad de 11 años y fue nombrado canónigo de la Catedral de Reims a los 16. Cuando murieron sus padres tuvo que encargarse de la administración de los bienes de la familia. Pero, terminados sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1678. Dos años más tarde, obtuvo el título de doctor en teología. En ese período de su vida, intentó comprometerse con un grupo de jóvenes rudos y poco instruidos, a fin de fundar escuelas para niños pobres.
En aquella época, sólo algunas personas vivían con lujo, habia muchas personas ricas y poderosas pero había muchos mas pobres. La gran mayoría vivía en condiciones de extrema pobreza: los campesinos en las aldeas y los trabajadores miserables en las ciudades. Sólo un número reducido podía enviar a sus hijos a la escuela. La mayoría de los niños tenían pocas posibilidades de futuro. Conmovido por la situación de estos pobres que parecían “tan alejados de la salvación” en una u otra situación, tomó la decisión de poner todos sus talentos al servicio de esos niños, “a menudo abandonados a sí mismos y sin educación”. Para ser más eficaz, abandonó su hogar en Reims y se fue a vivir con los maestros, renunció a su canonjía y su fortuna y organizó la comunidad que llamamos Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Su empresa se encontró con la oposición de algunas autoridades eclesiásticas que no consideraban adecuada una nueva forma de vida religiosa, una comunidad de laicos consagrados ocupándose de las escuelas “juntos y por asociación”. Los estamentos educativos de aquel tiempo quedaron perturbados por sus métodos innovadores y su absoluto deseo de gratuidad para todos, totalmente indiferente al hecho de saber si los padres podían pagar o no. A pesar de todo, De La Salle y sus Hermanos lograron con éxito crear una red de escuelas de calidad, caracterizada por el uso de la lengua vernácula, los grupos de alumnos reunidos por niveles y resultados, la formación religiosa basada en temas originales, preparada por maestros con una vocación religiosa y misionera a la vez y por la implicación de los padres en la educación. Además, de La Salle fue innovador al proponer programas para la formación de maestros seglares, cursos dominicales para jóvenes trabajadores y una de las primeras instituciones para la re-inserción de “delincuentes”. Extenuado por una vida cargada de austeridades y trabajos, falleció en San Yon, cerca de Rouen, en 1719, sólo unas semanas antes de cumplir 68 años.
Juan Bautista de La Salle fue el primero que organizó centros de formación de maestros, escuelas de aprendizaje para delincuentes, escuelas técnicas, escuelas secundarias de idiomas modernos, artes y ciencias. Su obra se extendió en Francia, y por todo el mundo.
Fue beatificado en 1888 y canonizado el 24 de mayo de 1900 por el Papa León XIII. En 1937 sus reliquias fueron trasladadas a Roma. El 15 de mayo de 1950, el Papa Pío XII lo nombró patrón de los maestros.

Fuente: Wikipedia.

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Ven Espíritu Santo

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Pentecostes
Por Antonio Elduayen Jiménez CM
“Espíritu Santo” es el nombre propio de la Tercera Persona de Dios Trinidad. El Padre y el Hijo son también e igualmente espíritu y santos, pero Espíritu Santo llamamos sólo a la Tercera Persona (Mt 28,19). Y la llamamos así (Espíritu Santo), para recordar que es una Persona Divina, tan real Persona Divina como el Padre y el Hijo. Lamentablemente, casi lo hemos olvidado y, lo que es aún peor, casi hemos olvidado que existe. Quizá porque siendo Espíritu no lo vemos ni sabemos qué hacer con Él (cómo tratarlo). Algunos hasta lo confunden con alguna de las fuerzas que animan y mueven nuestro mundo. Pero, atención, porque teniendo en sí mismo toda la fuerza del mundo y siendo la fuerza de todas las fuerzas del mundo, aún la cósmica, no es una fuerza sino una Persona…Divina, a diferencia de nosotros que somos meras personas humanas.
Para nosotros, lo más maravillosos del Espíritu Santo es que siendo tan grande en sí mismo y en relación con el Padre y el Hijo, siendo el Protagonista actual de la Obra del Padre (la Creación) y del Hijo (la Redención salvadora), su delicia es estar con los hijos de los hombres (Prov. 8,31). ¡Qué bueno si nuestra delicia fuera estar con Él! Debiera ser un privilegio y un gozo poder estar e intimar tanto con una Persona así. Don del Padre y del Hijo, es el mayor de los regalos que nos hizo Jesucristo (Jn 16, 7). Pero además son muchos los otros regalos que nos vienen con él, regalos que llamamos carismas, dones y frutos. Él, su Persona Divina, es el Don de los dones. ¡Dulce huésped del alma!
¿Qué hacer para que el Espíritu Santo se sienta a gusto en y con nosotros? Ante todo intimar con Él. Luego ponernos por entero a su disposición (Ef 4,30), siendo dóciles a sus inspiraciones, como lo fueron Jesús y María y lo han sido todos los santos. Sobre todo en estas tres tareas,que tienen que ver con Jesús y su misión: 1. Hacernos cada día mejores cristianos (= discípulos misioneros del Señor) (Jn 14, 26; 16,13). 2. Reivindicar y glorificar a Jesucristo (Jn 15, 26; 16, 8-11); y 3. Poner todas las cosas a los pies de Jesucristo (Jn 15, 27;Ef 1, 10). Según el evangelio de hoy (Jn 20, 21-23), estas tres tareas implican vivir una vida cristiana en comunión y misión con la Iglesia, como agente principal del Espíritu.
De las tres tareas, la que aquí y ahora más interesa e incumbe al Espíritu Santo, es hacer cristianos de todos los hombres. Con Jesús como fuente y modelo, el Espíritu Santo inspira, acompaña, ayuda y culmina la conversión a Cristo. Es su tarea, la que desarrolla con el máximo respeto a la libertad de cada uno. Presentándonos a Jesús como el modelo de ser humano querido por el Padre Dios, nos va tallando y puliendo hasta que el parecido se note en nosotros. Para ello echa mano de cuanto fue y nos dejó Jesús: su Palabra, su ejemplo de vida, los sacramentos, su Pasión-Muerte y Resurrección…A nosotros nos corresponde colaborar más con el Espíritu Santo.

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Día de la madre

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Con amor y gratitud
Por Antonio Elduayen Jiménez CM

Se ha dicho que una madre tiene algo de Dios y mucho de ángel. Tiene de Dios el enorme poder de dar vida humana y tiene de ángel el maravilloso don de cuidarla y de hacerla crecer. Ambas cosas con un amor incondicional, que va más allá de todo interés y resultado. Hay quien dice que en el hijo la madre se ama a sí misma y se torna egoísta y posesiva… Hay casos así, sin duda, como los hay de madres desnaturalizadas. Pero son la excepción que confirma la regla. La regla y lo cierto es que el amor de la madre es ejemplo y símbolo de cómo debiera ser el amor del ser humano: abnegado y paciente, generoso y gratuito, incondicional y constante… Es quien mejor cumple las características del amor, según San Pablo (1 Cor. 13, 4-6).
Significativamente, el Día de la Madre es, como el Día de Navidad, uno de esos días en los que nos sentimos buenos, con ganas agradar y de hacer el bien. Ciertamente todos los días del año son Día de la Madre, pero está muy bien que exista un día especial, en el que, haciendo un alto en el camino, si está viva la entronicemos y la convirtamos, con cariño, en Reina por un Día. Y si ya partió la recordemos con amor y hagamos del recuerdo una oración al Señor.
¡Es tan fácil hacer feliz a la madre cualquier día, aunque más su día! Un beso, una oración, un detalle, una llamada, una promesa… Ciertamente, no se necesita mucho para hacer que se sienta feliz, pues la madre nunca pide mucho; es siempre mucho más lo que da. Ver o sentir a los hijos juntos y en paz, a su alrededor, es sin duda el colmo de su dicha. Otra cosa que la madre aprecia muchísimo  -y que nuestra piedad filial lo intuye y nos lleva a dárselo-, es acompañarla a la Santa misa… (¿Sabía usted que el Día de la Madre es, con la Navidad, el día del año en que los católicos más van a Misa?).
Alguien ha propuesto que al Día de la Madre se le añada como subtítulo “Día del Buen Hijo y del Buen Esposo”. Qué hermoso sería si, al menos en este día, junto con festejarla, reconocemos sus méritos, exaltamos sus virtudes, excusamos sus fallas, pedimos perdón, reparamos nuestras faltas, prometemos cambios y… ser siempre unos buenos hijos y un buen esposo.
Amor, gratitud y ayuda, son nuestros deberes para con las madres. Expresan desde luego las actitudes fundamentales que todo hijo bien nacido debiera sentir y tener para con su madre. Coincidentemente, son las actitudes que las madres más sienten y tienen para con sus hijos. Sobre todo el amor. Lo dan todo con generosidad total, gratuitamente, sin esperar nada a cambio. Es por ello que la madre es lo más parecido a Dios, que, según San Juan, es amor y nos amó primero… (1 Jn 4,8 y 10). Decididamente, la madre es amor y fue ella quien nos amó primero. Con un amor entrañable, generoso y benevolente. Con un amor que nos ayudó, primero a existir y, luego, a crecer y realizarnos, sin reparar en cansancios y el desgaste de su vida.
Desde esta perspectiva del amor oblativo, parece justo que, en este Día de la Madre, felicitemos también a esos cientos de miles de mujeres que llamamos “madres espirituales”, tías, abuelas, y sobre todo religiosas a las que todo el mundo llama Madres. Y que las pongamos bajo la protección y la inspiración de la Virgen y Madre María, en cuyo Mes celebramos significativamente, el Día de la Madre.
AscensionLa Ascensión del Señor, que hoy celebramos, junto con el Día de la Madre, es el nombre que damos a la glorificación de Jesús. La cuentan Marcos y Lucas, que le dedica dos relatos: uno breve cerrando su evangelio (Lc 24, 46-53) y otro más largo abriendo el Libro de los Hechos o Historia de la Iglesia (He 1, 3-11). “Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre…”, es cómo el Credo de los Apóstoles describe la glorificación de Jesús. Una manera popular de decir que fue llevado a la gloria del Padre, quien le dio todo poder en el cielo y en la tierra. Esta glorificación de Jesús, es sin duda la consecuencia más importante de su Ascensión  -para Él y para nosotros, pues su ascensión al cielo garantiza la nuestra. Es también la condición previa para poner en macha la Iglesia “hasta los confines de la tierra” (He 1,8). Veamos otras consecuencias.
1. de repente y sin quererlo, los apóstoles -la iglesia que Jesús fundara- (Mt 16, 18-19), obtienen mayoría de edad. Hasta entonces habían sido e ido siempre como niños, de la mano del Señor, dependiendo por entero del Maestro. ¿No es lo que aún nos pasa a nosotros, haciendo que la Iglesia parezca más niñera que madre? Sin iniciativa, sin madurez personal y grupal, como esperando que Jesús siga haciéndolo todo… Es el primer impacto que sufrieron los apóstoles, que se quedaron absortos viendo desaparecer al Señor, hasta que reaccionaron o, mejor, un par de ángeles les hicieron reaccionar y asumir sus responsabilidades (He 1, 10-14). Inesperadamente se habían quedado solos: ahora les tocaba a ellos…
2. de repente y sin quererlo, se dan cuenta de que la misión de Jesús está en sus manos y que debe continuar. ¡Tremenda misión! Recordando el mandato del Señor, tendrán que asumir la tarea de ser sus testigos (He 1,8), de ir por todo el mundo y de anunciar la Buena Nueva a toda la creación… (Mc 16,15). Es lo que hicieron y brillantemente. Pero es lo que aún no hacemos nosotros. Nos cuesta aceptar que somos los continuadores de la obra de Jesucristo y de Jesucristo mismo, y que cada uno y todos juntos, tenemos un deber que cumplir. Actuamos como si la evangelización del mundo correspondiera a otros, a los misioneros, a los obispos…
3. de repente y queriéndolo, el Espíritu prometido por Jesús iba a llegar a ellos. No sabían muy bien de qué se trataba, pero sí confiaban plenamente en Él, pues Jesús les había asegurado que con Su Espíritu todo les iría mejor (Jn 16,7). Sería el gran regalo de Dios Padre, que les recordaría las cosas que Él les había enseñado, les llevaría por el camino de la verdad, sería su Consolador y Defensor, iría delante de ellos dando testimonio a favor de Jesús y los haría testigos creíbles y eficientes del Reino… Los apóstoles se dieron ánimo y regresaron a Jerusalem, donde, junto con María, se pusieron a pedir y esperar la llegada del Espíritu Santo (He 1, 14).

María, madre de Dios

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Theotokos

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Continuando con las instrucciones de Jesús a sus apóstoles, en su despedida después de la Última Cena, Juan (14, 23-29) añade tres de la máxima importancia. Están relacionadas con el Mandamiento Nuevo del Amor, del que nos habló antes (Jn 13, 34-35) y que vimos en el evangelio del domingo pasado (HP 423). Son: 1, la Santísima Trinidad, que habitará en nosotros; 2, el Espíritu Santo que el Padre Dios va a enviarnos en el nombre (a pedido) de Jesús; y 3. La paz, shalom en arameo, que es sinónimo de plenitud, armonía y felicidad, y que es el resultado de nuestra unión con Dios y comunión con el Espíritu.
El referente de todo lo dicho es el amor (el Mandamiento del Amor), pero antes de proseguir Jesús nos advierte que se trata del amor verdadero. No del montón de cosas. que nosotros llamamos amor, sino del amor que se concreta y manifiesta en el cumplimiento de los mandamientos del Señor. Quien guarda mis mandamientos, dice Jesús, es amado por el Padre, recibe el Espíritu Santo y es inhabitado por la Santísima Trinidad. Al Espíritu Santo, de quien Juan habló ya algo en el c. 3 y va hablar bastante en los capítulos 15 y 16, Jesús llama Paráclito (Consolador y Defensor). Y será como su Memoria y Voz ante los discípulos (la iglesia), quien lo haga presente, recordándoles las cosas que les dijera y ayudándoles a sacar las consecuencias de fe y praxis para completar la doctrina de Jesucristo y de la Iglesia.
En relación con la frase “vendremos a él (tú, yo y nosotros) y haremos mansión en él, Jesús nos está hablando de la inhabitación de la Santísima Trinidad en nosotros: en lo más hondo de nosotros, primero, pero también dando fundamento y forma a los principios que mueven nuestra vida y sociedad. Por ejemplo, los principios de la unidad en la diversidad y del trabajo en comunidad (o equipo de trabajo). Esta breve referencia a la Santísima Trinidad es una de las muchas que se encuentran en el Nuevo Testamento (Mt 3 16-17; 28, 19; Juan 14, 16-17; etc.). Dada la importancia de la divina Trinidad en la Revelación cristiana, uno se pregunta por qué los cristianos no tenemos una vida más trinitaria. Fe, oración, vida interior, sacramentos, etc., todo debiera estar marcado y siendo expresamente realizado desde, con y para Dios Trinidad.
Respecto a la paz que nos da Jesús (Jn 14,27), digamos que es fruto del Espíritu, que habita en nosotros. El Señor la regala cuando, por nuestra forma de vida, nos hacemos merecedores de ella. La llamamos paz interior, pero nos lleva a vivir en plenitud y con serenidad, tranquilidad y dominio de nosotros mismos. También a construirla en el entorno y en la sociedad, prefiriéndola a cualquier otra solución. No es como la paz que da el mundo, que resulta del miedo a la violencia y la guerra, sobre todo en nuestros días, pero, como ciudadanos, sí nos toca trabajar por la tranquilidad en el orden y el bienestar externos, el consenso político entre partidos y/o entre estados (la ONU), etc.
María, mujer maravillosa
La Virgen María, según el Papa Francisco, en quince rasgos:

      • Bajo su guía maternal nos conduce a estar cada vez más unidos a su Hijo Jesús.
      • María nos da la salud, es nuestra salud.
      • María es madre, y una madre se preocupa sobre todo por la salud de sus hijos, sabe cuidarla siempre con amor grande y tierno.
      • Es una que mamá ayuda a los hijos a crecer y quiere que crezcan bien, por ello los educa a no ceder a la pereza -que también se deriva de un cierto bienestar – a no conformarse con una vida cómoda que se contenta sólo con tener algunas cosas.
      • Es la mamá quien cuida a los hijos para que crezcan más y más, crezcan fuertes, capaces de asumir responsabilidades, de asumir compromisos en la vida, de tender hacia grandes ideales.
      • La Virgen hace precisamente esto con nosotros, nos ayuda a crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y a no ceder a la tentación de ser hombres y cristianos de una manera superficial, sino a vivir con responsabilidad, a tender cada vez más hacia lo alto.
      • Es una mamá además que piensa en la salud de sus hijos, educándolos también a afrontar las dificultades de la vida. No se educa, no se cuida la salud evitando los problemas, como si la vida fuera una autopista sin obstáculos. La mamá ayuda a los hijos a mirar con realismo los problemas de la vida y a no perderse en ellos, sino a afrontarlos con valentía, a no ser débiles, y saberlos superar, en un sano equilibrio que una madre “siente” entre las áreas de seguridad y las zonas de riesgo. Y esto una madre sabe hacerlo.
      • Es una madre que lleva al hijo no siempre sobre el camino “seguro”, porque de esta manera no puede crecer. Pero tampoco solamente sobre el riesgo, porque es peligroso. Una madre sabe equilibrar estas cosas. Una vida sin retos no existe y un chico o una chica que no sepa afrontarlos poniéndose en juego ¡no tiene columna vertebral!
      • María ha vivido muchos momentos no fáciles en su vida, desde el nacimiento de Jesús, cuando para ellos “no había lugar para ellos en el albergue” (Lc 2, 7), hasta el Calvario (cfr. Jn 19, 25). Y como una buena madre está cerca de nosotros, para que nunca perdamos el valor ante las adversidades de la vida, ante nuestra debilidad, ante nuestros pecados: nos da fuerza, nos muestra el camino de su Hijo.
      • Jesús en la cruz le dice a María, indicando a Juan: “¡Mujer, aquí tienes a tu hijo!” y a Juan: “Aquí tienes a tu madre” (cfr. Jn 19, 26-27). En este discípulo todos estamos representados: el Señor nos confía en las manos llenas de amor y de ternura de la Madre, para que sintamos que nos sostiene al afrontar y vencer las dificultades de nuestro camino humano y cristiano.  A no tener miedo de las dificultades. A afrontarlas con la ayuda de la madre.
      • Una buena mamá no sólo acompaña a los niños en el crecimiento, sin evitar los problemas, los desafíos de la vida, una buena mamá ayuda también a tomar las decisiones definitivas con libertad.
      • María es maestra de la verdadera libertad. Donde reina la filosofía de lo provisorio, ¿qué significa libertad? Por cierto, no es hacer todo lo que uno quiere, dejarse dominar por las pasiones, pasar de una experiencia a otra sin discernimiento, seguir las modas del momento. Libertad no significa, por así decirlo, tirar por la ventana todo lo que no nos gusta. La libertad se nos dona ¡para que sepamos optar por las cosas buenas en la vida!
      • María como buena madre nos educa a ser, como Ella, capaces de tomar decisiones definitivas, con aquella libertad plena con la que respondió “sí” al plan de Dios para su vida (cfr. Lc 1, 38).
      • Toda la existencia de María es un himno a la vida, un himno de amor a la vida: ha generado a Jesús en la carne y ha acompañado el nacimiento de la Iglesia en el Calvario y en el Cenáculo.
      • María, la Salus Populi Romani, es la mamá que nos dona la salud en el crecimiento, para afrontar y superar los problemas, en hacernos libres para las opciones definitivas; la mamá que nos enseña a ser fecundos, a estar abiertos a la vida y a ser cada vez más fecundos en el bien, en la alegría, en la esperanza, a no perder jamás la esperanza, a donar vida a los demás, vida física y espiritual.

Queridos hermanos y hermanas, ¡qué difícil es, en nuestro tiempo, tomar decisiones definitivas! Nos seduce lo provisorio. Somos víctimas de una tendencia que nos empuja a lo efímero… ¡como si deseáramos permanecer adolescentes para toda la vida!
¡No tengamos miedo de los compromisos definitivos, de los compromisos que involucran y abarcan toda la vida! ¡De esta manera, nuestra vida será fecunda! Y ¡esto es libertad! Tener el coraje de tomar decisiones con grandeza.

Busco la santidad

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Busco la santidad

Por Ysela Vega- Diario La República
El
amor a Cristo ha fortalecido su espíritu, el que está incólume a pesar de las adversidades que trajo consigo el atentado delincuencial del que fue víctima hace diez años y que lo dejó postrado en una silla de ruedas, hecho que para el reverendo padre Edwin Santa Cruz Pérez significó un llamado para hacer el bien, purificar su alma ayudando a los que sufren carencias afectivas y a labrar su camino hacia la santidad.
Su carácter afable, jovial y un buen sentido del humor, el que demuestra en cada uno de sus actos y a todos, sin hacer diferencia de ningún tipo, han convertido a este religioso en uno de los predilectos de niños y menesterosos, los que dan testimonio de su paciencia y de la tranquilidad espiritual que transmite con solo dialogar; virtudes que comprobé al entrevistarlo en su morada, el seminario Santo Toribio de Mogrovejo.
Llamado divino
“Dios me hizo el regalo más bonito al acogerme en su rebaño como sacerdote”, expresa Edwin de 39 años, quien a los 14 años descubrió su vocación sacerdotal en su natal Languden, caserío de la provincia de Santa Cruz (Cajamarca). Poco tiempo después sus hermanas Merly y Jovita Guadalupe le siguieron los pasos al unirse a la congregación Misioneras de Jesús Verbo y Víctima.
Nacido en el seno de una familia humilde y católica, en donde el cariño y la disciplina fueron la mezcla perfecta que lo motivó a servir a la iglesia. En 1993 dejó su pueblo para ingresar al seminario y tras ocho años de estudios, el 8 de diciembre del 2001, en la fiesta religiosa de la Inmaculada Concepción, el obispo de la Diócesis de Chiclayo, monseñor Jesús Moliné Labarta, lo ordenó sacerdote.
Recuerda que su primera misión como vicario la realizó en la parroquia Santa Lucía de Ferreñafe. Empero dos años después se le designó como párroco de la parroquia San Pablo en Incawasi y Sagrado Corazón de Jesús en Batangrande, sin saber que su destino ya estaba marcado, un atentado, cambiaría sus planes de vida.

Misa en la catedral

“Perdónalo, Señor”
El 7 de marzo del 2003 llegó a Batangrande para evangelizar y propagar la palabra de Dios, sin embargo tres meses después, exactamente el 30 de junio, la fe y la fidelidad de Edwin a quien sus amigos cercanos de cariño lo llaman, “El padre incógnita”, por no saber cómo reaccionará su organismo clínicamente las 24 horas, fue puesta a prueba al ser herido de bala por Henry Carrión Rueda, alias “Mono”, en la carretera Chiclayo-Chongoyape a causa de la ambición para adueñarse de la motocicleta que conducía el sacerdote.
Sin que su sonrisa de esfume al recordar este triste episodio, me dice que debió fingir su muerte para salvar su vida. “Iba en la moto, cuando este hombre gritó: ¡Padre, padre! Yo creí que necesita apoyo, por lo que retorné hasta el lugar donde él estaba. Sin ningún remordimiento, esta persona me apuntó con el arma de fuego y me disparó.
Caí a la pista, pero estaba conciente de todo. El sujeto se acercó a mí para verificar si había fallecido, es por eso que lo simulé. De pronto, me arrastró hasta unos campos para abandonarme”, afirma y agrega que es un milagro que esté vivo.
Santa Cruz continúa con su narración al afirmar que en ese momento, solo dos pensamientos abarcaron su mente, como es el perdón. “Le dije Señor si esa es tu voluntad la respeto, perdona a este hombre y a mí por cualquier falta que haya cometido. Me entregué a Jesucristo en cuerpo y alma”, exclama.
Nuevas metas
Queda mucho por decir de este bondadoso clérigo, quien después de recobrar las fuerzas y sus ganas de seguir en la senda del bien, aún cuando padece de paraplejia flácida que le quitó la movilidad de sus piernas, está decido en continuar captando ovejas para el rebaño de Cristo para ayudar y comprender a quienes sufren de algún tipo de discapacidad.
“Cargo la cruz de nuestro ‘Señor Amor’, pues algo quiere de mí”, exclama, antes de despedirse y agradecer todo lo que ha recibido del Creador.

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Fe, esperanza y caridad

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Santo Toribio

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
El mandamiento nuevo del amor es sin duda lo más importante que Jesús nos dio en su despedida de los apóstoles después de la Última Cena. Nos lo transcribe el evangelista Juan (Jn 13, 34-35), casi al final del capítulo en el que tan originalmente nos habla de la última Pascua de Jesús (Jn 13, 1-38). Les recuerdo que los sinópticos prefirieron poner la despedida de Jesús en el día de su Ascensión al Padre, con las instrucciones últimas, que dio a los apóstoles antes de partir (Mt 28,18-20). Y que Juan convirtió esas instrucciones en cuatro largos e importantes “discursos” (capítulos 14, 15, 16 y 17), que les dio mientras iban caminando del cenáculo al huerto de Getsemaní.
Por tratarse de una despedida y por las circunstancias especiales que la rodearon (Jn. 13, 1-30), hubo conmoción y pena en los apóstoles. También en Jesús, que reaccionó pronto y les fue haciendo ver el lado positivo del acontecimiento, de lo que iba a pasar, según nos lo cuenta Juan, que estuvo allí. Este es mi momento de gloria, les dijo (y nos dijo), y el momento de la mayor gloria tributada nunca a Dios. Es por ello que el Padre Dios me va a glorificar y me va a sentar a su derecha en el cielo (Jn 13, 31-32). Por la cruz a la luz, solemos decir. Es cabalmente lo que le pasó a Jesús y lo que Él dijo: cuando sea levantado en la cruz (su pasión y muerte) seré exaltado por Dios (resurrección, ascensión y vida eterna para cuantos crean en Él (Jn 12, 32).
A los apóstoles  -y a nosotros, que quedamos para Su venida -, nos dejó, salido de su corazón, el mandamiento nuevo del amor (Jn 13, 34-35). El amor que es vivir en comunión (ámense los unos a los otros); el amor que tiene en Jesucristo su fuente, modelo y término (ámense los unos a los otros como yo les he ha amado): y el amor que es la señal de ser discípulo de Jesús (por el amor que se tengan los unos a los otros reconocerán todos que son discípulos míos y a Mí me reconocerán como su Maestro). Gran y hermosa tarea la de vivir y enseñar a vivir así el amor. Como forma, estilo y estado de vida. Tal fue en Jesús y lo ha sido en los santos que, como San Vicente de Paul, han sido amor y han vivido para la caridad.
Lamentablemente, olvidando que la caridad es mucho más que una virtud que se pone en práctica de vez en cuando, la redujimos a hacer caridades (limosna y beneficencia). Olvidamos que la caridad (el amor) es el estado de vida del cristiano, quien, como decía San Vicente, debe vivir continuamente ocupado en la práctica real del amor o en disposición de ello. Y olvidamos que, como indicó Jesús, el signo distintivo de quien quiere ser su discípulo es que nos amemos y que la gente vea que nos amamos. Es decir, vivir la comunión. Al respecto Jesús hizo dos cosas: lavar los pies a sus discípulos y darse a sí mismo en comida, como eucaristía. Darnos a Dios en el servicio de los empobrecidos debiera ser lo que nosotros hagamos. Siendo comprensivos, solidarios y bondadosos con todos.
Santo Toribio de Mogrovejo…buen pastor del Perú
Toribio, que quiere decir “don de la vida”, nació en 1538 en un pueblito español de Valladolid. Hijo de una familia acomodada estudió y obtuvo el doctorado en filosofía y derecho. Como laico cristiano fue estudioso, serio y eficiente en el ejercicio de su profesión, piadoso, asceta, con un gran sentido de la justicia y un gran amor a los pobres. En su propósito y estilo de vida de laico, no entró el matrimonio. Sin duda había optado por seguir a Cristo célibe y por entregar su vida al servicio del prójimo por amor a Dios y a las almas.
Trabajaba en Granada como miembro laico del Tribunal de la Inquisición y tenía 41 años, cuando el rey Felipe II lo propuso al Papa Gregorio XIII para la sede episcopal de Lima, vacante por la muerte de su primer Arzobispo Fray Jerónimo de Loayza. Hubo antes que convencer a Toribio, quien en su humildad no se consideraba digno de tan alto cargo. Fue su hermana la que se encargó de convencerlo, haciéndole ver que era esa la voluntad de Dios y prometiéndole que le acompañaría al Perú. No fue tanto problema el hecho de que, por ser laico, tuviera que ser ordenado sacerdote y luego consagrado Obispo. Su preparación, su forma digna de vida y su experiencia en el trato de la gente, hicieron que fuera ordenado de sacerdote ese mismo año (1579) y consagrado obispo, al año siguiente, Entró en Lima el 12 de Mayo de 1581, después de haber desembarcado en Paita. El trayecto quiso hacerlo por tierra para ir conociendo a su gente y costumbres.
Tenía 43 años cuando empezó a estrenarse de obispo, pero lo hizo como si toda su vida lo hubiera sido. Los 25 años que lo fue, hasta su muerte en acción, fue siempre un obispo santo, inteligente y de una capacidad de trabajo sólo igualada por su celo apostólico, organizador, reformador y, sobre todo, Misionero y Pastor bueno e incansable… Cada uno de estos calificativos está avalado por una larga lista de hechos que asombra y abruma, y que evidentemente no caben aquí. Vio muy pronto la difícil relación Virreinato-Iglesia y la inicua explotación de los indios y negros (unos 100,000), a quienes amó y defendió siempre.
Lima era entonces y en lo eclesiástico, una arquidiócesis de reciente creación (1541), con 520 km de costa; y, desde 1546, sede metropolitana de una Provincia Eclesiástica con más de seis millones de kms2 y 5,000 kms de longitud, desde Nicaragua hasta Argentina. Su pastoreo produce vértigo, dándose tiempo para todo. Sólo en lo que hoy es el Perú y en sus dos primeros años de trabajo (1581-82), el joven arzobispo inauguró el III Concilio de Lima (1583), convocó el 1º Sínodo Limense e hizo su 1ª  Visita Pastoral (Lima-Nazca-Huancayo). El famoso III Concilio de Lima daría como fruto tres grandes publicaciones, en quechua, aymara y español, a saber; el catecismo, el sermonario y el confesonario, que fueron el abc del naciente cristianismo.
Su 2ª Visita Pastoral duró seis años y cuatro su 3ª, en la que confirmó en Quives a Rosa de Lima (1597). El alejamiento prolongado de Lima le acarreó no pocas críticas de parte del Virrey, quien llegó a acusarlo al Emperador de que la Sede Arzobispal parecía Sede Vacante, pues el Arzobispo siempre estaba fuera… Evangelizando a los pobres y alejados del Perú, debió haber dicho mejor. Fue así, cómo, buen pastor de almas, le sorprendió la muerte: en Zaña (Lambayeque) en 1606, apenas iniciada su 4 visita pastoral. ¡Tenía sólo 68 años! Fue canonizado en 1726 por el Papa Benedicto XIII. Hoy, es el celestial Patrono de todos los Obispos de América Latina.

Buen Pastor

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Cristo morado

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Hay dos parábolas que retratan a Jesús de cuerpo entero: la del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) y la del Buen Pastor (Jn 10, 1-30). La del Buen Pastor, la iglesia la propone siempre en el 4º domingo de Pascua, celebrando en él la Jornada Mundial de Oración por la Vocaciones. Para que el Señor suscite en su iglesia suficientes y santos sacerdotes, que, como Jesús, sean para su pueblo Buenos Pastores. Obviamente, pedimos también para que siga suscitando religiosos y religiosas, laicos y laicas comprometidos, papás y mamás, que, desde su estado y situación, sepan ser buenos pastores. Pero hoy oramos especialmente por el aumento de las vocaciones al sacerdocio y por la fidelidad y la santidad del medio millón de sacerdotes que ya lo son, algunos de los cuales ustedes conocen.
¿Qué hacer para ser Buenos Pastores? La respuesta nos la da el evangelio de hoy (Jn 10, 27-30), pese a ser sólo cuatro versículos del rico capítulo 10 que Juan dedica a Jesús como Buen Pastor. “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco”, dice Jesús (Jn 10, 27). Cercanía, familiaridad, amor, comunicación, son la condición elemental de la relación pastor oveja (sacerdote-fiel, padre-hijo): El pastor conoce a sus ovejas y las llama por su nombre, es decir, las conoce para saber cómo tratarlas en un trato personalizado, y las llama para darles seguridad, inspirarles confianza y hacer que le sigan a gusto. Fuera de la familia y los amigos, ¿cuántos pobres conocemos nosotros por su nombre y los llamamos para saber de su situación?
Ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna (Jn 10, 28). Siguen a Jesús porque emana de Él una fuerza que las atrae (Jn 12,32) y porque las lleva a prados abundantes y tranquilos, regresándolas, después, sanas y salvas a su redil. Buen pastor no es sólo el que tiene buen corazón y buen trato sino el que conoce bien su oficio. El que sabe mantener unidas y seguras las ovejas, formar grupos con ellas y hacerlas crecer como grupo y en número y calidad. Es el caso de Jesús y de los buenos pastores (pastoralistas), que no evangelizan por evangelizar sino para formar grupos (crear comunidades). Sólo así se crea la iglesia que es red de comunidades.
Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano, que es la mano del Padre, porque el Padre Dios y yo somos una sola cosa (Jn 10, 30). Tremendas afirmaciones las que hace Jesús, Buen Pastor. Esta última -Dios y yo somos una misma cosa-, le costaría la vida, porque siendo hombre se hacía pasar por Dios. Tal fue la acusación que le hicieron (Jn 10, 33) y por la que en definitiva lo condenaron (Mc 14,62). Les invito a memorizar el texto de Juan 10,30 y a leer el comentario hecho por Jesús mismo (Jn 7, 47-58).
Jesucristo intercultural
Nadie pensó que la ley N° 29602 que declara al Señor de los Milagros patrono de la espiritualidad religiosa católica del Perú y símbolo de religiosidad y sentimiento popular que se publicó el 18 de octubre del 2010, daría qué hablar.
Y es que el ciudadano Lucero Robert Tailor Moreno Cabanillas realizó una demanda de amparo, quien cuestionaba que, por ley, se declare al Señor de los Milagros como Patrono del Perú.
Por su parte, el Tribunal Constitucional (TC) declaró infundada la demanda de amparo interpuesta, desestimando su pedido al no haberse acreditado que dicha denominación constituya una amenaza a su libertad religiosa.
La demanda se presentó contra el presidente del Consejo de Ministros y del Congreso de la República, y en ella se solicitaba que se ordene a la Presidencia del Consejo de Ministros que retire el proyecto de ley, presentado por el Poder Ejecutivo, para declarar al Señor de los Milagros como Patrono del Perú.
El ciudadano profesa la fe cristiana evangélica y, a su juicio, el proyecto de ley presentado por el Poder Ejecutivo contravenía el texto constitucional conforme al cual el Estado peruano no es un Estado confesional y existe separación entre las confesiones religiosas y el Estado.
El TC destaca, en su sentencia, que una declaración de este tipo no perjudica la laicidad del Estado porque se trata de un símbolo “en el que no domina su significación religiosa sino su carácter cultural”.
Además, señala que la tradición del Señor de los Milagros, si bien tiene origen religioso, actualmente constituye una expresión cultural que se encuentra enraizada en la sociedad peruana.
Una prueba de ello, añadió, es que su festividad haya sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación por el Instituto Nacional de Cultura.
Fuente: Agencia de Noticias Andina.

Pesca milagrosa

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Pesca milagrosa

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
El relato de Juan sobre la tercera aparición de Jesús Resucitado a los apóstoles (Jn. 21, 1-19) es sencillamente encantador. Por lo que dice y por cómo lo dice. Todo ello en un clima cordial de paz y de serena armonía, no obstante que se relatan situaciones difíciles y embarazosas. El amor, el deseo de agradar y la buena voluntad, son la varita mágica que convierte en oro cuanto pasa en ese día. Con el evangelio, comencemos por el grupo humano compuesto por siete de los 11 apóstoles de Jesús, todos ellos pescadores, que están a la espera de sus órdenes. El ambiente es distendido y hay entre ellos un trato amigable y colaborador. ¡Voy a pescar!, les dice Simón Pedro. ¡Te acompañamos!, le contestan los demás. Pedro no grita ni impone y los otros se ofrecen gustosos… ¿No es maravilloso y envidiable? ¡Qué bueno si nuestras familias y comunidades y la misma iglesia fuéramos así!
El milagro del cambio de mentalidad y de trato de los apóstoles lo hizo Jesús Resucitado, su encuentro con Él, que los impresionó hondamente haciendo que se sintieran felices y mejores. ¿No han tenido ustedes alguna vez una experiencia parecida, que por unos días los ha llenado de paz y de felicidad? La experiencia de los apóstoles fue incomparablemente superior, sobre todo por el contacto subsiguiente y beneficioso que tuvieron con Jesús. Volviendo al relato, está la escena de la pesca milagrosa, que puso remedió al fracaso de una noche de pesca sin lograr nada: echen la red a la derecha de la barca…, les dijo. Está también el delicado detalle del fuego con un pescado encima, que Jesús preparó en la orilla, para que calentaran sus cuerpos entumecidos por el frío de la noche y llenasen sus estómagos vacíos. Simplemente conmovedor.
El clímax conmovedor y humano, se produjo cuando Jesús llamó a Simón Pedro, para hablar con Él. ¡Ahora viene aquello!, se habrá dicho recordando cuando por tres veces lo negó. Pero Jesús ni se lo menciona. Sino que con todo el cariño del mundo le pregunta si lo ama, es decir, si está dispuesto a darlo todo por Él. Y se lo pregunta por tres veces, que Pedro toma como alusión velada a las tres veces que Le negó. Tiempo atrás, estando en Cesárea de Filipo, Jesús había confiado a Pedro el primado de su Iglesia (Mt 16, 18-19), ahora, en vez de retirarle la confianza y el cargo, se los renueva y lo pone como Pastor de esa Iglesia, de las ovejas (los fieles) y los corderos (los obispos), según los escrituristas (Jn. 19, 15-17).
El diálogo de Jesús con Pedro, además de la delicadeza exquisita del trato, llama la atención por la inusual condición que le pone para hacerlo Pastor de su Iglesia: si le ama… Cualquier otro habría pedido los requisitos habituales de buena salud, capacitación, experiencia, rendimiento… Jesús pide ante todo amor, la opción y decisión de quererlo a Él por sobre todas las cosas, incluso su propia vida (como lo hizo, Jn 21, 19), y de seguirle de corazón y dispuesto a todo. Pero también la convicción de que lo más importante en su vida y pastoreo de la grey (la iglesia) tendrá que ser el amor: el amor que se hace misericordia. Será bueno recordarlo a la hora en que Jesús quiera confiarnos algo: el sacerdocio, el matrimonio, un hijo, un puesto de trabajo, etc.

Señor de la Divina Misericordia

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Divina Misericordia

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Según el Diario de Santa Faustina Kowalska, vidente del Señor de la Divina Misericordia, fue el mismo Señor quien pidió que su Fiesta fuera celebrada en el Primer Domingo después de Pascua. “En ese día, las profundidades de mi misericordia estarán abiertas para todos… En ese día, “quien se confiese y comulgue obtendrá el completo perdón de sus pecados y del castigo merecido” (Diario 699). Devoto del Señor de la Divina Misericordia fue el Papa y hoy Beato Juan Pablo II quien, el 17 de agosto del 2002, instituyó la fiesta para toda la Iglesia, deviniendo rápido en una de las devociones más queridas y extendidas. Puesta la Fiesta en la Octava de la Resurrección del Señor, el Señor Resucitado se nos presenta como el Señor de la Misericordia, el que encarna y derrama la misericordia de Dios.
El 2º Domingo de Pascua fue siempre en la Iglesia un Día Grande, ante todo por ser la octava de la Resurrección del Señor. “Como si ahora hubiéramos nacido…” (1 Pe 2,2), es la obertura de la liturgia de ese día, que hace referencia a cuantos por el bautismo hemos muerto y resucitado con Jesucristo. Por su parte, el evangelio nos relata cómo en ese día, Jesús instituyó el Sacramento del Perdón (Jn 20, 19-31), que es la inclinación más profunda de Dios al hombre caído (para levantarlo), como dijo Juan Pablo II.  Al Señor Resucitado le cae perfecto el sobrenombre de Señor de la Divina Misericordia, pues es como se muestra después de su Resurrección: Todo Misericordia.
“Rico en Misericordia”, 1º con los apóstoles, al desearles repetidamente la paz. ¡El Shalom (saludo judío de paz y bien), debió sonarles a música celestial! No había reproche (por su huida en el Viernes Santo), sino los sentimientos y los buenos deseos del amigo y Maestro, que les tendía las manos, mientras ellos se iban llenando de alegría, de valor, de ganas de ser verdaderos apóstoles y testigos de su Resurrección. 2º con todos los hombres y mujeres del mundo, al dar a los apóstoles el poder de perdonar, instituyendo para siempre, el Sacramento del Perdón. Memoricemos el texto (Jn 20, 23). 3º con la Iglesia, comunidad de apóstoles y fieles, al enviarles el Espíritu Santo, “don de todo consuelo”.
Fue el Espíritu Santo, quien resucitó a Jesús (Rom 8,11), dejando una cruz y un sepulcro vacíos. Él lo devolvió a la vida para ser “el Señor”, pero también para ser, cara a nosotros, “el Señor de la Misericordia”, de modo que atraídos por su amor, no vivamos ya para nosotros sino para Él. Es lo más importante del hecho histórico de la Resurrección y es lo que más conmovió a los apóstoles. Les emocionó tocar a Jesús y saber que era real, pero les emocionó aún más la experiencia de fe que los envolvió y los sedujo. La convicción de que Jesús estaba vivo y, por su amor misericordioso, de nuevo con ellos. ¡¿Quién o qué los podría apartar ya del amor de Cristo?! (Rom 8,35). Es la clase de experiencia de fe que tenemos que hacer nosotros: para no tener miedo y para cambiar a mejor las cosas.
El amor hecho misericordia, la compasión, fue el alma de la vida de Jesús, como lo fue también del Papa Juan Pablo II, quien sintomáticamente fuera beatificado un día como hoy. Y como lo fue de Benedicto XVI, cuya primera Carta Encíclica como Papa fue Dios es Amor (2005). Y como lo está siendo para el Papa Francisco, quien en los 25 días de su Pontificado (13.03.2013) no ha cesado de insistir en la misericordia del Señor, pidiéndola para él y para nosotros, e invitándonos a confiar en Su misericordia.
Nuevo párroco de la Medalla Milagrosa
A todos los feligreses de nuestra Parroquia:
Monseñor Juan Luis Cipriani, Cardenal y Pastor de la Arquidiócesis de Lima, se ha dignado darme el nombramiento de párroco de esta Parroquia de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, a la que considero mi Alma Mater, porque fue en ella donde viví y trabajé durante los diez años (1960 – 1969), que duró mi formación sacerdotal. Mi primer deseo es saludarlos a todos Ustedes con afecto fraterno, adicionando un saludo y felicitación pascuales: ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
Mi nombre es José Antonio Ubillús Lamadrid y voy a cumplir 71 años de edad y 43 de sacerdote. Nací en Olmos, Lambayeque. Hice mis estudios primarios y secundarios en el colegio “Manuel Pardo” de Chiclayo, donde fue profesor y director el P. Antonio Elduayen Jiménez; mi formación sacerdotal la realicé en Lima, Bogotá y Roma y me ordené de sacerdote el 27 de Diciembre de 1969. He trabajado en las parroquias Medalla Milagrosa, San Isidro; Virgen Milagrosa, Miraflores; Corpus Christi, San Juan de Miraflores; Santa Catalina Labouré, Villa María del Triunfo. He sido formador de nuestros estudiantes vicentinos y profesor de teología en la Pontificia Universidad Católica y en el Instituto Superior de Estudios Teológicos Juan XXIII de Lima.
Considero que para que una parroquia sea de verdad una comunidad, necesita un párroco. ¿Quién es el párroco?, es un maestro que enseña prioritariamente, con la palabra y el testimonio de vida, a conocer y amar a Jesús de Nazaret; que enseña las verdades esenciales del evangelio, que les recuerda a todos el camino de la conversión, de la fe y de la santidad; que invita a tiempo y destiempo a un seguimiento fiel, libre y gozoso de Cristo; que motiva al amor de los hermanos, especialmente de los más pobres y necesitados. El párroco es un sacerdote que preside la liturgia, el culto público, la adoración, la alabanza, la acción de gracias y las súplicas que toda la comunidad le eleva a Dios, especialmente a través de la celebración eucarística; es quien intercede por su comunidad, quien la acompaña en la oración y quien promueve la unidad dentro de ella llamándola a estar cada día más operante, más viva, más fiel al evangelio y a los caminos del Señor. ¡Qué tarea! Solamente con la ayuda del Señor y la de todos los feligreses será posible hacerla realidad.
Por mi parte, reconociendo mis fragilidades y limitaciones, estoy disponible para trabajar como pastor y guía por el bien de toda la comunidad. Quisiera compartir con ustedes las alegrías, los éxitos y fracasos, las tristezas y dolores; vengo a acompañarlos a todos ustedes en su vida cristiana, a decirles que Dios los ama y que vamos a compartir en comunidad ese amor de Dios.
Deseo vivamente continuar promoviendo la devoción que esta comunidad parroquial tiene a la Santísima Virgen María, para que nos cubra con su manto maternal, para que ella nos defienda de tantos males y peligros  y  sea la salud de los enfermos, refugio de los pecadores, consuelo de los tristes, amparo de los pobres y abandonados, auxilio de los cristianos.
No quisiera terminar esta carta sin dejar de agradecer sinceramente al Padre Antonio Elduayen. Sé que él ha sido para todos ustedes un pastor bueno, inteligente y sabio. ¡Qué difícil será sustituirlo! Les agradezco anticipadamente su colaboración y suplico para todos ustedes  abundantes bendiciones de Nuestro Señor Jesucristo.
P.  José Antonio Ubillús Lamadrid CM  Párroco

Resurrección de Jesucristo

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Rostro de Manoppello

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Estamos en el día más importante del año, Pascua de Resurrección. Y ¡aleluya!, palabra hebrea que significa Gloria a Dios, es el grito de júbilo que nos sale incesante del corazón, porque Jesús ha resucitado.
Alguien que estaba muerto -¡y qué muerte!- y enterrado de tres días, resucitó. Es la noticia más grande e impactante de la historia: un hombre, llamado Jesús, resucitó por sí mismo de entre los muertos…
Para nosotros, la Resurrección del Señor es lo que da sentido y validez a nuestra fe, pues seríamos los hombres más infelices si Cristo no hubiese resucitado, como observa San Pablo (1 Cor 15, 19). Es también lo que anima y empuja nuestro empeño de hacer realidad en esta vida, aquí abajo y ahora, lo que esperamos obtener en el más allá (paz, felicidad, libertad, amor…). Lo lograremos en la medida de nuestro empeño y sacrificio, pues no hay resurrección sin muerte ni victoria sin lucha.
Por mi parte, al felicitarles a ustedes por la Resurrección del Señor, que es garantía y anticipo de la nuestra, les invito a vivir un vida renovada, llena de optimismo, con la mirada puesta en los valores del evangelio y “de arriba”, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios (Col 3,1-4), y con el compromiso de transformarnos y de transformar el mundo.

Celebrar la Semana Santa con sentido pascual

Por Luis Fernando Crespo Tarrero- Teólogo PUCP
Cada año los cristianos celebramos la Pascua, acontecimiento fundante de la vida cristiana. En la liturgia hacemos “memoria” de la muerte y resurrección del Señor. Popularmente nos referimos a ella con el nombre de “Semana Santa”. Si bien para algunos significa unos días de vacaciones al final del verano, o para otros la participación en algunas tradiciones religiosas heredadas de los mayores, conviene recordar su sentido auténticamente cristiano.
La Pascua –la judía y la cristiana- significa acontecimiento de salvación y de liberación inserto en la historia de los seres humanos. La celebración cristiana de la Semana Santa no debería, por tanto, agotarse en las celebraciones litúrgicas sino, ser fuente de renovación de la fuerza liberadora de la Pascua de Jesucristo en las condiciones de nuestro presente.
La celebración del Jueves Santo, doble memoria de la Cena –eucaristía y lavado de los pies-, resume toda la vida de Jesús en gesto de entrega y de servicio. Gran lección para comprender la identidad y misión del mismo Jesús y para que tanto sus discípulos de entonces como los de hoy entendamos la nuestra.
El Viernes Santo es día de contemplación del amor del Padre en la entrega del Hijo hasta la muerte. La cruz fue la consecuencia histórica de la fidelidad de Jesús al proyecto de salvación y de fraternidad –el Reino de Dios- en una humanidad donde primó el egoísmo y la insensibilidad ante el sufrimiento injusto. Es igualmente un día para revisar silenciosamente ante la cruz de Jesús la calidad y radicalidad de nuestra entrega y de nuestros compromisos por la vida plena de nuestros hermanos.
La Vigilia Pascual y el Domingo de Resurrección celebran el desenlace del drama. La gran nueva noticia –evangelio- en adelante será: Jesús “está vivo” y en la vida de Dios. Dios, resucitándolo de entre los muertos “ha constituido a este Jesús al que ustedes crucificaron Cristo y Señor” (Hechos 2,36) e “Hijo de Dios” (Romanos1,4). Se trata del mismo Jesús de Nazaret. Todo lo que Jesús fue, dijo y realizó continúa vivo en el misterio de Dios y de esta manera en medio de nosotros. Como en el relato de la aparición a los caminantes de Emaús (Lucas 24,13-35) también para nosotros el Resucitado se hace presente en la acogida del desconocido, en la Palabra proclamada y en el sacramento del pan compartido. Creer en Jesús, el Cristo Resucitado, significa caminar con él, asumir su proyecto y estilo de vida, hacer presente creativamente todo lo que El hizo y dijo, en nuestro quehacer cotidiano.
Celebrar la Semana Santa, inmersos y conscientes de los desafíos que nuestra realidad plantea, supone hacer, siguiendo a Jesús en su vida, muerte y resurrección, un proceso de conversión “pascual”, pasar de criterios, actitudes y comportamientos que generan olvido y muerte de los insignificantes de nuestra sociedad –y eso significa rechazo del amor de Dios- a opciones, proyectos y prácticas, que como discípulos de Jesús nos coloquen al servicio de una vida plena para todos.