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Factor religioso como fenómeno humano

Felipe Berríos del Solar SJ

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Jesuita Felipe Berríos cometió “actos de significación sexual de distinta relevancia

La investigación de la Iglesia Católica estableció “la verosimilitud de actos de significación sexual de distinta relevancia que habrían afectado a siete mujeres jóvenes y adolescentes”, a manos del renombrado cura jesuita Felipe Berríos.
“Estos hechos se refieren a tocaciones y diversos traspasos de límites en el ejercicio del sacerdocio, entre los años 1993 y 2009”, agregó un comunicado.
La Compañía de Jesús, que recientemente enfrentó otro caso similar con el icónico Renato Poblete, detalló que la “Investigación Previa Canónica encomendada a la abogada María Elena Santibáñez” ahora será enviada “para su revisión al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, entidad competente que deberá determinar los pasos a seguir”.
El trabajo de la jurista “contó con la declaración de más de 40 testigos”.
“Durante este tiempo, seguirá vigente la medida cautelar impuesta por el Provincial de la Compañía de Jesús a Felipe Berríos SJ de la suspensión del ejercicio público del ministerio sacerdotal”, concluye la nota.
Berríos, quien está representado por un abogado, sólo ha emitido comunicados para referirse a la acusación, afirmando en el primero de ellos que haría “todo lo que sea necesario por conocer y aclarar los orígenes de esta denuncia”.
Fuente: Cooperativa.cl

Retrato de un provocador

Por Rocío Montes- www.caras.cl
Cuando habla remece no sólo a la elite chilena, sino también a parte de la jerarquía de la Iglesia. ¿Cómo en 20 años Felipe Berríos se transformó en Felipe Berríos? Esta es la reconstrucción de la historia más íntima de este jesuita que prefiere las aguas turbulentas a las poco profundas.
Esta historia podría empezar ese 27 de noviembre de 1956 en que don Miguel Berríos, ingeniero civil, y la señora Lucy del Solar, dueña de casa, tuvieron a sus gemelos. Primero llegó Felipe y, cinco minutos después, Andrés. El que llegó antes, que siempre fue más inquieto que el segundo, de adulto iba a explicar: “Mi hermano se demoró, porque se quedó ordenando”.
Este relato también podría comenzar dos décadas después, el 21 de mayo de 1977, en la casa de retiro de los jesuitas en Calera de Tango. Felipe Berríos del Solar, 20 años, estudiante de tercer año de Construcción Civil en la Universidad Católica, aprovechaba los días festivos para prepararse para sus exámenes de fines de semestre. Había estudiado en el colegio San Ignacio de El Bosque toda su vida y tenía un vínculo fuerte con la congregación, pero nadie de su círculo más cercano imaginaba lo que le iba a ocurrir a este muchacho buenmozo y dicharachero que jamás -jamás- usó cuadernos. En uno de los salones de muros gruesos de esta construcción de la Colonia, mirando el fuego de una chimenea, el estudiante de la UC sintió la paz y la alegría que nunca más volvería a sentir. Y supo entonces que su vida estaba cambiando de manera radical. No se equivocó: dos meses y 10 días después, el 31 de julio, entraba a la Compañía de Jesús. La decisión repentina sorprendió a su familia, a sus amigos y a la muchacha con la que Berríos tenía una intensa relación sentimental.
Pero para comprender mejor al protagonista de esta historia, quizá convenga arrancar en 2014. El religioso tiene 57 años y en las últimas décadas se ha convertido, tal vez, en el más popular y mediático de la curia chilena. Su regreso a Santiago el 19 de junio, después de cuatro años como misionero en Africa, es noticia nacional (en pocos países debe causar tanto interés el regreso de un sacerdote). Y pese a su plan original de mantener silencio y partir a un retiro, la fuerte infección dental que lo aqueja no le impide conceder tres entrevistas -a un canal, un diario y una radio- que prenden las alarmas, nuevamente, en parte de la jerarquía de la Iglesia Católica. A algunos obispos no les gusta nada que Berríos haya dicho que está dispuesto a bendecir a parejas homosexuales. Tampoco que se pregunte si es legítimo que la Universidad de los Andes y la UC construyan hospitales en el barrio alto. “Eso es inmoral”, responde el propio sacerdote. Y esas dos sentencias -como ha ocurrido otras tantas veces-, generan tensión, escalan y son discutidas al más elevado nivel de curia chilena.
Berríos, el provocador, está de vuelta.
Su infancia fue tremendamente divertida. El sacerdote y sus cinco hermanos -cuatro hombres y una mujer-, crecieron en una casa de Seminario con Irarrázabal, que todavía pertenece a la familia. Y ese lugar -que Berríos aún no visita después de su regreso- está marcado por recuerdos entrañables: el perro Toqui, los juegos con su gemelo Andrés -siempre fue y será su mejor amigo-, y la figura de su padre, fallecido en 2007. Dicen que don Miguel era un hombre excepcional que marcó mucho a su hijo Felipe: aunque era ingeniero -trabajó en el grupo BHC de Javier Vial- tenía profundos intereses humanistas. El padre de Felipe Berríos amaba la literatura y los trabajos manuales: en la casa de Ñuñoa había un taller donde acostumbraba realizar labores de gasfitería junto a sus hijos. Y siempre se ocupó de tenerle a los niños microscopios y telescopios, para que pudieran comprender lo infinito y lo pequeño. Quizá por su influencia, el cura Berríos todavía siente una tremenda fascinación por el espacio y por las herramientas.
No era un alumno destacado en el San Ignacio de El Bosque, ni en lo deportivo ni en lo académico, según recuerdan algunos de sus compañeros de generación: era un alumno de promedio 5.0. Sobresalía, más bien, por sus chistes y simpatía. Pero fue en el colegio donde Berríos vivió las experiencias clave que, seguramente, algunos años después de su egreso en diciembre de 1974, lo hicieron decidirse por el camino de la Compañía.
En el anuario se señala sobre él: “Berríos del Solar, Felipe. Nos acompaña desde las preparatorias. Se le conoce por su gran interés en Dios y en sus amigos, de los cuales se preocupa mucho. Gran colaborador en las cosas del curso y del colegio. Este último tiempo ha cambiado mucho en cuanto a sus intereses. Su preocupación por lo humano lo hace ser un sicólogo por excelencia”.
Era una época convulsionada en el San Ignacio de calle Pocuro, en Providencia. Los jesuitas estaban profundamente comprometidos con las transformaciones en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular y en 1971, cuando Berríos estaba en primero medio, estuvieron a punto de vender el establecimiento. Los sacerdotes, fundamentalmente, se cuestionaban la utilidad de tener un colegio para la burguesía. Y fue una discusión caliente que involucró a los profesores, apoderados y estudiantes y que, finalmente, se zanjó a favor de mantener el recinto de El Bosque. Pero, a cambio, se puso en práctica un sistema inédito en el colegio: la matrícula diferenciada. El hecho de que los padres pagaran de acuerdo a sus posibilidades provocó un efecto parecido al del programa de integración en el Saint George y su Machuca: comenzaron a entrar estudiantes de diferentes estratos sociales y, con ello, a establecerse lazos entre los jóvenes de mundos sumamente distintos.
La de Berríos fue una generación marcada por la fe y la demanda de compromiso social. Los trabajos en las fábricas y de verano –que debutaron en 1974–, vincularon a los alumnos al mundo obrero y campesino. Y en ese proceso fue clave la figura de un joven aspirante a jesuita, Juan Díaz, que lideró a las comunidades juveniles desde la Doctrina Social de la Iglesia y proyectos como el Ciclotrón. La iniciativa era arriesgada, pero vanguardista: consistía en que los ex alumnos debían hacer clases de religión a los estudiantes de primero medio. Y ahí estuvo Berríos, el profesor.
Todo este proceso fue fructífero para la Compañía de Jesús. Cuentan que el San Ignacio de El Bosque, por esos años, fue un semillero de vocaciones sacerdotales. Entre ellos, Guillermo Baranda, Jorge Costadoat, Antonio Delfau y Eugenio Valenzuela, ex provincial de los jesuitas en Chile (actualmente investigado por abuso sexual).
Luego de tres años en Tanzania, se ordenó sacerdote en marzo de 1989, a los 32. Y lo nombraron director de Infocap, la universidad jesuita para los trabajadores, ubicada en avenida Departamental. Fue entonces cuando sucedió un hecho que posiblemente marcó la relación de este religioso con los medios de comunicación: la periodista Gloria Stanley lo llamó por teléfono para invitarlo a su programa Los siete pecados capitales, de Megavisión. Y aunque dicen que Berríos en un comienzo se negó, terminó aceptando cuando supo que varios sacerdotes habían sido vetados por el canal. “Si no vas tú -le dijeron-, no vendrá nadie de la Iglesia”. Y el jesuita fue. Y habló sobre la reconciliación entre los chilenos.
A mucha gente ese programa le hizo sentido y su capacidad para hablarle a las grandes audiencias fue evidente. Tanto, que logró cautivar a una conductora que, por esos años, era un fenómeno en la TV: Eli de Caso. La animadora llamó a Berríos y, primero, lo invitó a su programa Aló Eli. Después, sin embargo, le ofreció ser panelista un día a la semana. Y Berríos –que siempre dice que el Evangelio debe comunicarse en un funeral, un bautizo, la radio o la TV– aceptó. Durante años estuvo en las pantallas de ese programa de Megavisión dirigido, sobre todo, a las mujeres dueñas de casa. Cuando recuerda aquellos años en que no era un personaje público, añora la libertad del anonimato. Y extraña poder pasar horas en una ferretería mirando y comprando herramientas.
El estilo Berríos no ha cambiado en dos décadas. Le siguen fascinando las gaseosas y los sándwichs. Su lenguaje es cercano y juvenil -utiliza el cachai como casi todos- y logra empatía con gente muy distinta. Los que lo conocen dicen que siempre los hace sentir especial y que eso encanta. Acostumbra a usar bototos y, para no enredarse, todo el año se pone camisas blancas de manga larga. Alguna vez descubrió que las que tienen un 60 por ciento de polyester no necesitaban tanta plancha y desde entonces usa siempre las de ese tipo, que además les da multiuso: sirven para estar en la población y para ir por la noche a alguna presentación de un libro.
Pero el pensamiento de Berríos ha evolucionado. En 1993, antes de su entrada a la TV y de su fama, lo entrevistaron en El Mercurio y le preguntaron por el caso de un sacerdote norteamericano que escandalizaba en aquella época por su abierto homosexualismo. Berríos respondió: “No creo compatibles sacerdocio y homosexualidad. A uno le toca aconsejar; vivir con otros sacerdotes, estar a cargo de niños… sería como el gato cuidando la carnicería”. También le consultaron por el ingreso de los homosexuales al Ejército. “No les permitiría el servicio militar: Si se requieren ciertas cualidades intrínsecas, como no tener pie plano, también pediría requisitos conductuales. Dejaría igualmente fuera al homosexual y al machista”, respondió Berríos, que también se refirió a la discusión sobre el divorcio. “Creo que se va a terminar legislando a favor de la familia”.
Los que lo conocen señalan que Berríos ha evolucionado y que, seguramente, se espantaría al releer lo que pensaba en 1993. Dicen que el sacerdote tiene una frase para esto: “Los únicos que no cambian son Dios y los tontos”. Y que en estas dos décadas ha mostrado, en la práctica, que tiene la fuerza y la libertad para contradecir al establishment de la Iglesia Católica y los poderes fácticos. Porque el jesuita se ha enfrentado en público y en privado a ciertas fracciones de la jerarquía eclesiástica que no apoyan ni la forma ni el fondo de su mensaje.
Hay una decena de ejemplos.
El 26 de septiembre de 2003, en una carta a El Mercurio, pidió perdón a los hijos de padres separados luego de que la Vicaría para la Familia hiciera unos spots en que señalaba que ellos eran más propensos a la mentira, a la agresividad, a beber más alcohol, a fumar más marihuana, en comparación con los hijos de matrimonios no divorciados. Dicen que Berríos sociabilizó sus críticas con la Iglesia antes de escribir la misiva y que —sin duda— fue el momento más complejo de su tensa relación con los superiores.
En 2005 lo retaron los obispos. El sacerdote había señalado que hay una obligación moral de usar condón y la Conferencia Episcopal lo mandó a llamar a Punta de Tralca, donde estaban reunidos. Gestionaron el encuentro a través del provincial de los jesuitas en aquella época, Guillermo Baranda, y lo recibieron tres sacerdotes: el presidente de la Conferencia Episcopal, Alejandro Goic, el cardenal Francisco Javier Errázuriz y el obispo Cristián Contreras. “Todo sacerdote tiene que ser fiel a la enseñanza de la Santa Iglesia, a su magisterio”, dijo luego Goic criticando a Berríos.
En 2006 la tensión fue explícita. El sacerdote había escrito que cualquiera podía acceder a la comunión, que era un regalo de Dios y no un premio. El cardenal Errázuriz le pidió rectificar públicamente sus dichos y Berríos lo hizo a través de una carta, pero el escrito comenzaba de esta forma: “Mi pastor, el cardenal Errázuriz, me ha pedido rectificar algunas expresiones escritas en dos de mis comentarios sobre el Evangelio…”.
Tres años después –en 2009–, Berríos publicó una columna en la revista Sábado titulada ‘Extranjeros en su país’. En ese espacio —que tenía desde 2001— hablaba sobre las universidades instaladas “en la cota mil” de Santiago. Y se preguntaba: “¿Qué visión del país tendrá el profesional que salga de esa universidad?”. Las universidades aludidas -entre ellas la de los Andes, del Opus Dei- reaccionaron con fuerza.
Uno de los últimos episodios antes de embarcarse a Africa en 2010 sucedió a propósito de la elección del arzobispo de Santiago. Berríos abrió una fuerte polémica en junio de ese año al recordar que el obispo Juan Ignacio González, uno de los candidatos, había trabajado para la dictadura de Pinochet. “A finales de los ochenta dejó esto para ir a Roma, donde fue ordenado sacerdote y sacó un doctorado cuya tesis estaba relacionada con las capellanías castrenses en Chile”, explicó poco antes de su viaje.
Berríos no habla desde el temperamento y escoge con precisión los momentos para romper el silencio, explican quienes lo conocen. Consiente del interés que despierta y de su llegada a los medios –tiene buenos amigos periodistas–, el sacerdote aprovecha sus tribunas para exponer las conclusiones teológicas que, en su inmensa mayoría, comparte la Compañía. Los jesuitas explican que la vocación de la congregación ha sido históricamente el trabajo de frontera, que consiste en dedicarse con sensibilidad a las realidades más extremas y menos visibles. Y que esa labor los hace ser menos apegados a la doctrina, como lo ha demostrado Berríos, que se ha transformado en una especie de punta de lanza de los llamados sectores progresistas de la Iglesia.
Esto no quiere decir, en ningún caso, que Berríos no tenga detractores en su propia congregación, y sobre todo respecto a la forma que utiliza. Un jesuita que lo conoce de cerca señala que tiene un carácter difícil y es bastante terco. A mediados de 2013, por ejemplo, el superior de los jesuitas de ese entonces, Eugenio Valenzuela, a través de un correo electrónico pidió perdón al presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Ezzati, luego de la entrevista que Berríos concedió al programa El Informante de TVN desde Africa, donde hizo fuertes críticas a parte de la Iglesia. Y en su congregación señalan que se le había recomendado el silencio en este regreso a Chile de 2014, pero que Berríos actúa con una libertad total.
Las críticas externas, sin embargo, no sólo se refieren a la forma. El docente de la Universidad de los Andes, Joaquín García-Huidobro, escribió que “el problema del padre Berríos no es el lenguaje que utiliza, sino el combo que nos presenta, donde se mezcla todo sin mayores distinciones, desde el ‘matrimonio’ homosexual hasta el mejoramiento de la educación…”. Y un sacerdote salesiano que trabajó 16 años en África, Ricardo Cáceres Lamas, también lo criticó a través de una carta: “No tuve esas posibilidades económicas como tú desde Chile con tus amigos y empresarios”. La misiva se publicó en la página web de la Conferencia Episcopal.
Sucedió una noche no determinada entre 2000 y 2006, en el gobierno de Ricardo Lagos. El Presidente y su señora, Luisa Durán, fueron a comer a la comunidad jesuita Arrupe, en Departamental, donde por años vivieron Berríos y el padre Fernando Montes. Hasta la actualidad son una dupla inquebrantable dentro de la Compañía: Montes, más intelectual y pausado que Berríos, fue quien lo recibió en la congregación cuando el estudiante de Construcción Civil de la UC decidió ingresar al seminario. Y desde entonces, hace casi 40 años, mantienen una amistad férrea. De hecho, cada vez que Berríos se pasa de decibeles en sus mensajes, Montes aparece para matizar y explicar. No era extraño que estos dos sacerdotes recibieran visitas de alto nivel. Cuentan que por esos años una porción importante de la elite chilena llegó a la comunidad Arrupe para conversar con Montes y Berríos: presidentes y ex presidentes de la República, políticos de todas las tendencias, empresarios y hasta figuras del mundo del deporte, como Iván Zamorano y Marcelo Bielsa. Y la visita de Lagos y su señora, donde comieron platos preparados por el propio Montes también resultó sumamente grata y hasta chistosa: el padre Montes toda la noche llamó Gustavo al Presidente. Tan agradecida estaba la Primera Dama por la compañía que les regaló una cajita de té muy fina.
Pocos días después, el padre Montes llegó a la casa y se encontró con una tremenda humareda. No se explicaba qué había sucedido hasta que vio a Berríos en la cocina junto a unas ollas. Lo que había ocurrido no tenía explicación lógica para Montes: su compañero había ocupado el té de Luisa Durán para teñir unas sábanas que le iban a servir como banderas de los barcos que tanto le fascina construir. Las carabelas de Berríos están repartidas por colegios de todo Chile y muchas veces, por su tremendo gusto por las herramientas y los trabajos manuales, el sacerdote se avergonzó de dar la comunión con las manos llenas de pegamento.
Berríos tiene una importante red de influencias, como es habitual entre los miembros de la Compañía de Jesús. Los jesuitas explican que siempre han sido capaces de ejercer su labor pastoral y, al mismo tiempo, vincularse con las elites. El propio San Ignacio de Loyola, señalan, se carteaba con los reyes de Europa mientras establecía vínculos con los más miserables.
Cuentan que Berríos tiene una relación de padre-hijo con Hugo Yaconi y que el empresario ha estado detrás de sus más importantes proyectos. Y que ese primer anillo de confianza, además de Montes y su hermano Andrés, lo conforman María Luisa García-Huidobro, la periodista Andrea Vial y su marido, Juan Agustín Vargas, Claudia Vial y el ministro de Defensa, Jorge Burgos, su compañero de colegio en el San Ignacio con el que tomaban el trolley para regresar a su casa. Pero sus inmejorables relaciones con la elite trascienden las fronteras ideológicas y religiosas: los empresarios Roberto Fantuzzi y Juan Pedro Pinochet –ex director ejecutivo de Un techo para Chile– son dos de sus principales aliados en el sector privado. En el mundo político, tiene lazos transversales: se lleva estupendo con Jovino Novoa y con el ex presidente del Consejo de Defensa del Estado durante el periodo de Lagos y Michelle Bachelet, Carlos Mackenney. En la polémica que lo enfrentó a la jerarquía de la Iglesia antes de partir a África, fue la propia historiadora Lucía Santa Cruz la que salió en su defensa con carta a El Mercurio.
El padre Berríos está de vuelta.
Luego de las entrevistas se sumergió en un retiro espiritual que lo tendrá algunos días alejado de la contingencia, y solamente sus visitas al dentista interrumpen su estado de reflexión. Intenta no hablar por teléfono -poco y nada entiende el nuevo aparato que le regaló su hermano Andrés-, lee la autobiografía espiritual de San Ignacio y se encuentra a la espera de que la Compañía de Jesús especifique las labores que deberá realizar desde este 2014. Cuentan que todavía no ha procesado del todo su regreso desde África y que el aterrizaje -a la vista está- ha sido demasiado intenso. En el otro continente dejó a su perrita Leo y, entre tantos recuerdos, el de las cuatro familias que bautizaron a sus hijos con su nombre en señal de agradecimiento. Acá lo esperaba su madre Lucy, mayor y enferma, que no lo reconoció después de cuatro años tan lejos.

U.S. Catholics Open to Non-Traditional Families

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45% of Americans Are Catholic or Connected to Catholicism
When Pope Francis arrives in the U.S. for the World Meeting of Families later this month, he will find a Catholic public that is remarkably accepting of a variety of non-traditional families, according to a new Pew Research Center survey that provides an in-depth look at American Catholics’ views on family life, sexuality and Catholic identity.
Nine-in-ten U.S. Catholics say a household headed by a married mother and father is an ideal situation for bringing up children. But the survey shows that large majorities think other kinds of families – those headed by parents who are single, divorced, unmarried or gay – are OK for raising children, too.
This may be in part because Francis’ American flock is experiencing life in all its modern complexity. According to the survey, one-in-four Catholics have gone through a divorce. One-in-ten have not only divorced but also remarried. One-in-ten are living with a romantic partner, sans wedding, and more than four-in-ten have done so at some point in their lives.
When it comes to matters of sexuality, there are a number of issues on which Catholics either mostly disagree with the church (e.g., on the question of whether Catholics should be permitted to use birth control) or are divided (e.g., on the question of whether the church should recognize the marriages of gay and lesbian couples).
But there also are numerous ways in which Catholics express their dedication to the church and its teachings. For example, seven-in-ten say they cannot ever imagine leaving the Catholic Church, no matter what. Nearly six-in-ten Catholics say abortion is a sin. And more than half say devotion to Mary and receiving the sacraments are “essential” to what being Catholic means to them personally. The survey shows, furthermore, that Catholics who say they attend Mass regularly (at least once a week) are consistently more in agreement with church teachings than are Catholics who attend Mass less frequently.
The survey also shows that the United States is a nation of people whose ties to Catholicism run both deep and broad. Fully 45% of Americans are connected to Catholicism in some way, including one-fifth who claim the faith as their current religion, one-tenth who were raised in the faith and have now fallen away, and a similar share who maintain a cultural connection to Catholicism.
The latter group – “cultural Catholics” – do not identify Catholicism as their religion; most are Protestants or say they have no religion. But they do identify as Catholic or partially Catholic in some other way. This attachment to Catholicism shows up in their lives in various ways: For example, one-third say they attend Mass at least occasionally. And among cultural Catholics who were raised in the church, roughly four-in-ten say they could imagine returning to the faith someday.
The new survey also suggests that Pope Francis may have a difficult time persuading Catholics in the U.S. to adopt his philosophy about excess and his focus on the environment. Though six-in-ten Catholics say working to help the poor and needy is essential to their Catholic identity, only about half as many say the same about working to address climate change. Catholics are divided on the question of whether it is sinful to spend money on luxuries without also giving to the poor, but large majorities say it is not a sin to live in a house larger than needed or to use energy without concern for the impact on the environment. The survey finds that Hispanic Catholics are much more inclined than non-Hispanic whites to express concerns about the morality of excessive consumption.
These are among the key findings of Pew Research Center’s 2015 Survey of U.S. Catholics and Family Life, conducted May 5-June 7, 2015, on landlines and cellphones among a national probability sample of 5,122 adults, including 1,016 self-identified Catholics, with a margin of sampling error of +/- 3.5 percentage points for Catholics and +/- 1.6 percentage points for the full sample. (For more information on the survey’s methodology, see Appendix A.) The survey examines Catholics’ views about a wide range of family issues that Francis and Catholics from around the world may discuss later this month at the World Meeting of Families in Philadelphia and that the church’s hierarchy is expected to continue to discuss at an October Synod of Bishops in Rome.1
The new survey also explores the nature and forms of Catholic identity and connections to the church, and it describes Catholics’ own experiences with divorce, remarriage and cohabitation.
Catholics’ Views on Family Life and Sexuality
Nine-in-ten U.S. Catholics say, when it comes to parenting, a married mother and father are ideal – as good as, or better than, any other arrangement for bringing up kids. But large majorities of Catholics think other family configurations generally are acceptable, too.
For example, 84% of Catholics say it is acceptable for unmarried parents who live together to bring up children, including 48% who call this as good as any other arrangement for raising children. And fully two-thirds of American Catholics think it is acceptable for same-sex couples to raise children, including 43% who say a gay or lesbian couple with children is just as good as any other kind of family.
Leaving children aside, Catholics also condone a variety of adult living arrangements that the church traditionally has frowned upon. A sizable majority (85%) think it is acceptable for a man and woman to live together as a couple outside of marriage, including more than half (55%) who say cohabitation is as good as any other living arrangement for adults. And seven-in-ten Catholics say married couples who opt not to have children have chosen a lifestyle that is as good as any other.
But the survey also shows that Catholics who attend Mass regularly are more inclined to hew to the traditional teachings of the church. For example, among Catholics who say they attend Mass weekly, six-in-ten think that a gay or lesbian couple raising children is either unacceptable (36%) or acceptable but not as good as some other arrangements for raising children (25%); just 34% say a same-sex couple raising children is as good as any other family configuration.
By comparison, roughly half of Catholics who attend Mass less than once a week (49%) say being raised by a same-sex couple is just as good an arrangement for children as any other, and an additional 22% say this is acceptable even if not as good as some other arrangements. Only about one-in-five Catholics who attend Mass less than once a week (22%) say being raised by a same-sex couple is not an acceptable arrangement for children.
(Roughly four-in-ten Catholics say they attend Mass at least once a week. For details, see Chapter 2.)
Overall, Catholics are split on whether homosexual behavior is a sin. More than four-in-ten (44%, including 59% of weekly Mass attenders) say it is, but nearly as many (39%) say it is not. And the preponderance of lay Catholic opinion in the United States today is that living with a romantic partner outside of marriage is not a sin: 54% say it is not a sin, compared with 33% who say it is sinful. Similarly, more U.S. Catholics say getting remarried after a divorce without first obtaining an annulment is not a sin (49%) than say it is a sin (35%), and the same is true on the issue of using contraceptives (66% vs. 17%).
Moreover, many U.S. Catholics would like the Catholic Church, as an institution, to adopt a more flexible or accepting approach toward people who are divorced, cohabiting with a romantic partner outside marriage or in same-sex relationships. Fully six-in-ten say the church should start allowing Catholics who are cohabiting, as well as those who have divorced and remarried without obtaining an annulment, to receive Communion (61% and 62%, respectively). And nearly half of Catholics (46%) think the church should recognize same-sex marriages.
As with attitudes about family arrangements, Catholics who report attending Mass regularly are more likely than other Catholics to accept church teachings about the sinfulness of certain sexual behaviors and living arrangements. For example, most Catholics who attend Mass at least once a week say homosexual behavior is a sin, and nearly half say cohabitation and remarriage after a divorce without an annulment are sinful. Among Catholics who attend Mass less often, fewer view these behaviors and living arrangements as sinful. Regular Mass-attending Catholics are also more likely than other Catholics to say the church should not allow cohabiting Catholics or divorced Catholics who have remarried without obtaining an annulment to receive Communion.
Catholics’ Own Experiences with Divorce, Remarriage and Cohabitation
The new survey finds that a quarter of U.S. Catholic adults have gone through a divorce, including about one-in-ten (9%) who are now remarried. About a quarter of divorced Catholics (26%, or 6% of all Catholic adults) report that they or their former spouse sought an annulment of their previous marriage.2 In addition, 44% of Catholics say they have cohabited with a romantic partner at some point in their lives, including 9% who are currently doing so.
In a separate survey, nearly half of Catholics (47%) said they have a close friend or family member who is gay. And in Pew Research Center’s 2014 U.S. Religious Landscape Study, about 4% of Catholics described their own sexual orientation as gay, lesbian or bisexual.
Catholic Identity and Catholic Connections
Pew Research Center’s 2014 Religious Landscape Study, which asked 35,000 Americans about their religious affiliation, beliefs and practices, found that about one-in-five U.S. adults (21%) identify their current religion as Catholic, down from 24% in a parallel study of the U.S. religious landscape conducted in 2007.
One of the goals of the new survey of U.S. Catholics is to explore a wider range of Catholic identities and connections to the church than previous polls have covered. Indeed, the new survey finds that fully 45% of Americans have some personal connection to Catholicism. For analytical purposes, this report divides them into four main groups:

  • Catholics: When asked, “What is your present religion, if any?” one-in-five U.S. adults say they are Catholic. Within this group, there is a wide spectrum of beliefs and practices. Some say they attend Mass at least once a week (39%), while others say they rarely or never go to Mass (16%). But all respondents who say their current religion is Catholic are included as “Catholics” in this report. And, by and large, they are deeply loyal to the Catholic Church. Fully seven-in-ten say they could never imagine leaving Catholicism, no matter what.

  • Cultural Catholics: Nearly one-in-ten Americans (9%) say they belong to a faith other than Catholicism (most often Protestantism) or are religiously unaffiliated (atheist, agnostic or “nothing in particular”) but nevertheless consider themselves Catholic or partially Catholic in some other way. The survey asked these respondents to explain, in their own words, why they consider themselves Catholic. They give a variety of reasons, including, most commonly, that they were raised in the Catholic faith and – even though they no longer consider Catholicism to be their religion – they still think of themselves as indelibly Catholic by culture, ancestry, ethnicity or family tradition (for more details, see Chapter 1). Smaller numbers say they were not raised in the Catholic Church but have some other attachment, such as being married to a Catholic, and therefore think of themselves as partially Catholic even though Catholicism is not their own faith. Cultural Catholics generally express an affinity for the church, including high approval ratings of Pope Francis. But they rate much lower than Catholics on measures of Catholic observance (such as attending Mass).

  • ExCatholics: An additional 9% of Americans say they were raised in the Catholic Church but no longer consider themselves Catholic in any way, either by religion or aside from religion. Not all ex-Catholics appear to be deeply alienated from the church. More than half (59%) give Pope Francis positive ratings, and a few say they go to Mass at least once or twice a year (10%) and would choose to have the sacrament of anointing of the sick – sometimes performed as part of last rites – if they were seriously ill (9%).

  • Other connections: About 8% of Americans were not raised Catholic and do not consider themselves Catholic, but nonetheless say they have some familial or institutional connection to the Catholic Church. This group includes people who had a Catholic parent but were not brought up in the faith. It includes some non-Catholics who say they attend Mass at a Catholic church at least a few times a year. It also includes people who have a Catholic spouse or partner but who say they don’t think of themselves, personally, as Catholic or even partially Catholic in any way. (If they did, they would be in the cultural Catholic category.)

While any attempt to divide nearly half of the U.S. population into a handful of categories is bound to blur some important distinctions, one benefit of this novel categorization is that it highlights the broad reach Catholicism has in American life, extending well beyond the population that currently self-identifies as Catholic by religion. Connections to Catholicism are particularly widespread among Latinos: 84% of Latinos in the current survey are either Catholics (45%), cultural Catholics (13%), ex-Catholics (18%) or otherwise connected to the church (8%).
The categories also make it possible to compare the views and experiences of Catholics not just with the general public, but also with non-Catholics who have varying degrees of exposure to and affinity for Catholicism. With this in mind, many of the charts and tables throughout this report show figures for Catholics as well as for cultural Catholics and ex-Catholics, as appropriate. Respondents with other kinds of connections to Catholicism are discussed less frequently, both because the nature of their connections to Catholicism are quite disparate (some have a Catholic spouse, others a Catholic parent, still others are Catholic-connected in the sense that they attend Mass at least occasionally) and because they were not raised Catholic and do not identify as Catholic today (either by religion or aside from religion).
Leaving, Joining and Staying in the Catholic Church
Another feature of the new survey is that Catholics were asked whether there was ever a period in their lives when they left the church. This allows a fuller picture of switching into and out of Catholicism, which turns out to be even more common than previously known.3The new analysis shows that among all U.S. adults who were raised Catholic, fully half (52%) have left the church at some point in their lives. Of these, about one-in-five (11% of all adults who were raised Catholic) are “reverts” – people who left the church for a while and have since returned. The remainder (41% of everyone who was raised Catholic) have not returned to the faith.
Since Pope Francis’ election in 2013, there has been much discussion of a potential “Francis effect,” with some commentators speculating that the popular pope, and the winds of change he has brought to the church, might draw more former Catholics back into the fold. The survey suggests that the most likely candidates to be drawn back by a Francis effect are in the cultural Catholic category.
Most cultural Catholics (73%) express a favorable view of Pope Francis, with large majorities describing him as humble, compassionate and open-minded. Moreover, a third or more of cultural Catholics say they observe Lent, go to Mass at least occasionally and would want the sacrament of the anointing of the sick if they were very ill.4 And among cultural Catholics who were raised in the faith, fully 43% say they can see themselves possibly returning to the church someday.
The situation is quite different among ex-Catholics. Although they, too, generally hold the pope in high regard, an overwhelming majority of ex-Catholics (89%) say they cannot imagine themselves ever returning to the church.
(For full results on views toward Pope Francis, see the first release based on this survey, “Catholics Divided Over Global Warming”).
Care for the Environment and Concern for the Poor
The new survey was conducted shortly before the Vatican released “Laudato Si’,” the pope’s encyclical addressing environmental issues and highlighting the disproportionate impact of climate change on the world’s poor. The survey’s results, therefore, may not reflect the full impact of the encyclical on public opinion. But even before the pope’s highly anticipated message, concern for the poor was very much on the minds of many Catholics. A solid majority (62%) said working to help the poor and needy is essential to what being Catholic means to them, and four-in-ten (41%) said they consider it sinful to buy luxuries without also donating to the poor.
It is less clear whether this concern for the poor affects Catholics’ thinking about the environment in general or climate change in particular. Prior to the publication of the encyclical, just a quarter of U.S. Catholics (23%) said it is a sin to use electricity, gasoline and other forms of energy without concern for their impact on the environment. And three-in-ten Catholics (29%) said that working to address climate change is an essential part of what being Catholic means to them, far fewer than the share who said the same about working to help the poor and needy.

Other Key Findings
Additional highlights in this report include:

  • Catholics are divided on the question of whether their Catholic identity is more a matter of religion or ancestry/culture. While 45% say that for them personally, being Catholic is mainly a matter of religion (or of religion and ancestry/culture), 49% say that their Catholic identity is mainly a matter of ancestry or culture (or both). And among those in the “cultural Catholics” category, fully six-in-ten (62%) say that for them, being Catholic is mainly a matter of ancestry and/or culture.

  • In terms of what being Catholic means to them, both Catholics by religion and cultural Catholics emphasize the importance of a personal relationship with Jesus, belief in the Resurrection and working to help the poor and needy. But cultural Catholics are less likely than Catholics by religion to place importance on devotion to Mary, receiving the sacraments or being part of a Catholic parish.

  • More than half of Catholics (56%) say they sometimes participate in Catholic activities, even if they don’t believe in them, because it is important to their family or friends. Roughly six-in-ten cultural Catholics (63%) and nearly half of ex-Catholics (46%) say this as well.

  • Many Catholics, cultural Catholics and ex-Catholics think the Catholic Church should change its position on a variety of issues, including allowing priests to marry and women to be priests, although fewer believe these changes will actually take place in the next few decades.

  • Younger Catholics are much more likely than older Catholics to say they could imagine leaving the Catholic Church someday. Four-in-ten (41%) Catholic adults under age 30 say they could see themselves leaving the church, compared with about a quarter (26%) of those ages 30-64 and just 14% of those ages 65 and older.

  • A plurality of Catholics say they receive Holy Communion every time they go to Mass (43%), and an additional 13% say they take Communion most of the time. White Catholics are much more likely to say they receive Communion regularly than are Hispanic Catholics. Fully 56% of white Catholics say they take Communion each time they attend Mass, compared with just 21% of Hispanic Catholics. Most Hispanics say they take Communion only some of the time (35%) or that they never receive the sacrament (27%).

  • About four-in-ten Catholics (43%) say they go to confession at least once a year, including 7% who report going monthly and 14% who say they go several times a year. Those who attend Mass at least once a week are far more likely than less-frequent church attenders to say they go to confession once a year or more (68% vs. 27%). But, on the whole, there are only modest differences on this question among women and men, younger and older Catholics, whites and Hispanics, and college graduates and those with less education.

  • When they pray, about half of Catholics say they rely on memorized prayers such as the Hail Mary (21%) or a combination of memorized prayers and “personal conversations” with God (31%). By comparison, eight-in-ten Protestants (82%), including nine-in-ten white evangelical Protestants (89%), say they rely primarily on personal conversations with God.

  • Catholics are as likely as Protestants to believe in the concept of sin, with roughly nine-in-ten in each group professing such a belief. About half of religiously unaffiliated Americans – including 47% of ex-Catholics who now say they are religious “nones” – believe that some actions are offensive to God.

Acknowledgments

Many individuals from Pew Research Center contributed to this report. Alan Cooperman, director of religion research, oversaw the effort and served as the primary editor. Gregory A. Smith, associate director for religion research, and Jessica Hamar Martínez, senior researcher, served as the primary researchers and wrote the Overview and the chapter on exploring Catholic identity. Smith also wrote the chapter on participation in Catholic rites and observances. The chapter on family matters was written by Research Associate Elizabeth Podrebarac Sciupac. Research Associate Becka Alper wrote the chapter on expectations of the church, and Senior Researcher Besheer Mohamed wrote the chapter on beliefs about sin. Copy Editor Aleksandra Sandstrom prepared the glossary, and Research Assistant Claire Gecewicz prepared the detailed tables. The report was number checked by Alper, Gecewicz, Martínez, Mohamed, Sciupac and Smith. The report was edited by Sandra Stencel, Michael Lipka, Caryle Murphy and Sandstrom. Bill Webster created the graphics.
Pew Research Center’s methods team, led by Director of Survey Research Scott Keeter and including Research Methodologists Kyley McGeeney and Andrew Mercer, provided advice on the sampling plan, questionnaire design and data analysis.
Others at Pew Research Center who provided research guidance include Michael Dimock, Claudia Deane, Carroll Doherty, Cary Funk, Ana Gonzalez-Barrera, Jocelyn Kiley, Andrew Kohut and Kim Parker. Communications support was provided by Stefan S. Cornibert, Erin O’Connell and Andrew Cohen. Web support was provided by Stacy Rosenberg and Benjamin Wormald.
Pew Research Center received invaluable advice on the survey questionnaire, analysis of results and writing of this report from a panel of advisers that included: Gary Adler Jr., assistant professor of sociology, The Pennsylvania State University; Tricia C. Bruce, associate professor of sociology, Maryville College; Jesuit Father Allan Figueroa Deck, distinguished scholar in pastoral theology and Latino studies, Loyola Marymount University; Mark M. Gray, senior research associate at the Center for Applied Research in the Apostolate (CARA) and director of CARA Catholic Polls (CCP), Georgetown University; John C. Green, distinguished professor of political science and director of the Ray C. Bliss Institute of Applied Politics, University of Akron; Mary Ellen Konieczny, assistant professor of sociology, University of Notre Dame; Stephen F. Schneck, director of the Institute for Policy Research & Catholic Studies, Catholic University of America; and W. Bradford Wilcox, associate professor of sociology and director of the National Marriage Project, University of Virginia.
Roadmap to the Report
The remainder of this report explores in greater depth many of the key findings summarized in this overview. Chapter 1 offers a detailed look at Catholic identity, including the ways in which cultural Catholics consider themselves Catholic, and documenting the beliefs and practices that Catholics say are essential to what being Catholic means to them. Chapter 2 examines participation in Catholic rites and practices. Chapter 3 explores family matters, describing Catholics’ own living arrangements and marital histories and detailing their attitudes about a number of non-traditional family arrangements. Chapter 4 examines changes Catholics say they would like to see in the church. And Chapter 5 analyzes Catholics’ attitudes about sin.

  1. The World Meeting of Families, as described in Philadelphia Archbishop Charles J. Chaput’s welcome letter, is designed to “explore the critical role the family plays in society and to give families opportunities to talk about the challenges and blessings that all families have.” The theme of the upcoming synod is “the vocation and mission of the family in the church and in the contemporary world” (see http://www.usccb.org/issues-and-action/marriage-and-family/2014-2015-synods-of-bishops-on-the-family.cfm).

  2. Because the annulment process can take years in the Roman Catholic legal system and can be initiated by one spouse and does not have to include the other, the survey asked divorced Catholics whether they or their former spouse havesought an annulment, not whether they obtained one.

  3. Pew Research Center’s 2014 Religious Landscape Study includes an extensive discussion of religious switching. It shows that Catholicism loses more adherents through religious switching than any other group, mainly because there are far fewer people who convert to Catholicism than there are people who leave Catholicism. Overall, 32% of American adults were raised Catholic; about six-in-ten of them (19% of all U.S. adults) continue to identify with Catholicism as adults, while four-in-ten (13% of all U.S. adults) no longer identify as Catholics on the basis of religion. Meanwhile, about 2% of American adults are converts to Catholicism – people who say they are now Catholic after having been raised in another religion or no religion. This means that there are about six former Catholics (the 13% of adults who were raised Catholic and are no longer Catholic) for every convert to Catholicism (2% of all U.S. adults); no other religious group analyzed experiences such a lopsided ratio of losses to gains through religious switching.

  4. Roughly half of cultural Catholics are Protestants. Because Protestant groups also observe Lent, cultural Catholics’ participation in Lent might reflect their Protestant faith as much as any connection to Catholicism.

Papa Francisco en Cuba y Estados Unidos

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Peligrosamente evangélico, por Ernesto Cavassa, S.J.

Peligrosamente evangélico

Por Ernesto Cavassa SJ- Diario El Comercio
“El hombre más peligroso del planeta”. Así fue calificado el papa Francisco por el comentarista de una cadena norteamericana luego de su reciente viaje a Sudamérica. En este periplo, el Papa reiteró su llamado a respetar y cuidar a la “hermana madre tierra”, tema central de su encíclica “Laudato si”, “sobre el cuidado de la casa común”, presentada en Roma en junio pasado. Este hombre peligroso está a punto de subir a un avión que lo llevará en visita apostólica a Cuba, Estados Unidos y la sede de las Naciones Unidas, en su décimo desplazamiento fuera de Italia desde que inició su pontificado. El Papa participará en el VIII Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y canonizará en Washington al fraile franciscano Junípero Serra, fundador de varias misiones en la California del siglo dieciocho. 
Este viaje tiene un significado particular. Su encíclica ha posicionado a la Iglesia Católica en un tema clave para el futuro de la humanidad de cara a la COP 21 a realizarse en París en diciembre próximo; al mismo tiempo, ha levantado polémicas voces dentro y fuera de la Iglesia. Francisco hablará en la ONU durante su Asamblea General 70 ante numerosos jefes de Estado en una cumbre especial que tratará sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por primera vez, además, un Papa se dirigirá al Congreso norteamericano en una sesión conjunta del Senado y la Cámara de Representantes. Previamente, el Papa habrá visitado Cuba luego de la activa participación que tuvo en la reanudación de relaciones diplomáticas entre ambos países.
Francisco no rehúye los temas que afectan a la humanidad. Por ello, la revista “Vanity Fair” lo llamó “Papa coraje” a los cien días de iniciar su pontificado. Este Papa, sin haber participado en el Concilio Vaticano II (a diferencia de los últimos 5 pontífices) es, no obstante, profundamente conciliar. En el año jubilar de este evento eclesial –estamos conmemorando el aniversario 50 de su conclusión– Francisco lleva a cabo su lema central: “Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de la Iglesia” (Gaudium et Spes, 1). Por ello, se pronuncia con libertad y valentía sobre el cambio climático, la migración siria o africana, las desigualdades sociales o las responsabilidades políticas de los estados en los problemas que nos aquejan. 
La fuente de este espíritu profético se encuentra en el evangelio. Así lo supo leer el cantante británico Elton John –conocido por sus posiciones adversas a la religión– cuando definió a Francisco como “un milagro de humildad en la era de la vanidad”. Y añadió: “Este Papa parece querer llevar a la Iglesia a los antiguos valores de Cristo y, al mismo tiempo, acompañarla al siglo XXI. Si sabe alcanzar y tocar a los niños, las mujeres y los hombres que conviven con el VIH y el sida –muchas veces solos y escondidos por el silencio–, su faro de esperanza dará más luz que cualquier progreso de la ciencia, porque ningún fármaco tiene el poder del amor” (“La Nación”, 9 de julio del 2013). Ese es el poder de Francisco. Su fuerza radica en la misericordia, es decir, en la capacidad de colocarse en la posición del otro, particularmente del que más sufre. La misericordia no es otra cosa que la empatía evangélica, aquella que hace suyo el dolor de los inocentes.
Francisco sabe que la misericordia debe ser eficaz. Por ello, llama constantemente al diálogo. “Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta es siempre la misma: diálogo, diálogo, diálogo”, les dijo a las autoridades políticas y sociales en Brasil. Lo repite constantemente en su reciente encíclica en cada una de las líneas de acción que sugiere para abordar conjuntamente el desafío urgente de proteger nuestra casa común (LS, cap. V). Vamos a ver, pues, qué nos propone este hombre peligrosamente evangélico en este viaje de enorme significación social y eclesial. 

El papa Francisco emprende el décimo viaje internacional de su pontificado que le lleva a Cuba y Estados Unidos, dos países en pleno proceso de acercamiento después de más de medio siglo de hostilidades.

Papa Francisco

Francisco partirá desde del aeropuerto romano de Fiumicino en torno a las 10.15 hora local(08.15 GMT) y tiene previsto llegar a La Habana a las 16.00 hora local (20.00 GMT).
El único acto programado para esta jornada es la ceremonia de bienvenida, en la que será recibido por el presidente cubano, Raúl Castro, con quien se reunirá además el domingo.
Asimismo, durante su estancia en la isla caribeña el pontífice mantendrá un encuentro con el anterior presidente y líder de la revolución cubana, Fidel Castro.
También pronunciará varios discursos, presidirá una misa en la plaza de la Revolución de La Habana y se desplazará a otras ciudades del país, como Holguín y Santiago, entre los numerosos actos de su agenda.
El martes, 22 de septiembre, el papa abandonará Cuba para dirigirse a la capital de los Estados Unidos, Washington D.C.
Durante su estancia en la capital estadounidense se reunirá con el presidente Barack Obama, presidirá la canonización del misionero español Junípero Serra y pronunciará un discurso ante el Congreso del país, entre otras citas.
El 25 de agosto se desplazará a Nueva York, donde protagonizará un encuentro interreligioso en el memorial de la Zona Cero y pronunciará un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
Su visita a Estados Unidos concluirá en Filadelfia, donde se verá con miembros de la comunidad hispana y participará en la Fiesta de la Familia.
Este décimo viaje internacional será, según subrayó el portavoz vaticano, Federico Lombardi, el “más largo y complejo” de todos los que ha realizado el pontífice argentino hasta la fecha.
Muestra de ello es que, durante los nueve días que durará su periplo, pronunciará un total de 26 discursos entre los dos países, la mayor parte de ellos en español.
Su visita se produce en un momento en el que las autoridades de Washington y La Habana se encuentran en pleno proceso de acercamiento, propiciado precisamente según han reconocido ambas partes por la diplomacia vaticana.
Fuente: Radio Programas del Perú.

Mirar lejos

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Por Raúl Zegarra- Revista Ideele
Hace casi 30 años, en 1988, Gustavo Gutiérrez escribió una nueva introducción a su Teología de la liberación. La tituló “Mirar lejos”, siguiendo la pauta de un profundo y bello texto de San Juan XXIII. Teología de la liberación había causado ya gran revuelo, transformándole el rostro al quehacer teológico, transformando la vida de muchos, incluida, sin duda, la de su autor. Un proyecto de envergadura tal, por tanto, requería de una pausa para la reflexión, para ponderar el derrotero de aquello que se había logrado y quizás perdido con los años. Es así como corresponde leer “Mirar lejos”, como un esfuerzo por poner las cosas en perspectiva, después de años intensos, de promesas y fracasos, de acusaciones injustas y críticas constructivas. Me gustaría pensar en estas líneas como un esfuerzo similar, aunque proveniente no del lado del autor y protagonista; sino más bien del de un lector cautivado, de un espectador agradecido. Quisiera, entonces, mirar hacia el horizonte como quien mirando desde fuera se mete un poquito dentro, se hace un poquito parte de una historia que no es suya para dirigir la mirada hacia el porvenir, reconociendo los signos de los tiempos, cogiendo las oportunidades y mirando lejos, como decía San Juan XXIII en ese texto que inspirara a Gutiérrez.
Pero mirar lejos requiere coraje. Los años que siguieron a la publicación de Teología de la liberación no fueron sencillos para su autor ni para los que en conversación con él trabajaron y trabajan. Mucho se perdió, muchos golpes fueron recibidos. Fue tan dramática la situación que numerosos agentes pastorales, religiosos y religiosas, sacerdotes y obispos fueron asesinados por la causa de los más pobres, por la causa del Evangelio. No es muy difícil imaginar que en esos años mirar lejos requería valentía, coraje, una esperanza contra toda esperanza, como dice hermosa y paradójicamente San Pablo. Hay que tenerla cuando un movimiento social vivo y genuino se empieza a desmantelar desde diversos frentes, con las armas del dinero, las sotanas y el terror. ¿Qué horizonte podría anticiparse cuando todo parecía tan oscuro? En efecto, mirar lejos requería y requiere coraje.
Gutiérrez siempre tuvo la opción de apartarse. Quizás hasta hubiese sido el camino más razonable. No hubiese sido el primero; sin duda no el último. Renunciar cuando las escaramuzas son continuas y las fuerzas están disminuidas no ha de verse como falta de compromiso; por el contrario, muchos dejaron la Iglesia pensando que esa era la mejor manera de ser fieles a su compromiso. No cabe sino respetar esta opción. Gutiérrez, no obstante, permaneció en una lucha desde dentro. La tenacidad de su lucha no dejó de ser para muchos un acto insolente. Su mensaje era bien sencillo, pero desafiante: el Dios de Jesús es un Dios de amor universal, pero uno que se inclina de modo preferente ante el lamento del pobre, ante la tristeza del huérfano, ante la fragilidad de la viuda. Para muchos esta simpleza bíblica sonaba a marchas de revolución, a cuestionamiento agudo de un estado de cosas que tenían que cambiar. Y, por supuesto, a eso debía de sonar: un mundo donde todos experimentan la justicia, donde todos pueden sentirse hijos e hijas de Dios, es un mundo distinto al nuestro. Los cambios que un mundo así requiere son sin duda revolucionarios, implican conflictos y grandes dificultades. Tomó tiempo, pero esta perspectiva caló. No sin resistencias, por supuesto, porque los valores del Reino desafían los de este mundo, incluso entre aquellos que se denominan cristianos. Caló, posiblemente, porque la opción preferencial por los pobres no es más que puro evangelio; pero costó mucho sudor, vidas y lágrimas hacer que se hiciese patrimonio de la Iglesia latinoamericana y poco a poco de la Iglesia universal.
Carlos y Jorge Alvarez CalderonHoy las cosas han cambiado. Lo que parecía para muchos el otoño de un patriarca, los languidecientes días finales de un proyecto, hoy se nos muestra más bien como primavera, como tiempo de reivindicación. Esto había empezado ya con el Benedicto XVI, pero sin duda ha manifestado la plenitud de su fuerza en el todavía muy breve papado de Francisco. Con Ratzinger vimos un lento, aunque consistente proceso de acercamiento. El que fuera el implacable prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en los años más peliagudos para Gutiérrez y los suyos poco a poco fue entendiendo que la teología de la liberación no representaba un riesgo y que su opción preferencial por los pobres era, más bien, una fuente de riqueza espiritual para la Iglesia. El decisivo discurso inaugural de Benedicto XVI en la Conferencia de Aparecida (2007) debe verse, entonces, como uno de los estadios finales en este consistente proceso de acercamiento. Pero a este acontecimiento eclesial toca añadir que fue Benedicto XVI (y no Francisco, como alguna prensa mal informada ha dicho más de una vez) quien eligiese al Cardenal Gerhard Müller como el nuevo prefecto de la congregación que él presidiera en los años de Juan Pablo II. Müller es ahora el guardián de la ortodoxia católica. Este no es un gesto menor. Ratzinger sabía muy bien que Müller no solo es un amigo cercano de Gutiérrez, que asistió a numerosos seminarios dirigidos por el teólogo peruano y que co-escribió libros con él, sino que el ahora prefecto ha defendido más de una vez la teología de la liberación y ha dicho que mucho de su trabajo académico y pastoral se inspira en ella. Los gestos de acercamiento son, pues, bastante claros. El tono reivindicatorio de ellos, a mi juicio, lo es también.
La historia con el Papa Francisco, sin embargo, es de otro tenor. Solo basta con mirar los periódicos y las noticias de modo esporádico para notar la consistencia y el coraje con el que Francisco ha decidido guiar a la Iglesia en estos tiempos que yo considero de transición. El respetable legado de Benedicto ha sido llevado a las raíces de las exhortaciones del evangelio por Francisco. El Papa argentino, qué duda cabe, ha radicalizado nuestro llamado a ser cristianos y a dar cuenta de nuestro gozo y esperanza. El testimonio más consistente de esto, junto al día a día y a la coherencia de Francisco, es la Evangelii gaudium, su primera exhortación apostólica. La cantidad de citas que se alinean con la opción preferencial por el pobre es simplemente abrumadora y no corresponde aquí sofocar al lector. Una cosa es clara, no obstante: el compromiso de Francisco con los más pobres no es una cuestión accidental, sino uno de los ejes centrales de su ministerio en la cátedra de Pedro. No pesa poco su pasado Latinoamericano; no tiene poca importancia su rol decisivo en la configuración del Documento de Aparecida.
Pero, ¿dónde deja todo esto a Gustavo Gutiérrez y a la teología de la liberación? Quisiera pensar que mirando hacia el horizonte, aunque los nombres “Gustavo Gutiérrez” y “teología de la liberación” puedan pasar al olvido. Quizás este sea un buen momento para transcribir aquí aquello que Gutiérrez mismo dijera en la última página de ese viejo librito rojo que transformó tanto y tan profundamente: “todas las teologías políticas, de la esperanza, de la revolución, de la liberación, no valen un gesto auténtico de solidaridad […]. No valen un acto de fe, de caridad y de esperanza comprometido […] en una participación activa por liberar al ser humano de todo lo que lo deshumaniza y le impide vivir según la voluntad del Padre”. Para Gutiérrez y su teología, entonces, nunca se trató de la memoria de un nombre; sino de una forma de vivir, del compromiso sincero con el seguimiento de Cristo y la subsecuente solidaridad con los que más sufren. A sus ochenta y siete años, Gutiérrez puede mirar hacia atrás con satisfacción y reconocer su coraje, y el de muchos otros, para mirar lejos, para permanecer en la lucha por un mundo más justo y más cristiano. ¿Es tiempo de cantar victoria, entonces? Sin duda que no, pero sería un error de juicio pensar que nada se ha logrado. Su mirar lejos ha de invitarnos a mirar lejos también, a salir de nosotros mismos y a hacernos prójimos de aquellos cuya necesidad debería interpelarnos en lo más hondo. Ese es su legado, ese su sentido. Pero el coraje de mirar lejos requiere un compromiso que se alimenta de esperanza, de una verdadera esperanza cristiana, esa capaz de hacer historia, como tan bellamente dice el Papa Francisco (EG, n. 181). Que el ejemplo de Gustavo Gutiérrez, quien tuvo el coraje y la esperanza de mirar lejos, inspire nuestro propio coraje y esperanza para hacer historia.

Palabra Nueva

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Una vasta red de publicaciones fue creciendo en los últimos años a la sombra de los campanarios. Con poco dinero y mucha creatividad.
Por Alver Metalli- Vatican Insider
La redacción de Palabra Nueva sería igual a la de cualquier otra publicación del mundo si no estuviera enclavada en el histórico seminario de San Carlos, a pocos pasos de la catedral metropolitana, en el centro histórico de La Habana. Dos puertas más allá está Espacio Laical, una revista de la web que ha tenido altos y bajos, en el piso de abajo se encuentran el Centro Cultural Félix Varela y las augustas aulas del Instituto de Estudios Eclesiásticos recientemente creado, con balcones que asoman al espléndido claustro cuya construcción comenzaron los jesuitas en 1700 y se terminó poco antes de que fueran expulsados de los dominios del imperio español en 1767.
En este lugar, “la cuna de la nacionalidad, la casa donde vivieron los padres fundadores” -como recuerda el sacerdote Josvany Carvajal, rector del Centro Cultural- Orlando Márquez Hidalgo, arquitecto de profesión y periodista por vocación, pasa la mayor parte del día. Desde hace 23 años Márquez es la mente y el alma de la revista Palabra Nueva, 80 páginas de periodicidad mensual, con muchos colaboradores y no todos católicos: “algunos son militantes de la juventud comunista”, revela el arquitecto-director. Palabra Nueva se vende en las parroquias pero un cierto número de ejemplares llega a manos de los corresponsales extranjeros en Cuba y a los escritorios de los funcionarios de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central de Partido Comunista, donde se le presta suma atención. Palabra Nueva es una revista de peso, la publicación con mayor tiraje en Cuba: “Sabemos que cada ejemplar es leído en promedio por 8 ó 10 personas”, explica Márquez. Desde que nació en 1992 expresa lo mejor del pensamiento católico. Pero en torno a la revista se coagulan también las energías eclesiales que están detrás del histórico acercamiento entre Estados Unidos y Cuba. Precisamente el director de Palabra Nueva fue quien comunicó al cardenal de La Habana la noticia del deshielo. “Era el día de la fiesta de San Lázaro”, cuenta Márquez. “Lo llamé y le comuniqué la liberación del prisionero norteamericano y los tres cubanos que estaban en Estados Unidos; él se alegró mucho”. La crónica telefónica fue siguiendo las alternativas: “Durante su viaje hacia el Santuario, le fui informando que Obama hablaría al mediodía, y después que Raúl Castro también haría una declaración pública a la misma hora”. Orlando Márquez pudo incluso anticiparle al purpurado cubano “las medidas que pondría en práctica Estados Unidos, que alguien me había mandado bajo embargo, como el restablecimiento de las relaciones diplomáticas”.
Márquez acaba de recibir el premio “Cruz Pro Ecclesia et Pontifice” de manos del cardenal Ortega, una condecoración que entrega la Santa Sede a personas que “se han destacado de manera notable en sus servicios a la Iglesia y al Papa”. Por otra parte, ha sido vocero y enviado del arzobispo de La Habana en diversas oportunidades, entre ellas el proceso de mediación para la liberación de presos políticos cubanos que comenzó el deshielo con Estados Unidos.
Pero Palabra Nueva no es una flor en el desierto del cambiante comunismo. Es la punta de diamante de una densa red de publicaciones católicas que nacieron como hongos en cada una de las quince provincias de la Isla. Una bocanada de aire fresco crecida en el silencio, un manantial de agua fresca bajo la superficie del oficialismo y sus dos diarios, Gramna y Juventud Rebelde, un semanario, Trabajadores, y una revista quincenal, Bohemia, todos con un tiraje prácticamente circunscripto al Partido Comunista Cubano y sus funcionarios. “Cuando triunfó la revolución había una decena de publicaciones católicas en Cuba, la mayoría pertenecientes a congregaciones religiosas”, recuerda Márquez. “La más famosa, La Quincena, que era de los franciscanos y tenía un contenido marcadamente social”, desapareció cuando llegó al poder el gobierno revolucionario. Pero el vacío no duró mucho tiempo. A fines de los años ’60 un sacerdote jesuita, Donato Cavero, comienza a imprimir una hoja que en poco tiempo –apoyada por los obispos- asume una proyección nacional. Nace el periódico dominical Vida Cristiana, con la liturgia del domingo, el santoral de la semana, algún comentario del director sobre el Evangelio y breves noticias sobre cuestiones de alcance nacional. Cerca de 40 mil ejemplares, preparados con mucha anticipación respecto a la fecha de aparición, para que pudiera llegar a tiempo a toda la isla.
En 1988 cobra vida en Santiago de Cuba Iglesia en marcha, de unas cuarenta páginas con frecuencia trimestral. En 1992 comienza a publicarse en La Habana Palabra Nueva, sobre las cenizas del boletín diocesano La voz del obispo. En 1994 aparece el primer número de Vitral, con reflexiones y comentarios, que depende de la arquidiócesis de Pinar del Río, seguido por el Boletín eclesiástico de la diócesis de Camagüey. En 1996 se funda la Unión Católica de Prensa de Cuba. Otras publicaciones católicas surgen en todas las diócesis del país, ya no dependientes de las congregaciones religiosas como antes de la revolución sino por impulso del clero nacional cubano. Programas religiosos asoman por primera vez en la rígida programación del sistema radiotelevisivo cubano, que siempre había estado cerrado para la Iglesia. El 8 de septiembre, fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, el día de Navidad, en Semana Santa y, desde hace algunos años, la transmisión del Via Crucis desde el Coliseo romano y los mensajes del Papa Urbi et Orbi.
Orlando Márquez es el único periodista católico que ha sido nombrado en tres ocasiones jefe de la oficina de prensa de la Santa Sede para una visita apostólica, la de Juan Pablo II, la de Benedicto XVI y la inminente de Francisco. No oculta su gran esperanza: “Nos han visitado dos Papas y nunca tuvimos entrevistas. Estamos publicando las que hicieron periodistas de otros países, como la entrevista del Papa al diario argentino La Voz del Pueblo o el largo diálogo con la periodista mexicana Valentina Alazraki. Nos merecemos una…

III Congreso Nacional Misionero

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CONGREMISIONEROO

Con el deseo de fortalecer la tarea misionera en el Perú, la Arquidiócesis de Trujillo, la Comisión Episcopal de Misiones y la Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificias han organizado el III Congreso Nacional Misionero, con el tema: Con Cristo, anunciamos la alegría del Evangelio”, evento que se realizará con ponentes internacionales del 05 al 08 de noviembre del presente año, en el Coliseo del Colegio Claretiano.
Este evento estará siendo presidido por la imagen de la Inmaculada Virgen de la Puerta de Moche, la Cruz Peregrina de los jóvenes y una réplica de la Virgen Candelaria del Socorro de Huanchaco.
Previamente al congreso, se realizará la marcha motivadora el día jueves 5 de noviembre a las 8:00 de la mañana por las calles del centro de la ciudad. Este recorrido estará dirigido por la Oficina Diocesana de Educación Católica (ODEC) y la Pastoral Juvenil Arquidiocesana, donde participarán las diferentes instituciones educativas.
“Queremos ofrecer una revitalización de la Misión de la Iglesia en el Perú con un congreso nacional, a donde llegarán muchos hermanos laicos de todas las Jurisdicciones Eclesiásticas, para continuar con su compromiso como Iglesia”, expresó el Vicario General, R.P. Hipólito Purizaca, en conferencia de prensa.
Para el día 6 de noviembre el congreso de iniciará en el coliseo del Colegio Claretiano con la Misa de Apertura a las 10 de la mañana, presidida por nuestro Arzobispo, Monseñor Héctor Miguel Cabrejos Vidarte OFM. Posteriormente, se realizarán las ponencias con diversos temas y otras activamente programadas durante estos días.
Esta jornada terminará el día domingo 8 de noviembre a las 11:00 am con la Misa de Clausura y Envío de los Misioneros, que han participado de este encuentro nacional.
Ponentes:
La mesa de honor que ofrecerán las conferencias magistrales son: Monseñor Gerardo Zerdín (Croacia), el R.P. John Lydon (Canadá), el R.P. José Luis Villacorta (España), asimismo, el R.P. Francisco Javier Ramos Fausto (México) y el hermano Osvaldo Cuadro Moreno (Fundador de la Fundación Homini).
Cabe señalar que las inscripciones se vienen realizando en la Oficina de Obras Misionales Pontificias (OMP), ubicada en la parroquia San Lorenzo de Trujillo, en la Vicaria de Pastoral del Arzobispado y en sus parroquias. La inscripción para la participación en estos tres días de congreso tendrá un solo costo: 15 soles, incluido, material de trabajo y almuerzo.
Fuente: www.arzobispadodetrujillo.org
OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS
Jr Mariscal Miller 1524 Lince Tel 4620308

A nuestros Pastores, Párrocos, Directores Zonales OMP, Agentes Pastorales 
Paz en Cristo Misionero del Padre.
Con intensidad estamos viviendo en las Obras Misionales Pontificias del Perú, la preparación al III Congreso Nacional Misionero (III CONAMI) que se realizará del 05 al 08 de Noviembre del 2015, en la Arquidiócesis de Trujillo en el Coliseo del Colegio Claretiano. Este Congreso será un momento de gracia que tiene la finalidad de impulsar la renovación misionera solicitada por el Papa Francisco en su exhortación Apostólica Evangelii Gaudium.
La finalidad del III CONAMI es:
• Recordar los 50 años del Decreto Ad Gentes del Concilio Vaticano II (7 de diciembre)
• Preparación al próximo V Congreso Americano Misionero se va a realizar en Bolivia el año 2018. Por lo tanto sería oportuno preparar este evento eclesial especialmente sensibilizar a todas las jurisdicciones eclesiásticas e este magno evento.
• Recordar los 25 del Comla IV celebrado en Lima 1991 (Febrero 2016)
• Año dedicado a la Vida Consagrada e inicio del Año Jubilar de la Misericordia.
El tema central de dicho Congreso será: «Perú con Cristo, comunica la alegría del evangelio».
Cada jurisdicción eclesiástica tiene 20 cupos para participantes. Si desean más cupos y mayor información comunicar la oficina de las OMP Trujillo 954608110. El costo de inscripción es de S/.15.00. Se pueden inscribir hasta fines de octubre 2015.
El texto base de este congreso es la Exhortación Apostólica del Papa Evangelii Gaudium. Estamos enviando los afiches del congreso, fichas de inscripción y además 20 fichas como aplicar pastoralmente el Gozo del Evangelio que se puede trabajar como preparación al Congreso. Unidos en oración para que este congreso sea un momento de gracias y animación misionera.
Fraternalmente
Padre Víctor Livori mssp
Director Nacional OMP Perú

Solidaridad con Juan Luis Cipriani

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Pronunciamiento

Ante el modo en que algunos medios de comunicación y personas han reaccionado por la omisión del Cardenal Juan Luis Cipriani al no citar las fuentes del Magisterio de la Iglesia en artículos publicados en el diario “El Comercio”, en nuestra condición de maestros de la Fe y pastores de la Iglesia, expresamos lo siguiente:
1. El Magisterio Universal de la Iglesia forma parte del patrimonio de la misma. Los obispos estamos habituados a conocerlo, estudiarlo, reflexionar sobre él, brindarle nuestra adhesión, interiorizarlo y transmitirlo de modo ordinario en el ejercicio del ministerio de enseñar que nos ha sido confiado.
2. Si bien en muchas ocasiones citamos el documento pontificio respectivo, no estamos obligados a hacerlo siempre así.
3. Comprendemos que haya personas que no conozcan los usos y prácticas que se siguen en la transmisión del Magisterio de la Iglesia, por lo que puede haberles llamado la atención la omisión antes citada. De ser así, confiamos en que la presente comunicación les sea de utilidad.
Lima, 20 de agosto de 2015
+ Javier Del Río Alba, Arzobispo de Arequipa
+ José Antonio Eguren Anselmi SCV, Arzobispo de Piura
+ Gilberto Gómez González, Obispo de Abancay
+ Kay Schmalhausen Panizo SCV, Obispo Prelado de Ayaviri
+ José Luis del Palacio Pérez Medel, Obispo de Callao
+ Robert Prevost OSA, Obispo de Chiclayo
+ Daniel Turley OSA, Obispo de Chulucanas
+ Domingo Berni Leonardi OSA, Obispo Prelado de Chuquibambilla
+ Isidro Barrio Barrio, Obispo de Huancavelica
+ Ivo Baldi Gaburri, Obispo de Huari
+ Héctor Vera Colona, Obispo de Ica
+ Miguel Olaortua Laspra OSA, Obispo Vicario Apostólico de Iquitos
+ José María Ortega Trinidad, Obispo Prelado de Juli
+ Carlos García Camader, Obispo de Lurín
+ Rafael Escudero López-Brea, Obispo Prelado de Moyobamba
+ Pedro Bustamante López, Obispo Prelado de Sicuani
+ Marco Cortez Lara, Obispo de Tacna y Moquegua
+ Ricardo García García, Obispo Prelado de Yauyos
+ Adriano Tomasi Travaglia OFM, Obispo Auxiliar de Lima
+ Raúl Chau Quispe, Obispo Auxiliar de Lima
+ Juan Antonio Ugarte Pérez, Arzobispo Emérito de Cusco
+ Isidro Sala Ribera, Obispo Emérito de Abancay
+ José Ignacio Alemany Grau CSSR, Obispo Emérito de Chachapoyas
+ Jesús Moliné Labarta, Obispo Emérito de Chiclayo
+ Mario Busquets Jordá, Obispo Prelado Emérito de Chuquibamba

SOLIDARIDAD

“Expresamos nuestra solidaridad con el señor Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, quien viene siendo objeto de una innoble campaña que pretende silenciar su valiente voz, desconociendo su ejemplar labor pastoral desplegada en 17 años de Obispo, caracterizada por su infatigable defensa en favor del respeto de la vida humana desde la concepción, el matrimonio, la familia y la difusión y vigencia de la doctrina y las tradiciones cristianas, así como de la Paz del pueblo peruano”, reza el pronunciamiento publicado en el diario El Comercio.
El comunicado va acompañado por las firmas de personalidades del ámbito político como Luis Iberico, Jorge del Castillo, Daniel Abugattás, Martha Chávez, Julio Rosas, Marisol Espinoza, Martín Belaunde Moreyra, Ántero Flores Araoz, Rafael Rey, Fernán Altuve, Luis Castañeda, Lourdes Flores Nano, Juan Carlos Eguren, Carlos Tubino, entre otras figuras.
Fuente: www.peru.com

SU EMINENCIA NO PLAGIÓ

Por Javier Valle Riestra- Diario Expreso
Soy católico, practicante de toda mi vida, incluso en etapas de izquierdismo radical. Eso no me impide opinar sobre la incriminación de plagio hecha al Cardenal. Soy parcial porque, además, conozco a Cipriani y conocí a su padre, famosísimo médico.
Pero eso no distorsiona mi libertad de pensamiento. Si lo considerara culpable, callaría. Empero, lo entiendo inocente y por eso formulo este alegato. Las frases que se le incriminan como plagiario carecen de enjundia intelectual o de estética literaria, que podrían invitar a copiarlas, repitiéndolas como propias. Son lugares comunes.
Todos hemos visto a un Cipriani brillante en la TV, en el pulpito o en sus artículos y no reina sobre él un aurea mediocrita urgido de copiar. En su carta de réplica, explica, meridianamente la situación.
Y nos llega a decir humildemente respecto a sus artículos: “Toda mi labor pastoral, también este artículo periodístico, tiene como base y sustento las enseñanzas del mismo Cristo, de los Papas y de la Doctrina social de la Iglesia. Siempre sigo fielmente sus enseñanzas y cito las fuentes según el tipo de publicación que se trate. Este patrimonio común de nuestra fe no tiene, por decirlo así una propiedad intelectual, pero es habitual y correcto citarlos para una mejor comprensión y, en ocasiones, para reforzar la autoridad de la doctrina que se expone.”.
No. La posición de nuestro Cardenal, es ejemplar y moderna, por eso suscita tantas pasiones. 
Pero, el Cardenalato de Juan Luis, es el de un líder religioso. Interviene una hora semanalmente en televisión; sus sermones en misas son una antología, oratoria que sacude la conciencia religiosa de sus oyentes. Como es moderno no habla, ni escribe en latín; se trata de comunicar con la feligresía y lo hace con éxito espectacular en español.
Por eso es un Cardenal histórico, que bien pudo aceptar estar entre los postulantes al papado. Hay un sentido de peruanidad negativa entre sus críticos que preferirían tener en lugar de un líder, un mediocre silencioso dedicado a pensar en latín y mencionar sistemáticamente el De Profundis. Por eso es que de sectores cavernarios se vomitan condenas aleves. El protestantismo no tiene ni por asomo un líder de esa jerarquía.

Deleznable campaña contra monseñor Cipriani

Por Luis Garcia Miró Elguera- Diario Expreso
La progresía, la comunidad gay, un sesquicentenario y venido a menos medio de comunicación –que hace años viene dando bandazos sin lograr recuperar la dignidad y docencia que tuvo hasta que cayó en manos indebidas para dirigirlo- están en guerra contra el cardenal Juan Luis Cipriani. Una suerte de cruzada, por estrictos intereses corporativistas, dirigida a destruir la imagen del también arzobispo de Lima. Un enfrentamiento sin límites, implacable y malintencionado sólo porque el prelado peruano piensa diferente que quienes vienen querellándolo sin el menor respeto.
Juan Luis Cipriani Thorne combatió el terrorismo desde el púlpito ayacuchano. Este es el primer pecado capital que repudia la izquierda, sector genéticamente hermanado al reclamo sociopolítico de lucha de clases que predican sendero luminoso y el mrta. Pero el cardenal asimismo defiende los principios de la Iglesia Católica, que van desde la custodia a ultranza de la vida al cuidado extremo de la familia, núcleo pétreo del ser humano. Como tal Cipriani se opone, por ejemplo, al aborto; asimismo al matrimonio entre personas de un mismo sexo –esto no sólo es contrario a la creencia católica sino es algo antinatural- al igual que a la adopción de niños por parejas del mismo género. Pero ocurre que estos tres patrones establecen los cimientos –de interés mediático– para la supervivencia del neosocialismo larvado tras el colapso del comunismo. Como resultado, los progre sostienen que estas conjeturas son dogmas por las que necesitan batallar para, entre otros objetivos, consolidar el voto de la comunidad gay, de las feministas y de todos aquellos gremios postmodernistas que vienen intentando jugar a Dios, al pretender trasformar las mismísimas leyes de la creación universal.
Hay más. La intransigencia socialista aborrece a Cipriani sencillamente porque forma parte del Opus Dei, prelatura de la Iglesia Católica que preserva con pasión principios cristianos –como los que acabamos de abordar- y que otras órdenes religiosas optan por hacerlo en tono menor. En este sentido la progresía considera su deber aniquilar al Opus y a todo aquel que lo integre. Más aún si exhibe pergaminos antiterroristas, como Cipriani, que atraen el odio eterno de la izquierda. Así lo confirma la Comisión de la Verdad, biblia del socialismo.
El inigualable papa Juan Pablo II –pieza esencial del desmoronamiento de la URSS, lo que le ganó el silente repudio socialista– tuvo especial empatía con Cipriani. Hoy, que quien dirige el Vaticano es un jesuita, resulta que los rojos son más católicos que San Pedro. Y conjeturan que Francisco I reemplazará pronto a Cipriani apelando al mito que enemista a los herederos de San Ignacio de Loyola con los sucesores de San Josemaría Escriva de Balaguer. Los socialistas alucinan que es momento de derrocar al cardenal. En esta circunstancia resulta deleznable que El Comercio se sume con jactancia y desenfado a la artera campaña contra monseñor –que también impulsan los gays y abortistas- denunciando por su lado que el cardenal ha plagiado textos que responden a la doctrina de la Iglesia Católica, por más que hayan sido expuestos por sucesivos pontífices.

Todo un personaje

Por Aldo Mariátegui- Diario Perú21
Suscribo desde aquí la primera parte del comunicado de apoyo a Cipriani en cuanto se quiere “silenciar su valiente voz” (no la segunda parte porque no soy religioso y hay muchos temas –matrimonio gay, eutanasia, control de la natalidad, sacerdocio femenino, divorcio, etc– con los que discrepo). Uno puede o no estar de acuerdo con la inflexible ortodoxia de Cipriani, pero es un tipazo: es virilmente frontal, tiene carácter, rezuma liderazgo, posee un gran olfato político, es cultivado, no le corre a la polémica, no sucumbe ante la censura de los “políticamente correcto”, nunca ha caído en esa demagogia católica de exaltar la pobreza y no se ha amilanado jamás un centímetro ante los intentos de dictadura académica y mediática del rojerío y la caviarada (por eso lo aborrecen, como lo demostró el “vómito negro” en su contra de Portocarrero este lunes, en El Comercio).
Cipriani, guste o no, es todo un potente príncipe de la Iglesia, no como esos curitas tan medianos y caviarones que fueron sus antecesores. Y en términos de Realpolitik, ha sido un necesario equilibrio frente a tanto clérigo rojo y demagogo local. Last but not least: me fue delicioso que le haya ganado el obispado limeño al velasquista de Bambarén. Erró sí con las comillas, pero es de muy mala leche considerar esa metida de pata como un plagio por provecho propio o malicia, más aún si tal es el mensaje clerical acordado desde el papado. Gran torpeza de sacar así de las páginas de El Comercio a un actor social tan relevante, todo un personaje que refleja el sentir de mucha gente. Y sin picarse, que ya somos adultos.

Portocarrero y la PUCP hollywoodense

Por  Martha Meier Miró Quesada
La actriz judía y doctora en neurociencia Mayim Bialik -Amy, en la comedia “The Big Bang Theory”- sostiene que Hollywood es un espacio sumamente hostil para las personas que practican su fe.Algo similar ocurre con la PUCP, esa universidad secuestrada que hoy tiene nada de Pontificia y menos de Católica; un lugar convertido en escenario hostil contra los alumnos de fe y en incubadora de militantes contrarios a la Iglesia Católica y demás confesiones cristianas. Sus “profes” no tienen empacho en atacar al cardenal Juan Luis Cipriani, y al mismo tiempo darle el beneficio de la duda al Movadef y al neo-senderismo.
Tomemos al sociólogo sanmarquino y hoy profesor de la secuestrada universidad sacha-hollywoodense. Sus escritos en el decano solo apuntan a que se discuta constantemente la agenda de la progresía caviar, tan lejana a las necesidades primordiales de un país donde impera la pobreza.  Así antepone los “derechos” del aborto, de la legalización de las drogas, a los derechos humanos de una vivienda digna, al acceso al agua potable, a la salud, a una alimentación adecuada, a la seguridad y a la educación de calidad.
Portocarrero realizó “profundas” investigaciones sobre Sendero Luminoso y para 1998 concluyó que era “síntoma de la sociedad peruana, es algo que se vino cocinando desde siempre y que eclosionó de una manera brutal”. Le faltó decir que fueron él y los de su roja especie los que abonaron, y mucho, para que ese “síntoma” se convirtiera en una enfermedad mortal.
Él y los suyos deslindaron tardíamente de esa ideología de sangre y muerte. Portocarrero le da el beneficio de la duda al Movadef, brazo político de Sendero: “Aparentemente en el Movadef hay una renuncia, tal vez táctica o tal vez definitiva, a la violencia. Se ha agregado un componente ecologista, se ha introducido una faceta étnico-indígena y, finalmente, está la novedosa política de generar alianzas con otras fuerzas”, dice. http://puntoedu.pucp.edu.pe/noticias/sendero-luminoso-es-un-sintoma-de-la-sociedad-peruana/
Hoy lunes en una nota en el decano, va a la yugular del Cardenal Juan Luis Cipriani, usando la trillada excusa de un inexistente plagio en la nota “El Sentido Primaveral de Nuestra Historia”. El mismo columnista que pretende hacernos creer que el Movadef es una suerte de movimiento bucólico de retorno a las raíces de la Pachamamita, quiere contarnos el cuento de que Cipriani es el cuco.
El ex militante de Vanguardia Revolucionaria, tiene un interés particular en rebuznar contra el Cardenal. Y aquí la digo: sobrevive amamantado por la universidad hollywoodense (hostil a los fieles) que en cualquier momento podría ser liberada. Eso significaría quedarse sin su tranquila y muy bien remunerada chamba, y ¡ay que flojera, trabajar de verdad!
Aquí le doy una idea: haga su casting para alguna barata producción hollywoodense, y lance su escalofriantes frases “No creo que se pueda decir que el SL [de hoy] sea terrorista en el sentido de un empleo sistemático de la violencia…La violencia, no solo ha venido del dogmatismo de SL sino también del propio Estado que tiene que ver con ideologías trasnochadas…con la defensa nacional” (El Comercio, 2012).

The Great Gift of ‘Laudato Si’’

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By Jeffrey D. Sachs- www.americamagazine.org
Pope Francis’ encyclical “Laudato Si” is a great and timely gift to humanity. To avoid a catastrophic collision of the world economy and environment, humanity urgently needs to change the trajectory and functioning of the world economy. Yet the world economic system is a juggernaut nearly impervious to coordinated changes at the global scale. “Laudato Si” opens the path to a veritable revolution of ideas to bring about the needed changes.
As Pope Francis eloquently and accurately describes, the economic juggernaut is destroying biodiversity, dangerously altering the climate and undermining the life-support systems of the planet for humanity and millions of other species. On all of this, Pope Francis offers a compelling summary of the scientific evidence, presented with clarity and precision. His concision and precision on these matters exemplifies the church’s profound commitment to the marriage of faith and reason, with its abiding commitment to science.
Yet, as Pope Francis describes, the economy keeps barreling along, seemingly oblivious to these hazards and to the deadly costs they are imposing on the world’s poor and vulnerable people. In the very powerful phrase of his earlier exhortation “Evangelii Gaudium,” the world suffers from a “globalization of indifference” that makes it nearly impossible for humanity to reorient toward sustainable development over the current destructive trajectory.  The church has grappled with the economic juggernaut since Leo XIII’s encyclical “Rerum Novarum”(1891), which confronted the “new things” of the industrial age. From then till now, the church has made the supremely important point that the economy can serve human wellbeing only if it kept within a moral framework for the common good.
The Faustian bargain of capitalism is to put economic self-interest—the pursuit of profit and wealth—at the center of the economic machine. Self-interest is a very powerful elixir, capable of spurring the most remarkable economic achievements, but also capable of inciting the most shocking abuses, from slavery to child labor to human trafficking to environmental destruction. A market economy without a moral framework inevitably becomes a profound danger to itself; the intoxicating forces of greed are unleashed without moral restraint and overwhelm our innate sociality, goodness and compassion.
Since “Rerum Novarem,” the church has therefore profoundly insisted that while private property rights are to be respected, property rights must be kept within the bounds of the common good. The church calls this the “universal destination of goods,” the idea that market goods must serve a higher moral purpose, not only the blind outcome of market forces. There can be no inviolability of private property rights above moral claims. As Pope Francis writes: “Thus God rejects every claim to absolute ownership: ‘The land shall not be sold in perpetuity, for the land is mine; for you are strangers and sojourners with me’ (Lev 25:23).
The global market economy today largely operates outside of any guiding moral framework. Some business leaders reject even the most basic norms of honesty in business transactions. When they cheat their counterparts, they sneer that their counterparts are big boys who should take care of themselves.

A Sustaining Vision

Unleashed from a moral framework, the juggernaut recognizes no boundaries, not even the boundaries of the physical Earth, of Creation. The conflict of untrammeled private property and the common good was starkly on display in the United States in 1994, when the Senate took up the ratification of the U.N. Convention on Biological Diversity (C.B.D.). The C.B.D. was adopted by the U.N. member states in 1992 in order to stop the blind destruction of nature, but the U.S. Senate refused to ratify the treaty under pressure from landowners in western states who argued that private property rights take precedence over the survival of other species.
Pope Francis offers an “integral ecology,” which respects the fundamental interconnectedness of the economy, society and environment. “We are part of nature, included in it and thus in constant interaction with it,” writes Pope Francis. “Recognizing the reasons why a given area is polluted requires a study of the workings of society, its economy, its behavior patterns, and the ways it grasps reality.” Because of this fundamental interconnectedness, this integral ecology, “We are faced not with two separate crises, one environmental and the other social, but rather with one complex crisis which is both social and environmental. Strategies for a solution demand an integrated approach to combating poverty, restoring dignity to the excluded, and at the same time protecting nature” (No. 139)
Pope Francis offers a brilliant explication of the importance of a new form of research, one that I like to call the emergent field of sustainable development, to integrate the areas of specialized knowledge into a comprehensive and interconnected form of understanding. To quote the encyclical on this point:
Ongoing research should also give us a better understanding of how different creatures relate to one another in making up the larger units which today we term “ecosystems”. We take these systems into account not only to determine how best to use them, but also because they have an intrinsic value independent of their usefulness. Each organism, as a creature of God, is good and admirable in itself; the same is true of the harmonious ensemble of organisms existing in a defined space and functioning as a system. Although we are often not aware of it, we depend on these larger systems for our own existence.
“Laudato Si’” offers a compelling, eloquent and reasoned appeal to a new way of understanding, an inspiring call on humanity to use reason and faith to create a world in which the economy is once again bound by the common good, and in which the common good embraces the reverence for the physical Earth and other species. As with all great philosophical and religious insights, Pope Francis’ encyclical offers a vision that looks both backward and forward. He looks backward to the ministry of St. Francis of Assisi, who preached the love for nature; and he looks forward to practical solutions in our time to creating a new economic system that harnesses technologies and morality to save the planet.
As with “Evangelii Gaudium,” the environmental encyclical is profoundly a message of optimism, that a new awareness and morality, that a breakthrough from indifference, can yet protect humanity and preserve the Earth. Pope Francis’ optimism, indeed joy, reminds me of a statement of President John F. Kennedy, as he embarked on an arduous, and ultimately successful quest to negotiate a nuclear arms agreement with the Soviet Union in 1963. “Man’s reason and spirit have often solved the seemingly unsolvable, and we believe they can do it again.”
This historical reference is apropos, not only in spirit but in the fact that this earlier episode of human problem solving, a half-century ago, was also helped by an epochal encyclical, “Pacem in Terris” of Pope John XXIII, which sought to place international affairs of state within a moral framework. Back in 1963, as the world teetered on the brink of nuclear self-annihilation, Pope John XXIII labored to inspire world leaders with a vision of survival and the common good. His great encyclical was hand delivered to the White House and the Kremlin.
We have cause to believe that “Pacem in Terris” helped to inspire the moral vision of Kennedy, Khrushchev and other leaders of the day. We have similar cause to believe that Pope Francis today has given us a message that will speak to all humanity, including the political leaders who will soon head to the United Nations to adopt Sustainable Development Goals in September and to Paris to decide on a vital course correction on human-induced climate change. Yes, we have before us at least the possibility of epochal change.

Sentido primaveral de nuestra historia

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Sentido primaveral de nuestra historia, por Juan Luis Cipriani

Por Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne.
El primer servicio que presta la fe a la política es liberar al hombre de la irracionalidad de los mitos –individualistas y colectivistas–, que constituyen el verdadero peligro de nuestro tiempo. Ser sobrios, honestos y justos nos lleva a realizar lo que es posible en vez de exigir con ardor lo imposible.
El grito que reclama grandes hazañas y que emprende con aire de cruzada su intento de  destruir instituciones como el matrimonio y la familia suena fuerte por ser irracional. Hay que humanizar la humanidad. Todo lo que fortalezca la familia tiene la aprobación del pueblo. Todo lo que dañe a la familia tiene la desaprobación del pueblo. 
La persona humana y su esperanza van siempre más allá –trascienden– de la esfera de la acción política. Ni el Estado, ni institución social alguna, constituyen la totalidad de la existencia humana, ni abarcan toda la esperanza que lleva el hombre. El Estado no es la totalidad, como tampoco lo son la empresa y el mercado. El verdadero realismo se encuentra en el humanismo y en el humanismo se encuentra el Dios hecho hombre: ¡Jesucristo!
Por ello, el eje sobre el que debe girar la acción política responsable debe ser el hacer valer en la vida pública el plano moral, el plano de los mandamientos de la ley de Dios. El Creador exige a su criatura respetar la huella que le ha impreso en su corazón en el acto creador, para que, libre y responsablemente, adquiera y desarrolle con su obrar virtuoso la  plenitud de su ser persona. 
Desconocer la dependencia de su ser relacional en el acto creacional lleva consigo la autodestrucción de sí mismo como persona; y genera, por consiguiente, el caos en la organización social. Una auténtica crisis ontológica planetaria.
No es moral el moralismo de la aventura que pretende realizar por sí mismo lo que es de Dios. En cambio, sí es moral la lealtad que acepta las dimensiones de la naturaleza humana y lleva a cabo, dentro de esta medida, las obras de la persona humana. Pero, ojo, porque cuando la fe cristiana decae o traiciona el mensaje de Cristo, resurge el mito y la autosuficiencia del hombre que pretende “corregir a Dios”. La humildad inscrita en la condición humana constituye su mayor grandeza y exige ser puesta en acto en la vida diaria y en cada acto personal.
Resumamos algunas consecuencias de lo expuesto. En primer lugar, la fe desnuda o la pura religión no existen. Cuando la fe, en concreto, le dice al hombre –que es una criatura y no el creador– quién es y cómo debe acometer la empresa de ser hombre, está generando una cultura. Esto significa también que la fe encarnada es, en sí misma, una comunidad que vive en una cultura, a la que nosotros llamamos Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Iglesia Católica.
Podemos decir que la fe misma es cultura, es decir, que la revelación de Cristo en su Iglesia también se expresa en los valores que históricamente  ha desarrollado y caracterizan la vida de una comunidad cristiana, como es el caso de nuestro querido Perú.
Por ello, un cristiano no deja de ser peruano. Vive en su cultura histórica andina inspirada por los valores de la fe, contribuyendo ambas a formar una síntesis –el mestizaje–, que Víctor Andrés Belaunde califica de peruanidad. La fe no es, pues, un camino privado hacia Dios sino una senda que conduce al Pueblo de Dios y a su historia. Dios se ha vinculado a una historia en la persona de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. 
La Iglesia goza en el Perú, no obstante las debilidades y miserias humanas, de un alto índice de confianza y de credibilidad por parte del pueblo. Verificamos  que el cristianismo es la fe del  94% de los peruanos, del cual el 80% es católico: esa realidad es clave en la lectura del destino del país, para respetar y promover los valores que mayoritariamente conforman la identidad de nuestro pueblo. Bienvenida una sana laicidad, no así un laicismo intolerante.
Reafirmando ese sentido humano y cristiano de la vida de nuestra patria, el 79% de la población opina que si los valores religiosos estuvieran más presentes en el gobierno del país, los peruanos estaríamos mejor; y, además, afirma el 78%, la gente sería más honesta. ¿Cómo no llamar la atención, entonces, sobre la trascendencia de la moral cristiana –la honradez, la veracidad, la justicia, la dignidad de toda vida humana, el respeto al buen nombre y a la honra–  y sobre su presencia iluminadora en nuestro pueblo peruano? 
El destino del Perú es continuar buscando tercamente el bien común dentro de un Estado de derecho, al interior de nuestro país y en las relaciones con nuestros hermanos del continente. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una persona, Cristo. Ello da un sentido primaveral a nuestra historia.

Ordenación episcopal de Joseph Zhang Yinlin

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La primera ordenación episcopal en China desde julio de 2012 se llevó a cabo correctamente y parece indicar que Pekín desea relaciones armoniosas con Roma
Por Gerard O’Connell- Vatican Insider
La ordenación del padre Joseph Zhang Yinlin, de 44 años, como coadjutor de la diócesis de Anyang en la provincia de Henan, se llevó a cabo este 4 de agosto respetando las leyes de la Iglesia y parecería indicar que las autoridades chinas pretenden llegar a un acuerdo con la Santa Sede.
La ordenación fue presidida por el obispo Thomas Zhang Huaixin, de 90 años y de la diócesis de Anyang, y se llevó a cabo en la Catedral del Sagrado Corazón en la ciudad de Anyang, en una ceremonia en la que participaron 1400 personas, entre las que había 74 sacerdotes y 120 monjas, según indicó UCA News, la mayor agencia de noticias católica en Asia. Algunos sacerdotes viajaron desde Estados Unidos, Italia y Francia para el evento. según indicó la AFP.
Asistieron al obispo Zhang Huaixin Joseph Shen Bin, de Haimen, Joseph Yang Yongqiang, de Zhoucun, y Wang Renlei, de Xuzhou. Todos ellos cuentan con la aprobación de la Santa Sede y son reconocidos por el gobierno de Pekín, así como el nuevo obispo.
Es significativo que los obispos no reconocidos por la Santa Sede no hayan participado en la ceremonia. Esta parece ser la señal más clara de que Pekín desea relaciones armoniosas con Roma y de que pretende llegar a un mutuo y aceptable acuerdo en relación con los nombramientos de los obispos.

El nuevo obispo nació en la provincia de Henan en 1971 y estudió en el Seminario Nacional de Pekín de 1992 a 1996, cuando fue ordenado sacerdote. Ofreció sus servicios como vicario general de la diócesis de Anyang, asistiendo al obispo Thomas Zhang Huaixin. Fue elegido como candidato para ser obispo el 29 de abril y cuenta con la aprobación del Papa.
Por el momento, el nuevo obispo es coadjutor del anciano obispo de la diócesis, pero se espera que lo sustituya dentro de poco como el pastor de 40,000 fieles, 30 sacerdotes y 120 monjas.
La ceremonia se llevó a cabo bajo la más estricta seguridad. Una fuente de la Iglesia dijo a UCA News que las autoridades limitaron la participación a 25 personas por cada una de las 17 parroquias de la diócesis. Otra fuente indicó que las personas que no llevaban una identificación personal no pudieron participar en la celebración. «La seguridad fue tan estricta como en el aeropuerto. Nos revisaron dos veces», y, a pesar de la lluvia, «las autoridades desplegaron cientos de policías y bomberos para mantener el orden», añadió.
El nuevo obispo proviene de una familia tradicional católica, según la declaración de un sacerdote a la AFP: «Estoy contento de que se haya convertido en nuestro obispo. Tiene una fe muy profunda y sé que será capaz de llevar a cabo muy bien su ministerio».
«Este es un nuevo inicio para la diócesis de Anyang», dijo otro sacerdote a UCA News. Y describió la ordenación como un buen punto de partida para la Iglesia en Henan y también para la Iglesia en China.