Arroz con mango

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Por Rafaella León- Diario El Comercio.
Ciro Gálvez Herrera extrajo un arma para asegurar a los trabajadores de un terminal de buses que no estaba borracho. La crónica fue publicada en El Comercio y en ella se cuenta cómo la policía tuvo que bajarlo del ómnibus con el que quería llegar a Huancayo, mientras le quitaban su revólver Smith&Wesson calibre 38, de serie AMZ 6700. “Yo soy notario de prestigio, yo voy a ser presidente, quiénes se han creído, ustedes, servidores del imperialismo”, gritaba dando varios tiros al aire. “Aquí se hace lo que yo digo, porque yo soy yo y punto, carajo. Nadie está borracho”. Pasó la noche en la delegación policial de La Victoria, donde no hubo ni rastro del sensible abogado y poeta que se viste como campesino para cantar.
Record del mayor Luis Roberto Barranzuela Vite, abogado de Perú Libre y Vladimir Cerrón, flamante ministro del Interior

De la provocación a la mecida

Por Fausto Salinas Lovón- Lampadia.com
La estrategia de usar a Bellido como el anzuelo para provocar al Congreso y que este gaste su primera cuestión de confianza en él, no funcionó. El cumplió a cabalidad su papel: provocó al Congreso, a la oposición, a la opinión pública, a la prensa, al país. Primero lo hizo al pedir la confianza (Lampadia: De la hoja de coca al Babel político).
Luego al lanzar una amenaza que el como Premier no está en capacidad de hacer: expropiar el gas, que no se puede hacer con la actual Constitución y sin una ley del Congreso. Finalmente lo hizo la semana pasada, amenazando con hacer cuestión de confianza por Íber Maraví. Bellido cumplió con su encargo: provocó. ¿Gobernar? No, para eso no había asumido el cargo.
La primera estrategia de la coalición roja que nos desgobierna no funcionó. El país no pisó el palito y el Congreso no gastó pólvora en Bellido. La estrategia de Castillo, Cerrón, Vero y el ex cura Arana no pudo concretarse, por ahora.
La devaluación y la inflación (signo distintivo de la izquierda en todo el mundo y en particular en el Perú) y la presión judicial sobre el cogollo central de Perú Libre, han obligado a Castillo a pasar al plan B: dejar la provocación y pasar a la mecida.
Sus socios, han cobrado con creces el reacomodo. Vero ha mantenido su cuota de poder y la ha consolidado. El ex cura también, pese a que electoralmente desapareció, ahora pone a una de sus alfiles en la PCM. Cerrón resignó un par de puestos, pero puso a su defensor en el Ministerio de Interior. Castillo trajo a más amigos del movimiento magisterial al gabinete. En suma, tenemos más de lo mismo: izquierda pura, dura y anti inversión, que seguirá el libreto, pero esta vez, por un camino menos achorado, menos provocador. El camino de la mecida, que adormece a muchos.
¿Bellido, Bermejo, Cerrón han perdido poder? Para nada. Han quedado en la posición que les acomoda mejor: radicales libres, preparando la toma del poder sin “pelotudeces democráticas”. Bellido construirá su propio relato acerca de la salida y hará creer a más de un incauto, que salió por “presión de los poderes económicos fácticos” o por “enfrentar la corrupción”.
Como en la salud, en la política hay también patologías originadas por los radicales libres que quedan sueltos. Generan metástasis si no son extirpados a tiempo.
Ahora, vendrá la apariencia de moderación. Hay nombres que confrontan menos. Hay desconocidos que generan dudas antes que temor. Algunos ingenuos abrirán el espumante para celebrar la caída de los radicales libres del gobierno. Otros le darán el beneficio de la duda a Castillo. Los más cándidos, pensarán que estamos en suelo firme. En el Congreso, algunos intonsos bajarán la guardia.
Solamente hemos pasado de la confrontación a la mecida con un gabinete para ese fin.
Mientras Castillo no esté dispuesto a jugar dentro de la cancha constitucional, el estado de derecho y el modelo económico que ha revertido la pobreza y nos ha dado estabilidad económica por 30 años, e insista con cambiar la Constitución para imponer su modelo y enquistarse en el poder, Castillo sigue siendo un radical libre más al que hay que combatir por las vías constitucionales.
Las democracias se defienden con los anticuerpos que la Constitución, el Estado de Derecho y las Instituciones prevén. No hay que renunciar a ellos. Frente a un mal no se renuncia al tratamiento, salvo que se quiera morir. La cándida creencia de que el mal no causará tanto daño no cura enfermedades ni salva democracias. Al cáncer no se le da el beneficio de la duda. Las patologías se extirpan, se irradian, se combaten, no se convive con ellas.

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