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En una entrevista exclusiva, el nuevo arzobispo de Dhaka, Patrick D’Rozario, habla de la armonía que existe entre las diferentes religiones en Bangladesh y del papel de la Iglesia católica.
Por Gerard O’Connell- Diario La Stampa
Patrick D’Rozario fue el primer sacerdote católico ordenado en Bangladesh después de que el país obtuviera la independencia de Pakistán en 1971, luego de una guerra de nueve meses. Después de la ordenación en 1972, fue director de proyectos de la Organización Cristiana para el Auxilio y la Rehabilitación y ayudó a más de 10,000 familias de la sociedad devastada por la guerra.
Como miembro de la Congregación de la Santa Cruz, estudió en Dhaka y en Karachi antes de ir a la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), donde obtuvo un título de grado en Teología Moral, materia que luego enseñó en el seminario mayor de Dhaka (1976-1990).
Juan Pablo II lo nombró obispo en 1990, y Benedicto XVI lo designó primero obispo coadjutor (2010) y luego arzobispo de Dhaka, en octubre del 2011. En esta entrevista exclusiva, el dinámico y cordial arzobispo de sesenta y ocho años habla de la situación y la misión de la Iglesia en Bangladesh.
¿Cuál es la situación de la Iglesia católica en Bangladesh hoy?
En principio, somos una pequeña minoría en medio de 160 millones de personas, el 87 % de las cuales es musulmana y el 10 %, hindú. Los cristianos son medio millón de personas (0.3 % de la población), entre las cuales 350,000 son católicos, servidos por 350 sacerdotes, 1200 hermanas religiosas y más de 100 hermanos religiosos.
Después de asumir el cargo de arzobispo, sentí la obligación de reunirme con la primera ministra, la jeque Hasina. No para buscar su bendición, sino para explicarle con qué estamos comprometidos. En primer lugar, le dije que servimos a la nación a través de nuestras instituciones educativas, de nuestras organizaciones de beneficencia, de nuestros centros de salud y, particularmente, a través de Caritas, el brazo social de la Iglesia católica en Bangladesh, que participa de actividades de beneficencia y desarrollo. Si bien somos una comunidad cristiana muy pequeña —Juan Pablo II solía llamarnos «pequeño rebaño»—, tenemos un impacto sobre toda la sociedad.
Juan Pablo II visitó Bangladesh en 1986.
Así es. Y nos dio gusto que nos llamara «pequeño rebaño», porque esto hace referencia a la imagen bíblica de ser la sal de la tierra. No se necesita mucha sal para dar sabor, solo un pequeño grano da sabor a todo un plato de arroz. Nosotros nos vemos en ese rol; como Iglesia somos muy pequeños, pero confiamos en que podemos contribuir con algo a toda la nación a través de los servicios que mencioné anteriormente. Eso es lo que le dije a la primera ministra.
En segundo lugar, le dije que la Iglesia ha asumido el compromiso de hablar sobre la verdad, el amor y la justicia en temas sociales. Y, en tercer lugar, que está comprometida con el diálogo interreligioso.
De hecho, en los últimos tres años, nosotros, los obispos, nos hemos reunido con el presidente y con la primera ministra tres veces y, en cada ocasión, nos pidieron que trabajáramos para la armonía interreligiosa. Esto fue una sorpresa para nosotros, porque ya estábamos trabajando en el tema, pero debido a que el pedido provino de los jefes de Estado, lo tomamos como una especie de mandato y le dimos mucha importancia.
Fue en este contexto que el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, nos visitó en abril del 2011. Fue muy bello ver cómo todos lo aceptaron generosamente: musulmanes, hindúes, budistas y cristianos por igual. El cardenal dio una conferencia en un seminario de la Universidad de Dhaka al que asistieron musulmanes, hindúes, budistas y católicos. Después de su visita, dijo que Bangladesh es el mejor ejemplo de armonía interreligiosa de todo el mundo. También nosotros creemos eso, porque, culturalmente, existe esa armonía básica en el país. De hecho, este es un patrimonio que hemos tenido desde hace muchos años.
Se remonta a la fundación de Bangladesh en 1971, ¿no es así?
¡Así es! Como bien sabe, cuando se creó Pakistán en la división India-Pakistán en 1947, la armonía, en cierto modo, quedó en el olvido. Pero en la creación de Bangladesh en 1971, esa armonía, una característica cultural del nacionalismo bengalí, fue uno de los criterios principales para tener un Bangladesh independiente. De hecho, Bangladesh se fundó sobre cuatro principios: secularidad, nacionalismo, socialismo y democracia.
Cuando se reunió con la primera ministra, la jeque Hasina, hija mayor del padre fundador de la nación —el jeque Mujibur Rahman—, le explicó las tres cosas que la Iglesia está comprometida a realizar, y ella lo animó a que promueva la armonía entre las religiones.
¡Exacto! Y hacemos esto a través de nuestras escuelas, de nuestros servicios de asistencia sanitaria y beneficencia, y de Caritas Bangladesh. Todas nuestras escuelas (300 escuelas primarias y 46 escuelas secundarias) están abiertas a niños y jóvenes de todas las religiones. Y lo mismo se puede decir de la universidad católica en el país, que abriremos en Dhaka. Del mismo modo, alrededor del 75 % de los empleados de Caritas son no cristianos, pero se asocian con nosotros; tenemos nuestra propia filosofía y visión, y ellos la comparten. Allí reside la singularidad de todo el trabajo social y de beneficencia que hacemos. Otro valor que poseemos culturalmente es el hecho de que cualquier persona auténticamente religiosa es aceptada por las personas de todas las demás religiones.
Claramente, hay un gran respeto por la religión en Bangladesh, y poco espacio para la clase de secularidad que uno encuentra en Occidente.
Esta es mi reflexión: la secularidad para nosotros significa el reconocimiento de todas las religiones. La religión no es una cuestión privada para nosotros; nuestra identidad personal es una identidad religiosa. Cuando el presidente de Alemania, Christian Wulff, vino y se reunió con siete líderes religiosos de las cuatro religiones más importantes, incluyéndome a mí, le dijimos que no hay otro país en el que el presidente y el primer ministro inviten a no musulmanes a celebrar sus festividades. Cuando es la festividad budista, hacen una fiesta para los budistas, y lo mismo hacen para los hindúes y para los cristianos. Así es que la religión no es un asunto privado.
Además, por ejemplo, cuando es la fiesta musulmana de Milad un Nabi, el cumpleaños del profeta Mahoma, esta se celebra en todas las escuelas cristianas. Del mismo modo, cuando celebramos Navidad, musulmanes, hindúes y budistas acuden e incluso dan charlas. Este tipo de cosas son únicas de Bangladesh.
Este es un mensaje extraordinario de armonía entre las religiones, pero ¿no hay también militancia fundamentalista en el país?
Tal militancia, y todo lo que acarrea, sí existe, pero aún no está extendida, está marginalizada. Y recuerde que la militancia no es solo contra las minorías, no; incluso los musulmanes se ven afectados. La intelligentsia del país está preocupada.
La pobreza es un gran problema en Bangladesh: aproximadamente 40 millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza.
Así es. La pobreza es una maldición. La gente no debería tener que vivir sin poder satisfacer las necesidades básicas. La pobreza debe ser erradicada; es algo contra lo que debemos luchar, es una injusticia. Pero, al mismo tiempo, vemos que la pobreza también es evangélica, en el sentido de que la gente es feliz con poco, piensa en los demás y tiene una actitud altruista. Cualquier extranjero que viene a Bangladesh puede ver que, a pesar de todos sus problemas, a pesar del sufrimiento, aún así la gente es feliz, pueden sonreír. Por lo que esta pobreza evangélica, como la llamo yo, no debería ser vista negativamente. Tenerlo todo, ser rico en sí mismo no proporciona esa felicidad que nuestra gente tiene y que no debe perder; ese también es nuestro patrimonio.
Uno podría decir realmente que la Iglesia de Bangladesh es la Iglesia de los pobres.
Sí, somos la Iglesia de los pobres. Cuando nos reunimos con la primera ministra, le dije que íbamos a dar atención prioritaria al cambio climático, porque Bangladesh se ve muy afectado por el cambio climático; por esta razón, todo el mundo debería pensar en este pequeño país, en esta gente pobre que vive en la pobreza evangélica.
Pero trabajar para la justicia en el cambio climático no es simplemente cuestión de programas de adaptación y de proporcionar ayuda financiera para la justicia para las naciones pobres, como Bangladesh. Nuestra contribución específica debería ser más ética y espiritual, reflexionando sobre la creación. Para tener una nueva creación, se necesita una nueva mente, una nueva forma de pensar. Por esta razón, haremos partícipe a Caritas Internationalis, cuyo secretario general ha estado aquí y ha hablado con nosotros sobre este tema. Podremos ser una Iglesia muy pequeña, pero podemos reparar en cosas que otros no advierten.
Desde su perspectiva como arzobispo de Dhaka, ¿qué función ve para la Iglesia católica en Bangladesh en los próximos años?
Veo a la Iglesia desempeñando un rol muy importante en el país, específicamente pronunciándose sobre diferentes temas, porque la verdad debe ser dicha. A veces, los partidos políticos o diferentes grupos están atados a sus propias agendas, pero nosotros debemos actuar como una voz de conciencia para la gente, y hacerlo con mayor decisión y compromiso.
En segundo lugar, veo una renovación del compromiso de la fe, porque ser cristiano no es simplemente serlo de palabra, significa estar comprometido en la fe. En tercer lugar, nuestra Iglesia tiene un plan pastoral que se concentra principalmente en las familias y en las comunidades básicas. Una cuarta prioridad es la promoción de la participación de los laicos en la Iglesia. La formación de los laicos es un punto imprescindible para que puedan participar plenamente en su vida familiar y profesional y convertirse en evangelizadores.
Realmente, creo que es una bendición ser una minoría religiosa en Bangladesh, en el sentido de que ser cristiano en medio de tantas otras religiones nos hace pensar en cómo somos diferentes, en cuál es nuestra identidad como cristianos y católicos, y en cómo podemos dar testimonio de nuestra fe.
Por Gerard O’Connell- Diario La Stampa
Patrick D’Rozario fue el primer sacerdote católico ordenado en Bangladesh después de que el país obtuviera la independencia de Pakistán en 1971, luego de una guerra de nueve meses. Después de la ordenación en 1972, fue director de proyectos de la Organización Cristiana para el Auxilio y la Rehabilitación y ayudó a más de 10,000 familias de la sociedad devastada por la guerra.
Como miembro de la Congregación de la Santa Cruz, estudió en Dhaka y en Karachi antes de ir a la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), donde obtuvo un título de grado en Teología Moral, materia que luego enseñó en el seminario mayor de Dhaka (1976-1990).
Juan Pablo II lo nombró obispo en 1990, y Benedicto XVI lo designó primero obispo coadjutor (2010) y luego arzobispo de Dhaka, en octubre del 2011. En esta entrevista exclusiva, el dinámico y cordial arzobispo de sesenta y ocho años habla de la situación y la misión de la Iglesia en Bangladesh.
¿Cuál es la situación de la Iglesia católica en Bangladesh hoy?
En principio, somos una pequeña minoría en medio de 160 millones de personas, el 87 % de las cuales es musulmana y el 10 %, hindú. Los cristianos son medio millón de personas (0.3 % de la población), entre las cuales 350,000 son católicos, servidos por 350 sacerdotes, 1200 hermanas religiosas y más de 100 hermanos religiosos.
Después de asumir el cargo de arzobispo, sentí la obligación de reunirme con la primera ministra, la jeque Hasina. No para buscar su bendición, sino para explicarle con qué estamos comprometidos. En primer lugar, le dije que servimos a la nación a través de nuestras instituciones educativas, de nuestras organizaciones de beneficencia, de nuestros centros de salud y, particularmente, a través de Caritas, el brazo social de la Iglesia católica en Bangladesh, que participa de actividades de beneficencia y desarrollo. Si bien somos una comunidad cristiana muy pequeña —Juan Pablo II solía llamarnos «pequeño rebaño»—, tenemos un impacto sobre toda la sociedad.
Juan Pablo II visitó Bangladesh en 1986.
Así es. Y nos dio gusto que nos llamara «pequeño rebaño», porque esto hace referencia a la imagen bíblica de ser la sal de la tierra. No se necesita mucha sal para dar sabor, solo un pequeño grano da sabor a todo un plato de arroz. Nosotros nos vemos en ese rol; como Iglesia somos muy pequeños, pero confiamos en que podemos contribuir con algo a toda la nación a través de los servicios que mencioné anteriormente. Eso es lo que le dije a la primera ministra.
En segundo lugar, le dije que la Iglesia ha asumido el compromiso de hablar sobre la verdad, el amor y la justicia en temas sociales. Y, en tercer lugar, que está comprometida con el diálogo interreligioso.
De hecho, en los últimos tres años, nosotros, los obispos, nos hemos reunido con el presidente y con la primera ministra tres veces y, en cada ocasión, nos pidieron que trabajáramos para la armonía interreligiosa. Esto fue una sorpresa para nosotros, porque ya estábamos trabajando en el tema, pero debido a que el pedido provino de los jefes de Estado, lo tomamos como una especie de mandato y le dimos mucha importancia.
Fue en este contexto que el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, nos visitó en abril del 2011. Fue muy bello ver cómo todos lo aceptaron generosamente: musulmanes, hindúes, budistas y cristianos por igual. El cardenal dio una conferencia en un seminario de la Universidad de Dhaka al que asistieron musulmanes, hindúes, budistas y católicos. Después de su visita, dijo que Bangladesh es el mejor ejemplo de armonía interreligiosa de todo el mundo. También nosotros creemos eso, porque, culturalmente, existe esa armonía básica en el país. De hecho, este es un patrimonio que hemos tenido desde hace muchos años.
Se remonta a la fundación de Bangladesh en 1971, ¿no es así?
¡Así es! Como bien sabe, cuando se creó Pakistán en la división India-Pakistán en 1947, la armonía, en cierto modo, quedó en el olvido. Pero en la creación de Bangladesh en 1971, esa armonía, una característica cultural del nacionalismo bengalí, fue uno de los criterios principales para tener un Bangladesh independiente. De hecho, Bangladesh se fundó sobre cuatro principios: secularidad, nacionalismo, socialismo y democracia.
Cuando se reunió con la primera ministra, la jeque Hasina, hija mayor del padre fundador de la nación —el jeque Mujibur Rahman—, le explicó las tres cosas que la Iglesia está comprometida a realizar, y ella lo animó a que promueva la armonía entre las religiones.
¡Exacto! Y hacemos esto a través de nuestras escuelas, de nuestros servicios de asistencia sanitaria y beneficencia, y de Caritas Bangladesh. Todas nuestras escuelas (300 escuelas primarias y 46 escuelas secundarias) están abiertas a niños y jóvenes de todas las religiones. Y lo mismo se puede decir de la universidad católica en el país, que abriremos en Dhaka. Del mismo modo, alrededor del 75 % de los empleados de Caritas son no cristianos, pero se asocian con nosotros; tenemos nuestra propia filosofía y visión, y ellos la comparten. Allí reside la singularidad de todo el trabajo social y de beneficencia que hacemos. Otro valor que poseemos culturalmente es el hecho de que cualquier persona auténticamente religiosa es aceptada por las personas de todas las demás religiones.
Claramente, hay un gran respeto por la religión en Bangladesh, y poco espacio para la clase de secularidad que uno encuentra en Occidente.
Esta es mi reflexión: la secularidad para nosotros significa el reconocimiento de todas las religiones. La religión no es una cuestión privada para nosotros; nuestra identidad personal es una identidad religiosa. Cuando el presidente de Alemania, Christian Wulff, vino y se reunió con siete líderes religiosos de las cuatro religiones más importantes, incluyéndome a mí, le dijimos que no hay otro país en el que el presidente y el primer ministro inviten a no musulmanes a celebrar sus festividades. Cuando es la festividad budista, hacen una fiesta para los budistas, y lo mismo hacen para los hindúes y para los cristianos. Así es que la religión no es un asunto privado.
Además, por ejemplo, cuando es la fiesta musulmana de Milad un Nabi, el cumpleaños del profeta Mahoma, esta se celebra en todas las escuelas cristianas. Del mismo modo, cuando celebramos Navidad, musulmanes, hindúes y budistas acuden e incluso dan charlas. Este tipo de cosas son únicas de Bangladesh.
Este es un mensaje extraordinario de armonía entre las religiones, pero ¿no hay también militancia fundamentalista en el país?
Tal militancia, y todo lo que acarrea, sí existe, pero aún no está extendida, está marginalizada. Y recuerde que la militancia no es solo contra las minorías, no; incluso los musulmanes se ven afectados. La intelligentsia del país está preocupada.
La pobreza es un gran problema en Bangladesh: aproximadamente 40 millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza.
Así es. La pobreza es una maldición. La gente no debería tener que vivir sin poder satisfacer las necesidades básicas. La pobreza debe ser erradicada; es algo contra lo que debemos luchar, es una injusticia. Pero, al mismo tiempo, vemos que la pobreza también es evangélica, en el sentido de que la gente es feliz con poco, piensa en los demás y tiene una actitud altruista. Cualquier extranjero que viene a Bangladesh puede ver que, a pesar de todos sus problemas, a pesar del sufrimiento, aún así la gente es feliz, pueden sonreír. Por lo que esta pobreza evangélica, como la llamo yo, no debería ser vista negativamente. Tenerlo todo, ser rico en sí mismo no proporciona esa felicidad que nuestra gente tiene y que no debe perder; ese también es nuestro patrimonio.
Uno podría decir realmente que la Iglesia de Bangladesh es la Iglesia de los pobres.
Sí, somos la Iglesia de los pobres. Cuando nos reunimos con la primera ministra, le dije que íbamos a dar atención prioritaria al cambio climático, porque Bangladesh se ve muy afectado por el cambio climático; por esta razón, todo el mundo debería pensar en este pequeño país, en esta gente pobre que vive en la pobreza evangélica.
Pero trabajar para la justicia en el cambio climático no es simplemente cuestión de programas de adaptación y de proporcionar ayuda financiera para la justicia para las naciones pobres, como Bangladesh. Nuestra contribución específica debería ser más ética y espiritual, reflexionando sobre la creación. Para tener una nueva creación, se necesita una nueva mente, una nueva forma de pensar. Por esta razón, haremos partícipe a Caritas Internationalis, cuyo secretario general ha estado aquí y ha hablado con nosotros sobre este tema. Podremos ser una Iglesia muy pequeña, pero podemos reparar en cosas que otros no advierten.
Desde su perspectiva como arzobispo de Dhaka, ¿qué función ve para la Iglesia católica en Bangladesh en los próximos años?
Veo a la Iglesia desempeñando un rol muy importante en el país, específicamente pronunciándose sobre diferentes temas, porque la verdad debe ser dicha. A veces, los partidos políticos o diferentes grupos están atados a sus propias agendas, pero nosotros debemos actuar como una voz de conciencia para la gente, y hacerlo con mayor decisión y compromiso.
En segundo lugar, veo una renovación del compromiso de la fe, porque ser cristiano no es simplemente serlo de palabra, significa estar comprometido en la fe. En tercer lugar, nuestra Iglesia tiene un plan pastoral que se concentra principalmente en las familias y en las comunidades básicas. Una cuarta prioridad es la promoción de la participación de los laicos en la Iglesia. La formación de los laicos es un punto imprescindible para que puedan participar plenamente en su vida familiar y profesional y convertirse en evangelizadores.
Realmente, creo que es una bendición ser una minoría religiosa en Bangladesh, en el sentido de que ser cristiano en medio de tantas otras religiones nos hace pensar en cómo somos diferentes, en cuál es nuestra identidad como cristianos y católicos, y en cómo podemos dar testimonio de nuestra fe.