Por Mario Ghibellini– Revista SOMOS
Para ser una organización de ‘liderazgos múltiples’, el Frente Amplio (FA) está curiosamente silencioso en estos días. Desde distintos medios se llama insistentemente a sus voceros para que hablen sobre cierta controversia surgida en su Comité Ejecutivo Nacional y las respuestas son “estoy de viaje”, “solo quiero declarar sobre economía” o directamente “no quiero hablar de ese tema”: una clara indicación de que el lío interno es de proporciones.
¿Qué ha pasado? Pues que el referido Comité ha resuelto que solo los miembros de Tierra y Libertad (uno de los partidos integrantes del FA) puedan ser inscritos en el padrón de la organización, lo que supone cerrarles la puerta en las narices a los otros colectivos e individualidades de izquierda que querían incorporarse a la coalición.
¿A desalambrar?
Tanto malestar ha provocado esta medida, que líderes del conglomerado tan conspicuos como Pedro Francke o Marisa Glave han pedido sucesivamente licencia al cargo de coordinador nacional que les tocaba asumir porque –según una carta pública de esta última- no comparten “la premisa de impedir una relación de igualdad en deberes y derechos con las compañeras y compañeros que se la han fajado” con ellos en este tiempo de campaña. El problema para los que han bloqueado las adhesiones forasteras –un sector encabezado por el congresista electo Marco Arana- tiene que ver, por supuesto, más con los derechos que con los deberes que adquirirían los nuevos miembros de la organización, pues a más invitados en la fiesta, más diluido estaría el poder de decisión en ella. Y como demostró la votación abierta para elegir al candidato presidencial del FA del 2016, cuando eso ocurre, es la figura de Verónika Mendoza y no la del ex sacerdote la que obtiene el respaldo mayoritario.
En ese proceso, efectivamente, pudieron votar no solo las personas inscritas en la coalición, sino también los ciudadanos comunes y corrientes: una circunstancia de la que se valieron los integrantes de los colectivos que ahora merodeaban las puertas del Frente (Fuerza Social, Patria Roja, Ciudadanos por el Cambio, etc.) para participar de los comicios y darle a Mendoza la victoria sobre Arana.
Pero una vez capan al gato y, según parece, el líder antiminero no está dispuesto a que la inscripción ante el JNE, que tanto le costó a su partido Tierra y Libertad y que él puso a disposición del FA imaginando que el postulante presidencial sería él mismo, sea de nuevo aprovechada por otros. Y así, sus fieles han colocado sobre el pórtico del partido uno de esos letreros que dice ‘Se reserva el derecho de admisión’, mientras él evoluciona alrededor de la bendita inscripción con una actitud que recuerda la de Rico Mc Pato respecto de su primer centavo.
El más elocuente de los silencios que rodean este episodio -tan incómodo para todos aquellos que antaño cantaban “a desalambrar, a desalambrar” en alegre diatriba contra la propiedad privada- es, por cierto, el de Verónika Mendoza, supuestamente la principal perjudicada con la movida segregacionista. Pero algo nos dice que, con la oferta de Yehude Simon de poner la inscripción del Partido Humanista a su disposición para el 2021 ya en cartera, se apresta a untarle los santos óleos a quien solía dispensarlos.
Se reserva el derecho de admisión
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