Por Aaron Salomón- Diario EXPRESO.
Es realmente indignante escuchar a ciertos caviares escupiendo que los seis militares que fallecieron en el río Ilave, en Puno, tuvieron ese trágico final porque no sabían nadar. Si los soldados perecieron ahogados fue por evitar enfrentarse a cientos de salvajes que los atacaron con piedras hasta orillarlos a la muerte. Para ser precisos: los miembros de las Fuerzas Armadas fueron ultimados por inmisericordes neoterroristas.
Causa impotencia ver en imágenes a los militares huyendo de la turba asesina sin poder defenderse con sus armas reglamentarias por temor a acabar presos. De haber algún soldado apretado el gatillo, hoy -y no tengo ninguna duda- este estaría tras las rejas. Ese también habría sido el destino del suboficial PNP José Luis Soncco, a quien los facinerosos quemaron vivo.
Mientras los inútiles políticos se ponen de acuerdo en si adelantan o no las elecciones (yo ya dejé en claro mi postura de que en este clima violento son inviables unos comicios), Puno se ha convertido en tierra de nadie. Infortunadamente, el Gobierno de la presidenta Dina Boluarte y del premier Alberto Otárola no tiene los pantalones bien puestos para declarar estado de sitio en dicha región y de ordenar que enjaulen a los revoltosos.
Urge, pues, poner mano dura en una zona que ya le perdió todo respeto a la autoridad. De lo contrario, veremos desfilar cadáveres de militares y policías en los siguientes días.
Preocupa, además, que una Administración sin carácter tenga que hacerle frente a las inundaciones a causa del ciclón Yaku. Si el Gobierno no puede reducir a un puñado de delincuentes, ¿acaso tendrá la capacidad de reaccionar ante un evento climático que vaticina desastres?
Pero si queremos ver el lado positivo del asunto, felizmente el golpista Pedro Castillo, a quien le han dictado 36 meses más de prisión preventiva por corrupción, y su banda criminal no están más en el poder. La respuesta a los estragos de Yaku hubiera sido la excusa perfecta para que estos inmorales roben a manos llenas.
A pesar de todo lo aquí relatado, estoy embriagado de optimismo y sé que podremos salir adelante. Es complicadísimo ser pesimista cuando, de pronto y sin quererlo, abres los ojos y te das cuenta de que el mundo no es tan gris. Y eso porque hay alguien que lo pinta de colores con tan solo existir.
Otro motivo para tener esperanza es que la cómplice del golpe, la inefable Betssy Chávez, está a punto de caer, pues el pedido de cárcel provisional en su contra es inminente.
¡Los militares fueron asesinados!
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