Santísima Trinidad 2021

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Evangelio según San Mateo 28,16-20.
En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo“.

Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:

A lo largo de la historia, la Santísima Trinidad ha sido representada en arte de diversas maneras. Uno de los más antiguos es el triángulo de tres lados iguales. San Patricio, en su evangelización de los irlandeses, usó un trébol, con sus tres hojas formando una hoja. Hace muchos años, encontré un libro infantil que hablaba de la Trinidad en términos de manzana. Se llama una imagen de Dios. 3 en 1, escrita por Joanne Marxhausen. En este libro:
la cáscara representa al Padre. Es la parte más evidente de la manzana, así como Dios el Padre se ha revelado a sí mismo a través de la creación que nos rodea. La cáscara es también el protector de las otras partes de la manzana.
La carne de la manzana representa al Hijo, como “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros“. Jesús tomó nuestra humanidad, nuestra carne y huesos, pero permaneció uno con el Padre, en su divinidad.
Las semillas del núcleo representan al Espíritu Santo, la fuente de Nueva vida. Contienen el nuevo comienzo de la vida, como a través del Espíritu Santo nos enriquecemos con nuestro compartir en la vida de Dios.
Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Es una oportunidad para nosotros, como comunidad de fe, para reflexionar sobre la vida que compartimos con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Dios nos llama a la vida con él. ¡Se declara él mismo por nosotros! Ese es, para mí, el mensaje de la Primera Lectura, del Libro de Deuteronomio (4:32-34, 39-40). Dios se ha revelado a nosotros, y nos reclama como suyos. ¡Somos suyos! Sin embargo, en esta relación nos llama a guardar sus mandamientos y a vivir como él, el autor de la vida, ha deseado. Hay ‘beneficios‘ y bendiciones por ser un hijo de Dios, pero hay responsabilidades que vienen con ellas. Tan tranquilizadoras como son las palabras de Dios en la lectura, también es un desafío para nosotros responder a la gracia, plenamente a este Dios que está de nuestro lado.
Nuestra segunda lectura de la Carta de San Patricio Pablo a los Romanos (8:14-17) también proclama esta cercanía de Dios. Él no está fuera en algún lugar, desinteresado y sin involucrar. Prefiero que esté presente y tan ‘involucrado‘ como permitiremos que esté. Como seguidores de Jesús nos animamos por el Espíritu Santo y nos trasladamos al Padre. Él es nuestro ‘Abba‘ (‘Papá’), mostrando esa intimidad y conexión con nosotros, si se lo permitimos.
En nuestro evangelio (San Mateo 28:16-20) Jesús deja a sus discípulos, dejándolos con mandato: salir a compartir las Buenas Noticias, y bautizar en “el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo“. A medida que compartimos en la vida de Dios, tenemos el mandato de invitar a otros, por nuestras palabras y ejemplo, a que se unan a nosotros en esta relación amorosa con el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es en su nombre que somos bautizados, y vivimos en unión de ellos. En este domingo de trinidad celebramos, de manera especial, esta vida que compartimos, y que se ha compartido con nosotros.
Mientras reflexionaba sobre las lecturas, tuve que preguntarme a mí mismo: ¿Cómo experimentamos la vida con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo? Primero, por supuesto, en las Sagradas Escrituras se revelan, y llegamos a conocerlas y atribuirles diversas funciones y personalidad. En segundo lugar, esto se refleja en nuestra oración para ellos, nuestra comunicación con ellos.
En los ejercicios espirituales de San Ignacio, en el que participé como novicio (en 1974), se le pide al retirado, en diferentes momentos, que dirija su oración a una persona particular de la Trinidad, que pida gracia particular. Aunque esto no parezca tierra arrasada, para mí, en ese momento, me dio una apreciación más profunda de cada una de las personas de la Trinidad, y la relación única que tengo con cada uno. Ahora esto no significa que si dirigimos nuestra oración a la persona “equivocada” de la Trinidad que es como una carta que termina en la ‘Oficina de Cartas Extraviadas’ nunca para ser vista (o contestada). Sin embargo, creo (y desde mi experiencia desde entonces) que mi relación con cada persona se fortalece y se hace más significativa cuando la dirijo a una persona en particular por una razón particular. Así como tenemos relaciones únicas con cada miembro de nuestra familia, padre, madre y hermanos (s), también nuestra relación con el Padre es única, que es única con el Hijo, que es única con el Espíritu Santo. Y así, pido al Padre como Creador, al Hijo como Salvador, y al Espíritu Santo como Santificador.
Durante esta semana, hagamos un esfuerzo particular para identificar a quién rezamos y por qué gracia en particular. Esto ayudará a cada relación -con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo- a crecer y asumir una vida más personal. A veces la gente simplemente se refiere a su oración a ‘Dios‘, como si Dios fuera alguna nube en algún lugar. ¡Tal no es el caso! Cada persona de la Trinidad es un miembro vivo, y estamos llamados a crecer en nuestra relación con cada uno de ellos. Por ejemplo, con mi ejemplo de nuestras relaciones familiares, creceré más en relación con mis hermanos si hablo directamente con él/ ella /ellos, mucho más que hablar con mis padres. ¿Tiene sentido? Prueba, y verás cómo tu conciencia de cada persona crece y se desarrolla. Entonces, cuando celebremos el domingo de la Trinidad el próximo año, el primer domingo después de Pentecostés, verás hasta dónde has llegado conociendo, amando y sirviendo a cada persona de la Santísima Trinidad.
La próxima vez que te comas una manzana, piensa en la Trinidad, y cómo cada parte de la manzana es única, así como cada persona de la Trinidad es única. Lo que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo más desean -y nos dan gracia para crecer- es que entramos más profundamente en sus vidas, y los invitamos a entrar más profundamente a nuestras vidas.

POR UN VOTO LIBRE E INFORMADO

Por + Javier Del Río Alba– Arzobispo de Arequipa.
La noticia que viene circulando en redes sociales, según la cual la Iglesia Católica estaría apoyando la candidatura del profesor Pedro Castillo a la Presidencia de la República, es falsa. En primer lugar, porque la Iglesia “respeta la legítima autonomía del orden democrático, pero no posee título alguno para expresar preferencias por una u otra solución institucional o constitucional” (Juan Pablo II, Centesimus annus, 47). En pocas palabras, la Iglesia no hace política partidaria. Ello, sin embargo, no le impide valorar las implicaciones religiosas y morales de los programas políticos (Compendio de DSI, 424). Y también por esta razón la Iglesia Católica no puede apoyar la candidatura del profesor Castillo ya que el Ideario y Programa del partido Perú Libre, por el cual es candidato, está abiertamente reñido con la doctrina y moral católicas, como se puede ver en ese documento oficialmente presentado ante el Jurado Nacional de Elecciones y fácilmente accesible en su página web.
En efecto, ese documento comienza declarando que Perú Libre es una organización marxista– leninista (cap. 1), ideología que niega la existencia de Dios, mientras que el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “el ateísmo es un pecado” (n. 2125). Del mismo modo, en su capítulo sexto, el Ideario y Programa del partido del señor Castillo afirma que la Iglesia Católica es un aliado político, mediático y propagandístico de la colonización territorial y cultural del Perú. Y basado en esa concepción totalmente falsa de la religión católica, en su capítulo 17 presenta como parte de su programa abolir el Concordato entre el Perú y la Santa Sede, y en el capítulo 21 hace un llamado a luchar para liberar a los pueblos supuestamente subyugados por la religión. No toma en cuenta, por cierto, todo el bien social que hace la Iglesia al gratuitamente brindar educación escolar a decenas de miles de niños, atender muchos miles más de enfermos, otorgar alimentos a familias pobres, acoger a niños y ancianos desamparados, por sólo mencionar algunas de las numerosas obras de caridad que lleva a cabo en todo el Perú, incluidos lugares donde el Estado no llega. En fin, podría citar muchos más postulados del partido del profesor Castillo que son totalmente opuestos a nuestra fe católica, pero el espacio no lo permite. Cito sólo uno más: la despenalización del aborto como vía imprescindible para salir de la pobreza (cap. 5), es decir que para que no haya más pobres hay que matarlos en el vientre materno.
Así pues, la Iglesia Católica iría en contra de su naturaleza y misión si apoyase una candidatura que, además, es diametralmente opuesta a su propia fe y a la correcta comprensión del ser humano. Si la Conferencia Episcopal Peruana invitó al profesor Castillo y la señora Fujimori a firmar la denominada “Proclama Ciudadana” no fue para favorecerlo a él, como algunos han sostenido, sino movida por su preocupación por el bien común de la nación (Francisco, Fratelli tutti, 276). Por eso mismo, en la reciente carta que los obispos del Perú hemos dirigido al Pueblo de Dios, hemos hecho una invocación “a votar de forma libre y bien informada” y, al hacerlo, “reafirmar los grandes valores éticos, morales y religiosos que sustentan nuestra nación desde sus inicios y constituyen la gran reserva moral del país que debemos cuidar y ennoblecer”.
Fuente: Boletín del Arzobispado de Arequipa.

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