¡Alégrense!

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Evangelio segúngún san Mateo (28,16-20), del domingo, 28 de mayo de 2017

Evangelio según San Lucas 6,17.20-26.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón,
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: “¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!».

Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:

Hay una leyenda antigua de un niño nativo que ha encontrado un huevo de un águila. Le ha puesto en un nido de las gallinas, y la águila ha empollado con los pollitos. La águila ha crecido con los pollitos, rasgando la tierra para buscar comida como hicieron los pollitos, haciendo los ruidos de los pollitos, y volando algunos metros sobre la tierra como hicieron los pollitos. Un día el águila ha mirado al cielo y ha visto un pájaro magnifico volando por el cielo con dos alas grandes. El pequeño águila fue muy impresionado, y ha dicho a una gallina mayor, “¿Qué tipo de pájaro es esa?” La gallina mayor le ha respondido, “Es un águila. Olvídalo. Nunca vas a volar como esa en un millón de años.”
He pensado en este cuento cuando he leído el evangelio de este fin de semana (Lucas 6:17, 20-26). Por tantas veces que hemos escuchado al Sermón sobre la Montaña continuamos a convencernos que no podemos cumplirlo, y que son para ‘otros’ que son más santos o más cerca a Dios. Las Bienaventuranzas son un desafío para nosotros, en nuestra condición humana, sino por la gracia de Dios podemos (y vamos a) cumplir el espíritu de ellas: uniéndonos más profundamente a Dios, y siendo en mayor solidaridad con otros, especialmente con los más necesitados entre nosotros. En la segunda parte del evangelio encontramos los versículos “Pobres de ustedes”, Jesús no está llamándonos solamente para ser y hacer más, sino está advirtiéndonos de las consecuencias de NO ser y hacer más, o rechazar su gracia. Como el águila ha descubierto que ha podido volar –a pesar de que ser dicho que no ha podido “en un millón de años”– Jesús está animándonos a creer en su presencia, su promesa, y su gracia para ‘volar’ y ser uno que cumple con las Bienaventuranzas con sinceridad y alegría.
En nuestra Primera Lectura, del Profeta Jeremías (17:5-8), Dios distingue entre los que no son fieles, y los que son fieles. Las imágenes son lindas, y muestran las distinciones: entre “un cardo de la estepa” y “un árbol plantado a la orilla del agua”. El nos asegura que a pesar de “la sequía” hay la esperanza, y el árbol continua a dar fruto. Dios promete la nueva vida, a pesar de que las condiciones no son ideales. Yo pensaría que muchos de nosotros podemos identificarnos con una experiencia de ser como tal árbol, nutrido por el Señor.
En nuestra Segunda Lectura, de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios (15:12, 16-20), nos habla del fruto de la resurrección de Jesús. San Pablo reconoce que es más que un acontecimiento histórico, sino una experiencia vivida, que ha empezado para él en el camino a Damasco y les ha llamado en la vida con el Cristo resucitado. San Pablo vivía tal vida con Cristo, y aseguraba a sus oyentes, quien el ha traído al Señor, que ellos comparten in esta vida con Dios.
Tantas veces encontramos que la Palabra de Dios nos desafía. Pero, al mismo tiempo, encontramos que nos anima y nos hace recuerdo que no estamos respondiendo solos al llamado de Jesús, sino estamos acompañados por su gracia abundante. Las lecturas de hoy reflejan este desafío, y esta animación. El Sermón sobre la Montaña, las Bienaventuranzas, nos piden mucho. Estamos desafiados por las palabras de Jesús. Infelizmente, cuando olvidamos que Dios está con nosotros en nuestra respuesta nos sentimos desanimados y tal vez hasta rendirnos, sintiéndonos incapaces (y tal vez indignos) de responder a su llamado. Pero, también podemos reconocer momentos cuando hemos ‘volado’ a pesar de la realidad negativa o desanimada alrededor de nosotros. Estos fueron los momentos en que la gracia de Dios fue más activa, y fuimos más abiertos a Dios por sentirnos vulnerables, débiles, y en ‘necesidad’ de Dios.
Cuando cumplimos el mandato de las Bienaventuranzas –estamos pobres de espíritu, estamos hambrientos para Dios y su justicia, quienes lloran en la cara de la tristeza y la injusticia, y los que sufren por causa de la Buena Nueva– estamos dependiendo en la gracia de Dios, más que solamente nuestras propias habilidades e inclinaciones humanas. Luego de verdad hacemos una diferencia en el mundo, empezando con nuestra familia, en nuestro Colegio y nuestro trabajo, entre los amigos, y en nuestra Comunidad Parroquial. Muchas veces la gente se siente que no hace una diferencia, que sus palabras y sus hechos no llaman la atención. Esto quita a la gente su fuerza para aceptar el desafío de Dios, y engaña a otros de un ejemplo y un testimonio que Dios quiere dar a través de ellos. ¡La gente está escuchando y mirando! Tal vez podemos pensar en las veces que las palabras y el ejemplo de otras personas nos han tocado, y nos han inspirado a ser y hacer más. A veces puede ser por un esfuerzo especial, y otras veces por solamente ser si mismo, y la gracia de Dios estaba viniendo por ellos a nosotros. Tal vez podemos pensar en las veces que nuestras palabras y nuestro ejemplo hicieron una diferencia en la vida de otras personas, hasta cuando no estábamos consciente, y solamente más tarde ellos nos han dicho. ¡Esto nos anima!
¡Vivir las Bienaventuranzas no es imposible! Con la gracia de Dios podemos ‘volar’, como el águila, y responder al llamado de Jesús, y no encontrarnos entre los “Pobres de ustedes” quienes han fallado en responder y no han dado testimonio a Jesucristo cada día. No solamente tenemos que creer en Dios, sino creer que Dios ‘cree’ en nosotros.

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