Monseñor Miguel Irízar CP

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Monseñor Miguel Irízar, obispo emérito del Callao que dedicó 50 años de servicio al Perú, falleció en la comunidad de Deusto, en Bilbao, al norte de España, donde residía desde el 2015.
Durante su larga trayectoria de labor pastoral promovió la creación de nuevas parroquias y formó seminaristas de otras jurisdicciones en los dos seminarios diocesanos del Callao.
Fundó, además, el primer monasterio de Carmelitas Descalzas en aquélla diócesis y puso en marcha el proyecto Universidad Laboral en Pachacútec para formar a los jóvenes de la zona.
Irízar fue nombrado obispo Coadjutor del Callao (Perú), en 1989, y obispo diocesano, en octubre de 1995, durante el papado de Juan Pablo II. También fue Secretario General de la Conferencia Episcopal Peruana en dos períodos y presidente de Cáritas del Perú.
El papa Pablo VI lo había nombrado anteriormente Obispo Misionero del Vicariato de Yurimaguas (provincia del Alto Amazonas) y fue consagrado obispo el 25 de julio de 1972.
Monseñor Miguel Irizar se ordenó sacerdote en 1957, en el santuario de la Virgen de Aránzazu. Llegó a Perú en 1960 y allí inició su labor pastoral en la parroquia Virgen del Pilar, en el distrito de San Isidro.
Fuente: Diario El Comercio.

Obispos del Vicariato Apostolico de Yurimaguas

Atanasio Celestino Jáuregui y Goiri CP † (1921-30 de agosto de 1957).
Gregorio Elias Olazar Muruaga CP † (31 de agosto de 1957-25 de marzo de 1972).
Miguel Irízar Campos, CP † (25 de marzo de 1972-6 de agosto de 1989). Luego obispo coadjutor del Callao.
El 4 de mayo de 1940 nacía José Luis Astigarraga Lizarralde. Lo hacía en Azkoitia, un municipio gipuzkoano, donde el euskera era la lengua de uso común, y que está situado a unos 2 km. del Santuario de Loyola y a poco más de 40 km del Santuario de Nuestra Señora de Aranzazu.José Luis Astigarraga Lizarralde CP (26 de noviembre de 1991-20 de enero de 2017).
Jesús María Aristín Seco CP (8 de julio de 2020- presente).

Soy católico, soy feliz

Por Gabriel Vila Verde– Aleteia.
¡Ser católico! Cuánta grandeza en estas palabras…
Es mirar hacia atrás y saber que antes de mí tantas personas hicieron historia…
Es saber que la Eucaristía que comulgo en todas las misas es la misma que alimentó a Tomás de Aquino antes de escribir la Suma Teológica… la misma que alimentó a Antonio de Padua antes de sus oraciones… la misma que sació a Felipe Neri antes de salir en ayuda de los pobres.
Es entender que, para que yo conociera el Evangelio de Cristo, hombres valientes arriesgaron sus vidas en viajes por el mar bravo, dejando todo atrás, sin saber si llegarían al destino con vida.
Es entender que el agua derramada sobre mi cabeza el día 28 de marzo de 1993 fue el mismo Bautismo que Pablo de Tarso recibió el día de su conversión, el mismo que bañó al rey Luis de Francia, a la reina Isabel de Portugal y al pobre campesino José de Cupertino, haciendo de ellos grandes santos.
Es comprender que el sacramento del Orden, a mí conferido por Don Murilo Krieger en Salvador fue el mismo conferido por san Ambrosio al gran Agustín de Hipona… el mismo que el Padre Pío recibió en Italia… el mismo que Francisco de Asís rechazó por humildad.
Es subir al altar para celebrar el Santo Sacrificio y saber que en el pasado Luis de Montfort y Domingo de Guzmán hicieron lo mismo, vistieron los mismos ornamentos sagrados y ofrecieron a Dios la Víctima perfecta.
Es leer las cartas de Pablo, los textos de Irineo, las catequesis de Juan María Vianney y entender: todo esto fue para mí, ellos lo escribieron para mi edificación.
Es concienciarse de que el Rosario que yo rezo, a veces con prisa, fue el mismo que la Virgen María tuvo en sus manos cuando se apareció a los pastores de Fátima, el mismo que san Alfonso rezaba todos los días.
Es mirar a la Piedad de Miguel Ángel, la catedral de Notre Dame, la gruta de Lourdes, y saber: esto me pertenece, son tesoros de mi familia. Es entrar en cualquier capilla o basílica del mundo y sentir que estoy en casa. Ahí todo me inspira.
Todo esto empezó ahí atrás, cuando Jesús reunió a 12 hombres y los envió a predicar. Ellos no imaginaban que tal proyecto resultaría en lo que vemos hoy… billones de personas profesando la misma fe.
En resumen, ser un católico consciente es la mayor alegría que el ser humano puede tener.

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