R.P. Gerardo Alarco Larrabure (1907-96)
Por Luis Bacigalupo-Pontificia Universidad Católica del Perú
El 23 de abril de 1996 falleció en Lima, a los 89 años, el padre Gerardo Alarco Larrabure, profesor de filosofía medieval de la mayoría de los miembros del comité editorial de Areté. Estos apuntes biográficos, que se limitan a su formación intelectual hasta su retorno de Europa al Perú en 1945, pretenden ser un homenaje a su persona y una muestra de gratitud por su labor docente.
1. La Acción Social de la Juventud
Gerardo Alarco nació en Lima el 13 de febrero de 1907. Entre 1914 y 1922 estudió en el Colegio Alemán. Los estudios superiores los hizo en la Escuela de Ingenieros. Su afición por las letras lo llevó a participar en 1926 en la Acción Social de la Juventud (ASJ), creada con el propósito de contribuir a la renovación de la cultura. En el boletín NQ 4 de la ASJ (junio 1928), Alarco publicó una traducción de Chesterton. A juzgar por la viñetas del boletín, los jóvenes de la ASJ leían también a Emerson, Berdaieff, Pascal, Russell, Joyce, Voltaire, Unamuno, Ortega y Gasset, entre otros.
De esos años data lo que Alarco llamaba su proyecto fracasado de noviazgo y -bajo influencia del jesuita Valentín Sánchez- su conversión definitiva a la vida consagrada.
2. El Centro Fides
A partir de 1930 la ASJ se dedica principalmente al deporte. Alarco y seis directivos más deciden apartarse de ella y fundar el Centro Fides, que comenzó sus actividades organizando conciertos de música religiosa en Entre Nous y conferencias en la Universidad Católica. Entre los conferencistas estaban Víctor Andrés Belaúnde y José de la Riva Agüero -que acaban de retornar del exilio-, y Raúl Porras, Mariano Iberico y Honorio Delgado.
Alarco y varios miembros de Fides están entre los fundadores de la Unión Popular (31 de enero de 1931), frente amplio en cuyo manifiesto se explicaba que “hombres de todas las clases sociales y de todos los oficios y profesiones” habían acordado unirse en torno a un mismo programa “en estrecha solidaridad democrática, que no admite distingos de razas ni posiciones”.
En 1933, cuando Alarco presidía la directiva de Fides, Lima fue elegida sede del Primer Congreso Iberoamericano de Estudiantes Católicos. Se trabajó intensamente en los preparativos y en la elaboración de un documento sobre juventud católica y problema social. Alarco redactó el informe titulado “Evolución y crítica del régimen social contemporáneo”. Finalmente el Congreso no se llevó a cabo debido al conflicto con Colombia.
Verdades era el semanario de Fides. En tres números consecutivos (50-51-52), Alarco defendió el programa de la Unión Popular y criticó el Programa de Acción Inmediata del APRA. En lo referido al trabajo se apoyó en la Rerum Novarum, y en lo que toca a la educación en la encíclica de Pío XII sobre la Educación Cristiana de la Juventud. Su labor intelectual, sin embargo, seguía siendo principalmente la traducción. Desde 1927 tenía Alarco una suscripción a la revista católica alemana Hochland (estuvo suscrito hasta 1939), varias de cuyas contribuciones fueron difundidas en Verdades.
3. La importancia de la revista Hochland
A través de Hochland llegó a Fides información sobre el movimiento alemán Catolicismo del Presente, que desde fines del siglo pasado, y bajo influencia del historiador Franz Kraus (1840-1901), pretendía la reconciliación de la Iglesia con la cultura moderna. Es sintomático que el iniciador -como muchos seguidores- fuera conocedor de la Iglesia de la antigüedad. El grupo partía de una distinción entre catolicismo religioso y catolicismo político, que obviamente era una crítica al centralismo romano. La reacción de la jerarquía eclesiástica fue severa. Pertenecían al movimiento el filósofo Hermann Schell (1850-1906), que recibió influencia de Brentano; los historiadores Franz Funk (1840- 1907) y Albert Ehrhard (1862-1940), ambos sacerdotes, autor el último de una periodización de la patrística y la teología bizantina que se convirtió en norma académica; el teólogo laico Friedrich Hügel (1852-1925), que desarrolló una filosofía de la encarnación apoyada en la experiencia de Dios; el crítico literario Karl Muth (1867-1944), uno de los pocos opositores tempranos del nacionalsocialismo y editor de Hochland; y el sacerdote e historiador Joseph Wittig (1879-1949), excomulgado por el artículo que publicó en Hochland, en 1922, titulado “Die Erlosten” (Los salvados).
4. La Universidad Católica. Primer viaje a Europa. Ingreso al clero
En 1933, Alarco entró a trabajar en la Universidad Católica con el encargo de organizar la Facultad de Ingeniería. En la Semana Santa de ese año hizo los Ejercicios Espirituales de San Ignacio bajo la dirección del padre Angel Lapuerta, y a fines del año viajó a Roma como miembro de la delegación peruana al Congreso Iberoamericano de Estudiantes Católicos. En aquella oportunidad trabó amistad con el sacerdote chileno Osear Larson. Al finalizar el congreso, Alarco viajó a Alemania con la intención de conocer los círculos de estudios sociales, la organización sindical católica y los organismos de proyección social de los que había oído hablar en Roma. Vio en el nacionalsocialismo “el surgimiento de un nuevo paganismo que ha deificado a la raza y el Estado. En Alemania…se siente la crisis de la cultura moderna con más fuerza que en cualquier otra localidad de Occidente”.
Al año siguiente, Alarco optó por el clero diocesano. En 1935, vino al Perú el padre Larson, a enseñar en la Universidad Católica, y le aconsejó hacer estudios eclesiásticos en el Seminario Pontificio de Santiago de Chile. De 1936 a 1937 estudió allí filosofía, al cabo de lo cual decidió estudiar la teología en Europa.
5. Segundo viaje a Europa. La Nouvelle Théologie
En 1938, Alarco tomó un semestre en la Facultad de Teología de la Universidad de München y se entrevistó con Karl Muth, el director de Hochland. El semestre siguiente se matriculó en el seminario parisino de San Sulpicio, donde oyó disertar a Lucien Enne, profesor de apologética, sobre la compatibilidad de la fe católica y las aspiraciones del ser humano. Enne recurre al pensamiento de Maurice Blondel (1861-1949), preocupado por la compenetración de filosofía y religión en el nivel de la historia y de la libertad humana.
La guerra sorprendió a Alarco cuando visitaba a su hermano Antonio, cónsul en Hamburgo. Ambos fueron a Amberes con la idea de embarcarse al Perú, pero Gerardo decidió regresar a Francia. La ocupación de París en junio de 1940 forzó el traslado del seminario de San Sulpicio a Limoges, y luego de unos meses a Lyon, donde se reunió Jo mejor de la intelectualidad católica francesa e incluso europea.
Indirectamente Hitler convirtió a la Facultad de Teología de los jesuitas de Lyon en la cuna de la Nouvelle Théologie. Los nombres más importantes vinculados con estas nuevas ideas son Henri de Lubac, Jean Daniélou, Hans Urs von Balthasar, Yves Congar, Marie Dominique Chenu y -aunque orientado particularmente a la ciencia- Pierre Teilhard de Chardin. Los temas de controversia abordados fueron: la revitalización de la teología desde la Biblia y la patrística; la necesidad de la filosofía contemporánea para la interpretación de la fe; la rehabilitación de Blondel; la historicidad de la verdad; la interpretación de la historia del dogma; la discusión con la filosofía marxista; las relaciones del cristianismo con las religiones no cristianas; el problema del conocimiento de Dios; y algunas cuestiones dogmáticas que resultan cuestionables desde una óptica moderna, como la transubstanciación.
6. Ordenación sacerdotal. La Biblia en Lyon
Alarco asistió regularmente a las clases de Henri de Lubac y en 1942 discutió periódicamente los temas académicos y otros asuntos con el rector del seminario y los demás candidatos. En junio fue ordenado sacerdote, al par que se producía el desembarco aliado en África del Norte y la ocupación alemana de toda Francia. Estas circunstancias impidieron su retorno al Perú, por lo cual decidió estudiar dos años más de teología y trabajar como párroco en Lyon.
En 1943, Lyon recibe con júbilo la encíclica de Pío XII Divino afflante Spiritu, sobre los estudios bíblicos, porque ve en ella una concesión -aunque parcial- a la Nouvelle Théologie. A diferencia de sus antecesores, el Papa reconocía los resultados de la arqueología y la necesidad de la crítica textual y el estudio de las lenguas orientales. Sin embargo, mantenía la oposición al abandono exegético del sentido literal de la Biblia, así como la exigencia de conciliar los resultados de la ciencia con la convicción católica de la ausencia de error en el texto bíblico.
7. Retorno al Perú. La Humani generis y las secuelas del antimodernismo
En 1945, Alarco logra embarcarse en Bilbao rumbo a Buenos Aires. En setiembre llega finalmente a Lima y reingresa a la Universidad Católica en calidad de Secretario General. Aquí se encontró con un ambiente intelectual hostil a aquellos temas debatidos en Lyon, que sólo muchos años después alcanzarían algún reconocimiento en los documentos del Concilio Vaticano 11.
Desde principios de siglo los estudios bíblicos y de historia de la Iglesia, bajo influencia del historicismo, y en menor medida de la teoría de la evolución, había logrado centrar las tendencias reformistas en torno a dos ideas: la relativización del carácter sobrenatural del dogma y la acentuación del valor de la experiencia personal de Dios, en contraste con una fe puramente exterior. La condena de estas ideas modernistas se había hecho bajo la acusación de agnosticismo e inmanentismo.
La reacción contra la Nouvelle Théologie se produjo en 1950 en la encíclica Humani generis: Sobre algunos puntos de vista falsos, que amenazan con socavar los fundamentos de la doctrina católica. El mismo Papa que alentó los estudios bíblicos en 1943, declaraba ahora que no pretendía prohibir la investigación científica ni la libre opinión de cátedra, pero que Dios no le ha confiado la auténtica interpretación de su Palabra ni a los creyentes individualmente ni a los teólogos como tales, sino única y exclusivamente al magisterio.
Apasionado lector de Dostoievski, marcado por el personalismo del genial creador de Los Hermanos Karamazov y de El gran Inquisidor, e influido -como hemos visto en estos breves apuntes- por la renovación teológica de la que fue testigo presencial, Gerardo Alarco vio, comprendió como pocos y sufrió las contradicciones de la Iglesia Católica del siglo XX.
Fuente: Revista Areté Vol. VIII, Nº 2, 1996 pp. 377-382.