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La policía anunció la magnitud de estas agresiones es mucho más grande de lo que se creía, con 379 denuncias en total, entre ellas 40% de índole sexual.
Por Rosalía Sánchez- www.abc.es
La policía de Colonia llegó a recibir duras críticas en las últimas 48 horas por haber identificado públicamente a los agresores que violaron y robaron a numerosas mujeres jóvenes durante las celebraciones de la pasada Nochevieja como «en su mayoría norteafricanos y de origen árabe». Esta afirmación fue considerada por muchos «racista» y «tendenciosa», ya que llevaba a relacionar los gravísimos ataques con la llegada masiva de refugiados. Pero a medida que transcurren los días y se van conociendo más detalles de los hechos, la relación resulta ya inevitable. Uno de los policías que estuvo esa noche en la plaza de la estación central de Colonia y que realizó personalmente múltiples controles de identidad a pie de calle, en el marco de un operativo de seguridad pensado para prevenir ataques terroristas, ha declarado a «Welt am Sonntag» que «la mayoría eran sirios recién llegados a Alemania y solicitantes de asilo».
«Cuando les pedíamos la documentación, nos mostraban copias de su solicitud de asilo con sello de los centros de recepción de refugiados», relata el agente desde el anonimato, reconociendo que no podían hacer mucho más que eso, puesto que resultaba imposible verificar la comisión de un delito en una situación de caos generalizado. «Sencillamente pasaban demasiadas cosas al mismo tiempo y no podíamos atender a todo a la vez», admite.
A estas declaraciones se suma un documento interno de la policía: el informe presentado a sus superiores el 2 de enero, en el que consta que fueron realizados más de cien controles de identidad y correctamente identificadas 71 personas, que fueron detenidos cuatro acusados, se inició el seguimiento y se pidieron datos a la central de otros 16 sospechosos, se imputaron cargos criminales a 32 y se prestó primeros auxilios a varias decenas de mujeres. Los datos fueron documentados en el sistema interno CEBIUS del centro de control de la policía.
El documento sellado con el acuse de recibo de la dirección el 4 de enero califica la situación de «caótica y vergonzosa» y señala que los agentes temieron que se registraran heridos e incluso muertos. «Mujeres, con o sin compañía, tuvieron que atravesar verdaderos pasillos formados por los agresores –una multitud de hombres muy alcoholizados–, algo imposible de explicar», describe.
El testimonio del agente añade que la mayoría de las agresiones sexuales fueron cometidas por hombres jóvenes árabes que, desde su punto de vista, actuaban por diversión sexual y se comportaban reiteradamente del mismo modo: un gran número de hombres rodeaba y acorralaba a las víctimas y procedían a agredirla en grupo».
Aumentan las denuncias
Los acontecimientos se reprodujeron en diversas ciudades. El número de denuncias aumenta cada día y al cierre de esta edición había llegado a las 167, aunque los psicólogos consideran que los casos denunciados podrían ser solamente un pequeño porcentaje del total. Evelin, de 19 años, fue una de las víctimas de Colonia y así lo relató a la televisión alemana N-tv: «Intenté defenderme pero me sujetaban los brazos entre varios desde atrás. Recuerdo haber caído por unas escaleras… Había tanta aglomeración de gente que ni siquiera pudimos salir corriendo, y ¿hacia dónde? Nadie podía protegernos».
Sophie, de 23 años y que sufrió el ataque en el centro de Hamburgo, relata: «Apenas puedo creer que haya pasado, era como una mala película. No supe cómo reaccionar. Mi amiga solamente lloraba y lloraba en un ataque de nervios, otras amigas alcanzaron a repartir algunas bofetadas… al final queda un sentimiento de humillación… Y después de haber vivido algo así, ni siquiera la Policía nos prestaba atención. Es algo que no te pasa todos los días y que no podíamos prever. Para nosotras sigue siendo incluso ahora sencillamente inexplicable».
El impacto que estos hechos ha tenido en la sociedad alemana es tal, que incluso la canciller Merkel ha dado un giro en su hasta ahora impertérrita política de refugiados y ayer reconoció la posibilidad de dotar a la administración alemana de medios legales que permitan deportar de forma automática a cualquier extranjero que cometa un delito. «Lo que sucedió en Nochevieja es totalmente inaceptable», declaró. «Son repugnantes actos criminales (…) que Alemania no acepta. Habrá que analizar si en lo relacionado a las deportaciones se ha hecho todo lo que era necesario para dar también aquí un mensaje claro a aquellos que no desean cumplir con nuestras leyes», afirmó.
Delitos sincronizados
Una de las principales dificultades con las que se encontró la Policía esa noche fue el caso omiso que los agresores hacían a los agentes, muy especialmente si eran mujeres. Pero el gran reto que enfrenta la investigación es la comisión sincronizada de los delitos. Incluso Merkel ha reconocido que «no son solo casos aislados». «Naturalmente lo sucedido arroja interrogantes serios», ha admitido, en referencia a la urgencia de averiguar si formaban parte de algún grupo y de analizar el desprecio hacia las mujeres mostrado en tan viles actos, pero que evitó relacionar directamente con la cultura árabe.
Las violaciones comenzaron en los albergues de refugiados de Alemania
Por Rosalía Sánchez- www.abc.es
Las agresiones sexuales de Nochevieja en ciudades alemanas podrían ser solamente la manifestación más visible y concentrada de un fenómeno que viene afectando desde hace meses a un número creciente de mujeres jóvenes y niñas alojadas en albergues de refugiados en este país. Según informes elaborados por los trabajadores sociales que ejercen en estos albergues, muchas de ellas están siendo violadas, agredidas sexualmente e incluso obligadas a ejercer la prostitución por hombres solicitantes de asilo.
El hecho de que estos datos pueda alimentar los movimientos anti extranjeros ha evitado su mayor publicidad, pero el Gobierno alemán ha tomado medidas y desde hace meses ha reducido al mínimo el número de albergues mixtos. Si en un principio se pensó en alojar a los refugiados por países de origen, después se ha llegado a la conclusión de que mujeres y niños deben permanecer separados del resto por su propia seguridad.
Estas medidas no evitan, sin embargo, el también creciente número de violaciones a ciudadanas alemanas por parte de solicitantes de asilo procedentes de África, Asia y el Medio Oriente, denunciadas por ejemplo por Soeren Kern desde el Instituto Gatestone en Nueva York. Hay más de quince condenas por este delito que ya han salido de los tribunales alemanes, como el caso de la chica de 16 años violada el 11 de septiembre en la ciudad bávara de Mering cuando volvía a casa caminando, el de la joven de 18 años violada por dos solicitantes iraquíes de 23 y 19 años tras el patio de una escuela en Hamm, Renania del Norte-Westfalia, o el de una alemana de 21 años violada en Bad Kreuznach, Renania-Palatinado, por dos solicitantes de asilo somalíes condenados el 9 de junio a siete años y medio de cárcel.
Pero por cada caso juzgado hay muchos otros en los que no ha sido posible identificar al agresor, a menudo descrito por las víctimas como «extranjero», «africano», «árabe» y que «no hablaba alemán». A menudo la policía alemana informa sobre estas denuncias solamente después de que las destapen los medios de comunicación locales y no publica los detalles. Lo que sucede dentro de los albergues, sin embargo, ha sido ampliamente denunciado y documentado por los responsables de asuntos sociales.
El pasado 18 de agosto, los líderes de los partidos políticos representados en el parlamento regional de Hesse recibieron una carta firmada por Brigitte Ott, de la asociación Pro Familia, Sigrid Isser, del Consejo Regional para la Mujer, y Günter Woltering, de la organización para el bienestar Paritätische Hessen, en la que estas instituciones, avaladas por la responsable regional de la Oficina para la Mujer de Hesse, Friederike Stibane, describían la situación de numerosas mujeres y niñas en estos centros como «presas de caza salvaje».
«Muchas mujeres informan que ellas, así como los niños, han sido violadas o sometidas a agresiones sexuales. Como resultado, duermen con su ropa de calle y reportan periódicamente que no utilizan el baño por la noche debido al peligro de violaciones y robos en el camino a las instalaciones sanitarias. Incluso atravesar el campamento durante el día, es una situación terrible para muchas de ellas», informaban. «Incluso si están acompañadas por familiares varones o conocidos», advertía la carta, «esto no siempre garantiza protección contra la violencia, ya que también puede conducir a expectativas específicas y a la explotación sexual».
Para evitar esta situación generalizada, solicitaban que «estas instalaciones deberán estar equipadas para que los hombres no tengan acceso a las premisas de las mujeres, con la excepción de los trabajadores de emergencia y del personal de seguridad. Adicionalmente, los dormitorios, los salones, las cocinas y los servicios sanitarios deben estar interconectados de manera que formen una unidad completamente autónoma -y que por lo tanto sólo se pueda llegar a ella a través de un acceso cerrado y vigilado a la casa o el apartamento».
A nivel personal, muchos de los trabajadores sociales a pie de centro de acogida han denunciado la misma realidad a los medios de comunicación alemanes. Uno de ellos dijo textualmente en una entrevista con Bayerischer Rundfunk: «Somos el mayor burdel de Múnich», en referencia a la situación del albergue de refugiados en Bayernkaserne, una antigua base militar en la que mujeres y niñas estaban, según grupos defensores de los derechos de la mujer, sujetas a violaciones y prostitución forzada a diario. Según ha informado esa emisora de radio, el 80% de los refugiados que allí se alojan son hombres y una mafia interna ofrece abiertamente sesiones de sexo con las víctimas por un precio de 10 euros.