Xabier Pikaza Ibarrondo

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Centurion

Jesús sana al amante del centurión
En tiempos de Jesús, había en Palestina dos tipos de soldados oficiales (dejando a un lado a los posibles celotas o soldados-guerrilleros al servicio de la liberación judía).
Unos eran los del ejército romano propiamente dicho, que dependían del Procurador o Prefecto (Poncio Pilatos), que gobernaba de un modo directo sobre Judea y Samaría. Otros eran los del tetrarca-rey Herodes Antipas, que gobernaba bajo tutela romana en Galilea (y los de su hermano Felipe, tetrarca de Iturea y Traconítide, al otro lado de la frontera galilea).
El Prefecto romano contaba con unos tres mil soldados de infantería y algunos cientos de caballería, acuartelados básicamente en Cesarea, que solían provenir del entorno pagano de Palestina y funcionaban como ejército de ocupación. De todas formas, no era frecuente verlos en la calle o en los pueblos, ni siquiera en Jerusalén, donde gobernaba el Sumo Sacerdote y su consejo, con la ayuda de algunos miles de «siervos» o soldados de la guardia paramilitar del Templo. De todas formas, en los tiempos de crisis o en las fiestas, el Prefecto romano subía a Jerusalén y se instalaba en la Fortaleza Antonia, junto al templo, desde donde controlaba el conjunto de la ciudad.
Probablemente residía allí una pequeña cohorte destacamento militar, pero no se mezclaba en la vida civil y religiosa de la ciudad. El Rey (=Tetrarca) Herodes Antipas gobernaba en Galilea, bajo control de Roma, pero con una gran autonomía. Tenía que proteger las fronteras y mantener el orden dentro de su territorio, pagando un tributo a Roma. Para ello tenía sus propios soldados, organizados como los de Roma.
En caso de necesidad, los soldados romanos tenían que ayudar a los de Herodes y los de Herodes ayudar a los romanos. Según eso, en Galilea no existía un «ejército de ocupación», ni tampoco un dominio directo de Roma, aunque muchos «nacionalistas galileos», partidarios de un estado israelita, consideraban a Herodes como a un usurpador y a sus soldados como ejército opresor. Por otra parte, es normal que los soldados de Herodes fueran también de origen pagano, como los de Poncio Pilato, aunque podían ser también judíos.
Desde ese fondo han de entenderse algunos pasajes del evangelio que hablan de la relación de Jesús y de sus seguidores con soldados. El texto más significativo es aquel donde se dice a los creyentes que superen la actitud del «ojo por ojo y diente por diente», propia de los ejércitos del mundo, para añadir: «No resistáis al que es malo (al mal); por el contrario, si alguien te hiere en la mejilla derecha, ponle también la otra…; y al que te obligue a llevar la carga por una milla llévasela dos» (Mt 5, 39-40).
Estas últimas palabra se refiere al servicio obligatorio que las fuerzas del ejército (de Herodes o Pilato) podían imponer sobre los súbditos judíos: obligarles a llevar cierto peso o cargamento a lo largo de una milla. Pues bien, en vez de pregonar la insurrección o la protesta violenta, Jesús pide a los oyentes que respondan de manera amistosa a la posible violencia de los soldados. Esta es su forma de (no) oponerse al mal, para vencer la perversión del mundo a través de un gesto bueno. Jesús no condena a los soldados imperiales: quiere enfrentarles ante el don del reino, enriquecerles con la gracia del Padre que es bueno para todos (cf. Mt 5, 45).
En este fondo se sitúa su relación con el centurión que tiene un amante enfermo y que pide a Jesús que le cure (Mt 8, 5-13 par.). La escena ha sido elaborada por la tradición en el contexto de apertura eclesial a los paganos, pero en su fondo hay un relato antiguo (transmitido al menos por el Q; cf. Lc 7, 1-10; Jn 4, 46b-54). Jesús no ha satanizado a los soldados, ni ha querido combatirlos con las armas, sino que ha descubierto en ellos un tipo de fe que no se expresa en la victoria militar, sino en la curación del amigo enfermo:
Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, que le rogaba diciendo: «Señor, mi amante (pais) está postrado en casa, paralítico, gravemente afligido». Jesús le dijo:«Yo iré y le curaré». Pero el centurión le dijo: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi siervo sanará, pues también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este “ve” y va y al otro “ven” y viene; y a mi siervo “haz esto”, y lo hace». Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: «En verdad os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes». Entonces Jesús dijo al centurión: «Vete, y que se haga según tu fe». Y su amante quedó sano en aquella misma hora (Mt 8, 5-12).
Este es un soldado con problemas. Es un profesional del orden y obediencia, en el plano civil y militar, un hombre acostumbrado a mandar y a ser obedecido. Es capaz de dirigir en la batalla a los soldados, decidiendo así sobre la vida y la muerte de los hombres. Pero, en otro nivel, es un muy vulnerable: padece mucho por la enfermedad de un siervo amante. Pero antes de seguir será preciso que nos detengamos y preguntemos sobre la identidad de este pais del centurión, que hemos traducido como «amante».
Esa palabra (pais) puede tener tres sentidos, siervo, hijo y amante (casi siempre joven), y puede resultar escandalosa. El texto paralelo de Jn 4, 46b evita el escándalo y pone huios (hijo), en vez de pais; pero con ello tiene que cambiar toda la escena, porque los soldados no solían vivir con la familia ni cuidar sus hijos hasta después de licenciarse; por eso, el centurión aparece aquí como un miembro de la corte real de Herodes (un basilikós). También Lc 7, 2 quiere eludir las complicaciones y presenta a ese pais como doulos, es decir, como un simple criado, al servicio de centurión; con eso ha resuelto un problema, pero ha creado otro: ¿es verosímil que un soldado quiera tanto a su criado?
Por eso preferimos mantener la traducción más obvia de pais dentro de su contexto militar. En principio, el centurión podría ser judío, pues está al servicio de Herodes, en el puesto de frontera de su reino o tetrarquía (Cafarnaúm). Pero el conjunto del texto le presenta como un pagano que cree en el poder sanador de Jesús, sin necesidad de convertirse al judaísmo (o cristianismo). Pues bien, como era costumbre en los cuarteles (donde los soldados no podían convivir con una esposa, ni tener familia propia), este oficial tenía un criado-amante, presumiblemente más joven, que le servía de asistente y pareja sexual. Este es el sentido más verosímil de la palabra pais de Mt 8,6 en el contexto militar. Ciertamente, en teoría, podría ser un hijo o también un simple criado (como suponen los paralelos de Juan y Lucas). Pero lo más sencillo y normal es que haya sido un amante homosexual, alguien a quien otros libros de la Biblia (quizá Rom 1, 24-27) habrían condenado.
Pero, gracias a Dios, como sabemos por el texto siguiente («¡cargó nuestras enfermedades…!»: Mt 6, 17), Jesús no era un moralista, sino un mesías capaz de comprender el amor y debilidad de los hombres (en el caso de que el amor homosexual lo fuera). Jesús sabe escuchar al soldado que le pide por su amante y se dispone a venir hasta su casa-cuartel (¡bajo su techo!), para compartir su dolor y ayudarle. Hubiera ido, pero el oficial no quiere que se arriesgue, pues ello podría causarle problemas: no estaba bien visto ir al cuartel de un ejército odiado para mediar entre dos homosexuales; por eso le suplica que no vaya: le basta con que crea en su dolor y diga una palabra, pues él sabe lo que vale la palabra. Jesús respeta las razones del oficial, acepta su fe y le ofrece su palabra. El resto de la historia ya se sabe: Jesús cura al siervo-amigo homosexual y presenta a su amigo-centurión como signo de fe y de salvación.
Fuente: Revista Reinado Social.
Bernardo Barranco VillafanLobby gay
Por Bernardo Barranco Villafán- Diario La Jornada de México
Taranto es un tranquilo puerto muy en el sur de Italia. Justo en el arco de la bota de la península. Fundada por los griegos espartanos en el siglo VIII antes de Cristo. Esta apacible ciudad es actualmente escenario de un nuevo escándalo sexual en la vida de la Iglesia, que involucra a actores del Vaticano. Por inaudito que nos resulte, parece que esto es verdad. De acuerdo con el diario Il Corriere del Mezzogiorno, un laico de 42 años presentó la denuncia con pruebas contundentes ante el tribunal eclesiástico de la región de Puglia, que llevó al arzobispo de Taranto, Filippo Santoro, a remover de sus funciones a un cura carmelita, Antonio Calvieri, quien reconoció mantener una intensa vida sexual con otros religiosos y sacerdotes, así como con un miembro de la Guardia Suiza del Vaticano; incluso reveló que se grababan mientras practicaban orgías.
La noticia ha vuelto a conmocionar a la opinión pública italiana y en cuestión de horas dio la vuelta al mundo. La información aún sale a cuentagotas, pero, de acuerdo con diarios locales, el denunciante aseguró haber conocido por Facebook al sacerdote removido, con el que emprendió una estrecha amistad y quien le confesó no sólo su homosexualidad, sino la existencia de una red de curas que realizaba orgías documentadas con videos y fotografías, directorio de curas homosexuales, contactos de prostitución infantil, transmitidos por Internet, cuyo alcance involucraba al Vaticano.
El hecho parece confirmar la existencia entonces de una red subterránea de sacerdotes homosexuales y pederastas que pareciera tendría conexión con el llamado lobby gay que asomó su existencia gracias a las filtraciones de documentos secretos del mayordomo de Benedicto XVI, Paolo Gabriele, el fenómeno periodístico conocido como Vatileaks, que dejó al descubierto los trapos sucios, entre otros, los escándalos sexuales del Vaticano.
Estos escabrosos temas están contenidos en el grueso expediente del llamado Informe secreto, fruto de una investigación ordenada por Benedicto XVI, quien a raíz de su renuncia le hereda a Francisco, un expediente de 300 páginas, dividido en dos tomos, redactado por tres cardenales en retiro: el español Julián Herranz, el eslovaco Jozef Tomko y el italiano Salvatore De Giorgi. Ratzinger les encargó indagar los grupos de poder, corrupción y el famoso lobby gay. El diario italiano La Repubblica filtró parte de su contenido. Según el diario, el informe describía las luchas internas por el poder y el dinero, así como el tráfico de influencias internas utilizando la homosexualidad. En otras palabras, prevalecía una subcultura homosexual y un complejo sistema de extorsión y chantaje.
Posteriormente trascendió que el mismo papa Francisco, el 6 de junio de 2013, ante los religiosos latinoamericanos de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos (CLAR), les reveló: “En la curia hay gente santa, pero también hay una corriente de corrupción, también hay, es verdad… Se habla de ‘lobby gay’, y es verdad, está ahí, hay que ver qué podemos hacer”. Aunque Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, negó que el Papa haya hecho afirmaciones sobre la existencia de un grupo de presión homosexual en el Vaticano, en portales de religiosos de nuestra región el señalamiento se difundió. También en enero de 2014 Elmar Maeder, quien fue comandante de la Guardia Suiza entre 2002 y 2008, declara a la prensa helvética que “existe un lobby gay realmente capaz de resultar peligroso para el Papa”. En entrevista con el diario suizo Schweiz am Sonntag, Maeder denuncia peticiones sexuales a cambio de dinero, favores personales o recompensas por parte de clérigos, obispos y cardenales. Y no lo hace de oídas: “De la existencia de un lobby gay puedo hablar por experiencia personal… El problema es que esta red se compone de personas tan fieles una a la otra, que llegan a constituir a una especie de sociedad secreta”, subrayó Maeder, quien devela que si me daba cuenta de uno de mis hombres era gay, no le permitía hacer carrera. Aunque para mí la homosexualidad no es un problema, el riesgo de ser injusto habría sido demasiado alto.
Andrea BaldonPor tanto, el escándalo de Taranto puede ser la punta del iceberg de una amplia red de corrupción sexual. Aquí no se trata de que el lobby gay sea reprobable por estar integrado por sacerdotes homosexuales, sino porque utiliza la homosexualidad como instrumento de poder, de corrupción, control y sometimiento político, por tanto, como herramienta de chantaje. Se trata de un grupo de presión que exhibe los mecanismos y vicios de poder dentro de la curia romana. El lobby gay utiliza la extorsión sexual para encumbrar, proteger o derrumbar trayectorias de altos personajes de la curia romana. Dicho grupo es transversal a las diferentes facciones que disputaban poder y canonjías. Al revelar los secretos de alcoba los integrantes del lobby gay ganaban poder y posicionamiento, tenían la capacidad de depredación. Un grupo de presión en el Vaticano anhela no solamente recibir privilegios y prebendas, sino también aspira controlar e incidir en la conducción de la Iglesia. Ya desde los trágicos años 2011-12 que se sellan con la renuncia del papa Benedicto XVI se registraba su existencia en la publicación de documentos filtrados, pero ahora parecen empezar a perfilarse las redes y maneras de operar.
Vaya tarea que tiene Francisco. Aún resuena la percepción y el regaño que dictó a su cuerpo curial en la Navidad pasada, al diagnosticar sus 15 enfermedades; resaltamos una, la número ocho: la enfermedad de la esquizofrenia existencial: es la enfermedad de los que viven una doble vida, fruto de la hipocresía típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual que ni grados ni títulos académicos pueden llenar. Se crean así su propio mundo paralelo, donde dejan a un lado todo lo que enseñan con severidad a los demás y empiezan a vivir una vida oculta y, a menudo, disoluta.

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