Por Juan Vicente Boo- www.abc.es
Justo cuando el Papa Francisco acaba de poner en marcha la reforma del Banco del Vaticano (IOR), semillero de demasiados escándalos, el arresto por estafa y corrupción de un monseñor italiano de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), indica que el trabajo de limpieza tendrá que extenderse a todos los departamentos que manejan dinero siguiendo normas todavía muy poco transparentes.
El Santo Padre fue inmediatamente informado del arresto del sacerdote Nunzio Scarano, jefe de la contabilidad de gestión de las inversiones en bolsa, divisas y parte del patrimonio inmobiliario. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, manifestó que monseñor Scarano había sido suspendido de empleo hace un mes, cuando se supo que era objeto de una investigación por lavado de dinero en Salerno, su ciudad natal.
Pero su arresto y el de otros dos cómplices –un «Carabiniere» y un agente financiero-, ordenado por un tribunal de Roma, se debe a su participación en un caso que debería existir solo en las novelas. Se le acusa de tres delitos: corrupción, estafa y calumnia.
Según la fiscalía de Roma, monseñor Scarano organizó el traslado desde Suiza a Italia de 20 millones de euros que varios amigos suyos le confiaron para realizar inversiones. Su abogado manifestó a la agencia Associated Press que Scarano convenció a participar en la operación a los otros dos detenidos: el agente financiero Giovanni Carenzio, y el «Carabiniere» destinado en los servicios secretos Giovanni Maria Zito, quien facilitaría el transporte de los 20 millones de euros a bordo de un jet privado -o de un jet del gobierno italiano según el abogado del monseñor-, evitando los controles de aduanas.
La operación no se llevó a cabo debido a que el agente financiero se echó atrás, pero el «Carabiniere» pidió en cualquier caso sus 400,000 euros de comisión. Monseñor Scarano –siempre según su abogado- le entregó un primer cheque de 200,000 euros, que el «Carabiniere» efectivamente cobró. Como estratagema para evitar el segundo pago, Nunzio Scarano declaró como extraviado el primer cheque, aun sabiendo que su cómplice lo había cobrado.
Scarano -que no es obispo sino simplemente monseñor, un título honorífico de algunos sacerdotes que trabajan en el Vaticano- había sido suspendido de empleo cuando la fiscalía de Salerno informó que investigaba un presunto delito de lavado de dinero por valor de 560,000 euros que pasaron de su cuenta en el banco del Vaticano (IOR) a otra cuenta suya en un banco italiano con la clásica estratagema de los falsos donativos.
Aparentes donativos
Medio centenar de cómplices, en su mayoría empresarios, le entregaron cheques o le enviaron transferencias a título de aparentes donativos por un total de 560,000 euros. Scarano devolvía a cada uno el importe exacto del respectivo cheque en dinero metálico sacado de su cuenta del IOR en territorio del Vaticano.
Al parecer, los fondos provenían de sustanciosos donativos reales destinados a la construcción de una residencia para ancianos. El abogado de Scarano dijo que su cliente solo había tomado «prestado temporalmente» ese dinero para su uso personal.
Una vez más, el comportamiento penoso de una persona vuelve a enfangar la Curia vaticana. Para prevenir estos episodios, hace falta mejor selección del personal, mayor supervisión interna de los departamentos que manejan dinero y, sobre todo, normas de mayor transparencia. El caso Scarano puede acelerar las reformas.
Expulsado y preso
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