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Por Antonio Zapata Velasco
En la mitología judía, Sansón derrota a los enemigos de su pueblo gracias a su fuerza. Pero se empareja con una mujer filistea, llamada Dalila, que descubre su secreto y lo entrega a sus enemigos. Éstos lo ciegan y lo esclavizan, pero su cabello vuelve a crecer y recupera su potencia física. En una ocasión, estando en el templo de los filisteos, Sansón usó su fuerza para derribar las columnas y aplastar a mil enemigos que murieron junto al héroe. Esa figura mitológica ha sido usada para interpretar el conflicto entre Israel y los países árabes, por el célebre lingüista judío Noam Chomski, quien sostiene que Israel sufre el complejo de Sansón, que puede llevarlo a la autodestrucción.
En política peruana, el complejo de Sansón se puede aplicar a varios de los integrantes del gabinete de la concertación, dirigido por Salomón Lerner, que acaba de fenecer. Cayó por varios factores, para empezar por la sostenida campaña de la derecha que buscó arrinconarlo. Pero, uno de sus problemas fue la contradicción interna y la cultura del conflicto, que dificulta la marcha armónica de cualquier coalición. El gabinete Lerner no articuló una propuesta unitaria, ni siquiera nombró todos los cargos claves del Estado y mientras vivió lo hizo tironeado por sus propios integrantes. Varios se comportaron como Sansón y el techo les cayó encima.
Para comenzar, no quedó claro el cambio programático entre primera y segunda vuelta. Si se compara el programa de gobierno redactado por Félix Jiménez y la Hoja de Ruta que se atribuye a Luis Favre, se evidencian muchas modificaciones. Nunca se aclararon. A unos les pareció un nuevo rumbo. Mientras que a otros les sonó a camuflaje para vencer en las elecciones. Por eso es que –habiendo ganado– se preparaban a gobernar con ministro de Economía propio y pensando cambiar completamente el BCR.
A poco, el presidente Ollanta Humala sacó de la manga a Luis Miguel Castilla y ratificó a Julio Velarde. El otro sector se sintió arrinconado y empujó a Lerner para que acepte el premierato y monte un paraguas que proteja mínimamente la “gran transformación”, que empezaba a desvanecerse. Así, el empresario Lerner organizó una coalición que sintetizaba al Humala de primera vuelta con el de segunda; nacionalistas e izquierdistas conviviendo con neoliberales. Al medio, militares retirados algo enigmáticos, aunque todos sospechaban que habrían de decidir, cuando de eso se tratara.
La medida crucial fue el impuesto a las sobreganancias mineras. Ahí el compromiso fue claro y los analistas de derecha inmediatamente lo subrayaron. El gobierno de Humala y las empresas se convirtieron en socios. Ellas pagan más, para que el gobierno financie sus programas sociales, y éste se compromete a facilitar sus inversiones. Al quedar olvidada la gente, fue un entendimiento exclusivamente entre dos agentes. Por ello, la tensión social estalló apenas se puso en práctica. La bronca de la gran Conga es resultado de la forma cómo se arreglaron las sobreganancias.
En ese momento se revelaron las cualidades de Lerner. Se comprometió con el arreglo democrático; su método fue el diálogo y apostó por convencer. Mientras que muy cerca se iba configurando una salida vertical. En previsión de conflictos sociales que vendrán el próximo año –cuando nos llegará la crisis mundial– se ha armado un gabinete presidido por la firmeza ante cualquier desorden. Por ahora no puede decirse que sea un Ejecutivo de derecha, reaparecen algunos caviares y asoman otros. Pero, queda meridianamente claro que la próxima vez, con algunas modificaciones medioambientalistas, proyectos como Conga van adelante, y los revoltosos serán encerrados, seguramente un lapso más prolongado que las nueve horas del grupo anterior.
La carta de Carlos Tapia terminó de tambalear las columnas de Lerner y algunos ministros parecían disfrutar contradiciéndose. Al final, Palacio intervino activamente y derrumbó el templo. Habiendo caído Sansón, la pregunta es, ¿los filisteos han muerto con él, o lo sobreviven?
En la mitología judía, Sansón derrota a los enemigos de su pueblo gracias a su fuerza. Pero se empareja con una mujer filistea, llamada Dalila, que descubre su secreto y lo entrega a sus enemigos. Éstos lo ciegan y lo esclavizan, pero su cabello vuelve a crecer y recupera su potencia física. En una ocasión, estando en el templo de los filisteos, Sansón usó su fuerza para derribar las columnas y aplastar a mil enemigos que murieron junto al héroe. Esa figura mitológica ha sido usada para interpretar el conflicto entre Israel y los países árabes, por el célebre lingüista judío Noam Chomski, quien sostiene que Israel sufre el complejo de Sansón, que puede llevarlo a la autodestrucción.
En política peruana, el complejo de Sansón se puede aplicar a varios de los integrantes del gabinete de la concertación, dirigido por Salomón Lerner, que acaba de fenecer. Cayó por varios factores, para empezar por la sostenida campaña de la derecha que buscó arrinconarlo. Pero, uno de sus problemas fue la contradicción interna y la cultura del conflicto, que dificulta la marcha armónica de cualquier coalición. El gabinete Lerner no articuló una propuesta unitaria, ni siquiera nombró todos los cargos claves del Estado y mientras vivió lo hizo tironeado por sus propios integrantes. Varios se comportaron como Sansón y el techo les cayó encima.
Para comenzar, no quedó claro el cambio programático entre primera y segunda vuelta. Si se compara el programa de gobierno redactado por Félix Jiménez y la Hoja de Ruta que se atribuye a Luis Favre, se evidencian muchas modificaciones. Nunca se aclararon. A unos les pareció un nuevo rumbo. Mientras que a otros les sonó a camuflaje para vencer en las elecciones. Por eso es que –habiendo ganado– se preparaban a gobernar con ministro de Economía propio y pensando cambiar completamente el BCR.
A poco, el presidente Ollanta Humala sacó de la manga a Luis Miguel Castilla y ratificó a Julio Velarde. El otro sector se sintió arrinconado y empujó a Lerner para que acepte el premierato y monte un paraguas que proteja mínimamente la “gran transformación”, que empezaba a desvanecerse. Así, el empresario Lerner organizó una coalición que sintetizaba al Humala de primera vuelta con el de segunda; nacionalistas e izquierdistas conviviendo con neoliberales. Al medio, militares retirados algo enigmáticos, aunque todos sospechaban que habrían de decidir, cuando de eso se tratara.
La medida crucial fue el impuesto a las sobreganancias mineras. Ahí el compromiso fue claro y los analistas de derecha inmediatamente lo subrayaron. El gobierno de Humala y las empresas se convirtieron en socios. Ellas pagan más, para que el gobierno financie sus programas sociales, y éste se compromete a facilitar sus inversiones. Al quedar olvidada la gente, fue un entendimiento exclusivamente entre dos agentes. Por ello, la tensión social estalló apenas se puso en práctica. La bronca de la gran Conga es resultado de la forma cómo se arreglaron las sobreganancias.
En ese momento se revelaron las cualidades de Lerner. Se comprometió con el arreglo democrático; su método fue el diálogo y apostó por convencer. Mientras que muy cerca se iba configurando una salida vertical. En previsión de conflictos sociales que vendrán el próximo año –cuando nos llegará la crisis mundial– se ha armado un gabinete presidido por la firmeza ante cualquier desorden. Por ahora no puede decirse que sea un Ejecutivo de derecha, reaparecen algunos caviares y asoman otros. Pero, queda meridianamente claro que la próxima vez, con algunas modificaciones medioambientalistas, proyectos como Conga van adelante, y los revoltosos serán encerrados, seguramente un lapso más prolongado que las nueve horas del grupo anterior.
La carta de Carlos Tapia terminó de tambalear las columnas de Lerner y algunos ministros parecían disfrutar contradiciéndose. Al final, Palacio intervino activamente y derrumbó el templo. Habiendo caído Sansón, la pregunta es, ¿los filisteos han muerto con él, o lo sobreviven?