Bagua
A partir de su muerte, los hombres dotados con una energía superior generan, a su pesar, historias que lindan entre la realidad y la fantasía. En el imaginario popular, el sacerdote jesuita Romeo Luna Victoria fue un hacedor de milagros, un genio cuya vida verdadera jamás podremos conocer del todo. Aquí un perfil de un personaje desmesurado que algunos peruanos aún recuerdan con cariño.
“El hidroavión estalló como una bomba en el aire matando al instante a las veintiún personas que viajaban en él”. Sus carbonizados cuerpos se diseminaron en los alrededores del campo de aterrizaje “El Valor” en Bagua Chica, Amazonas. Era el año de 1984 y solo faltaban siete días para celebrar Navidad.
Veinte minutos antes, el avión, un bimotor Twin Otter de la FAP, alzó vuelo con dirección a Piura, pero de pronto se produjo un incendio en uno de los motores. El capitán, César Augusto Alvarado, dio la vuelta para regresar al campo de aterrizaje. La situación era grave. Los pasajeros entraron en pánico, sin embargo, uno de ellos, el padre jesuita Romeo Luna Victoria nunca perdió la calma. Del maletín que siempre lo acompañaba sacó su estola y el breviario para iniciar un acto litúrgico. Todos lo conocían, admiraban y consideraban un santo, así que se aferraron a él –único representante de Dios en ese avión– para que el Todopoderoso se apiade de sus almas.
Tal vez mientras rezaban no llegaron a escuchar la violenta explosión que sacó de su letargo al pueblo de Bagua Chica. Nadie sabe a cuántos pudo bendecir el padre antes del estallido, pero su cadáver calcinado fue encontrado con la estola puesta y, en la mano, el breviario abierto en una parte que decía: “…ayuda a los que van a morir”.
Así falleció hace 24 años el padre Romeo Luna Victoria, quien alguna vez hiciera quedar en ridículo a Abimael Guzmán en Ayacucho delante de todos sus alumnos al discutir sobre la teoría marxista. Regresaba de una jornada prenavideña con los obreros del Oleoducto Nor Oriente de Petroperú. Era un hombre dedicado al proletariado y criticaba todo lo que iba en contra de ellos. Siempre luchó por la búsqueda de una sociedad inclusiva en la que se reconozca la dignidad de todos los seres humanos. Además, era un excelente orador y un fervoroso propugnador del social humanismo en el que intentaba encontrar un punto de unión entre el valor del socialismo y la libertad democrática.
Vino al mundo el 27 de marzo de 1921. Era el mayor de cuatro hermanos: Hilmer, Javier, Wilfredo y él. El único trujillano de ellos, pues nació en la cuadra 7 de Bolívar, en la otrora casa Luna Victoria, cerca al Teatro Municipal.
Los periódicos de la época catalogaron el accidente como “sospechoso”. “Parecen raras las condiciones de este siniestro como para considerarlo un accidente”, publicó un diario limeño al día siguiente de la tragedia aérea. Se especuló mucho sobre ese tema, pero no se hicieron mayores investigaciones. Sus hermanos siguen “convencidos” de que la caída del hidroavión en Bagua no fue un accidente.
El padre Romeo quedó huérfano de madre a los doce años. Su padre, con ayuda de unos familiares, lo matriculó en el colegio Seminario donde culminó su secundaria. A los 17 viajó a Lima para un retiro espiritual, allí entabló amistad con un sacerdote que le propuso unirse a la Compañía de Jesús. La decisión no fue fácil, su padre había fallecido unos meses antes y él deseaba ordenarse sacerdote en Trujillo, para velar así por sus hermanos menores.
En 1938 inicia su carrera como jesuita en San Norberto de Aramina, España. Su sólida formación académica incluyó licenciaturas en Filosofía en Argentina, Teología en España y doctorados en Ciencias Sociales en la Universidad Gregoriana de Roma, donde culminó sus estudios laureado con el grado Cum Laude, en latín: “con alabanzas”. Luego regresó para estudiar educación en la Universidad Mayor de San Marcos. Ejerció la docencia durante tres años en Tacna y Arequipa. Este era el último requisito para alcanzar el sacerdocio. Su ordenamiento como sacerdote jesuita se realizó el 15 de julio de 1954 en Granada, España.
Fue catedrático en La Cantuta y desarrolló también intensa actividad periodística como redactor de la revista Oiga, columnista del diario El Comercio y colaborador en el semanario Actualidad del diario Expreso, y de varias revistas extranjeras.
Mantuvo un cercano vínculo con Su Santidad Juan XXIII por lo cual solía llamársele sacerdote “post conciliar”. También formó parte del movimiento que creó la Teología de la Liberación, pero se retiró al poco tiempo. Alcanzó gran notoriedad e influencia intelectual y política cuando se convirtió en uno de los principales promotores de la Reforma de la Educación, junto con Augusto Salazar Bondy, entre otras personas de preclaro pensamiento. Esta reforma está considerada como la más radical de la historia del país.
Planteaba la creación de los llamados Núcleos Educativos Comunales, en los que se proponía incorporar a la población a través de sus instituciones o colectividades locales. La educación no formal, es decir, fuera de las aulas. La reivindicación de los derechos de las mujeres, las comunidades nativas de sierra, selva y también de los afrodescendientes. La idea era lograr una sociedad moderna en el sentido de una mayor inclusión de los ciudadanos.
El 3 de octubre de 1968 se produjo el golpe militar del general Velasco. El padre Romeo, que era consecuente con sus ideas y las ponía en práctica, fue enviado por el gobierno a Inglaterra, a estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Cambridge. Allí dictó diversas conferencias en Oxford, Liverpool, Manchester, Birmingham, Sheffield y Leeds. Expuso y defendió los principios de la “Revolución peruana”. Igualmente, a su paso por Venezuela –ya de retorno a Perú– expuso en la Universidad Central de Caracas, en Carabobo y Barquisimeto.
En 1972, apenas desembarcó del avión, fue llamado para integrar el Consejo Superior de Educación, donde trabajó comprometidamente hasta 1976. Sin embargo, criticaba duramente la Reforma Agraria, la cual se había hecho durante su ausencia. “No hay reforma agraria sin reforma educativa, minera, industrial y bancaria”, solía decir en sus conferencias.
Una vez –como mencioné al principio– se enfrentó con el camarada Gonzalo en Ayacucho, cuando todavía era catedrático de la universidad y defendía a capa y espada a Marx. Le dijo: “Mira Abimael, tú eres marxista, yo soy socialista. Marx dice que toda propiedad productiva es un robo y yo te digo que no es así, esa es una gran mentira. Otra falla que tiene Marx es que coarta la libertad, y la libertad, Abimael, es lo más preciado que tiene el ser humano”.
La muerte de este religioso produjo un profundo pesar entre los que lo conocían: Luis Bambarén SJ, ya en ese entonces Obispo de Chimbote, lo calificó como “un gran luchador de la justicia social”. Con él compartió inquietudes desde el inicio de su vocación religiosa. “Se describía a sí mismo como un ‘Romeo sin Julieta’, pero sus amigos le replicábamos que la reforma de la educación era su Julieta”, declaró apesadumbrado el psicólogo Leopoldo Chiappo, con quien compartió muchas responsabilidades relacionadas a la Reforma.
El padre Gustavo Gutiérrez, autor de la Teología de la liberación, expresó: “Lo he querido mucho, siempre fue un hombre ilustre, fue mi amigo y con él viajé a Europa donde estudiamos juntos. Con su muerte me siento muy golpeado. Siempre lo recordaremos por su gran sentido social y pastoral. Fue un hombre íntegro”. Se conocieron desde la etapa del movimiento sacerdotal ONIS a fines de la década de los sesenta, el padre Gustavo Gutiérrez era en ese entonces un sacerdote diocesano. Vivieron un momento muy intenso de la Iglesia Latinoamericana que empezó a señalar las causas de la pobreza y las situaciones de pecado social que sigue causando tanto sufrimiento a millones de personas.
Sus hermanos velaron a Romeo Luna Victoria en la Catedral de Trujillo, con el permiso del Arzobispo Manuel Prado Pérez-Rosas, otro gran amigo del padre Romeo; pero los jesuitas los convencieron de enterrarlo en Lima. Pagaron todos los gastos de traslado en avión. En la iglesia La Inmaculada Concepción de La Colmena se ofició una impresionante misa de cuerpo presente. ¡Cuarenta sacerdotes le dieron el último adiós! A estos se sumaron 34 presbíteros de la orden de los jesuitas y seis obispos, entre ellos: el Obispo del Callao, Ricardo Durand Flores; el de Chimbote, Luis Bambarén SJ; Ramón García Hernández SJ y Felipe Mc Gregor SJ, ex Rector de la Pontificia Universidad Católica.
El cortejo fúnebre llegó a las 11.45 a.m. al cementerio privado de los jesuitas en Huachipa, ubicado en la parte posterior de la casa de retiro. Cientos de jóvenes, que lloraban y cantaban, acompañaron el sepelio de quien fuera su maestro y permanecieron arrodillados alrededor de la tumba por mucho tiempo.
El padre Romeo Luna Victoria dejó tres libros escritos, aunque el último nunca se llegó a publicar. El primero data de 1965: Ciencia y práctica de la revolución, manual para dirigentes políticos; el segundo: Por una democracia socialista en el Perú de 1979. Y a su muerte dejó inédito: Cristianismo y marxismo, que era considerada por su propio autor como su obra cumbre.
Al momento de su muerte Romeo tenía 30 años como sacerdote, 44 de jesuita y 64 años de edad.
Frases de Romeo Luna Victoria SJ:
“El Ser del ser es el Hacer, el Hacer del hacer es la Libertad, la Libertad de la libertad es el Amor”.
“La principal materia prima de una nación es la materia gris de sus habitantes”.
“Hagamos de la política una ciencia estricta y de su aplicación una técnica depurada”.
“Para hacer justicia no hace falta pedir permiso”.
“Enséñale al niño a quitarse las vendas de los ojos, a despojarse de la mordaza de su boca, a quitarse hisopos del oído, a quitarse las ataduras de sus manos y pies, y a demostrar que tiene un corazón para actuar”.
“El cristianismo es la fuente más poderosa de energía revolucionaria, no sólo políticamente, sino moral, social y culturalmente. El verdadero aporte revolucionario del cristianismo no está en el cambio político de la sociedad, sino en el cambio ético de la humanidad”.
“Si democracia es tener a los pobres más pobres y a los ricos más ricos, me cago en la democracia”.
“Yo creo en un Dios que es amor, en un Dios que me ha dado la libertad de creer en él o no, yo no creo en un Dios impositivo, patrono, yo creo en un Dios sirviente, creo en un Dios que ha venido a servir, no a servirse”.
“Yo me he hecho sacerdote para luchar por la justicia social y voy a morir por ella”
A través de mis hermanos los hombres, rastreo la imagen de Dios. Porque si en cada ser humano tú ves a Dios, sea rico, pobre o lo que sea, ni lo ofendes, ni lo explotas, ni lo engañas ni lo traicionas”.
“Seamos mansos pero no mensos”.
“No hay capital sin trabajo, no hay trabajador sin capital. Ambos se complementan, se necesitan”.
“Hagamos de cada proletario un propietario”.
“No dejes que tus conocimientos ahoguen tus sentimientos”.
Oración del Payaso (extracto)
Encontrada entre sus borradores después de muerto.
Señor:
Acepta la ofrenda de este atardecer
Mi vida, como una flauta, está llena de agujeros
Pero tómala en tus manos divinas,
Que tu música pase a través de mí
Y llegue hasta mis hermanos hombres,
Que sea para ellos ritmo y melodía,
Que acompañe su caminar,
Alegría sencilla de sus pasos cansados.
Fuente: Blog de Aquiles Martín Cabrera Ludeña.