Cine y Espiritualidad: El problema del mal
Conmemorando los 40 años del Apostolado de la Resurrección, se proyectó la película Río Místico, dentro del Ciclo Cine y Espiritualidad.
Ir al cine
A pesar de la posición de Olof Palme como Primer Ministro, él buscaba una vida normal. A menudo salía sin guardaespaldas, y en la noche de su asesinato no era vigilado. Caminando del cine a su hogar con su mujer, Lisbet Palme, en la calle Sveavägen de Estocolmo, cerca de la medianoche del 28 de febrero de 1986, la pareja fue atacada por un pistolero.
La decisión de Palme de ir al cine fue hecha con poca antelación. Lisbet Palme llamó a su hijo, Mårten Palme, a las 5 para hablar de una película que se iba a proyectar. Olof Palme no oyó nada de los planes hasta que llegó a su casa a las 6 y media, cuando se encontró con su mujer. En ese momento, Palme ya había rechazado la protección del servicio de seguridad. Habló con su hijo sobre los planes por teléfono, y eventualmente Palme y su mujer decidieron a reunirse con Mårten y su esposa, quienes ya habían comprado entradas para ellos. Esta decisión fue hecha aproximadamente a las 8 de la noche. Después del asesinato, la policía registró la casa de Palme, además de los lugares de trabajo de Lisbet y Mårten en busca de dispositivos de vigilancia ocultos, pero no encontraron ninguno.
A las 8 y media la pareja Palme salió de su apartamento, sin protección, yendo en la dirección de la estación de metro de Gamla Stan. Varias personas presenciaron su camino breve a la estación y, según la investigación de la policía, notaron que faltaba la presencia de los guardaespaldas. La pareja tomó el metro a la estación Rådmansgatan, desde donde caminaron al Gran Cine. Se encontraron con su hijo y su mujer fuera del cine a las 9. Olof Palme aún no había comprado entradas, al reconocer al Primer Ministro, el taquillero quiso que la familia Palme tuviera las mejores butacas.
Después de ver la película, la familia Palme se quedó fuera del cine durante unos momentos pero se separaron a las 11 y cuarto. Olof y Lisbet Palme fueron en dirección sur hacia la estación del metro de Rådmansgatan. Cuando llegaron a Adolf Fredriks kyrka (la iglesia de Adolfo Federico), cruzaron Sveavägen y continuaron caminando en el lado opuesto. Pararon durante un momento para mirar algo en una tienda antes de caminar hacia la entrada de la estación del metro. A las 11:21 horas, sólo a poca distancia de la entrada de la estación, un hombre apareció, le pegó un tiro a Palme a quemarropa y dirigió otra bala hacia la esposa de Olof Palme. Después, el asesino salió corriendo por la calle de Tunnelgatan, subió las escaleras a Malmskillnadsgatan y continuó hacia la calle David Bagares, donde fue visto por última vez.
Olof Palme, que tenía 59 años en el momento de su muerte, fue líder del Partido Socialdemócrata y primer ministro de Suecia entre 1969 y 1976 y desde 1982 hasta su muerte.
Diez años después, a finales de septiembre de 1996, el coronel Eugene de Kock, un ex agente de la policía sudafricana, dio su testimonio al Tribunal Supremo de Pretoria, alegando que Palme había sido asesinado en 1986 porque “fue muy opuesto al régimen del apartheid y Suecia dio contribuciones sustanciales al CNA“.
La muerte de Olof Palme sigue siendo un suceso de tanta importancia en Suecia que el año pasado el Parlamento realizó cambios en la ley para evitar que el crimen prescriba, algo que con la antigua legislación hubiera sucedido este 28 de febrero, al cumplirse los 25 años de su asesinato.
Fuente: Wikipedia.
Río Perené
Por José Antonio Benito.
En la casa misión de San Ramón existe una lápida de bronce, con la siguiente leyenda: “LA NACION PERUANA HONRA AQUÍ LA MEMORIA DE LOS HEROICOS MISIONEROS NACIONALES DE LA ORDEN DE SAN FRANCISCO, DESCUBRIDORES, EVANGELIZADORES Y PROTOMÁRTIRES DE LA REGIÓN DE CHANCHAMAYO Y EL PERENÉ: PADRE CRISTÓBAL LARIOS Y FR. GERÓNIMO JIMÉNEZ EN EL TRICENTENARIO DE SU GLOROSA MUERTE. SE INAUGURÓ ESTE MONUMENTO SIENDO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA EL GENERAL DE DIVISIÓN DON OSCAR R. BENAVIDES“.
Perú tiene todavía una deuda con sus mártires. Lo peor que podemos hacer con un mártir es olvidarlo es como re-matarlo, volver a matarlo, así como suena.
Re-cordarlo es volver a pasarlo por el corazón para que se convierta –en frase de Tertuliano- en “semilla de nuevos cristianos“. Les presento la bella historia de los primeros mártires de la selva en el vicariato de San Ramón: Fray Jerónimo Jiménez y Fray Cristóbal Larios. El primero era limeño y religioso del convento de los Descalzos, que, descolgándose de las Pampas de Junín, alcanza la porción de la selva, y, atravesando los valles de Huancabamba y Chorobamba, por sendas desconocidas, llega al famoso CERRO DE LA SAL, paraje donde concurrían los indios desde las más remotas comarcas para proveerse de dicho condimento. Funda allí la primera conversión, o misión dedicada a la evangelización de los nativos, y luego prosigue su misión evangelizadora hacia el valle de Chanchamayo, donde establece la conversión de San Buenaventura de Quimiri, vecina a la actual ciudad de La Merced. A los dos años, por descubrir nuevos mundos, halla la muerte en las márgenes del Perené con su compañero el Padre Cristóbal Larios, natural de Ica y el primero en entrar por Tarma, flechados por los nativos campas.
El año 1937, con motivo de los 300 años de su martirio tuvieron lugar en Chanchamayo las extraordinarias misiones predicadas por un selecto grupo de misioneros que recorrieron en gira religiosa los pueblos, haciendas y caseríos de los distritos de San Ramón y La Merced, Oxapampa, Chorobamba y Huancabamba, recogiendo abundante fruto espiritual. El Gobierno Peruano reconociendo los méritos de los misioneros franciscanos, decretó que los dos centros escolares de San Ramón y La Merced llevaran los nombres de “Fray Jerónimo Jiménez y Padre Cristóbal Larios“.
Les comparto la relación de su martirio tomado de la reciente obra del Padre ALFONSO TAPIA. HISTORIA DE LA PARROQUIA DE SAN RAMÓN (San Ramón 2014) pp.182-188 y que lo ha transcrito íntegramente de la obra clásica Izaguirre B., Sáiz F., Historia de las Misiones Franciscanas en el Oriente del Perú, volumen I (1619-1767), Lima 2002, 193-199: La caravana en que iba fray Jerónimo río abajo por el Perené, con los cinco militares, algunos muchachos de servicio, Zampati, su mujer, e indios balseros, llegó a un punto, a lo que parece, próximo a las Cascadas, donde el agua hierve detenida en su rápido curso por las peñas que abundan en el lecho del mismo río. De repente sintieron el silbido de las flechas, que con puntería certera caían sobre los soldados españoles, no descubriéndose el punto de donde partían.
El cacique, su mujer y los balseros, según convenio, se desnudaron con ligereza, saltaron al agua y, a nado, ganaron la orilla. Llovían las flechas sobre los españoles, hasta que murieron, menos un joven de catorce años, que mal herido pudo escapar y salvarse.
El cacique ya en tierra, notó que los indios perdonaban la vida a Fray Jerónimo. Irritóse el bárbaro y mandó que le flechasen. Su mujer se esforzó por impedirlo. Es mucha la elocuencia de la mujer india cuando su corazón palpita de veras y las lágrimas acuden a sus mejillas. Con mirada lastimosa y suplicante, dijo a su marido, que aquel Padre le había enseñado las oraciones, y su compañero le había bautizado: que ningún mal le había hecho aquel religioso y no había razón para que muriese. El cacique, ciego de furor, dio a su mujer tan recio golpe, que ésta cayó en tierra, casi privada de sentido y con señales de mortal angustia. Intimó de nuevo a los indios que flechasen al fraile. Los indios debían de tener notable cariño y amor a Fray Jerónimo, pues no se animaban a ejecutar las órdenes del cacique. Dijerónle que ya habían muerto los españoles de pantalón y armas que eran de temer; pero que aquel se vestía como mujer, que estaba desarmado, que era inofensivo y bueno, y no había por qué matarle.
Era esto cantar melodías al tigre: y a voces destempladas les volvió a mandar que de una vez lo matasen. Dos de los indios obedecieron: las dos saetas le dieron en el pecho, pero ninguna en el corazón. El siervo de Dios viéndose herido, se puso de rodillas sobre los palos de la balsa: tomó en las manos el Santo Cristo, le miró con toda la ternura que le inspiraba su ardiente amor, lo estrechó a su pecho con dulces lágrimas de júbilo por la dicha del martirio; luego con el crucifijo entre las manos, levantó los ojos al cielo, su patria, a donde iba a volar su alma; y quedó en aquella postura en coloquios dulces y ardientes con Dios y con María Santísima, su tierna madre.
Los indios no quisieron tirarle más flechas. Zampati, empero, mostrando un loco furor, arrojando espuma por la boca, prorrumpiendo en imprecaciones salvajes, se arrojó en persona al río, llegó a la balsa, tomó uno de los remos, y con él le dio dos golpes en la cabeza y lo dejó tendido y muerto. Hizo otro tanto con otro de los niños que por su tierna edad no pudo escapar.
Hizo arrancar la túnica que vestía el religioso, para tener con qué pagar a los flecheros. Díjose públicamente, que luego, para aliento en aquella cristiandad, se dejó ver en el aire una hermosa palma toda luminosa y resplandeciente.
Esto sucedía el día 8 de diciembre de 1637: luego dio órdenes para que un buen número de indios, bien surtidos de flechas, buscase al Padre Larios y sus compañeros y los matasen. Que procediesen con cautela y los esperasen en lugar en que no les valiesen sus armas. En asegurarse pasaron cosa de tres días. Los esperaron emboscados en una cuesta en donde no se podía subir sino valiéndose de ambos manos. Flecharon a la primera avanzada. Notándolo el Padre Larios, se adelantó a voces, suplicando que no los matasen; la respuesta fue una lluvia de flechas, de suerte que mortalmente herido, cayó rodando cuesta abajo, hasta llegar a los pies de Juan de Vargas Valdés, que dejándole cadáver, huyó con Juan de Miranda. Estos dos soldados anduvieron errantes por las chacras de los indios, pero lograron escapar con vida y pudieron relatar lo acaecido. Escaparon cuatro más, pero dos de ellos murieron de hambre y de penuria.
A todos los muertos dejaron completamente desnudos despojándolos de todos sus vestidos, que Zampati repartió a los indios de la facción. Repartió asimismo los vasos sagrados que llevaba el padre Larios, incluso el cáliz.
La muerte del Padre Larios sucedió el día once o doce de diciembre de 1637.