Archivo de la categoría: Espiritualidad

Beatificación de 124 mártires

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Plaza Gwanghwamun

En la gran plaza de Gwanghwamun, que une el antiguo palacio imperial al centro de una capital ultramoderna, el Papa Francisco beatificó a 124 mártires de la primera generación de cristianos de Corea. La multitud reunida en la inmensa plaza y sus alrededores llegaba al millón de personas, según cálculos de las autoridades de Seúl. La mayor parte habían ido llegando en autobuses durante toda la noche y caminado ordenadamente por diversas rutas preestablecidas entre los rascacielos de la ciudad para confluir en la histórica plaza.
CoreaJusto antes de la ceremonia, el Papa visitó el «Santuario de los Mártires», en la propia capital, donde fueron ejecutados los 103 católicos de la segunda generación canonizados por Juan Pablo II en Seúl en 1984, una fecha que marcó el comienzo de la rápida expansión de la Iglesia coreana, que crece al ritmo de 100,000 bautismos de adultos y 25,000 bautismos de niños cada año.
Fuente: Diario ABC de Madrid.

Jesucristo es de todos

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Jesucristo es de todos

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
El diálogo de Jesús con la cananea (Mt 15, 21-28) es tan interesante que nos lleva a perder de vista el conjunto. En especial, su viaje al extranjero, al distrito de Tiro y Sidón, ciudades puertos del Mediterráneo y centros comerciales cosmopolitas, cuya cultura y religión eran totalmente paganas (lo opuesto al judaísmo). Los evangelios no nos dicen por qué Jesús fue allí ni cuánto tiempo estuvo por allí. Pero podemos tener la plena seguridad de que no fue como turista ni a hacer negocios. El motivo debió estar más bien en sintonía con lo que, antes de subir al cielo, dijo a sus apóstoles: vayan por todo el mundo… (Mt 28, 19).

En la Fiesta de los Reyes Magos, vimos cómo el Padre Dios llama a todos los pueblos, representados por ellos, a acercarse y adorar a su Hijo Jesús. Ahora, dando cumplimiento a la misión que el Padre le confiara, Jesús, precedido sin duda por su fama, va con sus discípulos a algunos de esos pueblos. Un día los apóstoles tendrán que ir a anunciarles el Reino y a ofrecerles la salvación. No sabemos si Jesús lo hizo en esta ocasión, pues Mateo se limita a presentarnos el caso de la siriofenicia, como la llama Marcos (7,26). Y que Mateo nos hace leerlo desde su óptica judía, a saber: que hay los hijos, que son los invitados naturales al Reino, y hay los “perros” -(como los judíos solían llamar a los paganos)-, que son los tolerados.
La fe de la cananea sorprendió gratamente a Jesús, tanto que sanó a su hija. Sin duda le sorprendió también su amor de madre, que no cejó hasta lograr su propósito, y le habrá sorprendido su agilidad mental, respondiendo con tanta habilidad como humildad. Hay algo más e interesante en el encuentro de la cananea con Jesús. Y es su cambio al contacto con Él. Para ella, Jesús a quien llama “el hijo de David”, era como un mago o taumaturgo con poderes de sanación. Sólo después de hablar con Jesús empieza a verlo con otros ojos (le da la razón) y a esperar por otros motivos (es el Señor, su amo). Cuantos queramos interiorizar y obtener las bendiciones del Señor tendremos que dejar de verlo con los ojos de la carne para verlo con los ojos de la fe.
Comparemos con las nuestras, algunas de las cualidades de la súplica-oración de la cananea: 1. Nace de una necesidad sentida, que urge solucionar (la enfermedad de su hija); 2. Es humilde, siempre en súplica al Señor, aunque aparentemente no le haga caso; humilde, pero con dignidad; 3. Es perseverante, pues pide una y otra vez, sin cansarse y con insistencia; 4. Es valiente, sin respetos humanos ni temor al qué dirán, pues le sigue a Jesús clamando; finalmente, 5. Está hecha con fe y confianza en Jesús, que le otorga lo que desea. ¿Es así como oramos nosotros? Cuánto mejor nos iría…

Camina sobre la mar

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Camina sobre la mar

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
El evangelio de la travesía del mar de Galilea (Mt 14, 22-33) por los apóstoles, tan llena de peripecias, es como una parábola en acción sobre la iglesia. Leyendo entre líneas, el relato tiene que ver con las dificultades serias que estaba experimentando la primigenia iglesia cuando Mateo escribe su evangelio. O con las que viene experimentado a lo largo de su historia, especialmente en nuestros días. La barca en la que van los apóstoles es la iglesia. La travesía del mar es el viaje a buen puerto (el cielo). Las olas encrespadas y los vientos huracanados, son las persecuciones y herejías. Jesús caminando sobre las aguas, es su presencia activa con nosotros hasta el fin de la historia (Mt 28, 20). Los apóstoles, con una fe entre sí y no, es el Pueblo de Dios en marcha, entre vacilaciones, que terminan en adoración del Señor.
Digamos algo de cada una de las dos últimas comparaciones, que son como los dos ejes de la iglesia: la presencia activa de Jesús (a través de su Espíritu) y el sentido agónico (en su significado de lucha) de la fe. Ante todo, la presencia activa de Jesús. Manda a los apóstoles embarcarse y cruzar solos el mar, y Él se queda orando en el monte. Uno diría que los abandona a su suerte y que así se sintieron ellos, pero no es así. Aunque está en oración personal con su Padre, Jesús tiene su pensamiento y su corazón en los discípulos y en los apuros que están teniendo. (Preguntémonos de pasada si nuestra oración es tan “encarnada” o realista como la de Jesús, que ora a su Padre, pero a partir de situaciones concretas como eran los apuros de los apóstoles). No sólo piensa en ellos, sino que toma la resolución de ir a su encuentro y echarles una mano. (Nuestras oraciones ¿terminan en resoluciones prácticas?).
Digamos algo sobre el sentido agónico (de lucha) de nuestra fe. Después de la multiplicación de los panes y cuando parecía que sus esperanzas se iban a cumplir, los apóstoles reciben la orden de embarcarse y partir, lo que hacen muy contrariados. Luego sobreviene la tempestad con el mar tan agitado, que amenaza con engullirlos con barca y todo. Y de repente, el fantasma, alguien como un fantasma caminando hacia ellos sobre el mar. Ni se calmaron cuando Jesús les dijo: “no tengan miedo, soy Yo”. Suele pasarnos también a nosotros cuando las cosas se nos complican y se ponen de color hormiga, y, a media fe, sentimos que nos hundimos. Como Pedro, cuando el miedo por el peligro se hace mayor que nuestra confianza en Jesús. Entonces, sólo el grito de “¡Señor, sálvame!”, podrá salvarnos.
Es fácil creer en Jesús cuando las cosas marchan bien y nos sentimos a gusto. Lo difícil es creer cuando las cosas se nos complican y nos sentimos perdidos. Cuando sobreviene la noche oscura del alma. Entonces sólo el grito de Pedro podrá salvarnos: un grito-oración como el de Pedro o el grito-oración de la Iglesia, que Pedro representa. Será bueno recordar que después de la tormenta viene la calma. Y que después de la duda sincera viene la adoración: “en verdad, Jesús, eres Hijo de Dios”.

Multiplicación de los panes

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San Vicente de Paul

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Compasión, acción y colaboración, son la clave que explica el milagro de la multiplicación de los panes por Jesús (Mt 14,13-21). Lo explican y configuran cuanto Él hizo en su vida. En los domingos pasados Jesús nos habló del Reino de Dios por medio de parábolas, poniendo de relieve algunos de sus aspectos más importantes para nosotros. Hoy, con el milagro de los panes, Jesús nos quiere hace ver que ese Reino es ya una realidad entre nosotros. Y que, además de saciar el hambre de miles y de ser un signo del Reino, es una señal de que Jesús es el Mesías (Jn 6, 14) y de que está decidido a darnos su cuerpo en comunión como Pan de Vida (Jn 6, 51). Digamos algo de cada una de esas tres palabras-fuerza.
Ante todo, la compasión. Ser compasivo, es, debe ser,  parte fundamental del ser humano y lo que hace que lo sea, de modo que nada ni nadie nos resulte ajeno. En Jesús la compasión fue siempre mucho más que la reacción ante el sufrimiento del otro, algo pasajero. Constituyó su modus vivendi, algo permanente, como corresponde a quien vivió en estado de compasión (Mt 9,36; 14,14; 15, 32; Mc 6,34; 8, 2). Su condición y la del cristiano es ser compasivo. Lo que implica estar atento a las necesidades de los demás, ir con los ojos bien abiertos para ver donde hay alguien que llora o sufre (hambre, enfermedad, soledad…). O simplemente prever su necesidad, como en el caso del evangelio: vio a la muchedumbre y sintió compasión de ellos. Hay que meterse en los zapatos del otro, solemos decir.
La acción es, debiera ser, el elemento complementario de la compasión. Infaltable para que ésta no se convierte en pura novelería y alharaca. En algo estéril y, muchas veces, insultante. Es por ello que Jesús la acompaña siempre con la acción, como en el caso del evangelio: comieron todos hasta quedar satisfechos. Podremos alegar que nos faltan los recursos necesarios. Ciertamente no tenemos el poder de hacer milagros como Jesús, pero tan poco se trata de hacer milagros sino de dar y hacer cada uno -y muchas veces juntos-, lo que podemos. Acción puede ser una sonrisa, una mano tendida que saluda o abraza, un rato de escucha… Además, lo que no podemos hacer por nuestra cuenta lo podemos hacer en colaboración con otros. Es la gran lección que nos da el milagro de la multiplicación de los panes.
La colaboración es necesaria para hacer más y mejores cosas. Y en mucho o en poco todos podemos colaborar. Es por ello que Jesús la pide permanentemente. Al ciego que le pide ver, le pedirá que colabore poniendo fe. En el caso de la muchedumbre con hambre, que sigue a Jesús, pedirá a los apóstoles que les den ellos de comer, y luego que les repartan los panes y los peces. ¿Hubiera hecho Jesús el milagro si no le llevan aquellos 5 panes y 2 peces? El hecho es que sólo hizo el milagro cuando le entregaron esos panes y peces. No es mucho, pero para Él fue suficiente. Si ponemos algo de nuestra parte, Dios pondrá el resto. Pero quiere que colaboremos con algo.

Capilla del Congreso

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Capilla del Congreso

“Este es un rincón donde se puede rezar. Haberlo rescatado y hacerlo ahora antes de Fiestas Patrias es una señal muy clara de que debemos estar cerca de Dios y que queremos que Dios esté cerca de ustedes que tienen esa tarea importante en el país”, mencionó el Cardenal Juan Luis Cipriani en la bendición de la restaurada capilla “San Juan Pablo II” del Congreso de la República, ubicada en el Hospicio “Ruiz Dávila”, ubicado en el jirón Ancash del Cercado de Lima.
Durante su reflexión, el Arzobispo de Lima reconoció que la capilla será un lugar donde los congresistas podrán encontrar un espacio de meditación y oración para que Dios ilumine sus decisiones a favor de todos los peruanos.
“Les pido una oración por todos los que tienen responsabilidad en la conducción de la patria, del poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Esto es un centro de los que significa la democracia en el país. Desde este rincón le ruego a Dios que los ilumine y les de sabiduría de corazón y capacidad de elevarse por encima de las diferencias. Ojalá que nuestro país vaya por ese camino fraterno y solidario”, mencionó.
“Seamos capaces de levantar el pensamiento y la mirada para ver cosas superiores. Aquí en esta capilla tendremos ocasión tantas veces de rezar y poder venir un momento para que Dios los ilumine. Con mucho gozo les agradezco esa señal de identidad con la fe católica en este espacio en el que la presencia de San Martín y Santa Rosa hablan por sí mismos”, continuó.
Finalmente, el Cardenal Juan Luis invitó a los congresistas a pedirle a Dios “sabiduría del corazón” para que el Perú siga avanzando tanto en lo material como en lo espiritual.

Bendiciones

“El corazón es mucho más que los afectos, es el lugar donde se concentran el pensamiento, la voluntad, el cariño y en el corazón debe haber un lugar donde tenga espacio la alegría, la generosidad, el amor, el perdón, porque en el corazón del hombre se cocinan las cosas, cuando uno tiene un corazón sano surgen ideas, alegrías, ayuda, surgen la oración, cuando uno tiene el corazón mal todo lo que entra se avinagra y se malogra”, culminó.
Agradecimiento al Cardenal
Por su parte el Ministro de Trabajo y Presidente del Congreso de la República con licencia, Freddy Otárola, manifestó el agradecimiento al Cardenal Cipriani por bendecir la capilla del Congreso de la República.

Congresistas

“Nuestro eterno agradecimiento por su presencia. Recibimos un memorial, un pedido de una centena de trabajadores del congreso y hemos dado el paso. Debemos tener tiempo y espacio para conversar con Dios eso nos fortalece, nos da tranquilidad, muchas gracias por lo hecho. Hoy sí estamos cerrando con broche de oro [por la presencia del Cardenal]”, mencionó.
Así mismo, la congresista Luisa María Cuculiza, quien tuvo a su cargo la restauración agradeció a todas las personas que trabajaron por remozar la capilla “San Juan Pablo II”.
“Desde que me encargó el Dr. Otárola esta misión pensé que era una bendición de Dios. Y hoy una vez más al Cardenal le doy las gracias. Nos ha ganado el tiempo pero he querido presentar eminencia una obra que se ha hecho en conjunto, porque si uno está pegado a Dios y a la verdad no debe tener miedo. Creo que esta capilla va a ser el refugio de todos ustedes para que vengan cada vez que necesitan a Dios”.
También participaron de la ceremonia de bendición de la Capilla, el Presidente interino del Congreso, Luis Ibérico; los congresistas Jaime Delgado, Víctor Andrés García Belaunde; así como trabajadores del Congreso de la República.
Fuente: www.arzobispadodelima.org

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Toda clase de peces

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Pescadores

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Todos estos domingos Jesús nos viene hablando del Reino de Dios por medio de parábolas. Él nunca quiso definirlo, sin duda porque vio que tanta grandeza no cabía en palabras. Pero sí nos fue dando algunos detalles, por ejemplo, los 8 del capítulo 13 de Mateo, que venimos leyendo. El Reino de Dios, que está poblado por buenos y malos (“el trigo y la hierba mala”: Mt 13, 24-30.36-43), se nos presenta pequeño, pero con una inmensa fuerza de crecimiento y de expansión (“grano de mostaza” y “puñado de levadura: Mt 13, 31-33), y debe producir abundantes frutos (“sembrador”: Mt 4, 1-8`). A estos detalles, hay que añadir los otros 4 que Jesús nos da en las parábolas del evangelio de hoy (Mt 13, 44-52), cuando compara el Reino de Dios con un tesoro, una perla preciosa, una red barredera y un baúl familiar.
Evidentemente las parábolas del tesoro y de la perla preciosa nos dicen que el Reino de Dios tiene un valor incalculable. ¿Es tan invalorable para nosotros? Porque lo que estamos dispuestos a hacer por el Reino de Dios y por su señorío en el mundo y en nosotros, va a depender del aprecio que le tengamos, de cuánto nos motive. Es increíble que poseyendo un tesoro tan grande o una perla de tantos quilates, no saltemos de contento ni nos sintamos como millonarios ni lo protejamos para no perderlo. Sin duda, nuestra desgana y desmotivación de cristianos, nuestras flaquezas y caídas, se deben a que el Reino de Dios no tiene en nosotros el mordiente que debiera, el atractivo y la seducción que merecen.
La parábola de la red barredera, que recoge toda clase de peces, pareciera apuntar a lo mismo que la del “trigo y la hierba mala”: en el Reino de Dios hay toda clase gentes…Ciertamente será poco cuanto se insista en este punto y en la idea de que los buenos tienen que hacer santos a los pecadores. Pero la red barredera apunta más bien a otra característica del Reino de Dios: no discriminar a la hora de “pescar…” Como las redes barrederas, “los pescadores de hombres” (los apóstoles y nosotros) tenemos que recoger toda clase de peces y de cosas… La selección la harán Dios y sus ángeles en el juicio final.
La parábola del baúl familiar (Mt 13, 52) la solemos pasar por alto, pero es de la mayor importancia, sobre todo en nuestros días. Nos dice que el Reino de Dios es para todos los tiempos y circunstancias. En ese baúl hay de todo lo bueno que necesita el mundo según los signos de los tiempos. Corresponde a los cristianos sacar del arcón lo que más conviene a cada época. En la nuestra, cuanto, por ejemplo, más se refiere a la dignidad de la persona, a la verdad, la libertad, al valor de la vida, etc. De ahí sale hoy la llamada Nueva Evangelización.

El Reino de Dios

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Reino de Dios

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
La parábola del buen trigo y la cizaña (Mt 13, 24-43) es otra parábola campesina, que como la del sembrador, Jesús nos hace el favor de explicarla. A continuación nos cuenta las parábolas del grano de mostaza y de la levadura. Las tres, como la del sembrador que vimos el domingo pasado, se refieren al Reino de Dios, que es la Buena Nueva, que Jesús vino a proclamar y hacer realidad en este mundo (Mc 1, 14-15). Y del que somos al mismo tiempo “sembrados” y “sembradores”. Sobre el Reino de Dios hay unas 20 parábolas, cada una de las cuales se refiere a un aspecto central del mismo. Hay que tener esto en cuenta para no dejarnos extraviar por los ricos detalles. Que la visión del bosque no nos haga perder de vista el árbol.
La parábola del buen trigo y la cizaña toca el terrible problema de la existencia del mal en el Reino de Dios (y en el mundo), Aparentemente se estaría refiriendo al origen del mal, su permanencia y su final. ¡¿Cómo es posible que siendo Dios bueno, exista el mal en su creación y en su Reino?! Lamentablemente para nosotros, Jesús no ha querido darnos una respuesta profunda y convincente del por qué existe el mal en el mundo. Como se dijo arriba, sólo quiere decirnos que en el Reino de Dios hay y habrá ciudadanos buenos y malos. La explicación que nos da (Mt  13, 37-43), pese a las apariencias, es sólo una respuesta simple y al alcance de sus oyentes, la que sin duda los dejó satisfechos.
Las parábolas del grano de mostaza y del puñado de levadura (Mt 13, 31-33), nos dicen que el Reino de Dios empieza pequeño. Pero aunque las dos se refieran a lo mismo, tienen sus particularidades. Veamos la del grano de mostaza (planta gramínea). El Reino de Dios es pequeño como un grano de mostaza, pero, como él, tiene vida, una fuerza interna que la hace crecer y crecer. El grano de mostaza, hasta convertirse en un arbusto, en cuyas ramas anidan confiados los pajarillos. El Reino de Dios (y la iglesia), hasta alcanzar y sobrepasar los límites del universo, haciéndose católico o universal, que es lo que “católico” significa. Nuestra vocación y misión como cristianos es la de ser como un granito de mostaza que crece y crece, hasta abarcar el universo, es decir, ser “católicos”. Tanto, que no se puede ser cristiano sin ser católico.
La parábola de la levadura enseña que el Reino de Dios es como un poco de levadura. La mujer que amasa un pancito mete dentro de la masa un poco de levadura y el pancito se esponja y crece hasta convertirse en un pan grande y rico. Es lo que hace el Reino de Dios en el mundo y en cada uno de nosotros: actuando como fermento hace crecer nuestra fe, esperanza y caridad, así como los llamados valores del Reino: amor, paz, justicia, libertad, solidaridad. Además, como la levadura se hace parte del pan, así el Reino de Dios tiene que encarnarse en el mundo, con todas sus consecuencias. Nuestra tarea de cristianos es actuar como viva y buena levadura en el mundo hasta integrarlo en el Reino de Dios.

Parábola del sembrador

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Sembrador

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Lo mejor que tiene la Parábola del Sembrador (Mt 13, 1-23) es que la explica el mismo Jesús. Dando por sobrentendido que el Sembrador es Dios (y Jesús y tú y yo), que la semilla es la Palabra de Dios (el Reino de Dios, un buen ejemplo, una sonrisa, etc.), y que los terrenos somos las personas (las familias, instituciones, etc.), Jesús se pone a hablar de cuatro clases de terrenos en los que cae la semilla. Da también por supuesto que la semilla es buena y que el sembrador es también bueno, además de conocedor de su oficio. (Entre paréntesis y en relación con nosotros, uno se pregunta si Jesús no se pasa de bueno al dar por supuesto tantas cosas, pues de hecho muchas veces sembramos cizaña en vez de buen trigo y a veces no somos tan buenos ni tan conocedores del oficio ni tan trabajadores).
En relación con la siembra de la Palabra de Dios (el Reino de Dios, la fe, etc.), Jesús habla de cuatro clases de terrenos: los que son caminitos transitados por los que todos pasan; los terrenos pedregosos, los llenos de espinos y los de tierra buena. Que corresponden respectivamente a las personas “superficiales” (en las que las semillas se las comen los pájaros (el Maligno) antes de que enraícen; las “áridas” (por su inconsistencia e inconstancia en el obrar); las “preocupadas” (por los afanes y las seducciones de la vida) y “las buenas” (que dan fruto del 30, 60 ó 100 %). No habla de los terrenos pura roca o graníticos (ateos y agnósticos militantes), que no sólo no acogen la Palabra de Dios sino que la rechazan y maldicen.
Clasificar los terrenos y señalar las personas que los representan puede parecer interesante, pero lo que realmente interesa es saber el fruto que pueden dar, en cantidad y calidad. Porque la Palabra de Dios sembrada no puede no dar fruto (Is 55,11). ¿Cuál es el fruto que el Señor espera que demos nosotros? Por sus frutos los conocerán, dice el Señor en Mt 7,16. No bastan las buenas palabras e intenciones. Tenemos que dar frutos buenos, abundantes y duraderos. Como los llamados frutos del Espíritu Santo (Gal 5, 22-23). Pero sobre todo, tenemos que buscar el Reino de Dios y su justicia, construir el Reino de Dios, pese a todo. Y hacer que la fe venza a la incredulidad y que arraigue y profundice, no obstante las dificultades y las vicisitudes por las que tenga que pasar.
Ciertamente la Palabra de Dios, que es la semilla que el sembrador siembra, es ante todo Jesucristo. Conocerlo, amarlo y hacerlo crecer en nosotros; así como darlo a conocer a los demás para que crezca en ellos y cambie sus vidas, es el fruto que se espera de nosotros.

Descubrir la voluntad de Dios

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Tu Palabra me da vida

Jesús divino maestro
Dichoso el que, con vida intachable,
Camina en la ley del Señor.
Dichoso el que, guardando sus preceptos,
Lo busca de todo corazón.
Postrada en el polvo está mi alma,
Devuélvame la vida tu palabra.
Mi alma está llena de tristeza,
Consuélame. Señor, con tus promesas.
Escogí el camino verdadero,
Y he tenido presentes tus decretos.
Correré por el camino del Señor,
Cuando me hayas ensanchado el corazón.
Este es mi consuelo en la tristeza,
Sentir que tu palabra me da vida.
Por las noches me acuerdo de tu nombre,
Recorriendo tu camino dame vida.
Repleta está la tierra de tu gracia;
Enséñame, Señor, tus decretos.
Mi herencia son tus mandatos,
Invocar la luz y la fuerza del Espíritu Santo
Por Antonio Elduayen Jiménez CM 
El evangelio de hoy (Mt 11, 25-30) contiene una oración, un testimonio y una invitación. Veamos ante todo la oración. Es muy breve. Le brotó a Jesús, hombre y maestro de oración, espontánea y gozosamente. Como nos brota a nosotros un ¡viva! cuando estamos contentos. Padre, te doy gracias, exclama Jesús, porque amas a los pobres y les revelas tu corazón, más que a “los sabios y entendidos”. ¡Qué bueno que sientas y actúes así! Lo más importante de esta oración es su tono gozoso y el mensaje. Pero contiene también algunos de los elementos que hacen que una oración sea cristiana: va dirigida al Padre (a Dios como Padre), es encarnada (parte de la realidad), respira sencillez y confianza y busca hacer la voluntad de Dios. ¿Son así nuestras oraciones?
El testimonio que Jesús da de sí mismo muestra quién es Él y la conciencia que tiene de su persona. Él es el Hijo (del Padre Dios) y mantiene con el Padre una estrecha relación: 1º, conoce muy bien al Padre, que ha puesto todo en sus manos; y 2º, revela al Padre, lo da a conocer, a cuantos creen en el Hijo y le abren su corazón y le siguen llenos de confianza (Mt 26-27). Lo que más anhela Jesús es que todos conozcan y amen al Padre Dios, tanto que para lograrlo Él mismo se hace camino, el camino verdadero que lleva a la Vida (Jn 14, 6). Que Jesús es Hijo de Dios y Dios su Padre, es parte del misterio (de la Santísima Trinidad) que nos revela, y que los sencillos y los humildes acogen con mayor fe que “los sobrados” de este mundo.
La invitación que Jesús hace es fruto de la oración que elevó a su Padre pensando en los pobres. Vengan a mí, les dice y nos dice, cuantos, corporal y espiritualmente, están cansados y agobiados, y yo les aliviaré. La invitación es conmovedora y está llena ternura y de compasión efectiva. Le sirve para continuar dando testimonio de Sí mismo, aunque ahora en el plano humano: soy manso y humilde de corazón. El aprendan de Mi nos presenta a Jesús como modelo de vida -algo para lo que vino a este mundo- , pero al mismo tiempo inspirando confianza al mostrarse cercano y accesible. Admira y atrae la naturalidad con la que dice “aprendan de Mí”…
Lo que Jesús dice del yugo merece párrafo aparte. Sin duda los yugos que salían de la pequeña carpintería de José -además de los taburetes y mesas-, tenían fama de ligeros y suaves. Jesús recuerda los comentarios y lo a gusto que se sentían las yuntas de bueyes con esos yugos al arar el campo. Y se le ocurre la comparación: mi yugo (sus enseñanzas) son como un yugo ligero y suave. Cárguenlo con confianza y sentirán que todo se les hace más llevadero. Hagamos la prueba.

San Pedro y San Pablo 2014

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San Pedro y San Pablo

Por Antonio Elduayen Jiménez CM
El proyecto de Jesús sobre su Iglesia, su pregunta del millón a los apóstoles, la respuesta de Pedro y su personalidad, la decisión del Padre Dios y la declaración solemne de Jesús definiendo el papel preeminente de Pedro en la Iglesia, son los puntos principales del evangelio de hoy (Mt 16, 13-19). Es la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, pero por el contenido del evangelio y por la referencia obligada a su actual sucesor, el Papa Francisco, pareciera ser solo la fiesta de San Pedro. (A San Pablo lo celebramos también el 25 de Enero, en la llamada Fiesta de la Conversión de San Pablo).
Jesús, a quien parece apurarle dejar organizado el grupo de sus Apóstoles (y demás discípulos que le siguen), anda buscando a quién poner como Responsable, para cuando Él ya no este. Al respecto les hace una pregunta de sondeo, la que, como un eco, nos cuestiona desde siempre a todos. ¿Quién dicen Ustedes que soy Yo? La respuesta de Pedro no se hace esperar y, lo que es más, deja a Jesús sorprendido, entendiendo que semejante respuesta (Mt 16, 17) la ha puesto el Padre Dios en sus labios y quiere que sea Simon quien comande el Grupo. A Jesús no le queda sino solemnizar y completar el acontecimiento. Por eso, como en las pocas grandes ocasiones de la Historia de Israel, le cambia el nombre de Simon por Kefas o Pedro (= piedra). Y empieza a llamar Iglesia al Grupo de sus Apóstoles y seguidores.
Pedro es y será piedra, porque sobre él como si fuera una piedra angular o una base rocosa, Jesús está edificando su Iglesia, es decir, en Pedro está dando al Grupo de los Apóstoles una sólida organización y un Responsable con amplios poderes: poder sobre “las puertas del Hades” (las fuerzas oscuras de la muerte, la cultura de la muerte); y poder sobre “las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (que es más que el perdón de los pecados, otorgado también a los apóstoles (Jn 20,21). Obviamente, los poderes que Jesús da a Pedro no son para él sino para gobernar la iglesia, para dirigir ovejas y corderos (fieles y obispos) como le dirá, ya resucitado, ratificándole en el cargo (Jn 20, 21).
Hoy estos poderes los tiene el Papa Francisco, 265º sucesor de Pedro, a quien homenajeamos en su día y le tributamos afecto, adhesión, compromiso pastoral, con oraciones, que siempre las pide, y un regalo económico, que nunca lo pide, para sus caridades. Desde tiempo inmemorial, es costumbre muy significativa celebrar el Día del Papa en la Fiesta de San Pedro. ¡Viva el Papa! ¡Viva el Papa Francisco!