Archivo de la categoría: Espiritualidad

Pascua de la Resurrección del Señor

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Yo mismo lo vere

Evangelio según San Juan 20,1-9: 
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Santo Domingo de la Calzada

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Misterio e historia

Domingo García, conocido como Santo Domingo de la Calzada (Viloria de Rioja, provincia de Burgos, 1019Santo Domingo de la Calzada, La Rioja, 12 de mayo de 1109), fue un religioso de España y uno de los mayores impulsores del Camino de Santiago.
Es patrón de los ingenieros civiles (ingenieros técnicos de obras públicas e ingenieros de caminos, canales y puertos).
Hijo de un labrador llamado Ximeno García y de su esposa Orodulce, tras el fallecimiento de sus padres, intentó ser admitido en los monasterios benedictinos de Valvanera y San Millán de la Cogolla, pero no lo consiguió. Tras este traspié se retiró como eremita a un lugar apartado en los bosques de encinas de Ayuela, lugar cercano al actual Santo Domingo de la Calzada, llevando una vida contemplativa hasta 1039. Sobre ese año comenzó a colaborar con Gregorio, obispo de Ostia, llegado a Calahorra como enviado papal para combatir una plaga de langosta que asolaba los territorios navarros y riojanos. Este le otorgó la ordenación sacerdotal. Juntos construyeron un puente de madera sobre el río Oja para facilitar el tránsito de los peregrinos hacia Compostela. Hasta la muerte de Gregorio en 1044.
Tras morir Gregorio, volvió a la zona de Ayuela y emprendió una profunda labor de colonización. Taló bosques, roturó tierras y comenzó la construcción de una calzada de piedra que supuso una desviación del camino tradicional por la calzada romana entre Logroño y Burgos, pero que se convirtió, a partir de entonces, en la ruta principal entre Nájera y Redecilla del Camino. Por esta labor es conocido como Domingo de la calzada.
Para mejorar las condiciones de los peregrinos que empezaron a transitar la nueva calzada, sustituyó el puente de madera que había construido con Gregorio por uno más robusto de piedra, y construyó un complejo integrado por hospital, pozo e iglesia, para atender a las necesidades de los viajeros, donde en la actualidad se encuentra la Casa del Santo, utilizada como albergue de peregrinos.
Al apoderarse de La Rioja en 1076, Alfonso VI de León, viendo que el desarrollo del Camino contribuía a su proyecto de la incorporación de la zona a su reino, se hizo partidario del santo, de sus obras, y de su villa, visitando a Domingo en 1090 y responsabilizándole de las obras viarias que se realizaban a lo largo del Camino de Santiago. En esos momentos, y con la ayuda de su discípulo Juan de Ortega, había iniciado ya la construcción de un templo dedicado al Salvador y Santa María. Este fue consagrado por el obispo de Calahorra en 1106. En el exterior del templo y adosado a sus muros, el santo escogió un lugar para su propia sepultura.
El burgo, llamado Masburguete o Margubete que se dice hoy día, de Santo Domingo de la Calzada empezó como unas pocas casas construidas en torno a la ermita del santo durante su vida. Al morir Domingo en 1109 ya contaba la villa con una creciente población. La iglesia de Santo Domingo de la Calzada, en la que fue enterrado, fue elevada al rango de catedral poco después, al trasladarse a esta la diócesis de Calahorra en 1232 hasta 1235.
Nueve tablas pintadas, adornan hoy una pared de la catedral y recuerdan los milagros de Santo Domingo.
Las buenas obras de Santo Domingo a favor de los peregrinos de Santiago no parecen haber cesado con su muerte. Varias milagrosas curaciones de peregrinos, ocurridas en la villa, se atribuyen a la influencia de Domingo.

  • Curación del caballero francés poseído por el demonio que fue librado del espíritu maligno ante el sepulcro del santo.
  • Curación de un peregrino alemán del siglo XV llamado Bernardo, que se curó de una infección purulenta de los ojos al visitar la tumba de Santo Domingo.
  • Curación de un normando que recobró la vista al visitar la catedral.

El milagro del gallo y la gallina
Sucedió en Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja.
En el siglo XIV peregrina a Compostela un joven alemán de 18 años llamado Hugonell, que va acompañado por sus padres. En el mesón donde se hospedan trabaja una muchacha joven que se enamora de él y le requiere de amores, a lo que el muchacho se niega. Despechada y con ansias de venganza guarda en el zurrón del joven una copa de plata y luego le acusa de robo.
El joven Hugonell y sus padres se disponen a partir para seguir el peregrinaje, cuando llega la justicia y comprueban la acusación registrando el zurrón del muchacho. Es encontrado culpable y condenado a la horca. Los padres no pueden hacer nada por él más que rezar a Santiago. Al acercarse al cuerpo ahorcado de su hijo para despedirse oyen cómo éste les habla desde la horca y les dice que está vivo por la gracia del Santo.
Felices y contentos van a comunicar la noticia al corregidor que justo en ese momento está cenando opíparamente unas aves. El corregidor naturalmente se burla de lo que oye y lanza la frase conocida: “Vuestro hijo está tan vivo como este gallo y esta gallina que me disponía a comer antes de que me importunarais”. Y en ese momento, las aves saltan del plato y se ponen a cantar y cacarear alegremente.
Fuente: Wikipedia.

Viernes Santo 2016

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Por la Sierva de Dios Luisa Piccarreta
Me encuentro solo y sin compañía
todos me han abandonado
un hijo amado me ha entregado
y aun así su beso no lo he rechazado
Me conducen hasta Pilato
quien me somete a ser flagelado
mis carnes van cayendo a pedazos
se pueden ver mis huesos, estoy todo llagado
Déjame atarte con las cadenas de mi amor,
no ves que lloran mis ojos y me sangra el corazón por ti.

Soy coronado pero con espinas
soy objetos de burlas y despreciado
me dicen “adivina quién te ha golpeado”
¡Qué dolor yo siento! ¡No soy amado!
Me llevan por caminos pedregosos
me empujan y siento los latigazos
la cruz es pesada y tres veces caigo
y me levanto por ti, porque te amo
Déjame atarte con las cadenas de mi amor,
no ves que lloran mis ojos y me sangra el corazón por ti.

Me han clavado las manos y pies
tengo el rostro hinchado y ensangretado
y no hay nadie que me lo limpie
ya no parezco un hombre, sino un gusano
Mi corazón lo han traspasado
ya no queda más sangre, toda la he entregado
Ven a mis brazos, que te he salvado
levanta tus ojos, yo siempre te he amado.
Ven a saciar en mi sangre la sed de tantas pasiones
La sed de tantos placeres y de tantas ambiciones
En ella encontrarás el remedio para tus males
Aprende del heroísmo de mi amor
Déjame atarte con las cadenas de mi amor,
no ves que lloran mis ojos y me sangra el corazón por ti.Reflexiones en Semana Santa, por Edwin Vásquez Ghersi S.J.

Reflexiones en Semana Santa

Por Edwin Vásquez Ghersi SJ
La celebración de la Semana Santa en el Perú va acompañada de variadas tradiciones. Entre nosotros aún se conservan prácticas y ritos que nos vienen de antaño. Sin lugar a dudas, el Viernes Santo es el día más tradicional. El ayuno que manda la religión católica y la prohibición de comer carnes rojas en esta fecha ha dado lugar a comidas típicas para la ocasión: picadillo de paiche en pueblos de la selva, sopa de viernes en Ayacucho, los siete potajes en el norte (por las siete palabras de Cristo en la cruz), entre otros.
En Ayacucho, la Semana Santa comienza con las procesiones del Señor de la Agonía, la Virgen Dolorosa y San Juan; en Catacaos, Piura, la gente viste de negro en señal de luto por la muerte de Jesús; en Mollendo, Arequipa, se celebra la procesión del Santo Sepulcro; en Surco, Lima, grupos de varones vestidos de blanco con cucuruchos en la cabeza pasan la noche del Jueves Santo en vigilia acompañando a Cristo en su Pasión. Asimismo, en varios lugares de nuestro país se celebra el Sermón de las Tres Horas, tradición comenzada por el padre Francisco del Castillo, jesuita limeño del siglo XVII, cuya causa de beatificación se encuentra en marcha.
A pesar de los cambios de época y la creciente secularización, podríamos decir que en general hay en estos días un clima religioso que invita a la reflexión. En efecto, las tradiciones religiosas propias de la Semana Santa, lejos de dejarnos en la exterioridad de estas prácticas, deben ser motivo para detenernos a pensar y meditar. La conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo durante el triduo pascual es una invitación a reflexionar en torno al sentido profundo de nuestra existencia. San Ignacio de Loyola fue un maestro espiritual en el arte de saber detenerse a pensar. El discernimiento ignaciano es, ante todo, un ejercicio cordial que lleva a la persona a examinar con agudeza el rumbo de la propia vida. A través de la pregunta “¿a dónde voy y a qué?”, Ignacio enseña a evitar las trampas que solemos ponernos a nosotros mismos y, en consecuencia, a actuar con recta intención.  Pero el examen de nuestro modo de actuar no es una mirada intimista que busca una suerte de perfección moral. El discernimiento espiritual va más allá porque contrasta nuestra vida con el modelo que es la vida de Jesús y nos lleva a preguntarnos qué debemos hacer por Cristo. En otras palabras, ¿es el evangelio y la vida de Jesús el criterio central de mi modo de estar en el mundo?
El examen personal debe llevarnos, en un segundo momento, al examen de nuestra relación con los demás. Comencemos por revisar la calidad de nuestras relaciones familiares; no seamos luz de la calle y oscuridad de la casa. Conozcamos y saludemos a nuestros vecinos y vecinas, no para inmiscuirnos en sus vidas, sino para hacer la convivencia más agradable. Respetemos al otro evitando tocar innecesariamente la bocina; ruidos molestos como este causan estrés y ponen en evidencia nuestra mala educación. Esforcémonos por ser personas de paz; la inseguridad ciudadana es un problema de todos y su solución exige cambios en nosotros y la sociedad.
La fe que se renueva en la Semana Santa lleva, finalmente, a comprometerse en la tarea de construir una sociedad más justa y fraterna. El mensaje de la Conferencia Episcopal Peruana con ocasión de las próximas elecciones invita a todos los peruanos y peruanas a un proceso de reflexión que nos permita mirar el largo plazo: “La pregunta clave en este momento es qué sociedad queremos construir para que los hombres y mujeres, los jóvenes y niños puedan crecer y vivir en paz y con igualdad de oportunidades, sintiéndose seguros y respetados en su dignidad, sin discriminaciones, y habiendo desterrado los persistentes índices de pobreza, informalidad y desigualdad educativa que frenan nuestro desarrollo”. Esta preocupación por el bien común y el compromiso político debe ser tarea de todos. Una pena que una ley electoral defectuosa nos haya distraído de las preguntas de fondo. Que mientras saboreamos un rico pescado en Viernes Santo no estén ausentes de nuestra reflexión estos y otros temas.

Nicolás Owen SJ

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Santo y mártir jesuita (Oxford,1550; Londres, 2 de marzo de 1606).
Hijo de Walter Owen, carpintero. Fue artesano y albañil, admitido en la Compañía de Jesús en 1580. Colaboró 18 años con los jesuitas Henry Garnet y John Gerard.
Con su habilidad constructora creó escondites y refugios para los católicos perseguidos. Uno de los más famosos está en Thrumton Hall, en Hampshire y fue descubierto en 1927 y uno de los mejor conservados se encuentra en Sawston Hall, condado de Cambridge. En Londres quedan dos en Baddesley Clinton, a las afueras del Strand. Compañero de Misión de San Edmund Campion.
Fue detenido el día de San Jorge de 1594, encarcelado en la prisión de Counter en Bread Street y torturado durante horas. No lograron que el pequeño albañil confesase nada. Gracias a que las familias católicas de la zona reunieron dinero, y a la ignorancia y avaricia de los carceleros, fue puesto en libertad tras negociar y pagar su rescate. Habían liberado al protector de los católicos.
Planificó el audaz escape del padre Gerard de la Torre de Londres. Siguió con su labor de protección de los católicos perseguidos y, ya como coadjutor, se entregó para salvar los padres Garnet y Oldcorne, a quienes consideraba más valiosos que él mismo para la evangelización de Inglaterra. Murió en medio de torturas por orden de Lord Cesio el de 2 de marzo de 1606.
Fuente: Wikipedia.

Domingo de Ramos 2016

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Evangelio según San Lucas 22,14-71.23,1-56:
Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:
“He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios”.
Y tomando una copa, dio gracias y dijo: “Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios”.
Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.
Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes. La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí. Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!”.
Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.
Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande.
Jesús les dijo: “Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores.
Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor.
Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas.
Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí.
Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos”.
“Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte”.
Pero Jesús replicó: “Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”.
Después les dijo: “Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?”.
“Nada”, respondieron. El agregó: “Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.
Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí”.
“Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas”. El les respondió: “Basta”.
En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.
Cuando llegaron, les dijo: “Oren, para no caer en la tentación”.
Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:
“Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba.
En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza.
Jesús les dijo: “¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación”.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”.
Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: “Señor, ¿usamos la espada?”.
Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha.
Pero Jesús dijo: “Dejen, ya está”. Y tocándole la oreja, lo curó.
Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: “¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos?
Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas”.
Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.
Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos.
Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: “Este también estaba con él”.
Pedro lo negó, diciendo: “Mujer, no lo conozco”.
Poco después, otro lo vio y dijo: “Tú también eres uno de aquellos”. Pero Pedro respondió: “No, hombre, no lo soy”.
Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: “No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo”.
“Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices”. En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo.
El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: “Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces”.
Y saliendo afuera, lloró amargamente.
Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban;
y tapándole el rostro, le decían: “Profetiza, ¿quién te golpeó?”.
Y proferían contra él toda clase de insultos.
Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron: “Dinos si eres el Mesías”. El les dijo: “Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán.
Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso”.
Todos preguntaron: “¿Entonces eres el Hijo de Dios?”. Jesús respondió: “Tienen razón, yo lo soy”.
Ellos dijeron: “¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca”.
Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.
Y comenzaron a acusarlo, diciendo: “Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías”.
Pilato lo interrogó, diciendo: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. “Tú lo dices”, le respondió Jesús.
Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: “No encuentro en este hombre ningún motivo de condena”.
Pero ellos insistían: “Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí”.
Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo.
Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.
Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia.
Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.
Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.
Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.
Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo,
y les dijo: “Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan;
ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.
Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad”.
Pero la multitud comenzó a gritar: “¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!”.
A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús.
Pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”.
Por tercera vez les dijo: “¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad”.
Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento.
Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo.
Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.
Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús.
Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.
Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron!
Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos!
Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?”.
Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.
Cuando llegaron al lugar llamado “del Cráneo”, lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: “Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”.
También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
le decían: “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!”.
Sobre su cabeza había una inscripción: “Este es el rey de los judíos”.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”.
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”.
Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino”.
El le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.
El velo del Templo se rasgó por el medio.
Jesús, con un grito, exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y diciendo esto, expiró.
Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: “Realmente este hombre era un justo”.
Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.
Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo,
que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado.
Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado.
Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado.
Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.

Vete, no peques más

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Evangelio según San Juan 8,1-11: 
Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”.
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”.
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí,
e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?”.
Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante”.

“El Papa nos ofreció un verdadero programa de vida”

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Nos pidió a los religiosos que seamos “fecundos y no solterones”

Por Agustín Alcalde OSA
Con estas y otras palabras saludó el Padre General, Robert Prevost a todos los agustinos reunidos en el Capítulo General en Roma el día 28 de agosto: “Que nuestro tiempo juntos sea dichoso y que recibamos la luz de reconocer lo que tenemos que hacer, y el coraje para tomar las decisiones que marcarán la diferencia mientras avanzamos, con la apertura al cambio, queriendo realmente marcara una diferencia. Como dijo San Agustín: “Si queréis cambiar los tiempos, cambiad vosotros, y los tiempos también cambiarán”.
SALUDO DEL PADRE GENERAL AL PAPA
Día 28 de agosto (en la basílica romana de san Agustín en el Campo Marcio)
El Padre General (Robert Prevost OSA) saluda al Santo Padre:
“…Hoy, solemnidad de Nuestro Padre San Agustín, en esta basílica dedicada a su memoria y donde se veneran los restos mortales de su madre, Santa Mónica, es un momento particularmente significativo para este encuentro. Si Santo Agustín es nuestro Padre, nuestro fundador espiritual, la Santa Iglesia es nuestra verdadera madre e institutriz, como escribía Jordán de Sajonia, uno de los primeros cronistas agustinos. Nuestra institución y nuestro estilo de vida comparten con las otras órdenes mendicantes la misma finalidad y hunden sus raíces en el mismo periodo histórico, pero con una diferencia: importante: La institución histórica de la Orden de San Agustín es fruto de la decisión de sus predecesores, los papas Inocencio IV y Alejandro IV, que a lo largo del siglo XIII reunieron en un única orden mendicante tantas comunidades y congregaciones eremíticas que seguían la Regla de San Agustín. El cuidado que la Sede Apostólica ha mostrado por la Orden desde su nacimiento ha marcado de forma específica la vida espiritual, el pensamiento teológico, las acciones de los agustinos que se sintieron siempre comprometidos de forma especial al servicio de la Iglesia universal. Y es de aquí que, como dicen nuestras constituciones, ha nacido la devoción y fidelidad de la Orden a los Sumos Pontífices.
Santo Padre, hace algunas semanas, cuando hemos sabido que usted estaría presente con nosotros en esta celebración alguno me ha preguntado: “¿qué querrías que el Papa dijera al Capítulo General?”. Ciertamente me ha hecho pensar y no estoy seguro de la respuesta. Pero en uno de los sermones de San Agustín he encontrado palabras que nos podrían servir. Agustín nos recuerda la importancia de caminar juntos, unidos a toda la Iglesia:
“Si para los compañeros de viaje es motivo de alegría recíproca recorrer juntos el camino, que alegría no tendrán en la Patria. A lo largo de este camino los testigos lucharon y avanzaron siempre en la lucha, al progresar nunca se detuvieron. De hecho, los que aman avanzan (…) Y el camino que nosotros recorremos, requiere caminantes. Este camino detesta a tres categorías de hombres: a los que se detienen, a los que retrocede, a los que se desvían. Con la ayuda de Dios nuestro caminar este protegido y defendido contra estas tres categorías negativas. En realidad, haciendo juntos el camino, uno va más lento, otro acelera, pero ambos avanzan” (Sermón 306B)
…Gracias Santo Padre, gracias desde lo más profundo del corazón por este gran don que ha querido hacer a la familia espiritual de San Agustín”.El Papa Francisco, respondió con su homilía que yo resumiría así:
“San Agustín en sus Confesiones: “nos has hecho Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti” resumen su vida. ¿De qué inquietud habla Agustín?
El Papa habló de tres inquietudes: La primera es la inquietud de la búsqueda espiritual, la segunda es la inquietud del corazón que lleva al encuentro con Cristo y la tercera es la inquietud del amor; aquí hizo una referencia muy especial a santa Mónica (la madre). Búsqueda, Encuentro, Amor. Las tres palabras mayúsculas presentan un itinerario que lleva de la búsqueda (personal) al anuncio (de Cristo) y de ahí a la acogida (de los otros).
Un verdadero programa de vida para los agustinos, igual que para todo hombre y mujer. La inquietud del amor empuja siempre a ir al encuentro del otro, sin esperar que sea el otro el que manifieste su necesidad. La inquietud del amor nos regala el don de la fecundidad pastoral, y nosotros debemos preguntarnos, cada uno de nosotros: ¿cómo va mi fecundidad espiritual, mi fecundidad pastoral? Al final de su homilía nos había pedido a los agustinos ser “fecundos” y no solterones.
FINAL DE APOTEOSIS
El gesto final del Papa que fue el abrazo personal a todos los asistentes en la celebración de la misa del comienzo del Capítulo General de la Orden de San Agustín, transformó una celebración privada en una fiesta de la Iglesia y del compartir humano. Su sonrisa volvió a brillar en cada uno de nosotros. Ese fue su misterioso secreto guardado hasta la despedida: contagiar sencillez y fraternidad.

He vuelto a la vida

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Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32:
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”.
Jesús les dijo entonces esta parábola:
Jesús dijo también: Un hombre tenía dos hijos.
El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.
El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’.
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’.
Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,
porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza.
Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
El le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’.
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!’.
Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.
Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado’.

Frutos en el futuro

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Cuando una higuera no da frutos, hay algunas razones por las que esto podría estar sucediendo. Sigue leyendo para aprender cómo solucionarlo #Jardin #Jardineria #Huerto #Huertourbano #Cultivar

Evangelio según San Lucas 13,1-9:
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.
El les respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.
¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”.
Les dijo también esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador: ‘Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?’.
Pero él respondió: ‘Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás’.

Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo

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Evangelio según San Lucas 9,28b-36:
Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar.
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante.
Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. El no sabía lo que decía.
Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor.
Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”.
Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.