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El nombre del Hijo único de Dios

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Evangelio según San Juan 3,16-18:
«Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». 
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Manuel Antonio Bandini Mazuelos

Manuel Antonio Bandini Mazuelos (Lima, Perú, 13 de junio de 1814-Lima, 11 de abril de 1898) fue un sacerdote y político católico peruano. Se desempeñó como XXIV Arzobispo de Lima (1889-1898).
Era hijo del marino José Bandini, natural de Cádiz y de Manuela Mazuelos y Capaz, dama arequipeña. Estudió en el Convictorio de San Carlos, donde alcanzó el grado de maestro en 1842, graduándose al mismo tiempo de bachiller, licenciado y doctor en Teología, y ese mismo año fue ordenado sacerdote por el arzobispo Francisco de Sales Arrieta. Sucesivamente fue cura interino de Huaura y vicario foráneo de San Lorenzo de Quinti y de Sayán, todos en el departamento de Lima.
En 1847 fue elegido diputado suplente por la provincia de Chancay, por lo que concurrió a las legislaturas de 1851 y 1852. También como suplente concurrió a la Convención Nacional (1855-1857). Como representante parlamentario defendió el fuero eclesiástico y los derechos y libertades de la Iglesia.
En 1856 obtuvo la canonjía magistral del coro metropolitano. En 1861 fue promovido a maestrescuela. En 1864 fue nombrado Rector del Seminario de Santo Toribio, cargo que ocupó hasta 1869.
Fue promovido a las dignidades de chantre y de arcediano, así como para el obispado de Ayacucho, renunciando a este último, así como después lo haría con el obispado de Cuzco. En 1879, a solicitud del anciano arzobispo Francisco Orueta y Castillón, fue presentado y preconizado Obispo titular de Antipatris y Obispo auxiliar de Lima. En 1880 recibió la consagración episcopal. En 1883 fue nombrado deán y vicario capitular de la arquidiócesis.
Tras el fallecimiento del arzobispo Orueta, el 25 de agosto de 1886, asumió como provisor y gobernador eclesiástico del arzobispado. En 1886 el Congreso le propuso como arzobispo de Lima, siendo preconizado por el Papa León XIII el 27 de mayo de 1889. Tomó posesión oficial de su silla el 11 de agosto de ese mismo año.
Prosiguió la restauración de la Catedral, el Palacio y el Seminario, en plena Reconstrucción, posguerra del Pacífico. Para contrarrestar los avances del radicalismo y el anticlericalismo, se interesó en publicar un periódico católico, que tras su muerte se cristalizó con la fundación de El Bien Social (1898).

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Francisco Javier de Luna Pizarro Pacheco

Nació en Arequipa el 3 de noviembre de 1780, en un hogar profundamente cristiano y de abolengo. Hijo de Juan Antonio de Luna Pizarro, teniente coronel de milicias reales, granadino, y de la dama arequipeña Cipriana Pacheco de Chaves Araus. Falleció en Lima el 9 de febrero de 1855. Fue un sacerdote, político y abogado peruano. Ejerció la presidencia interina del Perú, durante breves períodos en 1822 y 1833. Arzobispo de Lima desde 1846 hasta 1855. Fue también diputado por su departamento natal, senador de la República, y Presidente de los Congresos Constituyentes de 1822, 1828 y 1834. Fue una de las mayores figuras intelectuales y políticas del Perú de principios de la República: abnegadamente patriota, con gran firmeza de carácter, defendió con vigor las ideas liberales, y a pesar de su edad y sus enfermedades, no doblegó su honor, su dignidad, ni su conciencia, frente a las innumerables persecuciones de que fue objeto.
A los once años ingresó al Seminario Conciliar de San Jerónimo de Arequipa cuyos estudios se desenvolvían entonces bajo la ilustre dirección del obispo Pedro José Chávez de la Rosa. Tras recibir la primera tonsura (16 de diciembre de 1791), estudió allí Latinidad y Retórica, Filosofía, Sagrada Teología y Jurisprudencia civil. Se dice que era un niño precoz y vivaracho. A propósito se cuenta una anécdota que nos ha trasmitido Ricardo Palma en una de sus más célebres Tradiciones peruanas: En cierta ocasión el obispo hizo una visita al Seminario y comenzó a hacerles preguntas a los alumnos; a quienes no contestaban rápida y correctamente les decía: “Al rincón, quita calzón”, para señalarles que se les iba a aplicar un palmetazo en sus partes pudibundas. Al llegar el turno a Francisco Javier, éste tampoco pudo contestar muy bien el interrogatorio de Monseñor, pero inmediatamente retrucó una pregunta a su eminencia: ¿cuál era la cantidad de Dominus Vobiscum que se decían en la misa? El obispo, después de meditar, tuvo que reconocer que no sabía la respuesta, por lo que el niño Francisco Javier se atrevió sancionar al superior religioso con el ya clásico: “Al rincón y quita calzón”.
Francisco Javier demostró tan altas dotes que el obispo decidió entonces enriquecer su educación con el aprendizaje de las matemáticas, y más tarde le otorgó su protección. Al terminar sus estudios pasó al Cusco, en cuya universidad optó la licenciatura en Leyes y Cánones (26 de junio de 1798) y en Sagrada Teología (5 de julio de 1798). Con la autorización para hacer la práctica forense, volvió a su ciudad natal y se dedicó por lo pronto a la docencia en el Seminario de San Jerónimo, enseñando Filosofía, Ética y Matemáticas.
El 13 de abril de 1799 recibió las órdenes menores de manos del Obispo Pedro José Chávez de la Rosa, quien le ofreció un puesto entre sus familiares. Siguió la práctica profesional en el estudio de Evaristo Gómez Sánchez, un notable magistrado arequipeño. Volvió al Cusco en 1801, donde obtuvo dispensa del período de práctica que le faltaba cumplir, recibiéndose de abogado ante la Real Audiencia del Cusco (28 de setiembre de 1801). Hizo lo propio en la Real Audiencia de Lima con fecha 25 de enero de 1802.
De vuelta al Seminario de Arequipa, continuó su labor docente. Cumplido su deber magisterial, recibió las órdenes mayores de manos del Arzobispo Bartolomé María de las Heras, en Lima (13 de agosto de 1806). Ocupó la prosecretaría del Obispado de Arequipa y asumió los cargos de Vicerrector y Prefecto de Estudios en el Seminario (1807). Al año siguiente pasó a ejercer su ministerio en el curato de Torata.
En marzo de 1809 viajó a España, acompañando al Obispo Chávez de la Rosa en calidad de Secretario. La estancia de Luna Pizarro en la península fue decisiva en el curso posterior de su vida, pues allí presenció la resistencia que el pueblo opuso a la invasión napoleónica. Nombrado Capellán de la Presidencia del Consejo de Indias, asistió a las sesiones de las Cortes de Cádiz, que aprobaron la primera constitución de la monarquía española y la libertad de prensa. Fue designado examinador sinodal del arzobispado de Sigüenza (1811). Pero pronto obtuvo el permiso de su protector para retornar al Perú, embarcándose en la goleta Hermosa mexicana el 22 de diciembre de 1811. Llegó a Lima al siguiente año, justamente cuando la opinión del país se hallaba agitada por las elecciones de diputados a Cortes (1812).
En Lima ocupó el cargo de medio racionero en el Cabildo Metropolitano, una modesta prebenda que le fue otorgada por intercesión de su protector Cháves de la Rosa. En 1816 fue promovido a la dignidad de racionero y ejerció, hasta 1822, la secretaría del Cabildo, en recompensa de su fidelidad y talento. A solicitud de la Junta de Catedráticos, en 1819 pasó a ejercer el rectorado del Colegio de Medicina de San Fernando, sucediendo a Fermín de Goya, quien había fallecido en ese año. No obstante los avatares de la coyuntura emancipadora, mantuvo la regularidad de las labores académicas. Por exigencia de sus funciones debió pronunciar un elogio de Fernando VII y la monarquía española, durante la conmemoración anual del advenimiento de dicho monarca. Era, sin embargo, un republicano liberal. Abiertamente lo manifestó cuando se preparaba en Lima la proclamación de la independencia.

El Congreso Constituyente de 1822-1823

Luego de la proclamación de la independencia del Perú (28 de julio de 1821), integró la Junta de Purificación que recibió las informaciones de los curas acerca de sus servicios patrióticos; fue asociado a la Orden del Sol (12 de diciembre de 1821); integró la Sociedad Patriótica, creada para discutir acerca del régimen de gobierno conveniente al Perú (10 de enero de 1822).
Elegido diputado por Arequipa al Primer Congreso Constituyente del Perú. Aplicó brillantemente la experiencia adquirida al observar el funcionamiento de las Cortes de Cádiz. Le tocó presidir durante el primer mes de sesiones, del 20 de setiembre al 20 de octubre de 1822. Integró la comisión que trazó las bases de la primera Constitución Política que sería aprobada el año siguiente.
Intervino decisivamente en la conformación de la Suprema Junta Gubernativa de 1822 que presidió José de La Mar. Al ser disuelta esta Junta por el pronunciamiento del ejército peruano, que impuso a José de la Riva Agüero como Presidente de la República, pidió licencia y marchó voluntariamente a Chile. Allí permaneció hasta que se consumó la independencia peruana en la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824). Retornó entonces a Arequipa, tras ser nombrado tesorero del Cabildo Diocesano de dicha ciudad. Luego pasó a Lima, por haber sido nombrado tesorero del Cabildo Metropolitano; y con mucha habilidad empezó a socavar las posiciones de la dictadura bolivariana, no por ambición, sino por creer sinceramente que toda dictadura era funesta para la República.
Fue elegido diputado por Arequipa para el Congreso de 1826 que no llegó a funcionar. Lideró entonces al grupo de diputados liberales («los malditos diputados» como los calificara Bolívar) que hizo denodada oposición a la prórroga de la dictadura bolívariana y a la proyectada adopción de la Constitución Vitalicia. Ello le acarreó un nuevo destierro a Chile (agosto de 1826). Tras el retiro de Bolívar del Perú y subsiguiente caída del régimen vitalicio, Luna Pizarro retornó al Perú y al desembarcar en el Callao, el 29 de abril de 1827, fue recibido triunfalmente por una multitud, lo que demostraba su popularidad.

El Congreso General Constituyente de 1827-1828

En 1827, elegido nuevamente diputado por Arequipa, incorporóse al Congreso General Constituyente que debía proclamar una nueva Constitución Política. Presidió sus sesiones en dos periodos -primero, desde el 4 de junio hasta el 4 de julio de 1827, y luego desde el 4 de marzo hasta el 4 de abril de 1828-. Decidió la elección de José de La Mar como Presidente Constitucional; favoreció la inclusión de los principales dictados la Constitución de 1823 en la proclamada en 1828. Consideró necesario preparar la guerra contra la Gran Colombia, a fin de neutralizar la posibilidad de una reacción bolivariana; justificó la invasión a Bolivia y la expulsión de Sucre, logradas por el general Agustín Gamarra tras una fácil campaña; y alentó la anexión de Guayaquil, en vista de los sentimientos peruanistas que alentaban los principales residentes de esa ciudad.
Declarada la guerra entre Perú y la Gran Colombia, quiso prevenir la amenaza que veía asomar tras el creciente ascenso de Gamarra, pero sin lograrlo. Y cuando La Mar fue depuesto por Gamarra, Luna Pizarro marchó voluntariamente por tercera vez al destierro a Chile, para no otorgar su acatamiento al golpe de estado, mostrándose coherente con su prédica política.

La Convención Nacional de 1833-1834

En ausencia fue designado Deán del Cabildo eclesiástico de Arequipa (8 de marzo de 1831) y cuando volvió a su ciudad natal (enero de 1832), anunció su propósito de consagrarse exclusivamente a su ministerio religioso. Elegido senador por el departamento de Arequipa, alegó razones de salud para no incorporarse a la legislatura de 1832. No obstante, tuvo que reconsiderar su decisión. Los votos de su provincia natal, y de Tinta, lo llevaron a la Convención Nacional de 1833, una asamblea de representantes cuya misión era reformar la Constitución de 1828. Esta vez si marchó a Lima para ocupar la diputación. El grupo liberal, entre los que se contaba otro célebre sacerdote, Francisco de Paula González Vigil, lo eligió Presidente de aquel cuerpo legislativo, por efecto de sucesivas elecciones mensuales, desde el 12 de diciembre de 1833 hasta el 12 de marzo de 1834.
Se hallaba ya por finalizar el mandato del presidente Agustín Gamarra y al frustrarse las elecciones presidenciales, se encomendó a la Convención Nacional la elección de un Presidente provisorio. A pesar de que el favorito de los liberales era el general Domingo Nieto, Luna Pizarro influyó para que el nombramiento recayera en el General Luis José de Orbegoso, un militar débil y manejable, en oposición al candidato gobiernista, el general Pedro Pablo Bermúdez (1833). La idea era evitar que los militares más ambiciosos copasen el poder, pero ello, más que una solución a la amenaza de la anarquía, significó más bien el inicio de una terrible crisis política en el Perú, ya que los militares postergados no se quedaron con los brazos cruzados.
Luna Pizarro condenó severamente el audaz pronunciamiento del general Bermúdez, el candidato perdedor y caudillo de los gamarristas rebeldes. Por su influjo se decidió la orientación liberal de la nueva Constitución Política que fue proclamada el 10 de junio de 1834. Pero esta sería su postrera actuación política. Tras el golpe del general Felipe Santiago Salaverry (1835), su opinión no tuvo ya ninguna fuerza decisoria en la política peruana, ni aun cuando ejerció de consejero de Orbegoso durante el mandato de éste como Presidente del Estado Nor-Peruano, en tiempos de la Confederación Perú-Boliviana (1838). Decidió entonces consagrarse exclusivamente a su ministerio dentro de la Iglesia Católica.

Su influencia política entre 1822 y 1834

Luna Pizarro influyó decisivamente en la política peruana durante el periodo 1822-1834. Fue el mentor de las constituciones políticas de 1823, 1828 y 1834.
Si bien no estuvo presente en la redacción del proyecto de Constitución de 1823 por haber emigrado a Chile, este proyecto siguió la estructura que planteó en las «Bases de Constitución» de 1822 y que tomó de un muy difundido libro de política de la época, es decir, Parlamento Unicameral, Cuerpo Conservador o Senado Conservador, reformulándose solo la concepción de Poder Ejecutivo Plural tras la funesta experiencia de la Suprema Junta Gubernativa.
En cuanto a la Constitución de 1828 Luna Pizarro tomó como fuente principal la Constitución Argentina de 1826, que rechazaba el federalismo y que en cierta medida equilibraba los poderes ejecutivo y legislativo, con lo que se atemperaba el jacobinismo asambleario de la primera constitución peruana.
Finalmente, la Constitución de 1834, que es una enmienda o corrección de ciertos artículos de la Constitución de 1828, tratando de limitar los excesos del caudillismo militarista y, principalmente, como lo ha recalcado muy bien Paniagua Corazao, despojar al Poder Ejecutivo de sus principales atribuciones, tenía como propósito la federación con Bolivia, pensamiento que Luna Pizarro tuvo en mente durante todo el periodo de su influencia política, al igual que otros políticos peruanos, buscando unir el Alto y Bajo Perú.

Episcopado

Nombrado Obispo titular de Alalia in partibus infidelium y Obispo auxiliar de Lima, fue consagrado el 21 de setiembre de 1837, retirándose al convento de San Francisco. Fue nombrado también Deán del Cabildo Metropolitano (1838); a partir de entonces se dedicó enteramente a las obligaciones de su ministerio. En 1842, habiendo fallecido el Arzobispo de Lima Francisco de Sales Arrieta, fue nombrado Vicario capitular en sede vacante, y en el consistorio del 24 de abril de 1845, fue preconizado Arzobispo de Lima por S.S. Gregorio XVI. Enviada la bula respectiva, tomó posesión el 27 de abril de 1846, como vigésimo Arzobispo de Lima, dignidad que ejerció hasta su fallecimiento en 1855.
Durante su gestión señaló como erróneas algunas ideas que antes profesara con entusiasmo, e inclusive gestionó la condenación papal contra los alegatos regalistas de su viejo amigo, el sacerdote Francisco de Paula González Vigil. Ofreció su apoyo a las Hermanas de los Sagrados Corazones. que llegaron imprevistamente al Perú y a quienes el Presidente Ramón Castilla les encargó el Colegio del Espíritu Santo. Restauró la labor del Seminario Mayor de Santo Toribio para religiosos y seglares.
Fuente: Wikipedia.

Monseñor Claudio María Dubuis

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El Fundador de las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado-CCVI

Claudio María Dubuis nació en Teche, a unas diez millas de Roanne (Francia); el 8 de marzo de 1817. Sus padres fueron Antoine y Francois Dubuis. Fue el quinto hijo de una familia de ocho hijos y le dieron el nombre de su tío, el Abad Claude Dubost y de su tía materna, Marie. Desde la primera infancia, Claude trabajó con sus hermanos en la granja de la familia y no asistió regularmente a la escuela pues no había un maestro residente en la aldea en que vivía, lo que hacía que las familias proporcionaran educación en el hogar. Se sabe que su madre, con quien Claudio tenía una relación muy cercana, se encargó de su formación religiosa, y más tarde, su tío, el Abad Claude, lo llevó a vivir en su residencia, donde trabajó y estudió latín para prepararse a ingresar a la escuela preparatoria del seminario a la que asistían 400 estudiantes, a la que entró en 1833.
Debido a su carácter alegre, Claudio fue bien recibido por los estudiantes; sin embargo, los maestros pronto descubrieron su falta de estudios básicos y su incapacidad para llevar a cabo los estudios que se impartían en esta escuela. No había estudiado griego. Poco a poco, Claudio se desanimó debido a sus fracasos y le pidió a su tío que lo llevara a casa. Tanto el Abad Claude como el Director del instituto estaban conscientes de una vocación potencial, así que no estaban seguros de que fuera conveniente interrumpir su programa de estudios. Después, en 1834, después de pasar seis meses desanimado por su bajo nivel académico, Claudio tomó la decisión personal de regresar a su hogar en Teche, donde sus padres lo recibieron y lamentaron su situación. Las oraciones de su madre siempre acompañaron a su hijo en su camino.
La dura realidad de sobrevivir de nuevo en casa sin tener destrezas para un trabajo en especial, obligó a Claude a trabajar como jornalero durante varios años. En sus momentos de oración, enfrentaba su desaliento, su anhelo interno de ser sacerdote y la realidad de sus fracasos en el estudio. Tiempo después, Dios intervino y Claudio estaba listo para presentar este plan a sus padres: ʺSi no puedo ser sacerdote, me consagraré a Dios; seré un Hermano Marista, iré a misiones en el extranjero y enseñaré a los nativos el nombre de Cristoʺ.
Sus padres estaban felices y le pidieron a su tío Claude que le consiguiere un tutor personal en el área del lenguaje quien le ayudó a continuar con sus estudios y a dominar los elementos del griego y el latín. Así, en 1836, el entusiasta Claudio entró al seminario menor de San Jodard, que se encuentra cerca del Río Loire. Claudio se sorprendió cuando obtuvo el primer lugar de su clase en Retórica.
Al avanzar a su siguiente nivel de estudios, Claudio entró al seminario de LʹArgentiere donde uno de sus compañeros lo consideró: ʺun excelente estudiante, uno de los mejores de la clase; un espíritu muy honesto, un corazón noble, una naturaleza llena de vida y de energía, una persona con ímpetu tanto para el trabajo como para el juego…él fue uno de nuestros mejores jugadores y en todas sus relaciones con sus compañeros, mostró nobleza y energíaʺ.
Poco a poco, Claudio dominó los estudios requeridos y en 1840, a los 20 años de edad, entró al seminario mayor de San Ireneo en Lyon, que era famoso por su alto nivel académico, su rigor en los cursos y su disciplina rígida. Claudio aceptó los rigores, conservando su alegría. Aquí trabajó con hombres de amplia experiencia cuyas pláticas le ayudaron a ampliar su pensamiento. El seminario llegó a ser una escuela de experiencia espiritual que lo prepararía para una larga vida en el ministerio sacerdotal. Recibió la tonsura después de su primer año, y eso hizo que Claude se sintiera seguro de estar cerca a su meta.
En su segundo año lo nombraron enfermero y él atendió a los enfermos con alegría. Sin embargo él enfermó al final de ese año y los médicos temían por su vida. Claudio, que sabía cómo acercarse a Dios mediante la oración, rogó por su vida para poder servir a Dios en los campos de misión como sacerdote. Desde lo profundo de su corazón adolorido dijo: ʺSeñor, Tú eres el señor de la vida y de la muerte. Estoy gravemente enfermo. Pero Tú tienes el poder de sanarme. Escucha mi oración para que yo pueda trabajar por la salvación de las almas. Si me salvas, prometo dedicar diez años en las misiones para llevar tu nombre a los nativosʺ.
Contrario a las opiniones de los médicos, Claudio recuperó la salud y fue ordenado sacerdote el 1 de junio de 1844 en Lyon, Francia. Había llegado el día que él había anhelado durante toda su vida. En ese día memorable, él y su madre se alegraron juntos al darse cuenta de que ʺnada es imposible para Diosʺ.
Más o menos en esa época, el Obispo Odin, de Texas, que era francés, estaba en Francia con la misión de llevar misioneros a su enorme diócesis. El Padre Claudio y su familia tuvieron la oportunidad de reunirse con él y recibir la información básica que necesitaban para considerar la posibilidad de que su hijo prestara servicio en las misiones de Texas. El Padre Claudio decidió seguir al Obispo Odin y viajar a Texas.
El Padre Claudio y un pequeño grupo de compañeros, navegaron rumbo a Nueva Orleans, USA en 1846. Después fueron a un Seminario en Missouri para estudiar el idioma inglés antes de llegar a Galveston, Texas. El Obispo Odin asignó al padre Claudio a Castroville, en las afueras de San Antonio para hacerse cargo de los colonos que hablaban alemán y alsaciano que vivían ahí y en áreas circundantes.

PUNTOS CULMINANTES EN EL MINISTERIO DEL OBISPO DUBUIS

1847: Primer Párroco de la Iglesia Católica de San Luis, en Castroville, Texas. Edificios: una iglesia pequeña y una cabaña sencilla. Colonos indiferentes. Hablaba alemán, alsaciano y español. Construyó su propia casa con la ayuda del Padre Mathew Chazelle. Abrió una escuela para ochenta (80) estudiantes de la localidad. Inauguró un cementerio colocando una cruz en una colina cercana (Colina de la Cruz).
1847: Murió el Padre Chazelle de tifus; llegó el Padre E. Domenech. Sus deberes pastorales incluían Castroville, DʹHanis, Fredericksburg y New Braunfels. Se construyó una segunda iglesia en 1850.
1852: El Padre Claudio Dubuis fue asignado a San Antonio y se le nombró Vicario General.
Era un trabajador incansable, construyó Iglesias y promovió la fe católica en el territorio de Texas.
1862: El padre Claudio Dubuis fue consagrado como Segundo Obispo de Texas y primer Obispo de Galveston en una festiva ceremonia en la ciudad de Lyon; lo acompañaron sus padres, sus familiares y sus amigos del área, con quienes vivió en Teche y en Lyon. El Obispo Dubuis reclutó sacerdotes y religiosos de Europa para prestar servicios en Texas; el clero estaba formado por cuarenta (40) sacerdotes.
1866: El Obispo Dubuis reclutó a las primeras Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado para el ministerio del cuidado a la salud en Texas; estas hermanas recibieron formación en el Convento del Verbo Encarnado y el Santísimo Sacramento en Lyon; el nuevo convento se estableció en Galveston.
En marzo de 1869: La comunidad CCVI de Galveston contaba con ocho (8) hermanas; El Obispo envió a tres hermanas para iniciar un ministerio de atención a la salud en San Antonio; así se estableció el primer hospital católico en San Antonio.
29 de marzo de 1869: El Obispo Dubuis estableció oficialmente la Misión CCVI de San Antonio como una Congregación independiente bajo el liderazgo de la Madre Madeleine Chollet como Superiora y el Obispo Dubuis como Fundador.

12 de Julio de 1881: la mala salud obligó al Obispo Dubuis a renunciar a su puesto como Obispo de Galveston y a regresar a Francia.
21 de octubre de 1869: La nueva Comunidad CCVI de San Antonio, con la ayuda del Obispo Dubuis, se mudó a un edificio reconstruido, la Enfermería de Santa Rosa. El periódico, Antonio Daily Herald publicó un anuncio de este hospital.
6 de junio de 1894: El Obispo Dubuis, con su clero y los laicos de su diócesis, celebró su Jubileo de Oro como sacerdote, y su trigésimo sexto aniversario de su Consagración Episcopal, en la Iglesia de Lyon, Francia.
21 de mayo de 1895: El Obispo Dubuis, después de una enfermedad prolongada, murió y sepultado en la parroquia de Coutouvre, Francia.
Se dice que más de cuarenta (40) periódicos franceses mencionaron del deceso del gran misionero, y que en Estados Unidos los periódicos superaron a las publicaciones francesas en sus alabanzas al Obispo Dubuis; un auténtico testimonio del afecto que sentían por él sus amigos en Texas.
Episcopus
Un amigo cercano del Obispo Dubuis, durante su ministerio en Texas, señaló: ʺEs un hombre muy culto. habla francés, alemán, inglés, español y latín con facilidad y gracia, e incluso con elegancia. Sabe filosofía; conoce el corazón humano; puede conversar con Papas y Condes, y puede sentirse cómodo entre los campesinos; es inteligente, bondadoso y trabaja arduamente. Miren sus manos. Son las manos de un hombre trabajador. El conocer la grandeza hizo posible que la entendiera en su verdadera dimensión”.
Fuente: L.V. Jacks. Claude Dubuis, Obispo de Galveston. 1946.

Espíritu Santo 2017

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Evangelio según San Juan 20,19-23:
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”.
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.

LOS CAMINOS DEL SEÑOR

Por el Padre Pablo Larrán García OSA
Ayer sábado, un numerosísimo grupo de exalumnos de la Universidad Católica del Perú celebramos con orgullo y gratitud los cien años de nuestra Alma Mater. Como exalumno, me concedieron el privilegio de presidir la Eucaristía que dio inicio a esta jornada de camaradería, que alcanzó un número increíble de participantes, pues no todos los días se cumplen cien años.
En la Eucaristía, compartí dos experiencias vividas en el campus universitario. Recordé mis primeros años en el curso de Tecnología Educativa I y al maestro de maestros, Jorge Capella Riera, con quien tuve un encuentro que marcó positivamente una parte importante de mi vida y que me gustaría compartir contigo. Recién ordenado sacerdote en el año 79, mi primer y único destino fue el Perú. Mi comunidad fue el Colegio San Agustín y como mi camino era la educación, me dijeron que debía estudiar pedagogía en la Católica. Así que en el año 82 inicié mis estudios y uno de los primeros cursos que llevé fue Tecnología Educativa I, magistralmente dictado por el Dr. Jorge Capella Riera. Un día, al terminar la clase, sabiendo que era sacerdote y que había nacido en España me pidió conversar. Como ya me iba a retirar a mi comunidad y una hora más o menos no iba a afectar mi horario, le dije que podíamos conversar en ese momento. Recorrimos el camino desde las aulas de Letras hacia su oficina, que era una construcción de madera muy bien diseñada, simple pero muy acogedora. Antes de llegar me preguntó cómo había sido destinado al Perú, cómo había llegado, cómo me había adaptado y le respondí que con la Gracia de Dios y con la ayuda de mis hermanos agustinos, estaba viviendo una experiencia maravillosa.
Él me dijo que era muy joven y le contesté que cuando fui ordenado en el año 79, era el sacerdote más joven del mundo. Al llegar a su oficina me preguntó por la comunicación con mis padres, y le respondí que ellos eran el mejor regalo que me había dado Dios. Luego me hizo una pregunta que me sorprendió, teniendo en cuenta que estábamos a inicios de los 80: ¿Cuántas cartas le envías a tus padres? Le respondí que una al mes. En ese momento, me dio la gran lección de mi vida. Me dijo que todos los días les escribiera en tres líneas lo que había hecho y lo que pensaba, y que cuando se llenara la hoja, la pusiera en un sobre y se la enviara a mis padres.
En nuestra conversación dominical de la semana pasada, te contaba de la misa que los exalumnos de la Católica ofrecimos a Jesús en agradecimiento por los cien años de la universidad.
Las semillas que la universidad sembró en nuestras mentes y en nuestros corazones, crecen y dan fruto en el momento menos esperado de nuestra historia personal.
Como te conté, el Dr. Jorge Capella Riera sembró en mí una semilla que se demoró más de 30 años para dar fruto.
Un día, terminada la clase de Tecnología Educativa I, me invitó a conversar y me preguntó (estábamos en la década de los 80) cuántas cartas enviaba a mis padres para contarles mi vida en el Perú. Le contesté que una al mes y en ese momento me dio la gran lección de vida al pedirme que cada día antes de acostarme, pensara en mis padres y les escribiera en dos o tres líneas lo que había hecho en el día. Cuando hubiese llenado la hoja, la doblase y la pusiera en un sobre para enviarla por correo. Luego me dijo: Pablo, lo que tú escribas una vez, tus padres lo van a leer mil veces. Hazlo por ellos. Llegué a mi casa y a partir de aquel día empecé a “regar” la semilla que el Dr. Capella había sembrado en mí.
Después vinieron las llamadas telefónicas, el internet y el Skype. Sin embargo, aquello que sembré en la década de los 80 tuvo su fruto en esta época. Hace un año, unos días después de que mi madre partiera al cielo, mi padre, mi hermana, mis sobrinos y yo revisábamos lo que había dejado y grande fue la sorpresa al encontrar en un cajón con llave todas las cartas que les había enviado. En ese momento entendí que en cualquier momento de nuestras vidas podemos cosechar los frutos de las semillas que vamos sembrando, que aparentemente no tienen mayor valor pero que con el paso del tiempo, al igual que el buen vino, van desarrollando y para mí, ese fue el más exquisito fruto con sabor a amor y gratitud y cuyo límite solo puede ser el cielo.
Se lo conté a mis alumnos del colegio Nuestra Señora del Consuelo y ahora te lo cuento a ti, para que cada uno de los días de nuestra vida cultivemos con amor semillas que algún día se convertirán en sabrosos frutos que nos fortalecerán.
Gracias por llegar hasta aquí.  Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

Yo estaré siempre con ustedes

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Evangelio según San Mateo 28,16-20:
En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.

Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”.

José Petermeyer MSC, asesor de UNEC

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Por Harold Griffiths Escardó
Se nos fue como él debía irse; apresuradamente, con toda la vehemencia de su carácter, y con un gesto vigoroso, de esos que él manejaba tanto.
Murió del corazón. El Padre Petermeyer lo había usado tanto, tanto había vivido a expensas de él, que su muerte de esa manera rubricaba su existencia en forma tajante.
Ordenado el año 1933, el Padre José es destinado por sus Superiores a una parroquia en la región de Ruhr, fundada por su Congregación entre los mineros. Parroquia de donde el Padre extrae su inquietud social que no lo abandonará nunca. Amaba al pobre, no con el gesto de quien da, sino con la emoción y la energía de sentirse hermano de él. En esa misma parroquia defiende de la Gestapo la bandera de la Juventud de la Acción Católica, y traza austeramente los rasgos de su apostolado futuro: Parroquia de gente sencilla e intenso amor a la Acción Católica.
Con ese ritmo de vida, se nos vino al Perú, el año 1938, el Padre José.
Su vida aquí fue múltiple y entusiasta. ¡Como no recordarlo derramando bulliciosamente su alegría contagiosa e infantil, fresca y espontánea! Qué optimismo el suyo que no se doblegaba ante la crítica de las almas recortadas, o ante las incomprensiones que tantas veces entorpecen la labor apostólica. Y es que supo comprender el amor. Lo derramó siempre y en todo momento. No hizo distinción de gentes para darlo con sensibilidad y energía.
Y la gente supo responderle. El como nadie cumplió al pie de la letra las palabras de San Pablo que nos invitan hacerse todo a todos. Y supo ser peruano sin mal entendidos nacionalismos, con la visión clara de su catolicidad y del precepto de la fraternidad cristiana. Amó al Perú, y a sus gentes. No estableció la comparación dura, ni creó complejos de inferiores condiciones naturales. Supo ser apóstol olvidando todo para entregarse jubilosamente a está parcela de terreno que Dios le había regalado para trabajar en ella con cariño y afecto conmovedor.
En las asesorías de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, de la Juventud Masculina, se le vio siempre intensamente amigo e intensamente sacerdote. Sus clases en la Universidad Católica, en los Colegios e Institutos estuvieron siempre llenas de una expresión nueva y vibrante. Junto a sus labores intelectuales, el Padre se nos refugiaba en Puente de Piedra, o en Infantas, donde alternaba el acordeón con ese hablar incansable de las cosas de Cristo. Hizo de la capillita pobre de Infantas un sitio digno y austero, propio para casa de Dios.
Su amor, su vivencia por la liturgia fue incansable en él, tratando de hacer sentir a Dios a través de las expresiones auténticas del culto.
El año 1949 el Padre es nombrado párroco del Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en el barrio de Lobatón. Era el culminar de sus anhelos. Una parroquia entre la gente sencilla y buena, para desplegar ahí su celo y establecer una comunidad cristiana en torno del pastor y del guía. Sentía la parroquia en todas sus manifestaciones. Vibraba fuertemente con cada fiel y estaba presente en su alegría y en su dolor. Su franqueza  deliciosa  y fuerte  -franqueza evangélica- le hacia decir que ojalá los niños y los jóvenes empezarán amando a su parroquia desde los años de Colegio, asistiendo a ella, en el gran día de la comunidad parroquial: el domingo.
Dios le concedió el 16 de enero de 1954 un anhelo muy suyo. Morir joven.
Entre los 35 y 45 años, lo decía siempre a sus hermanos de religión. Y así fue. Después de su misa y de repartir la comunión a sus enfermos, el Padre José empezó a dialogar con Dios.
Su entierro fue imponente. Su parroquia había recibido demasiado bien el mensaje del Padre Petermeyer y alrededor de su párroco estuvo. Durante dos noches una compacta cantidad de fieles rezaba en común al Señor, por su Párroco. Se veía emoción y amor en las lágrimas silenciosas de aquellos que habían recibido siempre el amor. El ataúd fue llevado dos cuadras en hombros por el Consorcio de Médicos del cual fue asesor, y por su “gente” de Lobatón. Al dejarlo en su tumba, después de habernos despedido con el “Flote la Bandera” el himno que nos entregó, hemos sentido un vacío enorme. El Padre José no está ya entre nosotros. Ya no oiremos su alegría enorme, su optimismo, su consejo, la clase, el acordeón. Pero, algo de él nos acompañará: su bondad. Y estará junto al Padre Celestial hablándole de su Perú, de nosotros, que supimos responder porque vino a comprendernos y a dársenos íntegramente, viviendo así el ideal apostólico de Misionero del Sagrado Corazón, que se sabe hacer querer porque sabe dar.

Fuente: www.mscperu.org

Padre Harold Griffiths Escardó

Fue asesor espiritual, profesor principal y Vicerrector de la Universidad de Lima. Falleció el 18 de septiembre de 2003 a los 83 años. Se le recuerda por su vocación de servicio, sus dotes de amigo y consejero, y su preocupación constante por el desarrollo espiritual de la comunidad universitaria.
El padre Griffiths Escardó tuvo 51 años de ordenación sacerdotal, y de ellos 37 los dedicó a la Universidad de Lima. En ese lapso llegó a desempeñarse como profesor del curso de Propedéutica así como director de Bienestar y Asuntos Estudiantiles. Siempre dispuesto a atender a los alumnos y a los miembros de la comunidad, a escuchar sus inquietudes y a orientarlos. Como bien señaló en una ocasión este entrañable maestro: “Trabajar con jóvenes no sólo me llena de juventud, me ayuda a comprenderlos”.
Fuente: www.ulima.edu.pe

Si ustedes me aman…

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Evangelio según San Juan 14,15-21:
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.
Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.
Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán.
Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.
El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”.
CARLOS JOSÉ EUGENIO DE MAZENOD
Llegó a un mundo que estaba llamado a cambiar muy rápidamente. Nacido en Aix de Provenza al sur de Francia, el 1 de agosto de 1782, parecía tener asegurada una buena posición y riqueza en su familia, que era de la nobleza menor. Sin embargo, los disturbios de la   Revolución francesa cambiaron todo esto para siempre. Cuando Eugenio tenía 8 años su familia huyó de Francia, dejando sus propiedades tras sí, y comenzó un largo y cada vez más difícil destierro de 11 años de duración.
Los años pasados en Italia
La familia de Mazenod, como refugiados políticos, pasaron por varias ciudades de Italia. Su padre, que había sido Presidente del Tribunal de Cuentas, Ayuda y Finanzas de Aix, se vio forzado a dedicarse al comercio para   mantener su familia. Intentó ser un pequeño hombre de negocios, y a medida que los años iban pasando la familia cayó casi en la miseria. Eugenio estudió, durante un corto período, en el Colegio de Nobles de Turín, pero al tener que partir para Venecia, abandonó la escuela formal. Don Bartolo Zinelli, un sacerdote simpático que vivía al lado, se preocupó por la educación del joven emigrante francés. Don Bartolo dio a Eugenio una educación fundamental, con un sentido de Dios duradero y un régimen de piedad que iba a acompañarle para siempre, a pesar de los altos y bajos de su vida. El cambio posterior a Nápoles, a causa de problemas económicos, le llevó a una etapa de aburrimiento y abandono. La familia se trasladó de nuevo, esta vez hacia Palermo, donde gracias a la bondad del Duque y la Duquesa de Cannizzaro, Eugenio tuvo su primera experiencia de vivir a lo noble, y le agradó mucho. Tomó el título de “Conde” de Mazenod, siguió la vida cortesana y soñó con tener futuro.
Vuelta a Francia: el Sacerdocio
En 1802, a la edad de 20 años, Eugenio pudo volver a su tierra natal y todos sus sueños e ilusiones se vinieron abajo rápidamente. Era simplemente el “Ciudadano” de Mazenod, Francia había cambiado; sus padres estaban separados, su madre luchaba por recuperar las propiedades de la familia. También había planeado el matrimonio de Eugenio con una posible   heredera rica. Él cayó en la depresión, viendo poco futuro real para sí. Pero sus cualidades naturales de dedicación a los demás, junto con la fe cultivada en Venecia, comenzaron a afirmarse en él. Se vio profundamente afectado por la situación desastrosa de la Iglesia de Francia, que había sido ridiculizada, atacada y diezmada por la Revolución.
Él llamado al sacerdocio comenzó a manifestarse y Eugenio respondió a este llamado. A pesar de la oposición de su madre, entró en el seminario San Sulpicio de París, y el 21 de diciembre de 1811 era ordenado sacerdote en Amiens.
Esfuerzos apostólicos: los Oblatos de María Inmaculada
Al volver a Aix de Provenza, no aceptó un nombramiento normal en una parroquia, sino que comenzó a ejercer su sacerdocio atendiendo a los que tenían verdadera necesidad espiritual: los prisioneros, los jóvenes, las domésticas y los campesinos. Eugenio prosiguió su marcha, a pesar de la oposición frecuente del clero local. Buscó pronto otros sacerdotes igualmente celosos que se prepararían para marchar fuera de las estructuras acostumbradas y aún poco habituales. Eugenio y sus hombres predicaban en Provenzal, la lengua de la gente sencilla, y no el francés de los “cultos”. Iban de aldea en aldea, instruyendo a nivel popular y pasando muchas horas en el confesonario. Entre unas misiones y otras, el grupo se reunía en una vida comunitaria intensa de oración, estudio y amistad. Se llamaban a sí mismos “Misioneros de Provenza”.
Sin embargo, para asegurar la continuidad en el trabajo, Eugenio tomó la intrépida decisión de ir directamente al Papa para pedirle el reconocimiento oficial de su grupo como una Congregación religiosa de derecho pontificio. Su fe y su perseverancia no cejaron y, el 17 de febrero de 1826, el Papa Gregorio XII aprobaba la nueva Congregación de los “Misioneros Oblatos de María Inmaculada”. Eugenio fue elegido Superior General, y continuó inspirando y guiando a sus hombres durante 35 años, hasta su muerte. Eugenio insistió en una formación espiritual profunda y en una vida comunitaria cercana, al mismo tiempo que en el desarrollo de los esfuerzos apostólicos: predicación, trabajo con jóvenes, atención de los santuarios, capellanías de prisiones, confesiones, dirección de seminarios, parroquias. Él era un hombre apasionado por Cristo y nunca se opuso a aceptar un nuevo apostolado, si lo veía como una respuesta a las necesidades de la Iglesia. La “gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la santificación de las almas” fueron siempre fuerzas que lo impulsaron.
Obispo de Marsella
La diócesis de Marsella había sido suprimida durante la Revolución francesa, y la Iglesia local estaba en un estado lamentable. Cuando fue restablecida, el anciano tío de Eugenio, Fortunato de Mazenod, fue nombrado Obispo. Él nombró a Eugenio inmediatamente como Vicario General, y la mayor parte del trabajo de reconstruir la diócesis cayó sobre él. En pocos años,   en 1832, Eugenio mismo fue nombrado Obispo auxiliar. Su ordenación episcopal tuvo lugar en Roma, desafiando la pretensión del gobierno francés que se consideraba con derecho a intervenir en tales nombramientos. Esto causó una amarga lucha diplomática y Eugenio cayó en medio de ella con acusaciones, incomprensiones, amenazas y recriminaciones sobre él. A pesar de los golpes, Eugenio siguió adelante resueltamente y finalmente la crisis llegó a su fin. Cinco años más tarde, al morir el Obispo Fortunato, fue nombrado él mismo como Obispo de Marsella.
Un corazón grande como el mundo
Al fundar los Oblatos de María Inmaculada para servir ante todo a los necesitados espiritualmente, a los abandonados y a los campesinos de Francia, el celo de Eugenio por el Reino de Dios y su devoción a la Iglesia movieron a los Oblatos a un apostolado de avanzada. Sus hombres se aventuraron en Suiza, Inglaterra, Irlanda. A causa de este celo, Eugenio fue llamado “un segundo Pablo”, y los Obispos de las misiones vinieron a él pidiendo Oblatos para sus extensos campos de misión. Eugenio respondió gustosamente a pesar del pequeño número inicial de misioneros y envió sus hombres a Canadá, Estados Unidos, Ceylan (Sri Lanka), Sudáfrica, Basutolandia (Lesotho). Como misioneros de su tiempo, se dedicaron a predicar, bautizar, atender a la gente. Abrieron frecuentemente áreas antes no tocadas, establecieron y atendieron muchas diócesis nuevas y de muchas maneras “lo intentaron todo para dilatar el Reino de Cristo”. En los años siguientes, el espíritu misionero de los Oblatos ha continuado, de tal modo que el impulso dado por Eugenio de Mazenod sigue vivo en sus hombres que trabajan en 68 países.
Pastor de su diócesis
Al mismo tiempo que se desarrollaba este fermento de actividad misionera, Eugenio se destacó como un excelente pastor de la Iglesia de Marsella, buscando una buena formación para sus sacerdotes, estableciendo nuevas parroquias, construyendo la Catedral de la ciudad y el espectacular santuario de Nuestra Señora de la Guardia en lo alto de la ciudad, animando a sus sacerdotes a vivir la santidad, introduciendo muchas Congregaciones Religiosas nuevas para trabajar en su diócesis, liderando a sus colegas Obispos en el apoyo a los derechos del Papa. Su figura descolló en la Iglesia de Francia. En 1856, Napoleón III lo nombró Senador, y a su muerte, era decano de los Obispos de Francia.
Legado de un santo
El 21 de mayo de 1861 vio a Eugenio de Mazenod volviendo hacia Dios, a la edad de 79 años, después de una vida coronada de frutos, muchos de los cuales nacieron del sufrimiento. Para su familia religiosa y para su diócesis ha sido fundador y fuente de vida: para Dios y para la Iglesia ha sido un hijo fiel y generoso. Al morir dejó a sus Oblatos este testamento final: “Entre vosotros, la caridad, la caridad, la caridad; y fuera el celo por la salvación de las almas”.
Al declararlo santo la Iglesia, el 3 de diciembre de 1995, corona estos dos ejes de su vida: amor y celo. Y este es el mayor regalo que Eugenio de Mazenod, Oblato de María Inmaculada, nos ofrece hoy.

El Papa nos invitó a acercarnos más a Jesús y ser Iglesia en salida

Los obispos de Perú concluyen su visita ad Limina en Roma con una misa en Santa María la Mayor.
Por – Agencia de Noticias Zenit.
“Al estar con el Papa hemos visto su claridad, su cariño, su cercanía, su interés. El miércoles hemos estado tres horas reunidos con él y ese solo gesto nos compromete a todos a acercarnos más al Señor Jesús, y a colaborar más en esta orientación que es la Iglesia misionera, en salida, que va a buscar a la gente. Como quien indica: ‘Estoy con ustedes para animarlos a que me ayuden en esta tarea’”.
Lo indicó el cardenal arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani al conversar este sábado con ZENIT antes de misa en la basílica de Santa María la Mayor, cuando la visita Ad Limina que están realizando los obispos peruanos en Roma está llegando a su fin.
El cardenal añadió: “Salimos muy contentos, muy unidos viendo a un padre común tan cariñoso. Esto nos compromete a ser gente de comunión, gente de unidad”.
Interrogado sobre lo que el Santo Padre les dijo sobre la piedad popular, el arzobispo de Lima indicó: “Una de las cosas que nos une mucho es que en América Latina, al menos en nuestro país, la cultura es católica, cosa que no ocurre en otras partes del mundo. Se piensa con una mentalidad cristiana porque la piedad popular lleva a la gente a que de muy pequeña empieza a acudir al Señor de los Milagros, o al Señor de Luren o a la Cruz de Motupe. Desde muy niños se respiran en el hogar una serie de valores de la fe católica. Eso hace que de alguna manera que en el promedio de la gente haya una relación de afecto y cariño hacia la Iglesia, y un sentido de pertenencia”.
Reconoció entretanto que existen desafíos: “Es la corriente de secularización fuerte que va debilitando en los hogares y las familias ese sentimiento y esa oración”, dijo.
Por ello aseguró, “la tarea nuestra es reforzar esa piedad popular con contenidos. Hay que volver una y mil veces a llevar el catecismo, los motivos de la fe. Y como decía el Papa no solamente que lo conozcan sino que los vean practicar. Reforzar así la enseñanza de la fe en la escuela, en la universidad, la enseñanza propiamente”.
También debemos, aseguró el purpurado, “pedir un poquito más de coherencia a nosotros los obispos, a los sacerdotes y religiosos, y al pueblo fiel. O sea, aquello que predicas practícalo”. Aseguró que “eso tiene que verse en la vida diaria, si eres periodista, deportista, profesor, en el lugar en donde te toque que se vea que allí está un hombre de fe. Ese es un desafío para toda la Iglesia y también para el Perú”.
Interrogado sobre el alto porcentaje de hijos que nacen fuera de los matrimonios, indicó que “es un problema que existe desde hace tiempo, hay más de la mitad que nacen fuera de una relación matrimonial estable” y es fruto de esta ola secularista y hedonista.
Y si de un lado está esta piedad popular y el sentimiento católico, “falta esa presencia de la Iglesia en la enseñanza de los principios morales, en los principios que unen a un matrimonio”. Una “situación urgente pero también de largo aliento, porque no es fácil cambiarla”.
Indicó que en Lima, por ejemplo, hoy están los centros de orientación familiar para profundizar más la preparación al sacramento y el acompañamiento de los primeros años de matrimonio.
Sobre el aborto y las multitudinarias manifestaciones que se realizaron contra, en las calles del país, el cardenal señaló que la interrupción voluntaria no está aprobada y que “el pueblo en Perú es sano y el 90 por ciento lo rechaza según la última encuesta. Pero si empiezan a manipularlo con casos de sentimentalismo y de dificultades, de pronto pueden empezar a confundir la realidad” dijo.
Estas movilizaciones “son para que la gente defienda más el matrimonio en el campo legislativo y mediático, porque hoy la gran fuerza está en las redes sociales y en la calle”.
Indicó que las instituciones en general se han debilitado y tantas veces no son el camino para expresar las ideas. “La gente no lee tanto el diario y está más metida en facebook , internet, etc. y a veces los políticos por miedo de perder votos atienden más a esas tendencias de las calles que a las discusiones antiguas, ideológicas o de grupos”. Y aseguró: “Las seguiremos haciendo para defender la identidad del pueblo peruano que es netamente católica”.
Al concluir la entrevista en la basílica de Santa María la Mayor, el cardenal indicó una imagen de la Virgen María Reina de la Paz allí presente, y dijo: “Pidámosle a Ave María Pacis la protección para el Papa, para toda la Iglesia y para toda la familia peruana”.

Papa Francisco nombra cardenal al arzobispo de Barcelona, Juan José Omella

El Papa Francisco ha anunciado un nuevo Consistorio que celebrará el próximo 28 de junio para el nombramiento de cinco nuevos cardenales, entre ellos el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella.
“Deseo anunciar que el próximo miércoles 28 de junio celebraré un consistorio para nombrar a cinco nuevos cardenales: su procedencia de varias partes del mundo manifiesta la catolicidad de la Iglesia difundida en toda la tierra y la asignación de un título o diaconía de una parroquia testimonia la pertenencia de la diócesis de Roma, que preside”, anunció Francisco tras el rezo de Regina Caeli.
El 29 de junio, cuando se celebra la fiesta de San Pedro y Pablo, se celebrará la misa con los nuevos cardenales, agregó Francisco.
Además de Omella, los nuevos cardenales serán el arzobispo de Bamako, en Mali, Jean Zerbo; el obispo de Estocolmo, Anders Arborelius; el vicario apostólico de Pakse, en Laos, Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun, y el obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez. Todos ellos son menores de 80 años y, por tanto, considerados electores en caso de la celebración de un cónclave.
Se trata así del cuarto consistorio celebrado por Francisco, tras el último, el pasado 19 de noviembre, cuando nombró a 13 nuevos cardenales con derecho a voto y a cuatro eméritos, mayores de 80 años.
En ese consistorio recibieron la púrpura al arzobispo de Madrid, Carlos Osoro Sierra; al de Brasilia, Sérgio da Rocha; al de la diócesis venezolana de Mérida, Baltazar Enrique Porras Cardozo, y al de la mexicana Tlalnepantla, Carlos Aguiar Retes.

El recorrido del arzobispo de Barcelona

Omella fue designado arzobispo de Barcelona en 2015 para suceder al cardenal Martínez Sistach. Encarna a la perfección el nuevo perfil que busca el Papa Francisco: obispos que han sido antes párrocos y que son cercanos a los fieles. De hecho, Omella ha ejercido de párroco en la zona del bajoaragón durante 20 años.
Es, por tanto, un cura de pueblo, pero con una sólida formación intelectual y que nunca abandonó ni la letra ni el espíritu del Concilio, siguiendo la línea episcopal que va desde Tarancón a Díaz Merchán, pasando por Osés, Echarren, Úbeda, Jubany, Yanes o Sánchez. Y, por eso, se puede decir que ha sido una de las ‘parteras’ de la actual primavera de la Iglesia. Porque Omella nació y creció y se mantuvo siempre alineado en el sector “social” de la Iglesia y del episcopado. Es decir, entre los obispos convencidos de que la Iglesia debe ser, ante todo, samaritana o, como dice el Papa “hospital de campaña”, según informa José Manuel Vidal.
Nacido en Cretas el 21 de abril de 1946, en el seno de una familia de agricultores, estudió Humanidades en el seminario de Zaragoza, para pasar en Filosofía al seminario de los Padres Blancos, con los que terminó la Teología en Lovaina. Como miembros de los misioneros de África, se fue a la misión del entonces Zaire (hoy Congo) y allí estuvo un año.
El tiempo suficiente, para que no perdiese nunca el gusanillo de África y de las misiones. De allí regresó de cura a los pueblos de Zaragoza, hasta que, en 1990, Elías Yanes, su amigo y protector, se fijó en él y lo nombró su vicario general, para pasar a obispo auxiliar de la sede del Pilar unos años después, en 1996.
Por poco tiempo, porque el 27 de octubre de 1999 fue nombrado obispo de la diócesis de Barbastro-Monzón, de la que tomó posesión el 12 de diciembre de 1999. Cinco años después, el 8 de abril de 2004, pasa ya a ocupar una diócesis importante, la de Calahorra y La Calzada-Logroño.
Además de su experiencia y de su excelente recorrido pastoral, tiene “padrinos”. Omella es amigo personal de dos de los cardenales más cercanos del Papa, el también turolense cardenal Santos Abril, arcipreste de la Basílica romana de Santa María la Mayor, y del cardenal hondureño Rodríguez Maradiaga, moderador del G-9 y probable presidente del nuevo dicasterio romano de ‘Justicia y Caridad’, que se pondrá en marcha tras la reforma de la Curia vaticana.
Y no sólo eso. Omella conoce personalmente al Papa, desde su época de arzobispo de Buenos Aires y mantiene una estrecha relación con él. Además de esos apoyos externos, Omella puede presumir (aunque nunca lo haga) de contar con buen predicamento incluso entre sus compañeros obispos. De hecho, fue elegido por sus pares presidente de la comisión de Pastoral Social. Y, recientemente, de Roma le llegaba otro espaldarazo: el nombramiento de miembro de la comisión de Obispos, la fábrica romana, dirigida por el cardenal Ouellet, donde se cuecen los nombramientos episcopales de todo el mundo. Ahora le ha llegado otro nuevo reconocimiento: ser nombrado cardenal.
Fuente: www.elmundo.es

Por primera vez en 500 años de la Reforma, el Papa hará cardenal a obispo converso

Por Ary Waldir Ramos Díaz– www.es.aleteia.org
Francisco anuncia la lista de nuevos purpurados que serán nombrados en el próximo consistorio, el quinto de este pontificado.
El papa Francisco no deja de sorprender: el próximo 28 de junio nombrará a cinco nuevos cardenales, ente ellos, el arzobispo de Estocolmo, Anders Arborelius, primer prelado sueco que obtendrá la purpura desde el inicio de la Reforma luterana (1517).
El religioso carmelita es un converso al catolicismo en Suecia, país de fuerte tradición protestante. Arborelius, de 68 años, recibió el bautismo a la edad de 20 años y entró en el orden de los carmelitas descalzos hace 46 años.
Al parecer, el joven Anders leyó la autobiografía de santa Teresita de Lisieux, lo que le motivó a ingresar a la orden de los carmelitas y por más de treinta años Arborelius vivió como un fraile de dicha orden, antes de ser obispo.
Una decisión significativa, considerando que convertirse al catolicismo por siglos en Suecia equivalía a perder los derechos civiles hasta que las cosas cambiaron en los años setenta con la derogación de las normas impuestas por el soberano Gustavo de Vasa (Lindholm 1496–Estocolmo 1560) para permitir la libertad de culto a todas las confesiones en el país.
Un nombramiento puente especialmente hacia esas periferias físicas y existenciales donde ser católico es un peso lleno de estigmas y rechazos. De hecho, Arborelius recibió al Papa en su viaje en Lund el 1 de noviembre de 2016, país donde la minoría católica sufrió una dura represión hasta hace pocos decenios.
El próximo cardenal es testimonio de la acción de la Iglesia en Suecia para responder ante la secularización progresiva de la nación y que obtuvo frutos con el aumento de los conversos católicos.
El 29 de diciembre de 1998 fue consagrado obispo en la catedral católica de Estocolmo, convirtiéndose  así en el primer obispo católico de Suecia de origen sueco, desde el tiempo de la Reforma luterana, en el siglo XVI. Ahora será cardenal llamado por Francisco.
Su testimonio como converso y pastor sueco llevará experiencia concreta al Colegio de cardenales que asesoran al Sucesor de Pedro en el diálogo ecuménico y pastoral, especialmente para contrastar los prejuicios ancestrales que aún persisten contra los católicos en Suecia y otros países influidos por la Reforma.
El 21 de  enero de 2014, el Papa le había nombrado consultor del Consejo Pontificio para los Laicos.
El próximo cardenal, Arborelius, nació en Sorengo, Suiza, el 24 de septiembre de 1949, de padres suecos que se divorciaron cuando él tenía 4 años. Creció con su madre en Lund, en el sur de Suecia.
La familia Arborelius era luterana no practicante. La vocación al sacerdocio inicia a asomarse luego de entrar en contacto con las monjas del convento de Santa Brígida. Fue ordenado sacerdote el 8 de septiembre de 1979 en Malmö.
En 1971 ingresó en  la Orden de los Padres Carmelitas Descalzos en Norraby  y pronunció su profesión perpetua en Brujas, Bélgica, en 1977. Estudió Filosofía y Teología en Bélgica y en el Teresianum de Roma. Al mismo tiempo estudió lenguas modernas en la Universidad de Lund, se lee en la biografía oficial.
Del 2005 al 2015 fue presidente de la Conferencia Episcopal de Escandinavia y en 2015 fue elegido vicepresidente de la misma. Fue miembro de la Comisión de la Presidencia del Consejo Pontificio para la Familia del 2002 al 2009.

Himno de la alegría

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Autores Música: Ludwig van Beethoven y Letra: Miguel Ríos
Escucha hermano la canción de la alegría
el canto alegre del que espera
un nuevo día
ven canta sueña cantado
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres
volveran a ser hermanos.
Ven canta sueña cantado
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres
volveran a ser hermanos.
Si en tu camino solo existe la tristeza
y el llanto amargo
de la soledad completa,
ven canta sueña cantado
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres
volveran a ser hermanos.
Si es que no encuentras la alegría
en esta tierra
buscala hermano
mas haya de las estrellas,
ven canta sueña cantado
vive soñando el nuevo sol
en que los hombres
volverán a ser hermanos.
Fuente: www.musica.com

Camino, verdad y vida

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Evangelio según San Juan 14,1-12: 
Jesús dijo a sus discípulos: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy”.
Tomás le dijo: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?”.
Jesús le respondió: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.”
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.
Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”.
Jesús le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: ‘Muéstranos al Padre’?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre”.

Santos Jacinta y Francisco Marto

El Papa Francisco declaró santos este 13 de mayo a Francisco y Jacinta Marto, los pastorcitos videntes de Fátima, al inicio de la Misa celebrada en el atrio del santuario mariano y a la que asistieron 500,000 fieles.
De acuerdo al rito, el Santo Padre oyó atentamente la solicitud del Obispo de Leiria-Fátima, Monseñor António Augusto dos Santos Marto, para que se “inscriba a los beatos Francisco Marto y Jacinta Marto en el catálogo de los santos y, como tales, sean invocados por todos los cristianos”.
Durante la petición, el Prelado estuvo acompañado por la postuladora de la causa, la religiosa Angela Coelho. Luego leyó una breve biografía de los dos pequeños hermanos que en 1917, junto con su prima Lucía –actualmente Sierva de Dios–, fueron testigos de las seis apariciones de la Virgen María en esta localidad portuguesa.
Así, luego de las letanías de los santos, el Papa procedió al recitar la fórmula de canonización: “En honor de la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, después de haber largamente reflexionado, implorando varias veces la ayuda divina y oído el parecer de muchos hermanos nuestros en el Episcopado, declaramos y definimos como Santos a los Beatos Francisco Marto y Jacinta Marto, y los inscribimos en el Catálogo de los Santos, estableciendo que, en toda la Iglesia, sean devotamente honrados entre los santos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Tras el agradecimiento de Monseñor Dos Santos Marto, estallaron los aplausos de la multitud reunida en las afueras del Santuario de Nuestra Señora de Fátima.
Antes de iniciarse la Misa, la imagen de la Virgen de Fátima entró en procesión transportada por los cadetes de la Academia Militar.
Asimismo, ingresaron las dos lámparas que contienen las reliquias de Francisco y Jacinta, transportadas por la postuladora, la hermana Angela Coelho, y por el consultor de la postulación, Pedro Valinho; acompañados de unos 20 niños y adolescentes de entre 9 y 16 años.
La imagen de la Virgen y las reliquias fueron ubicados a la derecha del altar. La Eucaristía es concelebrada por 8 cardenales, y 73 obispos y arzobispos.
Durante su homilía, el Papa aseguró que María, “previendo y advirtiéndonos sobre el peligro del infierno” al que lleva una vida sin Dios, se apareció en Fátima a tres pastorcitos para “recordarnos la Luz de Dios que mora en nosotros y nos cubre”
Pues “Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la Tierra, cuando nos refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina, ‘muéstranos a Jesús’”, afirmó.
El Papa recordó a los fieles que “tenemos una Madre” y los exhortó a aferrarse a ella como hijos. Además, destacó que en la celebración de este sábado “nos hemos reunido aquí para dar gracias por las innumerables bendiciones que el Cielo ha derramado en estos cien años” de las apariciones “y que han transcurrido bajo el manto de Luz que la Virgen”.
“Como un ejemplo para nosotros, tenemos ante los ojos a San Francisco Marto y a Santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran. De ahí recibían ellos la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos”, afirmó.
El Pontífice señaló que “la presencia divina se fue haciendo cada vez más constante en sus vidas, como se manifiesta claramente en la insistente oración por los pecadores y en el deseo permanente de estar junto a ‘Jesús oculto’ en el Sagrario”.
Finalmente, Francisco pidió que “con la protección de María, seamos en el mundo centinelas que sepan contemplar el verdadero rostro de Jesús Salvador, que brilla en la Pascua, y descubramos de nuevo el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor”.
Durante la presentación de dones estuvo presente el niño brasileño que se sanó milagrosamente gracias a la intercesión de los nuevos santos. El menor recibió un afectuoso abrazo del Santo Padre al llegar al altar.
También estuvo la familia del argentino Jorge Sosa, vigilante y sacristán del Santuario, quien se casó con Isabel, una mujer portuguesa con quien decidieron llamar a sus dos pequeños hijos Francisco y Jacinta, tal como los dos pastorcitos de Fátima.
Al término de la Eucaristía, el Santo Padre dirigió unas palabras a las personas enfermas que asistieron a la Misa de canonización. “Jesús sabe lo que significa el sufrimiento, nos comprende, nos consuela y nos da fuerza, como hizo con san Francisco Marto y santa Jacinta, y con los santos de todas las épocas y lugares”, les aseguró, para luego bendecirlas personalmente con el Santísimo Sacramento.
Finalmente, desde el altar, Francisco culminó la Misa bendiciendo a los miles de peregrinos con la Custodia.
Fuente: ACI Prensa.

Beato John Sullivan SJ

Este sábado 13 de mayo fue beatificado en Dublín (Irlanda), el Padre John Sullivan, un sacerdote jesuita converso del protestantismo, reconocido por su dedicada labor con los pobres y afligidos.
La ceremonia se llevó a cabo en la iglesia de San Francisco Javier de Dublín y fue presidida por el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato. Concelebró la Eucaristía el Arzobispo de Dublín y Primado de Irlanda, Cardenal Diarmuid Martin.
“Los testigos en los procesos diocesanos a menudo repetían que el Padre Sullivan era ‘un pobre entre los pobres’, ‘la personificación del espíritu de pobreza’. Aunque provenía de una familia rica, una vez que se convirtió en  religioso, se olvidó de las comodidades y se contentó con lo que era puramente necesario. Fiel al voto de pobreza, dio inmediatamente a los demás todo don que recibió”, dijo en su homilía el Cardenal Amato.
El Purpurado también se refirió a un incidente cuando el Padre John, en una de sus visitas habituales a los enfermos, se encontró con un sacerdote en la casa de visita: “El pastor le pidió que se fuera, temiendo a un oponente peligroso en el ministerio. Ante la brusca orden, el Padre Sullivan se arrodilló y pidió perdón. El presbítero se sintió profundamente conmovido”.
Durante la Misa fue desvelado un gran retrato del Beato John Sullivan, y una reliquia de sus cabellos fue llevada al altar.
Después de la ceremonia hubo tiempo para la oración y reflexión, durante la cual los cientos de personas hicieron fila para recibir una bendición de la cruz del nuevo beato.
Biografía
El Beato John Sullivan nació en Dublín el 8 de mayo de 1861. Su padre, el futuro ministro de Justicia de Irlanda, Sir Edward Sullivan, era protestante; y su madre, Bessie Josephine Sullivan, era católica.
Fue educado por su padre en la tradición protestante. Estudió en la Portora Royal School en Enniskillen, y más tarde en el Trinity College en Dublín.
En diciembre de 1896 fue recibido en la Iglesia Católica y cuatro años más tarde ingresó a la Compañía de Jesús.
La mayor parte de su vida sacerdotal la pasó en la escuela jesuita Clongowes Wood College, lugar donde enseñó desde 1907 hasta su muerte.
Desde el principio se destacó por una extraordinaria santidad, por lo que ganó la reputación “persona santa”. Los enfermos y los marginados acudían a él y depositaban grandes esperanzas en sus oraciones, porque muchas habían sido sanados. Inclusive hoy en día sigue siendo así.
En vida ya se extendía una devoción al Padre Sullivan, que continuó después de su muerte el 19 de febrero de 1933.
Su tumba se encuentra en la iglesia jesuita de Gardiner Street, en Dublín, que sigue siendo visitada por los que buscan su ayuda.
El 7 de noviembre de 2014, el Papa Francisco firmó el decreto oficial en el que reconocía las virtudes heroicas del ahora Beato John Sullivan.
Fuente: ACI Prensa.

San Francisco de Laval

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San Francisco de Montmorency-Laval o Monseñor de Laval (30 de abril de 1623-6 de mayo de 1708) fue el Primer Obispo Prelado de Quebec y el fundador del Seminario de Quebec. Además de diversos nombramientos clericales, Laval fue Gobernador General de la Nueva Francia de forma provisional en dos ocasiones, en 1663 y en 1682. Fue declarado Santo de la Iglesia Católica por el papa Francisco mediante canonización equivalente el 3 de abril de 2014.
San Francisco de Montmorency-Laval nació el 30 de abril de 1623 en Montigny-sur-Avre, Francia, como miembro de la Casa de Montmorency. Hijo de Hugues de Montmorency-Laval-Montigny, Señor de Montigny, de Montbaudry, de Alaincourt y de Revercourt, y de Michelle Péricard de Saint-Etienne. Perteneciendo Francisco a la alta nobleza francesa, ambos padres estaban emparentados con el rey y la corte. Su padre fue descendiente de Mathieu II de Montmorency, llamado “El Grande”, Señor y Barón de Montmorency, Primer Barón Cristiano, Primer Barón de Francia y Condestable de Francia.
Firmó siempre sus registros y documentos como “Francisco de Laval” demostrando pertenencia a la rama menor de la Segunda Casa de Montmorency-Laval: los Laval-Montigny.
Durante su adolescencia, Francisco de Laval asistió al colegio jesuita de La Flèche, instaurado por el rey Enrique IV de Francia. Laval fue ordenado como sacerdote el primero de mayo de 1647.

En la Nueva Francia

El 8 de diciembre de 1658, recibió el nombramiento de Vicario Apostólico de la Nueva Francia siendo consagrado como Obispo titular de Petra en la abadía de Saint-Germain-des-Prés en París, arribando a Quebec el 16 de junio de 1659. En el tiempo de Laval, el actual Quebec llevaba el nombre topónimo de Canadá constituyendo una región de la Nueva Francia. Fundó la comunidad clerical del Seminario de Quebec el 26 de marzo de 1663 sentando los fundamentos del Gran Seminario de Quebec. En 1668 emplazó una residencia vocacional para futuros sacerdotes, el Seminario Menor de Quebec, el cual después de la conquista inglesa, llegó a ser en 1765 un colegio privado de educación secundaria.

El seminario de Quebec

El Seminario de Quebec es una comunidad de sacerdotes diocesanos fundada por Francisco de Laval, fue la primera institución en formar escritores, pensadores, líderes políticos y religiosos muchos de los cuales lucharían por los derechos del país después de la conquista inglesa. Después de 1760, las parroquias seguían todavía en pie, agrupadas alrededor de su pastor, como había enseñado el obispo de Quebec.

Universidad Laval

En 1852 el Seminario de Quebec obtuvo de la reina Victoria un Acta Real en la que se le reconoció como universidad. Fue así como nació la Universidad Laval, con el objetivo principal de dotar a los francófonos con una educación y enseñanza de calidad. Clases de teología, medicina, derecho y arte son impartidas por los sacerdotes, los cuales lograron que se fundara un campus en Montreal (futura Universidad de Montreal) así como la ciudad universitaria de Quebec entre los años 1950 a 1960.

El primer Obispo de Canadá

En 1674, fue instituida la diócesis de Quebec y Laval llegó a ser su primer obispo. Al ser Quebec la primera provincia de Canadá, Laval llegó a ser por consiguiente el primer obispo de Canadá.
Laval recorría su vasta diócesis en canoa, a pie o en raquetas para nieve, abarcando desde las riberas del río San Lorenzo y Acadia y hasta Luisiana (que era posesión francesa en ese tiempo). Visitando a la gente en sus hogares y prestando particular atención a la protección de los Pueblos Aborígenes.
El obispo constató los efectos desastrosos de la bebida entre los indígenas dado el alto consumo de alcohol. Estas bebidas alcohólicas eran importadas de Francia y les eran dadas a cambio de pieles. Monseñor de Laval se opuso llegando al punto de excomulgar a los cristianos que seguían este comercio. Él debió enfrentar la ira de los notables e incluso de algunos gobernadores. Esta lucha contra la venta de bebidas alcohólicas destiladas se extendió por veinte años hasta que en 1679, el monseñor de Laval obtuvo del rey Luis XIV la prohibición de la venta de alcohol a los nativos.
En dos ocasiones Laval fungió como Gobernador Provisional de la Nueva Francia; en 1663 del 23 de julio al 15 de agosto y en 1682 del 9 de mayo al 9 de octubre.
En 1685 Francisco de Laval dimitió de su puesto de Obispo de Quebec y posteriormente con el permiso de Luis XIV terminó sus días en la Nueva Francia. Se retiró al Seminario de Quebec donde se puso al servicio del nuevo obispo, Jean-Baptiste de La Croix de Chevrières de Saint-Vallier quien le sucedió en 1688.
Francisco de Laval murió en Quebec el 6 de mayo de 1708, y fue inhumado en la basílica Notre-Dame de Quebec. En 1878, su cuerpo fue exhumado y transportado a una cripta en la capilla del Seminario de Quebec; y en 1950 nuevamente transportado a la capilla exterior del Seminario donde sus restos fueron colocados bajo una efigie de mármol blanco. La desacralización de esta efigie en 1993 provoca que los restos de Laval fueran transportados a la Catedral y colocados en una capilla funeraria donde permanecen bajo una efigie de bronce de la que sobresale una reproducción en granito de un antiguo mapa de la Nueva Francia.
En 1980 Francisco de Laval fue beatificado por el Papa Juan Pablo II.
El 3 de abril de 2014, el Papa Francisco lo inscribió el libro de los santos por medio de canonización equivalente.
Fuente: Wikipedia.

Vida en abundancia

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Evangelio según San Juan 10,1-10:
Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante.
El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.
El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir.
Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.
Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”.
Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.
Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.
Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.
Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento.
El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”.

Siete misioneros españoles del Sagrado Corazón beatificados como mártires

Siete misioneros del Sagrado Corazón españoles han sido beatificados como mártires, ha anunciado el Papa Francisco después de la oración mariana de Regina Coeli, este domingo 7 de mayo de 2017, desde la ventana del despacho que da a la plaza San Pedro.
“Ayer, Antonio Arribas Hortigüela y seis compañeros, religiosos de la congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón, han sido proclamados bienaventurados en Gerona, España. Estos discípulos de Jesús fieles y heroico, fueron asesinados por odio a la fe en una época de persecución religiosa”, ha dicho el Papa.
Ha deseado “que su martirio aceptado por amor a Dios y por la fidelidad a su vocación, suscite en la Iglesia el deseo de dar testimonio con fuerza del Evangelio de la caridad”.
Estos Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, una congregación fundada en Francia por el Padre Jules Chevalier, fueron fusilados en Gerona, Cataluña el 29 de septiembre de 1936.
El Papa Francisco había autorizado la publicación, el 8 de julio de 2016, del decreto de la Congregación para las causas de los santos reconociendo el martirio de estos siete jóvenes españoles, entre ellos, cuatro sacerdotes, asesinados por su fe durante la guerra civil española.
Miembros de la comunidad implantada en Canet de Mar, todos ellos eran muy jóvenes, entre 20 y 28 años. En el momento de su muerte, el Padre Arribas Hortigüela gritó en nombre de todos: “¡viva Cristo rey!”.
Sus compañeros eran tres sacerdotes: Abundio Martín Rodríguez, José Vergara Echevarria, Josep Oriol Isern  Massó; y tres religiosos en formación: Jesús Moreno Ruiz, Jose del Amo del Amo y Gumersindo Gómez Rodrigo. Este último, afirman los Misioneros del Sagrado Corazón, fue un “ejemplo de humildad y de caridad evangélica”.
Fuente: www.es.zenit.org
El Papa Francisco autoriza a la Congregación para la Causa de los Santos publicar el Decreto de la próxima beatificación de los Mártires españoles Mateo Casals, sacerdote, Teófilo Casajús, estudiante, y Fernando Saperas, hermano, y compañeros, 109 en total, todos pertenecientes a la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado de María (Claretianos), asesinados por odio a la fe entre 1936 y 1937.
Ante esta extraordinaria noticia, sentimos la necesidad de agradecer a Dios por la ansiada meta que la Congregación ha conseguido y que refuerza su espíritu misionero. Oramos por el Santo Padre para que sus trabajos y fatigas consigan los frutos esperados y para que la Iglesia, guiada por él, continúe en paz su camino hacia el Reino anunciado y esperado.
Ésta será el 21 de octubre del presente año 2017. La celebración será presidida por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona.

Hermano Fernando Saperas, mártir de la castidad

Fernando Saperas Aluja nació en Alió (Tarragona) el 8 de septiembre de 1905. Cuando tenía siete años, murió su padre, don José Saperas, y la familia se quedó sin los ingresos de albañil con que la mantenía. Al cumplir los 15 años, Fernando marchó a Valls (Tarragona) y Barcelona para trabajar de camarero de hotel y de dependiente de un comercio.
Hizo el servicio militar en Barcelona, cerca del Santuario del Corazon de Maria, regido por los Misioneros Claretianos. Siempre que se lo permitían las obligaciones militares, Fernando asistía a dicho Santuario. Por aquel entonces comenzó a sentir el deseo de ingresar en una comunidad religiosa, si no para estudiar, porque su edad ya no lo permitía, al menos para servir en ella como criado. Fue aceptado en la Congregación, no como criado, sino como Hermano misionero. Su ingreso se produjo a finales de 1928.
Una vez realizados los años de formación, fue destinado a Cervera, a la comunidad de la Universidad. Cada día se acrecentaba en él la piedad con que había sido agraciado desde niño. Ademas de asistir a los actos de oración de la comunidad, de participar en la misa y comulgar, hacía frecuentes visitas al Santísimo, realizaba el ejercicio del Viacrucis y rezaba las tres partes del rosario. Junto a la piedad se desarrolló en el Hno. Saperas el amor a la vocación y al Instituto. «Nunca -solía decir- podremos dar las debidas gracias a Dios por el beneficio de la vocación». Sin embargo, la nota mas característica de su espiritualidad fue su buena disposición para el trabajo y el celo misionero con que lo desempeñó. Cumplía sus cargos con diligencia, limpieza, orden y con una impronta evangelizadora.
Estaba encargado de la portería cuando el 21 de julio de 1936 los 117 claretianos de Cervera tuvieron que dispersarse precipitadamente. El Hermano Fernando se dirigió a la comunidad de Solsona con el grupo más numeroso. Pero tuvieron que dispersarse por el camino. Después de rodar por varios caserios de la comarca, y trabajar en la casa del señor Riera de Montpalau, tuvo que marchar hacia la finca de otro amigo, el señor Bofarull. Fue detenido en la mañana del 12 de agosto. Una vez que manifestó su condición de religioso, fue sometido a toda clase de provocaciones y vejaciones contra la castidad. Finalmente, tras quince horas de sufrimientos, perdonando a sus verdugos, murió fusilado a las puertas del cementerio de Tárrega (Lérida). Era ya el 13 de agosto de 1936.
Fuente: www.claret.org