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Cambio Climático Biodiversidad Reforestación

131 muertos en megaincendio

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El Servicio Médico Legal (SML) entregó un nuevo balance, con respecto a las personas fallecidas a raíz de los incendios en la región de Valparaíso.
Se trata de la emergencia que fue considerada por las autoridades como la tragedia más grande registrada en el país desde el terremoto del 2010.
Mediante un comunicado, el SML informó que hasta las 12:00 horas de esta jornada “se mantienen el total de fallecidos en 131 y se han realizado 82 autopsias. En tanto, el número de identificados aumentó a 38“.
El equipo de la Dirección Regional, con apoyo de la red forense nacional, se encuentra abocado a la entrega de las personas fallecidas a sus familiares. Es así como, hasta el momento, y con la autorización de la fiscalía regional, ya han sido entregadas 20 personas“, agrega el comunicado.
En ese sentido, indican que “los equipos médicos y técnicos, junto a personal de laboratorio, se encuentran trabajando en la realización de toma de muestras y análisis de ellas para poder realizar comparaciones genéticas identificatorias“.
Fuente: Teletrece.cl

Lucy Oporto sobre megaincendio: “Es como la quema del Metro, en 2019, pero más letal

Por Marcelo Soto- Ex-Ante.cl
La filósofa de Valparaíso, Lucy Oporto, ha reflexionado sobre la violencia del estallido social y lo ha definido como expresión del “lumpenconsumismo”. Desde esa perspectiva analiza la destrucción del megaincendio en la Quinta Región: “Todo indica que fue intencional: un acto de maldad absoluta, difícil de definir”.  Reconoce, eso sí, que “en lo inmediato, el gobierno de Boric parece estar actuando con celeridad: decretó Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe el mismo día, y ha anunciado la entrega de ayudas a los damnificados. Pero la cantidad de desaparecidos en el incendio aún permanece indeterminada”.
-Desde tu posición de intelectual porteña, ¿cómo observas los incendios que han cobrado más 130 muertos?  ¿Qué vacío revelan del aparato del Estado?
–Estos incendios no me afectaron directamente, pero sí a personas cercanas que perdieron sus casas y herramientas de trabajo, o estuvieron a punto de quedar atrapadas en el fuego. Aun así, y a pesar de los incendios en Valparaíso, en 2014, y en el sur, en 2017, para mí este incendio es terrorífico, inenarrable, inconcebible, impensable, debido a su violencia, destructividad y rápida expansión; debido a la cantidad de fallecidos en poco tiempo, y a que ocurrió en una zona altamente poblada. Todo indica que fue intencional: un acto de maldad absoluta, difícil de definir, como si hubiese una oscura fuerza suprahumana actuando.
Al mismo tiempo, revela un vacío del aparato del Estado en cuanto a vivienda, planificación del espacio urbano, seguridad y prevención, por sólo mencionar algunos aspectos. Pero, además, desidia, negligencia, abandono, pereza y deficiencias cognitivas e intelectuales.
La base de cualquier actividad es el pensamiento, y si hay una destrucción en ese nivel, necesariamente habrá malos resultados, con consecuencias fatales.
-Los lugares más quemados son Villa Independencia, Manuel Bustos y Monte Sinaí.  ¿Hay un abandono de la sociedad?
–Son campamentos abandonados a su propia suerte y expuestos al peligro, debido a la precariedad en todo orden de cosas, situación que bien describió el consultor en gestión de emergencias Michel de L’Herbe: “Hay una angustiante ausencia de Estado”.
Obviamente, debiera existir una solución acorde a la complejidad de este problema tan difícil, a cargo de profesionales con conocimientos, una visión amplia y un compromiso, en la línea de propuestas como las del arquitecto Iván Poduje, por ejemplo, quien ha manifestado una gran preocupación por la región de Valparaíso.
-¿Hubo un fracaso de las alertas que decían “evacúe” pero no a dónde? Muchos murieron escapando en autos que no pudieron avanzar, producto de la congestión.
Ése es un ejemplo de la falta de prevención y destrucción del pensamiento, a las que me refería antes. Catástrofes y urgencias como éstas son abordadas con soluciones cortoplacistas, como esas alertas que no indicaban hacia dónde dirigirse. Es más que un vacío del pensamiento: parece ser una sostenida desconexión con la realidad y la materialidad de las cosas en su concreción irreductible, muchas veces horrorosa y terrible, en la línea de otras fórmulas surgidas en el pasado como: “No lo vimos venir”, o “Estas cosas no pasan en Chile”. La imagen de los automóviles atrapados y quemados, en que murieron personas, es impresionante.
-¿Cómo evalúas la gestión de la crisis? ¿Boric y el gobierno han reaccionado con celeridad? La alcaldesa de Viña ha entregado cifras alarmantes de desaparecidos.
–Como siempre, los Bomberos son quienes actúan con la mayor celeridad, compromiso y exposición al peligro. Hay imágenes que los muestran en una situación límite: atravesando el fuego en sus carros.
La prensa ha informado acerca de un Plan Municipal de Emergencias con el que la Municipalidad de Viña de Mar y la alcaldesa Ripamonti no habrían contado al momento de los incendios. Pero también de un retraso en la publicación de dicho plan, debido a un funcionario de planta que entregó un informe plagiado. Es una situación muy confusa. Sea cual sea, y a la luz de la evidencia de la catástrofe, va en la línea que ya señalaba antes: falta de prevención y de conciencia del peligro y sus secuelas.
En lo inmediato, el gobierno de Boric parece estar actuando con celeridad: decretó Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe el mismo día, y ha anunciado la entrega de ayudas a los damnificados. Pero la cantidad de desaparecidos en el incendio aún permanece indeterminada.
-¿Qué consecuencias a largo plazo tendrá este megaincendio?
-Está por verse que ocurrirá en el futuro, al momento de la reconstrucción, y qué secuelas provocará esta catástrofe en términos sociales, culturales y espirituales. La precariedad se profundizará, y es difícil saber de qué modo será procesado este trauma. Chile no aprende: ha habido catástrofes indescriptibles, pero la desidia y la desconexión con la realidad, en toda su traumatización, permanecen, en mayor o menor grado, transversalmente.
-Algunas autoridades hablan de un origen intencionado del incendio. Si es así, ¿son mentes criminales, terroristas?
–Estoy totalmente de acuerdo en que se trata de una acción intencional. Más o menos como la quema del Metro, en 2019, pero infinitamente peor y más letal. Y, al igual que en ese caso, probablemente sea difícil determinar quiénes sean los culpables.
Poduje y el analista en defensa Richard Kouyoumdjian sostienen que se trata de un problema de seguridad nacional, y descartan que el narcotráfico esté involucrado. Estoy de acuerdo con lo primero, pero no descartaría que también se trate del crimen organizado (que trasciende el narcotráfico). La ausencia de Estado favorece su expansión, y los soldados del narcotráfico son desechables. Además, sólo el crimen organizado ha permanecido desde 2019 a la fecha, y permanecerá, en la medida en que el Estado no actúe.
Como en todo, es imprescindible conocer la verdad, a fin de enfrentar el peligro.

COP29 Azerbaiyán

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El ministro de Ecología y Recursos Naturales de Azerbaiyán, Mukhtar Babayev será presidente de la COP29 en Azerbaiyán

Por Asim Aliyev- www.azernews.az
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático es hoy el máximo órgano de negociación para implementar las disposiciones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), el Protocolo de Kioto (KP) y el Acuerdo de París (PA). Estos eventos comenzaron en 1995 y fueron inicialmente pequeñas sesiones de trabajo. Con el tiempo, se han convertido en uno de los foros más grandes convocados bajo los auspicios de la ONU y otras organizaciones internacionales.
Las negociaciones en las Conferencias se han vuelto cada vez más multifacéticas y tienen un programa muy rico. Está aumentando el número de delegaciones gubernamentales oficiales de todo el mundo, expertos de diversos niveles, representantes de la sociedad civil y medios de comunicación.
El cambio climático incluye tanto el calentamiento global causado por las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero como los consiguientes cambios a gran escala en los patrones climáticos. Desde mediados del siglo XX, los seres humanos hemos afectado el sistema climático de la Tierra en un grado sin precedentes y esto ha provocado cambios a escala global. Uno de los principales contribuyentes al calentamiento son las emisiones de gases de efecto invernadero, más del 90% de los cuales son dióxido de carbono (CO2) y metano. Una de las principales fuentes de estas emisiones es la quema de combustibles naturales (carbón, petróleo y gas) para el consumo de energía, la agricultura y la tala. Cuando aumentan las concentraciones de gases de efecto invernadero, también aumenta la temperatura global de la superficie de la Tierra.
El cambio climático puede provocar desastres ambientales como aumento de temperaturas, aumento de tormentas, sequías, extinción de especies, escasez de alimentos, mayores riesgos para la salud y aumento del nivel del mar. Por lo tanto, todos los países del mundo deberían hacer todo lo posible para prevenir desastres ambientales considerando los factores antes mencionados.
Para prevenir desastres ambientales y el cambio climático, los países productores de petróleo y gas del mundo deben reducir su uso de petróleo y gas y acelerar su transición a fuentes de energía renovables. En este contexto, la conferencia COP28 evaluó el potencial de las energías renovables de los países participantes e intercambió puntos de vista.
Cabe señalar que la delegación de Azerbaiyán también participó en el evento COP28 celebrado en Dubai el 2023.
El principal objetivo de la delegación de Azerbaiyán fue compartir las mejores prácticas en el campo del cambio climático y promover el debate sobre enfoques sostenibles en el campo del desminado humanitario, así como llamar la atención sobre la importancia de proteger los ecosistemas garantizando al mismo tiempo la seguridad de las comunidades.
Quisiéramos señalar que, a pesar del fin de la guerra de 44 días entre Azerbaiyán y Armenia, todavía existen dificultades relacionadas con el desminado de Karabaj. Las minas terrestres colocadas en el territorio de Karabaj han tenido graves consecuencias para el medio ambiente de Azerbaiyán. Entre estos impactos, el factor principal ha sido los graves daños a la agricultura. El objetivo principal de la presentación en esta conferencia fue discutir y abordar el problema de las zonas minadas en Azerbaiyán.
Vale la pena señalar que Azerbaiyán es uno de los países que tiene un alto potencial en materia de fuentes de energía renovables. Así, el potencial de las fuentes de energía renovables en Azerbaiyán asciende a 200 GW.
Aunque Azerbaiyán es rico en recursos energéticos, es decir, petróleo y gas, y el país es conocido en el mundo como exportador de energía, el uso de fuentes de energía renovables siempre ha estado en el centro de atención. La seguridad energética y su diversificación con la ayuda de la energía verde ha sido uno de los principales objetivos del presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev. Para ello, firmó un decreto sobre la creación de la Agencia Estatal de Fuentes de Energía Renovables el 22 de septiembre de 2020. Además, en el país se han adoptado legislación, leyes y reglamentos para el desarrollo del sector de las energías renovables.
En su intervención en la COP28, el ministro de Energía, Parviz Shahbazov, señaló que Azerbaiyán ya ha iniciado la cooperación en el campo de la energía verde con siete empresas internacionales. Convertirse en un país en desarrollo ecológico y lograr un medio ambiente limpio para 2030 se ha identificado como una de las prioridades nacionales para el desarrollo socioeconómico. El ministro de Energía de Azerbaiyán, Parviz Shahbazov, se reunió con el vicepresidente de Vestas, Morten Dyrholm.
El ministro señaló que en la reunión se discutieron los proyectos y planes de Azerbaiyán en materia de energía verde. Además, las partes consideraron la posibilidad de producir turbinas eólicas en Azerbaiyán. Parviz Shahbazov afirmó que la producción de turbinas de Vestas en Azerbaiyán acelerará la transición al uso de la energía eólica.
El representante de SOCAR en su discurso en la conferencia COP28 también afirmó que los principales objetivos de la empresa son reducir a cero la quema en el proceso de producción de gas y reducir la intensidad de los residuos.
Uno de los pasos que demuestra la importancia que Azerbaiyán concede a las cuestiones medioambientales y a la energía verde es su entusiasmo por celebrar la COP29 en Bakú. Dicho evento será una buena oportunidad para que Azerbaiyán y otros países se reúnan una vez más no sólo para negociar sino también para actuar. Creo que la COP29 se convertirá en una conferencia no sólo de discusión sino también de decisiones y acciones.
Además, la celebración de la COP29, una de las conferencias interestatales más grandes e importantes de Azerbaiyán en 2024, es otra victoria triunfal del presidente Ilham Aliyev. Es uno de los mayores éxitos de nuestra política exterior. Al mismo tiempo, es una respuesta sólida a algunos círculos que últimamente han estado librando una campaña sucia contra Azerbaiyán.
Además, la conferencia mejorará aún más la reputación de Azerbaiyán. Cabe señalar que en los últimos años se han celebrado en Azerbaiyán muchas conferencias internacionales. Azerbaiyán es miembro de varias organizaciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), el Movimiento de Países No Alineados (NOAL), la Organización de Estados de Habla Turca (OTS), el Consejo de Europa (CE), Organización de Cooperación Islámica- OCI, UNESCO, ISESCO, Comunidad de Estados Independientes- CEI, etc. Esto indica que Azerbaiyán se está desarrollando rápidamente e integrándose en la comunidad mundial.
Hoy en día, el potencial político y económico de la República de Azerbaiyán ha aumentado, nuestro país se ha convertido en un centro político y económico en la región y su influencia y posición en la arena política internacional se han fortalecido aún más. Estos éxitos son el resultado lógico del rumbo político que alguna vez definió el líder nacional Heydar Aliyev y que ahora sigue con éxito el presidente Ilham Aliyev.
Respecto a la COP29, el presidente Ilham Aliyev presidió una reunión el 15 de diciembre de 2023, lo que confirma una vez más la seriedad que Bakú concede a la cuestión. Como dijo el presidente, la decisión de celebrar la conferencia en Bakú fue tomada hace unos días por países de todo el mundo, por lo que una vez más Azerbaiyán recibió gran confianza y respeto.
Nos lo merecemos, gracias a nuestra política hemos adoptado posiciones muy fuertes en el mundo. El respeto por Azerbaiyán en el ámbito internacional crece día a día y ese respeto nos lo hemos ganado con nuestros hechos, nuestro trabajo y nuestra política. La política, la posición de principios, la adhesión al derecho internacional, la lealtad y al mismo tiempo la restauración de la soberanía en el territorio del país ha aumentado aún más el respeto hacia nosotros“, afirmó el presidente Ilham Aliyev.
En la COP29 vendrán a Azerbaiyán 10,000 delegados extranjeros. Según algunas estimaciones, visitarán el país entre 70,000 y 80,000 invitados extranjeros. No hace falta decir que, como otros eventos, Azerbaiyán celebrará la COP29 a un alto nivel y será otro gran éxito.

El fin del FEN

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Por JULIO VILLAFUERTE OSAMBELA Coronel FAP (r) y meteorólogo OMM- Diario Correo.
No podemos saltar de escándalo en escándalo, de mal pronóstico en mal pronóstico, de mal gasto en mal gasto, porque perdemos gobernabilidad y no le hace bien al país.
En la década de 1960 se descubrió que una corriente local que afectaba la costa norte del Perú tenía repercusiones en todo el Pacífico tropical. Una vez identificado el evento, se logró desarrollar un modelo físico realizado en 1969 por Jacob Bjerknes, y posteriormente por Rasmusson y Carpenter. En 1982, se analizaron los patrones atmosféricos del Pacífico, revelando ciclos interesantes en las variaciones de los patrones de presión atmosférica, denominado ENOS (El Niño Oscilación Sur). El calentamiento del océano es solo un indicador claro y lento de este evento.
Hoy algunos científicos intentan redefinir esta variación recurrente con nombres llamativos, generando confusión y daños irreparables. Debemos poner fin a esto, ya sea el Niño Global, Niño Costero, Niño Modoki, Niño Andino, Niño Godzilla, etc., incluyendo sus categorías, abreviaturas e instituciones que utilizan expresiones como FEN, Niño, ENFEN, ERFEN, CIIFEN, etc., pues esto se ha convertido en un caos para todos aquellos que debemos enfrentarlo.
A nivel internacional y científico, se le conoce como ENOS. No es mi deseo, pero basándonos en la realidad, ¿qué se hace si algo no funciona? Se corrige o se descarta. No se mantiene indefinidamente porque ya no es relevante.
Tenemos la costumbre perniciosa de asignar mil nombres a lo mismo, donde solo un término es correcto y los demás son meras modas de algún personaje que las pone en circulación. Toda esta incertidumbre deja espacio para la pérdida de confianza en nuestras instituciones, simplemente porque no nos expresamos correctamente. Me alegra leer varios comentarios de compatriotas peruanos defendiendo la causa y reconociendo los errores. Creo que podemos comenzar de cero hablando con claridad.

Moderado o fuerte

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Por JULIO VILLAFUERTE OSAMBELA Coronel FAP (r) y meteorólogo OMM- Diario Correo.
En la lluvia de evaluaciones climáticas y meteorológicas que nos llegan tanto a nivel internacional como nacional, con perspectivas desde el sector público y privado, con opiniones respaldadas por entidades estatales y otras impulsadas solo por figuretismo, lo evidente es que todas convergen en una tendencia que está ganando popularidad: este año El Niño será “de moderado a fuerte”.
¿Cómo se presentará el fenómeno El Niño costero (considerado invento)? ¿Moderado o fuerte?
¿Cuál será la manifestación del fenómeno El Niño a nivel global? ¿Moderada o fuerte?
¿Cuál será el aumento en el caudal de los ríos? ¿Entre moderado y fuerte?
¿Cómo será la intensidad de las lluvias en la costa norte? ¿De moderada a fuerte?
Las alertas meteorológicas en la selva pronostican lluvias “de moderada a fuerte intensidad”.
Se anticipan vientos costeros y oleajes anómalos con intensidad “de moderada a fuerte”.
En el contexto de la toma de decisiones para empleo, obras, empresas o actividades públicas, la confusión aumenta al escuchar diversas voces que, al final, convergen en la misma conclusión. Sin embargo, aquel que debe tomar determinaciones no siempre comprende cómo esto le afectará, quedando a la espera de que lo pronosticado sea “moderado o fuerte”.
Si estamos en la selva y el río se desborda, pensamos: “¡Vaya, esto sí es de moderado a fuerte!”. En cambio, si estás en Lima, pensaríamos: “No es tan moderado, menos fuerte”.
La clave radica en comprender que sin datos precisos, no debemos darle márgenes a algo que la sociedad necesita conocer.
Desafortunadamente, el significado de “moderado a fuerte” genera incertidumbre. Existe una frase que dice: “Si no sabes, confunde”. En este caso, podría reformularse como: “Si no sabes, asegúrate en decir que será ‘de moderado a fuerte’”.

Al revés

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Por JULIO VILLAFUERTE OSAMBELA Coronel FAP (r) y meteorólogo OMM- Diario Correo.Merecemos una reflexión profunda sobre la proliferación de fenómenos meteorológicos y su denominación, abordando desde el clásico fenómeno El Niño hasta el más reciente Niño Costero, junto con sus diversas categorías. Esta expansión en la nomenclatura de eventos climáticos ha llevado a una sociedad confundida y a un cuestionamiento sobre la normalidad de los veranos.
La mención de fenómenos como Niño Modoki, Niño Canónico, Niño Godzilla y Niño Andino resalta la tendencia a categorizar y diferenciar los eventos, a veces de manera excesiva. Esta multiplicidad de términos contribuye a la confusión general y a la percepción de que los fenómenos climáticos son cada vez más numerosos y complejos, lo que no es necesariamente cierto. En el llamado a pensar de manera opuesta y a no obsesionarse con los nombres, sino a centrarse en salvar vidas, gestionar eficientemente el agua y mitigar los efectos de la naturaleza, destaca la importancia de la acción práctica sobre la discusión terminológica.
La estadística sobre la incidencia de fenómenos de El Niño o La Niña en los últimos 60 años con estas confusas denominaciones revela un panorama abrumador: el 88% de años son afectados por estos eventos en alguna categoría. Esta constatación apunta a la realidad de que la “normalidad” climática es menor, cosa rara para la ciencia.

Es necesario para la tranquilidad social, que el análisis de la estación de lluvias no se genere solo con el evento recurrente llamado fenómeno El Niño, ni pensar en sus calificaciones como las causantes de destrozos. Es necesario ver toda la atmosfera peruana, que es maravillosa. Estamos al revés.

UNAMBA presente en la COP28 Dubai

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La COP28 llega a un acuerdo histórico de “transición” para dejar atrás los combustibles fósiles

Por CARLOS FRESNEDA Diario El Mundo.es

El pacto pide una transición “equitativa y ordenada” con el objetivo de “tomar acciones en esta década crítica y conseguir el cero neto en el 2050

La Cumbre del Clima de Dubái (COP28) ha llegado en la recta final a un acuerdo histórico de “transición para alejarse de los combustibles fósiles“. El presidente de la conferencia celebrada en Dubái, sultán Ahmed Al Yaber, encontró en última instancia la fórmula para evitar el bloqueo de los “petroestados“, con Arabia Saudí a la cabeza, y lograr el visto bueno de la Unión Europea y de 130 países que proponían ir más allá e incluir la palabra “eliminación” en el acuerdo.
“Necesitábamos un nuevo camino y lo hemos encontrado”, declaró en su discurso ante el pleno el sultán Ahmed Al Yaber, tras las agónicas negociaciones que se prolongaron en el tiempo de descuento hasta la madrugada del miércoles 13. La aprobación por consenso fue recibida con una cascada de aplausos por los delegados de 198 países.
“Habéis dado el paso al frente, habéis mostrado flexibilidad, habéis puesto el interés común por delante del interés propio”, declaró Al Yaber, asediado durante toda la conferencia por la críticas por su doble papel como director ejecutivo de la petrolera Adnoc. “Estamos ante un paquete histórico para acelerar la acción ante el cambio climático: lo podemos llamar el consenso de Emiratos Árabes Unidos”.
“Decir que tenemos que hacer una transición significa que tenemos que dejar atrás los combustibles fósiles”, fue la valoración de la vicepresidenta tercera Teresa Ribera al inicio del pleno. “Creemos que hay referencias muy concretas a cómo hacer la transición equitativa y justa en el texto y que se están sentando las bases para una nueva etapa”.
Hay elementos que nos gustan y otros que no nos gustan tanto“, comentó por su parte el comisario climático de la UE Wopke Hoekstra. “Conviene destacar en cualquier caso que es la primera vez en tres décadas que hay una mención explícita al futuro de los combustibles fósiles en una cumbre del clima“.
El máximo responsable de cambio climático en la ONU, Simon Stiell, que el día anterior advirtió de las “minas de tierra” que amenazaban con hacer saltar por los aires la negociación, vaticinó que la COP28 será recordada como “el principio del final de los combustibles fósiles”. “Ahora tenemos que ponernos a trabajar y cumplir con el Acuerdo de París“, recalcó Stiell. “En el 2025 debemos entregar las nuevas contribuciones nacionales alineadas con el objetivo de 1.5 grados (de aumento máximo de las temperaturas“.
El último borrador propuesto por el sultán Ahmed Al Yaber fue recibido como una mejora con respecto a la versión del lunes 11, que provocó una auténtica tormenta en el desierto y fue criticado como “inaceptable e insuficiente“. El texto aprobado finalmente junto al Balance Mundial (el primer inventario de la acción climática desde el Acuerdo de París) hace una llamada la transición “equitativa y ordenada” con el objetivo de “tomar acciones en esta década crítica y conseguir el cero neto en el 2050“.
Esta última mención al 2030 como meta inmediata era también una de los principales reivindicaciones tanto de la UE como de la Alianza de Pequeños Estados-Isla, que calificaron la versión anterior como una “sentencia de muerte” para los países más vulnerables al cambio climático.
El acuerdo de la COP28 reconoce “la necesidad de una reducción profunda, rápida y sostenida de las emisiones en línea con el objetivo de 1.5 grados” (de aumento máximo de las temperaturas). Otro de los puntos clave fue hasta el final la meta de triplicar la capacidad de las renovables en el 2030.
La negativa de Arabia Saudí y otros petroestados a incluir una referencia a la “eliminación” (phase out en inglés) o a la “reducción” (phase down) creó graves tensiones en la recta final de la cumbre de Dubái, que tuvo que prolongar sus sesiones y forzar el tiempo de descuento.
El texto final reconoció también la necesidad de adaptar la transición “a las necesidades diferentes de cada país” e incluyó una mención explícita a “acelerar la reducción de emisiones derivada del transporte por carretera“. El acuerdo hace también una llamada a la eliminación de la producción de carbón sin sistemas de captura de CO2, un punto criticado por decenas de expertos que cuestionan la capacidad de esta tecnología a gran escala.

COP29: Bakú Azerbaiyán

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Por 
El grupo de países de Europa del Este eligió Bakú, Azerbaiyán, para albergar las conversaciones sobre el clima de la COP29 del próximo año, según dos fuentes en la sala de reuniones de la COP28 donde se tomó la decisión.
Debido al conflicto en la región, el grupo tardó mucho más de lo habitual en tomar una decisión. Armenia abandonó su oposición a la candidatura de Azerbaiyán como parte de las conversaciones de paz entre los dos.
Rusia impidió que cualquier miembro de la Unión Europea fuera anfitrión, lo que desbarató una candidatura búlgara. Serbia, Moldavia y Armenia también estaban en disputa.
El analista de negociaciones del E3G, Tom Evans, lo describió como una elección “inusual e inesperada” porque Azerbaiyán “no tiene un largo historial de diplomacia en el [brazo climático de la ONU]”.
Azerbaiyán obtiene dos tercios de sus ingresos del petróleo y el gas, uno de los porcentajes más altos del mundo y más que el anfitrión de la COP28: los Emiratos Árabes Unidos.
Régimen autoritario
El país ha sido gobernado durante 20 años por Ilham Aliyev, quien reemplazó como presidente a su padre. Según Human Rights Watch, el gobierno tenía al menos 30 disidentes políticos en sus cárceles en 2022.
El grupo de campaña dijo que las leyes restrictivas seguían impidiendo que las organizaciones no gubernamentales operaran de forma independiente y que existen restricciones a los medios de comunicación y tortura sistémica de los prisioneros.
En los últimos años, el gobierno ha estado interesado en albergar eventos internacionales de alto perfil, llevando la final de fútbol de la Europa League y el Gran Premio de Fórmula Uno a su capital, Bakú.
En 2020, Azerbaiyán y su vecina Armenia libraron una guerra de seis semanas en la que murieron miles de personas por el enclave de Nagorno-Karabaj.
El año pasado, el gobierno de Azerbaiyán contrató a una firma británica de relaciones públicas para dar a conocer sus acusaciones de que el gobierno de Armenia había dañado el medio ambiente de Nagorno-Karabaj.
Los expertos dijeron a Climate Home News en ese momento que estas afirmaciones eran engañosas, ya que los bosques se agotaron más rápidamente después de que Azerbaiyán tomó el control, y que tenían un “elemento de propaganda”.

Delegación peruana en la COP 28 evalúa avances y perspectivas de las negociaciones climáticas

Reunión fue liderada por la ministra Albina Ruiz, quien destacó que posición nacional ante dicho evento global, tiene enfoque inclusivo, participativo y de género.
Bajo la dirección de la ministra del Ambiente, Albina Ruiz, la delegación peruana presente en la 28° Conferencia de las Partes de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28), se reunió en Dubái para evaluar los avances y perspectivas de las negociaciones climáticas que se efectúan en el marco de dicho evento global.
Este año hemos innovado de manera inédita el proceso de elaboración de la posición del Perú en la Cumbre Global del Clima, a través de la participación activa y democrática de más de 540 personas, lo que ha permitido recoger aportes valiosos de múltiples regiones y actores de nuestra población”, dijo la titular del Ministerio del Ambiente (Minam).
En ese marco, también resaltó la participación de representantes de los diversos grupos de interés como mujeres, jóvenes, pueblo afroperuano, sector privado, sindicatos, niñas, niños y adolescentes, pueblos indígenas, academia, colegios profesionales, gobiernos regionales, sectores y organismos adscritos, por sus aportes durante todo el proceso que involucró 7 talleres descentralizados.
A través de nuestra posición nacional y mediante su formulación damos una señal clara al mundo de que sí es posible acercar las negociaciones climáticas a la ciudadanía y convertirlas en una oportunidad de reconocimiento, diálogo y articulación para fortalecer la acción por el clima y cumplir con Nuestro Desafío Climático (NDC)”, remarcó.
En otro momento, destacó el aporte de la ciudadanía al haber incorporado, en materia de adaptación, los temas vinculados a los ecosistemas altamente vulnerables como los océanos, criósfera, agua, turberas y bosques. Respecto a la mitigación, dijo que se busca implementar los mecanismos de mercado sin afectar el cumplimiento de la NDC. “De este modo, se formularán nuevas medidas para la generación de bonos de carbono, sin afectar por ello la meta que persigue el país de reducir en un 40% sus emisiones de GEI al 2030.
La ministra Ruiz motivó a todos los delegados peruanos “a seguir articulando esfuerzos y generar alianzas estratégicas para seguir construyendo una acción climática transparente, concertada y orientada al bienestar de las presentes y futuras generaciones de nuestro país”.

Contra la tentación colapsista

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COP28 en Dubai: entre bastidores de la diplomacia climática

Durante mucho tiempo, Emilio Santiago Muíño creyó en las teorías colapsistas antes de cambiar de opinión ante el fracaso de sus modelos de predicción. En una rica reflexión nutrida por su ensayo Contra el mito del colapso ecológico (Arpa, 2023), explica los límites y las aporías de un discurso que desarma la acción política, basándose en el caso de una teoría muy difundida a principios de siglo: el pico del petróleo, que supuestamente marcaría el colapso de la civilización industrial. Un texto imprescindible:
La creencia de que la trayectoria de nuestra sociedad se encamina hacia un colapso ecosocial se ha instalado con mucha fuerza, tanto en los imaginarios del ecologismo político como del conjunto de la sociedad. En los círculos ecologistas se multiplican las voces que nos advierten sobre el carácter irreversible de la autodestrucción ecológica de la modernidad. Hoy es posible encontrar este discurso en muchos idiomas. Hay una franquicia de las distintas formas del colapsismo en cada país occidental: del movimiento de adaptación profunda al estoicismo ecologismo de Scranton y su Aprender a morir en el Antropoceno; de la teoría de Olduvai del supremacista Richard Duncan a la colapsología de Servigne y Stevens. Este ánimo aciago del ecologismo tiene vasos comunicantes con los imaginarios de una sociedad cada vez más nihilista, cínica y descreída de cualquier posibilidad de un futuro mejor.
Sin duda, no se trata de un discurso gratuito. La evolución trágica de la crisis ecológica le otorga verosimilitud. El verano del 2023, en el que la combinación de la crisis climática con el fenómeno meteorológico de El Niño ha pulido todos los récords de temperaturas extremas es un claro ejemplo de una experiencia social que, casi de modo espontáneo, nos invita a confundir la realidad con la catástrofe. En el pico de la cuarta ola de calor que ha golpeado España en 2023, es fácil y comprensible dejarse llevar por la tentación de que estamos asistiendo a una suerte de apocalipsis en fascículos. Pero aunque los peores escenarios ecológicos son perfectamente posibles, las posibilidades de transformación ecosocial siguen abiertas. Sin embargo, esta idea, que es el núcleo fundacional del ecologismo político, está siendo crecientemente cuestionada desde dentro del mismo ecologismo por una corriente en auge que concibe cualquier cambio hacia la sostenibilidad como un proceso necesariamente mediado por un gran fracaso colectivo, que se proyecta bajo la categoría de colapso.
En un libro recientemente publicado por Arpa, Contra el mito del colapso ecológico realizo una crítica a estas posiciones ideológicas, que he agrupado bajo la categoría de “colapsismo”, y que están ganando el corazón del ecologismo político. El hilo conductor del libro no es solo constatar que el colapsismo es políticamente muy poco útil para evitar que se cumplan los peores escenarios. Quizá lo más novedoso de la investigación que lo respalda es el desmontaje crítico de los errores de diagnóstico y las inconsistencias teóricas que alimentan la tentación colapsista. Es decir, el problema del colapsismo no estaría solo en sus efectos políticos nefastos, sino en sus cimientos intelectuales: una recopilación parcial de los datos científicos, y, sobre todo, la aplicación de una mala teoría social.

Pero, ¿realmente existe el colapsismo?

Muchas de las voces que dentro del ecologismo han convertido el colapso en el epicentro de su perspectiva rechazan el término “colapsismo”. Consideran que es una etiqueta que no respeta matices, que tiene una connotación pública negativa, que abre debates contraproducentes o sencillamente un fantasma inexistente.
El problema del colapsismo no estaría solo en sus efectos políticos nefastos, sino en sus cimientos intelectuales. EMILIO SANTIAGO
Probablemente, que el grueso del debate se haya dado a través de redes sociales como Twitter, algorítmicamente programadas para generar cámaras de eco y caricaturas polarizadoras, no ha ayudado a que las formas de esta polémica fueran las más amables. A pesar de ello, conviene desdramatizar. La unanimidad es directamente proporcional al anquilosamiento de un movimiento transformador. Cualquier propuesta viva de cambio social alberga posiciones diferentes que friccionan. Y en comparación con otros tiempos pasados, sin duda estas disputas se llevan hoy con un nivel de civilidad comparativa impresionante. A su vez, salvo para fanáticos e integristas, es evidente que diferentes corrientes del ecologismo, más colapsistas o más posibilistas, compartimos lo suficiente como para que podamos y debamos encontrarnos y colaborar en luchas y objetivos concretos. Apostar por una transformación ecologista de nuestra economía que sea justa, en principio, ofrece tanto o más posibilidades para la cooperación que para el desencuentro.
Aunque no es el tema de este texto, dos de las críticas que el colapsismo esgrime para evitar ser pensado como un fenómeno ideológico coherente merecen una respuesta. La primera, es la que considera el colapsismo una parodia para desprestigiar las posiciones decrecentistas. Esta reacción defensiva es un disparate porque decrecimiento no es colapsismo. De hecho, el grueso del movimiento decrecentista internacional no es colapsista, aunque en España se solapen notablemente. Jason Hickel, uno de los grandes gurús del decrecimiento defendía, hace en unas semanas, la idoneidad de un Green New Deal radicalizado, una posición que muchos defendemos y que es profundamente incompatible con la mirada colapsista.
La segunda crítica que debe ser respondida es aquella que afirma que el colapsismo no existe, que se trataría de un hombre de paja. Esta afirmación me resulta especialmente dadaísta e inverosímil. Yo milité en primera persona en los círculos colapsistas fundados alrededor de la hipótesis del pico del petróleo casi 15 años de mi vida. De hecho, el libro de Contra el mito del colapso ecológico tiene mucho de autocrítica, de distancia respecto a posiciones intelectuales con las que he estado profundamente comprometido, que sigo respetando aunque discrepe de ellas y que creo que conozco bastante bien. Lo suficiente no solo para saber que el colapsismo existe, sino también que la etiqueta no es tan desacertada. Al fin a y al cabo, dentro de este microuniverso social, el término “colapsista” es de uso identificativo común. Por ejemplo, en España existe una suerte de jerga que divide este espacio ideológico en dos sensibilidades, los “mo-cos” –moderadamente colapsistas- y los “co-cos” –completamente colapsistas.
Un Green New Deal radicalizado es profundamente incompatible con la mirada colapsista. EMILIO SANTIAGO
Por si había alguna duda, emplear la categoría colapsismo no es un ataque que denigre unas posiciones. Al revés. Es el reconocimiento de una coherencia analítica e ideológica colectiva suficientemente potente como para que merezca la pena tener con ella un debate sobre asuntos en juego que son importantes. En cuanto a la cuestión del decrecimiento, aunque la etiqueta me genera problemas por su inmadurez política, en mi caso afirmo que he abandonado el ecologismo colapsista, pero no el objetivo decrecentista. Si por decrecimiento entendemos la necesaria reducción de muchas dimensiones materiales de nuestra economía para reintegrarlas dentro de los límites planetarios, unido a una crítica a la acumulación de capital como sujeto automático (Marx) y una denuncia a la equiparación falaz de productivismo, consumismo y bienestar, me considero netamente decrecentista. Es más, defiendo que si crees en la justicia social y los derechos humanos en el siglo XXI, probablemente solo puedas ser decrecentista, aunque no te convenza esa bandera, al menos tal y como hoy se formula.

Delimitando el fenómeno ideológico “colapsismo

Hechas estas aclaraciones, ¿qué podemos entender por colapsismo? Una corriente ideológica en formación dentro del ecologismo que considera que algo que se decide llamar “colapso ecosocial” es un destino, o bien un suceso muy probable. Y que además es suficientemente inminente, en términos históricos, como para condicionar las estrategias políticas del presente.
A este primer rasgo definitorio se le añaden otros, que no comparten todas las voces del colapsismo pero sí una parte importante de ellas. Esencialmente, un paquete de especulaciones sobre la sociedad post-colapso, que estaría caracterizada por un descenso importante de la población, un notable retroceso tecnológico, un ascenso del mundo rural y del sector primario frente a la decadencia de lo urbano-industrial y una descomposición de las grandes instituciones de la modernidad en un orden más simplificado, fragmentario y descentralizado. Por último, el colapsismo sería incomprensible sin atender a su letra pequeña política: aunque ningún colapsista busca intencionalmente provocar el colapso –no existe, hasta donde yo conozco, un aceleracionismo colapsista–, muchos de ellos entienden que además de la tragedia que le será inherente el colapso ofrecerá una oportunidad que puede tener rendimiento político. Especialmente para propuestas de signo anarquista o libertario.

Redefiniendo el colapso para hacer el concepto operativo

En mi definición de colapsismo he matizado que los colapsistas consideran inevitable un evento, acontecimiento o proceso “que deciden llamar colapso”  porque uno de los primeros problemas teóricos importantes del colapsismo es la vaguedad del término. En no pocas ocasiones se usa la palabra “colapso” con mucha gratuidad: realmente, la parte más inteligente del colapsismo proyecta un horizonte de futuro peor que irá evolucionando en unos plazos de tiempo dilatados. Lo que es incongruente con el imaginario del colapso, al menos, por dos razones. La primera, porque el hecho de que el futuro será ecológicamente difícil es innegable y aporta poco a un análisis de ecología política. La segunda, porque la conversión del colapso en un largo proceso de degeneración, que pueda durar décadas o incluso siglos, es incoherente con apuesta semántica. Y, mucho más importante, porque desactiva la hipótesis política del colapsismo, que es la primacía, en el corto plazo, de la acción autogestionaria de pequeñas comunidades que ocupan el hueco de un Estado y un Mercado en vías de derrumbe.
El hecho de que el futuro será ecológicamente difícil es innegable y aporta poco a un análisis de ecología política. EMILIO SANTIAGO
La definición de colapso más coherente que manejan los discursos colapsistas es, siguiendo a Tainter, una pérdida drástica de la complejidad social. El problema de esta definición es que la complejidad social es una categoría tan difícil de definir como de medir. Mi propuesta es entender el colapso ecosocial como un fallo muy destructivo, rápido y relativamente irreversible de la capacidad de regulación del Estado (que incluye el mercado, en tanto que todos nuestros mercados funcionan en simbiosis inseparable con el Estado moderno) provocado por un shock o golpe que se origina en la crisis ecológica (escasez energética o de recursos, evento climático extremo, pandemia originada en un proceso de zoonosis). Un escenario de disrupción rápida de la estabilidad reproductiva del orden moderno cuyo derrumbe ofrecería una posibilidad para que estrategias políticas con un fuerte perfil anarquista o autónomo, y con un marcado carácter revolucionario y a la vez local y comunitario, pudiesen triunfar.

El colapsismo ante el examen de los hechos: el pico de Hubbert

En el libro de Contra el mito del colapso ecológico se desglosan con cierto nivel de detalle distintos argumentos que problematizan el esquema base del pensamiento colapsista: desde una revisión actualizada de las evidencias científicas que el colapsismo emplea, y que en algunos campos como la energía admiten importantes matices e interpretaciones alternativas, hasta un cuestionamiento de la viabilidad política de sus ilusiones anarquistas, pasando por un análisis pormenorizado de la arquitectura teórica que sostiene su argumentario. Una arquitectura teórica que, por cierto, presenta unos paralelismos impresionantes al catastrofismo marxista previo a la Primera Guerra Mundial.
Como resumen simplificador, por norma general el colapsismo combina ciencia-natural valiosa, aunque sujeta a muchas incertidumbres, con chapuza sociológica. El resultado es una intervención política problemática, que en el plano de la ciudadanía afianza el clima de nihilismo, resignación y parálisis preexistente. Y en el caso del ecologismo activista, lo desengancha de las demandas y los malestares de las capas populares para lanzarlo a un aventurismo político fantasioso (y que tiene mucho de neoliberalismo inconsciente en tanto que aceptación del mantra ideológico del “no hay alternativa” y la asunción de la impotencia de la política institucional para transformar la sociedad).
La arquitectura teórica del colapsismo presenta unos paralelismos impresionantes al catastrofismo marxista previo a la Primera Guerra Mundial. EMILIO SANTIAGO
La primera década del nuevo milenio estuvo marcada por un intenso debate energético a partir de la publicación de un célebre artículo de Campbell y Laherrère en el año 1998, El fin del petróleo barato1. En dicho artículo se utilizaba la metodología de Hubbert para proyectar un pico global del petróleo en la primera década del siglo XXI, a partir del cual su producción declinaría irreversiblemente. En base a esta proyección, y debido al impresionante carácter petrocéntrico del mundo contemporáneo (80% de combustibles fósiles en su matriz energética, y un cuasi monopolio del petróleo en sectores como el transporte o la agricultura industrial), se generó una escuela colapsista que entendía que la conclusión lógica de este cruce de datos era la inmediata condena a muerte de la sociedad industrial tal y como la conocíamos. La complejidad moderna no podría sostenerse en un contexto de declive irreversible de la disponibilidad energética, lo que auguraba un proceso traumático de simplificación social. Esto es, un colapso. Los acontecimientos de la primera década del 2000 (la invasión de Irak, el incremento espectacular de los precios del crudo dentro del superciclo de las materias primas empujado por el desarrollo chino, la crisis financiera de 2008) contribuyeron mucho a conformar la narrativa del peak oil como una mirada novedosa que articulaba los sucesos de aquella década con una coherencia explicativa muy potente.
De aquel magma discursivo surgió una red internacional conectada a través de toda una serie de páginas web, blogs y foros de discusión online (que en España lideró la web Crisis Energética, que hizo un impresionante trabajo tanto de traducción como de producción propia de pensamiento alrededor del peak oil). Se trató (y aun se trata) de una red híbrida, en parte conformada por científicos preocupados por el agotamiento de los combustibles fósiles y en parte por ciudadanos que, una vez iniciados en un conocimiento enormemente disruptivo para sus vidas, o bien trataban de profundizar en él y contribuir a su desarrollo o bien mostraban alguna vocación adaptativa de muy diversas formas. Como constata Mathew Schneider-Mayerson, y no es casual sino una consecuencia lógica de los esquemas colapsistas, la mayoría de estas reacciones fueron estrictamente individuales2. De hecho, la iniciación en el peak oil en EEUU supuso un importante desencadenante de giros biográficos –mudanzas, cambios de trabajo-, y en algunos casos, la puerta de entrada a la subcultura preparacionista. Otras respuestas, más minoritarias, adquirieron un carácter más colectivo, como ocurrió con el movimiento de Ciudades en Transición, que surgió en el mundo anglosajón. O con la recepción de la tesis del peak oil por parte de movimientos sociales como el ecologismo o el anarquismo en España. Lo que unía todo este conglomerado de iniciativas y voces era la proyección de una enorme ruptura civilizatoria, que tendría impactos inminentes en la normalidad capitalista, y que era tan segura y contrastada que hasta se podía fechar con relativa exactitud algunos de sus efectos.
La red colapsista es híbrida, en parte conformada por científicos preocupados por el agotamiento de los combustibles fósiles y en parte por ciudadanos que, una vez iniciados en un conocimiento enormemente disruptivo para sus vidas, o bien trataban de profundizar en él y contribuir a su desarrollo o bien mostraban alguna vocación adaptativa de muy diversas formas. EMILIO SANTIAGO
A continuación, un ejemplo de estos pronósticos que eran comunes en aquel momento. En el editorial del número cero de la revista colapsista ibérica 15/15\15, un ejercicio de literatura ficción que se colocaba retrospectivamente en el año 2030, puede leerse la siguiente predicción que da nombre a la publicación: “Se había calculado que en tan sólo 15 años a partir de aquel 2015, no quedaría más que el 15% de la energía con la que el petróleo había venido sosteniendo la Civilización del Crecimiento”. Este enfoque de abrupta escasez energética daba continuidad al trabajo pionero de gente como Pedro Prieto con la mencionaba web Crisis energética o como Ramón Fernández Durán, quién publicó en 2008 el libro El crepúsculo de la era trágica del petróleo, uno de los primeros libros que trabajó este tema en España, donde pueden leerse interpretaciones de los informes de la Agencia Internacional de la Energía en las que se concluye “al ritmo actual del crecimiento de la demanda de petróleo en el mundo, en el 2012 esa demanda ya no podrá ser satisfecha, o quizás antes”.

Una alteración en el terreno energético

Sin embargo, hacia el año 2019 resultaba evidente que el relato del peak oil no cuadraba con la realidad. Como yo mismo apuntaba aquel año, en el primer texto en el que tomé cierta distancia respecto a los que por entonces eran mis compañeros de militancia: “Dos son las realidades que vuelven nuestro discurso especialmente contraintuitivo a ojos de las mayorías: (a) el precio del petróleo está relativamente bajo, en comparación con las cifras estratosféricas de antes de 2014, y (b) la economía mundial sigue creciendo, aunque lo haga a costa de acumular contradicciones en una demencial huida financiera hacia delante”.
Un poco más adelante el artículo ponía el acento en el que era el núcleo de experiencia cotidiana que contradecía nuestras creencias colapsistas: “en 2004, cuando supimos gracias a una charla de Pedro Prieto del peak oil y los planteamientos de Hubbert, nos parecía imposible llegar a 2019 con este nivel de continuidad esencial en la forma de vida moderna”.
Sin duda la década de los diez había sido turbulenta. La crisis financiera puso contra las cuerdas el supuesto fin de la historia neoliberal. Su gestión austericida, especialmente integrista en Europa, provocó un ejercicio de tortura sádico e innecesariamente doloroso sobre el cuerpo social. Revueltas y estallidos populares cambiaron el mapa político del mundo. Pero hacia mediados de década, era evidente, al menos en Occidente, pero también en China y en muchos países emergentes, que el suministro energético, el orden público o la seguridad alimentaria no se habían visto sustancialmente alterados. Al menos no a la escala que preveíamos. También resultaba poco discutible que la producción de petróleo había continuado incrementándose gracias a la revolución tecnológica del fracking en EEUU, aunque esto implicara nuevos problemas técnicos y financieros de diverso tipo. O que la percepción de riesgo de escasez energética, que había sido notable entre las élites durante los años 2000, había disminuido radicalmente. Un auténtico “change game” al que se le puede seguir la pista en el cambio de posiciones de algunos autores que habían ayudado mucho a consolidar el discurso del peak oil, como el español Mariano Marzo o el italiano Ugo Bardi.
Hacia mediados de década, era evidente, al menos en Occidente, pero también en China y en muchos países emergentes, que el suministro energético, el orden público o la seguridad alimentaria no se habían visto sustancialmente alterados. EMILIO SANTIAGO
A día de hoy, en los círculos de especialistas energéticos, el sentimiento predominante es que el momento peak oil fue una falsa alarma. O al menos, un problema parcialmente pospuesto –aunque no definitivamente resuelto–. Como ejemplo, una de las figuras más importantes del pensamiento energético en España, Antxón Olabe, asesor del Ministerio de Transición Ecológica entre los años 2018 y 2020, y uno de los cerebros del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (la hoja de ruta oficial del gobierno español para la descarbonización del país), se refería en su último libro a la cuestión del peak oil con estas palabras, de las que extraigo algunos fragmentos relevantes:
Los defensores de dicha hipótesis se equivocaron. En los casos ideológicamente más extremos, se construyó toda una narrativa sobre el inevitable colapso ecosocial y civilizador, cuya causa principal sería la incapacidad del sistema energético para bombear petróleo barato a la economía (…). Pues bien, una década y media después, el sistema energético mundial, lejos de enfrentar un problema de escasez de oferta de crudo, dispone, como hemos dicho, de reservas de petróleo equivalentes a cincuenta años de la producción actual (…).
Y después de enumerar las diferentes innovaciones en curso que están surgiendo para enfrentar la crisis climática (despliegue de renovables, movilidad eléctrica), Olabe concluye afirmando que “el auténtico problema del sistema energético en general, y del sector del petróleo en particular sea, a medio y largo plazo, el de encontrarse con una ingente cantidad de activos varados”.
Que la hipótesis del peak oil, tal y como se enunciaba en la primera década de los 2000, no se haya cumplido, no significa que no enfrentemos problemas energéticos serios. Los descubrimientos de nuevos yacimientos presentan una curva descendente desde hace décadas. La concentración de recursos rentables en algunos territorios sigue siendo una fuente peligrosa de vulnerabilidad, como nos ha demostrado la invasión rusa de Ucrania, lo que nos recuerda que el suministro energético seguirá siendo la principal fuente de tensión de la geopolítica contemporánea. Los petróleos no convencionales que nos ofreció el boom del esquisto en los EEUU son más caros, más difíciles de extraer, menos versátiles y mucho más contaminantes. No es descartable además que se trate de un respiro energético relativamente corto en términos históricos. Además, la petrodependencia extrema de la sociedad moderna augura que la transición a una economía descarbonizada será una tarea titánica y llena de riesgos, salpicada de turbulencias y con altas posibilidades de cometer graves errores colectivos. Pero este escenario de rendimientos energéticos decrecientes y problemas sociopolíticos asociados a ellos no asegura, en ningún caso, el derrumbe de la civilización industrial. Como tampoco es verdad que las energías renovables no puedan sustentar un cambio en la matriz energética de una sociedad industrial (aunque el debate de su capacidad está abierto y no hay consenso, la mayoría de los estudios apuntan a que sociedad moderna –con cambios importantes– y renovables son fenómenos perfectamente compatibles). Este es el tipo de saltos argumentativos exagerados que la ideología colapsista favorece, y que desorientan, y comprometen para mal, las estrategias del ecologismo transformador.

Descifrando la fórmula del error colapsista

¿Cómo podemos explicar el error de la hipótesis colapsista con el peak oil? Los mecanismos mentales y argumentativos que alimentan el colapsismo son muchos. Los hay de tipo psicológico, los hay relacionados con inercias culturales e imaginarias monopolizadas por la distopía, los hay que tienen que ver con cuestiones microsociológicas y también con la adecuación de la teoría a ciertos axiomas políticos, como ocurrió con el caso de su celebrada recepción anarquista. Expongo, de manera muy simplificada, cinco elementos recurrentes de tipo epistemológico y teórico que ayudan a entender qué falló en las proyecciones de los círculos del peak oil, y que forman parte  del sustrato intelectual del pensamiento colapsista:
– Un cierto nivel de sesgo de confirmación científica, priorizando siempre aquellas perspectivas o datos que, en debates académicos muy complejos y llenos de incertidumbres, se adecuaban más al relato general.
– Un acusado reduccionismo, como si el petróleo y su declive pudieran abarcar el conjunto de los fenómenos de la historia reciente, obviando las muchas otras dimensiones de los acontecimientos, en muchos casos con un poder explicativo mayor (como ocurre en estos círculos con la crisis financiera del 2008).
– Un notable mecanicismo, que sistemáticamente ha minusvalorado el dinamismo abierto de lo social y su capacidad adaptativa en muchos frentes, desde la innovación tecnológica hasta la posibilidad de diferentes arreglos económicos y políticos. Dos factores que han ido modulando el estrés energético del siglo XXI desobedeciendo el guion prestablecido por la teoría.
– Un enfoque determinista, en el que la energía se entiende del mismo modo que entendía el marxismo más vulgar la economía: como la base infraestructural de la que depende el comportamiento evolutivo de la sociedad.
– Un cierto abuso del concepto de sistema, que facilita una confusión constante de las escalas macro y micro, difuminar lo particular de las coyunturas en un esquema explicativo general, y apostar demasiado a una noción de crisis gobernada bajo la idea de efecto dominó.

El Reino de la Libertad no está clausurado

Este tipo de errores teóricos serían irrelevantes si quedaran dentro del campo de la experimentación académica. Pero cristalizan en narrativas simplificadas, mitos e ideas fuertes con una influencia creciente en el debate y en la acción del movimiento ecologista. Los cuadros políticos ecologistas que están llamados a ejercer un liderazgo esencial en las próximas décadas hoy se socializan en ambientes ideológicos que invitan a todo tipo de confusiones peligrosas. Por ejemplo, llevándole la contraria el grueso del trabajo académico al respecto, que las energías renovables son un apéndice de los combustibles fósiles. Un espejismo energético por el que no merece la pena apostar ya que todo futuro sostenible pasa por aproximarnos a una realidad metabólica de signo preindustrial. Por cierto, que las energías renovables puedan sostener una civilización industrial, aunque sea transformada en parámetros importantes como la alimentación o la movilidad, no elimina los problemas y las violencias de su implementación bajo una gramática económica capitalista. Pero este es otro debate: el de la necesidad del ecosocialismo. Otra confusión peligrosa que promueve el colapsismo es  pensar que desentenderse del Estado es una opción científicamente respaldada por la supuesta descomposición irreversible de nuestros niveles de complejidad social.
Los errores teóricos cristalizan en narrativas simplificadas, mitos e ideas fuertes con una influencia creciente en el debate y en la acción del movimiento ecologista. EMILIO SANTIAGO
Como estamos viendo en Francia estos días con la antidemocrática ilegalización del movimiento Lés Soulèvements de la Terre, no hace falta que un gobierno de extrema derecha explícita llegue al poder para que el ecologismo sufra procesos represivos profundamente desarticuladores. Y este pulso, aunque tendrá que jugarse en la calle, no se ganará solo en la calle. Se ganará en el Estado, en una guerra de posiciones ardua e intermitente (Gramsci) por construir mayorías sociales con capacidad de gobierno. Y la primera premisa para la victoria pasa por no obviar que ese es el terreno de juego que ningún colapso repentino nos va a ahorrar.
Que el pico del petróleo, tal y como se concebía a principios de los 2000, haya resultado una falsa alarma no significa que no enfrentemos problemas ecológicos existenciales. Riesgos que ponen en peligro la vida social tal y como la conocemos. Un siglo XXII habitable sigue sin estar asegurado. Si la energía nos está dando una tregua, lo está haciendo a costa de agravar y acelerar el desastre climático en curso, un frente donde las malas noticias se están acelerando, tal y como hemos podido comprobar en primera persona del plural en el pasado verano terrible. La hecatombe de la biodiversidad sigue comprometiendo peligrosamente el futuro. Pero en ambos casos tenemos aún margen de maniobra temporal para impulsar las transformaciones estructurales que necesitamos, en parte tecnológicas pero sobre todo socioeconómicas y políticas. Y a diferencia de lo que planteaba la hipótesis del peak oil, que con su descenso energético drástico comprometía también nuestra capacidad de reacción, estas alternativas son pensables y ejecutables desde un cierto nivel de continuidad material (que no económica, que debe ser transformada radicalmente) con los fundamentos de la vida moderna. Lo que despeja el horizonte de cambio y lo torna factible.
Que el pico del petróleo, tal y como se concebía a principios de los 2000, haya resultado una falsa alarma no significa que no enfrentemos problemas ecológicos existenciales. EMILIO SANTIAGO
Por supuesto, la solución a la crisis ecológica pasa por una contracción selectiva de muchos sectores productivos para resituarlos dentro de unos límites ecológicos seguros, que hoy han sido peligrosamente violados (ese objetivo que el decrecimiento apunta, aunque todavía esté lejos de ser una idea políticamente funcional). También, y de modo más profundo pero más complejo, la sostenibilidad exige desactivar la maldición autómata de la bulimia capitalista, transitando hacia un orden económico racional, que facilite la planificación democrática de una producción ecológicamente viable en el tiempo, redistribuyendo riqueza y garantizando el acceso universal a la seguridad material. Un proyecto que muchos seguimos pensando en términos ecosocialistas.
Que el colapsismo, al menos en su vertiente energética, se esté demostrando, a la luz de los hechos, una mitología basada en errores científicos y teóricos, es para los ecosocialistas, una buenísima noticia: nos anima a pensar que el bien mayor, el proyecto emancipador que Marx llamó el Reino de la Libertad, no está clausurado. Su consecución pasa, sin duda, por superponer su construcción paulatina con la tarea prioritaria de nuestra generación, que es evitar el mal mayor: una trayectoria Tierra Invernadero que impida la vida humana civilizada en nuestro planeta. Para quienes dimos durante muchos años al colapso de la sociedad industrial la categoría de un destino, descubrir que no estábamos en lo cierto supone una fuente de alegría política que el conjunto del ecologismo transformador se merece disfrutar.
NOTAS
1. Colin J. Campbell, Jean H. Laherrère, « The End of Cheap Oil », Scientific American, vol. 278, N° 3, 1998, p. 78–83.
2. Matthew Schneider-Mayerson, Peak Oil : Apocalyptic Environmentalism and Libertarian Political Culture, Chicago, University of Chicago Press, 2015.
Fuente: Legrandcontinent.eu

Mensaje del Papa Francisco a la COP28

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Lamento no poder estar reunido personalmente con ustedes, como hubiera querido, pero me hago presente porque la hora es apremiante. Me hago presente porque, ahora más que nunca, el futuro de todos depende del hoy que escojamos. Me hago presente porque la devastación de la creación es una ofensa a Dios, un pecado no sólo personal sino estructural que repercute en el ser humano, sobre todo en los más débiles; un grave peligro que pende sobre cada uno y que amenaza con desencadenar un conflicto entre generaciones. Me hago presente porque el cambio climático es «un problema social global que está íntimamente relacionado con la dignidad de la vida humana» (Exhort. ap. Laudate Deum, 3). Me hago presente para formular una pregunta a la que estamos llamados a responder ahora: ¿trabajamos por una cultura de la vida o de la muerte? Les pido de corazón: ¡escojamos la vida, elijamos el futuro! ¡Escuchemos el gemido de la tierra, oigamos el clamor de los pobres, demos oídos a las esperanzas de los jóvenes y a los sueños de los niños! Tenemos una gran responsabilidad: velar porque no se les niegue el futuro.
Está demostrado que los cambios climáticos actuales derivan del calentamiento del planeta, causado principalmente por el aumento de gases de efecto invernadero en la atmósfera, provocado, a su vez, por la actividad humana, que en los últimos decenios se ha vuelto insostenible para el ecosistema. La ambición por producir y poseer se ha convertido en una obsesión, y ha desembocado en una avidez sin límites, que ha hecho del ambiente objeto de una explotación desenfrenada. El clima trastornado es una advertencia para que detengamos semejante delirio de omnipotencia. El único camino para poder vivir en plenitud es que volvamos a tomar conciencia, con humildad y valentía, de nuestro límite.
¿Qué obstaculiza este itinerario? Las divisiones que existen entre nosotros. Pero un mundo interconectado, como el actual, no puede estar desvinculado en quienes lo gobiernan, mientras las negociaciones internacionales «no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global» (Carta encíclica Laudato si’, 169). Nos hallamos frente a posturas rígidas, cuando no inflexibles, que tienden a proteger los ingresos propios y de sus empresas, justificándose a veces por lo que otros han hecho en el pasado, con reiteradas evasiones de responsabilidad. Pero la tarea a la que estamos llamados hoy no es hacia el ayer, sino hacia el mañana; un mañana que, nos guste o no, será de todos o no será.
Impresionan, en particular, los tentativos de atribuirle la responsabilidad a los pobres o al número de nacimientos. Son tabús que hay que objetar con decisión. No es culpa de los pobres, porque casi la mitad del mundo, la más pobre, es responsable de apenas el 10% de las emisiones contaminantes, mientras que la distancia entre los pocos acomodados y los muchos desfavorecidos nunca ha sido tan profunda. Ellos son, en realidad, las víctimas de lo que está sucediendo. Pensemos en las poblaciones indígenas, en la deforestación, en el drama del hambre, de la inseguridad hídrica y alimentaria, en los flujos migratorios provocados. Con respecto a los nacimientos, no son un problema, sino un recurso; no están en contra de la vida, sino a su favor, mientras que ciertos modelos ideológicos y utilitaristas que se les imponen a las familias y poblaciones, con guantes de seda, son verdaderas colonizaciones. Que no se perjudique el desarrollo de tantos países, ya sobrecargados de pesadas deudas económicas, sino más bien se considere la repercusión que tienen pocas naciones, que son responsables de una preocupante deuda ecológica respecto a otras (cf. ibíd., 51-52). Sería justo encontrar modos adecuados para condonar la deuda económica que grava sobre varios pueblos, teniendo en cuenta la deuda ecológica que hay en favor de ellos.
Señoras y señores, permítanme que, en nombre de la casa común donde vivimos, me dirija a ustedes, como a hermanos y hermanas, para preguntarles: ¿cuál es el camino para salir de esto? Es el que ustedes están recorriendo en estos días: un camino conjunto, el multilateralismo. En efecto, «el mundo se vuelve tan multipolar y a la vez tan complejo que se requiere un marco diferente de cooperación efectiva. No basta pensar en los equilibrios de poder […]. Se trata de establecer reglas globales y eficientes» (Laudate Deum, 42). En tal sentido, causa preocupación que el calentamiento del planeta esté acompañado por un enfriamiento del multilateralismo, por una creciente desconfianza en la Comunidad internacional, por una pérdida de la «conciencia común de ser […] una familia de naciones» (S. Juan Pablo II, Discurso a la quincuagésima Asamblea General de las Naciones Unidas, Nueva York, 5 octubre 1995, 14). Es esencial reconstruir la confianza, fundamento del multilateralismo.
Esto es válido para el cuidado de la creación y también para la paz. Son las temáticas más urgentes y están mutuamente relacionadas. ¡Cuántas energías está malgastando la humanidad en las numerosas guerras en curso, como en Israel y Palestina, en Ucrania y en muchas regiones del mundo; conflictos que no resolverán los problemas, sino que los aumentarán! ¡Cuántos recursos desperdiciados en armamento, que destruyen vidas y arruinan la casa común! Lanzo de nuevo una propuesta: «con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares, constituyamos un Fondo mundial para acabar de una vez con el hambre» (Carta enc. Fratelli tutti, 262; cf. S. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 51) y llevar a cabo actividades que promuevan el desarrollo sostenible de los países más pobres, para combatir el cambio climático.
Es tarea de nuestra generación prestar oído a los pueblos, a los jóvenes y a los niños para sentar las bases de un nuevo multilateralismo. ¿Por qué no comenzar por la casa común? Los cambios climáticos muestran la necesidad de un cambio político. Salgamos del atolladero de los particularismos y nacionalismos, que son esquemas del pasado. Abracemos una visión alternativa, común; esta nos permitirá una conversión ecológica, porque «no hay cambios duraderos sin cambios culturales» (Laudate Deum, 70). En tal sentido, les aseguro el compromiso y respaldo de la Iglesia católica, particularmente activa en la educación y sensibilización a la participación común, así como en la promoción del cuidado de la casa común.
Hermanas y hermanos, es esencial un cambio de ritmo que no sea una modificación parcial de ruta, sino un modo nuevo de avanzar juntos. Si en la senda de la lucha contra el cambio climático, que se abrió en Río de Janeiro en 1992, el Acuerdo de París supuso «un nuevo comienzo» (ibíd., 47), urge ahora relanzar el camino. Se necesita dar un signo de esperanza concreto. Que esta COP sea un punto de inflexión, que manifieste una voluntad política clara y tangible, que conduzca a una aceleración decisiva hacia la transición ecológica, por medio de formas que posean tres características: «que sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente» (ibíd., 59). Y que se realicen en cuatro campos: la eficiencia energética, las fuentes renovables, la eliminación de los combustibles fósiles y la educación a estilos de vida menos dependientes de estos últimos.
Por favor, vayamos hacia adelante, no para atrás. Es notorio que varios acuerdos y compromisos asumidos «han tenido un bajo nivel de implementación porque no se establecieron adecuados mecanismos de control, de revisión periódica y de sanción de los incumplimientos» (Laudato si’, 167). Se trata aquí de no aplazar más, no sólo de desear sino de realizar el bien de vuestros hijos, de vuestros ciudadanos, de vuestros países, de nuestro mundo. Sean ustedes artífices de una política que dé respuestas concretas y unificadas, demostrando de este modo la nobleza de la responsabilidad que revisten y la dignidad del servicio que prestan. Porque para eso está el poder, para servir. No tiene ningún sentido preservar hoy una autoridad que mañana será recordada por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario (cf. ibíd., 57). La historia se los agradecerá. Y también las sociedades en las que viven que, en su interior, se encuentran nefastamente divididas en “bandos”: catastrofistas o indiferentes, ambientalistas radicales o negacionistas climáticos. Es inútil que nos adentremos en estas formaciones; en este caso, como en la causa de la paz, no llevan a ninguna solución. El remedio es la buena política: si un ejemplo de concreción y cohesión viene del vértice, beneficiará a las bases, donde tantos, sobre todo jóvenes, ya están comprometidos con la promoción del cuidado de la casa común.
Que el 2024 marque el punto de inflexión. Para ello, desearía que un episodio que tuvo lugar en 1224 fuera un signo favorable. En ese año Francisco de Asís compuso el Cántico de las criaturas. Lo hizo tras una noche de sufrimiento físico, ya completamente ciego. Después de esa noche de lucha, con el ánimo reconfortado gracias a una experiencia espiritual, quiso alabar al Altísimo por todas aquellas criaturas que ya no podía ver, pero que percibía como hermanos y hermanas, porque provenían del mismo Padre y eran comunes a todos los hombres y mujeres. Un iluminado sentido de fraternidad lo llevó, de esa manera, a transformar el dolor en alabanza y el cansancio en compromiso. Poco después le agregó otra estrofa, en la que alababa a Dios por los que perdonan, y lo hizo para zanjar ―con éxito― una escandalosa pelea entre el primer magistrado y el obispo. También yo, que llevo el nombre de Francisco, quisiera decirles con sinceridad de corazón: ¡dejemos atrás las divisiones y unamos las fuerzas! Y, con la ayuda de Dios, salgamos de la noche de la guerra y de la devastación ambiental para transformar el futuro común en un amanecer luminoso. Gracias.

COP28 Dubái

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Conferencia sobre el Cambio Climático COP28

Las temperaturas mundiales siguen alcanzando niveles récord y, a medida que hemisferio norte se acerca al invierno, el calor diplomático aumenta con todas las miradas puestas en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), donde los líderes mundiales se reunirán del 30 de noviembre al 12 de diciembre para trazar una ambiciosa ruta en la lucha contra el cambio climático.

¿Qué es una COP?

Las conferencias de las Naciones Unidas sobre el clima son reuniones anuales a gran escala centradas en la acción climática. También se denominan COP, Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Estamos en la 28.
La Convención entró en vigor el 21 de marzo de 1994 para prevenir la interferencia humana peligrosa en el sistema climático.
Hoy, ratificada por 198 países, cuenta con una adhesión casi universal. El Acuerdo de París, adoptado en 2015, funciona como una extensión de esa convención.
Se espera que más de 60,000 delegados asistan a la COP28, incluidos los Estados miembros de la Convención, líderes de la industria, jóvenes activistas, representantes de comunidades indígenas, periodistas y otras partes interesadas.
Es un momento crítico para la acción climática mundial y el futuro del planeta.
La COP28 nos proporcionará un vistazo de la realidad, la culminación de un proceso llamado Global Stocktake (Evaluación Global), sobre qué tan lejos ha llegado el mundo en la lucha contra la crisis climática y lo mucho que hay que corregir el rumbo.

Por qué es importante esta COP28?

Desde la adopción del acuerdo climático de París en la COP21 de 2015, las conferencias posteriores han girado en torno a la aplicación de su objetivo clave: detener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 2° centígrados, y proseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales.
Si París nos dio el acuerdo, Katowice (COP24) y Glasgow (COP26) nos mostraron el plan. Sharm el-Sheikh (COP27) nos encaminó a la implementación.
Ahora se espera que la COP28 sea un punto de inflexión, en el que los países no sólo acuerden qué acciones más firmes se van a tomar, sino que muestren cómo llevarlas a cabo.
Medir el progreso hacia la consecución de los objetivos de París en cuanto a mitigación, adaptación y financiación climática, y la adaptación de los planes existentes es una parte clave del rompecabezas, y es por ello por lo que la COP28 adquiere mayor importancia.
El primer balance mundial, que comenzó en la COP26 de Glasgow, concluirá en Dubái.
El proceso está diseñado para ayudar a identificar qué más queda por hacer y guiar a los países hacia planes más ambiciosos y acelerados.
Así pues, la decisión que adopten las Partes en la COP28 podría convertirse en el resultado más significativo desde la Conferencia de París de 2015.

¿Qué está en juego?

Literalmente, la salud de nuestro planeta y el bienestar de la humanidad.
“La Antártida ha sido llamada el gigante dormido, pero ahora está siendo despertada por el caos climático”, advirtió el Secretario General de la ONU, António Guterres, durante su visita a la Antártida previa a la COP28.
El hielo marino antártico está en su punto más bajo.  Las nuevas cifras muestran que este pasado mes de septiembre, estuvo 1.5 millones de kilómetros cuadrados por debajo del promedio para la época del año, “un área aproximadamente del tamaño de Portugal, España, Francia y Alemania juntos“.
Todo esto supone una catástrofe en todo el mundo. Lo que pasa en la Antártida no se queda en la Antártida. Y lo que ocurre a miles de kilómetros tiene un impacto directo aquí mismo”, afirmó.
Más de un siglo de la quema de combustibles fósiles y el uso insostenible de la energía y la tierra ya ha provocado un calentamiento global de 1.1° por encima de los niveles preindustriales. Cada incremento en el calentamiento exacerba la intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos como las olas de calor, las inundaciones, las tormentas y los cambios climáticos irreversibles.
2023 va camino de ser el año más caluroso, mientras que los últimos ocho años han sido los más calurosos registrados mundialmente, impulsados por el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero y el calor acumulado.
Guterres ha dado la voz de alarma en varias ocasiones advirtiendo de que, si nada cambia nos dirigimos hacia un aumento de la temperatura de 3°, lo que significa un mundo peligroso e inestable para el ser humano y todos los sistemas de vida del planeta que nos alimentan y protegen.
La humanidad ha abierto las puertas del infierno. Un calor espantoso está teniendo efectos espantosos“, afirmó el máximo responsable de la ONU.
Casi la mitad de la población mundial vive en regiones muy vulnerables al cambio climático. Puede que los países menos desarrollados, sin litoral y los países isleños hayan contribuido poco a esta crisis, pero son ellos los que están en primera línea, sufriendo sus consecuencias mortales.
Jóvenes activistas de la sociedad civil envían un mensaje a los negociadores en el centro de conferencias de la COP27 mientras la charla se alarga en Sharm el-Sheikh, Egipto.Kiara Worth. Jóvenes activistas de la sociedad civil envían un mensaje a los negociadores en el centro de conferencias de la COP27 mientras la charla se alarga en Sharm el-Sheikh, Egipto.

¿Qué entendemos por una acción climática más enérgica?

El Secretario General de la ONU ha recordado en repetidas ocasiones que la urgencia actual de acción climática se ve empequeñecida por la magnitud de la crisis, pero el “futuro no está fijado”.
La ciencia es clara: aún es posible limitar el aumento de la temperatura a 1.5° y evitar lo peor del cambio climático. Pero sólo con decisiones drásticas e inmediatas, que incluyan:

  • la reducción del 45% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 en comparación con los niveles de 2010
  • el logro de las cero emisiones netas globales para 2050
  • una transición justa y equitativa de los combustibles fósiles (petróleo y gas) a las fuentes de energía renovables
  • un aumento de las inversiones en adaptación y resiliencia a las alteraciones climáticas

Pero hay más, como cumplir los compromisos financieros de apoyo para los países en desarrollo, garantizando 100,000 millones de dólares anuales para poner en marcha el fondo de pérdidas y daños, acordado el año pasado en la COP27, un símbolo de justicia climática.
Sin embargo, el informe de síntesis sobre las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) de la Convención, publicado en noviembre, muestra que el mundo está fracasando en su tarea de controlar la crisis climática.
La ambición mundial se estancó el año pasado y los planes nacionales sobre el clima están sorprendentemente desalineados con la ciencia“, dijo el máximo representante de la ONU.

¿Qué papel desempeñan los Emiratos Árabes Unidos, país anfitrión de la COP28?

Las conferencias de la ONU sobre el clima son acogidas cada año por un país diferente. Este año, los Emiratos Árabes Unidos será el anfitrión de la cumbre COP28 entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre de 2023.
El anfitrión también nombra a un presidente que dirige las negociaciones sobre el clima y proporciona liderazgo y visión general.
Sultan al-Jaber, ministro de Industria y Tecnología Avanzada de los Emiratos presidirá las negociaciones de la COP28.
La nueva presidencia ha declarado que se centrará principalmente en los cambios en cuatro áreas clave:

  • acelerar la transición energética y reducir las emisiones antes de 2030
  • transformar la financiación climática, cumpliendo las viejas promesas y estableciendo el marco para un nuevo acuerdo
  • situar la naturaleza, las personas, la vida y los medios de subsistencia en el centro de la acción por el clima
  • movilizar para la COP más inclusiva de la historia

¿Cómo contribuirá la COP28 a la lucha mundial contra el cambio climático?

Casi ocho años después del acuerdo de París y a mitad de camino de la agenda 2030, la COP28 es una oportunidad para emprender un nuevo camino hacia una acción climática eficaz.
Como muestran varios informes de la ONU, el mundo no va por buen camino para cumplir los objetivos del acuerdo de París, pero la esperanza es que los gobiernos en la COP28 establezcan una hoja de ruta para acelerar la acción climática.
En 2020, cada país presentó sus planes nacionales sobre su actuación en materia del clima, incluyendo la reducción de las emisiones nacionales y adaptarse a los efectos del cambio climático.
Con la próxima ronda de estos planes prevista para 2025, el resultado del proceso de evaluación mundial podría animar a los países a aumentar su ambición y fijar nuevos objetivos, superando las políticas y compromisos existentes.
Con tanto en juego, la conferencia de Dubái es un momento decisivo para cambiar el rumbo de la crisis climática.
Fuente: News.un.org