Archivo de la categoría: Antropología de la Religión

Factor religioso como fenómeno humano

Acción de gracias

[Visto: 563 veces]

Congresista Urquizo

“Debemos dar gracias a Dios por el crecimiento económico que hemos logrado en los últimos diez años”, pidió el legislador José Urquizo (NGP), en un masivo acto religioso de “Acción de Gracias”, realizado en el Congreso de la República con la participación de los congresistas Marisol Pérez Tello (APGC) y Julio Rosas (GPF).
El parlamentario dijo que se debe orar para restaurar nuestra relación con Dios y también pidió orar por el Presidente de la República y su familia para que sus decisiones sean siempre las más convenientes para el desarrollo de nuestro pueblo. “Que Dios nos ilumine a todos, a fin de que todas nuestras decisiones sean siempre a favor del pueblo”, expresó el congresista Urquizo.
El legislador pidió también que se aleje todo individualismo y personalismo de las autoridades para que se mejore la cosa pública y que “Dios nos proteja y nos aleje de todo mal”.
En el acto religioso, realizado en la sala Grau del Congreso, participó el congresista Julio Rosas, quien recordó que cada 30 de julio es el Día de la Acción de Gracias. Dijo que se puede separar la religión del Estado, pero que no se puede separar al Estado, a la familia, a la educación o a la justicia de Dios.
También participó la congresista Pérez Tello, quien dijo que se debe pedir más sabiduría y dio lectura un Salmo que concluye diciendo: “Nuestro refugio, es el Dios de Jacob”.
La Acción de Gracias, fue amenizada por una banda juvenil y la prédica de la palabra de Dios estuvo a cargo del pastor Luis Orestes, entre otros.
Fuente: Congreso de la República.

Confirmar la fe

[Visto: 539 veces]

Un Papa así, no se había visto nunca ¿lo conseguirá?
El viaje simbólico a Lampedusa. La gran popularidad. La reforma de la curia. El calculado silencio sobre temas éticos. Pero también el primer error en un nombramiento para el IOR. El reto de Francisco para cambiar la Iglesia encuentra obstáculos y enemigos, también en el Vaticano. 
Por Sandro Magister- L’Espresso
Al entrar en su cuarto mes como Papa, Jorge Mario Bergoglio ha producido su primera encíclica y realizado su primer viaje, dos actos simbólicamente poderosos, pero de signo casi opuesto.
Es verdad que la “Lumen fidei” lleva la firma de Papa Francisco, pero ha sido ideada y escrita casi en su totalidad por Benedicto XVI. Haciéndola propia, Bergoglio ha querido testimoniar su plena conformidad con su predecesor en el desarrollo de la misión típica de los sucesores de Pedro: “confirmar la fe”.
El viaje a Lampedusa marca, en cambio, una separación neta. El teólogo Joseph Ratzinger, para expresar de una manera cristiana el encuentro y el choque entre civilizaciones, habría impartido gustosamente una docta “lectio magistralis” en la universidad islámica de Al Azhar. El pastor Bergoglio, en cambio, se ha inspirado en Francisco y, del mismo modo que el santo de Asís empezó su misión besando a los leprosos, expulsados de las ciudades de la época, así el Papa que ha tomado su nombre ha querido ir, antes de nada, a una islita perdida, atracadero y naufragio de miles de emigrantes y prófugos. En la misa ha querido que se volvieran a escuchar las páginas bíblicas de Caín que mata a Abel y de la matanza de los inocentes. Un viaje de penitencia.
No es extraño que después del viaje a Lampedusa la popularidad universal de Francisco haya tocado sus picos más altos. “Las estadísticas las hace Dios”, ha dicho. Pero hay una evidente coincidencia entre las palabras y los gestos de este Papa y los que le podría sugerir un planificador científico de su éxito. Es difícil que la opinión pública católica y laica conteste algo de lo que hace y dice, empezando por ese “cuánto me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres” que se ha convertido en el carné de identidad del actual pontificado.
EL INFALIBLE PARADIGMA
Un elemento clave de la popularidad de Francisco es su credibilidad personal. Como arzobispo de Buenos Aires vivía en un modesto piso de dos habitaciones. Se cocinaba él mismo. Se movía en autobús y metro. Huía como de la peste de las citas mundanas. No ha querido nunca hacer carrera, más bien al contrario, se apartó con paciencia cuando su misma Compañía de Jesús, de la cual había sido durante algunos años el superior provincial en Argentina, lo depuso y aisló bruscamente.
También por esto, cada vez que invoca pobreza para la Iglesia y golpea fuerte contra las ambiciones de poder y la codicia presentes en el ámbito eclesiástico, ninguna voz se alza para criticarlo. ¿Quién podría justificar la opresión del necesitado y hacer apología de las inmerecidas carreras? ¿Quién podría contestar a Francisco que hay que predicar una cosa y hacer la contraria? En los labios del actual Papa, lo de la Iglesia pobre es un paradigma infalible. Logra un consenso prácticamente universal, tanto entre los amigos como entre los enemigos más acérrimos de la Iglesia, los que la querrían tan depauperada como para que desapareciera del todo.
Pero hay también otro factor clave de la popularidad de Francisco. Sus invectivas, por ejemplo, contra la “tiranía invisible” de los centros financieros internacionales no golpean un objetivo específico y reconocible y, por tanto, ninguno de los verdaderos o presuntos “poderes fuertes” se siente efectivamente atacado o provocado para reaccionar.
También cuando sus reprimendas tienen como objetivo las fechorías internas de la Iglesia, siempre habla en general. Una vez que Papa Bergoglio, en una de sus coloquiales homilías matutinas, avanzó una duda explícita sobre el futuro del IOR, el Instituto para las Obras de Religión, el discutido “banco” vaticano, los portavoces compitieron para ver quién le quitaba hierro al asunto. Y otra vez, en la que denunció que un “lobby gay” en el Vaticano “es verdad, existe”, la minimización se disparó a todos los niveles. Incluso la opinión pública laica, hoy en día más prodiga que nunca endosando acusaciones de homofobia, le perdonó esta declaración con una indulgencia que probablemente no habría concedido a su predecesor.
Benedicto XVI, efectivamente, era distinto. A pesar del trato apacible, a menudo era muy explícito y directo exprimiendo sus juicios y poniendo contra las cuerdas a quien le escuchaba. El terremoto que provocó su lección en Ratisbona sigue siendo el efecto más clamoroso. Pero otro de sus importantes discursos ilustra aún mejor el caso.
Fue durante su tercer y último viaje a Alemania, en septiembre de 2011. En Friburgo, el Papa Joseph Ratzinger quiso reunirse con una representación de los católicos alemanes “comprometidos en la Iglesia y la sociedad”. Y a ellos, como también a los obispos de Alemania presentes casi al completo, les dirigió serenamente palabras de una tremenda severidad, muy exigentes, todas ellas centradas sobre el deber de una Iglesia pobre que “se despoja (…) de su riqueza terrena”, que debe “desligarse del mundo” y que “liberada de fardos y privilegios materiales y políticos” podrá, así, “dedicarse mejor y de manera verdaderamente cristiana al mundo entero”.
Pues bien, este discurso fue acogido con frialdad y rápidamente silenciado por aquellos a quien el Papa se había dirigido en primer lugar, porque justamente los había mirado a ellos con determinación, solicitando un cambio a esa Iglesia alemana que él conocía muy bien, rica, satisfecha de sí misma, burocratizada y politizada, pero pobre de Evangelio.
PALABRAS Y SILENCIO
El modo de hablar del Papa Francisco es probablemente uno de sus rasgos más originales. Es sencillo, comprensible, comunicativo. Tiene la apariencia de la improvisación, pero en realidad está cuidadosamente estudiado, tanto en la invención de las fórmulas  – la “burbuja de jabón” con la que en Lampedusa ha representado el egoísmo de los modernos Herodes – como en los fundamentos de la fe cristiana que él más ama repetir y que se condensan en un consolador “todo es gracia”, la gracia de Dios que sin cesar perdona, aunque todos sigamos siendo pecadores.
Pero además de las cosas dichas están las que han sido deliberadamente calladas. No puede ser casualidad que tras ciento veinte días de pontificado no hayan salido aún de los labios de Francisco las palabras aborto, eutanasia, matrimonio homosexual.
Papa Bergoglio ha conseguido esquivarlas incluso en la jornada que ha dedicado a la “Evangelium vitae”, la tremenda encíclica publicada por Juan Pablo II en 1995, en el momento culminante de su épica batalla en defensa de la vida “desde la concepción a la muerte natural”.
Karol Wojtyla y, después de él, Benedicto XVI se dedicaron incansablemente en primera persona a hacer frente al desafío histórico que representa la hodierna ideología del nacer y el morir, como también la disolución de la dualidad “criatural” entre hombre y mujer. Bergoglio no. Parece ya comprobado que ha decidido callar sobre estos temas que atañen la esfera política de todo Occidente, incluida América Latina, convencido de que dichas intervenciones no son competencia del Papa sino de los obispos de cada nación. A los italianos se lo dijo con palabras inequívocas: “El diálogo con las instituciones políticas es cosa vuestra”.
El riesgo de esta división de las tareas es alto para el mismo Francisco dado el juicio poco halagador que parece tener sobre la calidad media de los obispos del mundo, pero es un riesgo que quiere correr. Su silencio es otro de los factores que explican la benevolencia de la opinión pública laica respecto a él.
LA CURIA
Además, hay a su favor la visible voluntad de reformar la curia romana y, en particular, de incidir sobre ese bubón que es el IOR.
El Papa ha confiado el estudio de una reforma de la curia a un consejo internacional de ocho cardenales, todos nombrados por él, los cuales, a su vez, han llamado a consulta a expertos de su confianza. Hay quién ha visto en esto el primer paso hacia una democratización de la Iglesia, con el pasaje de una autoridad monocrática a una oligárquica. Como un perfecto jesuita, Bergoglio quiere más bien aplicar a su ejercicio del papado el modelo propio de la Compañía de Jesús, en el cual las decisiones no son tomadas colegiadamente, sino sólo por el prepósito general, en absoluta autonomía, tras haber escuchado separadamente a los propios asistentes y a toda persona que desee.
Es, por tanto, previsible que a principios de octubre, cuando por primera vez se reúnan en Roma los ocho cardenales consejeros para depositar sobre la mesa los proyectos recogidos, los pareceres sean muy distintos.
Un preaviso de contraste de opiniones ha tenido lugar en Alemania, donde también al ex director de la filial de Múnich de la agencia McKinsey, Thomas von Mitschke-Collande, se le ha pedido un proyecto de reforma de la curia. Esta petición le fue dirigida por el poderoso secretario de la conferencia episcopal alemana, el jesuita Hans Langerdörfer, a espaldas del arzobispo de Múnich, Reinhard Marx, que es además uno de los ocho consejeros nombrados por el Papa; es más, con gran disgusto por su parte, pues el arzobispo tiene un juicio bastante negativo sobre von Mitschke-Collande, sobre todo después de la lectura de su último libro, con el polémico título: “¿Quiere la Iglesia eliminarse a sí misma? Hechos y análisis de un consultor empresarial”.
Mientras tanto, otra alta personalidad de la Iglesia alemana ha hecho llegar a la congregación para la doctrina de la fe otro escrito del hombre de la agencia McKinsey, evidenciando los errores doctrinales de los cuales sería portador.
EL IOR
Si sobre la reforma de la curia y sobre una selección más rigurosa de los candidatos a obispos las iniciativas del Papa Francisco siguen estando aún sólo a nivel de anuncio –por otra parte, saludado también éste por un consenso general –, varios hechos concretos han tenido lugar, en cambio, en lo que respecta al IOR. Pero por obra, sin embargo, no tanto del Papa como de diversos actores, entre ellos contrastantes a veces, tanto internos como externos a la Iglesia, incluyendo además un desastroso infortunio que recayó sobre Francisco en persona.
El actor externo que ha tenido un papel decisivo determinando los acontecimientos ha sido la magistratura italiana, que en junio ordenó el arresto de monseñor Nunzio Scarano, que hasta el mes anterior había sido responsable de contabilidad de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica. Se le acusa de tráfico ilegal de dinero realizado en el año 2012, también a través de cuentas del IOR y con el consentimiento de los máximos dirigentes del instituto, precisamente mientras el Vaticano estaba comprometido ante el mundo en la adopción de las más severas normas internacionales contra al blanqueo de dinero.
Contemporáneamente, de nuevo la magistratura italiana ha cerrado la investigación sobre el director y el vicedirector del IOR, Paolo Cipriani y Massimo Tulli, acusado ambos de movimientos sospechosos de dinero en catorce operaciones realizadas entre 2010 y 2011: por tanto, de nuevo mientras Benedicto XVI impulsaba una obra general de reordenación y de limpieza de las oficinas financieras vaticanas.
La consecuencia inexorable de estos actos de la magistratura italiana ha sido la dimisión de Cipriani y de Tulli, es decir, precisamente de las dos personas que en la primavera de 2012 el entonces presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi, había querido que fueran destituidos, considerándolos los verdaderos responsables de las fechorías del instituto. Pero en cambio lo que obtuvo fue, el 24 de mayo, su propia brutal expulsión del consejo del IOR por orden del cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone.
EL ESCÁNDALO
Sobre este fondo de ruinas, el Papa Francisco ha tomado por iniciativa propia dos disposiciones.
El 15 de junio nombró “prelado” del IOR, con plenos poderes, a monseñor Battista Ricca, por él conocido y apreciado como director de la Domus Sanctae Marthae, donde ha elegido vivir en lugar de los apartamentos pontificios.
Y el 24 del mismo mes instituyó una comisión de investigación sobre el IOR, que referirá sólo a él y que está formada por cinco personalidades externas y competentes, entre las cuales la ex embajadora de los Estados Unidos ante la Santa Sede y docente de derecho en Harvard, Mary Ann Glendon.
Sin embargo, desafortunadamente, cuando el Papa Francisco instituyó esta comisión, ya había descubierto que se había equivocado de manera clamorosa con el primer nombramiento, el del “prelado”.
Efectivamente, en los días inmediatamente anteriores al 24 de junio, al reunirse con los nuncios vaticanos que había llegado a Roma procedentes de todo el mundo, había obtenido de algunos de ellos informaciones incontestables sobre la “conducta escandalosa” demostrada por monseñor Ricca en el 2000 y 2001 en Uruguay, cuando prestaba servicio en la nunciatura de este país, de la cual fue bruscamente apartado para ser, por último, llamado a Roma.
La causa del asiento vacío en el concierto del 22 de junio ofrecido en su honor fue, tal vez, también el dolor que sintió Francisco al descubrir este error suyo al reunirse con los nuncios en esas mismas horas y esos mismos días. Ningún Papa es infalible. Ni siquiera el más amado por todos.

Prelatura de Sicuani

[Visto: 1552 veces]

Pedro Bustamante

El sacerdote diocesano Pedro Alberto Bustamante López, vicario general de la arquidiócesis de Arequipa, fue nombrado por el papa Francisco como obispo de la Prelatura de Sicuani en Cusco. Bustamante López se desempeñaba, además, como cura de la parroquia de San Agustín El Sagrario, la más importante de la Ciudad Blanca.
El nuevo obispo reemplaza  a monseñor Miguel La Fay Bardi, a quien el Sumo Pontífice le aceptó la renuncia por límite de edad, 75 años,  de acuerdo con el código del derecho canónico, según informó  la oficina de prensa de la Santa Sede.
Bustamante López nació el 9 de enero de 1965 en Cotaparaco, provincia de Recuay, en la diócesis de Huaraz, región Áncash. El 7 de diciembre de 1992 fue ordenado sacerdote. En la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma obtuvo el título en teología dogmática.
Al regresar a su arquidiócesis, Bustamante López fue párroco las parroquias Nuestra Señora de la Asunción (1998-1999) y Santa Gertrudis (1999-2005).
Desde el 2005  hasta ahora era párroco de la parroquia de San Agustín-El Sagrario, desde la cual no solo está a cargo de  asistir espiritualmente a la feligresía, sino también coordinar el trabajo pastoral y de relación con la comunidad.
Asimismo, Bustamante  fue vicario episcopal del 2007 al 2010, y del 2011 a la fecha es uno de los vicarios generales de la arquidiócesis de Arequipa que está a cargo de monseñor Javier Del Río. El otro vicario es Javier Cárdenas Velarde.
En los últimos 20 años, el ahora obispo de Sicuani también ha trabajado como capellán del Colegio, director espiritual, confesor y profesor en el Seminario Arquidiocesano. Actualmente, enseña doctrina social de la Iglesia en la Universidad Católica de Arequipa. Además, es miembro del Consejo Presbiteral y del Colegio de Consultores.
La Prelatura de Sicuani, con 300 mil católicos, está conformada por las provincias de Canchis, Canas, Espinar y Chumbivilcas.
Retos del nuevo obispo
Una de las tareas que deberá asumir el nuevo obispo de Sicuani será fortalecer el trabajo con la feligresía ante la proliferación de las iglesias evangélicas que se han extendido, principalmente, en los distritos más alejados de la provincia de Canchis.
La Prelatura de Sicuani, con más de 50 años de creación, ha sido una de las más dinámicas en su trabajo pastoral y de formación educativa con las comunidades campesinas. Están a su cargo el Instituto Pastoral Andina, Radio Sicuani y la Vicaría de Solidaridad dedicada a la defensa de los derechos humanos.
Tras el estallido del conflicto minero en Espinar, esta prelatura fue pieza clave  en el diálogo, luego de demostrar, mediante un estudio, que había contaminación en la zona sin determinar el origen.
Fuente: Diario La República.
Excardinación e incardinación de los clérigos
Por Pedro María Reyes Vizcaíno
Se conoce como excardinación la figura por la cual un clérigo se incardina válidamente en otra entidad jurisdiccional. El derecho canónico ha conocido una evolución de esta figura, que en la actualidad ha resultado en la mayor facilidad para que los clérigos se excardinen.
La normativa actualmente en vigor ha sido la respuesta del Legislador a la petición del Concilio Vaticano II de flexibilizar las fórmulas de incardinación y excardinación, de modo que se facilite una mejor distribución del clero: “Revísense las normas sobre la incardinación y excardinación de manera que, permaneciendo firme esa antigua disposición, respondan mejor a las necesidades pastorales del tiempo. Y donde lo exija la consideración del apostolado, háganse más factibles, no sólo la conveniente distribución de los presbíteros, sino también las obras pastorales peculiares a los diversos grupos sociales que hay que llevar a cabo en alguna región o nación, o en cualquier parte de la tierra” (Decreto Presbyterorum ordinis, sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, nº 10). Actualmente la excardinación e incardinación está regulada en los cánones 265-272.
Normas generales
En el canon 265 se indica que los clérigos han de estar incardinados en una entidad jurisdiccional. Queda prohibido, por lo tanto, el clérigo acéfalo, esto es, el clérigo que no está incardinado en ninguna entidad. Esta figura en la tradición canonista se ha llamado clérigo vago. No es posible, por lo tanto, que un clérigo se excardine de un ente jurisdiccional sin incardinarse en otro, es decir, no es posible que un clérigo no tenga en algún momento un legítimo superior eclesiástico.
Los supuestos que aquí se ven también se pueden denominar incardinación derivada, por contraste con la incardinación originaria, que sería la que se produce en la ordenación diaconal (cf. canon 266).
El Ordenamiento jurídico ofrece indicaciones a las autoridades eclesiásticas que han de conceder o denegar la incardinación o excardinación: el canon 269 da los criterios que ha de tener en cuenta el Obispo diocesano que debe conceder la incardinación. Resumidamente, son:
1º: que lo requiera la utilidad de su Iglesia particular.
2º: le conste la excardinación, y haya obtenido los informes convenientes acerca de la vida, conducta y estudios del clérigo.
3º: el clérigo le haya declarado por escrito su voluntad de quedar adscrito al servicio de la nueva Iglesia particular.
Y el canon 270 ofrece los criterios que debe seguir el Obispo que concede la excardinación. Son los siguientes:
1º: sólo puede concederse por justas causas, como es la utilidad de la Iglesia o el bien del clérigo.
2º: sólo puede denegarse por causa grave. En este caso el clérigo puede interponer el recurso jerárquico contra esta decisión.
Además, de acuerdo con el canon 267 § 2, si el Obispo concede la excardinación pensando erróneamente que el clérigo ha obtenido la incardinación en otra Iglesia particular -tanto si ha mediado dolo o como si ha obrado de buena fe- tal excardinación no produce efectos. Es una aplicación más de la prohibición de los clérigos acéfalos.

Existen dos tipos de incardinación derivada: la incardinación por concesión mediante letras dimisorias y la incardinación automática o tácita.
Incardinación por concesión
Canon 267 § 1: Para que un clérigo ya incardinado se incardine válidamente en otra Iglesia particular, debe obtener de su Obispo diocesano letras de excardinación por él suscritas, e igualmente las letras de incardinación suscritas por el Obispo diocesano de la Iglesia particular en la que desea incardinarse.
Como se ve, es posible excardinarse de una Iglesia particular e incardinarse en otra, con el consentimiento de ambos Obispos. Nótese que el Código exige que sean los Obispos, de modo que no es posible que esta excardinación o incardinación la conceda el Vicario general u otro Ordinario. Sí es posible, en cambio, si la Iglesia particular la rige uno de los que el Código equipara al Obispo diocesano, como es el Prelado territorial, el Vicario apostólico, etc: cfr. canon 381 § 2. El canon 272 prohibe expresamente al Administrador diocesano conceder la excardinación o la incardinación.
Incardinación automática o tácita
Existen dos supuestos:
Incardinación por el transcurso del tiempo
El primero está regulado en el canon 268 § 1: “El clérigo que se haya trasladado legítimamente de la propia a otra Iglesia particular, queda incardinado en ésta en virtud del mismo derecho después de haber transcurrido un quinquenio si manifiesta por escrito ese deseo, tanto al Obispo diocesano de la Iglesia que lo acogió como a su propio Obispo diocesano, y ninguno de los dos le ha comunicado por escrito su negativa, dentro del plazo de cuatro meses a partir del momento en que recibieron la petición”.
No es nuevo este supuesto. Tiene su precedente en el motu proprio Ecclesiae Sanctae I, 3 § 5. Se exigen los siguientes requisitos:
1º: que el presbítero se haya trasladado legítimamente de una Iglesia particular a otra, y lleve cinco años.
2º: que manifieste por escrito su deseo a los dos Obispos diocesanos, el Obispo propio (u Obispo a quo) y el de acogida (u Obispo ad quem). Valen aquí las observaciones apuntadas en la incardinación por letras dimisorias, acerca de la necesidad de que sea el Obispo diocesano u otra autoridad.
3º: que, transcurridos cuatro meses desde que ambos recibieron la petición, ninguno le ha comunicado por escrito su negativa. Este requisito habla del momento en que ambos recibieron la petición: se plantea un problema práctico, por lo tanto, y es el de la prueba. Por lo tanto, para que este procedimiento opere correctamente, es recomendable hacer la petición por escrito de modo fehaciente, es decir, mediante correo certificado con acuse de recibo o a través del registro de la Curia diocesana, u otro procedimiento que dé fe de la fecha de recepción.

Incardinación por la admisión en un instituto religioso o sociedad de vida apostólica
Lo prevé el canon 268 § 2: “El clérigo que se incardina a un instituto o sociedad de conforme a la norma del canon 266 § 2, queda excardinado de su propia Iglesia particular, por la admisión perpetua o definitiva en el instituto de vida consagrada o en la sociedad de vida apostólica”.
Por lo tanto, el único requisito que pide la legislación es la admisión perpetua o definitiva en el instituto o sociedad. La referencia que se hace al canon 266 § 2 especifica que se refiere a la incardinación en un instituto o en una sociedad clerical de vida apostólica. No se alude a los institutos seculares con indulto para incardinar sacerdotes.
Se debe observar que en este supuesto no se requiere el consentimiento del propio ordinario. Se debe al favor iuris que concede el Código a la vida religiosa.
Un supuesto especial
Se trata de la incardinación de un profeso de votos perpetuos que pide el indulto de salida de su instituto.
Este es el canon 693: “Si [el profeso de votos perpetuos que pide el indulto de salida de su instituto religioso] es clérigo, el indulto no se concede antes de que haya encontrado un Obispo que le incardine en su diócesis o, al menos, le admita a prueba. Si es admitido a prueba, queda, pasados cinco años, incardinado por el derecho mismo en la diócesis, a no ser que el Obispo le rechace”.
Por lo tanto, en este supuesto el clérigo puede ser incardinado por concesión del Obispo de acogida (sería una incardinación por concesión), o bien queda admitido a prueba (y no pasa a estar incardinados). En este segundo supuesto la incardinación se produce automáticamente a los cinco años, si el Obispo no le rechaza. Según algunos comentaristas, en este supuesto hay una laguna del derecho, al no especificar la situación del clérigo si el Obispo le rechaza. No queda incardinado en la diócesis (el Obispo le ha rechazado) ni en el Instituto del que procede (le han concedido el indulto de salida). Sería una excepción al principio que prohibe los clérigos acéfalos.

Pope Francis

[Visto: 1374 veces]

Pope Francis

by Brian Bethune- www2.macleans.ca
It was just another weekend at the office for Pope Francis, more of the series of actions, words and gestures that have kept him a fixture in the international media since his March 13 election. On June 15 he took a major step toward reforming the scandal-wracked Vatican bank by appointing his own man, Msg. Battista Ricca—who also runs the Vatican hotel where Francis lives—as interim prelate overseeing the bank’s management. The next day, as several thousand bikers gathered along Rome’s Via della Conciliazione, the main road leading to St. Peter’s Square, as part of Harley-Davidson’s 110th birthday celebrations, Francis arrived in his open-topped jeep and gave them his blessing. He then presided over an open air mass in the square, crowded with ordinary Catholics, nuns and priests in habit, and bikers in Harley jackets.
Francis’s seamless blend of style and substance, sometimes in the same act—his unprecedented decision to stay in sweltering Rome through July both expresses his solidarity with Romans without the means to own a summer home, and permits him to keep up his work schedule—is the new papal normal. The Pope, in the eyes of most Vatican watchers, has so altered the tone of the papacy—the face it presents to the faithful and to the world at large—that style has become substance. “Even if he were to die tomorrow,” remarks Michael Higgins, a distinguished Canadian Catholic intellectual now teaching at Sacred Heart University in Fairfield, Conn., “I do not believe his successor could go back to the old ways.”
For Higgins, “it’s been the best 100 days in papal history, probably the most consequential since Innocent III.” Higgins means consequential in a diametrically opposed way: when Innocent came to the papal throne 815 years ago, his reign completed the apotheosis of the heir of the fisherman into the ruler of Christendom, a figure suspended between heaven and earth. Francis, on the other hand, “has begun a process of demystifying the office that’s been as far-reaching as turning the House of Windsor into a Scandinavian monarchy—from Benedict to him, it’s been like going from the London landau to riding a bicycle through Copenhagen.”
Jorge Mario Bergoglio, the former cardinal-archbishop of Buenos Aries—first of his papal name, nationality, continent and religious order—began walking his different path immediately after his election, by asking the crowd outside St. Peter’s to pray for him, rather than offering them a blessing. He hopped on a minibus to go back to his hotel, rather than the papal limo. He wears a plain cross, not pontifical jewels. He nixed the customary change-of-regime bonuses paid Vatican employees (they averaged $2,100 after Benedict was elected). He lives in a Vatican guest house, not the papal apartments, where he eats breakfast with the staff and other guests, talking freely to them all. Against all custom he travels in elevators with other passengers. He has kind words for atheists, and even the possibility of their salvation, at least if they are dedicated to the service of the poor.
He washed the feet of women as well as men, Muslims as well as Catholics, in an unprecedented, even shocking version of the ancient Holy Thursday ritual. He refers to himself almost always not by any of his exalted titles, such as Vicar of Christ, but as bishop of Rome, a pastoral office. He has condemned “the cult of money” and the suffering exacted by austerity measures in Europe, “slavery” in the Bangladeshi garment industry, and the Mafia. He preaches about the devil as often as he does about St. Francis. He may well have performed an exorcism in St. Peter’s Square. Most disconcertingly, he says what he’s thinking while he’s thinking it. There are holy people in the Curia, the Vatican bureaucracy, Francis told a group of visiting Latino nuns and monks, but also a “current of corruption,” and a network of gay men: “We will have to see what we can do.”
Francis seems, in the opinion of Arthur Liebscher, an American Jesuit who often encountered him in Argentina in the 1980s, to be working out his thoughts—aloud, in public—on just what problems face the world’s largest Church and what should be done about them, with very little reference to precedent or ruffled feathers. He is engaged in a “radical rewriting of his office, from a theocratic pulpit to a ministry,” says Higgins, who believes the most revealing comment about his pontifical aims that Francis has yet made came in a mass only two weeks after his election. Priests, the Pope said, again departing from a prepared text and clearly including himself, must be close to the people, “shepherds with the smell of sheep”.
It has all made Francis the most wildly unpredictable pope in centuries. Dangerously unpredictable, in fact, for those heavily invested in the ecclesiastical status quo. They include lower-level bureaucrats for whom maintaining papal protocol, liturgical fidelity and court ceremonial is “their life,” as Higgins put it, and those far higher in the Vatican food chain, where misconduct has historically been swept under a rug. Those caught swimming in the “current of corruption” cannot expect a soft landing this time.
For no one doubts, despite the deliberate pace so far—the bank appointment was among the first crucial personnel moves—that under this pope massive change is coming to the Church. In the same conversation in which he mused about seeing “what we can do” about the Curia, Francis added that “the cardinals of the commission will move it forward,” in October when they start issuing recommendations to him.
He was referring to the eight cardinals from every continent whom he appointed to advise him in reforming the bureaucracy. The panel, which has only one Vatican cardinal, is loaded with the Curia’s severest critics, all men who are (or were), like Francis, also pastors of their dioceses. They include Sean Patrick O’Malley, currently the archbishop of Boston and a Capuchin friar who has garnered enormous respect for the forthright way he has tackled his grim lot, cleaning up the sexual abuse situations he inherited in every diocese where he has served, and George Pell, archbishop of Sydney, Australia, who was perhaps the most outspoken critic of the Curia in the cardinals’ pre-conclave meetings.
Participants in those discussions sought term limits on Vatican postings to prevent priests from becoming career bureaucrats, and demanded the Vatican strip the secrecy from its opaque finances through better financial reports. Virtually everyone, including Cardinal Bergoglio, agreed the bureaucracy needed a wrenching directional change, oriented to serving bishops in their dioceses, rather than the opposite.
The papacy remains an absolute monarchy, though, and the eight cardinals are advisers, not legislators. In the end, Francis will make the call. Vatican watchers naturally try to read the tea leaves of his off-script remarks for hints of future action—no easy task, as shown by his recognition, newsworthy primarily for its frankness, of the presence of homosexuals in the Curia. There is no way of being sure what Francis actually said, let alone meant: the Spanish-language notes his visitors made afterwards use an English-derived phrase (“lobby gay”). The Pope, who reportedly understands English far better than he speaks it, may have quoted that now-standard English label, gay lobby, or said something else his hearers rendered as such. Nor is it possible to determine how hostile his remark was: Francis did not, by the evidence of the leaked notes, link the corruption with the gay clerics.
Some observers connect the Pope’s thinking with his cultural background—the classic Latin American mix of doctrinal conservatism and economic radicalism. “Even for a South American, Francis’s piety is traditional,” says Father Liebscher, a specialist in Argentinian history who teaches at the Jesuit Santa Clara University in California. Liebscher agrees with those, like Michael Higgins, who see the Jesuit in the Pope as offering the clearest pointers to his future actions—“the asceticism, the indifference to rank and the perks of office, the dedication to service and to the Roman Catholic Church as the church of the poor,” in Higgins’s words—with a caveat. Bergoglio is an Argentinian Jesuit, spiritually formed in a distinct religious and social cauldron.
From their founding during the Catholic Reformation, the Jesuits have had a complicated relationship with the papacy, sometimes the favourite agents of papal will—“answering those needs that wouldn’t otherwise be filled,” says Liebscher. “Historically that always meant education and missions, though today the missions are to the marginalized, not the heathen.” Other times, though, the order was suppressed or viewed with suspicion for its intellectual daring and rebellious streak, as it was in Latin America during the 1970s heyday of liberation theology, later condemned by the Vatican for straying into Marxist intellectual territory. It’s no accident there has never before been a Jesuit pope.
Liebscher was studying in Santa Fe, 400 km northwest of Buenos Aires, in 1987, when Bergoglio came to stay for a few weeks. “He didn’t speak much—I’m impressed how chatty he is as Pope—and what we all noticed was how disciplined he was in his prayer life, an example for the younger guys. That and the tensions that surrounded his entourage.” As the past head of his order in Argentina, Bergoglio had been spiritual director for a lot of the younger men. “They were all formed by him, sharing his stern dedication to both the religious life and to the poor,” says Liebscher, adding “an Uruguayan Jesuit once told me Bergoglio may not have been a liberation theologian, but ‘he certainly thought like one.’ ” Bergoglio, in fact, was that very Argentinian figure, a caudillo, a strongman like dictator Juan Perón. “A religious caudillo, a benign one, but a caudillo,” Liebscher sums him up, a man who made his own decisions and pulled everyone along with him.
What made Bergoglio a polarizing figure in his order was not the charge raised at his election, that he had effectively handed over two liberation theology Jesuit activists, kidnapped and tortured in 1976, to the ruling military by refusing to endorse the priests’ ministry. “Within the order, the consensus was he did what he could to protect two guys who didn’t have the sense to get out of the line of fire,” Liebscher says. (Both men were freed by Bergoglio’s secret activity: he arranged for dictator Jorge Videla’s family priest to call in sick so that Bergoglio could say mass in Videla’s home and successfully plead for mercy.) No, what made Bergoglio stand out, the American Jesuit says, was his total emotional and spiritual adherence to the 1972 decision by the order as a whole to embrace the preferential option for the poor: “The Spanish-speaking provinces were more split than any others on the issue and Bergoglio was always on the cutting edge.”
He has ever since applied his devotion to the cause of the marginalized entirely within orthodox belief and in an utterly pragmatic way, “He’s a whatever-works, one-step-at-a-time guy,” says Liebscher, “so I’m pretty sure there’s no overarching plan for his pontificate.” But there is one clash the American does see coming. Rome is clericalism central, heartland of the concept of the priesthood as the real Church, rightly privileged far above the laity, and the city’s new bishop is clericalism’s “sworn enemy.” “The only time I ever saw him visibly irritated with another person was when someone said, ‘Father so-and-so preferred to say mass by himself, a private experience.’” A church rite is no one’s private affair, retorted an angry future pope, “it is a service for the people.”
Between now and his potentially fateful meeting with his cardinal advisers in October, Francis won’t be idle. Looming above everything is his surely triumphant return to South America in late July for Catholic World Youth Day in Rio de Janeiro. Whether he will connect with young people in the way John Paul II did is the next big question, but Higgins has no doubt of the answer. Francis, after all, has connected with almost everyone (aside from arch-traditionalists) in his diverse, 1.2-billion strong Church. “I have spoken to countless Catholics, lay and clergy, and they have all simply been energized by him.” And when those youths ask him questions, what might he answer? “Who knows?” laughs Higgins. “He’s capable of anything”.

Expulsado y preso

[Visto: 1157 veces]

Scarano

Por Juan Vicente Boo- www.abc.es
Justo cuando el Papa Francisco acaba de poner en marcha la reforma del Banco del Vaticano (IOR), semillero de demasiados escándalos, el arresto por estafa y corrupción de un monseñor italiano de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), indica que el trabajo de limpieza tendrá que extenderse a todos los departamentos que manejan dinero siguiendo normas todavía muy poco transparentes.
El Santo Padre fue inmediatamente informado del arresto del sacerdote Nunzio Scarano, jefe de la contabilidad de gestión de las inversiones en bolsa, divisas y parte del patrimonio inmobiliario. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, manifestó que monseñor Scarano había sido suspendido de empleo hace un mes, cuando se supo que era objeto de una investigación por lavado de dinero en Salerno, su ciudad natal.
Pero su arresto y el de otros dos cómplices –un «Carabiniere» y un agente financiero-, ordenado por un tribunal de Roma, se debe a su participación en un caso que debería existir solo en las novelas. Se le acusa de tres delitos: corrupción, estafa y calumnia.
Según la fiscalía de Roma, monseñor Scarano organizó el traslado desde Suiza a Italia de 20 millones de euros que varios amigos suyos le confiaron para realizar inversiones. Su abogado manifestó a la agencia Associated Press que Scarano convenció a participar en la operación a los otros dos detenidos: el agente financiero Giovanni Carenzio, y el «Carabiniere» destinado en los servicios secretos Giovanni Maria Zito, quien facilitaría el transporte de los 20 millones de euros a bordo de un jet privado -o de un jet del gobierno italiano según el abogado del monseñor-, evitando los controles de aduanas.
La operación no se llevó a cabo debido a que el agente financiero se echó atrás, pero el «Carabiniere» pidió en cualquier caso sus 400,000 euros de comisión. Monseñor Scarano –siempre según su abogado- le entregó un primer cheque de 200,000 euros, que el «Carabiniere» efectivamente cobró. Como estratagema para evitar el segundo pago, Nunzio Scarano declaró como extraviado el primer cheque, aun sabiendo que su cómplice lo había cobrado.
Scarano -que no es obispo sino simplemente monseñor, un título honorífico de algunos sacerdotes que trabajan en el Vaticano- había sido suspendido de empleo cuando la fiscalía de Salerno informó que investigaba un presunto delito de lavado de dinero por valor de 560,000 euros que pasaron de su cuenta en el banco del Vaticano (IOR) a otra cuenta suya en un banco italiano con la clásica estratagema de los falsos donativos.
Aparentes donativos
Medio centenar de cómplices, en su mayoría empresarios, le entregaron cheques o le enviaron transferencias a título de aparentes donativos por un total de 560,000 euros. Scarano devolvía a cada uno el importe exacto del respectivo cheque en dinero metálico sacado de su cuenta del IOR en territorio del Vaticano.
Al parecer, los fondos provenían de sustanciosos donativos reales destinados a la construcción de una residencia para ancianos. El abogado de Scarano dijo que su cliente solo había tomado «prestado temporalmente» ese dinero para su uso personal.
Una vez más, el comportamiento penoso de una persona vuelve a enfangar la Curia vaticana. Para prevenir estos episodios, hace falta mejor selección del personal, mayor supervisión interna de los departamentos que manejan dinero y, sobre todo, normas de mayor transparencia. El caso Scarano puede acelerar las reformas.

Roma y la teología de la liberación

[Visto: 671 veces]

Gerhard Ludwig Muller

Fin de la guerra
Por Gianni Valente- Vatican Insider
«El movimiento eclesial teológico de América Latina, conocido como “teología de la liberación”, que después del Vaticano II encontró eco en todo el mundo, debe ser considerado, según mi parecer, entre las corrientes más significativas de la teología católica del siglo XX». Quien consagra la teología de la liberación con esta halagadora y perentoria evaluación histórica no es algún representante sudamericano de las estaciones eclesiales del pasado. El “certificado de validez llega directamente del arzobispo Gerhard Ludwig Müller, actual Prefecto del mismo dicasterio vaticano -la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF)- que durante los años ochenta, siguiendo el impulso del Papa polaco y bajo la guía del entonces cardenal Ratzinger, intervino con dos instrucciones para indicar las desviaciones pastorales y doctrinales que también incluían los caminos que habían tomado las teologías latinoamericanas.

La evaluación sobre la teología de la liberación no es una declaración que se le escapó accidentalmente al actual custodio de la ortodoxia católica. El mismo juicio, meditado, aparece en las densas páginas del volumen del que proviene la cita: una antología de ensayos escrita a cuatro manos, impresa en Alemania en 2004, y que ahora está por ser publicada en Italia con el título “De la parte de los pobres, Teología de la liberación, Teología de la Iglesia” (Ediciones Messaggero, Padua, Emi).
El libro hoy irrumpe casi como un acto para clausurar las guerras teológicas del pasado y los residuos bélicos que de tanto en tanto brillan para esparcir alarmas que representan ya intereses ya pretextos. El volumen lleva las firmas del actual responsable del ex Santo Oficio y del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, padre de la teología de la liberación e inventor de la misma fórmula usada para definir esa corriente teológica, cuyas obras fueron sometidas a exámenes rigurosos durante bastante tiempo por parte de la CDF en su larga estación ratzingeriana, aunque nunca se le haya atribuido ninguna condena.
El libro representa el resultado de un largo camino común. Müller nunca ha ocultado su cercanía a Gustavo Gutiérrez, a quien conoció en 1998 en Lima durante el curso de un seminario de estudios. En 2008, durante la ceremonia para el doctorado honoris causa concedido al teólogo Müller por la Pontificia Universidad Católica del Perú, el entonces obispo de Ratisbona definió como absolutamente ortodoxa la teología de su maestro y amigo peruano. En los meses anteriores al nombramiento de Müller como guía del Dicasterio doctrinal, justamente su relación Gutiérrez fue evocada por algunos como prueba de la no idoneidad del obispo teólogo  alemán para el puesto que ocupó (durante 24 años) el entonces cardenal Ratzinger.
En los ensayos de la antología, los dos autores-amigos se complementan recíprocamente. Según Müller, los méritos de la teología de la liberación van más allá del ámbito del catolicismo latinoamericano. El Prefecto indica en que la teología de la liberación ha expresado en el contexto real de la América Latina de las últimas décadas la orientación hacia Jesucristo redentor y liberador que marca cualquier teología auténticamente cristiana, justamente a partir de la insistente predilección evangélica por los pobres. «En este continente», reconoce Müller «la pobreza oprime a los niños, a los ancianos y a los enfermos», e induce a muchos a «considerar la muerte como una escapatoria». Desde sus primeras manifestaciones, la teología de la liberación “obligaba” a las teologías de otras partes a no crear abstracciones sobre las condiciones reales de la vida de los pueblos o de los individuos. Y reconocía en los pobres la «carne misma de Cristo», como ahora repite Papa Francisco.
Justamente con la llegada del primer Papa latinoamericano surge con mayor fuerza la oportunidad para considerar esos años y esas experiencias sin los condicionamientos de los furores y las polémicas de entonces. Aún alejándose de los ritualismos del “mea culpa” postizos o de las “rehabilitaciones” aparentes, hoy es mucho más fácil reconocer que ciertas vehementes movilizaciones de algunos sectores eclesiales en contra de la teología de la liberación estaban motivadas por ciertas preferencias de orientación política más que por el deseo de custodiar y afirmar la fe de los apóstoles. Los que pagaron la factura fueron los teólogos peruanos y los pastores que estaban completamente sumergidos en la fe evangélica del propio pueblo, que acabaron “triturados” o en la sombra más absoluta. Durante un largo periodo, la hostilidad demostrada hacia la teología de la liberación fue un factor precioso para favorecer brillantes carreras eclesiásticas.
En uno de los textos, Müller (que en una entrevista del 27 de diciembre de 2012 había expresado la hipótesis  del escenario de un Papa latinoamericano después de Ratzinger) describe sin medias tintas los factores político-religiosos y geopolíticos que condicionaron ciertas “cruzadas” en contra de la teología de la liberación: «Con el sentimiento triunfalista de un capitalismo, que probablemente se consideraba definitivamente victorioso», refiere el Prefecto del dicasterio doctrinal vaticano, «se mezcló también la satisfacción de haber cancelado de esta manera cualquier fundmento o justificación de la teología de la liberación. Se creía que el juego era muy sencillo con ella, arrojándola al mismo conjunto de la violencia revolucionaria y del terrorismo de los grupos marxistas». Müller también cita el documento secreto, preparado para el presidente Regan por el Comité de Santa Fe en 1980 (es decir cuatro años antes de la primera Instrucción vaticana sobre la teología de la liberación), en el que se solicitaba al gobierno de los Estados Unidos de América que actuara con agresividad en contra de la «Teología de la liberación», culpable de haber transformado a la Iglesia católica en «arma política contra la propiedad privada y el sistema de la producción capitalista». «Es desconcertante en este documento», subraya Müller, «la desfachatez con la que sus redactores, responsables de dictaduras militares brutales y de potentes oligarquías, hacen de sus intereses por la propiedad privada y por el sistema productivo capitalista el parámetro de lo que debe  valer como criterio cristiano».
Después de haber pasado décadas de batallas y contraposiciones, justamente la amistad entre los dos teólogos (el Prefecto de la Doctrina de la Fe y el que durante un tiempo fue perseguido por el mismo dicasterio doctrinal) alimenta finalmente una óptica capaz de distinguir los obsoletos armazones ideológicos del pasado de la genuina fuente evangélica que impulsaba muchos de los derroteros del catolicismo latinoamericano después del Concilio. Según Müller, justamente Gutiérrez, con sus 85 años (y que planea viajar a Italia y pasarse por Roma en septiembre), ha expresado una reflexión teológica que no se limitaba a las conferencias ni a los cenáculos universitarios, sino que se nutría de la savia de las liturgias celebradas por el sacerdote con los pobres, en las periferias de Lima. Es decir, esa experiencia básica gracias a la que -como dice siempre simple y bíblicamente el mismo Gutiérrez-  «ser cristianos significa seguir a Jesús». Es el Señor mismo, añade Müller al comentar la frase de su amigo peruano, quien «nos da la indicación de comprometernos directamente por los pobres. Hacer la verdad nos lleva a estar de parte de los pobres».

Shane Kapler

[Visto: 581 veces]

Shane Kapler

Por Sara Martín- Religión en Libertad
“¿Los judíos creen en Jesús?”. Una “absurda pregunta” como ésta fue la chispa necesaria para despertar en Shane a los 13 años una profunda crisis de fe.
Había acudido a visitar una sinagoga como parte de su programa de estudios en el colegio. La pregunta la formuló un compañero de clase al rabino, y al profesor de Religión se le salieron los ojos de las órbitas. Sin embargo, este hecho y la respuesta del rabino desencadenaron una serie de pensamientos que cambiaron por completo la vida y la perspectiva de Shane.
“Crecer en una familia cristiana y asistir a una escuela católica no me dio nunca muchas oportunidades de ponerme en contacto con otros sistemas de creencias”, comienza, “me di cuenta de que yo nunca había conocido a alguien que no creyera en Jesús o al menos basara su vida en un sistema de creencias que lo incluyera de una u otra manera”.
Así que, admite, “la pregunta de mi compañero realmente no era tan estúpida después de todo”.
“Cuanto más leía, más preguntas”
Los padres, de educación y vida católica, recibieron esa noche un aluvión de preguntas de Shane: ¿Por qué creéis en Jesús? ¿Cómo sabéis que era el Mesías? Si Él era el Mesías, ¿por qué creemos que es Dios también? ¿Cómo podéis estar tan seguros?
“Es una cuestión de fe, Shane”, le respondieron. “No es algo que se puede probar absolutamente, es algo que sabes en tu corazón”.
Hermoso y sincero, reconoce Shane … pero de ninguna ayuda para él.
Así que, en las siguientes semanas, Shane devoró la World Book Encyclopedia que estaba en su casa, leyendo todo lo posible sobre cristianismo y judaísmo.
También amplió su curiosidad al hinduismo, el budismo y el islam.
Pasaba horas en la sección de Filosofía de la biblioteca local buscando autores “con autoridad”. Pero pronto se dio cuenta de las lagunas que existían entre ellos: mientras unos defendían la reencarnación, otros se reafirmaban en la resurrección; mientras unos hablaban de la gracia, otros abogaban por el karma; y así un largo etcétera.
“Cuanto más leía, más preguntas tenía para mis padres”, recuerda.
Buscando la verdad
“Cuanto más buscaba respuestas, más me daba cuenta de lo importante que era encontrarlas. O Dios nos ha dado reglas para vivir, o no lo ha hecho. O las decisiones que tomamos tienen consecuencias eternas, o no las tienen. O el cristianismo era cierto, o millones de personas estaban perdiendo el domingo por la mañana. Si Dios era el Creador y Juez de todos, quería saber lo que deseaba de mí”, explica.
En poco tiempo, Shane pasó de cuestionarse cuál era la religión verdadera a preguntarse cómo podía estar seguro siquiera de que había un Dios.
La opción le parecía posible. Pero lo único que podía ver es que una vida fuera de Él significaba soledad y vacío: “Necesitaba saber si había un Dios que me amaba. Sólo quería saber si podía contar con ser amado. Si tuviera eso, estaría dispuesto a hacer lo que Él me pidiera sin importarme que la gente pensase que era un fanático religioso”
Dos pasos hacia delante, uno hacia atrás
Un día, Shane pasó por la cocina y decidió, una vez más, poner a su padre contra las cuerdas: “Papá, dime una vez más por qué crees en Jesucristo”, le dijo. “Shane, Jesús te ama tanto que llora por ti. Te quiere, pero tú no quieres volver a Él”, le dijo con el rostro entristecido.
Y en ese momento Shane pudo ver en el rostro de su padre al mismísimo Jesucristo, llorando por Él. “Me eché a llorar. Sucedió en un instante, fue como un flash en mi mente”, explica.
“No era la clase de evidencia que había estado buscando -objetiva, verificable, libre de emociones- y sin embargo era personalmente innegable. Han pasado más de veinte años desde ese día y sigo sintiendo las repercusiones”, admite.
Desde ese momento, Shane tuvo el convencimiento de que Jesús de Nazaret estaba vivo, corporal y espiritualmente vivo, y que le amaba.
Con evangélicos y pentecostales
Su hambre de conocer se hizo aún mayor y empezó a leer libros de Billy Graham, fundador de una escuela evangélica, y de Hal Lindsey. “Lindsey me convenció de que la Iglesia católica había malinterpretado seriamente el modo en que Jesucristo nos salva”, explica.
En pocos meses Shane estaba acudiendo a reuniones con los Pentecostales, fascinado por su energía y su carisma, por la música y el ambiente.
“¡La falta de inhibición que las personas sentían al regocijarse ante Dios era tan diferente de mi experiencia de la misa católica hasta ese momento! Veía a los católicos atrapados en lo externo: confesión, la Virgen María, el Papa… Me parecían obstáculos directos para la relación con Dios. En la iglesia pentecostal a la que acudía no había normas ni obligaciones, ni siquiera no acudir a Misa era un pecado, para ellos la Biblia debía ser interpretada literalmente”.
Sin embargo, Shane también encontró una gran inconsistencia en esta iglesia: “La única doctrina católica que nunca dudé fue la presencia de Jesús en la Eucaristía. Me sorprendió que esta iglesia pentecostal no confesional, tan literal en su interpretación de otros pasajes de la Biblia, se se mostrara inconsistente en éste: Éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre”.
La primera Eucaristía real
Un viernes Shane fue, como tantos otros, a una Eucaristía católica. Sin embargo, ese día sucedió algo especial en la comunión. Sintió verdaderamente, y no sólo intelectualmente, que Jesús venía a él.
“Esta venida de Jesús es parte de la realidad de la Eucaristía, nunca lo había experimentado así”. A partir de este momento Shane se confirmó, fue aceptando una tras otra las verdades que proclama la Iglesia católica, se casó y hoy es padre de dos hijos.
“Lo que mi propia experiencia me ha enseñado es que en realidad no hay un conflicto entre la fe del credo o dogma y una relación viva con Dios. Donde está la Iglesia allí está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios, la Iglesia y toda gracia”.
Shane Kapler cuenta su experiencia en el blog justacatholic.blogspot.com y además es autor de The God Who is Love: Explaining Christianity From Its Center (El Dios que es Amor: Explicar el cristianismo desde su centro).
Fuente: www.religionenlibertad.com

Audiencia de la CLAR con el Papa Francisco

[Visto: 1389 veces]

CLAR

Abran puertas… ¡abran puertas!
Se van a equivocar, van a meter la pata, ¡eso pasa! Quizá hasta les va a llegar una carta de la Congregación para la Doctrina (de la Fe) diciendo que dijeron tal o cual cosa. Pero no se preocupen. Expliquen lo que tengan que explicar, pero sigan adelante. Abran puertas, hagan algo ahí donde la vida clama. Prefiero una Iglesia que se equivoca por hacer algo que una que se enferma por quedarse encerrada.
Sobre su elección
No perdí la paz en ningún momento, ¿saben? Y eso no es mío, yo soy más de preocuparme, de ponerme nervioso. Pero no perdí la paz en ningún momento. Eso me confirma que esto es de Dios.
La esperanza que nos han traído sus gestos
Estos gestos… no han venido de mí. No se me han ocurrido a mí. No es que yo trajera un plan, ni que me haya hecho uno en cuanto me eligieron. Lo hago porque sentí que era lo que el Señor quería. Pero estos gestos no son míos, hay Otro aquí… eso me da confianza.
Yo venía con la ropa justa, la lavaba en la noche, y de repente esto. ¡Si yo no tenía ninguna posibilidad! En las apuestas de Londres estaba en el lugar 44, fíjense ustedes, ¡el que apostó por mí ganó muchísimo, claro…! Esto no viene de mí.
Hay que dar vuelta la tortilla. No es noticia que en Ottaviano muera un anciano de frío en la noche, o que haya tantos niños sin educación, o con hambre, pienso en la Argentina. En cambio, las principales bolsas del mundo suben o bajan 3 puntos y eso es un acontecimiento mundial. ¡hay que darle vuelta! No puede ser. Las computadoras no están hechas a imagen y semejanza de Dios; son un instrumento, sí, pero no más. El dinero no es imagen y semejanza de Dios. Sólo la persona es imagen y semejanza de Dios. Hay que darle vuelta. Ese es el evangelio.
Hay que ir a las causas, a las raíces. El aborto es malo, pero es que eso está claro. Pero qué hay detrás de aprobar esa ley, qué intereses están detrás… son a veces las condiciones que ponen los grandes grupos para apoyar con dinero, ¿saben ustedes? Hay que ir a las causas, no nos podemos quedar sólo en los síntomas. No tengan miedo de denunciar… lo van a pasar mal, van a tener problemas, pero no tengan miedo de denunciar, esa es la profecía de la vida religiosa.
Yo les comparto dos preocupaciones. Una es una corriente pelagiana que hay en la Iglesia en este momento. Hay ciertos grupos restauracionistas. Yo conozco algunos, me tocó recibirlos en Buenos Aires. ¡Y uno siente que es como volver 60 años atrás! Antes del Concilio. Uno se siente en 1940. Una anécdota, sólo para ilustrar, no es para reírse, yo la tomé con respeto, pero me preocupa; cuando me eligieron, recibí una carta de uno de estos grupos, y me decían; “Santidad, le ofrecemos este tesoro espiritual: 3,525 rosarios”. Por qué no dicen rezamos por usted, pedimos… pero esto de llevar las cuentas… Y estos grupos vuelven a prácticas y a disciplinas que yo viví -ustedes no, porque ninguno es viejo- a disciplinas, a cosas que en ese momento se vivían, pero no ahora, hoy ya no son.
La segunda es por una corriente gnóstica. Esos panteísmos. Las dos son corrientes de elite, pero ésta es de una élite más formada. Supe de una superiora general que alentaba a las hermanas de su congregación a no rezar en la mañana, sino a darse un baño espiritual en el cosmos, cosas así. ¡Me preocupan porque se saltan la encarnación! ¡Y el Hijo de Dios se hizo carne nuestra, el Verbo se hizo carne, y en América Latina tenemos carne para tirar al techo! Qué pasa con los pobres, los dolores, ésa es nuestra carne.
El evangelio no es la regla antigua, ni tampoco este panteísmo. Si mirás a las periferias; los indigentes… ¡los drogados! La trata de personas. Ese es el evangelio. Los pobres son el evangelio.
Orientación sexual
Y, sí… es difícil. En la curia hay gente santa, de verdad, hay gente santa. Pero también hay una corriente de corrupción, también la hay, es verdad. Se habla del “lobby gay”, y es verdad, está ahí… hay que ver qué podemos hacer.
La reforma de la Curia romana es algo que pedimos casi todos los cardenales en las congregaciones previas al Cónclave. Yo también la pedí. La reforma no la puedo hacer yo, estos temas de gestión. Yo soy muy desorganizado, nunca he sido bueno en esto. Pero los cardenales de la comisión la van a llevar adelante. Ahí está Rodríguez Maradiaga, que es latinoamericano, que lleva la batuta, está Errázuriz, son muy ordenados. El de Munich también es muy ordenado. Ellos la llevarán adelante.
Oren por mí… que me equivoque lo menos posible.
Aparecida no terminó. Aparecida no es solo un documento. Fue un acontecimiento.
Aparecida fue algo distinto. Partiendo porque no tuvo documento de trabajo. Tuvo aportes, pero no un documento. Y al terminar tampoco tenía un documento, si el día anterior a terminar teníamos 2,300 “modos”. Aparecida envío a la misión continental. Ahí termina Aparecida, en el impulso a la misión.
Lo que tuvo Aparecida de especial es que no se celebró ni en un hotel, ni en una casa de retiros… se celebró en un Santuario mariano. En la semana celebrábamos la eucaristía y había unas 250 personas, porque era día normal de trabajo. ¡Pero los fines de semana eso estaba lleno! El pueblo de Dios acompañaba a los Obispos, pidiendo el Espíritu Santo…
Yo veía –lo nombro a él porque lo veo más estirado, más así, es bueno, pero es así- veía al prefecto, a João, que salía con su mitra, y la gente se acercaba, y le acercaban a los niños, y él saludaba, y los abrazaba así. Ese mismo obispo después votaba. ¡No puede haber votado igual que si hubiera estado en un hotel!
Teníamos las salas de reuniones debajo del Santuario. Así que la música de fondo eran los cantos, las celebraciones en el Santuario. Eso dio algo muy especial.
Hay algo que me preocupa, aunque no sé cómo leerlo. Hay congregaciones religiosas, grupos muy, muy pequeños, unas pocas personas, gente muy mayor. No tienen vocaciones, qué sé yo, el Espíritu Santo no quiere que sigan, quizá han cumplido ya su misión en la Iglesia, no sé. Pero ahí están, aferradas a sus edificios, aferradas al dinero. Yo no sé por qué pasa esto, no sé cómo leerlo. Pero les pido que se preocupen de esos grupos. El manejo del dinero… es algo que necesita ser reflexionado.
Aprovechen este momento que vivimos en la Congregación para la Vida Consagrada. Es un momento de sol. Aprovechen. El Prefecto es bueno. ¡Y el Secretario, que fue “lobbyado” por ustedes! No, en realidad, siendo el presidente de la USG, ¡lo lógico era que fuera él! Qué mejor.
Pongan todo su empeño en el diálogo con los Obispos. Con el CELAM, con las conferencias nacionales. Yo sé que hay algunos que tienen otra idea de la comunión, pero hablen, conversen con ellos, díganles.
Fuente: www.reflexionyliberacion.cl
Comentario del periodista estadounidense Michael Sean Winters (National Catholic Reporter): «El Pontífice quiere anular a los grupos que dividen a la Iglesia. Los religiosos homosexuales suelen ser los más conservadores y tradicionalistas, decididamente en contra de cualquier apertura con respecto a temas como las uniones entre homosexuales o la igualdad de derechos. El problema es que, a veces, se unen en grupos para llevar a cabo sus intereses, y esto es inaceptable para el Papa. Francisco quiere reformar la Curia, para librarla de todos los lobbies y corrientes que le impiden actuar como debería. Por este motivo critica al grupo de los homosexuales, como criticaría a cualquier otra facción interna que apuesta por condicionar el trabajo del Vaticano».
Mary Stachowicz
El pasado 31 de mayo, en Phoenix (Arizona), el obispo de Springfield (Illinois), John Paprocki, pronunció una conferencia titulada Matrimonio, uniones del mismo sexo e Iglesia católica durante la cual evocó el testimonio de Mary Stachowicz (1951-2002), madre de cuatro hijos que fue asesinada en 2002 por el joven gay Nicholas Gutiérrez, y lo comparó con la cobertura mediática del asesinato en 1998 del estudiante homosexual Matthew Shepard, de 21 años, en Wyoming.
Éste fue considerado un “crimen de odio” porque la víctima era gay, subrayó el obispo, a diferencia del feminicidio, aunque su asesino fue condenado a cadena perpetua. Añadió que mientras una búsqueda en Google del nombre Matthew Shepard genera millones de resultados, el de Mary Stachowicz no llega a cien mil.
“Mary, la amable y devota madre católica de cuatro niños instó a su compañero de trabajo, Nicholas Gutiérrez, de 19 años, a cambiar su estilo de vida gay. Furioso por esta exhortación, como luego dijo a la policía, el joven, según la sentencia judicial, “la golpeó, pateó y apuñaló hasta agotarse, y luego le puso una bolsa de plástico en la cabeza y la estranguló”. Posteriormente puso su cuerpo en un pequeño hueco de su departamento, ubicado sobre una funeraria en Chicago donde ambos trabajaban”, recordó monseñor Paprocki, quien conoció bien a Mary porque había sido su secretaria antes de ser nombrado obispo.
“Ella trabajaba media jornada en la funeraria y media en la parroquia. Una tarde no apareció a la hora acostumbrada, lo que era inusual porque siempre llegaba puntual”: mientras la buscaban, antes de saber que había sido asesinada y de que la policía la encontrara mutilada, Nicholas Gutiérrez rezó con los amigos y familiares de Mary por su pronta aparición.
El obispo precisó que ambos asesinatos fueron “brutales”: “Y condeno ambos del mismo modo. Pero la historia de Shepard recibió mucha atención porque su homosexualidad fue el móvil para el asesinato, mientras que el de Mary fue ignorado por los medios pese al hecho de que ella murió como mártir de la fe”. De hecho, en el quinto aniversario de su muerte, el periodista católico Phil Lawler alentó la apertura de su proceso de beatificación.
Fuente: www.religionenlibertad.com

Juan Carlos De Piazza

[Visto: 583 veces]

Juan Carlos De Piazza

El 31 de mayo fue ordenado sacerdote el diácono Juan Carlos De Piazza. La ceremonia, que contó con la asistencia de alrededor de 800 personas, estuvo presidida por Monseñor Garlatti. También concurrieron numerosos diáconos y sacerdotes de la arquidiócesis de Bahía Blanca.
Asimismo, estuvieron presentes las autoridades civiles y representantes de las fuerzas armadas, policía y cuerpo de bomberos.
Durante la misa de ordenación, luego de la imposición de manos, el padre Juan Carlos fue revestido con los ornamentos sacerdotales por parte de su hijo y el diácono de la comunidad de Villa Ventana.
Monseñor Garlatti dirigió una breve homilía en la que comenzó haciendo referencia a la esencia de la vocación al diaconado permanente. Destacó que es una vocación matrimonial y que, sin duda, Juan Carlos (viudo) no habría ejercido su ministerio diaconal sólo, sino acompañado por su esposa. Y añadió que seguramente ella está contenta con el paso que está dando. Esto último robó algunas lágrimas de los familiares del nuevo sacerdote, que estaban visiblemente emocionados.
No deja de llamar la atención la edad del padre Juan Carlos (73), y su experiencia de vida. Atento a esto, monseñor Garlatti aludió a la parábola de los obreros de la viña (Mt. 20, 1-16) para recordar que el llamado de Dios puede manifestarse en cualquier momento de nuestra existencia. También se refirió al generoso trabajo que Juan Carlos prestó durante varios años como secretario de Monseñor Rómulo García (arzobispo de Bahía Blanca entre 1991 y 2002).
Partiendo de la epístola a los Hebreos, indicó que, en el sacerdocio, es fundamental la cercanía con la gente; y señaló que, en este sentido, el ex diácono ha demostrado un gran entusiasmo durante su ministerio anterior.
Prosiguió enumerando una serie de deberes y obligaciones pastorales propias del presbítero. Junto con esto, destacó cualidades de Juan Carlos entre las que se cuentan su generosidad y actitud de servicio, características propias de su espiritualidad franciscana. En relación a esto último señaló que la Paz y el Bien que proclamó San Francisco con su vida deben estar presentes en el corazón de cada uno de los cristianos.
Sobre el final, recordó unas palabras que oyó del propio Juan Carlos en un reportaje esa misma mañana: cada uno de los cristianos somos portadores de una alegría que no nos podemos guardar, sino que debemos contagiarla.
El arzobispo concluyó su reflexión encomendando el ministerio del nuevo sacerdote a Nuestra Señora de Tránsito, patrona de la Parroquia de Saldungaray.
Antes de la bendición final, se dio lectura al decreto en el cual se lo designa párroco de Nuestra Señora del Tránsito de Saldungaray.
Más tarde, Juan Carlos agradeció sencillamente, sin nombrar a nadie en particular. “A cada santo le debo una vela”, se excusó, provocando risas entre los asistentes.
Terminada la ceremonia religiosa, se realizó un almuerzo del que participaron cerca de 500 personas.

Holanda suprime enseñanza de religión

[Visto: 2883 veces]

Holanda

Por Giacomo Galeazzi- Vatican Insider
El estado holandés dejará de pagar los sueldos de los profesores de religión en las escuelas primarias. El gobierno de Holanda aceptó un plan de recortes que establece la interrupción del financiamiento público a la educación religiosa impartida en los institutos escolares del país. El procedimiento forma parte de una maniobra financiera que permitirá el ahorro de 200 millones de euros para el erario público. Los recortes del 10% de los subsidios también afectarán prestigiosos institutos académicos. Además, será cancelada la cuota pública destinada a los entes científicos como el célebre Instituto Montesquieu, que se ocupa de investigación sobre la historia parlamentaria europea.
Sin embargo, hasta hace 50 años, el catolicismo holandés parecía tener fuertes raíces y una considerable presencia misionera. En 2009, el periódico italiano “Avvenire” publicó una sorprendente investigación relacionada con la Iglesia holandesa. El cardenal Adrianus Johannes Simonis, arzobispo de Utrecht y primado de Holanda de 1983 a 2007 (además de gran amigo del Papa Wojtyla) denunció que vivía en un país en el que el 41% de la población declaraba no tener ningún credo religioso y en el que el 58% ya no sabía qué era la Navidad. Una Iglesia en la que, escribía “Avvenire”: «hay dominicos y jesuitas que teorizan y ponen en práctica Misas sin sacerdocio ni sacramento cristiano, en las que son los presentes los que consagran colectivamente». Es decir, el recorte holandés del financiamiento público a los profesores de religión es el último reflejo de una sociedad desacralizada.
Sociedad sin lo sagrado
En Europa, la enseñanza de la religión está muy difundida, pero no se trata de religión católica o de una determinada religión en todas partes: este caso se verifica solo en seis países, para la religión católica; en dos para la religión ortodoxa (Chipre y Grecia); y en uno para la religión islámica (Turquía). En doce países la enseñanza es más bien multirreligiosa, tanto en el sentido de que prevé muchas confesiones, como en el sentido de que prevé disciplinas interconfesionales (en Suecia, Reino Unido y en algunos cantones suizos). En dos países europeos (Bélgica y en las escuelas secundarias croatas) la enseñanza de la religión es una materia opcional, que puede ser sustituida con clases de ética o de moral.
Los títulos exigidos para enseñar religión son: en once países, la licenciatura o diplomas en teología o ciencias religiosas; en 15 países es suficiente un certificado eclesiástico. En Bulgaria y en la región francesa de Alsacia-Lorena, la enseñanza de la religión es impartida exclusivamente por personal religioso (diáconos, pastores, catequistas).
Solo en tres países no se enseña en las escuelas: Francia (excepto la región de Alsacia-Lorena), Hungría (en donde la religión es una materia extra-escolástica) y Eslovenia. Hay también algunos países en los que la religión se enseña solo en algunas regiones o escuelas (como en Suecia), cantones (Suiza) o grados escolares (como las secundarias búlgaras). En 17 países europeos se habla del control estatal sobre la enseñanza de la religión. En Italia y en España el nombramiento es responsabilidad de los obispos. En Grecia los profesores de religión también son empleados públicos.