Por Dr. Antonio Zapata Velasco
Ollanta Humala ha ganado porque su campaña fue desarrollada por un equipo profesional. Mientras que el entorno de Keiko Fujimori era improvisado y estaba peleado entre sí. La censura a Jorge Trelles no se debió simplemente a la barbaridad que sostuvo en una entrevista con Beto Ortiz. Fue también un ajuste de cuentas contra el ala dura de esa candidatura, que agrupaba a los partidarios del ex presidente Alberto Fujimori. Lejos de actuar unida bajo el comando de la Diroes, la campaña fujimorista ha evidenciado una dura pugna interna, que debilitó a Keiko en forma considerable.
Por el contrario, Ollanta supo convocar apoyos relevantes, como Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo. De este modo, ganó aliados decisivos en el centro político y en la derecha liberal. Estos le han proporcionado el 20% extra, que sumado a su 32% de primera vuelta, le ha permitido ganar la presidencia. Humala gana porque obtiene esos refuerzos, que ahora resultan claves para su gobernabilidad.
Por ello, Ollanta ha llamado a un gobierno de concertación nacional. En mi lectura, se trata de una coalición entre las fuerzas que han ganado la segunda vuelta. Es decir, un frente entre Gana Perú, la derecha liberal y Perú Posible. En esta alianza, las fuerzas centristas idealmente actuarán como bisagra, para ir cerrando heridas y avanzar en algunas iniciativas de orientación nacional y con sentido de Estado, que agrupen e interesen a todos los actores políticos.
Dada la composición de esta coalición, el color del primer gabinete debe estar en la centroizquierda, defensora de la democracia y respetuosa del mercado. Esa línea viene acompañada por un fuerte énfasis en programas sociales contra la pobreza, de naturaleza inclusiva y no clientelista.
El financiamiento de estos programas solo puede provenir de una reforma tributaria que logre una recaudación promedio en Latinoamérica, de lo cual estamos bastante lejos. Esa nueva escala impositiva será posiblemente el punto de conflicto entre el nuevo gobierno y el poder económico, pero incluso dentro de éste, Gana Perú podrá obtener aliados para una reforma que se asume como indispensable en vastos sectores de la nación.
En lo que se refiere al fujimorismo, su futuro se muestra complicado. El padre seguirá preso, a menos que García lo indulte en las próximas semanas. Pero, la experiencia de Crousillat no aconseja ese camino. Como todo grupo derrotado, en este momento ha de desarrollarse un amargo balance. Los purgados a mitad de camino son numerosos y algunos operadores claves, como Sousa por ejemplo, ni siquiera han postulado a la reelección. Como resultado, su bancada es políticamente débil y estará dominada por figuras controversiales y de gran agresividad, tipo Martha Chávez y Luz Salgado, que saben combatir pero no concertar. Su destino es hacer una oposición irreductible, que puede resultar poco fértil.
Por otro lado, la base social del fujimorismo se halla en ese sólido 20% que acompañó a Keiko a lo largo de la primera vuelta. ¿Quiénes lo conforman? En su mayoría son sectores populares que conservan un recuerdo positivo de Alberto Fujimori por el asistencialismo de aquellos años. Por ello, pueden ser recuperados para la autonomía de criterio y la ruptura del lazo clientelista. Todo depende de la eficiencia de los programas sociales del nuevo gobierno.
Así, Ollanta Humala comienza en forma auspiciosa. Ha ganado importantes aliados en el centro e incluso en la derecha liberal, facilitándole la formación de un gobierno de ancha base. Por otro lado, su futura oposición luce sin capacidad para darle forma política al descontento de las elites con el resultado electoral. Si logra tranquilizar a los mercados, su debut político es con viento a favor.
Viento a favor
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