Descubrir la voluntad de Dios

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Tu Palabra me da vida

Jesús divino maestro
Dichoso el que, con vida intachable,
Camina en la ley del Señor.
Dichoso el que, guardando sus preceptos,
Lo busca de todo corazón.
Postrada en el polvo está mi alma,
Devuélvame la vida tu palabra.
Mi alma está llena de tristeza,
Consuélame. Señor, con tus promesas.
Escogí el camino verdadero,
Y he tenido presentes tus decretos.
Correré por el camino del Señor,
Cuando me hayas ensanchado el corazón.
Este es mi consuelo en la tristeza,
Sentir que tu palabra me da vida.
Por las noches me acuerdo de tu nombre,
Recorriendo tu camino dame vida.
Repleta está la tierra de tu gracia;
Enséñame, Señor, tus decretos.
Mi herencia son tus mandatos,
Invocar la luz y la fuerza del Espíritu Santo
Por Antonio Elduayen Jiménez CM 
El evangelio de hoy (Mt 11, 25-30) contiene una oración, un testimonio y una invitación. Veamos ante todo la oración. Es muy breve. Le brotó a Jesús, hombre y maestro de oración, espontánea y gozosamente. Como nos brota a nosotros un ¡viva! cuando estamos contentos. Padre, te doy gracias, exclama Jesús, porque amas a los pobres y les revelas tu corazón, más que a “los sabios y entendidos”. ¡Qué bueno que sientas y actúes así! Lo más importante de esta oración es su tono gozoso y el mensaje. Pero contiene también algunos de los elementos que hacen que una oración sea cristiana: va dirigida al Padre (a Dios como Padre), es encarnada (parte de la realidad), respira sencillez y confianza y busca hacer la voluntad de Dios. ¿Son así nuestras oraciones?
El testimonio que Jesús da de sí mismo muestra quién es Él y la conciencia que tiene de su persona. Él es el Hijo (del Padre Dios) y mantiene con el Padre una estrecha relación: 1º, conoce muy bien al Padre, que ha puesto todo en sus manos; y 2º, revela al Padre, lo da a conocer, a cuantos creen en el Hijo y le abren su corazón y le siguen llenos de confianza (Mt 26-27). Lo que más anhela Jesús es que todos conozcan y amen al Padre Dios, tanto que para lograrlo Él mismo se hace camino, el camino verdadero que lleva a la Vida (Jn 14, 6). Que Jesús es Hijo de Dios y Dios su Padre, es parte del misterio (de la Santísima Trinidad) que nos revela, y que los sencillos y los humildes acogen con mayor fe que “los sobrados” de este mundo.
La invitación que Jesús hace es fruto de la oración que elevó a su Padre pensando en los pobres. Vengan a mí, les dice y nos dice, cuantos, corporal y espiritualmente, están cansados y agobiados, y yo les aliviaré. La invitación es conmovedora y está llena ternura y de compasión efectiva. Le sirve para continuar dando testimonio de Sí mismo, aunque ahora en el plano humano: soy manso y humilde de corazón. El aprendan de Mi nos presenta a Jesús como modelo de vida -algo para lo que vino a este mundo- , pero al mismo tiempo inspirando confianza al mostrarse cercano y accesible. Admira y atrae la naturalidad con la que dice “aprendan de Mí”…
Lo que Jesús dice del yugo merece párrafo aparte. Sin duda los yugos que salían de la pequeña carpintería de José -además de los taburetes y mesas-, tenían fama de ligeros y suaves. Jesús recuerda los comentarios y lo a gusto que se sentían las yuntas de bueyes con esos yugos al arar el campo. Y se le ocurre la comparación: mi yugo (sus enseñanzas) son como un yugo ligero y suave. Cárguenlo con confianza y sentirán que todo se les hace más llevadero. Hagamos la prueba.

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